Bienvenidas. Los personajes de la siguiente historia, no me pertenecen, son de Meyer; la historia tampoco es mía, es de blueberrytree, solo me adjudico la traducción.

¡DISFRÚTENLO!


De otra manera

Parte I

Para la mayoría que convivía con ella, Isabella Swan exhalaba autoconfianza y sagacidad. Eran pocos los que sabían que los acontecimientos trágicos de su pasado habían hecho que todo lo que ella mostraba ser fuera exactamente lo que no era.

Hasta sus diecinueve años, Isabella no había tenido muchas preocupaciones en la vida. Lo que más recordaba eran apenas flashes de algunos ex-novios, una blusa nueva manchara y el entierro de su hámster, cuya placa de cartón decía: "aquí yace Pug, mi mejor amigo". Aún podía ser encontrada en el jardín de su casa.

Dicen que nunca sabes cuándo algo va a pasar y transformar tu vida. Con Isabella no fue diferente.

Era 12 de abril cuando un carro a alta velocidad colisionó con la vieja camioneta roja de los Swan. Charlie, el jefe de policía de la pequeña ciudad de Forks, fue quien sufrió más impacto. El hombre al que todos se referían como honesto y trabajador; el padre, al que Isabella cuando niña adoraba halar de su bigote, y cuando adolecente conseguía todo lo que quería solo con una sonrisa, seguido de un "por favor, papá", dejó de respirar apenas su cabeza golpeó el volante. Rene, la extrovertida ama de casa y la mamá con quien Isabella pasaba noches conversando, aguantó más tiempo, pero aunque la ambulancia hubiese tardado menos tiempo en llegar, el profundo corte en su cuello no daba otro destino que no fuera la muerte.

Isabella estaba sentada en el asiento trasero. La dulce y tímida chica no conseguía organizar sus pensamientos. ¿Qué pasó? Un fuerte dolor en la espalda hizo que levantara la mano hasta su torso y sintiese algo húmedo. Trayendo la mano hacia sí, notó que era sangre, y esa fue la última cosa que recordaba antes de desmayarse.

La joven se despertó en la cama del hospital donde le informaron que sería necesario remover los vidrios que aún penetraban su piel. Todo en lo que ella lograba pensar era: "¿En dónde están mi papás?", pero su cerebro parecía no querer cooperar con su voz y las palabras no salían de su boca. No escuchaba nada de su alrededor, solo sabía que alguien trabajaba en su espalda, pero no sentía nada. Después de una serie de exámenes, un médico se sentó a un lado de su cama. Hasta hoy, no recuerda mucho de esa conversa, solamente frases sueltas como: "ya fallecieron", "imposible ser suturada" y el tan repentino "lo siento mucho". Ellos decían que era una chica con suerte por haber sobrevivido. ¿Pero cuando la suerte significaba perder a las personas que amas?

Fue por culpa de las miradas de lástima que Bella dejó Forks. La casa de la familia fue puesta en alquiler, y con el dinero que recibió del seguro de vida de sus padres se mudó a Seattle. Allá comenzó a trabajar en el almacén de los Newton. El salario no era mucho, pero junto con el dinero que recibía de la casa en Forks, conseguía mantener una vida lo suficientemente cómoda para una sola persona.

Casi todos adoraban a Bella ―así era como la llamaban en su nueva ciudad―. Claro, decir que todos la adoraban era una exageración, ya que muchos compañeros, cuando estaban lejos de ella, se entretenía abriendo sus bocas llenas de veneno para criticar hasta de su nombre.

―¿Bella? Apuesto que solo le gusta que la llamen así para que digan "Carajo, no podría tener un nombre más propicio" ―decía Jessica, rolando los ojos.

―¿Podría ser más egocéntrica? ―preguntaba retóricamente Bree.

Obvio que todo no pasaba de habladurías. Bella despertaba el deseo sexual de muchos hombres, inclusive de Mike, a quien Jessica se refería como "mi pareja perfecta".

La chica con piel de porcelana y rostro en forma de corazón nunca le dio confianza a Mike, él era el hijo de los dueños del almacén en el que trabajaba, y cualquier charla que pasara de algo profesional, con seguridad perjudicaría su trabajo.

Bella no se relacionaba con nadie, tan vez su lado sarcástico y su belleza, hacía que los demás olvidaran que nunca había contado lo que la trajo a una nueva ciudad. La máxima relación que Bella tenía con un hombre era física, pues el deseo sexual venía y ella dormía con hombres de los que ni siquiera recordaba sus nombres, pues ni siquiera esperaban a que alcanzara su orgasmo antes de llenar su semen dentro de un condón. Era de esperar que recordara apenas el nombre de dos.

Así vivió por dos años, hasta que un día, 17 de agosto, vio cómo su vida cambió por segunda vez.

