Nombre: Uchronist
Autor (a): Yo, aunque parezca increíble
Rating: M, puede ser
Palabras: 3.207, según
Beta-reader: no, no tengo, pero hago lo que está a mi alcance para no provocarles a ustedes, amados lectores, convulsiones salvajes.
Disclaimer: sí, sí me pertenece. En estos momentos estoy tomando un baño de leche y limpiándome con una toalla hecha a base de grandes verdes… ok no. No me pertenece, jamás sucederá algo así. Se vale soñar.
N.A: este es un long fic, bueno, mini long fic que no creo que tenga más de quince caps, y que salió gracias a una imagen que vi por facebook que decía: ¿qué habría sucedido si Draco y Harry hubiesen sido amigos? Ah, y que he querido hacer algo así gracias a que hoy celebramos el día internacional del Drarry. Así que vino a mí la inspiración, y creé una idea que estoy compartiendo con ustedes ahora. Sinceramente espero que les guste.
Ahora, sin más preámbulos, disfruten.
Uchronist
~O~
Y entonces, se creó la luz.
Los renglones torcidos del reloj comenzaron a girar en otra dirección, ya no apuntaban a su norte. Ellos contaban rítmicamente los latidos débiles de su corazón... La luz se oscureció ante sus ojos.
Recuerda que morirás. Recuerda que un día morirás.
Ha vencido por fin, como todos esperaban que así fuese. Una vez más, y esperaba sinceramente que ésta fuese la última, ha vencido al Señor Tenebroso, ha culminado con aquel lóbrego capítulo de su existencia y ahora, puede creer fervientemente que su vida jamás será lo que una vez fue o deseó.
Orbes esmeralda que aún permanecen inmóviles a todo, párpados que lentamente se cierran a la luz mortecina del ambiente, sentido del olfato que inhala con parsimonia inhibida la fragancia de su entorno. Abre nuevamente los ojos con suavidad, y ve ahora con más claridad lo que a su alrededor su simple sentido sensorial no puede procesar: su vida, jamás será la misma.
Hay algo en lo que no ha reparado, pero él no presta la debida atención a ello. Eso, es de forma intencional. Su mirada está desesperadamente enfocada en los vestigios de aquel pasado que anteriormente le perseguía constantemente, con ansiedad, con desazón, y ahora ya no es más aquel pasado constante, ahora es el futuro de Harry. Lo que queda de él, más bien.
Lo sabe. Está al tanto de que a su alrededor, externo totalmente a él, y sin embargo íntimamente ligado, está resurgiendo entre las ruinas algo que, como un ciclón brioso, crea catástrofes en su entorno, sin rozarle en algún momento. Y Harry, en ese preciso instante teme, porque sabe que si tiene la osadía de siquiera ver lo que a su contiguo acaece, dejará de ser lo que una vez fue, y pasará a ser una entidad más de la calamidad que palpa coquetamente con sus suaves dedos la textura de la tela que cubre su hombro, deslizándose por su cuello, lamiendo la piel que su sweater corrompido de aquel líquido vital no cubre, susurrando sumisas palabras absorbentes que advierten un placer insondable y a la vez una desdicha inconmensurable.
Harry Potter se niega a observar los cuerpos, huecos de espíritu alguno, amontonados unos sobre otros que le contemplan, estoicos. Cuencas cuyo color blanquecino vidrioso desnudan su alma e imputan de la desesperación que persiguen a sus almas atormentadas.
Ha ganado por fin, sí, pero ha perdido mucho más.
Algún día morirás, Potter… y yo no estaré ahí para sostenerte.
Se sacude ante el recuerdo de aquella frase apacible, pero escasamente puede generar una fútil inclinación. En algún momento de aquel último año aquellas palabras le hicieron esbozar una mueca deliberada y un ademán mezquino de absoluta negación. Él no necesitaba que alguien le sostuviera, y menos una persona cuyos antecedentes dejaban mucho que desear. En sus labios apenas una mueca algo parecida a una sonrisa atormentada se dibuja en su magullada tez. Una vez más tiembla, la frase repitiéndose una y otra vez en su mente como un doloroso mantra que le recuerda constantemente sus pecados. Sigue estremeciéndose, y todo su cuerpo tullido ante las heridas pasadas le recrimina la secuela de los movimientos que sin percatarse crea.
