El durmiente, segunda parte

I'll miss the sea, but a person needs new experiences. They jar something deep inside, allowing him to grow. Without change something sleeps inside us, and seldom awakens. The sleeper must awaken.

Frank Herbert, Dune

Craig estiró sus extremidades y enderezó su espalda, la cual crujió levemente. Había estado en esa posición por prolongados minutos, y ya comenzaba a hartarse. Siempre había estado muy consciente de su postura, algo encorvada y encogida, que él siempre había atribuido a su gran estatura, no obstante mantenía a la hora de leer o trabajar desde el computador. Era una postura horrible que lo dejaba adolorido después de largas horas de estudio o trabajo, pero que no podía corregir, por mucho que lo intentara. Parecía que al enderezarse no sólo se sentía extraño, en otra piel, sino que las cosas se tornaban distintas, con un matiz desconocido para él.

Gracias a los mapas satelitales, su buena memoria y la gran cantidad de información disponible en internet, había podido recrear a cabalidad su recorrido desde el Náscar hasta el callejón, incluido el bar de mala muerte, además de reconstruir ciertos lugares y tiendas con toda su información de contacto completa –más bien construirlos desde prácticamente cero, porque en ese momento no se había percatado de ellos, gracias al alcohol y su estado de angustia.

—Entonces, ya tienes identificados la mayoría de los negocios —le dijo Alex al mirar la pantalla de la portátil que le habían facilitado.

—Ajá —respondió Craig mecánicamente—. Gracias a las redes sociales, mapas inteligentes y toda esa mierda, creo que cubrí todo —dijo con el estómago encogido al recrear mentalmente el callejón aledaño a aquella bodega, como si el averiguar más detalles de aquella noche lo trasladara de inmediato al punto de partida de toda esa pesadilla que él se empeñaba tanto en olvidar, aunque lo acosara día y noche.

Antes de que empezaran con la investigación, Craig se imaginaba un equipo de trabajo digno de "El Padrino", con diagramas organizacionales de vínculos y toneladas de evidencia en papel conseguida mágicamente, pero la verdad distaba mucho de eso. Estaban en el estudio del lujoso departamento, el cual ahora estaba atiborrado de computadores de escritorio con sistema cerrado, placas madre, celulares de prepago, tarjetas de saldo y chips de memoria. De organizaciones criminales y sus organigramas, cero.

—No sé para qué nos servirá todo esto aún, pero vaya que es completo —le dijo Alex, admirado.

—Felicítame cuando tenga algo. El mundo no se construye de buenas intenciones o trabajos inútiles —respondió verificando la información de la bodega que estaba al lado del callejón donde los habían asaltado, que era en realidad un frigorífico. Alex y él ya habían chocado contra un muro cuando investigó sobre el club en el cual habían sido secuestrados. No tenían información relevante que lo vinculara con algún tipo de negocio y los chicos que los ayudaron en el camino, si bien estaban acuciosamente identificados, no habían podido ser localizados.

—Bueno, nosotros tampoco vamos muy bien —le dijo mirando de reojo a Robert, quien trabajaba en el computador fijo, en la esquina más alejada de Craig y era el que más acumulaba celulares destruidos y tarjetas de prepago—. Robert sigue buscando vínculos más concretos con la información que manejamos y alguna organización de narcotráfico, pero nada.

—Quizás está buscando donde no debería —comentó Craig distraído, reparando los datos del frigorífico y su información de contacto.

—¿A qué te refieres?

—Le concedo el punto de que esto es algo claramente relacionado con algún lobby de una organización criminal, pero asumir de inmediato que es un asunto de drogas me parece errático.

—Bueno, no lo culpo. Su padre tiene fuertes políticas anti droga.

—Y probablemente su padre esconde muchas más cosas que algo relacionado con las drogas.

—Puede ser, no lo descarto —concedió, pero sin ganas de seguir la conversación.

Descartó la idea de conseguir información de testigos a través de los trabajadores nocturnos o guardias de ese frigorífico. Pertenecía a un grupo empresario de la costa este. Por las fotos otorgadas por google, la propiedad era una bodega cerrada con un único portón con un gran candado, sin guardias. No pareciera que guardaran algo de valor ahí, por lo que descartó la idea de las cámaras de seguridad. Como al principio de hacer todo ese detallado mapa, no tenía nada. Rascó su cabeza con frustración, con la espalda aún adolorida por adoptar esa postura de jorobado.

