DISCLAIMER: South Park es propiedad de Comedy Central. Escribo esto solo por diversión.


A tientas

Se retrocede con seguridad

Pero se avanza a tientas

Uno adelanta manos como un ciego

Ciego imprudente por añadidura

Pero lo absurdo es que no es ciego

Y distingue el relámpago la lluvia

A tientas - Mario Benedetti


La Preparatoria de South Park nunca había estado tan bulliciosa como en aquel momento. Todos los alumnos de último año estaban uniformados, con sus togas negras y sus birretes —menos Tweek Tweak que buscaba el suyo desesperadamente, yendo y viniendo entre el mar de gente con un ataque de pánico—, abrazando a sus amigos y soltando desde ya lágrimas de despedida anticipadas, inmortalizando sus últimos momentos juntos.

Stan, Kyle y Kenny no eran la excepción. Los tres amigos se encontraban recibiendo un fuerte abrazo de la madre de Stan, quien soltaba lágrimas de emoción y alisaba sus togas. La única diferencia entre el grupo de amigos y sus demás compañeros, era que ellos no sentían ningún grado de tristeza por encontrarse en aquel punto, que para muchos se significaba una inflexión.

Para ellos sería simplemente un nuevo capítulo de sus vidas, en el que volverían a estar juntos.

La señora Marsh sacó su celular y les pidió entre lágrimas que se alistaran para una foto.

—¡Espera, mamá! Falta Cartman —dijo Stan rodeando con sus brazos a Kenny y a Kyle.

—Que se joda ese gordo de mierda —apresuró a decir Kyle con una mueca desdeñosa.

—¡Sonrían!

Kenny sonrió abrazado a sus amigos ante el inminente flash de la cámara y se bajó su capucha.

—Falto yo —gritó a Cartman unos metros más allá, corriendo a toda velocidad—. Menos mal soy desconfiado —añadió irrumpiendo bruscamente en el cuadro de la foto.

Kyle hizo una mueca de disgusto, pero permitió que se acomodara en el abrazo grupal para que la señora Marsh pudiese tomar una foto. Kenny desvío la mirada y se apartó a último minuto, siendo destinatario, unos segundos después, de un par de insultos por parte de Cartman, que de todos modos no alcanzaría a escuchar.

Mientras Cartman le gritaba furioso a un Kenny que no podía escucharlo entre todo el mar de gente, la señora Marsh le mostró la foto a Stan y Kyle.

Stan, con su pelo azabache y sus afables ojos azules, abrazaba cariñosamente a sus amigos Kyle y Kenny con una sonrisa de felicidad tan desbordante que llegaba a contagiarse. Kyle miraba con disgusto a Cartman, quien se había abalanzado a toda velocidad para salir en la foto, llegando a picar con su birrete el ojo de su amigo, por lo que había aparecido en la fotografía con sus facciones deformadas por la mueca de sorpresa, enojo y dolor. Kenny se había apartado a último minuto, por lo que en la fotografía había aparecido saliendo del cuadro, con mirada de preocupación mirando hacia otro lado, con el birrete corrido tapándole su ojo izquierdo.

—Lo pasaremos tan bien en la universidad. ¿Cierto, Kenny?

—¿Kenny?

—El muy idiota arruinó la foto y se fue —dijo Cartman volviendo con los chicos, mirando la foto con una risa burlona—. Kyle, sales ridículo.

—Por tu culpa, jodido cabrón.

Kenny había estado pensando en Craig desde la semana pasada, cuando habían discutido. Ahí fue cuando le dijo que no se iba a dignar a poner un pie en aquella ridícula ceremonia, ni aunque lo arrastraran. O algo así había dicho. ¿Habrá sido algún tipo de alucinación? O quizás había estado pensando tanto en él que su mente deseaba verlo.

No lo había visto desde aquella fatídica discusión, aunque la verdad las cosas habían comenzado a ponerse feas desde antes. Ahora que lo pensaba, estaba seguro que se trataba de él. Con un cigarro en sus labios, aquel chullo que no utilizaba desde que iban en primaria, sin su toga ni su birrete, ajeno a aquel todo ese barullo. Aunque lo había visto caminar como una sombra, deslizándose de paso por aquel mar de gente uniformada, sabía que era él, buscándolo.