Lauren, su compañera de trabajo, celebraba sus 22 años. La fiesta fue dada en su patio trasero e Isabella decidió ir solo porque era uno de esos días en los que sentía cuán sola estaba. En menos de dos horas, la casa ya estaba llena. El ruido alto y la tercer botella de cerveza hacían que la chica, que hace media hora había tirado sus zapatos, se lanzara a bailar en el pasto de la parte de atrás de la casa, llamando la atención de los hombres ―solteros o no―, pues veían cuán apretado era su jeans e imaginaban cuán suave debía ser su piel bajo la camisa que, con cada movimiento, se alzaba y exhibía un poco más de su cintura.

La canción movida terminó, y otra, que no le agradaba mucho, comenzó. Esa era la oportunidad para buscar otra cerveza. Aún descalza, entró en la casa, ignorando las miradas y piropos torpes.

Sentado al lado del lavaplatos estaba un hombre con jeans amplios y una camisa negra de cuello en "V". Ella cogió una botella verde de cerveza y la abrió. Bella podía ver la piel extremadamente blanca ―sorprendentemente más blanca que la de ella― de su abdomen masculino, y se impresionó con el deseo súbito que tuvo de mordisquear ese lugar y dejar registrada su marca. Apenas se llevó la cerveza a los labios, los ojos de él se cruzaron con los de Bella. Ellos eran del mismo color de la botella. La barba por hacer y la forma en que su rosada boca bordeaba el vidrio verde, hicieron que Bella pensara que ese era el tipo más sexy que había visto en un buen tiempo. Claro que ese pensamiento fue estropeado cinco segundos después, cuando el chico se atoró con la cerveza y escupió todo el líquido en el suelo.

―Hey, ¿estás bien? ―preguntó ella.

―Sí, disculpa… S-solo me atoré ―respondió de forma, aparentemente, nerviosa.

―Sí, lo pude notar.

―Disculpa, permiso ―dijo y se alejó de ella.

Bella ni siquiera tuvo el tiempo suficiente para responder "Claro". Antes de que pudiera abrir la boca, cabellos de bronce ya no estaba más en esa parte de la casa. ¿Cuál es su problema? Se preguntaba ella. Sabía que era lo suficientemente bonita como para hacer que un hombre se sintiera atraído por ella. ¿Por qué diablos no quiso conversar? Lo quería conocer. Lo que no sabía era que el chico de ojos verdes era muy tímido.

Edward, que era como se llamaba, hijo de Esme y Carlisle, creció lleno de los mimos de su madre e influenciado por la gran sabiduría de su padre. En la adolescencia despertaba el interés de las chicas, pero su dificultad para adaptarse a las banalidades de su generación, hacía que él no fuera tan aceptado socialmente. Había gente que decía que venía de otra época.

Así fue creciendo como un hombre tímido, con pocas ―pero valiosas― amistades. Cuando la chica, de pies descalzos y largo cabello castaño, apareció frente a él, entró en pánico; cosa que no ocurría desde que tenía 13 años, cuando involuntariamente tuvo una erección en medio del salón de clases y la profesora lo llamó al tablero. Esta vez el pánico no fue por una erección, pero si por las ganas que tuvo de hablar con ella y no saber cómo. Aturdido por el atoramiento con la cerveza, ni al menos intentó seguir con el asunto. Con temor de hacer el ridículo aún más, solo salió del lugar.

Cogiendo una cerveza de dentro de la nevera, Bella bebió todo el contenido de la botella antes de salir ―con una más en la mano― detrás del chico sin nombre que la dejó ahí, sola.

Mira, Bella nunca quiso muchas cosas en la vida ―y mucho menos alguien― pero quería a ese chico de cabello bronce.

Nada funcionaba. Durante una canción intentó hacer su baile más sensual, pero él no se movía de la mesa en la que estaba a tres metros de distancia; mientras los silbidos de extraños llegaban a sus oídos, ella quería que vinieran de la boca de él. La expresión de: "no se atrevan a tocarme" que les mostraba a los idiotas que intentaban acercarse los mantenía distanciados, pero cada vez que Edward la miraba, la cara de: "tócame, por favor", que hacía solamente para él, no parecía tener efecto. En su sexta cerveza, ella ya había llamado al "jódete". Jódete, no lo necesito. Jódete, ni siquiera es tan guapo. Jódete, debe ser gay. Jódete. Jódete. Todos los "jódete" fueron olvidados apenas él se levantó y fue en su dirección.

Con el corazón palpitando, ella pensaba: "¡finalmente!", pero la decepción invadió su rostro cuando él solo pasó a su lado. Así, el "jódete" fue aclamado nuevamente. Jódete, me cansé. Con el poco equilibrio que aún le quedaba, Bella fue tras el joven. Halándolo de la camisa, lo giró y solo tuvo tiempo de ver sus ojos verdes llenos de sorpresa antes de estampar sus labios en los de él.