Y yo no estaré ahí. Nadie lo estará.
Oh, cuán equivocado estaba. Él necesita con perturbada impotencia que alguien sostenga sus tambaleantes pies y sus frenéticos temblores que amenazan con hacerle colapsar en cualquier instante.
Lo necesita, desea que alguien le soporte.
Duele.
El dolor es una sensación amarga, como a la vez un sentimiento atrayente. Existen todo tipo de dolores, pero a la final el sentir siempre es el mismo. No puede con la contradicción de aquel término, y por eso la acepta, pero aun así el dolor sigue ahí, presente, recordándole que apenas puede moverse, avisándole de que aún hay algo de lo que no ha querido percatarse, advirtiéndole que cuando lo vea… morirá.
Ha ganado, como también ha perdido. Ha vencido, como también ha sido derrotado. Harry Potter no puede considerar esa batalla una victoria más a la extensa lista de cosas heroicas que ha realizado cuando en su inconsolable dolor, los ojos de aquellos que confiaron plenamente en él le siguen vislumbrado, burlándose, acusándole… deseando intensamente que caiga de rodillas y que con él sucumba a sus hombros todo el peso de los errores cometidos.
Y en ese momento, en ese preciso instante en donde sus orbes esmeraldas parpadean con suavidad apesadumbrada, contemplando por fin todo lo que la guerra dejó: desdicha, desconsuelo, miseria y, sobre todo, incontables muertes las cuales entre ellas la familia sentimental que le había acogido, yace apaciblemente sobre la pila de montones y montones de cuerpos cuyos párpados resecos aún siguen abiertos. Le ven, y Harry Potter sabe que en ese justo segundo un relámpago alumbra el cielo, cubriendo de cárdeno las inmensidades.
Todo se quiebra a su alrededor, todo lo que ignoraba, todos los recuerdos que se reflejan en el cristal opaco de su mente y que él no quería aceptar violan la tonalidad de sus ojos gema y recubren el verde de un azabache desolador.
Los sonidos, antes amordazados en un silencio ensordecedor en su propia comprensión, ahora le gritan al oído con estridente desgarro. Le acusan una y otra vez la desdicha que consumen sus espíritus, y Harry no es capaz de soportar la culpa que le embarga, la desesperación que le asfixia, y solloza grandes lágrimas que desgarran con ímpetu su alma angustiada.
Le ha ganado al ser que había hecho de su vida un absoluto caos, pero también ha perdido lo más importante que hacía su existencia una expresión digna de ser mencionada. Ha corrompido su nombre, y su pasado.
Corrupto es aquel que yace sollozando violentamente frente a la pila de los residuos sin alma que una vez fue su vida anterior. Culpa que le embarga; desesperación que le abruma. No puede arremeter contra el dolor y le da la bienvenida gustosamente. Es allí donde se percata plenamente de la contradicción que rodea a esa sensación abrumante. Su dolor, su desdicha, la adversidad que con tanto ahínco quiso borrar ahora esta misma ha manchado con tinta los recuerdos más preciados que tenía.
Empañado está el cristal. Por más que lo limpia, no puede ver más allá de aquellas memorias que una y otra vez le mascullan acusadoras frases a su oído. Sólo él, en ese desolado lugar, puede oírlas, puede olerlas, puede sentirlas.
Nadie podrá sostenerte.
No está consciente del tiempo que ha permanecido hecho un ovillo cerca de esos cuerpos. La fría plataforma de piedra llena de los restos de una batalla librada, informan en su tierra con un leve temblor la tormenta que se avista imponente en el horizonte, mas no le importa. Se ha acostumbrado al dolor, a las lágrimas que sus ojos no dejan de derramar y siente que es incapaz de quedarse completamente seco, mucho menos de incorporarse y buscar el refugio instintivo que comunica la parte coherente de su cerebro; eso, tampoco le interesa. Ha perdido la resolución, y ha perdido su nombre.
