15.- El jardín de los sueños realizados.

Harry y Ginny caminaban cogidos por la cintura, en silencio. Aquel "¿Vienes o te quedas? Decide" que Harry había pronunciado con tanta seriedad, había sonado a Ginny como si hubiese un "antes" y un "después" de aquella elección; como si la vida de ambos ya no fuese a ser la misma si ella elegía acompañarle o quedarse en La Madriguera. Un escalofrío había recorrido lo más hondo de su alma y aquel frío glacial se había instalado en su mente y en su cuerpo, presagiando momentos oscuros. Cuando se marchó del Reino Unido, creyendo huir de la desdicha, había sido ella quien lo había abandonado a él; en el fondo él jamás la había dejado; y hora sentía como si, en cualquier momento, las palabras de abandono que tanto temía fuesen a brotar de sus los labios cual sentencias de muerte. Algo pasaba, algo sucedía, y quizá ya no dependiese de ella que ese algo fuera bueno.

— ¿A dónde vamos? —preguntó con temor, buscando una mirada dulce en él, o siquiera amable.

— ¿Tengo que decírtelo? — Fue la escueta respuesta recibida, que en modo alguno respondió las verdaderas preguntas que rebullían en su pecho.

—Harry…

—Silencio; ahora me toca hablar a mí.

Algo pasaba, algo muy hondo sucedía, trascendente y sin vuelta atrás. Ella se apretó contra Harry instintivamente. ¿Tanto se había excedido en su trato hacia él? No creía haberlo hecho; pero si por causa de cómo lo había tratado durante aquellos últimos días, ese era el final, atesoraría aquel contacto como lo más preciado en su recuerdo. No había pretendido herirle, dañarle era lo último que hubiera deseado nunca; pero tampoco había sido capaz de hacerle entender cómo ella se sentía. ¿Decirlo ahora evitaría el final? Su corazón le ofrecía un "sí" rotundo; pero su mente ya no sabía qué pensar.

Sin apenas darse cuenta, aquel corto paseo terminó pronto, para ella demasiado pronto, ante el jardín que tanto los había unido, aún siquiera sin ambos saberlo; con tan sólo desearlo. Lentamente, Harry se deshizo del abrazo que la unía a él, tomó a la bella pelirroja de la mano y la guió tranquilamente justo hacia el centro del cenador, donde todo había comenzado; donde nada había terminado nunca.

—Harry…

—Sssssssh…

— ¿Cómo quieres que me calle si…?

— ¿Confías en mí?

—Siempre—ella susurró, con el corazón en un puño.

—Entonces, escucha.

Él la abrazó por la cintura, suavemente, sin dejar de mirarla a los ojos con una profundidad que sumergió en ellos su alma por entero.

—Mi amor… — Al escuchar aquellas palabras, ella sintió que moriría de alivio, pues él aún le quería. — Estamos juntos, sí; pero el ambiente que existe entre nosotros se podría cortar a cuchillo. ¿No crees que ya va siendo hora de que nos dejemos realmente de tonterías?

¿Tonterías? —Ginny pensó, repentinamente enfadada. — ¿Así que él creía que todo el dolor que ella había sufrido por él no eran más que tonterías? — Intentó devolverle una mirada llena de indignación; aunque no supo porqué, la magia que allí se respiraba, el ambiente… la derretían entre aquellos fornidos brazos.

Mientras se arrodillaba frente a ella con cierta dificultad, para total sorpresa de la chica, Harry extrajo una pequeña cajita de uno de los bolsillos de su chaqueta, la abrió y sacó de esta un hermoso anillo coronado por una perla tallada, mágicamente, en forma de pequeñas y perfectas rosas. Inmediatamente, al verlo, Ginny lo identificó con los magníficos pendientes que él le había dejado como presente en aquel mismo cenador, antes de que los acontecimientos se hubiesen precipitado terminando, de un modo inesperado aunque infinitamente soñado, en su reconciliación. Pero un recuerdo, una súbita revelación, inundó su mente como un fogonazo: aquel era el anillo de compromiso que él, originalmente, le hubiera entregado el mismo día en que ella le abandonó; se preguntó con sorpresa cómo había sido tan tonta de no darse cuenta de que los pendientes siempre habían guardado relación con Harry, sin duda alguna, nada más verlos. ¿Que cómo lo sabía? Por la conversación mantenida entre Harry y Ron hacía cinco años en el Ministerio de Magia, que ella, finalmente, pudo contemplar por completo gracias al recuerdo que su hermano le ofreció en el pensadero. Sintió cómo la emoción iba a escapar de su cuerpo para comenzar a revolotear sobre ella, libre y satisfecha; en cambio, un rotundo "no" fue lo único que salió de sus labios.