Bien, Edward era tímido, pero no un mosca muerta. Toda la noche estuvo mirando a la chica bailar de forma casi prohibida, y cada que veía que en medio de algún movimiento pasaba las manos por sus senos, él pensaba en su abuela, o en el video asqueroso que Jasper le envió una vez por internet ―la verdad es que solo abrió el video porque Jasper dijo que era el mejor tipo de pornografía de los últimos tiempos, pero no sabía que "2 chicas y 1 vaso" (1) era el video porno de internet que dejó a millones de personas traumatizadas por el resto de sus vidas― y hasta recordaba el día en que vio a su mejor amigo Emmett desnudo, bailando al ritmo de "I Feel Good", los movimientos de cadera que Emmett hacía en las partes de "So good" nunca dejaban de tener su efecto "mata erección".

Después de un largo diálogo interno, Edward finalmente decidió tomar valor para hablar con la chica, pero apenas se levantó, ella detuvo todos sus movimientos y se quedó mirándolo con expresión temerosa; Edward interpretó esa actitud como algo negativo y desvió sus pasos, pasando de largo por su lado. Nunca, en sus 25 años de vida, el joven de ojos verdes había sido sorprendido por una actitud indiferente. La chica era pequeña, pero la fuerza con la que lo haló de la camisa mostraba que su deseo era mayor que su tamaño.

Él podría haber pensado en diversas cosas: que no sabía el nombre de aquella chica antes de besarla, que ella no se preocupó en saber si él tenía una novia, pero todo en lo que lograba pensar, era que la chica que estuvo mirando la noche entera estaba besándolo. Con eso en mente colocó las manos en su cintura y la acercó más.

Antes de explorar la boca de Edward, Bella intentaba adivinar que sabor tenía. El único problema es que cuando su lengua atravesó los ansiados labios, solo sentía sabor a cerveza. Tal vez el sabor fuese de la boca de él o de la propia. No importaba. Bella adoraba la cerveza y también pasó a adorar los besos de él. Parecía que él sabía exactamente que presión colocar en los labios y qué movimientos hacer para dejarla con ganas de más. Entonces, cuando Bella presionó su cadera a la de él, esperaba oír cualquier cosa, menos…

―Deberíamos detenernos, ¿no? ―Edward preguntó, separando sus bocas.

―No ―dijo Bella, pasando las manos por dentro de la camisa de él.

Las manos de él fueron a parar dentro de los bolsillos traseros del pantalón de ella, y no pudo evitar apretar la carne que estaba en sus manos. Besos mojados eran dejados en el cuello y delicadas manos la atraían más cerca. Bella podía sentir cuán excitante aquello se estaba volviendo, y por eso, una vez más, no esperaba las palabras que salieron de la boca de él.

―Hey, vamos a parar, ¿ok?

―¿Cuál es tu problema?

―No tengo ningún problema. No sé ni tu nombre.

―Bella. ¿Podemos continuar?

―¿No quieres saber mi nombre?

―No ―dijo rápido. En el fondo, eso era mentira. El problema era que había ocultado eso―. Disculpa. ¿Cuál es tu nombre?

―Edward ―respondió indeciso. ¿Cuál es el problema con esta chica? Me ataca como si tuviese interés en mí y ¿ahora no quiere saber ni mi nombre?― ¿Tienes ganas de tomar otra cerveza?

―Puede ser ―respondió. Bella estaba nerviosa. Desde los tempos de colegio no conversaba con un hombre. El problema es que su forma de no demostrar nerviosismo era fingir que no le importaba. Tal vez si conseguía convencerlo, también se convencería a sí misma.

―Voy a la cocina por algunas. ¿Me puedes esperar en esa mesa? ―apuntó hacia la mesa en la que estaba sentado minutos atrás.

―Está bien.

Bella se sentó en la mesa y observó desde la distancia a Edward entrar en la casa. Aún tenía tiempo de huir. Si ahora salía de la fiesta, probablemente nunca más se encontrarían. Llevándose los dedos a los labios, lo pensó mejor. No sentía ganas de estar con alguien hace mucho tiempo, y esta vez se permitió realizar su deseo.

Edward regresó con dos cerezas en la mano, le entregó una a Bella y se sentó a su lado.

―¿De dónde conoces a Lauren? ―pregunto él.

―Trabajamos juntas hace algunos meses, ¿y tú?

―Es mi prima. No tenemos mucho contacto y, sinceramente, no tenía nada mejor que hacer hoy ―dijo y ambos se quedaron en silencio.

―Disculpa por la forma en que me tire encima de ti ―Bella dijo rápidamente. Ese era un tema totalmente fuera de su área de comodidad.

―No, está bien… y-yo quería hablar contigo, el problema es que creí que no estabas interesada, pero creo que estaba equivocado…

―Sí ―dijo, desviando la mirada, haciendo que hasta fuese irónico el hecho de que la chica que provocaría sueños nada inocentes en los hombres de esa noche solamente con su manera de bailar, pudiese estar, de repente, tímida bajo los ojos de un chico que demostraba enorme nerviosismo por estar en su presencia.

