Nota: los personajes no me pertenecen son de Stephenie Meyer, pero la historia si me pertenece.

Capítulo beteado por Day Aguilar, (FFAD. groups/betasffaddiction). Gracias nena por hacer tu magia con el capítulo.

Buena, buenas, buenas, aquí estoy con el prefacio (con algunas modificaciones) gracias por entender y apóyame.

De verdad no me sentía bien con los que había escrito primero y espero que les guste.

Bueno no las detengo más a leer.


"Uno no manda al corazón. Cuida lo que dices, que tu lengua te puede castigar"

Nunca las palabras de su madre habían sido tan ciertas. Tanto que se juró que jamás sentiría nada por aquel monstruo y, ahora, tendría que tragarse una a una sus palabras.

Fue en ese momento en el que entendió una de las pocas verdades que regirían su vida de ahí en adelante: Se había enamorado del hombre que tanto odiaba, el mismo que la había hecho llorar tantas veces.

Si alguna vez escuchó que uno no decide de quien se enamora y no lo creyó, estaba siendo castigada en estos momentos.

Esta es la historia de Edward e Isabella Cullen. Una historia nada convencional desde mi punto de vista; incluso me atreveré a decir que ésta no es la típica novela de amor a primera vista.

Ellos se odiaban… O eso creían. Lo único que los unía era un contrato.

Isabella Swan; hija adoptiva del senador de Estados Unidos. Con grandes sueños y virtudes.

Edward Cullen; hijo de unos de los hombres más importantes del país, por sus recursos económicos. Una persona arrogante y cínica, aunque sólo era una faceta.

Seguramente se preguntarán por qué digo esto, pero creo que les contaré la historia desde el principio.

Bella desde pequeña fue víctima del bullying. Lo que comenzó como una broma, poco a poco, se fue convirtiendo en acoso. Seguramente se preguntaran que causó la burla de sus compañeros.

Un día de escuela, como siempre, Bella se sentó en la primera fila, cerca de la puerta. La niña que se encontraba sentada en la silla detrás de ella se dio cuenta de que algo estaba mal con el cabello de Isabella y la curiosidad la llevó a halárselo, descubriendo que era una peluca. Desde ese día comenzaron las burlas y los apodos, como:Cocoliso, peluquín e incluso unos más desagradables, por ejemplo, Voldemort.*

Los padres de Bella, cansados de ver a su hija sufrir y llegar de la escuela llorando, tomaron la decisión de sacarla e inscribirla en la escuela de señoritas. Pero aún así a la pequeña le costó incluirse a un grupo, ya que se le dificultaba relacionarse con los niños de su edad.

La escuela estaba a cargo de Jaime, una mulata* de origen Europeo, quien llegaba todas las mañanas temprano y puntual. Siempre tan elegante con su blusa blanca, su falda de tubo negra y su cinturón de cuero; un perfecto uniforme bajo su cabello liso y reluciente. Se encargaba de enseñarle todas las normas, desde las de cortesía, hasta las que debía tener en la mesa.

Bella aprendía muy rápido, aunque era muy testaruda e independiente. Le gustaba hacer las cosas sola y Jaime, con voz dulce, siempre le decía: —Bella, eres unas de mis alumnas más inteligentes, pero debes aprender a trabajar en equipo. Todos en algún momento necesitamos la ayuda de alguien más.

Así que, poco a poco, la castaña fue adaptándose a la escuela, aunque, siempre que se sentía abatida o abrumada, se sentaba a leer. De cierta forma, el hacer eso, hacía que se olvidase de todos sus problemas.

Un día, Sue, hija de Jaime, su segunda guía y una de sus amigas de confianza, la vio sola en la sala de lectura y se acercó a ella para animarla a salir al jardín, donde se encontraban las demás jóvenes.

—Bella, ¿por qué no estás en el patio con las demás niñas? —murmuró aquella joven, varios años mayor que ella, parada en la puerta.

—En este momento no se me apetece. Estoy muy entretenida con mi lectura —murmuró, sin apartar su mirada del libro que estaba leyendo.

—No todo el tiempo los libros son la solución para tus problemas. No puedes simplemente encerrarte a leer y pretender que nadie existe a tu alrededor. Eso no está bien —dijo acercándose a ella. Bella levantó la vista y dejó lo que estaba haciendo.

—No veo que eso le afecte a alguien, todas las personas tienes forma distintas de distraerse. A algunos el escuchar música los despeja, a otros tomar aire libre, a mí me gusta leer.