Su amistad con Craig había comenzado a irse por la borda cuando comenzaron a hablar de sus planes futuros. No solían hablar de eso, pero la verdad es que Kenny estaba muy nervioso por todo el rollo de las postulaciones. No tenía las notas sobresalientes de Kyle; ni gozaba del nivel de involucramiento en actividades ni de la sociabilidad de Stan; ni tampoco tenía posibilidades de ser reclutado mediante una beca deportiva, como lo había hecho el maldito suertudo de Cartman. Si bien Kenny tenía el cariño de los profesores debido a su evidente encanto, en especial los de la rama artística, jamás se había abocado a la labor de perfeccionar tales habilidades, debido a que solo lo veía como un pasatiempo. Así, no veía que sus posibilidades de ingresar a la universidad tan altas como las de sus amigos.

Pero ese siempre había sido el plan de ellos cuatro: terminar juntos en la Universidad de Colorado en Boulder, como siempre había sido, como siempre debía ser. Apenas tuvo edad para hacerlo, Kenny trabajó como nunca para recaudar dinero, al tiempo que Kyle lo ayudaba en algunas materias y Stan lo ayudaba a postular en actividades extracurriculares. Lo de él era mucho más complicado, porque además de ser aceptado en admisión, necesitaba que también le concedieran una beca de estudios, por lo que su currículum debía impresionar no solo a la Universidad, sino también a alguna fundación. De ahí tanto esfuerzo sobrehumano. Todas esas noches de desvelos, trabajos frustrantes y actividades estúpidas tenían un fin unívoco: seguir a toda costa a los chicos, a donde quiera que fuesen.

Fue en una de esas estúpidas actividades en que se encontró con Craig: el club de aeromodelismo. A Kenny le iban muy bien las actividades manuales a escala, por lo que dentro de todas esas actividades que le propuso Stan para el último semestre del año, le pareció la menos aburrida de todas. Le sorprendió ver a Craig ahí. Aquel desagradable chico siempre pasaba de todo lo que significar algún esfuerzo de grado mayor. Quiso preguntarle algo a su compañero por mera cortesía, sin embargo, fue él quien le hizo aquella pregunta que debería ir dirigida a su interlocutor.

—¿Qué haces aquí, Kenny? —le preguntó sin mantener contacto visual con él, enfocado en su motor.

—Un amigo de Stan me pidió que me uniera a este club porque necesitaban gente —mintió Kenny con desenvoltura. La verdad es que le aterraba la idea de que todos sus esfuerzos fuesen infructíferos, por lo que no quería que la gente supiese que todo lo que hacía era por algo que él veía tan lejano—. ¿Y tú?, ¿qué haces aquí?

—El consejero me ofreció esto en lugar de ir a detención —respondió aún sin mirarlo—. Hago diez asistencias y me largo de acá.

Kenny nunca entendió por qué se lo veía tan frustrado en aquel club, porque vaya que era bueno. Se dedicó a observarlo silenciosamente, admirando a aquel ausente chico hasta el punto de interesarse genuinamente por el aeromodelismo. Secretamente, algo en el interior de Kenny se remecía siempre que giraba la manilla para entrar en el salón en donde el Club se reunía para ver a aquel chico cuya sola presencia calmaba todas sus ansiedades. No fue hasta el segundo mes en que se dio cuenta del poder que ejercía sobre él, cuando se entristeció al no encontrarlo.

Al día siguiente, se acercó cautelosamente a la taquilla de Craig, sin saber qué decirle. Su corazón se aceleró con cada paso que disminuía la distancia entre ellos, con evidente nerviosismo. Inhaló y exhaló lo más profundo que pudo.

—Craig —le dijo con un débil hilo de voz a la espalda del chico, pero habló tan despacio que Craig no lo escuchó, haciéndolo sentir avergonzado. No fue hasta que dejó sus pertenencias en su casilla y se volteó a verlo, que se percató de su presencia.

—¿Se te ofrece algo? —le soltó mirándolo con el ceño fruncido, adoptando un extraño gesto de mirada seria e inquiridora que hizo que Kenny se sintiera intimidado. Era como si por primera vez la densa mirada de Craig se encontrara con aquellos ojos translúcidos de Kenny, extrañándose ante lo que veía, observándolo como un espécimen curioso.