—Cásate conmigo—Harry le pidió; a pesar de que había escuchado perfectamente aquella dura palabra.

—No—repitió ella, tajante.

— ¿Cómo? — Si lo que ella vio en aquel mar color esmeralda, que amenazaba con ahogarle en la más profunda belleza, fue el mismo infinito miedo que ella misma acababa de sentir nada más pronunciar aquella absoluta locura, tan sólo notó confusión y sorpresa en los bellos ojos que lo albergaban.

—Que no — Definitivamente, se había vuelto loca; loca por él, por protegerle, por preservarle de todo mal; incluso del suyo propio.

Aún de rodillas, él la miró con ojos desorbitados por la sorpresa.

—Harry, levántate; tu pierna…

—Olvida la pierna, Ginny; acabo de pedirte que te cases conmigo.

—Y yo acabo de responderte que no.

— ¡Maldita sea! ¿Pero por qué? —él quiso saber, sin dar crédito aún a sus oídos.

— ¿Que porqué? ¡Por eso! — Ginny señaló la pierna del auror con todas sus fuerzas.

— ¿Por mi pierna? ¡No voy a quedar tullido para el resto de mi vida, si eso es lo que te preocupa! —él respondió, sorprendido y airado por igual.

— ¡Potter, no tienes remedio! ¡Te adoraría incluso si te faltasen las dos piernas, idiota! —ella contraatacó del mismo modo, con indignación.

— ¡Esto es de locos! —Él le reprochó, fuera de sí—. ¿Me dices que me adoras, y sin embargo no quieres casarte conmigo? ¡Estás loca, Weasley! ¡Loca de atar! —afirmó con auténtico cabreo mientras se ponía en pie, guardaba el anillo de nuevo en su cajita, y le daba la espalda para marcharse.

— ¡No estoy loca, Potter! Estoy… embarazada—ella respondió entre lágrimas de honda frustración.

Al escucharla, él se giró tan rápidamente que estuvo apunto de caer; la abrazó con tanta fuerza, con tanta desesperación, que ella sintió como si fuese totalmente imposible volver a separar ambos cuerpos; jamás.

—Ahora sí que no te entiendo, pelirroja peligrosa—él musitó, sin dejar de abrazarla, tras depositar en sus labios un dulce beso enamorado. — ¿Por qué demonios del infierno no quieres casarte conmigo? — A pesar de la pétrea dureza de sus palabras, era tanta la dulzura de su voz que ella no pudo evitar verse acariciada por ellas.

—Faltaste a tu palabra, Harry. Me juraste que jamás volverías a poner en peligro tu vida de esa manera—le echó en cara, mostrando por fin todo el dolor que la estaba destrozando por dentro—; totalmente desarmado, ofreciéndola a cambio de cualquier otra; por mucho que esa otra fuera la mía, la de Cho, o la del mismísimo demonio del infierno; me da igual.

— ¿En serio crees que yo estaba desarmado? — Él rió con arrogancia. —Poseo un arsenal de hechizos sin palabras, algunos incluso sin varita, que habrían dejado fuera de juego a Levenau, o a cualquiera, en tal sólo un segundo.

— ¿Y por qué acabaste moribundo, entonces? —ella contraatacó con rabia, airada.

— ¡Maldita sea! ¡Porque me despisté! ¿Dónde deberías haber estado tú, Weasley, tal y como te ordené?

— ¿Ahora la culpa es mía? —le gritó, herida en lo más profundo de su amor por él.