Sin embargo, eso es lo que él desea con fervor. Él no merece ser llamado Harry Potter, héroe del mundo mágico. Nunca había querido aquella pesada carga, pero ahora que irónicamente sí la necesitaba, éste poder conferido le abandona, así como traiciona a su alma, así como él desecha a su familia caída. No ha sido de forma deliberada, lo sabe, aunque también sabe que no debe esperar conocer muchas cosas.
Sabe que no debe saber. Ya no es más "el héroe", "el vencedor". Nunca lo ha sido; sólo un ser humano. Pero ¿y ahora? Ahora no es nada. Harry Potter ha dejado de ser, porque así lo ha querido. Su magia ya no es más un soporte de la fuerza que poseía, su pasado ya abandonó en el umbral de aquellos recuerdos devastadores, y su futuro quiere desaparecer de las memorias actuales que sus orbes esmeraldas continuamente reproducen.
Y entonces, en ese momento decidió acurrucarse en el seno cálido de la muerte.
¿Qué pueden esperar de alguien que una vez más le fue arrebatado todo? ¿Quién puede brindarle sosiego a quien ya no es más un nombre, sino un objeto de burla de su pasado que tan sólo ansía el perdón negado?
¿Podría existir nuevamente, podría… volver a ser?
Las inmensidades lloran lágrimas carmesí, los relámpagos cárdenos quebrantan los cielos nublados.
Hubo un albor pálido que penetró los cielos oscurecidos y abrieron el vasto vacío gris que ahora retumbaba desgarradoramente a los oídos de aquellos que aún vivían el caos. Todos los supervivientes abrieron los ojos, observaron hipnotizados a la luminaria plateada que se abría imponente, y la desesperanza luchó contra aquella luz que penetraba insistentemente los espíritus derrotados.
Se abren las puertas del alma; las sombras una vez más pasean y cuchichean a su alrededor ante las desgracias que acarrean tras sí. El candil refulgente no dejó de irradiar, tan sutil como una pluma oscilada por el viento se deslizó entre los vestigios del pasado, las construcciones devastadas, los cuerpos caídos, las almas sollozantes…, y se dispersó, centellando.
Harry Potter lo único que pudo ver y sentir antes de sucumbir al anhelado sueño eterno fue un cálido aliento que le susurró una sinfonía que trajo quietud a su ser, que llevó paz a la tormenta interior, y supo en ese instante que el término "existencia" no sería corrompido esta vez.
Muchos sueños fueron vividos a partir de ese entonces, los viejos recuerdos, las antiguas memorias… Aquellos letargos y viajes de las infinitas vidas que transcurrieron parecieron durar una eternidad sosegadas ante las líneas emergentes del tiempo. Unas perecieron y otras lograron su cometido al final del camino.
Era aún de madrugada cuando las primerizas chispas del alba penetraron con parsimoniosa suavidad la tela de seda oscura que cubría la morada de los cristales que ahora bañados en luz, reflejan rayos solares del pronto amanecer, multiplicándose en colores, y alumbrando vivazmente una habitación que hasta ese momento estaba en penumbras.
Se removió con disgusto en la cama que ocupa, debido al poco espacio que tiene. Arguye que alguien ha inundado la colcha con excesivas almohadas para que no se caiga estúpidamente, o han obstruido parte su puesto y le han dejado la orilla. Recuerda que su cama siempre ha sido lo suficientemente espaciosa como para ser cómoda, y ésta en donde habita ahora parece ser del mismo ancho. Frunce un poco el ceño, mas no abre los ojos ya que la somnolencia aún le acobija con profundidad, y él es incapaz de moverse un centímetro más allá de esa extraña pero confortante posición que ha adoptado.
