Salió corriendo de la tienda envuelta en lágrimas. Era como volver a tener ocho años y volver a quedarse encerrada en el armario, a la espera de que su madre viniera a pegarla para descargarse de la anterior pelea. Salió corriendo con su madre detrás de ella llamándola.

Era como recordar su jodida infancia. Dios mío, lo odiaba tanto... ¡LO ODIABA, MALDITA SEA!

Se encerró en casa a llorar durante horas. Hasta que se quedó sin voz, hasta que ya no pudo más con su propio cuerpo. Recordaba con una claridad escalofriante cada golpe, cada insulto, la sangre, el dolor, el llanto y las súplicas, todo. Y lo peor, era que su padre jamás hizo nada por defenderla. Siempre lo consideró como un héroe, y ahora se daba cuenta de que era un cobarde.

Siete preciosos meses de embarazo. Ya se había acostumbrado a la ropa ancha, su cuerpo de embarazada, el dolor de espalda y los antojos.

Compartía penas de embarazada con Bella, y su relación con Rumple iba viento en popa. Su madre, junto a su hermana, era un gran apoyo. Había retomado esa relación inicial con su hijastra, aunque dejando de lado los cuentos que le contaba de pequeña. Ahora el cuentista era otro... Su novia y su hijo eran lo mejor del mundo, y saber que llevaba dos bebés dentro no podía ser mejor noticia. Todo parecía un cuento de hadas. Pero alguien dijo que los villanos no tienen finales felices.

Era agosto. Un caluroso día de agosto. Emma había llegado días atrás a casa gritando eufórica por haber despertado finalmente a Killian. Ahora el hombre descansaba en casa. O al menos eso pensaban todos.

Iba por la calle, metida en su mundo en el que todo iba bien, pensando en nombres, aunque ya tuviera algo en mente. Y a la mención de su nombre, se giró y...

Allí estaba Garfio. En medio de la calle, con una pistola en una mano, y el garfio en la otra. Todos miraban la escena sin intervenir, temerosos de la reacción del pirata. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Tenía muchísimo miedo. Y lo peor era que la pistola apuntaba a su abultada barriga. Tenía el pánico recorriendo sus venas.

- Aléjate de ella, cabrón – dijo letalmente Eva.

Una pistola apuntaba a su vez al pirata, que sólo rió fuertemente.

- ¿Y tú, precisamente tú, me vas a hacer daño? No me hagas reír y déjame que mate a esta zorra y a su pequeña zorrita no nacida.

- ¡Te. He. Dicho. Que. Te. ALEJES! – gritó, recibiendo otra risa como respuesta. Se estaba comenzando a poner nerviosa, pero no podía caer. Su vida estaba en peligro. No podía caer.

Pero el hombre fue más rápido y disparó. En dirección de Eva. Recibió el balazo en el estómago, y se dispuso a disparar a Regina cuando la morena lo lanzó a tres metros, desarmándolo, y corrió hacia la mujer más mayor. En muy poco tiempo, aquello se llenó de más gente y ambulancias.

Se levantó rápidamente de la cama y se fue hacia el armario, en busca de ropa. Lo despertó a gritos, sabiendo de su pesado sueño, y una vez vestidos, partieron hacia el hospital. No querían desayunar, ni ducharse, ni nada. Sólo llegar junto a su familia. Zelena aparcó de mala manera. Por suerte, le tocaba entrar a trabajar en media hora. Haría todo lo posible por estar ahí, eso era seguro. Tomo a Chris de la mano y entraron con prisa, buscando con la mirada algún indicio de algo. Encontraron en una esquina muy nervioso a Rumple, y Bella junto a él, intentando calmarlo. Se acercaron a preguntar. Nervios, nervios y más nervios. Sólo eso.

Desde la llamada de Bella avisando de lo ocurrido, lo único que quería era que ambas mujeres estuvieran bien.

- ¿Dónde están? – preguntó Chris.

- Aún no sabemos nada – respondió Bella.

- Voy a ver si puedo estar o algo – dijo Zelena.

- Bien, mantennos informados – contestó Rumple.

La pelirroja se marchó con prisa. Luego, el resto de la gente llegó. Horas después, todos pudieron entrar a la habitación. No era lo normal, pero es que aquella familia no era normal.

- Dios, tenía tanto miedo- susurró Cora acariciando la cabeza de su novia suavemente, envuelta en lágrimas. Cogió asiento a su lado derecho, mientras que en el flanco derecho se instaló Blanca, también llorosa, cogiendo su otra mano.

La operación había sido peligrosa, pero finalmente, había salido bien. Todo estaba finalmente bien. Sí, todo estaba bien...

Toda la familia comenzó a hablar, haciendo que Eva se evadiera del dolor del postoperatorio y pensara en cosas menos complicadas.

La cena estaba a punto de comenzar. Todos estaban reunidos en torno a la gran mesa del comedor del pequeño piso de la pareja, esperando la aparición estelar de las pequeñas.

El timbre sonó y el chico se levantó para abrirle a sus madres, las cuales llevaban en un carrito doble a las niñas.

- Hola mamá – dijo Henry dirigiéndose a ambas madres.

- Hola chico, ¿pasamos? – preguntó Emma, la cual iba cargada de cosas, puesto que no era un bebé, sino dos.

- Sí, pasad – dijo descargando a su madre y apartándose del camino, para que así tanto Emma como Regina, la que llevaba el carrito, pudieran pasar.

Tras los besos y abrazos, procedieron, antes de empezar a cenar, a decir el nombre de las niñas

- Redoble por favor – dijo Emma, cogiendo a una pequeña de cabeza rubia y ojos marrones.

La rubia cogió a una de sus hijas en plan el Rey León mientras que tras una regañina de su novia cantaba El Ciclo De La Vida. Por su parte, Regina cogió a su otra hija de manera cuidadosa y más normal. Todo el mundo siguió el juego y tamborileó en la mesa.

- Se llaman... Eva y Cora – dijo sonriente la morena.

Este era el final feliz de todos los miembros de aquella familia


Bueno, antes que nada, disculparme por el chapucero y último capítulo de este fic y por la tardanza.

He dado lo mejor de mí, de verdad. Sé que no es lo esperado y que probablemente no os haya gustado, pero veía lo mejor por hacer, no? Algo que fuera liviano ,puesto que es el final.

Sé que no hay escusa con la tardanza, pero bueno...

Muchas, muchísimas gracias a todos los que habéis seguido la historia, de verdad. Me hacéis estar orgullosa de lo que escribo con vuestros comentarios. Todo esto es gracias a vosotros