~ Personajes de S.M

Disfruten :P


5

No podía creer que ya habían pasado aproximadamente tres semanas desde la última vez que vi a Edward, de hecho su espalda, porque había caminado delante de mí como un rayo. Por lo que sabía, Edward había aceptado el contrato con Lauren, así que ese día había asistido para firmar y todo su trabajo llegó una semana después. Lauren le había encargado personalmente a Victoria que se encargase de esa labor, demostrando cuán importante era para Lauren el trabajo de Edward. Sin embargo, Victoria me llamó una tarde para darme un aviso.

- Isabella. – dijo Victoria que sostenía el auricular del teléfono entre su cabeza y el hombro.

- ¿Diga?

- Necesito que prepares tres boletos de avión para Boston. Y confirmes el hotel de siempre.

- ¿Algo más?

- No. – me di la vuelta para irme pero ella recordó algo. – Espera sí. Vas a venir con Lauren y conmigo a Boston. Necesitamos que seas nuestra ayudante. Todo está pago por la editorial y contará como un bono extra para ti.

- ¿Cómo dice? – quedé quieta donde estaba. Victoria siempre olvidaba comentarme cosas tan importantes como esas. - ¿Y cuándo es el vuelo?

- Mañana. Te recomiendo que lleves vestidos, Lauren nos llevará a varias cenas formales para cerrar trato con otras editoriales.

- ¿Y por qué no me lo había comentado antes? – se separó del teléfono para observarme.

- ¿Deseas que cambie tu boleto y dárselo a Emily?

- No. Por supuesto que no, pero pudo decirme.

- Tenía cosas más importantes que hacer. Ahora retírate.

No me podía creer aquello, estaba comenzando a odiar realmente a Victoria, todos los planes que había hecho con Alice para su despedida quedaron en cero. Tuve que llamarla y contarle, pero aun cuando estaba segura que se había desilusionado, insistió en dejarme varios vestidos para mi importante labor como asistente personal de los jefes. Sí ella lo decía de esa manera, sonaba que mi deber era algo realmente importante. Por desgracia y fortuna al mismo tiempo, Alice se quedó esa noche en mi apartamento para tirar la ropa que iba empacando y meter todo lo que ella creía que necesitaba.

El día o más bien la madrugada del viernes, dejé a Alice dormida en mi habitación y le pedí, mediante una nota, que cerrara y dejase la llave con Rose, lamentando que no estaría para su despedida del sábado y que le llamaría. Tomé un taxi hasta el aeropuerto, debíamos estar temprano en el hotel y registrarnos porque ese mismo día nuestra labor comenzaba. Me reuní con Lauren y Victoria, y mi trabajo comenzó mucho antes que el de ellos: compré sus cafés, registré los vuelos, compré la revista de Victoria, el agua de Victoria y ya estaba deseando que me dejase en paz por un rato.

Durante la mañana llegamos a la hermosa ciudad de Boston. Los enormes rascacielos se alzaban a nuestro alrededor y se podía respirar un aire completamente diferente a NY, calma, tranquilidad y hasta aire puro. Las personas que iban al trabajo no corrían, y el tráfico, aunque existente como cualquier ciudad, era mucho más rápido que cualquier calle o avenida que se tomara en NY. Boston… ya comenzaba a amarlo.

Registramos las habitaciones y mi sorpresa fue aceptar una habitación para mi sola. En cuanto entré me regocijé con la inmensidad de mi habitación, con una decoración simplemente espectacular: todo estaba pintado en blanco, lo que hacía un hermosísimo juego visual, un tapiz blanco en el centro de la habitación, las mesitas de noche de una madera caoba y las respectivas lamparitas de color dorado, una inmensa cama era el centro principal, tan grande que tendría cuidado de no perderme mientras dormía, la cómoda era de la misma madera que las mesitas de noche. Había un pequeño bar con refrigerador y agua ya instalada, por las ventanas podía observar el horizonte y las calles tranquilas de Boston. Estaba maravillada pero mi alarma me recordó que debía llamar a la limusina que nos trasportaría.