—No te vi ayer —fue todo lo que pudo decirle.

—Te dije la primera vez que nos vimos que era una alternativa a un castigo —le respondió alzando las cejas como si su respuesta hubiese sido obvia.

—Ah… —solo atinó a decir—. Pensé que te gustaba el aeromodelismo.

—Pues sí —dijo colgando su mochila al hombro y dejándolo solo.

"Maldito idiota", pensó Kenny bastante avergonzado de aquella incómoda conversación. "Pero el verdadero idiota soy yo". Estaba molesto con Craig, pero sobre todo consigo mismo. Le había dado la sensación de haber hecho el ridículo con aquel intimidante chico. ¿Por qué se empeñaba en hablarle, si evidentemente él estaba a un nivel distinto al suyo? Craig era un maldito arrogante. Vaya desastre. Kenny por primera vez se vio avergonzado de hacer el ridículo, y aquella sensación que mezclaba la humillación, el arrepentimiento, el auto reproche y la ira, no era nada agradable.

Pero grata fue su sorpresa cuando vio a Craig terminando su modelo a escala el día jueves después de clases, recibiendo inexpresivamente los elogios del profesor guía por la complejidad del motor que había logrado que funcionase en tiempo récord. Toda su molestia con él pareció esfumarse. Su felicidad al verlo fue tal que no pudo evitar que se desbordara en una genuina sonrisa. Sin embargo, se controló y se sentó sin mirarlo para terminar el suyo y ahorrarse más situaciones incómodas. Extrañamente, fue el sombrío chico quien le dirigió la palabra, tal como la primera vez que hablaron en aquel club.

—¿Aún no terminas el modelo con motor a goma? Pero si es de lo más fácil —le dijo, burlón. Kenny lo miró, ofendido.

—Si sé que es fácil, pero a mí me cuesta. Además, me entretuve con la maqueta —le respondió cortante—. Lo mío en realidad no son los motores…

—Sí, siempre se te dieron muy bien las artes manuales. Recuerdo que en primara miraba de reojo los complicados origamis que hacías en clases, eran muy buenos.

Kenny enrojeció ante aquella confesión de Craig, pero guardó silencio el resto de la hora, sin poder reprimir su idiota sonrisa, por lo que cerró su capucha alrededor de su cara.

Aquella clase se dedicaron a exponer en las canchas los modelos ya terminados, lo cual maravilló y entretuvo a Kenny. Una vez hubieron guardado los modelos, cada uno se dirigió a su casa.

—¿Caminamos? —le propuso Craig rozándole el brazo, alcanzándolo en el trayecto. Kenny simplemente asintió, gratamente sorprendido, mientras sentía que el calor se acumulaba en sus mejillas. Apretó nerviosamente los cordones de su capucha para disimular cualquier sonrisa idiota que se le pudiese escapar, dedicándose toda la caminata a jugar a tirar de estos, con evidente nerviosismo.

En ese trayecto, Kenny no pudo articular ninguna oración coherente, pero se dedicó a atesorar en su mente el sonido de su voz, su perfume, su sobrecogedora mirada...

Una vez llegaron a la bifurcación que los llevaba a sus respectivos hogares, Craig se posicionó frente a él y sin pedir permiso, apartó la capucha de su rostro.

—Sería realmente un contratiempo que estuvieses sin tu capucha en la escuela. No me podría concentrar.

—¿A qué te refieres?

—A que eres anormalmente guapo —le dijo con un gesto parecido a una sonrisa, dejándolo solo.

A partir de aquel entonces, Kenny reservaba sus escasos momentos de paz para dedicarlos a Craig, siempre procurando apartar su capucha. Se buscaban en los descansos y se sentaban en silencio. Parecía que Craig le daba espacio a Kenny para acostumbrarse a su presencia y disminuir sus niveles de nerviosismo. Mientras, Craig le prestaba discos a Kenny, quien deseoso de conocer a aquel chico en profundidad, disfrutaba escuchándolos en su habitación; que para él, eran una parte de su nuevo amigo.

