A/N: ¡Ya lo he subido todo por fin! Tened en cuenta que he subido varios capítulos casi de golpe, así que mirad por dónde os habíais quedado ;) También quiero dar un especial agradecimiento a mi amiga Leire, que me ayudó a acabar esta historia :)

Capítulo VII

A pesar de las tentaciones de Úrsula, no podía simplemente borrar todos los años que había estado en el lado oscuro. Y además estaba Rumpel, no podía mostrar debilidad ante nadie y menos ante él. Así que trazó un plan para asegurarse de que la dulce Ariel y su príncipe jamás estuvieran juntos.

—Estoy tan nerviosa. -mascullaba la joven mientras peinaba su larga melena roja- ¿Y si no sale bien? No me contestes. Gracias por haberme ayudado. La idea de la cita en los acantilados ha sido estupenda. No sé lo que habrá hecho sin ti.-su sonrisa y gratitud eran tan ingenuas que casi enternecieron el corazón de la bruja del mar.

—No hay de qué- intentó sonar lo más corriente posible.

Ariel se levantó, con el corazón palpitándole con fuerza ante la perspectiva de encontrarse con su amado, pero antes de que pudiera cruzar la puerta la otra mujer la paró, dibujando el contorno de su cara con las manos, por encima del pelo, casi con cariño.

—Falta algo.

La princesa sonrió, pensando que quizá quería darle algunos retoques y arreglarla más para la cita. Pero ocurrió lo que menos se esperaba. Úrsula hundió la mano en su pecho y le sustrajo el corazón, dejándola sin aliento y confusa.

—¡Ahhh! -consiguió articular la joven ante tal intrusión.

—Ya puedes partir -Sonrío Úrsula.

—Pero... ¿Por que has hecho eso?

—Hay cosas que no entenderías ni aunque te las explicara -apretó el órgano entre sus manos, y le ordenó que se reuniera con Eric, tal y como estaba previsto- por suerte, no he de hacerlo. Buena suerte -dijo con toda la malicia que le fue posible mientras Ariel abandonaba la estancia.

Eric llevaba esperándola más de cinco minutos, ansioso por verla. Cuando ella apareció, la sonrisa dibujó por completo su rostro.

—Ariel, me alegro tanto de verte.

—Supongo que veo el atractivo mejor ahora.-Úrsula sostenía el corazón, escondida tras una gran roca, dictándole las palabras.

—¿Qué? -el príncipe sacudió la cabeza- No importa. ¿Dónde has estado?

—Lo que importa es donde no voy a estar.

—¿Dónde?

—A tu lado –río Ariel, totalmente poseída.

Acto seguido lo empujó al borde del precipicio. Normalmente ella no tendría fuerza para hacer eso, pero lo pilló totalmente desprevenido y confiado.

Y así es como Eric se vio, con solo el agarre de sus manos separándolo de la muerte.

—¡¿Qué estás haciendo?! Ayúdame... -su mente aún no analizaba lo que pasaba. Estaba demasiado ocupado haciendo fuerza.

Y cuando Ariel estaba a punto de retirar sus manos con los un pie y dejarlo caer, alguien la agarró por el brazo y la echó para atrás.

—Papá...

El rey Tritón había llegado justo a tiempo para ayudar a Eric y hacerlo volver a pisar tierra firme. Mientras tanto, Úrsula observaba toda la escena desde las sombras, atónita. No había podido reaccionar ante la presencia del que fue su amor verdadero. No se esperaba que apareciera y había trastocado todos sus planes.

Eric estaba totalmente desconcertado y miraba a Sean como buscando alguna explicación, aunque no supiera ni quien era.

—Tranquilo, muchacho. Ella no sabe lo que hace -El hombre con ojos azules intensos sujetaba por los brazos a un desecho príncipe.

—¿Cómo..?

—Está encantada por magia. No sé como, pero ella nunca haría eso. Y menos a ti.

—¿Encantada? ¿Magia? -miro a la chica y no sabia ni qué decir ante tal sarta de absurdidades, pues no conocía magia alguna en su reino.

—Debemos encerrarla. Ahora es peligrosa. Vamos -tirando del brazo de su hija, Sean hizo que Eric entrara en razón y los guiara a su castillo.

Una vez allí, Sean le explicó al príncipe quien era y quienes eran, sin muchas dudas, los que estaban detrás de todo. Encerraron a Ariel en el calabozo, temiendo que hiciera otra locura. Y entre los dos hacían guardias para custodiarla.

Sean estaba en la ronda de la noche, observado a su hija dormir, cuando sintió una presencia.

—Sal y da la cara.