Tuvo la perturbadora idea de que cualquier cosa, cualquier resultado, sería mejor que el presente que estaba viviendo, con esa angustia incontrolable y miedo que sentía. Sin duda, odiaba la incertidumbre. Se sentía en un eterno y perturbador jaque, como si el contrincante hubiese ganado el juego, pero aún no decidía concretar la última jugada para que la estocada final sea más dolorosa. Él era una pieza menor de ajedrez acorralada, que quedaba en el tablero por mera suerte, cuyo único camino era el de evitar los sucesivos jaques que lo obligarían a quedar en la posición que le daría a su contrincante la victoria, y aquello lo hacía sentir aún más desesperado. Después de todo, los animales del matadero mientras más conscientes estén de su tortura, dolor y sufrimiento, más más angustia y miedo sentirán al momento de morir.

Quizás su situación era más parecida a la de una vaca de lechería, antes de ese angustiante momento en que le arrebatan lo más preciado para ellas, sus propios hijos, para llevárselos lejos, probablemente a un matadero o una granja de engorde, sólo para explotarla mientras ella en inconstantes gritos de agonía llama a aquel hijo que ignora que en poco tiempo será un pedazo de carne.

—¿Dónde está Kenny? —preguntó Craig a Alex sin mirarlo, quien ahora estaba trabajando en desencriptar unas contraseñas en la misma mesa de centro, tratando de encontrar a Kenny entre lo que para él le parecía un mar de caos y gente.

—Creo que fue a la cocina a buscar comida.

Craig sabía que eso había sido una excusa, que se había ido para no sucumbir ante las líneas que Alex había dispuesto en la mesa de vidrio, delineándolas de manera tan perfecta con la hoja de una navaja, que casi daba pena terminar, por la obra de arte que representaban. Jalar se había convertido en algo tan habitual, que Alex buscaba romper la rutina haciendo nuevas formas, aunque Craig debía admitir que eso de cualquier forma se estaba volviendo rutinario y monótono.

En el departamento había tanta gente —a juicio de Craig— que prefería trabajar en ese lugar en el cual tenía acceso a todo lo que necesitaba, aunque eso implicara trabajar cerca de Alex, quien lo llenaba de preguntas. Previendo que iba a preguntarle más acerca de su vida personal y su relación con Kenny, se adelantó primero.

—¿Cómo se conocieron tú y Robert? ¿en la universidad?

—No soy de Stanford —se limitó a responder mientras revisaba su pantalla con el ceño fruncido—. La camioneta que utilizaron cuando los secuestraron en el club es robada. No son tan idiotas como parece —comentó casualmente.

—Entonces ¿dónde lo conociste? —insistió Craig para tener algo en qué distraer su mente.

—En la clínica, hace tiempo. Éramos muy pequeños, pero desde ahí que no hemos perdido contacto.

—Ah —fue todo lo que pudo decir ante tan vaga respuesta. La verdad es que Alex era bastante distinto a Robert. Hablaban diferente, se expresaban diferente… era obvio que venían de mundos totalmente distintos. Alex era, por decirlo de alguna manera, más como ellos, pero sin resultar del todo ajeno al mundo de Robert.

—Me rindo —dijo en voz alta luego de un rato y se dedicó a mirar a Robert, quien seguía en el mismo lugar, trabajando incansablemente sin despegar su atención de su trabajo (fuese cual fuese, Craig no quería saber mucho sobre la labor que los demás realizaban, puesto que la negación plausible le parecía la mejor arma para defenderse, en caso de que tuviesen problemas, lo cual era bastante probable).

No sabía si era por el estado de duelo tras la muerte de Julia (del cual el resto de sus amigos parecía estar viviendo de manera bastante más sana que él, llorando de vez en cuando y recordándola cada cierto tiempo, por lo que había escuchado, ni en el discreto funeral al que habían asistido unos cuantos había derramado una lágrima), o la discusión que habían tenido antes de comenzar toda esta locura, pero lo cierto era que ahora veía a Robert bajo una luz diferente. Aquella sala estaba llena de gente, sus amigos, pero él parecía más solo y perdido que nunca. Cuando él le presentó al resto de sus amigos, se refirió ellos como "sus amigos de toda la vida", "las personas en las que pondría su propia vida en sus manos", pero aquella compañía que ellos le brindaban, y la forma que tenía de tratarlos, parecía obedecer más bien a una concepción utilitarista de la amistad.

