Este fic participa en el reto anual "Long Story 2.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Y por supuesto, todos los personajes, objetos, lugares, edificios, etc... creados por la magistral J.K. Rowling, y que yo tomo prestados para crear una historia propia basada en el maravilloso y mágico mundo pottérico que ella creó, son suyos y sólo suyos. Infinitamente agradecida quedo por ello.
1.- Regreso.
Aquel día Gales estaba de fiesta, y por ende todo el Reino Unido. Por fin, después de que la mayoría de los aficionados ingleses al buen quidditch lo hubiesen deseado y demandado durante años, después de que las Holyhead Harpies lo hubiesen anunciado a bombo y platillo una y otra vez, sin conseguirlo… la hija pródiga regresaba para jugar en la liga de Gran Bretaña. Sí, Ginevra Weasley, tras haber comentado por activa y por pasiva a todos los medios de comunicación deportivos para magos y brujas que no quería ni oír hablar de regresar a su tierra natal – nadie sabía porqué y ella no estaba por la labor de revelar sus motivos - había fichado por fin por las Holyhead Harpies, proveniente de los Moose Jaw Meteories candienses, y prometía dar tanto espectáculo en la próxima liga como lo había dado siempre el equipo del que procedía.
¿Qué porqué ahora? Nadie lo sabía, ni se lo había preguntado durante demasiado tiempo: lo importante era que su heroína había regresado para darlo todo por ellos; y eso sí contaba de verdad.
Para presentar a su fichaje estrella oficialmente, las Holyhead Harpies habían negociado y preparado un partido de quidditch amistoso, nada más y nada menos que con los legendarios Chudley Cannons que, a pesar de no haber cosechado muchos éxitos durante los últimos años, su aura de grandeza no había disminuido ni un ápice siquiera. Así que aquel iba a ser un partido que, sin duda, alegraría el verano a multitud de aficionados.
El Ministerio de Magia inglés había anunciado ya un sinfín de medidas de seguridad para garantizar la seguridad de todos sus asistentes, dirigidas ni más ni menos, que por Harry James Potter, famoso sin duda por su glorioso pasado y por su más que prometedor futuro al frente del Departamento de Seguridad Mágica, cargo que iba a ocupar dentro de muy poco, en sustitución de Kingsley Shacklebolt, quien pasaría a asumir el más alto cargo de representación de magos y brujas: Ministro de Magia.
Por si fuera poco, El Profeta se había encargado de señalar en grandes titulares de uno de sus diarios, reforzado por un amplio reportaje en sus páginas centrales lleno de especulaciones que, precisamente, la famosa jugadora de quidditch iba a estar "protegida" por aquel que en otro tiempo fue su prometido, y cuya relación había quedado, al parecer, en agua de borrajas. Así que una gran cantidad de magos y brujas, ya fueran fans de este emblemático deporte o no lo fuesen, asistirían al partido tan sólo por el morbo de averiguar qué trato se dispensarían dos de los representantes más importantes y queridos del panorama mágico tanto inglés como irlandés.
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Con esta perspectiva de fondo, y a falta de tan sólo dos días para la llegada del acontecimiento más esperado del verano, la tía abuela Tessi ojeaba El Profeta distraídamente, mientras aguardaba que su sobrina más querida, Ginevra, se reuniese con ella en la cocina para la comida. De vez en cuando hacía pequeños aspavientos, signos de aprobación o de desagrado, según le parecían las noticias que iba encontrando en el periódico.
Cuando Ginevra Weasley entró en la cocina por fin, de la pequeña y acogedora casita que ambas habían alquilado para vivir durante su estancia en el Reino Unido, aunque sus pasos fueron totalmente silenciosos, la tia Tessi notó su presencia de inmediato. La mujer se quitó las menudas gafas de lectura _nada acordes con su rostro amplio y regordete, que le daban cierto aspecto cómico que ella no se esforzaba por ocultar_ y con movimientos pausados y tranquilos indicó a su sobrina que se sentase frente a ella, ante la mesa ya dispuesta para la comida.
Pronto ambas mujeres comenzaron a comer en silencio, la mayor observando a la más joven con insistencia, lo que la otra se empeñaba en no notar.
- Seguramente, además de haber diseñado el dispositivo de vigilancia y protección para el partido, él estará en el estadio como parte de los aurores que velarán por la seguridad de todos los magos y brujas que allí se congreguen – la tía Tessi soltó por fin, incapaz de continuar mordiéndose los labios para no sacar un tema que tanto le inquietaba.