Luego, una vez hubiesen entrado en confianza, se iban a refugiar detrás del filtro de agua que se encontraba en un lugar apartado de las canchas, donde solo las criaturas abandonadas de las bendiciones de la juventud iban a refugiarse. En un principio sólo se dedicaban a ver cosas raras —Kenny solía mostrarle cosas muy extrañas, mientras Craig le enseñaba a ser escéptico con la información que circulaba en internet— y probaron más de una sustancia ilícita. Incluso en uno de aquellos tantos estados de euforia compartieron uno que otro beso furtivo que luego fingían ignorar que hubiese ocurrido, aunque Kenny, en la soledad de su habitación, rememoraba con una insana esperanza. Hasta se saltaron el baile de graduación, rechazando invitaciones de chicas que ansiaban ir con ellos para ir a ponerse juntos y luego ir a un concierto bastante cutre de una banda tributo.

Pero aquellos momentos, aunque memorables y extensos en cuanto oportunidades, eran escasos en tiempo, por lo que poco tiempo tenían para hablar de sus vidas. Sólo se comunicaban a través de pequeños comentarios, pequeños detalles. Las clases se iban terminando y ellos parecían externamente ajenos a todo eso. No fue hasta el día en que Kenny decidió pasar de sentarse con sus amigos e ir a la mesa de "Craig y esos tipos" para compartir con él algo que deseaba que su amigo supiera, que tocaron el tema de su futuro.

—¿Y esta sorpresa? Pensé que preferías sentarte con el idiota de Cartman y los demás.

—Es que necesito hablar esto contigo. Ellos no entenderían —dijo Kenny removiéndose incómodo de su asiento al escuchar las palabras de Craig.

—Te escucho —dijo alzando una ceja con evidente curiosidad.

—Bueno, es que ellos ya tienen sus cartas de aceptación… —dijo Kenny incapaz de continuar.

—Entiendo —lo reconfortó Craig con aquella profunda voz que tanta calma le infundía al escuchar. Kenny apoyó su mejilla en la mano y le sonrió agradecido.

—Gracias por hacerlo. La verdad es que no sé qué hacer en el caso de no quedar con ellos. Sería el fin de…

—Espera, ¿qué? ¿Postulaste a la misma universidad que ellos? Pensé que no habías postulado.

—Es que me daba miedo admitirlo, Craig. Tengo miedo de fracasar. —El interpelado soltó bruscamente su tenedor, que tintineó ruidosamente en su plato, y apartó su bandeja de sí, con evidente molestia. De pronto, todas las miradas colindantes se posaron en aquellos dos jóvenes, atraídos a ellos con una fuerza casi gravitacional—. ¿Pasa algo?

—La comida está insípida —sostuvo con evidente sarcasmo cruzado de brazos, algo que Kenny no alcanzó a captar.

—¿Y tú, Craig? ¿A dónde postulaste? Sé que Token irá a Harvard y Tweek y Clyde a la del Norte de Colorado.

—A ninguna jodida parte.

—¿Cómo?

—Pues eso. A ninguna jodida universidad, debo especificar.

—Ah… —dejó salir Kenny, bastante sorprendido—. Siempre pensé que querías estudiar algún tipo de ingeniería, como aeronáutica o algo así.

—Pues no —dijo Craig poniéndose de pie, evidentemente molesto, abandonándolo.

—Kenny ven acá —le dijo Stan luego de presenciar aquella extraña escena. ¿Desde cuándo Kenny y Craig hablaban? Pero lo que más le sorprendió fue la reacción de Craig ante la presencia de Kenny. ¿Qué clase de persona era capaz de rechazar de aquella forma la agradable compañía de su amigo? Eso era mucho hasta para Craig. Kenny abandonó la mesa y se reunió con sus amigos en la mesa de siempre, sintiendo una extraña sensación de alivio al volver a su lugar cómodo.

—¿Qué demonios hacías hablando con el idiota de Craig Tucker? ¿Ahora eres igual de emo y marica que él? —le preguntó Cartman tratando infructuosamente de modular al atragantarse por hablar con la boca llena.

—Nada. Sólo estaba… preguntándole algo.

—Qué tipo más idiota, ¿vieron cómo reaccionó? —soltó Kyle, mirando asqueado como Cartman había comenzado a atorarse, sin ánimo alguno de ayudarlo—. No le hables, Kenny. No tiene arreglo.