―¿Cuántos años tienes? ―preguntó, intentando que ella se sintiera más cómoda y calmar su propio nerviosismo.

―Veintiuno ¿y tú?

―Veinticinco. ¿Naciste aquí? ―preguntó Edward, intentando encontrar una conversa que no fuera tan íntima, cosas superficiales que hiciera tener más confianza el uno con el otro y pudieran hablar más de sus vidas.

―N-no ―Bella respondió, insegura.

―¿Qué te trajo aquí? ―preguntó sonriendo. Durante los dos años que llevaba viviendo en Seattle, Bella había logrado huir de la pregunta de su origen y de lo que la trajo a la ciudad. Nunca había preparado una respuesta a la pregunta.

―Yo… mis… ―intentó decir, pero tal vez la cerveza, o el nerviosismo, hizo que comenzara a sentirse mareada.

―Hey, ¿estás bien? ―preguntó ansioso. El rostro blanco de la chica estaba cada vez más pálido.

―Creo que estoy un poco mareada… mi presión debe haberse bajado ―dijo, colocando la cabeza entre las rodillas y respirando profundo.

Edward se levantó y colocó la palma de su mano en la espalda de ella, haciendo leves círculos.

―¿Cuántas cervezas bebiste?

―Más de las que debería.

―Si vomitas tal vez mejores.

―¡No puedo vomitar!

―¿Por qué no?

―Acabo de conocerte y besarte, sería extraño.

―No importa. Hasta puedo sostenerte el cabello. ―Entonces, enredó su mano en el sedoso cabello castaño. No tardó mucho y Bella estaba depositando todo el contenido de su estómago en el pasto a sus pies.

―Necesito lavarme la boca, me siento asquerosa ―dijo, levantándose. La tomó del codo y la llevó dentro de la casa.

En el baño, después de lavarse la boca con Listerine, que estaba encima del tocador, intentó calmarse. Quería saber más de Edward, pero infelizmente ―por lo menos por ahora― no podía dejar que el supiera algo de ella. Aún no estaba lista. Cuando abrió la puerta, Edward la esperaba afuera.

―¿Quieres ir a casa? ―preguntó él.

―Creo que mejor lo dejamos para otro día, aún no me siento completamente al cien por cien.

―No ―dijo avergonzado―, me refería a dejarte en casa, no a… ya sabes.

―Ah, sí ―dijo, completamente incómoda. ¿Podía empeorarse ese día?―. Está bien, vivo cerca, podemos ir a pie.

Y tenía razón, la casa era realmente cerca. El corto camino fue silencioso. Ella intentaba comprender lo que él tenía que la atraía tanto, y él intentaba tomar valor para pedir su teléfono. Apenas pasaron por una modesta casa, Bella se detuvo.

―Aquí vivo ―dijo, sacando las llaves del bolsillo del frente de su pantalón jean y sacudiéndolas.

―Yo… esta noche fue divertida ―dijo Edward.

En su cabeza, cuando lo ensayó en el pequeño espacio de tiempo que tuvo, diría eso y después de que Bella le respondiera "también para mí", pediría su teléfono para que, tal vez, salieran de nuevo. El problema fue que el "también para mí", nunca llegó. Al contrario de eso, ella se rió con ganas.

―¿En serio, Edward? ―Bella preguntó entre risas―. ¿Cuál fue la parte más divertida? ¿Una loca atacándote en medio de la fiesta o asegurar el cabello de esa loca mientras vomitaba?

―Bien, si tuviera que escoger, me quedaría con la primera opción, pero tomando la segunda, la del vómito, me gustó sostener tu cabello también, es suave ―dijo, un poco tímido, esperando oírla reír, pero al contrario de eso, una sonrisa surgió en el rostro de la chica.

―Sí. La verdad es que en la parte del vómito, creo que también me divertí ―dijo y esa fue la oportunidad que él necesitaba.

―¿Crees que puedas darme tu número? Para marcarnos, y salir otra vez, o algo así… ―dijo, sacando su celular del bolsillo y entregándoselo. Satisfecho cuando ella grabó su número, guardó su celular de nuevo.

―¿Entonces creo que nos vemos por ahí?

―Sí, definitivamente ―dijo, regresando a casa de su prima para coger su auto.

Edward no logró dormir bien esa noche. Podía estar preocupado por el hecho de que la chica, que apenas conocía, despertaba en él sentimientos que no sabía explicar y mucho menos controlar, pero nada de eso pasó por su cabeza. Lo que le impedía dormir era solo la anticipación. Acostado en la oscuridad de su cuarto, pensaba en varias formas de empezar a hablarle; ¿debería decirle "Hola, Bella" o "Hola, soy Edward"? ¿Será que por la mañana pensará que fue una idiotez haberle dado su número? ¿Será que se encontrarían mañana?