—Eso no siempre es la solución para tus problemas. Mira, no quiero juzgarte, sólo deseo que salgas un rato y tomes un poco de aire libre. Eso ayuda a despejar la mente, solamente tienes quince años y te comportas como una vieja.

Isabella puso sus ojos en blanco.

Miró por el gran ventanal que se encontraba a su derecha y pudo visualizar a un grupo de niñas mimadas y plásticas. Entre ellas se encontraba Victoria Sutherland; una pelirroja natural, muy hermosa, para ser sincera, pero lo que tenía de atractiva lo tenía también de mentirosa, hipócrita y cizañera. Ésta se encontraba con sus tres perritas falderas: Jessica Stanley y las hermanas Denali: Tanya e Irina. Al verlas se aferró más a su lectura. Siempre que tenían la oportunidad la molestaban y hacían que la castigaran, así que prefirió quedarse tranquila, leyendo su libro.

Sue miro por la ventana para ver lo que la chica estaba observando.

—Tienes razón, pero hoy no estoy de humor para lidiar con la innombrable —murmuró la castaña, sin apartar su mirada del jardín.

Así la nombró Alice una vez y desde ese momento, para ella, Victoria se convirtió en la innombrable.

Sue rió al escuchar el apodo.

—Sé que Victoria suele ser un poco desesperante, pero creo que deberían olvidar de una vez por toda esa absurda rivalidad.

—No sé de qué rivalidad estás hablando. A ella sólo le gusta dejarme mal parada frente a todos —discutió.

—Esto es una estupidez —aseguró la otra.

Bella sólo se encogió de hombros, adoptando una actitud indiferente.

Sue la miro por unos segundos y luego dijo: —Lástima que no puedas seguir leyendo…

Levantó la vista, frunciendo el ceño, confundida. Su amiga esbozó una media sonrisa y le arrebató el libro de las manos.

—¡Oye! ¿Qué crees que estás haciendo? —chilló molesta—. Sue, dame el libro —ordenó con un tono de voz demandante, dando a entender que no estaba para juegos.

Ella la ignoró por completo, lo que hizo que se molestara aún más

—Sue dame el mal…. —Se detuvo. No caería en el juego infantil de la chica. Colocó una sonrisa más falsa que la de las virreinas y murmuró pausadamente cada palabra, arqueando una ceja—. Sue, amiga, ¿me puedes dar el libro, por favor? ¿O quieres que haya un homicidio aquí?

La mayor puso sus ojos en blanco.

—Sal, si no, no hay libro. —Bella se llevó una mano al pecho, mostró cara de tragedia y habló de forma teatral:

—Oficial, yo la quería mucho, era mi mejor amiga. ¡No sé por qué se lanzó por la ventana! —Hizo una pausa, curvó sus labios y asintió con la cabeza lentamente—. Sí, eso funcionará. Los policías nunca desconfían de la amiga de la víctima…

—Wow, que madura —contestó con sarcasmo.

Esta vez fue Bella quien puso los ojos en blanco. Protestó: —Te quejas porque, según tú, soy como una vieja, pero cuando me comporto acorde a mi edad, también reclamas. ¿Quién te entiende?

—¡Que necia eres! ¿Qué te cuesta salir? —Le acusó cansada, luego, respiró profundo.

—Está bien, saldré. Si con eso consigo que me dejes en paz, lo haré, pero esto se viene conmigo —contestó, levantándose del sillón y arrebatándole el libro de las manos, de la misma forma que ella lo había hecho.

Desde la cocina provino una voz muy familiar.

—Sue, necesito que me ayudes…

—¡Ya voy, Jaime! —Respondió, asomando la cabeza por la puerta de madera—. Tengo que irme, pero tú vas a salir. Trata de no meterte en problemas. —Diciendo eso abandonó la habitación, dejándola sola.

La chica suspiró y salió al jardín. Buscó con la mirada a Rosalie Hale y a Alice Brandon, sus grandes amigas desde que la obligaron a entrar en ese manicomio de niñas refinadas y pretenciosas (Eso era lo que ella pesaba de ese lugar) No le tomó mucho tiempo encontrarlas. Estaban sentadas en la mesa de té con Victoria y sus copias falsas.

Alice tenía las mejillas afincadas en sus manos, con cara de aburrimiento y Rosalie ponía sus ojos en blanco, se imaginó que lo hacía cada vez que la innombrable salía con unas de sus estupideces, porque eso era lo que ella hablaba: estupideces. Así que no se acercó a ellas.