No es que Craig fuese muy idealista en cuanto a relaciones se tratase. Antes de que Kenny arremetiera en su vida, veía la amistad, y las relaciones en general, como un balance de costos y beneficios. Pero ese balance se resumía en no tratar con la gente que fuese demandante en exceso, o parásitos que lo único que hacían era pedir favores y aprovecharse de la gente, o cortar de su vida la gente que no tenía nada interesante que decir. Craig trataba de hacer el menor daño posible, por mucho que le desesperara la gente, reduciendo sus interacciones al mínimo, y evitando a toda costa decir comentarios hirientes (lo cual, muchas veces, le resultaba imposible).

Sin embargo, lo de Robert era diferente. Por la forma en que trataba a sus amigos, parecía más bien que fuese alguna suerte de jefe, o líder de algo indeterminado de lo que ni ellos sabía muy bien de qué se trataba. No era que los tratara mal ni nada, era simplemente la forma en que se dirigía a ellos; la barrera invisible que parecía imponerse entre ellos a la hora de conversar o dar instrucciones; la manera que tenían sus amigos de dirigirse a él, de mirarlo. Desde afuera, se veía como si desesperadamente tratase de tener vida social, pero a la vez despreciara hacerlo. No parecía aceptar crítica alguna y tenía expectativas demasiado altas de él mismo, de lo que estaban haciendo (mientras Craig seguía pensando que se encontraban en un laberinto cada vez más intrincado). No quería sobre analizarlo mucho, porque quizás el hecho de que no se llevara bien con él parecía influir en el juicio que se estaba formando, pero parecía que Robert padecía de complejo de superioridad.

Como sea, más que amigos, parecía un personal cuidadosamente seleccionado. Una chica que bordeaba los veinte años ya tenía un doctorado en biotecnología en Caltech, un tipo que parecía tener formación militar tenía un vasto conocimiento en coches y armas y el que parecía el menor tenía un conocimiento de informática tan alto, lo que junto con su nulo respeto por la privacidad y la seguridad, al juicio de Craig lo hacían el más peligroso. En fin, todos parecían ser parte de una especie de compañía fundada por Robert para satisfacer sus más oscuros deseos.

En todo ese grupo de personas, Alex parecía completamente fuera de lugar. No es que fuese precisamente limitado (sus habilidades en minería de datos habían dejado a Craig muy impresionado), pero no parecía referirse a Robert con ese halo de admiración y, por el otro lado, Robert lo trataba con más cercanía, incluso admitiendo sus críticas. Pareciera que fuese su único amigo. Fuese como fuese, la dinámica de ese grupo, y la mierda que parecían estar escondiendo bajo la alfombra, lo estaba asfixiando bastante y, por alguna razón, se sentía aún más solo que cuando estaba en la preparatoria, antes de que Kenny y él se hicieran cercanos.

Por fortuna, Kenny siempre sabía cómo abrirse paso ante toda ese enfermizo caos controlado.

Justo cuando la euforia lo había dejado en el horrible pozo del desasosiego y Craig juraba por enésima vez que la próxima vez rechazaría cualquier ofrecimiento de jalar, Kenny se sentó entre él y Alex.

—Oye, Alex, ¿me puedes explicar de nuevo cómo empezaste todo esto de la minería de datos?

Alex suspiró, sonrió y volvió a hablarle a Kenny sobre lo importante que era encontrar lo que uno le interesaba y a partir de eso trabajar sobre sus capacidades y aprender a conocer sus propias limitaciones. Craig no supo si fue porque ya había escuchado esa conversación hace un par de días, o por lo atractivo que se veía Kenny cuando la luz del ocaso delineaba sus pestañas claras y adoptaba esa expresión de concentración, pese a que por su ceño fruncido y sus labios entreabiertos, Craig podía ver que no estaba entendiendo una mierda; pero en lugar de prestar atención, se dedicó a observarlo hasta que perdió la noción del tiempo.

Desde que tenía memoria, Kenny le había parecido alguien atractivo. Con sus ojos del color del cielo despejado a mediodía y su encantadora sonrisa infantil enmarcada por esos gruesos labios que a él le gustaba tanto morder, Kenny era capaz de encantar a cualquier persona con la que se cruzara. Sin embargo, el sentimiento de observarlo en las circunstancias actuales, a diferencia de cuando lo hacía en el club de aeromodelismo, distaba mucho de esa alegría que él contagiaba fácilmente.