- Oh, no, no estará – Ginny respondió sin alzar el rostro para mirar a su tía siquiera. - ¿Cómo va a estar allí el tan cacareado relevo de Kingley Shacklebolt como Director del Departamento de Seguridad Mágica? Seguramente, él tiene mejores asuntos de los que ocuparse.
Ambas mujeres sabían a la perfección de quién estaban hablando, así que no se vieron en la obligación de tenerle que nombrar.
- ¿Cómo es que eres consciente de que él va a convetirse en el nuevo Director del Departamento de Seguridad Mágica? – la tía Tessi preguntó a Ginny, enarcando una ceja. – Llevas años repitiendo que no sabes nada de él, ni quieres saberlo.
- ¿Y por qué me lo nombras, entonces? – la pelirroja reprochó a su tía con un gesto cariñoso. - Es muy fácil, tía –respondió después con desdén. – No hay día en que en El Profeta no recuerden esta noticia y la recalquen por activa y por pasiva. Es más, no se puede leer un puñetero periódico en este país sin enfrentarse a páginas y páginas llenas de chismorreos sobre ese hecho.
La mayor no pudo evitar preguntarse, entonces, si su sobrina habría leído también las numerosas páginas que todos los periódicos mágicos habían empleado en especular sobre cómo y porqué se rompió la relación entre él y ella de un modo tan abrupto; y el porqué de la "huída" de la chica a un país al otro lado del Atlántico. ¿Quizá para olvidarlo?
- No blasfemes, jovencita – su tía la reprendió, en cambio, agitando un dedo ante su nariz, de forma amenazadora.
Ginny sonrió, divertida.
- Tienes razón, tía. Ese farsante no lo merece – afirmó, rotunda.
- ¿Farsante? Una cosa es cómo te trató a ti, querida; pero otra muy diferente es todo el bien que otorgó al mundo mágico acabando con ese demente; y cómo desempeña su trabajo en el Ministerio de Magia; ese hombre es el héroe más grande de todos los tiempos. Y eso no se lo podrá quitar nadie, jamás – la mujer afirmó con fervor.
- Olvidaba que estoy ante una de las más fans, qué digo, fanáticas, del Salvador, que existe en toda Gran Bretaña – la chica afirmó con cierto retintín, mascando aquellas palabras como si supiese que no iba a ser capaz de digerirlas una vez que las hubiese tragado.
Su tía permaneció en silencio durante unos segundos, observándola.
- ¿Por qué has vuelto? – le preguntó, de pronto, mudando su alegre desenfado por una actitud seria y preocupada. - ¿Y por qué ahora, precisamente?
Por fin se había atrevido a alcanzar el kid de la cuestión, con aquella pregunta clara y directa.
- Ya te lo he dicho muchas veces, tía… Echaba de menos mi hogar…
- ¿Ese hogar de los Weasley del que llevas renegando casi cinco años? ¿Te parece de recibo enviar a tus padres y hermanos tarjetas de Navidad una vez al año, mandarles una carta de vez en cuando preguntándoles cómo están y no visitándoles jamás?
- No seas tan dura conmigo, tía… Sí, me equivoqué al alejarme de mi familia; pero no podía revelarles la verdad, se la habrían contado a él, y eso era inaceptable. Además, también ellos podrían haber venido a visitarme a mí, si lo hubiesen deseado.
- Ya… si lo has estado evitando todo lo que has podido… por si acaso… Ademas, ¿Por qué no podías revelarles la verdad? Lo mejor es que hubiese estallado la bomba, a ver qué sucedía después.
- Yo sé bien lo que habría sucedido: él se habría enterado de la noticia nada más la hubiesen conocido ellos y habría renegado de mí, o conociéndole, más probablemente habría accedido a casarse conmigo sin quererlo. Yo no deseaba ninguna de ambas cosas, tía, ninguna.
La tía Tessi sacudió la cabeza lentamente, apesadumbrada.
- Sabes que vivo por y para ti… que nada de lo que me queda me importa tanto como vosotros dos… Pero aún así, no puedo evitar sentir que te equivocas.
- Y yo sé que no lo hago; tú no le escuchaste decir todas aquellas cosas tan terribles, como lo hice yo. De todos modos, el tiempo no puede volver atrás para cambiar todo lo que sucedió para ver qué pasaría; no existe giratiempos capaz de retroceder tanto hacia el pasado, ni quiero que lo haya.
- Tú sabrás, pequeña, tú sabrás – la mujer acabó rindiéndose una vez más, exasperada.
Ginny abrazó a su tía con calidez, agradecida, y las dos mujeres concluyeron su comida hablando de temas mucho más ligeros y poco trascendentales.