Se limitó a continuar caminando para encontrar un lugar adecuado y seguir leyendo. Recorrió unos metros, alejándose del grupo, hasta que halló el lugar perfecto. Y ahí estaba su objetivo: un gran árbol frondoso y silencioso. Podía sentir como el viento rosaba su rostro, sin duda era el lugar indicado para pasar el rato y olvidarse de todos. Se encontraba en un hermoso jardín y el árbol sólo estaba a unos metros de ella. Abrió su libro.

Mientras caminaba, leía. No le importó, ya que estaba sola en aquel precioso lugar.

—¡Cuidado! ¡Quítate del camino, bruta!

Escuchó la voz de un hombre. Volteó para ver de quien se trataba. Era un chico que venía en una patineta a toda velocidad.

—¡Edward, para! ¡Para! —exclamó la otra persona que lo acompañaba. Abrió los ojos como platos al ver lo cerca que estaba. El cobrizo venía a toda velocidad y dudaba que le diera tiempo de frenar.

La empujó con el brazo derecho, tirándola a una pequeña franja. Su libro salió volando y ella dio dos vueltas en el húmedo pasto verde. Se sentó inmediatamente para ver su tobillo, el cual le dolía mucho, y, sin pensarlo dos veces, gritó:

—¡Se pide disculpas, pelmazo! ¡Idiota! —Escuchó las ruedas de una de las patinetas. Se imaginó que era el otro chico que venía detrás del imbécil que la tiró.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó, agarrando su patineta. Lo miró de reojo y siguió con lo que estaba haciendo—. Señorita, le acabo de hacer una pregunta, lo mínimo que merezco es una respuesta. Yo sé que está molesta, pero el que le faltó el respeto fue mi hermano, no yo.

No recibió nada a cambio

—Sólo quise ser educado —murmuró un poco irritado—. Siento haberla molestado, únicamente quería ayudar, pero usted es muy grosera y malcriada. —La acusó al verse ignorado. Puso su patineta nuevamente en el suelo y se subió en ella.

—¡Espera! Lo siento. —Se disculpó al ver lo grosera que había sido. ¿Acaso el chico tenía la culpa de qué su acompañante fuese un cretino? Él había sido amable y se detuvo para ayudarla.

Se dio media vuelta y volvió hacia la castaña.

—Si necesito ayuda. Me duele mucho el tobillo —confesó. Él sonrió y se agachó para verlo. Miró su rosto y lo primero que vio fueron sus hermosos ojos verdes azulados. El desconocido movió su pie suavemente. Bella no pudo evitar quejarse—. ¡Ay, me duele!

La miró directo a los ojos y esbozó una sonrisa cálida.

—Eso es normal, lo tienes golpeado, pero no está roto —aseguró, mirando nuevamente su tobillo herido. Volvió a levantar la mirada y extendió su mano para presentarse. Ella lo imitó—. Mi nombre es Anthony Cullen, ¿y el suyo?

Bella puso los ojos en blanco y protestó:

—¿Podrías tutearme? Me haces sentir como una vieja, detesto cuando hablan como las desabridas películas medievales. Soy Isabella Swan, pero me gusta que me llamen Bella. —Se sintió aliviada al ver que Anthony no hizo expresión alguna. Al parecer no sabía quién era ella, ¿o sí? Pero siempre que mencionaba su apellido abrían los ojos como platos…

—El pelmazo, como tú lo llamaste, es mi hermano mayor, Edward —murmuró con una hermosa sonrisa, sacándola de sus pensamientos.

Sonrió sarcásticamente y respondió: —Pues no se parecen en nada. Eddy es un animal y un bruto mal educado. —Lo acusó.

—Simpático, ¿no? —bromeó.

Minutos después se acordó de su libro y al instante cayó en cuenta de que no había regresado a la gran casona, de seguro ya empezarían a notar que no estaba y se metería en grandes problemas.

Miró el reloj que tenía en su muñeca. Se alarmó al ver que ya tenía más de una hora desaparecida.

—¡Dios, van a matarme! —Anthony levantó la vista, asustado, al ver la reacción de su acompañante.

—¿Qué paso? —preguntó preocupado.

—Debo irme. Ayúdame a buscar mi libro —pidió, levantándose. No les tomó mucho tiempo encontrarlo.