Sólo dio tiempo a desayunar cuando nos encaminamos a la primera parada del día. Lauren estaba haciendo diversos negocios que ayudaran a que su editorial no estuviese tan agitada y con una reputación tan grande y libros vendidos internacionalmente, nosotros terminábamos siendo los invitados. Me dediqué a mi trabajo, atendiendo, principalmente, los caprichos de Victoria y luego podíamos descansar en el hotel hasta la cena.

Llamé a Alice para asegurarme de que no me guardaba ningún tipo de rencor y ella se mostraba tan feliz como siempre. Me sugirió diversos vestidos y combinaciones para esa noche, no era algo formal pero debía llevar un vestido de coctel.

- No lo olvides Bells, aunque el trabajo esté antes que nada, te he guardado unos cuantos conjuntos de ropa de encaje por si algún galán decide tocar a tu puerta.

- ¿Qué? ¿Y cuando has hecho eso? – dije rebuscando en mi maleta y encontrando un par de negligé de diferentes colores.

- Mientras dormías. Sabía que estando despierta no lo ibas a aceptar.

- ¡Alice! – casi grité.

- Me lo agradecerás.

Reí al final ante sus ocurrencias, sus pequeños detalles se tomaban un espacio en mi maleta pero no importaba. Cuando terminamos de hablar me duché y comencé a aplicar cuanto producto Alice había elegido para mí, cremas humectantes, y cremas con esencia a fresas. Me había maquillado de forma sencilla, tomando todo mi tiempo para aceptar la imagen que me devolvía el espejo; ni pensar que era tan egocéntrica en mi tiempo de adolescente y ahora luchaba con mi imagen. Luego me dediqué al secado del cabello y hecho un peinado recogido completamente para estar más fresca. Todavía me quedaba algo de tiempo, así que hice algo que siempre posponia. Llamar a mis padres.

- ¿Diga? – un nudo se me instaló en la garganta, cuánto tiempo hacía ya que no la llamaba.

- Hola mamá. – saludé.

- ¡Por Jesús! Isabella Marie Swan. – sonreí. – Esto es un milagro. ¿Estás bien?

- No exageres, estoy bien. ¿Y ustedes?

- Estamos muy bien, amor. Espera un momento. – aunque retiró el auricular, escuché claramente el resto. - ¡Por Jesús, Charlies! Ven aquí inmediatamente. ¿Adivina quién se pasa por nuestro teléfono?

- ¿Bella? – dijo mi padre y luego tomó el teléfono. - ¿Estás bien cariño?

- Lo estoy papá. – dije riendo ante lo extraño de la situación. – Creo que están exagerando.

- Nada de eso, señorita. Hace tiempo que no llamas.

- Lo sé. Lo sé. No volverá a pasar. – dije riendo.

- Eso espero Isabella. – dijo mi padre.

- Charlies, yo también quiero hablar con la niña. – dijo mi madre. - ¿Bella?

- ¿Sí mami?

- ¿Cuándo vienes a visitarnos?

- Iré pronto.

- Siempre dices lo mismo. ¿Cuándo?

- Iré durante el verano. Hablaré con mis jefes para tomar las vacaciones.

- ¡Charlies! ¡La niña viene en verano! – gritó mi madre y lancé una carcajada. Deseaba tanto seguir hablando pero la alarma en mi móvil me recordaba que debía volver al trabajo.

- Se los prometo. Pero debo despedirme, estoy en viaje de trabajo.

- Claro que sí amor. Te esperamos entonces.

- Quiero despedirme de la niña. – dijo mi padre. Y luego habló. – Adiós amor. Te estaré esperando. Te quiero.

- Y yo a ti papá.

Luego colgué el teléfono. Efectivamente los visitaría ese verano, sin falta. Traté de no perder tiempo y tomé el vestido palabra de honor que Alice había insistido que utilizara para esa noche y estar – en palabras de Alice – "deslumbrante". Era un precioso vestido blanco que llevaba un delicado lazo negro en la cintura a modo de decoración, junto a mis tacones negros estaría más que lista para esa noche. Luego me aseguré de que Lauren y Victoria estuviesen listos mientras me avisaban que la limusina estaba en camino. Sin embargo, tuvimos treinta minutos de retraso porque Victoria no estaba lista.