—Oh, pero hay tanta tensión en este momento. Prefiero alargarlo -seguía en las sombras, disimulando que no le afectaba volver a verlo.

—No puedo creer que le hicieras esto a ella. No solo eres incapaz de amar, sino que no puedes soportar que los demás lo hagan.

—¿Quién dice que al final no me hubiera hablandado y lo hubiera salvado? -decidió salir de las sombras, mostrando su esbelta figura y su vestido, como siempre, negro.

—El negro nunca fue tu color.

—Ahora lo es.

En momentos como ese, parecía que volvían a ser aquellos dos jóvenes que se enamoraron y hablaban de tonterías, como el color de un vestido.

—¿A qué has venido, Regina? No voy a dejar que la toques. Tendrás que matarme.

—Ya nadie me llama así -pronunció las palabras casualmente, conteniendo sus sentimientos, pero la barrera se desmoronaba por momentos.

La mujer se sentó en una de las rocas cercanas, enfrente de él y el dolor de lo que sucedió hace dieciséis años los atizó a ambos, dejando un silencio lleno de amargura.

—Cuando te vi con ella, me pudo la frustración. -empezó Úrsula, aunque por el tono de su voz, parecía Regina más bien, la que hablaba- No me preguntes por qué, supe que no volveríamos a estar juntos y que no habría explicación. Sentí que ya no tenía razón para luchar, para vivir. Eras la única esperanza que había en mi vida y te fuiste de mi lado. Pensé: ¿de qué me sirve ser buena? ¿A qué me conduce nada? Siempre acabo igual, sola y triste. La maté porque quería romper nuestro vínculo del todo, como cuando algo se rompe y te duele tanto que este roto que lo rompes más, solo para descargar la ira y echar por tierra cualquier esperanza de reparación. Sé que no vas a perdonarme jamás y aunque era eso lo que buscaba en aquel momento, ahora me duele. Me duele todo lo que pasó, todo lo que hice... -logro terminar, con lágrimas en los ojos, sin creerse que hubiera soltado tal discurso.

—Has arruinado tu vida, la mía -miró hacia donde se hallaba una dormida Ariel- y ahora la de mi hija. Y te duele. Permítete que me ría.

—Lo creas o no, lo de Úrsula me fue ordenado por la única persona a la que yo creía que le importaba. No lo hice simplemente para hacerte daño y destrozarte la vida. Hice un trato y si no lo cumplía... podría haber sucedido algo parecido o peor. Yo no supe que era tu hermana hasta que la vi.

—¿Crees que solo me destrozó la vida su muerte? Fuiste tú la que la causaste. Tú, el gran amor de mi vida.

—Era tu boda, Sean.

—Era una boda falsa. Mi padre me obligó. Yo solo he querido a una mujer en toda mi vida y esa mujer me ha destrozado la existencia -ahora al que se le caían las lágrimas era a él.

—Vuélvemelo a colocar -los interrumpió de pronto Ariel.

—¿Qué? -sabía perfectamente a qué se refería, pero Úrsula no concebía que la muchacha le hiciera tal requerimiento.

—Haz un acto de fe, crees que no tienes salvación. Como lo creíste ese día en el que mataste a mi tía. -había estado escuchándolos, haciéndose la dormida.

—No sabes lo qué dices, solo hablas para obtener lo que quieres.

—No, no lo hago. Como ya te he dicho, sé que el corazón de mi padre siempre ha estado contigo. Y has hecho de ello una catástrofe. Sé que no hay perdón alguno para ello, pero puedes hacer algo muy importante. No hacerlo peor. Evitarle más sufrimiento. Arreglar las cosas. Ser valiente por una vez en tu vida y elegir hacer lo correcto, aunque no esperes obtener nada a cambio.

Ursula se quedó sin habla. Ella claramente no escucharía a una niña llena de ideales pero ¿Qué haría Regina? Regina era otra niña con ideales ¿Cuánto quedaba de eso en ella?. Miró a Sean, buscando en sus ojos alguna pista. Y vio en ellos un claro convencimiento de que no sería capaz de hacer lo que su hija le pedía. ¿Acaso tenía él razón?

Se levantó, dando un largo suspiro. Y saco de su bolsa el corazón, rojo y palpitante. Lo estrujó suavemente y después se acercó a Sean.

Este retrocedió por instinto y pensó que iba a aplastarlo delante de sus narices. Se veía perdido, o si acaso, más de lo que ya lo estaba. Pero Úrsula cogió su mano y depositó en ella el corazón.

—Siempre me gustó más Regina.

Cuando él comprendió lo que ella estaba haciendo, no podía creerlo. Y vio en sus ojos algo que jamás creía que volvería a ver: esperanza.

:::FINAL:::