—Sí… —murmuró Kenny para luego comenzar a comer de su almuerzo.

Pero Craig tenía razón. Estaba insípido.

Al día siguiente, no pudo evitar buscarlo por todos lados, ya que deseaba compartir aquella información que había llegado a su casa en la mañana. Pero no estaba. Recurrió desesperadamente a aquel lugar en que se habían encontrado innumerables veces, esperanzado.

Ahí estaba, rodeado de toda la escoria social de la Preparatoria de South Park (góticos, gente extraña y apartados sociales), fumando tranquilamente un cigarro.

—No te vi en ningún lugar hoy —le dijo sentándose a su lado.

—Preferí saltarme las clases —respondió mirándolo con una mueca desdeñosa que Kenny no pensó que estuviese dedicada a él.

—¡Me aceptaron con beca! —soltó con una radiante sonrisa haciendo que Craig evitara su mirada, algo incómodo—. Craig, me iré a la Universidad de Colorado con los chicos, mi carta de aceptación llegó en la mañana. —Lo tomó del brazo para que volviera a posar sus ojos en él y compartiera su felicidad.

—Pues felicidades —sentenció él con amargura, zafándose del contacto de Kenny—. Eso significa que puedes oficialmente seguir siendo su perro faldero. —Kenny enmudeció por unos instantes.

—¿A qué coño te refieres?

—A que ahora entiendo todo, jodido plasta. ¿Todos estos años trabajando como un esclavo, estudiando y en esos putos clubes solo para poder acceder a la universidad de tus amigos? ¿En serio? Me das pena, Kenny. Pensé que eras más que eso.

—¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Ser un borracho y quedarme estancado como mi padre?

—No dije eso.

—¿Entonces qué? ¿Debo quedarme como un perdedor pobretón porque me toco nacer ahí? ¿No tengo derecho a ir a la universidad?

—Que no dije eso, joder. No tergiverses mis palabras.

—Entonces, ¿qué? —vociferó Kenny bastante molesto con Craig—. Dímelo claro, porque realmente soy estúpido y no te entiendo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Eh? ¡Tú dime!

—Lo que tú quieras —dijo taladrando con su mirada a Kenny—. Exactamente eso.

—Esto es lo que quiero, Craig —le dijo Kenny apartando su mirada de aquellos perturbadores ojos.

—Entiendo... Siempre pensé... Perdóname —sentenció poniéndose de pie y dándole la espalda—. Suerte en tu ridícula ceremonia de graduación.

—¿No vas a ir?

—¿Por quién me tomas? Esto es algo a lo que no me pueden arrastrar. Ya no más —dijo, abandonando aquel lugar.

De pronto, Kenny se sintió solo y desdichado.

Pero estaba seguro de haberlo visto, por lo que luego de buscarlo infructuosamente, se refugió bajo las gradas para soltar unas lágrimas de frustración. Quería verlo antes de irse de South Park. Necesitaba tener un mínimo consuelo ante la inminente posibilidad de no verlo nunca más. En el fondo, había ansiado que él también estuviese con ellos en la Universidad de Colorado. Incluso se había representado situaciones en que le hacía visitas nocturnas en las cuales volvería a robarle uno que otro beso, fingiendo que todo ello se debía a su estado de sopor, atolondramiento, alucinación o euforia, dependiendo de la droga de turno. Ya no solo se trataba de él junto a sus amigos para seguir existiendo esa continuidad estable en su vida que Kenny tanto valoraba al contrastarla con su caótica vida familiar. Ahora necesitaba además a Craig.

—Qué marica eres, Kenny ¿Por qué lloras si volverás a estar con tus amigos, ahora para toda la vida? —Kenny subió su mirada. Ahí estaba, justamente, tal como lo había visto mientras se tomaba la foto con sus amigos, con una sonrisa sarcástica pintada en sus labios y aquellos sombríos ojos que a él tanto le gustaban, semi ocultos bajo su chullo.

—¿A qué coño viniste, Craig? —dijo restregándose furiosamente sus lágrimas. Fingiendo indiferencia.

—Quería hacer un último intento, pero te vi tan feliz con tus amigos que ya me iba —se limitó a decir mientras se sacaba su gorro, dejando a la vista aquella sedosa y oscura cabellera que se asemejaba a la abrumadora infinidad.