Nos encaminamos a un precioso hotel y fuimos recibidos por los organizadores. El evento era social y se recaudaba dinero a niños de escasos recursos, para dotarlos con becas y proporcionar libros a las escuelas. Victoria, quien llevaba un vestido negro de encaje, me repetía sin cesar que tomara nota mental sobre las próximas personas que conoceríamos para entablar futuros trabajos. Por otra parte, Lauren me había dicho que estaba hermosa y que no era necesario que trabajase durante esa noche, simplemente que estuviese allí como otra invitada y disfrutase de la cena.

Entramos a la sala principal que estaba decorada con montones de mesas distribuidas a cada extremo de la habitación, dejando un extenso pasillo para las personas que deseaban bailar o simplemente hablar, en frente había una inmensa tarima con el nombre de la fundación que recibiría todas las donaciones. Una música suave sonaba como fondo ante el evento, los organizadores nos llevaron hasta nuestra mesa que compartiríamos con otras personas: James Witherdale, Tanya Denalí y…Edward Cullen.

¿Edward estaba aquí? Mi corazón latió dolorosamente, como si hubiese estado ausente en estas últimas semanas, miré a mi alrededor para vislumbrarlo pero no fue así. Tomamos asiento y tras el comentario de Victoria sobre James, que sería director de otra editorial, insistía en que estuviese atenta a él, luego Lauren me dijo que disfrutara la fiesta. Sonreí – o traté de hacerlo- ante aquella incongruencia de mis jefes, pero mis nervios estaban tratando de acabar conmigo. Luego Lauren se puso de pie en modo de saludo cuando ellos llegaron.

- ¡Lauren! – dijo un chico rubio mientras le daba la mano a mi jefe.

Él debía ser James, un hombre alto de tez clara, delgado con ojos azules; Iba vestido con una camisa blanca y una chaqueta de cuero negra junto a unos pantalones igualmente negro. No pasó desapercibida la expresión que Victoria hizo al ponerse de pie y saludar al rubio, su sonrisa era mucho más amplia y de pronto parecía tener modales. Luego Tanya, llevaba el cabello suelto y un precioso vestido rojo que decoraba su cuerpo, era increíblemente hermosa y con aquel vestido se podía apreciar su cuerpo definido. Nos saludó con un apretón de mano y luego, apareció Edward con el entrecejo fruncido. Sus cabellos cobrizos estaban revueltos en un intento de peinado, vestía un pantalón de color caqui con una camisa blanca y una chaqueta de color azul oscuro. Quedé boquiabierta ante su imponente atractivo.

- Sr. Cullen. – saludó Lauren.

- Sr. Johnson. Srita. Evenson. – saludó Edward.

- Espero que recuerde a Isabella. – dijo Lauren al percatarse de que Edward no me saludó.- está con nosotros durante este viaje.

- Srita. Swan. – dijo Edward inclinando la cabeza sin darme la mano.

- Sr. Cullen.

- Isabella – llamó mi atención Lauren. – Él es James Witherdale, será nuestro nuevo socio. –introdujo Lauren.

- Un placer, Isabella. – comentó el rubio tomando mi mano y depositando un beso en el torso.

- Un gusto. – sentí un calor invadir mis mejillas y vi, sintiéndome culpable, a Edward.

Proseguimos a sentarnos, Edward se situó frente a mí junto a Tanya, seguida por Victoria, Lauren estaba interesado en seguir hablando con Edward pero él parecía no tomar importancia a lo que mi jefe le decía y James estaba a mi lado. La ceremonia comenzó y tras palabras de agradecimiento y un video sobre los avances obtenidos en la fundación, comenzamos a cenar. La mayoría de los platos que se sirvieron no los había visto en mi vida, pero el champán era otro tema. Lo degusté fascinada mientras observaba a Edward comer. Después de cenar, la música cambió y las personas comenzaban a bailar.

- Entonces, Isabella. ¿Desde hace cuánto trabajas con Lauren? – preguntó James para entablar una conversación informal.

- Desde hace tres años. – comenté. – No hace mucho que soy su asistente principal.

- ¡Qué fantástico! – dijo sonriente. – Debes trabajar muy duro.

- Lo hago Sr. Witherdale.

- Por favor, dime James.

