¿Volví más pronto esta vez, no?

:)

Me he llevado una grata sorpresa ayer. He checado que hay muchas nuevas seguidoras, ¡qué lindo!

Me hizo muy feliz saberlo. ¡Bienvenidas, eh! Espero que los siguientes capítulos sigan disfrutandolos, aún y con mis interminables vueltas para un asunto jejeje... Sí, me refiero a lo que les comenté en el anterior.

Cuéntenme alguna impresión o algo que me quieran aportar. Siempre necesitaré sus opiniones ;)

Gracias por las que siempre lo hacen, son unos solees :3 Y Sí, FabySama... soy yo, la zombie jejeje

Ya ya... vayan a leer.

Preparativos.

Al ver que la discusión seguiría, y habiendo compartido la noticia de la llegada de su padre ya, Sesshomaru se dio media vuelta con intenciones de subir a la habitación. Kagome aprovechó para tomar la servilleta y dársela a su amigo indicándole que se limpiara. El tono azul en la frente de la azabache hizo que tanto el anciano como el chico meditaran si querían seguir en aquel infantil intercambio de recriminaciones. Con eso la chica se dio por bien servida.

Unos segundos después suspiró con cansancio ante la situación. – ¿No debería acompañar al joven por si se le ofrece algo, señor Yaken?

El anciano solo atinó a bajar la vista hacia la taza de té que acababa de recibir de parte de la sirvienta.

–La verdad, es mejor que me mantenga lejos por ahora.

– ¿Les fue mal?

–El joven causó toda una conmoción con su regreso a la empresa. Pero eso no fue todo. –la azabache ladeó la cabeza con curiosidad, y ahora también cierta preocupación. –La verdad, ha estado de un humor un poco peculiar hoy, no se enojó conmigo fácilmente para variar. Casi me causa un infarto cada vez que parecía que iba a sonreír…

A la pelinegra le corrió una gota de sudor cual anime por la frente.

–Eso te pasa por incompetente. –empezó de nuevo el peliplata. –Lo mejor será que no te aparezcas en su camino por un rato… en fin, suerte con eso, anciano.

Tras la burla y la posterior contestación del anciano, ambos salieron de la cocina, dejando a una Kagome con un dilema. Finalmente se decidió por hacer algo de tiempo; esperó un tiempo prudente y subió hasta la habitación, no sin antes tocar y asomar la cabeza como tenía por costumbre. El peliplata aún no se cambiaba de ropa, y permanecía de pie al otro lado de la cama. Ella no se adentró demasiado como para soltar la puerta.

–Disculpa. No te pregunté si quieres almorzar.

El ambarino la volteó a mirar, y esta vez, por algún motivo, sus ojos volvían a presumirse inexpresivos. Pero respondió.

–No. Gracias pero ya almorcé con mi madre.

–Entiendo, entonces voy a buscar tu comida. –y antes de poder salir por el marco de la puerta se detuvo, y volvió a verlo. – ¿Qué almorzaste con tu madre? ¿Qué quieres decir?

La imagen de ellos dos en un restaurante de pronto le desconcertó sobremanera. Y ante una ceja plateada alzada en su dirección, Kagome no pudo evitar sonrojarse por lo incrédula que espontáneamente se había expresado.

–Lo–lo siento. Es que por alguna razón pensé que la reunión de antes no había salido bien. –recordaba la vez anterior en la que aquella sofisticada mujer los encontró en el jardín. Ahora entendía por qué Yaken estaba confundido. Aún así Kagome todavía no veía ese "semblante alegre" del que hablaba el anciano, sino lo contrario. –Pero me alegra si eso pasó, por ambos…

–No tienes que disculparte. Esa reunión parecía lo más obvio.

La pelinegra le vio sentarse en la cama con un deje de brusquedad, y un ligero estrujamiento de entrecejo la impulsó a acercarse con prisa.

– ¿Estás bien? Parece que te duele la cabeza.

–Supongo que tenía mucho tiempo sin salir. –espetó, masajeándose el puente de la nariz. –Hay muchos asuntos con los que necesito ponerme al día. Y más antes de que llegue mi padre.

"Esa llegada... Entonces es eso lo que le inquieta por alguna razón." pensó la azabache. Era cierto, él odiaba el desorden y no estar a la delantera de lo que se requería. La pelinegra descubrió que al ambarino le gustaba saturar su mente con responsabilidades cuando no estaba convaleciente. Y también… que deliberadamente le hacía saber lo que le ocurría.

Sesshomaru también se dio cuenta. Esa postura reservada que en antaño se jactaba de tener, se iba diluyendo de a poco.

Kagome se sintió feliz por eso, pero la información que había recibido le dejó más preocupación que otra cosa.

No le gustaba verlo así.

– ¿Quieres que te ayude con la camisa? Tal vez necesites algo de... –le preguntó al tiempo en que acomodaba los cojines en su espalda.

Cuando cayó en que estaba exagerando, cesó en tu tarea y le vio con cierta timidez. –Lo cierto es que no es común que estés así, y me preocupé, Sesshomaru.

El ambarino se sumió en sus ojos chocolates, no hacía falta comprobar que era verdad pero aun así lo hizo. Terminó por sí solo de subir sus piernas sobre la cama a lo que ella le veía terminar de acomodarse.

–Dormiré unos minutos.

La chica asintió y afirmó con la garganta, con una pequeña sonrisa.

–Te dejaré dormir entonces.

Se dio la vuelta, pero fue detenida cuando él la tomó de la muñeca con suavidad. Se volvió hacia él.

–No te dije que no quería que me ayudaras con la camisa.