Al día siguiente de la fiesta, Bella se despertó con una fuerte resaca y sus labios secos imploraban por agua. Levantarse solo hizo que su cabeza doliera aún más, pero quedarse acostada todo el día no era una opción.

Después de beber dos vasos con agua se detuvo a pensar en los hechos de la noche anterior. Recordaba todo con casi perfecta precisión, pero de todos los acontecimientos de la noche pasada, solo uno se destacaba esa mañana: Edward. Se acordaba del nombre de él y ni siquiera un orgasmo fue necesario para eso.

Cogió su celular y lo miró. Claro que no fue como instinto para saber si Edward la había llamado, pero sí para ver si el aparato estaba cargado en el caso de si alguien quería entrar en contacto con ella; además, su número lo tenían muchas personas. A las tres de la tarde, Bella ya estaba irritada. Mientras tomaba un baño su teléfono sonó, indicando un nuevo mensaje. Saliendo de la ducha, sin siquiera enrollarse una toalla, cogió el celular. Abriendo el mensaje miró que no se trataba de Edward, y sí de su operadora ofreciendo una promoción imperdible. Si no fuera por el hecho de que él podría llamar, ya habría tirado el aparato contra la pared.

Después de limpiar las pisadas que dejó por la casa, decidió sentarse en la sala y mirar un programa de televisión, que ya era hábito de los sábados. Concentrarse en la programación era difícil, pues sus pensamientos siempre terminaban en él.

En el comercial de una marca de ropa, no pudo dejar de notar cuánto la ropa de uno de los modelos le recordaba a lo que Edward usó la noche pasada. Cuando la película que esperaba ver comenzó, comparó al muchachito de la historia con él; excepto, claro, que no tenían el mismo color de ojos, ni la misma nariz, ni la misma sonrisa; obvio que no necesitaba hablar de sus hebras bronces, nadie tenía ese tipo de cabello, solo Edward.

Era extraño, alguien como ella, que pasó tantos años sola, no sabía cómo lidiar con una situación así. ¿Qué tenía él que la hacía sentirse tan atraída?

La película ya estaba a la mitad y ella casi dormida. Tal vez, si no fuera por el timbre de su celular a su lado, se habría dormido ―soñando con Edward―. Intentó no crearse ilusiones al coger el aparato, pero cuando vio el número desconocido, una sonrisa surgió en su rostro. Solo podía ser él… ¿verdad?

―¿Aló? ―dijo tranquilamente, no demostrando toda la ansiedad de la mañana.

―Bella, soy Edward.

―Hey. ¿Todo bien?

―Sí, y tú, ¿mejor?

―Definitivamente.

―Que bien… sí… te quería preguntar… no sé si tienes algo planeado… sé que es tarde…

―No sé cómo responderte si no me preguntas.

―¿Quieres ver una película hoy?

―¿A qué hora?

―Son casi las cinco y media de la tarde. ¿Puedo pasar a buscarte a las siete?

―Siete y media.

―Ok. Hasta pronto.

―Hasta pronto.

Dos horas después, Edward golpeaba suavemente la puerta de Bella. Cuando ella, usando solo un vestido negro y tacones del mismo color que hacían que sus piernas parecieran tres veces más largas de lo normal, abrió la puerta. Él no podía dejar de pensar en el cómo sería tenerla en su cama, usando solo esos tacones.

―¿Podemos irnos? ―preguntó ella.

―Claro ―respondió, caminando hacia el carro.

El encuentro apenas había comenzado y no estaba yendo muy bien. Bien, por lo menos para Bella. Desde el accidente ella podía contar en una mano cuántas veces fue en carro. Se sentía tonta por no haber imaginado que irían hasta el cine usando un vehículo. Espero no tener un ataque, pensó.

―Puedes entrar ―dijo, abriendo la puerta del copiloto. Fue así cómo Carlisle Cullen le enseñó.

Apenas se sentó en el puesto del conductor, Edward vio que Bella jugaba con el cinturón de seguridad.

―¿Necesitas ayuda?

―No, ya lo logré ―respondió finalmente, oyendo el "clic" del cinturón.

―¿Estás bien? Pareces asustada.

―Está todo ok. ¿Puedes encender el radio, por favor? ―pidió. La música siempre la calmaba.

―Claro ―él cedió al pedido y colocó su estación favorita.

El carro finalmente salió de casa y siguió hacia el cine que quedaba solo a 15 minutos de distancia. Ambos se quedaron en silencio y todo lo que se oía era la melodía de "Girl" de los Beatles. Bella intentaba prestar atención a la letra, pero sus manos no paraban de sudar. Tal vez ayudara conversar.

―¿Vives solo?

―Sí, hace tres años, ¿y tú?