El resto de la conversación siguió con la misma temática informal. Me comentó que no solamente era director de su editorial, participaba activamente en los eventos formales y discretamente me preguntó si era feliz en mi trabajo. Observé a Lauren y a Victoria, los dos estaban ahora juntos hablando ¿Era feliz con ellos? Lauren era un encanto de persona, todo un afable jefe y, por otro lado, estaba Victoria, la mandona y engreída; yo podía con ella, desde el primer día supe como complacer sus exageradas demanda de atención. Podría decir que sí. No pude evitar que mis ojos se desviaran hasta Edward quien estaba escuchando atentamente a lo que Tanya tenía para decirle pero en un movimiento, completamente perceptible para mí, Edward se inclinó hasta la rubia para compartir algo más privado. Esa imagen me molestó y olvidé la pregunta de James.

- ¿Isabella? – insistió.

- Lo soy. – dije secamente. Con los ojos fijos en la mano de Tanya que viajó hasta el brazo de Edward para aferrarse a él y el cobrizo se inclinó aún más hacia ella. – soy feliz.

- Ya veo. – comentó el rubio, mis ojos seguían los movimientos de Edward quien asintió a lo que decía ella le decía – Bueno si usted lo desea, siempre puede conseguir empleo en otra editorial. – miré a James.

- ¿Cómo dice? - ¿Me estaba ofreciendo empleo? Mi mente tenía un radar que captaba todos los movimientos que hacía Edward y la rubia que se puso de pie y tomó la mano del cobrizo para que la acompañase a bailar. Él se puso de pie y se fueron tomados de la mano.

- Sólo digo que si lo deseas existe una vacante en mi editorial. – dijo sonriente.

- Gracias, James. Pero por ahora estoy muy feliz con Lauren.

Observé entre las personas que bailaban, mis ojos vagaban entre las parejas -era una masoquista tal parecía- pero no lo hacía con esa intención. Y ahí estaba él, sujetando firmemente a Tanya de la cintura mientras se movían armoniosamente al ritmo de la música, Tanya se inclinaba para decirle algo al oído, demasiado cerca para mi gusto. Estaba molesta. No lo podía creer, pero estaba molesta. Y lo único que deseaba era pegarle una hostia a Tanya para que lo dejase tranquilo. Pero mi consuelo se basó en que, a pesar de las obvias insinuaciones de la rubia, Edward parecía ajeno a ella.

- ¿Quieres bailar? – dijo Lauren.

- Por supuesto.

Tomé su mano y nos dirigimos a la pista de baile. Lauren tomó con delicadeza mi cintura y comenzó a guiarme. Siempre era un gusto estar con mi jefe, en el sentido de que, a pesar de ser mi jefe, era la persona más agradable que había en el mundo.

- Gracias, Bella. – dijo y tuve que mirarlo confundida.

- ¿El qué?

- Por estar feliz trabajando con nosotros. – su respuesta me tomó por sorpresa. – Sí, lo siento. Escuché la propuesta de James. Y temí por un momento que aceptarías.

- No podría señor.

- Gracias. Ya me imaginaba a Emily llorando por las tonterías de Victoria y a Victoria más testaruda que nunca. – nos reímos y seguimos bailando.

Recosté mi cabeza del hombro de Lauren, deseaba dejar de ver a Edward bailando con Tanya y ser yo quien estuviese ahí, entre sus brazos. Pronto la música se detuvo y empezó otra. Tanto la pareja de Edward y Tanya como nosotros decidimos regresar a nuestra mesa. Victoria tenía cara de pocos amigos ya que James no le prestaba atención. En cuanto llegué, James se puso de pie y sin previo aviso tomó mi mano para que bailara con él. Debí negarme, pero si era el socio de mi jefe no deseaba faltarle el respeto. James me tomó de la cintura con ambas manos y tuve que recargar mis brazos en sus hombros mientras seguía sus pasos.

- Está usted considerablemente hermosa.

- Gracias.

- Y es una excelente bailarina.

- Eso no lo creo.

- Lo es.

Asentí un par de veces, no deseaba continuar con aquella conversación. James siguió comentando algo y yo solo asentía de vez en cuando. Las demás personas comenzaban a animarse para bailar ya que la pista de baile pronto se llenó. Mis pies estaban comenzando a sentirse resentidos pero por fortuna la canción ya había terminado, pero James apretó aún más su agarre en mi cintura y con una sonrisa me dijo.

- Una más. ¿Quiere?