—¿Último intento en qué?

—En venir a buscarte. —Kenny reprimió el impulso de incorporarse y seguirlo a donde sea que él quisiese llevarlo.

—¿Cuál es tu problema? Me tratas de perro faldero, me dejas, me ignoras, y luego dices que vienes por mí. ¿De qué vas? —conforme su tono de voz evidentemente molesto subía, se fue incorporando sin darse cuenta, hasta quedar a su altura.

—No lo sé.

—Eres muy raro ¿Lo sabías?

Craig se quedo mirándolo con aquellos penetrantes ojos de aquel color metálico que adquiere el furioso mar en los días de lluvia. Kenny trató de sostenerle la mirada con la misma intensidad, pero al cabo de unos minutos, se sintió sobrecogido y obligado a desviar sus ojos. Craig rió, Apoyándose en la estructura metálica, junto a él.

—¿Sabes? Aún recuerdo mi primer castigo, Kenny. No sé si te acuerdes, pero aprendí a leer mucho antes que todos ustedes.

—No, la verdad no me acordaba de ese detalle. No es como que mi vida gire al rededor tuyo, ¿eh? —Craig simplemente rió y prosiguió con su relato.

—Esto sí lo recordarás. En el patio del jardín infantil había un pequeño árbol muy extraño con una leyenda: baobab adansonia. Me gustaba leer su placa e imaginarme el significado de aquellas extrañas palabras, figurándome lugares de los más exóticos en los que podía encontrarse ese curioso árbol. Ustedes, en cambio, simplemente se dedicaban a equilibrarse en la reja que lo rodeaba a ver quién iba más rápido, desde ya mostrando aquella tendencia que tienen a meterse en problemas. —Kenny rió, invadido por la nostalgia. Él se había caído bastantes veces y hecho bastantes magulladuras debido a lo sueltas que le quedaban sus zapatillas legadas de Kevin.

—Lo recuerdo —dijo con una sonrisa soñadora.

—¿Y recuerdas por qué la gente dejó de jugar a aquel juego?

—Pues... Algo dijo la señorita Claridge luego de que me rompí el mentón y la sangre me salía a chorros por quinta vez.

—Dijo exactamente: "el cartel que tiene el árbol dice que los niños pequeños no se pueden subir a la reja, pues se pueden caer, así que no lo hagan".

—¿En serio? Vaya memoria. ¿Dijo que la leyenda del nombre del árbol decía eso?

—Yo no daba crédito a lo que decía la profesora. Difería completamente de lo que yo entendía. En ese entonces mi lectura era bastante fluida. ¿Cómo podíamos discrepar tanto? Pero ella debía tener la razón y yo estar equivocado. Era nuestra profesora, ¿no?

—Pues vaya jodida mentirosa, ahora que lo dices.

—Estuve todo el descanso mirando los caracteres que componía esa placa, letra por letra, pensando en qué error había cometido para leer tan mal. Pero seguía diciendo: baobab andasonia. ¿Podía quizás la profesora haberse equivocado? Luego, le dije lo que yo leía, ¿y sabes lo que hizo?

—¿Se disculpó en secreto contigo?

—Me trató de mentiroso delante de todos nuestros compañeros, que comenzaron a reírse de mí. Pero ni las burlas podían obnubilar aquellas palabras que grabé en mi mente, letra por letra, hasta el más mínimo trazo anguloso. Baobab andasonia. Yo, quien me dedicaba simplemente a leer esa placa sin causarle problemas a nadie, fui el que se metió en líos y no ustedes.

—¿Y luego qué hiciste para que te castigara? ¿O sólo lo hizo por contradecirla frente a todos?

—¿Tú qué crees? Pues le hice un corte de mangas. El primero de muchos. —Kenny rió espontáneamente, con aquella sonrisa cristalina de cascada al romperse que le arrancó a Craig una sonrisa.

—Por supuesto.

—Al día siguiente, me tuve que disculpar delante de todos, obligado por el consejero escolar. A la hora de lectura de cuentos, nos leyó La Cenicienta. La profesora nos dijo que la enseñanza que trae es que siendo buenos en esta vida se nos recompensará. Si quieres que sea honesto, la única parte que me gustó fue la de los pájaros arrancando los ojos de las hermanastras, porque la lección me pareció una joda cursi en primer lugar.