Ella parpadeó y se sonrojó ante la serenidad con la que lo dijo. Pese a esto lo miró directamente y a continuación acompañó su vergüenza con cierto reproche.

–Aunque no lo creas, no tendría problema en ayudarte con la camisa, –advirtió. –pero incluso cuando tenías impedimento para hacerlo tu mismo te enojabas de que yo lo hiciera por ti. Decías que en algo "tan simple" era humillante.

Él no dijo nada. Pero se sintió bien al saber que ella lo conocía y que, seguía teniendo aquella disposición y confianza que en los primeros días. Se terminó de recostar en las almohadas y cerró los ojos, tampoco le fuera molestado esta vez que lo ayudara. Pero quizás hasta ella lo tenía claro.

–Descansa, más tarde si aún quieres te traeré un postre del que hicimos.

–Yo bajaré. –habló aún de ojos cerrados, prefería el exterior.

Ella no afirmó, sabía que no era necesario. Después de mirarle acercó su otra mano para soltarse de la suya y dejarla reposar en la cama. A lo mejor ese cansancio también se lo debía a que con quien se había visto era su madre, sin embargo, no por eso era algo usual, por eso se había preocupado tanto. Seguía tratándolo como si realmente existiese un malestar de su parte porque, después de todo, era como una alarma que se encendía en su cerebro. Estaba programada.

El ambarino volvió a abrir los ojos, como para asegurarse de que siguiera ahí, o tal vez se preguntaba qué estaría pensando en esos momentos, mirándolo tan fijamente. La azabache sonrió y se permitió un arrebato, uno que ahora no estaba del todo fuera del lugar. Se inclinó hacia la cama y seguido a un nuevo "descansa", depositó un cándido beso en su mejilla.

Él la observó hasta que su silueta se perdió tras la puerta. Ahora se preguntó cómo es que antes no se había dado cuenta de lo atractiva que era, y no solo en un sentido físico, sino por cómo era en su totalidad; y dudó de si sabía realmente desde cuándo se había enamorado de ella. Porque cada minuto confirmaba que la quería a su lado. En verdad la estaba queriendo... Simplemente por gestos y atenciones, por ser tan íntegra, tan dulce, y tan sencilla y modesta a la vez.

Y también tuvo una duda más: cuánto tiempo pasaría antes de que no pudiera reprimirse de besarla. No podía dejar de imaginarse cuando pudiera abrazarla sin reservas. Y con ese pensamiento se sumió en la inconsciencia.

La azabache ingresó de nueva cuenta en la estancia donde estaban todos.

– ¿Y el joven Sesshomaru? –interrogó la anciana.

–Está dormido, tiene migraña. No sé por cuánto tiempo descanse, así que me tomaré unos minutos para leer algo.

Se permitió estirarse un poco, se sentía algo agotada después de la jornada de repostería.


Cuando aún en medio de la oscuridad bajo sus párpados fue consciente de la realidad, reparó en qué era lo que lo había despertado: un sonido parecido a un zumbido. Sesshomaru abrió los ojos y se dio cuenta de que era su celular, vibrando con insistencia sobre la repisa a un lado de la cama. Estrujó levemente los ojos y se incorporó, ¿sería su madre nuevamente?, ¿tan rápido?... entonces se le ocurrió que podría ser su padre. Mas cuando tomó el móvil se extrañó. Era Naraku.

Hizo un repaso mental de los pendientes que podrían tener, salvo por la visita de hace unos días, se enteró.

–Naraku, qué sorpresa.

******–Sesshomaru, qué gusto me da que hayas podido atenderme. Tiempo sin hablar.

–Igualmente, Naraku. Estoy enterado de que vino hace unos días…

******–Tienes razón. Pero no tienes de qué preocuparte, ya que fui yo quien no te avisó de mi visita. –le dijo para restarle importancia, total, así tenía una razón más para llamarlo, y aquel día obtuvo cierta información. –A cambio de eso, espero que nos podamos reunir en otra ocasión.

El ambarino no dijo nada, esperaba que Naraku entendiera su silencio, y al parecer sí.

******–A propósito, muchas felicitaciones por tu regreso a las empresas. Sin duda es algo digno de celebrar.

El ambarino recordó que horas atrás, mientras almorzaba con la peliplata, ella también recibió una llamada del pelinegro. En ese entonces no se inmutó, ahora en cambio tenía la curiosidad.

–Hump. Gracias, –agradeció por educación, –sabe que no soy amante de las celebraciones.

******–Sabía que dirías eso, Sesshomaru. No has cambiado –rio, y al ambarino le pareció fingida su carcajada. –aún así, será por la visita que tenemos pendiente, ¿no crees que es un acuerdo justo?

Sesshomaru hizo una mueca. Supuso que no desistiría. Y ciertamente no sabía cómo tomárselo.

–Pensé que no se quedarían mucho tiempo en Tokio.

Naraku escuchó el plural, se refería a sus hijos, se refería también a Kagura. Trató de contener el desagrado que sintió de que mencionara a su hija, ya que al final de cuentas, era a quien le había roto el corazón ruinmente. Quiso rápidamente dejar de hablar con tan irritante hombre. Aún no…

******–Sin demora te avisaré de nuestra partida, ahora debo despedirme. Que te sigas mejorando, Sesshomaru, hasta pronto.

El joven no tuvo tiempo para agregar algo, escuchó el sonido propio de una llamada colgada. Hump. Lo atribuyó a prisa, aunque poca relevancia tenía; la verdad, después de lo ocurrido con Kagura no esperaba que el pelinegro actuara diferente con él, pero tampoco tan amigable. O quizás no se enteraba todavía.