―También. ¿Trabajas?

―Sí, pero trabajo en casa. Soy web designer.

―Parece divertido.

―Lo es. Es solo cuestión de darse a conocer en el medio, entonces se logra conseguir un buen dinero.

―Quisiera poder decir eso.

―¿No te gusta el almacén?

―No es que no me guste. Creo que me acostumbré, pero la paga no es mucha, solo lo suficiente. Aparte de que nadie sueña con convertirse en vendedora de un almacén por el resto de la vida.

―¿Es lo que sueñas hacer por el resto de la vida?

―No sé. ¿Tú te imaginas siendo web desingner para siempre?

―Sí, pero debo admitir que ese no era el sueño de mi vida cuando tenía doce años.

―¿Verdad? ¿Qué querías ser? ¡Espera! ¡Déjame adivinar! ¿Bombero? ¿Médico? ¿Astronauta? ―preguntó animada, pero para cada pregunta recibió un no.

―Estás lejos…

―Ok, me rindo. ¿Qué querías ser entonces?

―Un vampiro, pero infelizmente la profesión no estaba disponible en el mercado ―dijo él, haciendo que Bella se carcajeara.

En el corto tiempo que faltaba para que llegaran al cine, él contó cuán obsesionado estaba por las criaturas místicas cuando en su cumpleaños recibió de regalo un libro: "entrevista con un vampiro". Ella rió todo el tiempo y solamente cuando el carro paró pudo darse cuenta que logró distraerse todo el camino. Tal vez se había equivocado diciendo que el encuentro había comenzado mal.

Parados frente al cine, optaron por ver una comedia romántica que comenzaba en 10 minutos. Bella odiaba las comedias románticas, pero como sabía ―o al menos esperaba― que probablemente la mitad de la película pasaría besándose con Edward, no le dio importancia a lo que teóricamente iban a ver.

Ella no podía estar más acertada. Apenas entraron a la sala, Edward señaló hacia un lugar al fondo en donde se sentaron. Pensando que tendría que aguantar por lo menos 30 minutos antes de que él tomara alguna iniciativa. Se sorprendió cuando en el segundo tráiler él colocó la mano en su cabello y le besó bajo la oreja.

Edward se preparó para ese momento como un luchador se prepara para la batalla. Poco antes de salir de casa, llamó a su amigo Jasper y le hizo un montón de preguntas, casi todas fueron respondidas con un "haz lo que creas correcto en el momento". Si no fuera por el hecho de que Emmett probablemente se quedaría diciendo que él "finalmente iba a matar a la gallina" (2), habría hecho una segunda llamada.

Entonces, Edward decidió seguir el consejo de su amigo y fue eso lo que hizo cuando 10 minutos hubieron pasado dentro del cine: sus labios entraron en contacto con el cuello de Bella.

―¿Puedo besarte? ―susurró en su oído.

―Si yo no te pedí permiso, tú tampoco lo necesitas.

Durante toda la película, sus labios no se separaban por más de 2 minutos y cuando no estaban unos sobre los otros, vagaban por sus cuellos y orejas. Ambos salieron del cine sin saber cuál historia contaba la película.

―Esa fue la mejor película que vi ―dijo, tomando la mano de ella mientras caminaban por la calle.

―Definitivamente ―respondió riendo―. Y no creí que fuese posible, pero a cada minuto se volvía mejor.

―Eso significa que tenemos que hacerlo de nuevo.

―Sí, pero creo que mis labios agradecerían un descanso. Están un poco hinchados ―respondió, pasando la punta de los dedos por la piel sensible.

―Si… hasta Angelina Jolie tendría envidia.

―La culpa es tuya. Creo que realmente tienes un complejo de vampiro.

―Lo siento. Ok, es mentira. Me gusta mordisquear tu boca, principalmente el labio inferior ―dice, mirando al dolorido labio.

―Estoy bromeando. Lo puedes hacer de nuevo, me gusta ―dijo en su oído. Él se giró para besarla, pero ella desvió el rostro―. Pero no ahora. De verdad me duele.

―Ok ―respondió riendo y ella se unió a él.

―¿Puedo saber para dónde me llevas?

―Hay un "Johnny Rockets" cercano. ¿Tienes hambre?

―Un poco. Me comería una cheeseburger.

Algunos minutos después, llegaron al local.

―Siempre soñé con venir a un lugar de estos ―dijo ella, sentándose en un sofá rojo y observando el lugar que parecía haber salido directo de los años 50.

―¿Es tu primera vez aquí?

―Sí ―respondió. En Forks no hay ni siquiera McDonald's, pensó.

―Hasta hoy, no sé cómo no era una bola en mi infancia. Acostumbraba a venir mucho aquí con mis papás cuando niño.

―Ok. ¿Entonces que me recomiendas?