»Para mí, la Cenicienta le gustó al príncipe porque era sumisa y guapa, no precisamente por ser buena. Aguantó años de maltrato gratuitamente y, ¿para qué? Para luego terminar siendo la esposa de un príncipe superficial que solo la quería para bailar, casarse y tener hijos.

»La enseñanza es otra: soporta los maltratos sin protestar, disfrázate de quien no eres, escala de clase y luego no mires atrás. Pretende ser como ellos y si eres lindo y les gustas, tendrás suerte. La famosa e ilusoria meritocracia en la que se basa nuestro absurdo sistema educacional.

»¿Así nos hemos de ver trabajando en unos años? ¿Aguantando día a día presiones absurdas, enriqueciendo a gente que te desprecia, despreciando a los nuestros, añorando aquel premio que se nos promete, mientras repetimos día a día mecánicamente que somos libres? Esa no es la vida que yo quiero, Kenny.

»Gracias a mi lección del baobab, aquél día entendí cómo funcionaba este jodido aparato: agacha la cabeza y dale la razón a quien está a tu cargo. Eventualmente, recibirás uno que otro dulce. Protesta y te hundirán. A eso se refería la profesora con "ser buenos".

»Así, no confié un carajo en lo que me decían los profesores, ni en este puto sistema. Me dediqué a vivir según mis propias convicciones de vida, paralelo a los métodos de enseñanzas de las autoridades, y terminé comprendiendo que así era feliz. Como sea, espero de corazón, Kenny, que algún día encuentres las tuyas, porque deseo que seas feliz.

Kenny escuchó el discurso de Craig embelesado. El agradable cosquilleo que sentía al escuchar su grave voz contrastaba con aquella extraña y para él angustiante confesión a modo de despedida. Tuvo un fugaz recuerdo en sexto grado de Craig discutiendo con el profesor de historia. Era algo que tenía que ver con el final de la Segunda Guerra Mundial. Craig le había dicho al profesor que el desembarco en Normandía como hito histórico en la Guerra era un fraude contado por los Aliados; que la Guerra ya había sido ganada por los europeos, llevándose la peor parte. Por supuesto, se llevó un castigo.

—Recuerdo que le llevabas la contra a muchos profesores en primaria.

—Sí. Me negaba a llevar a cabo lo que había aprendido ese día. Me parecía absurdo. Luego me aburrí. Terminaron hundiéndome. "Una mentira repetida mil veces se convierte en una gran verdad."

—Goebbels, ¿cierto? —preguntó recordando cuando tuvo que hacer una biografía con Cartman de temática libre. El gordo de mierda, sin preguntarle, los anotó con el líder de propaganda nazi.

—También se le atribuye a Lenin, aunque la verdad es un tópico recurrente…

Vale, no había nada que se le escapase a Craig. Por eso le gustaba tanto, aunque en ese momento tuviese ganas de patearle el trasero.

La mente de Kenny se había visto invadida de recuerdos que él creía olvidados. Entre ellos, un reporte de un libro que Craig leyó en la clase de lengua en primer grado.

—¿Por eso odias El Principito? Ese árbol te trae malos recuerdos.

—No, ese árbol sigue siendo mi preferido, tanto que me dio una ligera obsesión. Luego de aquel percance con el baobab y la profesora, comencé a ojear enciclopedias para ilustrarme con mi escueto conocimiento de vocabulario acerca de lo básico de ese árbol: que era de África y que se hizo popular gracias a ese libro. La portada prometía. Pensé que sería acerca de los viajes espaciales de un niño.

—Siempre te gustaron los astronautas —dijo Kenny, invadido ante los agradables recuerdos de Craig en su infancia, disfrazado de astronauta.

—Pero El Principito no era el astronauta aventurero que prometía, era simplemente otra joda cursi con un niño idiota, simplón y sentimental, que en lugar de explorar las maravillas del espacio, se dedica a buscar adultos que lo hagan sufrir, para luego criticarlos. Una pérdida de tiempo, vamos. Te lo venden como una crítica a la forma que tienen los adultos de ver la vida, valorando la inocencia por sobre todas las cosas. Pero resulta que la inocencia es moldeable, solo así logran meternos por el culo todo. Además, el mismo principito se encandila de una vanidosa planta solo porque le parece linda, complaciendo todos sus caprichos. El mismo es un superficial. Su amor por ella lo era. ¿Y así dicen que lo esencial es invisible a los ojos? Que se joda ese libro.