Se percató de que la tarde caía, y había esperado no dormir más de una hora. Tanto dolor de cabeza tenía, la cita con su madre en aquel restaurante después de ir a la empresa era algo a lo que hacía mucho no estaba acostumbrado. Además, esa noticia acerca de su padre supuso para él una promesa futura de verse rodeado otra vez de gente y bullicio. Con todo, se había hecho la nota mental de llamarle, tenía tiempo sin hablar con él, debía contarle sus planes de volver a la empresa. No obstante, con su sola visita el día de hoy sería imposible que él y todos en el ramo ya no lo anticiparan, si inclusive alguien ajeno como Naraku se había enterado.

Aunque eso en sí ya era bastante raro, ¿Sesshomaru llamarle a su padre para saber de él? La siesta que tomó debió caerle muy bien, ya que esa idea no le sonaba nada desagradable.

Cuando bajó al salón y luego a la cocina, se extrañó que hubiese tanto silencio. Incluso el jardín se veía despejado.

– ¿Se le ofrece algo, señor?

El ambarino volteó a ver a Yaken, entonces también se acercó la cocinera.

– ¿Ya se siente mejor?

Un leve asentimiento fue su respuesta. – ¿Dónde está Kagome?

–Mira no' más, qué olvidadiza. –la anciana rio un poco, y el joven quiso pensar que no era que estaba insinuando algo. –Ella me dijo que le avisara si se despertaba porque fue a leer al despacho, en un segundo se la llamo.

–No es necesario... –se adelantó, empezando a andar. –yo iré, continúen.

–Como usted diga.

En momentos como ese no agradecía tener una casa tan amplia. Con todo, no tuvo reparos en acercarse a las puertas corredizas de madera pulida, no tocó, ingresó en el recinto. En su condición no visitaba mucho ese despacho –o lo que alguna vez fungió como tal– que era de su padre. Sus ojos se movieron hacia la derecha y se fijó en el escritorio, estaba muy ordenado y el sillón vacío. No fue hasta que caminó más que pudo notar que el mueble más grande situado al fondo no lo estaba.

Esa habitación tenía una apariencia algo acogedora, con la mayoría de los muebles de madera para los libros y hasta una elegante chimenea, que era más decorativa que otra cosa.

En aquel sofá Kagome no estaba precisamente sentada, sino recostada entre el respaldo y el posabrazos del abultado sofá de cuero, que de pronto se veía inmenso para ella; sus piernas enfundadas en esas altas botas negras daban la impresión de querer subirse al asiento para brindarle más comodidad. Sesshomaru encorvó levemente los ojos ante la imagen, en ese momento donde nadie más lo observaba.

Buscó con la vista la literatura que se suponía estaba leyendo, y al distinguir un título de medicina general supuso que eso terminó de dormirla. Adivinó que podría estar de pie mirándola por un largo rato, pero ella podía despertar en cualquier momento. Como enfermera que era, siempre se mantenía ocupada, y aún cuando se tomaba momentos para descansar, estos nunca eran mayores que los de él. Así que antes de otra cosa, advirtió que empezaba a estrujar los ojos.

La azabache se removió cual felino antes de abrir los ojos, inocente de que la habían observado. Unos segundos después fue que se despabiló. Se llevó una mano al pecho, sea por sorpresa, o por emoción.

–Ay, ¿me quedé dormida?... Qué pena...

Se acomodó en el mueble, el ambarino se había movido hacia el escritorio y ahora estaba recargado ligeramente hacia él.

–Dime, ¿se te alivió el dolor de cabeza?, ¿ya te sientes mejor?

"Ni siquiera despertando dejaba de hacer preguntas", pensó para sí el peliplata. Apuntó con los ojos hacia el libro que aún permanecía abierto en sus manos.

–Sí.

– ¡Qué bueno!... Justo estaba leyendo un poco sobre el estrés, ¿sabes? –espetó ya completamente despierta. Mientras dirigía su atención al mentado texto. –Y encontré datos bastante importantes. Solo que… debí dormirme en algún momento.

Apartó la vista un poco avergonzada, mientras se acomodaba un mechón tras la oreja. El joven empezó a acercarse, a lo que ella se puso de pie y luego sostuvo aquel manual de manera en que él pudiera tomarlo para leerlo. Pero se arrepintió antes.

–Espera, no es esta la página. –volvió a tomar posesión del libro y pasó un grupo de hojas. –Los efectos del estrés son malos, pero no vamos hasta los extremos. Así que está un poco antes… Por aquí.

En el transcurso de aquella búsqueda volvió a acomodar un mechón tras su oreja, descubriendo que su cabello estaba especialmente inquieto. El ambarino casi tuvo el impulso de acomodarlo él mismo, pero se contuvo.

–Es esta. En realidad solo iba a tomar los apuntes de la parte práctica que será de ayuda para ti, así no tendrías que leerlo todo. Pero de todas formas, si quieres puedes revisarla completa…

–Hump. Escuchándote así entiendo por qué InuYasha obtenía notas altas en la secundaria. –habló él de pronto, interrumpiéndola. Ella le miró sin comprender. –No era propio de él sino de alguien brillante.

– ¿Eh?

–Ese "alguien" eras tú.

La chica se sonrojó con violencia, y sostuvo el texto con algo de brusquedad para que no se le cayera de las manos. –N–no es cierto, él puso un poco de su parte, de veras. Aunque tuve que ser algo severa, pe-pero… él…

Sesshomaru no le quitó la mirada de encima, entre divertido y enternecido por lo que veía. Kagome podía volverse un manojo de nervios frente a él con gran velocidad, y solo había dicho la verdad de lo que pensaba.