Ahora, en cambio, pareciera como si esa fachada de niño lindo fuese el recipiente perfecto de una cantidad abrumadora de oscuros secretos y visiones aterradoras. A veces, cuando cerraba los ojos, o parpadeaba incluso, podía rememorar las intensas llamas de aquella noche junto con los gritos de dolor, el aroma a carne quemada y una sobrecogedora angustia se apoderaba de él, impidiéndole moverse o reaccionar. A veces, incluso le parecía oír el disparo que él en su momento pensó que terminaría con la vida de Kenny.

—Entiendo lo que dices, Alex, pero me parece muy abstracto como para entender la manera de meterme en eso que tú haces, que me parece increíble —alcanzó a escuchar como si fuese una conversación ajena entablada por desconocidos en una habitación contigua de la que solo escuchaba sus ecos.

—Es que no puedo explicártelo de otra forma; así lo aprendí yo.

—Quizás Craig puede traducírmelo, ¿eh Craig? ¿Craig?

El contacto de la mano de Kenny con su hombro lo sacó de su ensimismamiento.

—Disculpa, estoy un poco cansado —se excusó esforzándose en sonreírle, acariciando su desordenado cabello.

—Quizás deberíamos ir a dormir.

—No son ni las nueve, Kenny.

—Craig, has estado durmiendo pésimo. Te vas a acostar a las cuatro de la mañana y siempre te escucho dando vueltas. Te hará bien descansar.

—Está bien, como quieras. —Al ver la encantadora sonrisa de Kenny, Craig pensó que había valido la pena ceder solo para poder verla, aunque eso significara estar despierto por horas fingiendo dormir. La verdad es que no era sólo el insomnio. La idea de cerrar los ojos para volver a soñar con disparos, sangre y una ciudad consumida por el fuego del Armagedón lo aterraba.

—Iré a avisarle a Robert —dijo Kenny para luego ponerse de pie y dirigirse al chico que estaba hablando con una de sus amigas, sin embargo, se quedó un rato hablando con ellos. Craig sintió una punzada de resentimiento cuando vio a Robert reír por primera vez en días, como si pensara que por esa pequeña, pero significativa reacción, estuviese viendo algún tipo de sentimiento oculto.

Una vez volvieron a estar solos, Alex lo miró de soslayo y le dijo con decisión:

—No soy ningún experto Craig, y quizás lo que te digo es obvio, pero me parece que sufres de síndrome de estrés postraumático.

—¿Ah, sí? Qué raro, ¿no? ¿Por qué será? —escupió Craig con sarcasmo, consciente de que Alex no merecía que descargara su furia con él—. ¿Y qué se supone que deba hacer? ¿Pedir hora para hablar con un psiquiatra en línea? ¿Comprar los medicamentos que me recete por internet?

—Bueno, lo último podrías hacerlo considerando que tenemos… Bueno, no cambies el tema. El punto es que, una vez terminado esto, deberías ver ese tema.

—¿Y por qué no le dices lo mismo a tu amigo, que también sufrió lo mismo?

—¿Crees que no lo he hecho? Él no me quiere escuchar, pero tú pareces más razonable. En serio, si no lo haces, las consecuencias podrían ser peores.

—¿Y qué sabes tú? —respondió Craig a la defensiva, algo molesto porque alguien le recordara el tema.

—Como dije, no soy experto, pero cuando vi cómo atropellaban a mi hermano gemelo, me volví muy retraído, tenía pesadillas e incluso no podía hablar con gente que no fuese de mi familia. Si no me hubiese tratado, quizás las consecuencias hubiesen sido peores y permanentes.

—Lo siento. No sabía.

—Tampoco tenías por qué saberlo. No te lo dije por ser autorreferente, ni para que te sintieras culpable. Sólo para que supieras que, aunque no lo creas, se puede salir de la mierda, por muy hundido que creas estar.

—Gracias. Quizás tienes razón.