— ¡No! ¡Maldición! ¡La culpa fue sólo mía! ¡Pero te quiero demasiado! —él respondió igualmente dolido.

— ¡Yo no soy uno de tus aurores, a quien puedas dar órdenes, Potter!

— ¡Exactamente! ¡No lo eres! ¡Por eso te pedí que no intervinieses! ¡Nosotros sabemos lo que hacer en esos casos! ¡Tú, no!

— ¡Arrogante imbécil! ¡Faltaste a tu palabra! ¡Y punto! ¡Y volviste a fingir que habías muerto! ¡Me rompiste el corazón!

Al escucharla, quien sintió que todo su mundo se rompía en pedazos, fue él.

—Falté a mi palabra, entonces—afirmó, sintiéndose derrotado—. Siento que tan sólo hayas regresado para comprobar cómo tu corazón se hacía pedazos una vez más. Está visto que no soy bueno para ti; ni para nadie. Me alejaré de tu lado, Ginny. Y, al menos, intentaré no cometer con nuestros hijos todos los errores que he cometido contigo. Será mejor que me marche—dijo, liberándola de su abrazo, desolado.

—Como te atrevas a volver a darme la espalda siquiera, te juro que no sé lo que te hago—ella le amenazó, rompiendo en llanto.

— Por lo que más quieras, Ginny—él declaró con voz totalmente frustrada, apesadumbrado—: ¿Qué es lo que quieres de mí, entonces, si tenerme a tu lado te causa tanto dolor? Te he hecho daño, y lo siento; intento seguirte, pero no puedo; no sé lo que quieres, o lo que necesitas; no tengo ni idea de qué más hacer, o decir, para hacerte feliz; y esto me está matando por dentro.

—Ahora mismo, has antepuesto mi posible felicidad a la lesión que podría agravarse en tu rodilla, aún maltrecha, por el hecho de que te arrodilles para pedirme matrimonio—Ginny respondió entre incontrolable llanto—. Lo que intento decirte es que siempre nos pones a todos por delante de tu propia salud, de tu bienestar, sea como sea y pase lo que pase; sin darte cuenta de que verte sufrir, o verte en peligro, es uno de los sufrimientos más terribles que puedes causar a aquellos que te queremos—argumentó, mientras le acariciaba la mejilla con adoración. — ¡Te quiero a ti, Harry! ¡A ti! ¡Te juro que la próxima vez que te vea morir, aunque sea de un modo fingido, moriré contigo! ¡Y te juro que lo mío será de verdad! —explotó, completamente entregada a la imparable fuerza de aquel amor incondicional que siempre había sentido por él. El silencio de Harry que siguió a aquellas palabras le pareció cruelmente eterno. —Todo tiene un límite razonable, Harry—se vio obligada a continuar, nerviosa—; te adoro tal y como eres y no te cambiaría por nadie del mundo; jamás; tú eres el único, siempre lo has sido y siempre lo serás; pero debe haber otros modos de que puedas conseguir protegernos a todos, debe de haberlos. — Le suplicó con la mirada.

"No puedo acompañarte allí donde sueles ir; me duele demasiado" —Harry recordó que su mejor amigo, Ron, hacía prácticamente nada, le había asegurado con tristeza. Y ahora la persona que más amaba en el mundo le aseguraba exactamente lo mismo; pero dicho de otra manera. ¿Cómo había podido estar tan ciego durante tanto tiempo?, se la mentó.

— ¿Me ayudarás? —él rompió aquel oscuro silencio, por fin. Y Ginny buscó su mirada, sin comprender. — ¿Me ayudarás a encontrar ese límite? ¿Me avisarás y guiarás cuando yo sea incapaz de encontrarlo? —le preguntó muy serio, mirándola a los ojos fijamente.

—Sí—ella tan sólo pudo responder, emocionada; en absoluto había esperado aquella reacción por su parte.

—De acuerdo, entonces; me comprometo a intentar no convertir en dolor para aquellos a quienes amo esa excesiva ansia de protección que dices que tengo—él prometió, solemne—. Lo último que deseo en esta vida es hacerte daño.