–Lo que quiero decir es que ambos pusimos de nuestra parte, ¿de acuerdo? Solo quiero aclarar eso…

–Yo no he dicho lo contrario, Kagome.

Él parecía tener una media sonrisa en la cara, burlón, a lo que la azabache no pudo reprimir un puchero, y volteó los ojos a un lado, completamente abochornada. Él tomó cercanía y llevó una de sus manos al libro que ella insistentemente apresaba con los brazos en el pecho…

–Y bien, ¿no ibas a darme algo más?

Kagome terminó de aflojar el agarre para que él pudiera tomarlo, pero su interrogante volvió a confundirla, y estuvo tentada a preguntarle a qué se refería en ese momento, pero al volver su mirada se encontró con su rostro muy cerca, eso hizo que se confundiera más. Y por unos instantes fue incapaz de pensar…

– ¿Algo?

Su mirada se posó involuntariamente sobre sus labios…

¿Qué hacía? Parpadeó rápidamente y negó con la cabeza. Dio un paso atrás, y recordó a lo que podía referirse, pero tardó unos instantes en que las palabras llegaran a su boca y pudiera pronunciarlas.

–Ah, claro. ¿Te refieres al postre, verdad?

Él casi vuelve a elevar una ceja, curioso. Pero solo cerró los ojos, y ya con el contenido entre sus manos empezó a caminar.

–Voy por él.

Sin demorarse más se dirigió a la cocina, procurando en el camino deshacer todo el efecto arrollador que le invadía todo el cuerpo, empezando por su ritmo cardíaco. Tenía que dejar de atontarse a cada que él tenía un micro detalle con ella, primero el que le dijera "brillante", y sumado a eso imaginarse cosas. Pero… ¿por qué no pudo pensar en algo más coherente cuando estaban cerca?

Sabía de antemano que esa emoción y esa alegría eran algo que no podría dejar de experimentar. Y en parte, no quería dejarlas. Pero debía controlarse si no quería pasar por atrevida. Con suerte, ese frenético latido de su corazón cesó.

De vuelta con el postre, encontró al joven sentado en el mismo sofá donde había estado dormitando ella. Él siguió leyendo hasta que se dispuso comer, entonces abandonó su tarea.

–Gracias.

La joven se sentó en el mismo sofá un poco girada hacia el peliplata para terminar de servir, y tras sus palabras sonrió con timidez.

–También es gracias a la anciana Shoga, revisó todo y me ayudó con las recetas. Cocinar con ella es muy divertido… creo que me he acostumbrado a eso.

Culminó su tarea y acomodó los cubiertos en la pequeña mesa, entonces le miró. Se veía tan relajado ahora que había dormido, ya no estaba aquel semblante tenso con el que llegó. Se acomodó un poco más recta y tomó aire.

–Por cierto, yo quería… preguntarte algo, Sesshomaru.

Él la observó de vuelta con algo de seriedad. No tenía que pedirle permiso para eso, y debía saberlo de sobra. La pelinegra omitió aquello.

–Es sobre lo que dijiste antes. Acerca de la venida de tu padre... Pienso que es una buena noticia, pero, ¿cómo te sientes en verdad, te alegra?

El ambarino permaneció callado por unos momentos. Como siempre, no anticipaba las preocupaciones de la fémina, pero cuando ya las exteriorizaba podía comprenderlas con una cierta facilidad.

Kagome pensó que no respondería, así que habló de nuevo. –Yo solo lo vi el día que llegué a esta casa, cuando nos conocimos… Pero me parece que sí se preocupa mucho por ti, creo que estará feliz cuando te vea. Después de todo te has recuperado.

Sesshomaru encontró sus ojos chocolates con un brillo particular.

–Se debe en gran parte a que no he estado solo.

La azabache supo lo que quería decirle, fue capaz de leer la gratitud en lo profundo de aquel mar de oro. La que él en verdad sentía. Quizás para los demás no sería evidente, pero ella podía saberlo, o al menos tener una idea. Volvió a sonreír por eso y retomó la palabra.

–Cuando nos veamos, seguramente él me preguntará cómo sigues en mi opinión. Me va a dar mucho gusto darle las buenas noticias… aunque aún tengas algunos pendientes…

El ambarino se llevó una mano a su bolsillo y extrajo el instrumento con el que solía ejercitarse los últimos días: una pelota de goma para rehabilitación.

– ¿Te refieres a esto?

–Precisamente.

Completó ella con una sonrisa ligeramente divertida. Él miró el objeto por unos segundos más, y después pareció pensar en algo más. Entonces habló.

–Cuando eso pase… –dejó una breve pausa. – ¿sigues considerando volver a la clínica de tu madre?

El instituto de su madre, en Kioto.

–Bueno, ahí es donde trabajaba. Y ya no me necesitarás…

Él estrujó la vista: claro que la necesitaba. La pelinegra llevó sus ojos a sus propias piernas.

–Lo que quiero decir es que tus cesiones de ejercicio son breves, no tendría que venir todos los días. Por una parte eso es bueno, ¿no crees?… ya que volverás a tu vida normal. Tu día a día.

"Por una parte", rescató él; queriendo no olvidar que lo dijo así. De pronto el mentado día a día parecía algo foráneo, algo lejano que ninguno de los dos buscaba en esos momentos... Pero ambos sabían que era inevitable. Él tendría que tomar decisiones sobre su futuro laboral igual que ella, ¿no?