Esa noche, luego de tener una larga conversación con Alex, Craig pudo dormir profundamente con la ayuda de un somnífero, por lo que no pasó en vela ni tuvo esas horribles pesadillas. Como si la cerradura de secretos de ese extraño grupo de amigos hubiese cedido, hablaron de muchas cosas. Quizás Alex lo hizo con la intención de que Craig amainara un poco su animadversión hacia Robert, pero le contó detalles muy íntimos de su vida… que cuando pequeño había sufrido de insuficiencia cardíaca, que tuvo una adolescencia turbulenta debido al siniestro deseo de su padre de controlar cada detalle de su vida personal, en fin, Craig debía admitir que también se abrió un poco, algo aliviado al tener una esperanza de que las cosas mejorarían en algún punto. Recordaba que, después de la sensación de pesadumbre, se había aferrado a Kenny y susurrado (de manera bastante atolondrada debido al efecto que se comenzaba a manifestar) "no quiero dormir solo". Luego, se encontró despertando con los primeros rayos de luz, con la sensación de haber descansado semanas. Sonrió de gusto al ver a Kenny descansando apaciblemente, preguntándose cómo había podido soportar tanto y no convertirse en la mierda de persona que él mismo se había sentido ayer al guardar tanto resentimiento, angustia y miedo.

Normalmente, cuando sentía que lo que estaba realizando no tenía rumbo alguno, u obtenía resultados poco concluyentes, solía despejar su mente antes de cambiar el enfoque, pero ese enorme departamento no lo invitaba a nada nuevo. Luego de levantarse, se quedó acostado en el sillón de la sala en la que estaban trabajando mientras bebía un tazón de café, pensando en toda la información que parecía escapársele, hasta que empezaron a llegar Robert y el resto de la gente.

Cuando Robert se sentó en su puesto (o "trono" como le decía él en secreto) pensó en la cantidad de información que no le había brindado, y que quizás era hora de tomar cartas en el asunto. Pensó en su padre, en su obstinación de pensar que se trataba de alguna venganza de un lobby del narcotráfico, en su extraña amistad con Alex…

Había escuchado el apellido de Robert en varias conversaciones, pero necesitaba corroborarlo. Sopesó algunas formas de preguntarlo de la manera lo más disimulada posible, hasta que finalmente decidió soltarlo cuando vio que Alex lo saludaba de manera bastante alegre. Ayer habían hablado de muchas cosas, por lo que quizás podría entrar en confianza.

—Oye, Alex, ¿el padre de Robert tiene algo que ver de John Sherman de la ley Antitrust?

—Sí, ¿por qué? —preguntó mirándolo con suspicacia.

—Simplemente quiero atar más cabos. ¿Su familia entonces siempre ha sido republicana?

—Sí —respondió Alex como si hubiese recordado algo muy gracioso—. La primera vez que conocí a su familia, su padre estaba usando una corbata con los presidentes republicanos más destacados; "no sólo le declaramos la guerra a los monopolios, si no también abolimos la esclavitud" —me dijo luego de invitarme a revisarla, con una sonrisa extraña, como si me estuviera invitando a militar para él o algo así.

—Entonces, ¿no es una persona seria?

—Es… peculiar. Siempre está sonriendo y te invita a dar tu opinión, pero es algo autoritario a la hora de hablarte, no sé si me explico bien. Lo que no se puede negar, es que es una persona muy sociable.

—¿Y no le importó que su querido Robert se hiciera amigo de alguien de clase media?

—No… yo soy un viejo amigo de la familia. Además, ya sea que tengas un apellido importante, seas inteligentes o cuentes buenos chistes, mientras pueda sacarle algún tipo de beneficio a las personas, le caerás bien a ese señor.

—Hmmm… —gruñó Craig, anotando en una libreta "buscar monopolios", sin esperanza de que eso lo llevara a algún lado. Resultaba estúpido que alguien se vengara del descendiente de John Sherman. De cualquier forma, esa información que le daba Alex le hacía entender un poco mejor la clase de redes que trataba de construir Robert Sherman.

De cualquier forma, por enésima vez, abrió el proxy y revisó las iniciativas legislativas, mientras que en otra pestaña revisaba las actividades comerciales principales. Era una zona mayoritariamente agropecuaria, que se dedicaba a la exportación de bienes primarios. Volvió a revisar las industrias principales, y eran en su mayoría agrícolas, con un par de ganaderas menores que vendían sus animales a empresas nacionales bastante reconocidas, con mataderos en otras ciudades. Nada de monopolios, aunque hace un par de décadas una de las empresas a las que proveía uno de las ganaderas había sido obligada a disolverse, pero tampoco lo veía como algo digno de tomar represalias.

Robert había sido un idiota al darle a la policía información falsa. Lo único que consiguió con eso, fue anular cualquier posibilidad de justicia para su novia fallecida… y poner en riesgo el secreto de Kenny… Robert era el idiota más grande que había conocido.