- Debería sentarme. Soy la asistente de Lauren.

- Una más no le molestará a él.

- De acuerdo.

La canción siguiente era mucho más suave que la anterior, por lo que James inclinó su cabeza hacia mí y sus movimientos se hicieron más lentos. Su aliento chocaba contra mi rostro y yo no sabía qué más hacer. Sólo deseaba que la música se detuviese. Deberías meterle una patada. – sugirió mi molesta voz. - ¿Cómo haría semejante cosa? Es un evento público y es socio de mi jefe. – regañé. - ¿Y qué esperamos? ¿Qué se propase? Dicho aquello sentí como la mano de James comenzaba a pasearse por mi espalda, tragué en seco mientras pensaba que podía hacer.

- ¿Me permites, James? – la voz de un Edward de pie junto a nosotros me reanimó.

- Seguro. – dijo James con una mueca extraña.

James me sonrió y picó el ojo con picardía antes de irse. Edward me había salvado de… de lo que sea que pudo haber pasado. ¿Y ahora? En su rostro estaba dibujada esa expresión seria, cuando algo no le agradaba, y la línea que mantenía en sus labios me lo garantizaba.

- ¿Srita. Swan? – dijo tendiéndome su mano. - ¿Usted me permite?

- Sí Sr. Cullen. – la acepté al instante.

Edward colocó su mano en mi cintura, de hecho diría que me tomó con su brazo, ya que de una manera fuerte, sentí como me acercó hasta él para comenzar a danzar suavemente por la pista. Apoyé mi mano en su pecho y la otra era sujetada firmemente por Edward, a pesar de la cercanía, su rostro se mantuvo lejos del mío, pero yo estaba tranquila, me sentía… segura. Su perfume entró por mi nariz, olía a bergamota, como siempre. Tantos recuerdos me invadían, tantas veces que había aspirado su aroma y ahora todo parecía un sueño. ¿A su ex esposa le gustaba también esa fragancia? ¿Cómo serían sus hijos? Mis pensamientos se estaban desviando.

- ¿James la ha molestado? – preguntó con voz profunda. Miré su rostro pero él seguía con la vista fija en otra parte.

- No señor.

- No mientas. – dijo mirando mi rostro y en cuanto sus ojos se posaron en los mío, los sentí como unas flechas que me atravesaron. Ahí, en sus ojos, estaba de nuevo mi imagen.

- Quizás el Sr. Witherdale ha tomado demás.

Su agarré se reafirmó en mi cintura, lo observé atenta a sus movimientos y quedando encantada con sus ojos en mí. Su cálido aliento me envolvía, mis sentidos se intensificaron para darle la bienvenida a todo lo que Edward emanaba, luego su cabeza se inclinó despacio, tocando parte de mi frente con la suya, su mejilla comenzaba a deslizarse y pude sentir como su barba raspaba mis mejillas. Mi corazón se veía en la disyuntiva de salir corriendo por la emoción o quedarse conmigo para fotografiar este nuevo suceso -Nos engañó Isabella. Habíamos quedado en que sería diferente nuestro actuar frente a él- ¿Pero a quién le mentía? Tenía tres semanas que no le veía desde nuestro almuerzo. Yo solo… quería estar ahí.

- Me encargaré de que no te haga nada malo. – susurró.

- No se preocupe. – dije en un susurro igual. Edward se inclinó aún más, buscando mi oído y un cosquilleo me invadió.

- Es mi deber protegerte. Isabella Swan. – acarició mi nombre con su dulce voz.

Abrí la boca para decir algo, lo que sea, pero no dije nada y Edward me estrechó aún más contra su cuerpo. Mis pies no estaban resentidos con él, por el contrario estaban dispuestos a bailar toda la noche si él lo deseaba. Pero la música se detuvo y con ella Edward, quien se separó de mí, dejándome en una sola pieza, congelada ante la situación. Mi desorientación desapareció al imaginar lo patética que podía estar viéndome de pie y sola en la pista de baila. Caminé con pasos torpes hasta la mesa, siguiendo a Edward y su andar firme, en cuanto llegamos tomé asiento en mi silla para procesar el bochorno y lo que él había dicho, era tan inconexo todo que ya en serio estaba dudando sobre mi cordura o la de él.