No era solo eso. En otras circunstancias probablemente esto le causaría molestia o inconformidad, mas sin embargo, el ambarino ya había tomado una resolución al respecto que abarcaba algo más importante. La azabache, en cambio, a ciencia cierta no estaba segura, pero algo le decía que no debía tener miedo.

–En pocas palabras, –prosiguió él. –te tendré por un par de días más como mi enfermera.

Ella asintió. Algo de sus ojos le hizo sentir bien.

–Y veo que aún tengo trabajo. Necesitarás evitar todo ese estrés que tienes encima, eh… Sé que los niveles de estrés a los que se someten la mayoría de los ejecutivos son altos, por eso yo...

–Vas a recomendarme delegar, ¿no es cierto?

–Para variar… –felicitó. Entonces volvió a estar seria. –No soy experta en la materia de administración. Pero… solía ver a mi madre bastante ajetreada con eso… así que, ¿lo harás?

Con ese par de ojos que lo observaban atesorando una súplica, él supo en seguida que no podría negarse. Su padre en su momento también lo había dicho. Todo lo que no quería para Inuyasha o para él era una vida como la que tuvo, la distancia con sus hijos o con su primera esposa resultó incluso en un divorcio; ninguna buena posición valía sacrificar su felicidad verdadera. Inu Taisho parecía estar frente a él en ese momento. Pero no era su progenitor, sino ella, la mujer de la que cada vez volvía a enamorarse. Sin darse cuenta, su mirada volvió a cobrar intensidad, hablando más fuertemente por él mismo.

Kagome percibió esto, y sintió cuando pronto los nervios empezaban a hacer estragos en toda ella. No pudo evitar sonreír, con las mejillas tenuemente rojas. Nunca se acostumbraría a ser escrutada por ese joven, simplemente el saberse blanco a quema ropa de su visión era demasiado abrumador. Buscó de qué hablar, y al verlo llevarse un bocado a la boca no pudo evitar decirle algo al respecto.

–Ah… y… ¿qué tal? ¿Te gusta?

Él saboreó el postre en su paladar, y la observó con un cierto brillo. –Pensé que eso te lo había dejado claro temprano, Kagome.

Le tomó unos segundos admitir la dirección de su respuesta. Y su rostro se tornó aún más rojo al entender lo que quiso decir. Se sintió desfallecer.

– ¡Eh! No, yo–yo estoy hablando del pastel. –espetó con prisa, tartamudeando. –No me dijiste nada sobre si te agradó…

–Hump. Sí, el pastel también.

¿También? Ella tuvo que clavar la vista en sus piernas ante todo el calor de su rostro. Su corazón de nuevo latía frenéticamente y ella no podía hacer nada para callarlo. Estaba… estaba intimidándola, ¿él?

La azabache se veía realmente adorable desde donde él estaba. Sus pequeñas manos se tomaban una a la otra, lo que le hizo pensar que además de apenada estaba nerviosa. Ella en verdad no le había dicho nada con palabras, pero sus reacciones parecían hablar y delatarla. Se atrevió a tomar una pequeña porción del postre e inclinarse muy levemente hacia ella para llamar su atención.

Kagome le miró, y al ver que colocó la cucharilla extendida frente a ella tuvo un caos mental. Parpadeó, ¿era en serio? Buscó su mirada con firmeza, tratando de negarse a probar, pero sus ojos dorados no admitían ninguna negación, ¿todo lo que quería era acarrearle un infarto acaso?... Cerró los ojos con pesar, tomó aire y se dispuso tomar el cubierto con su mano para probar, pero él la interceptó por la muñeca.

– ¡Oye!

Él sonrió, por primera vez mostrándole aquella expresión a plenitud, pero en un claro mensaje de que no iba a ceder. Ella casi hace un puchero, envidiándole que pudiera mantenerse tan tranquilo mientras ella apenas y podía permanecer racional. Terminó por resignarse, abrió la boca y tomó el bocado. Llevándose la mano libre a los labios para cubrirse al masticar. Y nuevamente se preguntó cómo podía él estar ahí sonriendo, con tanta serenidad que parecía inverosímil.

Es más, ¿cómo ella podía estar racional después de verle sonreír?

Sesshomaru se dio por bien servido, por fin liberó su muñeca para que se acomodara de nuevo en su lugar. Iba a hablar, pero la voz de cierto peliplata escandaloso se dejó escuchar desde alguna parte de la casa.

– ¡Oigan!, ¿Dónde están las personas de esta casa?

La azabache se puso de pie, como impulsada por un resorte.

– ¡Inuyasha nos está llamando!, hay que ir.

La vio prácticamente huir… El ambarino se dijo que lograría hacer que dejara de cohibirse. No la culpaba, pues en parte tenía esa responsabilidad, siempre había sido distante con ella, hasta petulante y lo admitía; se había forjado una coraza, una muralla que por voluntad propia no había derribado. Ahora era natural que ella se cohibiera… Kagome no comprendía lo mucho que deseaba tenerla cerca aún, pero él sabría demostrarlo con paciencia.

La pelinegra salió antes del despacho. – ¿Qué sucede, Inuyasha?

–Sesshomaru, ya lo sabes, ¿no? Ya que nuestro padre está por llegar. ¿Deberíamos hacer algo, o no?

– ¿Algo? –la azabache ladeó el rostro con confusión.

– ¿Hablas de planear una reunión?

– ¡Claro! Es nuestro padre, la anciana Shoga dice que tiene años sin pisar esta casa… aunque no sería una reunión. –el peliplata se rascó la cabeza con duda. –No me gustan las fiestas.

En eso concordó su hermano mayor. La verdad no lo había pensado, esas cosas eran más propias de la segunda esposa de su padre, Izayoi. Sin embargo, esta vez la visita de su padre era algo especial.