―Cualquier sándwich. Y aún no sé decir cuál es la mejor milk shake, pero creo que hay un empate entre la de Oreo y la torta de manzana.

―¿Qué tal si pido una y tu otra? Podemos compartir.

―¡Perfecto! ―dijo sonriendo.

Ambos hicieron sus pedidos y volvieron a conversar sobre los tempos en que Edward visitaba el lugar por lo menos tres veces en la semana.

―¡Ah, Dios mío! ―gritó Bella, interrumpiendo a Edward cuando él estaba contando sobre la vez que ganó una apuesta de quién conseguía beber tres milk shakes antes de su amigo Emmett―. ¡Tienen una Jukebox!

―Sí. ¿Por qué no escoges una canción?

―¡Ok! ―dijo sonriente, yendo hasta la máquina. Solo le faltaba saltar de alegría.

Él la observaba de lejos mientras ella mordía su labio, dudando al buscar una canción, y no podía dejar de reír por la cara de dolor que hacia después. De pronto, sus ojos se abrieron y colocó la ficha en la máquina, apretando los botones con una sonrisa en el rostro.

―¿Puedo saber por qué la señorita está sonriendo de esa manera?

―¡Tienen una de mis canciones favoritas!

―¿Y cuál es? ―preguntó, y como si la escena hubiese sido ensayada, la canción comenzó a sonar.

―¡Esa! ¿Me sacas una foto con la jukebox? ―pidió, entregándole su celular.

―Claro, vamos.

Se paró frente del aparato y él apuntó con dos celulares.

―¿También quieres una foto?

―No, quiero un video ―sacó una foto con el celular de ella y lo guardó en el bolsillo. Tocando el OK de su celular empezó a filmar―. ¿Qué fue? ¿No vas a cantar para mí?

―Eso es estúpido ―dijo Bella, riendo.

―¡Ya estoy filmando! ¡Vamos, un pedacito! ―pidió, haciendo un puchero. Ella entonces comenzó a cantar.

"What can I do? Don't want nobody! 'Cause baby it's you!" (3) ―cantó, y después de que las palabras salieron de su boca, el significado entró en su cabeza, sus mejillas se colorearon. Él paró de filmar y se acercó a ella.

―Prometo que no te voy a morder ―dijo y luego la besó. Solo se quedaron hasta que la canción terminó y regresaron a sus lugares―.

―Nunca había escuchado esa canción.

―La conozco hace poco tiempo. La descubrí porque hizo parte de la banda sonora de una película de Tarantino.

―Hmm…

―¿Qué pasó? ¿Qué cara fue esa?

―No me gustan mucho las películas de él…

―¿Cómo que no? ¿Ni Pulp Fiction?

―No.

―¿Kill Bill?

―No. Sus películas son muy violentas.

―¡Pero eres hombre, deberían gustarte!

―No, creo que lo sobreestiman.

―¿Podemos cambiar de tema? Porque si no, creo que voy a levantarme e irme, y realmente quiero probar esa milk shake.

―¿Solo porque creo que sobreestiman a Taratino?

―¡No lo repitas! ¿Esa milk shake de verdad vale la pena?

―¿Realmente estas aquí solo por la milk shake? ―dijo, fingiendo estar herido.

―Sí… ok, tal vez también por el hecho de que eres hermoso ―dijo mirándolo y se dio cuenta que intentaba no sonreír―. Y también porque me gustan tus besos.

―Prometo no hablar más de Taratino.

―Ok. Si cumples tu promesa hasta podemos salir más veces… si quieres.

―Quiero.

La comida llegó y estaba maravillosa. Edward no podía quitar los ojos de Bella. Era como si fuese una niña en un día de fiesta, la sonrisa no salía de su rostro por nada. Lo mejor fue cuando "Respect" de Aretha Franklin, comenzó a sonar y todos los meseros fueron hasta el centro del restaurante a bailar. Ambos, nunca se habían divertido tanto en la compañía de alguien del sexo opuesto.

Al momento de irse, Bella una vez más estaba nerviosa. Él abrió la puerta del carro para ella, así como a la ida, y ella se sentó en el asiento, respirando profundo. Está todo bien.

―¿Quieres que encienda el radio?

―Sí, gracias.

―Entonces, ¿te divertiste?

―Mucho. Sinceramente no recuerdo cuándo fue la última vez que me divertí de esa manera.

―Yo también. ¿Tal vez podemos planear algo la semana que viene?

―Claro. ¿Qué tienes en mente? ―preguntó, y se asustó cuando sintió la decepción de que solo lo vería la semana que viene.

―Por ahora nada, pero puedo marcarte para planear algo durante la semana.

La verdad, sabía exactamente dónde pretendía que el segundo encuentro ocurriera, pero quería un pretexto para hablar con ella durante la semana.

Cuando llegaron a casa de Bella, se despidieron con unos cuantos besos y una promesa de verse el próximo viernes.