- ¿Isabella? – dijo James de nuevo. - ¿Me acompaña en otra pieza?

- Yo… - miré a Victoria y ella me estaba destrozando lentamente en su expresión.

- James. – bramó Edward – La señorita está agotada. No la molestes.

Parpadeé un par de veces. ¿Y este quién se creía ahora? Debería ponerme de pie y decirle a James que aceptaba otro baile, pero mi lado más racional me indicaba que mejor me quedase sentada. El rubio chistó algo a Edward pero el cobrizo lo ignoró, y como si James apenas se hubiese dado cuenta de la existencia de Victoria, le sonrió y la invitó a bailar. Ahora yo quedaba ahí, sentada frente a Tanya y Edward quien estaba de pie, busqué ansiosa a Lauren con la mirada pero no lo alcancé a ver. Alcancé mi copa y comencé un debate interno si debía irme o no.

- ¿No te parece que es una reunión encantadora? – comentó Tanya hacia Edward.

- Si el beneficio que adquiere este tipo de reuniones no fuese tan provechoso, no estaría aquí.

- ¿No le gustan los bailes, señor? – comenté irónica, Edward me observó serio ante mi evidente intromisión.

- No tengo nada en contra de los bailes.

- ¿Entonces por qué desea irse?- su cuerpo se volvió hacia mí aun estando de pie.

- Por la cantidad de dinero que recaudan para la fundación que ayuda a los niños me parece que el alquiler de este lugar y la exuberante cena es un cobro menos para el propósito original.

- Tienes razón. – intervino la mujer. – Deberían simplemente hacer algo menos llamativo y guardar todo lo que se gastó aquí para los niños. – asentí, no estaba dispuesta a debatir aquello.

En la pista se podía apreciar que James y Victoria se la estaban pasando en grande, mientras bailaban y se reían, la pelirroja parecía… no sé, más humana que otras veces. Por el contrario, Lauren no apareció y yo seguí sentada frente a una pareja que hablaban entre ellos, Tanya se esmeraba por seguir obteniendo la atención de Edward y le daba la razón a todo lo que él decía mientras se reía de manera exagerada y se tocaba el cabello de vez en cuando. No quise tratar de invadir aquella burbuja que se construía frente a mis narices, porque para ello debía romper el muro que ambos construían con su indiferencia. Estaba decidido, saldría de ahí, sólo tenía que reunir el valor para ponerme de pie pero en cuanto Edward retiró un mechón de cabello del rostro de Tanya, mis pies fueron como resortes.

Mientras caminaba por los alrededores me había topado con Lauren, él estaba hablando con unas personas muy enérgicamente mientras se reían; seguí mi camino sin estar muy consciente hasta donde pretendía caminar. Hallé una pequeña terraza que se encontraba al lado del escenario, estaba abierta así que me adentré hacia ella para escapar de todo aquello que estaba, por ese momento, dejando atrás. La noche estaba un poco fría, pero prefería estar ahí, apoyé mis brazos en la barandilla y contemplé el precioso cielo, luego y casi inevitablemente repasaba todos los movimientos que Edward había tenido conmigo, era tan contradictorio que no lograba sacar una conclusión coherente. Suspiré frustrada y volví mi vista hacia el cielo nuevamente; había luna nueva, así que no tendría una compañera a la cual contemplar por esa noche.

- ¿Se encuentra bien? ¿Señorita Swan? – preguntó Edward detrás de mí, le observé un momento sin ánimos.

- ¿Le importa si la acompaño? – sugirió.

- No le parece, señor, que el salón o incluso la terraza es lo suficiente amplia.

- Entiendo. – sus pasos lo llevaron hasta mi lado.

- Pensé que había entendido.

- Lo hice. – comentaba inclinándose a la barandilla. – No quieres estar sola.

- Cree conocerme bien.

- Lo hago Isabella. Te conozco, pero quiero entender todas estas nuevas facetas que tienes.

- ¿Qué desea? – me erguí y él imitó mi postura.

- Hablar.

- ¿La Sra. Denalí no lo estaría buscando?

- Probablemente, pero es mejor que no me encuentre por un rato.

Fruncí el entrecejo y miré hacia la entrada de la terraza, ahí no pasaba nada, miré de nuevo a su rostro sin comprender con exactitud a lo que se refería.