–Yo creo que es una buena idea. –intervino el anciano Mioga, considerándose con la experiencia necesaria para opinar. –El señor Inu Taisho estará muy contento si hacen algo para cuando regrese.

–Podemos hacer una comida, –agregó la esposa del anciano. –prepararé los platillos favoritos del señor.

–Eso suena bien… –afirmó el joven con peculiar alegría. –Está decidido entonces, cumplan su palabra, eh.

Todos notaron el entusiasmo del menor, lo conocían bien y no hacía esos planes por cualquier persona, no cabía duda de que estaba feliz, tal y como su hermano mayor. Sesshomaru decidió que era oportuno e idóneo, le veía otro semblante al par de leales sirvientes de su padre.

Se dedicó a pasear la vista por el salón, elevándola hacia las paredes altas, las lámparas, los cuadros, las cortinas… y se detuvo en la anciana.

–Creo que esta casa puede verse mejor. ¿No, Shoga?

La anciana entendió perfectamente lo que quería decir. Y sonrió, asintiendo un par de veces con la cabeza. Él completó;

– ¿Podrás hacerte cargo de todo tú sola?

La pelinegra a su lado le miró, curiosa. Pero antes que nada saltó otro de los mayores. Carraspeando y con voz chillona.

–No lo creo; pero si me permite, mi estimado joven Sesshomaru, su servidor se hará cargo de to…

–Tú me ayudarás en la empresa, Yaken. –le silenció, con una mirada muy fría de pronto.

– ¡Como usted diga, señor!

Los presentes no pudieron evitar reír por lo bajo, la azabache se sonrió, pero sintió algo de pena por el anciano.

–Si me lo permite, jovencito, –habló la anciana. –sí voy a necesitar a alguien más apoyándome.

La azabache observó a la anciana por lo dicho, y fue entonces que se percató de que ella y el ambarino la miraban. Finalmente él le habló.

– ¿Puedes ayudarla, Kagome?

La aludida pestañeó, así que eso se traían ellos. Miró a ambos, luego a Inuyasha. Y sonrió. –Por supuesto. Será un gusto.

La anciana celebró, y ante el escaso tiempo empezó a hablarle de todo lo que necesitaban hacer, tenían mucho trabajo en esa amplia casa. Ambas se fueron a la cocina, dejando solos a los dos peliplatas en la sala. Inuyasha estaba sorprendido, pero no lo demostraría frente a él. Fue claramente consciente del intercambio entre su amiga y su hermano, era muy leve, pero se notaba que algo había cambiado entre ellos, parecían ir mejor de lo que esperaba. Si no fuera testigo de lo que había ocurrido desde hacía tiempo, no lo creería.

Le alegraba, mucho. No solo por su mejor amiga, sino por él, por Sesshomaru. Kagome era una gran persona. Y era la indicada para estar a su lado.


–No te lo imaginas, Sango. Tenemos que comprar muchas cosas, limpiar, cocinar, será un gran trabajo en la Casa Taisho.

La castaña se acomodó en su cama, acomodando mejor el dispositivo por donde podía ver a su amiga.

*********–Suena bien, a pesar de todo ¿no?... Entonces ya todo ha vuelto a la normalidad. Parece que estás mejor, Kagome. Mejor que cuando volvimos de Argentina.

La aludida sonrió, y se sonrojó. Se incorporó de la cama en la que había estado recostada y se sentó de piernas cruzadas. –Creo que sí. No te he contado pero… hoy Sesshomaru me dijo algo.

*********– ¿Ah sí?, ¿qué? Cuéntame. No me digas, ¿le confesaste que lo quieres? ¿Qué te dijo?

Cuando iba a decirle, Rin entró en la habitación, Kagome prefirió no decirle delante de ella que el ambarino era quien la había tomado por sorpresa.

–Bueno… algo importante, créeme, o al menos creo yo. –observó momentáneamente a su hermana menor deteniéndose a sacar a sus cachorros en la puerta. Entonces una idea le vino a la mente. –Hey, ¿qué tal si nos ayudas a la señora Shoga y a mí mañana?

*********– ¿Yo?, pero… ¿no es entrometido?, casi nunca voy a esa casa.

–No habrá problema. La casa es muy grande y hay que remodelar mucho. Solo ayúdanos hasta medio día, ¿sí?

Juntó sus manos en señal de súplica. Y acomodó su mejor mirada suplicante.

*********–Está bien. –accedió al leer sus ojos. –Pero allá me cuentas, ¿de acuerdo?

– ¡Gracias!, claro. Nos vamos temprano, pasaré por tu casa a buscarte…. Buenas noches.

Colgó la llamada y recibió a la niña que de un salto se metió junto a ella en la cama. –Rin. ¿Vienes a darme las buenas noches?

–Sí, hermana… me alegra que estés tan contenta. Mamá me llamó hoy, le conté que fuimos al parque…

– ¿En serio?, –la pelinegra tomó su celular y lo revisó fugazmente para después añadir; –entonces yo también le pondré un mensaje.

–Dale las buenas noches de mi parte. Te quiero mucho.

Le dio un beso a su pequeña y la despidió. Se preparó para dormir, sin olvidar el pendiente. Le dejó el mensaje a su madre comentándole brevemente que estaba bien, y que esperaban la llegada del señor Taisho, recordando que él y su mamá eran buenos amigos. Contempló la fotografía de su madre un par de segundos y vio la alerta de un mensaje nuevo.

Sin embargo, se sorprendió mucho más al leerlo.