—Gracias por todo, pero debo irme. Deben estar desesperados buscándome.

Anthony, como todo el caballero que era, la agarró del brazo para ayudarle. Bella inmediatamente lo aparto, a lo que él respondió con una mirada llena de confusión.

—Yo puedo sola, no quiero meterme problemas y mucho menos que a ti te pase lo mismo por mi culpa. —Sabía que a Jaime no le agradaría la idea de que estuviese sola con alguien que no conocía, aunque no estaba haciendo nada malo, pero, aún así, pudo imaginarse a Victoria metiendo cizaña, y llegar con Anthony agarrada del brazo le daría más oportunidad a la innombrable para destrozarla.

Se dio media vuelta, caminando con dificultad por la espantosa molestia que tenía en el tobillo.

Anthony la alcanzó con facilidad.

—No, si te pasa algo no me lo perdonaría. Es más, haré esto. —La tomó entre sus brazos, llevándola con una niña.

—¡Suéltame, no quiero meterme en problemas! —demandó, pero él la ignoro y siguió caminando sin decir una palabra.

—¡Anthony! Carlisle te necesita. Anthony, ¿me estas escuchando? —La voz se escuchaba detrás de ellos, sin duda alguna ese tono le pertenecía a un hombre. Anthony se detuvo para ver de quien se trataba, aunque ya sabían quién era.

—No puede ser… —masculló Bella, al ver al dueño de la voz.

—Enano, ¿qué haces? Deja que camine sola, para eso tiene piernas —murmuró, mirándola de pies a cabeza con desprecio.

—¡No, Edward! No la dejaré ir así. Ella es una mujer y seria descortés dejarla sola. Recuerda lo que nos han enseñado —discutió molesto.

—Por favor —dijo con un tono de voz ofensivo—. ¿No crees qué tienes mejores cosas para hacer que estar cuidando a una persona que no conoces? Tú no sabes si esta chiquilla podría tener malas mañas.

Pero… ¿Quién se había creído? Ella no era una persona de malas mañas. Francamente, estaba más que comprobado que este chico no conocía el respeto por el prójimo.

—Al menos yo puedo hacer lo que quiera —Lo miró de arriba a abajo—, no parezco un robot al que le controlan cada uno de sus movimiento. Se original. Y el hecho de que acabas de conocer a una persona no te da el derecho de juzgar, además, nunca debes hablar mal de alguien sin saber quién es, te puedes sorprender al enterarte con quién estás discutiendo.

—Ni que fueses Lady Gaga —Se mofó—. Deja de soñar.

—¡Ya basta, Edward! Ella tiene razón —Anthony intervino en la discusión. Le dedicó una de sus hermosas sonrisas—. A mí me parece que es la chica más encantadora que he visto.

—Ay, por favor… —refunfuñó Edward.

Al igual que Bella, me pregunto: ¿Cómo una persona podía ser tan odiosa y prepotente? No le importaba dañar a las personas con sus palabras o gestos.

—Allí está.

—Cenador, la encontramos.

—Se ve que eres guía Jaime. Yo lo sabía.

—Cállate Tanya.

No era difícil reconocer las voces. Pudo visualizar que a lo lejos se acercaban: Jaime, Sue, Alice, Rosalie, Tanya, la innombrable y…

¡Dios! ¿Qué hacía su padre ahí?

Al ver a su papá acercarse cada vez más, se quedó congelada en los brazos de Anthony, quien todavía la cargaba con mucha facilidad.

—¡Bells! Te hemos buscado en todas partes —dijo su padre, serio, al verla en los brazos de aquel joven con aspecto europeo.

—¿Cómo está señor? Es un honor conocerlo —Se presentó Edward con cortesía. Charlie sólo se limitó a saludar con la cabeza antes de desviar su mirada a Anthony.

—Joven, ¿podría soltar a mi hija? —habló serio. Cuando pronunció las palabras "mi hija" Edward abrió sus ojos como platos.

¿Ahora quién es chiquilla mañosa sin importancia? Pensó.

No pudo evitar sonreír al ver la reacción de aquel joven prepotente que odió en ese momento. De hecho, se prometió a sí misma que odiaría toda su vida a Edward Cullen.


Buenos niñas lindas esto es todo espero que les haya gustado.

Como siempre, dejen su comentario si les gusto y si no también.

Nota:

* Voldemort: es un personaje de ficción y elantagonista principal de la serie de libros de Harry Potter

*mulata:De color moreno.