Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.

Regalo (atrasadoooo) de cumpleaños para Florcha (Unaflor acá en y en Ao3, y todo lo que escribe es genial y perfecto).


Sus manos son las que le apartan el cabello del rostro, que acarician sus mejillas y tiemblan sobre su boca. Las que contornean su mandíbula, poco a poco, venerando la textura de su piel, vislumbrando cada ínfimo detalle que lo compone. Son en lo que se enfocan los ojos de Sirius mientras viajan por todo su cuerpo. Lo hacen sentir que el susodicho es una jaula, que lo que percibe en su pecho lo consumirá entero.

Son las manos de Remus las que lo ayudan a levantarse. Las que, con un gesto, un ligero toque, le hacen sentirse en paz.

Son sus manos, sólo las suyas, cubiertas por cicatrices, tinta y vida, las que provocan que Sirius sienta que los demonios que protagonizan parte de su historia no le pesen tanto . Le hacen pensar que al fin puede respirar. Permiten que los gritos, los insultos y las amenazas no corten tan hondo u que, por lo menos, las antiguas heridas comiencen a sanar.

Son sus manos, temblando bajo las de Sirius, en el ala de la enfermería. Sus dedos explorando las heridas de Canuto, mientras sus ojos evitan su mirada.

Sus manos encontrándose: en el medio de un pasillo, en la orilla del lago, en una noche de luna llena.

Sus manos, marcadas por historia. Por un lazo que ni siquiera años de mutuas equivocaciones pudieron destruir.

Sus manos, extendiéndose la una hacia la otra una vez más, buscando perdón y encontrando entendimiento.

Sus manos, diferentes, añosas, una biselada por cicatrices y la otra puro hueso. Pero sus manos, al fin y al cabo.

Sus manos, a través del tiempo, del dolor, de la pérdida.

(Lo único que hace falta, a lo que se aferran para no caer.)