Doblega un poco sus piernas, y un peso cálido se asienta en su espalda, amoldándose contra su cuerpo flexionado, y un lánguido brazo le rodea hasta reposar completamente su peso en su abdomen. Vuelve a fruncir el ceño, esta vez con más profundidad. Sinceramente, no recuerda haber dormido con alguien, porque ahora sabe que es un "alguien" y no un "algo", y aunque hubiese preferido que fuese lo segundo, no puede evitar preguntarse quién es la persona que ha penetrado las defensas del hechizo que colocó la noche anterior y que resguarda a mirones con malas intenciones… Un suspiro ahogado lame la piel desnuda de su cuello, y no puede evitar estremecerse.
Cuando mueras, yo no estaré ahí para sostenerte. Nadie lo estará.
Es ahí donde recuerda finalmente. No todo, pero sí lo suficiente como para abrir los ojos en medio de esa oscuridad intencionada. Su escasa visión nublada apenas le permite entrever las penumbras que le rodean, pero de igual forma parpadea con ansiedad, y no puede evitar un balbuceo bajo y ahogado.
Recuerdos, muerte y desolación. Cuerpos sin espíritus apilados unos sobre otros que le observan y le señalan. La muerte le acaricia con suavidad y le niega el sosiego anhelado. Convulsiona inevitablemente, tiembla ante el horror de las memorias que violan su mente y la someten a ese terror irreal, pero que sabe que es tan real como el hecho de que ahora esté con vida cuando justamente deseó lo contrario.
—Harry… —una voz suave, levemente reconocible susurra a sus espaldas y Harry se vuelve peso muerto en aquella cama, los recuerdos aún azotándole con crueldad.
Un sollozo escapa de su cavidad, tan quedo que apenas se escuchó, pero eso a él poco puede importarle. Le importa saber que está con vida, que ha sobrevivido, y se odia inmensamente por haberse librado una vez más de las manos de la muerte. Sigue temblando, y sus hipidos suben dos notas al percatarse que aquella persona le sigue llamando, murmurando palabras de confort aún cuando no sepa qué le sucede, aún cuando Harry esté enteramente consciente de que jamás podrá ser consolado.
—Harry, escúchame, has tenido una pesadilla —vuelve a murmurar, y le abraza con fuerza, acariciando su espalda—. Nada es real —afirma, pero Harry no le cree ni un ápice. Siempre ha odiado las mentiras.
Se encoge más en la colcha, enterrando su rostro compungido en la almohada que abraza con desesperación. No existen palabras para explicar la desolación que padece, y no necesita que un extraño le susurre falsas frases de aliento o serenidad cuando sabe perfectamente que todo está perdido, que por más que Voldemort haya sido vencido definitivamente, nada podrá regresarles de las manos de la muerte a sus familiares, a Ron o a Hermione. Ni siquiera a Ginny. Muchísimo menos a Teddy.
Un nuevo sollozo amenaza con desgarrarle el torso. Gruesas lágrimas afligidas bajan por sus mejillas, mas no le afecta la patética imagen que ahora pueda estar dando, porque nada podrá revivir a su mejor amigo o amiga, mucho menos a su adorable ahijado.
Nadie sostendrá jamás sus piernas desfallecidas.
Nadie.
Luego de unos minutos, los sollozos han cesado a hipidos entrecortados, y a lo lejos puede escuchar un suave suspiro paciente. Pareciera como si la otra persona estuviese conteniéndose verdaderamente de no gritarle, pero aquello no dura mucho, lo siguiente que escuchó, si no fue un grito, entonces no supo qué demonios fue.
— ¡Harry James Potter, en este preciso instante dejas de comportarte como un bebé, demonios! —le gritaron perfectamente cerca de su oído, cosa que le perturbó aparte de que le hizo sobresaltar de la cama—. ¡Eso no es un comportamiento digno! —halaron los cubrecama en el proceso, y como consecuencia salió disparado de los doseles que recubren, cayendo sobre el frio piso de piedra, levemente alarmado.