Suspiró, frustrado, como lo solía estar todos los días. Un par de brazos rodearon su cuello y Craig supo de inmediato que era Kenny.

—Deberías cambiar de perspectiva —le dijo como si fuera lo más obvio del mundo, luego de llenarlo de besos, que Craig recibió con gusto.

—¿Cómo? —lo desafió burlón, contento de que Kenny lo sumiera en una momentánea burbuja de felicidad.

—Podrías pararte de cabeza, lo vi una vez en una película. Le servía al protagonista para crear su obra maestra. Kenny se sentó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro con total naturalidad. La idea de que después de ese verano tuvieran que separarse volvió a instalarse pesadamente en el estómago de Craig y se llenó de angustia. Aferrándose a la mano de Kenny, se enfocó en él y en su respiración, como Arianne, una de las amigas de Craig, le había enseñado como método para combatir la ansiedad.

—Creo que sé a qué película te refieres —respondió riendo—. Y lamento decirte que al protagonista se le ocurrió esa idea gracias al poder de guión. —En lugar de ofenderse, Kenny también rió, golpeó débilmente la rodilla de Craig con su mano libre.

—¡Uno nunca sabe! Ayer Arianne me dijo que cada vez que se sentía estancada en algo, se cambiaba de habitación y posición para poder cambiar de perspectiva.

—¿Y Arianne qué ha obtenido? —preguntó Craig genuinamente. De verdad no tenía idea de a qué se dedicaban los demás.

—No lo sé, pero se ve menos frustrada que tú.

—¿Qué sugieres? —cedió Craig. De verdad no se le ocurría nada, y sentía que si no le entregaba nada al idiota de Robert volverían a tener un encontrón.

—¿Ya desayunaste?

—Nada aún —admitió—. El somnífero me tiene un poco atolondrado.

—Intenta desayunar algo distinto. Quizás sirva.

—Está bien —dijo Craig incorporándose—. ¿Quieres algo?

Kenny negó con la cabeza y le sonrió. Craig resistió el impulso de volver sobre sus pasos para abrazar a Kenny y no soltarse de él. Últimamente estaba muy meloso… más bien intenso. Cuando estaban solos, no podía resistir el impulso de tomar violentamente su rostro para besarlo mientras reptaba sobre él para poder tener todo el contacto físico posible. Sabía que Kenny amaba eso, el sentirse deseado lo llenaba en todos los sentidos, pero también se sentía culpable al tratarlo como si fuera su muñeco, restringiendo a cada rato su autonomía.

Entró a la cocina y saludó a Alex con un gruñido para indicarle que aún no estaba del todo despierto. Mientras éste ponía el agua a hervir, Craig abrió el enorme refrigerador para "expandir su mente" tal y como kenny le había dicho. Era fanático de la comida envasada, por lo que su creatividad culinaria era inexistente. Vio en un contenedor el avena remojada de Ariane que contenía una variedad de frutos secos y frescos de la temporada, cereales y semillas, que según ella tenían todos los requerimientos nutricionales para un desayuno completo. Pensó que desayunar eso sería hacer trampa, por lo que fue al gabinete de los productos de origen animal, descartándolos de plano. No había nada menos original que comer huevos con tocino. Al mirar el compartimiento de los vegetales, vio algo que parecían unas setas tras una masa gelatinosa de un color marrón rojizo que había dejado escurrir un líquido de aspecto pegajoso.

—El que dejó un hígado con las verduras, va a tener que sufrir la tortura de escuchar una larga charla sobre la contaminación cruzada —le comentó a Alex, quien dio un respingo y llevó el hígado al lavaplatos.

—Creo que fue Kenny. Arianne le pidió en la noche que lo descongelara cuando fue a la cocina a buscar a buscar papas para su bajón.

Craig resopló y se dispuso a limpiar el refrigerador de cualquier rastro de sangre, diciéndole a Alex que no se preocupara. Por su puesto que había sido Kenny, ni siquiera lo había dejado sobre un plato. Con un poco de asco, lavó el trozo de hígado bajo el chorro del fregadero, enfocándose en cómo el agua contorneaba sus manos, como si fuese una especie de película protectora. Recordó cómo solía fascinarse por las cosas selladas al vacío, por la forma perfecta que tenían de adaptarse al contorno de las cosas. Dejó el trozo de hígado en una bandeja en el horno y lavó sus manos con esmero. Odiaba la sangre desde pequeño, por lo que siempre descartó la idea de convertirse en médico, pese a que solía observar todo lo que encontraba en su patio bajo un microscopio, con esa inocente curiosidad que aún persistía en él.