Mañana me iré temprano a la compañía. Dejo todo en tus manos y en las de Shoga. Sé que harás un buen trabajo. Buenas noches.

Sesshomaru.

No pudo evitar sonreír, y sentir aquellas cosquillas recorrerle desde su interior. Era un mensaje corto, sí, pero el significado le alegró todavía más. Se llevó el teléfono al pecho unos momentos, y después de responderle se recostó con una gran sonrisa.

Entiendo, espero que te vaya muy bien mañana.

Gracias por confiar en mí, me esforzaré mucho. Descansa, buenas noches, Sesshomaru.


La mañana siguiente fue todo un reto, no era definitivamente como ella lo imaginaba. La mansión poseía muchas cosas que eran, a opinión de la anciana Shoga, "antiguas", y que por ende debían remodelarse; la tarea de limpieza fue intensiva, y a sabiendas de eso, Kagome optó por irse con una ropa cómoda y recogió su cabello en una coleta alta; se apoyó en Sango para limpiar las cosas altas y la inmensidad de adornos con los que contaban. El sirviente cambió algunos focos de la lámpara más elevadas, admitió que fue muy divertido ayudarlo con la escalera, era muy alta. Se felicitó varias veces por haberle pedido a Sango que estuviera apoyándolos, ya que eran muchas cosas para ellos solos.

Conforme avanzaba la mañana salieron a buscar víveres, la cocinera ideó varios platillos y pensó en ingredientes de muchos tipos. De regreso, continuaron con la limpieza, usando la aspiradora y sacudiendo algunos tapetes.

–Kagome, yo me encargo de ese, es muy pesado.

–Anciano Mioga, usted ya no es tan joven, ¿sabe?

Hizo una mueca, pero sacudió sus manos y se alejó de la alfombra cediéndole el lugar al anciano al ver lo sonriente que estaba. Ingresó a la casa y supuso que era mejor si pedía la ayuda de Sango, esta se encontraba limpiando el último jarrón de porcelana del despacho, y antes de poder entrar a la habitación, la castaña salió.

–Ya terminé ahí. No sabía que era tan grande esta casa.

–Aunque no lo creas, yo tampoco. –rio. –y todavía falta la piscina y los cuadros del salón. No que mucho para la hora de la comida, así que después podríamos pausar.

–Podemos ir al jardín. –sugirió, y subió la vista hacia las paredes que las rodeaban en el salón. Los cuadros eran magistrales.

Se dirigieron a la alberca que ya había sido lavada y llenada por el anciano, Kagome y Sango recogían las pocas hojas que la jardinería había dispersado y que también flotaban sobre el agua. Por lo que, estando solas y fuera de la casa, la castaña se animó a comentarle su impresión.

–Tenías razón, Kagome, las cosas han cambiado un poco desde la última vez que vine. La casa y los señores Mioga y Shoga también te tratan con mucho cariño.

La azabache se estiró para empezar a tomar las hojas del agua, y sonrió. –Yo también lo creo. Me he acostumbrado bastante a ambos.

Eso era también lo que le había confesado al ambarino. Se permitió divagar…

–En realidad, ahora no recuerdo cómo era cuando no encajaba en esta casa. Hablo de las primeras semanas.

– ¿En serio?, me sorprende. Creía que convivir con personas de personalidades tan opuestas sería algo difícil de olvidar para ti… Aun así, hay algo que recuerdo…

La pelinegra detuvo un momento su quehacer y le miró, su amiga se había detenido a contemplar el agua.

–Desde el principio mantuviste una actitud positiva, Kagome, no te rendiste, y es por eso que creo que las cosas mejoraron.

La azabache meditó en sus palabras. Tal vez su amiga tenía razón. Pese a ello…

–Sin embargo, para ser honesta, yo cometí el error de no darme cuenta de lo que me estaba pasando con Sesshomaru. Más que todo porque recuerdo que hasta Rin me lo decía… –con ese pensamiento, su semblante se alteró ligeramente, vinieron a ella las memorias del pasado en que negaba rotundamente una y otra vez sentirse atraída por el ambarino. –Ay no. Ahora que caigo en cuenta de eso me da mucha vergüenza.

Se llevó las manos a las mejillas.

–Pues no tienes de qué, eh. No eres la única que estaba sintiendo algo, ¿o sí? –dicho esto le guiñó un ojo. –Era eso lo que ibas a contarme ayer, ¿verdad?

–Ah. Bueno, yo…

La pelinegra se sorprendió. No esperaba que su amiga lo adivinara tan rápido.

–Vamos, Kagome. Confiésalo…

Sango finalmente adoptó la complicidad, y su mirada emocionada delataba que moría de curiosidad. Porque era precisamente por ese brillo en los ojos chocolates de su amiga azabache que sabía que algo bueno había pasado. Le contentaba en demasía verla así de feliz, porque eso debía significar algo bueno ¿no?... entonces ensanchó los ojos de pronto.

–Kagome… ¿Será porque hubo algo más que ese abrazo de la otra noche?

–Eh… pues, la verdad, sí. –admitió, inocente. Y rio con nervios. –Como te dije, aunque me abrazara yo no podía estar segura. Pero, ayer hizo algo más.

Vio a su amiga sorprenderse y conmoverse, la castaña subió las manos a su regazo y tenía casi estrellas en los ojos.

– ¿Fue algo más, dices?, pues, algo más que un abrazo es un… –la castaña parpadeó. –Espera, Kagome, no me digas que él te dio un…

La aludida casi se cae lado.

– ¡No, no, Sango! –negó con histeria. No pudo evitar enrojecer a más no poder. Levantó las manos y las sacudió, en señal de negación. –Claro que no pasó eso. ¿Cómo se te ocurre?