—Oh, Harry— Ahora fue ella quien lo abrazó con tanta fuerza, que casi le impidió respirar. No hubieran sabido decir cuánto tiempo ambos permanecieron abrazados, en silencio, compartiendo aquel momento tan especial; tan sólo que, sin darse cuenta, la noche prácticamente se había cernido sobre ellos.

—Regresemos a La Madriguera, cariño; está refrescando—él ofreció, preocupado. A pesar de tener dos hijos y de venir otro en camino, era la primera vez que se "enfrentaba" con una situación donde debía velar por la salud de una embarazada, de su prometida embarazada, nada más y nada menos; y no tenía ni idea de cómo proceder. De pronto, sintió como si el mundo entero fuese una terrible amenaza para aquello que más amaba.

—Regresemos. — Ella se pegó más a su cuerpo, si cabe, comenzando a sentir en ella misma aquel frío que él ya había notado — Pero, Potter…

— ¿Sí? ¿Qué necesitas? Haré lo que tú me pidas—se ofreció con rapidez, solícito.

— ¿No te olvidas de algo?

— ¿Olvidarme? ¿De qué? — Enarcó una ceja, aún más preocupado.

—Quiero ese anillo; va a juego con mis pendientes—ella pidió como quien no quiere la cosa. Una amplísima sonrisa iluminó el rostro de él, al escucharla.

— ¿Eso quiere decir que…?

—Tú me has ofrecido un maravilloso anillo y una promesa; por ahora, yo sólo te puedo dar mi propia promesa; y mi corazón. Harry James Potter, ¿quieres casarte conmigo? — Fue Ginny quien se arrodilló, provocando auténtica alarma en el rostro de Harry, a quien, cualquier esfuerzo que ella hiciese a partir de entonces, parecía un enorme sacrificio. —Tan sólo di que sí—añadió, deteniéndole cuando él intentó arrodillarse frente a ella. Y él asintió, dejándose guiar.

—Sí—afirmó, emocionado.

En cuanto ella se puso en pie de nuevo, él la tomó entre sus brazos, la alzó y giró alegremente, sintiendo que aquello que estaba sintiendo era auténtica felicidad.

—Eso sí; no vas a poder evitar que intente protegerte, complacerte, cuidarte y mimarte durante el resto de nuestras vidas—él afirmó despreocupado, mientras ambos regresaban a La Madriguera, bien pegaditos el uno al otro.

— ¿Quién ha pedido que no lo hagas? —ella respondió con una risita pícara y satisfecha. —Yo haré lo mismo por ti.

Inseparables para siempre, continuaron caminando hacia su felicidad.

~~o&0O0&o~~

—Entremos por la puerta de la cocina—Harry pidió, al ver que aquella era la parte de la casa que permanecía en la más absoluta oscuridad, a través de las ventanas.

— ¿Por qué? —ella quiso saber, intrigada.

—Quiero besarte, abrazarte, disfrutarte un poquito más, antes de que los demás te arrebaten de mi lado y acaparen toda tu atención. — Hizo un mohín de fastidio que logró arrancar de ella una pequeña risa divertida.

—He de decirle que ha tenido una gran idea, señor Potter.

—Eso creo yo.

Con sumo sigilo, Harry hizo girar el pomo de la puerta de la cocina y la entreabrió, cauto, lo justo como para que un rápido vistazo pudiera confirmar su presunción de soledad. Y ambos entraron en la casa como si de dos ladrones se tratase.

—Vivir contigo es una constante aventura—Ginny afirmó entre susurros, encantada, mientras lo empujaba suavemente contra la pared y tomaba su boca al asalto.

—Vivir contigo es un perpetuo placer—él afirmó del mismo modo entre besos, jadeante.

— ¡Alto ahí, malhechores! — Los dos escucharon de pronto, mientras una profunda e hiriente luz los envolvía, logrando que su corazón diese un vuelco por la sorpresa. Al ser capaces de adaptar sus miradas a la taladradora luz que no provenía más que de la varita que Teddy había apuntado hacia sus rostros, amenazador, vieron a James a su lado, quien enarbolaba una sartén de las que Molly solía usar para hacer la comida, cual objeto contundente; y lo más sorprendente aún, a una amenazadora Victoire cogida de la mano del mayor, mientras apuntaba a la pareja con su propia varita.