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En el Cuartel General de Aurores, Harry James Potter repasaba una y otra vez el esquema de organización que había diseñado para garantizar la seguridad del evento de quidditch que le había sido encomendado. Para él no era más que un mero trámite añadido a sus funciones, antes de asumir definitivamente la dirección del Departamento de Seguridad Mágica; pero Kingsley había recibido mucha presión por parte de varios personajes importantes y adinerados de la sociedad mágica para que fuese él, y no otro, quien dirigiese el operativo de protección de dicho acontecimiento, para dar más "caché" al evento, si cabe.
Así que, aunque siempre cuidaba hasta el más mínimo detalle de todas las operaciones que diseñaba y dirigía, sin dejar absolutamente nada a la improvisación, se obligó a poner especial énfasis en aquella, por otro lado intrascendente a nivel de peligro, si se eliminaba de la ecuación mágica a los típicos fanáticos exaltados de su equipo, las frecuentes lipotimias debidas al calor, y contingencias semejantes. Y para aquello, que Merlín le contase para qué demonios hacía falta la élite de aurores del Ministerio de Magia, porque él mismo no lo sabía – se dijo para sí con cierta rabia – aunque después hubo de reconocer que no era su cometido opinar sobre aquello, sino cumplir con la misión encomendada.
Perdido en sus pensamientos más oscuros, recibió una llamada a la puerta de su despacho con un leve sobresalto.
- ¿Puedo pasar? – la cabeza de Ron Weasley asomó por una rendija de la puerta que el auror acababa de entreabrir, y le ofrecía una alegre y sincera sonrisa, que Harry agradeció de inmediato.
- Pasa y no hagas el payaso – el moreno ordenó a su subordinado, devolviéndole la sonrisa. – Estoy analizando desde todos los ángulos posibles los pros y los contras de todos los lugares estratégicos que he elegido para apostar a los aurores que llevarán distintivos del Cuartel General de Aurores, para que los espectadores del partido puedan identificarlos sin problema – explicó, pensativo. – Es mucho más fácil ocultar entre la gente al resto de aurores que se moverán entre el público de incógnito, porque con ellos dispongo de más movilidad y margen de maniobra.
- Ha sido una gran idea lo de apostar aurores de incógnito – Ron asintió, conforme. – Desde que me enteré de que el Ministerio de Magia había exigido que los aurores fuésemos al partido con el brazalete de una figura indeterminada de luz blanca y reflectante que, en teoría, debe representar un patronus vigilante, por poco se me descuelga la mandíbula de incredulidad. Y mucho más atónito me quedé cuando tú aceptaste este despropósito sin rechistar siquiera. Tenías un as en la manga, como siempre – le ofreció una mirada ladina que el otro le devolvió del mismo modo, divertido.
- Con los años, he descubierto que en ciertas ocasiones, es mejor no pelear contra la burocracia y la política; hay otros modos más efectivos de sortearlas a favor de la cordura – Harry explicó con una amplia sonrisa.
- Por eso tú vas a convertirte en el jefe, y no yo; yo no puedo con tanta tontería, simplemente – dijo con alegría. - Harry… - Ron pidió a su mejor amigo, mientras se sentaba en la silla que había ante la mesa del despacho que él ocupaba.
- ¿Qué es lo que vas a pedirme, capaz de ponerte tan serio de repente? – el moreno le preguntó, adoptando también una seriedad casi solemne, comenzando a preocuparse.
- He estado pensando mucho sobre esto antes de decidirme a hablar contigo y… - por un momento, se atragantó con su propia saliva, nervioso como estaba por aquello que intentaba decir y no sabía cómo hacerlo. – He decidido que quiero hablar con ella – confesó por fin, mirando a los ojos de su mejor amigo con cierto temor. – Ya sé que no existe explicación, ni justificación posible a todo el mal que ella te causó, pero es mi hermana y…
- No es que quieras hablar con ella, Ron, es que debes hacerlo – Harry le sonrió, conciliador. – Es cierto que ella me abandonó de un día para otro, sin una explicación siquiera… Pero abandonar a su propia familia para largarse a Canadá así, sin más… Debes hablar con ella, debes hacerla entrar en razón, explicarle cuánto sufrimiento ha causado a tus padres, quienes tan poco lo merecen. No sé qué demonios hice yo para merecer su castigo, pero lo que sí sé, es que tus padres jamás han hecho nada para dañarla, y que es totalmente injusto el trato que están recibiendo por su parte – dejó claro, categórico.
El pelirrojo asintió, totalmente de acuerdo con él.
- Entonces… ¿no te molesta?
- ¿Por qué narices me va a molestar? Yo estoy apunto de casarme con Cho, soy feliz con ella, y no me importa en absoluto el pasado.