El cuerpo humano era otra cosa. El hecho de pensar que estaba a una puñalada de que de él surgieran viscosas y humeantes vísceras, chorreando fluidos igual de tibios le daba náuseas. Aún recordaba cuando llegó a la ciudad de Denver una exposición mundial de cuerpos embalsamados a la cual él se negó a ir rotundamente, pese a que mucha gente fue por simple gusto —o morbo— a verla. Recordaba cómo Cartman había dicho en pleno almuerzo que los cadáveres debían ser asiáticos, debido a los diminutos penes embalsamados que colgaban de ellos.

Luego de secar sus manos concienzudamente, la imagen de alguien arrancándole el hígado le produjo una extraña punzada en un costado, como si de verdad le faltara el suyo. Miró con morbosa fascinación el hígado a través del cristal del horno. ¿Cómo mierda era un hígado humano, después de todo?

"Insuficiencia cardíaca… claro" pensó Craig. Su mente hizo esa conexión como si de una revelación trascendental se tratase. El hermano de Alex había muerto… ¿de qué otra forma aquellos dos pudiesen haberse conocido en una clínica? Alex era demasiado clase media, como él, como para ir a la misma clínica que un hijito de papi.

Hizo un ademán en ir hacia donde Alex y decirle lo que había descubierto sobre ellos, pero desechó la idea en cuanto lo vio charlando animadamente con Kenny y Robert. Después de todo, ¿qué sacaba con decirle eso? ¿en qué lo ayudaba? ¿lo hacía para demostrarles que no era un idiota inútil, que algo de inteligencia había en él? Después de todo… ¿qué importaba que el hermano de Alex haya sido donante de Robert? Nada. No cambiaba en nada las cosas. Quizás lo mantenía como amigo no sólo por sus habilidades, sino también porque sentía que le debía algo… pero eso eso no era asunto de nadie más que ellos dos… y probablemente sus familias. De todas formas, resultaba irónico que alguien que lo tuviese todo, hubiese tenido depender, estando en una lista de espera, de la muerte de…

La corazonada que le invadió le dio la sensación de estar aferrándose a un clavo ardiendo. Si su intuición era cierta, lo que estaría a punto de destaparse sería un asunto muy turbio. Probablemente tendría otro encontrón con Robert. Prefirió no pensar en lo que se venía y encargarse de confirmar o descartar aquella alternativa. Apartó bruscamente a Alex de los demás y le pidió sin rodeos:

—Necesito toda la información del frigorífico del callejón en que le dispararon a Kenny: empleados, horarios, uniformes, datos tributarios… todo lo que puedas conseguir.

—Tendrás hasta el nombre de la última vaca que mataron —bromeó como respuesta.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Hay algo que debería saber?

Craig volteó y vio a Robert frente a él. sobre su hombro, Kenny lo miraba con curiosidad. Si sus sospechas eran ciertas…

Quieren castigarlo como a Prometeo…

Él iba a impedir aquello a toda costa.

—Tú y yo vamos a ir de paseo. —Craig se dio cuenta demasiado tarde de lo autoritario que estaba sonando. De todos modos, prosiguió—: aquí sentados no vamos a lograr nada.

—¿Y qué? ¿Acaso tienes alguna certeza de algo? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Porque no es una certeza, pero es lo único que tengo.

He decidido cortar el capítulo, ya que lo que les hice fue una falta de respeto la verdad. Desaparecí muchos años pra ser considerado un hiatus. Me pasaron muchas cosas, me ocupé de otras, la depresión me consumió, logré superarla, me reencontre con la esritura… en fin, demasiadas cosas que de cualquier manera superarían las páginas de este fic, y quizás no vienen al caso. Tuve que desempolvar mi laptop vieja y sacar todos mis archivos de fanfiction para poder darles esta actualización, porque la verdad ni me acordaba en qué estaba este borrador, y se me hacía bola empezar otro, así que estuve un par de días reencontrándome con la historia. Aún tengo una bola en mi cabeza xD pero ya estoy recuperando un poco el hábito de escribir. En fin, si esta actualizaciín es leía por aunque sea una de las chicas que me leían de antes, me doy por pagada. Saludos y nos estamos viendo por acá!