A la hora de dormir, Bella deseó más que nunca tener a su madre para hablar sobre Edward. Recordaba perfectamente a su primer enamorado, Eric, y de cómo su mamá la consoló cuando él le había dicho "no eres tú, soy yo" la verdad, era todo culpa de él. Ellos serían la pareja perfecta, si no fuese por el hecho de que tenían todo en común. Incluso el gusto por los hombres. Hoy, ella le contaría sobre el chico de piel blanca como la nieve y ojos de esmeralda, que con un simple rose, hacía que sintiera todo lo que ningún otro hombre fue capaz de provocar.

A la mitad de la noche, se despertó respirando fuerte. Había soñado que su mamá la tenía en sus brazos y sonreía de felicidad, oyendo a su hija hablar del chico que intentaba robar su corazón. El sueño no regresó y todo lo que consiguió hacer fue llorar, intentando entender por qué su vida tenía que ser de esa manera.

A Edward no le importó que ya pasaran las once de la noche cuando llamó a Jasper. Necesitaba compartir con alguien cuán perfecta fue la noche. Jasper nunca oyó a Edward hablar tan animado sobre alguien, y no pudo dejar de alegrarse por su amigo. En su opinión, Edward era una buena persona y muy dedicado a las personas que amaba, merecía a alguien que lo tratase de la misma manera.

El domingo pasó lento para ambos. Él resolvía algo del trabajo, ella miraba algunas series que su generación nunca oiría hablar. En común, ellos tenían su mente en la noche del sábado y lo que pasaría el próximo viernes.

Lunes, cuando llegó al trabajo, Lauren haló a Bella a una esquina para que pudieran conversar sin ser escuchadas por Bree y Jessica.

―¿Entonces? ¿Cómo estás?

―Bien, ¿por qué?- ―preguntó, sin entender por qué Lauren parecía tan preocupada.

―Porque el viernes me pareció que te excediste un poco.

―Ah, sí. Discúlpame ―dijo sincera. De las chicas que trabajaban en el almacén, Lauren fue siempre la más simpática.

―Está bien. Creo que una que otra vez siempre pasa con alguien.

―Sí. Espero que quien me haya visto en ese estado también piense lo mismo.

―Sí… ―dijo pensativa―. No me quiero meter, pero vi que saliste de la fiesta con mi primo…

―Ah… sí.

―Éramos más cercanos cuando niños, pero él es una buena persona.

―Sí, lo es… ―dijo insegura.

―Espero que se lleven bien. Era solo por eso que quería hablar.

―Ok ―respondió sin saber más que decir.

El miércoles, Edward ya no aguantaba más estar sin la voz de Bella y decidió que era momento de planear a dónde sería el tan esperado segundo encuentro. Cuando su teléfono sonó, a Bella no le importó que él notara que atendió al primer toque.

―Hola. Soy Edward.

―Lo sé.

―¿Todo bien?

―Sí, ¿y tú?

―La semana ha estado ocupada, pero no veo la hora de que llegue el viernes.

―La mía también ha sido ocupada ―respondió. Y estoy contando las horas para el viernes, pensó.

―Estaba pensando… ¿qué tal si miramos una película aquí, en mi casa, y después pedimos una pizza? ―preguntó, ansioso por la respuesta.

―Por mi está bien.

―Ok. Entonces, creo que nos vemos el viernes.

―Sí. Hasta el viernes.

Bella sabía que él no le había dado la dirección ni la hora en la que debería llegar, pero era una disculpa que tenía para poder hablar con él el jueves. Él no se incomodó ni un poco.


(1) Busqué de que se trata este dichoso vídeo, pero con las descripciones ni siquiera me atreví a seguir buscando, según dicen es muy asqueroso, así que les recomiendo que ni por curiosidad lo vean, creo que de verdad el trauma será grande :P

(2) Es un "dicho" de Brasil, no encontré uno en español que lo reemplazara así que lo dejé tal cual. Según dicen, surgió con los chinos, los cuales se supone tenían sexo con las gallinas y después las ahorcaban, hoy se usa con las personas que aun siendo mayores, con más años del promedio, aún no tienen sexo.

(3) ¿Qué puedo hacer? ¡No quiero a nadie! ¡Porque baby, eres tú!


Hola, hasta aquí llego, por hoy. Bueno, les cuento que este minific cuenta con tres capítulos, espero les haya gustado y espero con ansias sus opiniones :3

Gracias a las chicas del grupo que me ayudaron a escoger con cual OS o minific empezar a traducir :3 son unos amores. Invito a todas las que quiera unirse al grupo en face, serán cordialmente bienvenidas, link en mi perfil de ff.

Nos leemos, espero, la próxima semana, tengo que hacer el capítulo de mi fic y es mi última semana de "vacaciones" así que nos leemos, espero, pronto :3 no las dejaré esperar mucho, lo prometo.

Beijos

Merce