- Me parece que llevo una eternidad sin presenciar un baile.

- Podría decir algo similar. – él sonrió.

- Creo que no he tenido la oportunidad de elogiar correctamente lo hermosa que estás esta noche.

- Curioso. Hace poco parecía que ni notaba mi presencia. – mordí mis labios, había dicho aquello y exponía mis celos. Edward amplió su sonrisa y se acercó aún más a mí, desee retroceder pero me quedé plantada observando la curva que daban sus labios.

- Es imposible que no note tu presencia. Me cuesta todo mi esfuerzo tratar de no verte, cierto. Pero siempre estás ahí. – sus facciones se suavizaban y mi corazón bombeaba deprisa. – Incluso si estamos en una sala con cien personas aproximadamente, noto que estás ahí. Es una habilidad que no deseo cambiar.

- ¿Entonces por qué se esfuerza en no verme? – mi voz se suavizó.

- Estaba molesto contigo. – dijo serio pero su expresión no cambió.

- ¿Qué pude haber hecho?

- Mentirme. El día que te llamé… Creí que estarías sola y tu voz me confirmó lo triste que estabas. ¿Pero estar con otro hombre? – sus labios se convirtieron en esa fina línea de malestar reprimido. – Sé que no tengo el derecho, pero aún me resulta difícil poder imaginarte con otro.

- ¿Con otro? - ¿se refería a Riley? – Era un amigo. Sólo estaba… consolándome.- ¿Y por qué me estoy excusando?

- ¿Consolándote?

- Tenía muchas cosas que pensar. No me encontraba bien.

- ¿Fue por mi culpa? – su expresión de dolor me conmovió.

- No es su culpa, es mía. Después de todo este tiempo no supe cómo reaccionar ante usted y todavía no sé.

- Pequeña.

Sus brazos rodearon mi cuerpo en un abrazo, todo su cuerpo estaba frente a mí sin ninguna distancia entre los dos, su aroma volvía a correr por mi sentido, su calor era abrazador y su presencia tranquilizadora. Aproveché el momento para hundir mi rostro en su pecho y devolver el abrazo. - No, lo siento, yo no puedo seguir peleando contra el deseo de estar en sus brazos. No puedo… Soy una estúpida- Su cuerpo se movía lentamente para alejarse lo necesario y ver mi rostro, su expresión seguía con una suavidad que ayudaba a calmar mi corazón.

- Lo siento, Isabella. – mi rostro debió decirle que no comprendía sus palabras. - *Ya no tengo la fuerza necesaria para estar lejos de ti.

- *Entonces no lo haga.

Su mano viajó hasta mi rostro para acariciar mi mejilla con sus dedos, tan delicadamente que arrancó un suspiro de mi parte, su frente se posó en la mía rozando mi nariz con la suya, era un gesto tan íntimo que siempre había hecho conmigo y ahora… volvía a estar frente a mí con la misma expresión. Edward se separó para observar de cerca mis ojos, su mirada me decían tantas cosas: cariños, ternura, disculpas; pero sólo había una cosa que mis ojos seguían buscando con ansiedad y eran sus labios. Sus carnosos labios que estaban entre abiertos y expulsando su cálido aliento, mi mano tomó su barbilla sintiendo ese leve cosquilleo de sus vellos en la yema de mis dedos, lo acaricié repetidas veces hasta rozar por lo bajo su labio inferior, pero el cobrizo tomó mi mano para depositar un beso en mis dedos.

- Hace frío. Es mejor que entremos, no quiero que pesques un resfriado.

Caminamos juntos de vuelta al salón repleto de personas bailando, comiendo y hablando, todas eran ajenas a nosotros, Edward colocó su mano en mi espalda baja para guiarme hasta nuestra mesa que estaba de nuevo llena con todas las personas quienes ocupábamos ese lugar. Tanya escudriñó sobre el paradero de Edward pero él no decía nada en absoluto, sin embargo Lauren decretó el final de nuestra estancia en la fiesta y anunció que regresaríamos a nuestro hotel. Comenzamos a despedirnos y el cobrizo se despidió atentamente con un beso en el dorso de mi mano.