Por un doloroso instante pensó que se trataba de Hermione que había perdido la paciencia y ahora se presentaba para darle un largo sermón sobre lo infantil que estaba siendo y el patético comportamiento que estaba dando. Aquel pensamiento casi le hizo soltar un suspiro tembloroso, porque sabía que eso jamás sucedería, sin embargo, no le importa que lo que viese fuese un verdadero producto de su imaginación, porque después de todo nada más tendría qué perder.
Pero aquello lo descartó rápidamente cuando dio una vista panorámica al lugar.
Eso era algo ya instintivo en él, hacer el debido reconocimiento, y puede que estuviese casi ciego, porque tuvo que enfocar su vista con desesperación para tratar de ver lo que realmente sus orbes nubladas contemplan: estaba en una habitación de Hogwarts, de eso no tenía duda alguna… ¿pero cuál?
Está casi ciego, eso sí, pero reconoce perfectamente el diseño de Hogwarts. Siete años ha vivido dentro de sus gruesas paredes arcaicas quienes protegen y callan infinitos secretos. Harry Potter conoce Hogwarts, y es precisamente por ello que comienza a preguntarse si está lo suficientemente desequilibrado como para creer que aún está protegido allí, que la guerra aún no ha iniciado verdaderamente y que aquellos recuerdos lejanos y desoladores tal vez sean alguna especie de extraña visión, de esas que muchas veces Voldemort utilizó para manipularle y entonces…
Gimió nuevamente ante la sorpresa y la pausa que tuvo que padecer el hilo de sus pensamientos al percatarse del usual frio metálico en su rostro. Era una sensación que extrañaba, la de sus lentes apoyados fielmente a su rostro. Suspiró agradecido cuando obtuvo la ansiada visión gracias a los cristales, y ésta vez pudo enfocarse mejor en su cometido: escanear nuevamente en dónde diablos estaba metido ahora. Si era un producto de su irreparable desequilibro, pues bienvenido sea.
Pero nada de lo que él pensó que sucedería pasó. Hermione no estaba ahí para sermonearle, y no reconocía aquellos aposentos, pero sí estaba en Hogwarts, mas no en su casa. Un vistazo le hizo darse cuenta de los inconfundibles colores fríos que decoran los barrotes de los doseles y los cuadros de caoba oscuro que componen los marcos. No eran tonalidades cálidas, pero tampoco lo suficientemente oscuras como para ponerle en guardia. Más bien son… ¿elegantes? Tal vez aquel término se le adecúa más.
— ¿Y bien? Ahora me dirás qué mosco te picó, Harry.
Un peso frio se acentuó en la boca de sus entrañas. Aquella voz… aquel tono, ese acento inconfundible. ¿Cómo no pudo percatarse antes?
Mansamente giró su rostro. La lentitud era exasperante, pero aquello no le importó. Si estaba tan desequilibrado como así teme, entonces no estaba vivo sino… Posó sus orbes esmeraldas en el individuo que sentado en la cama de la que fue tirado. El peso en su estomago se acentuó como concreto, endureciéndolo todo.
Los recuerdos, aquellas memorias pasadas, esas pesadillas sobre guerra, destrucción y muerte pasaron a segundo lugar cuando al que vio sentado con el entrecejo fruncido y un rostro que expresaba de todo menos complacencia se mostró ante sí, expectante.
— ¿Y bien?
Y Harry en ese instante desprendió todo el aire que tenía contenido, su rostro transformándose en la viva imagen de la incredulidad, llena de sorpresa y estupefacción.
No estaba vivo, de eso tenía certeza, pero tampoco sabe dónde demonios está.
— ¿Malfoy?
Podría considerarse prólogo, pero no creo que ese sea el nombre adecuado… no lo sé. Dejémosle en que es el primer capítulo, así no se confundirán y no me confundiré yo (?). Espero que les haya gustado esta primera parte sinceramente, y si no bueno… reviews comentando lo horrible que es no estaría mal, aunque las críticas constructivas son más bienvenidas.
Bueno, nos veremos en el próximo capítulo si así lo desean. Bye~