— ¡Por amor de Merlín, trío de vándalos! ¿Qué se supone que estáis haciendo? — Harry preguntó a los tres niños sin poder evitar alzar la voz debido a la sorpresa.

Al darse cuenta de que no eran otros, sino Ginny y su padrino, quienes habían entrado en La Madriguera de aquel modo más que sospechoso, el rostro de Teddy enrojeció como la grana, recordando, de pronto, a quién tenía cogida de la mano; y el de Victoire no le quedó a la zaga. Inmediatamente, niño y niña se soltaron las manos, y tras pronunciar un casi imperceptible "lo sentimos" debido a la vergüenza, salieron corriendo del cuarto. No así James, quien se encaró con sus padres con el ceño fruncido.

— ¡Mamá! ¿Qué haces acorralando a papi otra vez? —regañó a su madre mientras enarcaba una ceja, suspicaz.

—Eso, mami. ¿Qué haces acorralándome de nuevo? —Harry apoyó la pregunta de su hijo, mirando a Ginny con fingida indignación. —Ya va siendo hora de que yo te acorrale a ti. — Giró con ella entre sus brazos, sin darle tiempo a poder evitarlo y haciéndole tomar su lugar; y la besó apasionadamente, lo que sumió en absoluto shock a su primogénito.

— ¡Ah! —el niño gritó, escandalizado; y se alejó corriendo, para no tener nada que ver con aquella explosión de "cariño" que había estallado súbitamente entre sus padres.

—Ya lo entenderá cuando le toque el turno—Harry afirmó, encantado; a lo que Ginny le dio una colleja a modo de reproche.

— ¿Qué? Por mí, todos ellos, y los muchos que están por venir si tú quieres, siempre serán niños—aseguró con una sonrisa—; pero sé que eso no puede ser; ni debe serlo. No permitiré, por nada del mundo, que se pierdan su primer beso de amor verdadero, su primer abrazo; ese fuego de placer arrasador que consume por dentro al compartir con la persona amada todo un destino. No permitiré que se pierdan… esto.

Volvió a besarla, depositando en aquel beso toda aquella vida, aquella existencia, que hacía mucho había puesto ya a sus pies; y recibiendo la de ella por entero.

~FINITE INCANTATEM~


COMENTARIOS DE LA AUTORA:

No sé ni por dónde empezar.

Me siento, a la vez, súper feliz e infinitamente desgraciada; feliz porque he concluido este relato y he quedado muy satisfecha con el resultado obtenido; y triste porque ya no continuaré recibiendo todos esos geniales mensajes vuestros que me han acompañado durante estos meses, llenos de apoyo y de buenos deseos, provenientes de gente maravillosa. Creo que con algunos de vosotros seguiré en contacto, pues hemos establecido "ciertos" vínculos que continuarán ahí, o al menos eso espero. Y para los demás, ojalá algún día yo sea capaz de volver a captar vuestra atención a través de un relato que os merezca la pena. Y quien me quiera seguir acompañando, si le apetece, se puede acercar a los otros fics que voy a continuar publicando hasta que concluyan. Alguno nuevo... no creo, por ahora; bastante tengo ya con lo que tengo, jeje.

La verdad es que, ahora mismo, no me siento con ganas de seguir escribiendo nada en absoluto (estoy más triste que alegre).

Mando un abrazo fortísimo y todo mi cariño a vulkaskull, Sakura7893, Helen y a hanna27, las personas que me han dejado un review al capítulo anterior. Y a todos aquellos que, en algún momento, me han enviado sus mensajes o han añadido el fic a sus favoritos y/ó a sus alertas. ¡GRACIAS! ¡DE TODO CORAZÓN!

Y con esto me despido, deseándoos a todos la más completa felicidad y agradeciendo de todo corazón vuestra infinita paciencia y amabilidad.

Siempre vuestra.

Rose.