—Vale, vale. A mí me gustó mucho ese libro; yo lo entendí de otra manera, la verdad, ¿eso me hace idiota? —Craig posó su mano en la cabeza de Kenny, con un afecto tal que hizo que su corazón se desbocara.

—Por supuesto que no. Simplemente me hace a mí un "maldito odiador" como diría tu amigo el gordo. O quizás un amargado.

—Vale —dijo Kenny tratando de reprimir mentalmente todos aquellos recuerdos aislados de Craig que ahora cobraban sentido—. Entonces, por eso nunca buscabas el favor de ningún profesor para que te recomendara a la universidad. Por eso me comenzaste a tratar con desprecio luego de enterarte de que envié una solicitud a la universidad. Entonces, ¿por qué me dices todas estas cosas?

—Porque siempre pensé que estaba solo en esto. Hasta que te conocí y vi lo excéntrico que eras, cómo disfrutabas el día a día, sin que te importara lo que opinaran de ti. Admiraba cómo parecías vivir en tu propio mundo, a tu propio ritmo. Me formé la equivocada idea de que estábamos juntos en esto.

—Y luego te defraudé.

—Y luego me defraudaste —sentenció manteniendo su mirada unos instantes, para luego darle la espalda y abandonarlo por tercera y última vez.

Kenny sintió un vacío en el pecho una vez Craig lo hubiese dejado solo, como si le hubiesen arrancado una gran y preciada parte de su vida.

¿Qué era lo que tenía Craig que ejercía tal extraño magnetismo en él? Iba más allá de su evidente porte y atractivo físico, e incluso más de aquella mirada azul profundo que tanto lo perturbaba. Era algo tan simple como su compañía incondicional y la serenidad que este le transmitía, como si su solo ser fuese un templo en el cual refugiarse.

Mientras los recuerdos de su infancia lo asaltaron debido a su conversación con Craig, atesoró especialmente un par de momentos que hizo que lo quisiera aún más.

Recordó como Craig lo había acogido en su grupo luego de que el cabrón de Cartman no lo dejara ser parte del noticiero por ser pobre. Terminaron grabando narices de animales en un programa sin sentido. Craig les había dicho que confiaran en su idea, en que él sabía cómo funcionaba la mente de un auditor promedio. Y tuvo razón, como siempre.

También recordaba lo bien que lo habían pasado en aquella estúpida aldea de recreación historia antes de que llegarán los terroristas, con todas las anécdotas que Craig le contaba, riéndose de la imprecisión histórica de aquella aldea recreativa, mientas disfrutaba del cálido contacto de su mano.

Luego, toda su incipiente amistad a con él se fue a la mierda cuando se convirtieron en una banda de flauta peruana y él les dio la maldita lata, jodiéndolos con que nadie los quería, con que ellos eran unos malditos egoístas que metían a la gente en problemas. A partir de ese entonces, volvieron a ignorarse.

Y, ahora, volverán a apartarse como cuando lo hicieron en su infancia. Solo que esta vez para siempre.

Debió al menos preguntarle a dónde iba.

"Espero, de corazón, Kenny, que algún día encuentres las tuyas, porque deseo que seas feliz."

Si había hecho lo que él quería, entonces, ¿por qué ahora se sentía tan desdichado?


Este fic es del tipo Roadnovel, aunque tendrá otros elementos los cuales no revelaré, pero por el género del fanfic pueden darse cuenta, Hay una artista muy buena en DeviantArt que hace unos Crennys hermosos que supongo que ustedes deben conocer mejor que yo (porque la verdad es que soy bastante novata en el fandom de SouthPark) que se llama PepperNote y tiene unos fanarts tan lindos que, argh *.* Bueno, como sea, me inspiraron mucho, pero luego, quise hacer algo más allá, ojalá me resulte :p

Y ya, no doy más lata. Nos vemos!

Editado: 05/02/2015