Luego, durante esa noche no podía no penar en todas esas palabras que me había dedicado, su cambio de actitud y de nuevo sus celos. Aunque recriminaba mi comportamiento una y otra vez, no estaba arrepentida pues había vuelto a experimentar una sensación de calidez que no sentía desde hacía mucho tiempo. Entrando a mis sueños volvían aquellos viejos recuerdos de lo que fue nuestro primer y único baile hasta entonces.

FlashBack

El baile de promoción se iba a celebrar en el gimnasio de la preparatoria, Mike me había invitado pero lo induje a desviar su atención a Jessica con la que terminó por ir. Muy al contrario de lo que pensaba, Jake aceptó mi invitación y fuimos juntos, mi madre no podía ocultar su evidente emoción ante la idea de la pareja que hacíamos Jacob y yo y mi padre estaba, sí bien no muy contento ante la idea, por lo menos le resultaba cómodo ya que él conocía a mi amigo desde que nació y nuestros padres eran los mejores amigos desde su infancia. Tuve una sesión de fotos caseras en los que mi madre insistía y mi padre sólo asentía, Jake se veía apuesto con ese traje formal de corbata negra, camisa blanca y pantalones negros, yo, bueno, simplemente un vestido de color verde claro, un maquillaje discreto y mis cabellos sueltos que caían en ondas hasta mi espalda era lo necesario para no armar tanto alboroto, por supuesto no obtuvimos éxito en ello gracias a mi madre.

El gimnasio estaba decorado para la ocasión, unos cuantos globos por todos lados, música adecuada para bailar y las bebidas sin alcohol que servirían en el ponche. Jake había llevado su propia bebida que sí tenía alcohol y era divertido bailar con él y pretender que lo hacía bien, la estábamos pasando en grande con nuestros bailes sin sintonía con la música y ver como Mike comenzaba a embriagarse poco a poco. Pero a pesar de aquello Jake sabía muy bien el propósito de mi invitación y era poder estar con Edward, desde que lo descubrió no puso más resistencia ante mi encuentro con él pero sí me recordaba que me mantuviese alerta.

En la oportunidad que tuvimos para estar sentados logré verlo, de pie junto a la profesora de biología que buscaba conversación con él. Edward se veía apuesto con su camisa abierta en los dos primeros botones, su pantalón negro y chaqueta a juego, sostenía un vaso en su mano y observaba a todas las direcciones, la música cambió a la pesadilla de todos los profesores, ese baile lento en donde los jóvenes se acercan tanto que su trabajo como profesores era no dejar que se sobrepasaran ante la cercanía. Jacob me invitó a bailar y accedí pero nuestro baile solo duró la primera estrofa de la canción ya que, como si fuéramos imanes, me moví con Edward sigilosamente hasta salir del gimnasio y seguirlo por el pasillo hasta su oficina.

- Pude haber esperado hasta que culminaras tu baile con el joven Black. – dijo él acercándose hasta mí, sabía que era mentira y sonreí.

- Estaba deseando estar a solas con usted.

- Yo también pequeña. – me besó tiernamente en los labios. – Estás hermosa. Siempre lo estás.

Volví a sus labios ansiosa, tomando su rostro con mis manos mientras él me correspondía y sostenía mi cintura. Deseaba tanto poder estar con él que no podía medir mis quejidos de placer cuando él lamia mis labios, mi corazón latía desbocado ante tal estímulo, su aroma seguía en mis sentidos, su calor me envolvía y deseaba fundirme en él. Sin embargo, Edward me separó y besó mi frente para detenernos.

- Escucha atentamente. – susurró. Concentré mi atención a los sonidos del ambiente y a lo lejos se podía escuchar el inicio de otra canción: Chariots Rise by Lizzie West.

- ¿Quieres bailar conmigo? – sonrió.

- Por supuesto.

Sus manos me tomaron delicadamente por la cintura y yo apegué mi cuerpo al suyo, colocando mis manos alrededor de su cuello. Comenzamos a movernos lentamente mientras que la hermosa letra entraba hasta su oficina y la melodía nos guiaba en nuestros movimientos. Edward volvió a buscar mis labios y los acariciaba con los suyos. Lizzie West daba nombre a mis emociones crecientes.

What a wonderful dream

It seems to be

'Cause I love him.

Fin FlashBack.

'Cause I love him.

Edward.


* Frases tomadas de la película Crepúsculo