Ya… - se dijo Ron para sí. – Por eso cada vez que ella aparece en alguna conversación te hartas de decir tacos, cuando normalmente tú te comportas como un perfecto caballero inglés. - Pero guardó silencio, a sabiendas de que nadie iba a sacar a Harry de su empecinamiento.
- De acuerdo con lo de mi hermana, pero, ¿por qué demonios vas a casarte con Cho, cuando sabes perfectamente que no la quieres? Y dudo que ella te quiera a ti, tampoco.
- El amor está bien para ti y para Hermione, pero no para mí; es un sentimiento totalmente superfluo e inútil – el moreno respondió tranquilamente. – Yo lo que quiero es casarme con una mujer buena y cariñosa para los hijos que pienso tener con ella; que los quiera, los cuide y los eduque como merecen. En ese sentido, Cho es tan buena como cualquier otra. Que me quiera a mí, o que yo la quiera a ella, no es importante, en absoluto.
- Sí, claro, tan cariñosa y atenta como Chang se comporta con Teddy – el pelirrojo dejó caer, molesto.
- Lo que le está sucediendo a Teddy no es por culpa de Cho, Ron, no seas injusto con ella. Teddy está teniendo problemas en Hogwarts, problemas que no debería tener, en realidad, porque es un muchacho inteligente, amable, y un buen chico en todos los sentidos. He de investigar a fondo los sucesos de Hogwarts, no me parece normal que sufra tantos percances, ni que se lleve tantos castigos "accidentales".
- Porque no lo es, Harry. Alguien está saboteando a tu ahijado, quien ahora es tu hijo porque tú eres la única persona que le queda en este mundo, después de la muerte de Andrómeda. Que no se te olvide – Ron le recordó con dureza.
- Tienes toda la razón… Averiguar qué está sucediendo en Hogwarts en torno a él debe ser una de mis prioridades.
- Y salvaguardarlo de esa arpía, también.
- Ya estamos de nuevo. ¿Por qué odias tanto a Cho, Ron? ¿Qué pruebas tienes de que esté dañando a Teddy de algún modo? – Harry quiso saber, clavando una mirada inquisitiva en su mejor amigo.
- Ninguna; tan sólo sé que, desde que él ha vuelto de Hogwarts para sus vacaciones de verano, tú casi lo has abandonado en manos de esa "señorita rica", por decir algo amable de ella; y a él no se le ve contento, en absoluto. Esa chica es arrogante, fría y calculadora, condescendiente… No me gusta ni un pelo, no.
- También voy a remediar eso. En cuanto pase esta locura del maldito partido de quidditch y mi nombramiento como Director del Departamento de Seguridad Mágica sea firme, dedicaré mucho más tiempo a cuidar de Teddy y a hacer cosas con él. Te lo prometo.
- A ver si es verdad – Ron respondió, aún molesto. – Al menos, habla con él y díselo; le alegrarás.
- Eso haré. Gracias, Ron. Y en serio, habla con Ginevra cuanto antes, todos los Weasley necesitáis arreglar vuestra situación con ella.
El pelirrojo asintió con un fuerte cabeceo y salió del cuarto para continuar con su trabajo.
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Aquella misma tarde, después de concluir el trabajo del día, Harry se escabulló como pudo hacia el jardín secreto que había creado justo al lado de su casa, la casa que compró hace cinco años tan cercana a La Madriguera, con la que había pretendido sorprender a Ginny antes de pedirle en matrimonio… y de la que jamás había podido hablarle siquiera, cuando ella le dejó.
El jardín secreto había sido una creación posterior a aquel aciago acontecimiento; había nacido como un lugar oculto, que tan sólo él conocía, el único lugar del mundo donde Harry regresaba cada tarde, hiciese sol, viento o lloviera, y donde se permitía dar rienda suelta a todo el dolor que sentía; día tras día, en un triste ritual…
En realidad, el jardín no era más que un pequeño círculo ajardinado rodeado por altísimos setos, con un precioso banco de piedra rodeando la práctica totalidad de su contorno interior, y un pequeño cenador en el centro. En los coquetos jardines crecían hermosas flores de todas las variedades y colores; pero la reina del lugar, sin duda alguna, era la rarísima y bellísima variedad de rosas color perla, que dominaban allí donde alcanzase la vista, durante todo el año.
Como cada tarde desde hacía más de cuatro años, Harry cortó con delicadeza una de aquellas magníficas flores y la retuvo por un momento pegada a su pecho, con mimo, para depositarla después en el centro del cenador. Tras ello, y algo nuevo en él a pesar de tanto sufrimiento que siempre le acompañaba hasta aquel lugar, se tapó el rostro con ambas manos y rompió a llorar, desesperado.