– ¿Lo dices en serio?, ¿segura, Kagome? Te has puesto totalmente roja.

– ¡No!

– ¿Y no se te pasado por la cabeza?

– ¡Sango! –la imagen fugaz de la tarde anterior en el despacho le acusó mentalmente, la imagen cercana del ambarino, aquel beso en la mejilla que le dio, y cada vez que estaba cerca… cerró los ojos con fuerza. – ¡Olvídalo, Sango!, deja eso. ¡Ya!... eh–

En medio de su descuido y frenesí, se acercó demasiado a la orilla de la piscina, al final terminó por caer torpemente de pie dentro del agua. Sango, que en un principio se asustó, al ver su puchero infantil, sonrió.

– ¡Mira lo que causas, Sango!, es tu culpa.

Empezó a salir totalmente empapada de agua, subiendo las escaleras en la esquina de la piscina. Y ante la carcajada cantarina de su amiga ella también terminó por estallar en risas. Ahora era un desastre.

– ¡Niñas!, ¿ya terminaron?, –la anciana Shoga salió en ese momento al jardín. –la comida está casi lista. ¿Kagome, qué te ocurrió?

La azabache recuperó el instrumento con el que recogía las hojas. Ya no podría terminar su labor así y todas las hojas habían terminado en el agua por segunda vez. En ese momento también llegó Inuyasha.

–Creo que deberías cambiarte, ¿quieres que mi hermano llegue y te encuentre así? Recuerda que viene con el apestoso de Yaken.

– ¿Apestoso?

Las tres sonrieron ante el calificativo que usó para el enanito, Inuyasha no tenía remedio. Aunque en algo tenía razón, por lo que la azabache se miró la ropa mojada.

–Pensé que venían contigo, Inuyasha.

–No, él salía después. Pero ya debe venir en camino. Dijo que llegaría para almorzar.

–Inuyasha tiene razón, niña. –comentó la abuela, mirando detalladamente el atuendo que además tenía algunas hojas pegadas. –Pero me temo que no tengo ropa de mujer que te pueda quedar.

– ¿En serio? Puede ser cualquier cosa, ya que solo será mientras la ropa está en la secadora.

La anciana lo pensó unos momentos más. Bueno, quizás sí había algo que podría quedarle.

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Cuando Kagome le dijo que podía ser cualquier cosa, no imaginaba que solo tenía de su talla ropa de sirvienta. Y no, no de sirviente común. Ella y Sango rieron mucho cuando salió ataviada con el típico –relativamente– uniforme de servidumbre en tono azul marino.

–Bien, Kagome, ahora eres toda una maid. Puedes trabajar en un café.

–No te burles, Sango. La señora Shoga me advirtió que esto hace mucho no se usa en esta casa.

Bien, quizás los pronunciados encajes de ese traje estaban de más. Era algo demasiado tradicional y típico de familia distinguida para su gusto.

–No importa. Solo será un ratito. Es el tiempo justo para comer.

Pensándolo bien esa falda recta era similar a la de enfermera, solo que mucho más corta, siendo que esta prácticamente dejaba medio muslo al descubierto hasta justo encima de las rodillas (eso definitivamente era más típico de occidente) donde era cubierto por unas medias blancas. Tenía mucho tiempo sin usar ese tipo de faldas, una parte de sí se sintió nostálgica al compararlo a su uniforme blanco, pero otra se sintió avergonzada. No usaba faldas cortas desde la preparatoria.

Por qué vestir a unas sirvientas como si fueran muñecas. Cosas de millonarios.

Se rehusó a ponerse el gorro.

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– ¿Me esperas para ayudarte afuera, Sango?

La azabache se incorporaba en ese momento de la mesa.

–No, Kagome. Descuida, yo terminaré con la piscina sola.

–Permíteme acompañarte, niña. No queremos otra caída. –agregó la anciana desde el otro lado de la mesa, a lo que sonrieron una vez más. –Solo deja y me ocupo de recoger el comedor y de preparar más café.

–Yo hago eso, anciana Shoga. –intervino la azabache. –ordenaré aquí, y también me ocupo de los platos. Lo haré rápido para poder ir a cambiarme de ropa.

–Está bien, como tú digas. Y no olvides el café del viejo Mioga… está ansioso por probar esa cafetera.

Ya encontrándose sola, la joven ahora sí observó el desastre en la mesa. Habían comido mucho más que otros días. Ajustó el cinturón del delantal y se dispuso a hacer todo rápidamente; después de unos minutos ya estaba terminando con los platos, se fijó en algunos utensilios "nuevos" que habían agregado a la cocina; algunos eran nuevos realmente, otros, como una cafetera, eran más bien artefactos que habían sido usados hacía muchos años atrás por la familia.

Viéndose así, en aquella posición frente al fregadero, ahora sí se sentía como toda una chica de servicio, pensó con gracia. Lo único que necesitaba era una música bailable para amenizar el quehacer. Se permitió reír ante la imagen de su mente, qué locura. Entonces la voz de Yaken irrumpiendo en el salón la alertó.

¡¿Eh, ya llegaron?!

Continuará…


Y…. hasta aquí hoy. XD

¡Hola! Qué les digo, siempre que digo que haré el capítulo con menos palabras, acabo por hacerlo más largo. Jejeje…

Me he dicho que escribiré con menos explicaciones pero no se me da T-T xD

¡¿Qué creeeen?...! Ya lo tengo, tengo la idea para el añorad :3

Estoy feliz por las nuevas seguidoras, así que andando el 21… Espero sus comentarios *-*

¡Hasta pronto!