Capítulo 10
Peeta
Después del entrenamiento de fútbol del lunes, Cato y yo pasamos el rato en su casa. Entorna los ojos cada vez que insisto en hacer los deberes antes de salir de fiesta con algunos de los otros chicos.
Después de haber terminado con mis deberes, Cato y yo subimos en su todoterreno negro con cristales tintados y paseamos por la ciudad.
―He estado saliendo con Katniss ―le digo cuando volvemos por Green Road Bay.
―Lo sé.
―¿Te molesta?
―Me molesta que salgas con Thres y Prim, los chicos del capitolio . Tú nos perteneces, Peeta. Eres uno de nosotros.
― No estoy con "nosotros".
―Debes saber dónde están tus leales. ¿Comprendes,Peeta?
―Sí.
―Bien. Ahora vamos a la fiesta de la playa, donde las chicas son de los distritos y están muy buenas. No le digo que Katniss es una verdadera chica de los distritos y que no puedo sacármela de la cabeza. Después de nuestro encuentro en el barco de Tresh, dijo que necesitaba espacio. Se lo estoy dando, pero no puedo negar que quiero estar con ella.
Cato conduce hacia el lago Michigan. No aparca cerca de la playa pública. En su lugar, gira a la derecha y se dirige a la parte aislada de la playa donde los Profesionales se reúnen a pasar el rato.
―¿Por qué aquí? ―pregunto. La Profesionales no está activa en Fairfield, así que me imagino que esta parte de la playa está desierta.
Pero no es así.
―¿No has oído las noticias? ―me pregunta Cato.
―¿Qué noticias?
―Seneca Crace salió de la cárcel el viernes.
Me congelo. Seneca es un hijo de puta peligroso. No creo que estar encerrado lo ha reformado. Si él está de vuelta, ¿significa que los Profesionales están a punto de hacerse más fuertes?
He visto las muertes de pandillas, golpes y esa mierda. Pero también he visto el honor y la lealtad que los chicos de las pandillas tienen con sus amigos. La playa está llena de chicos de mi barrio, mi pueblo. Chicos que no he visto desde que me mudé de nuevo y que han salido de la nada para esta fiesta de bienvenida para Seneca.
Jugamos al fútbol en la playa un rato. Más tarde, Cato agarra una lata de cerveza de una nevera. Se la traga hasta que el líquido sale por los lados de su boca. Cuando se la termina cierra la boca y se limpia con el dorso de la mano, tira la lata vacía al suelo y junta las rodillas, como si acabara de hacer un touchdown.
Cato me tira una lata.
―Tu turno.
Abro la lata y trago esperando que el alcohol borre la imagen de Katniss en bikini de mi mente.
Por desgracia, no es así. Voy a la nevera y cojo otra. Bebo a grandes tragos, esperando el zumbido. Pero no consigo una mierda, sólo la cara normal de borracho. Una vez más vuelve, y no es habitual que una chica invada mi mente.
―Peeta, ven aquí ―me llama Cato haciendo un gesto con la mano.
Me dirijo hacia donde Cato y otros chicos están hablando.
―¿Sí? ―pregunto.
―Él es Seneca Crace. ―Me indica con la cabeza en dirección a una persona que camina por la playa.
El tipo es tan grande como un oso, tiene tatuajes que le cubren completamente los brazos y el cuello y camina de forma intimidante; como diciendo "estás conmigo o estás muerto". Para rematar la imagen, lleva un cigarro colgando de la comisura de la boca.
Todo el mundo está en silencio. Seneca se detiene cuando llega hasta mí. Si yo no hubiera crecido con miembros de la banda durante toda mi vida, probablemente estaría haciéndomelo en los pantalones en este instante.
―Escuché que un Mellark ha honrado Fairfield con su presencia ―dice Seneca mientras extiende la mano hacia la mía temblorosa.
―Yo lo traje ―dice Cato, con orgullo para coger puntos.
Estrecho la mano de Seneca con un apretón fuerte, seguro. Cuando se acerca Seneca.
―Caballeros, déjenme hablar con Mellark a solas ―dice Seneca.
No hace falta más que eso para que Catos y los otros chicos se dispersen. Cato se une al resto del grupo que rodea un gran montón de madera y palos que están a punto de encenderse.
―Le pregunté a Cato si podía traerte aquí esta noche ―dice.
Eso no tiene sentido. Por lo que he oído, Seneca piensa que mi hermano es un traidor desde que dejó a los Profesionales. ¿Por qué el repentino cambio de opinión por uno de los hermanos Mellark? Si Seneca considera a Gale como un enemigo, ¿por qué estoy a salvo de su ira?
A menos que él espere que yo reemplace a Gale en la banda.
―Pensé que estabas en la cárcel ―le digo.
Sonríe, con el cigarro todavía colgando de la comisura de la boca.
―Digamos que salí por un tecnicismo. ―Se inclina hacia adelante y habla en voz baja―.
Escucha, tengo que reconstruir Profesionales y vas a ayudarme a hacerlo.
―¿Por qué yo? No estoy en la onda.
―Ahí es donde te equivocas, Peeta. Naciste en la Profesionales. ―Me da una palmadita en la espalda―.
Y tú serás un Profesional hasta el día de tu muerte.
―Lo más probable es que si fuera un bruto me gustaría pero… ―soy Peeta Mellark.
Soy normal y me gusta escribir ensayos. El año pasado escribí un artículo acerca de por qué ciertos aspectos de los distritos se han integrado tan completamente en la sociedad del Capitolio.
Obtuve una A, por supuesto y el Sr. Heilmann de alguna manera lo imprimió en el periódico local, lo que fue bastante guay.
Pero ahora estoy confundido, lo que rara vez ocurre. Apuesto a que la mayoría de los chicos de mi clase elegirían ser un león, el rey de la selva. Yo no soy un rey y nunca lo he sido.
Pensar en un monarca me recuerda a Seneca.
Mi lápiz está sobre el papel. Me pregunto si estaba borracho la noche anterior o si Seneca era real y dijo que espera que le ayude a reconstruir los Profesionales. Miro una foto de Gale, Madge y Darius en la pared.
Mi mama tiene el día libre. Me doy cuenta de que no está cocinando, como yo pensaba.
Sostiene un cigarrillo entre sus dedos, apoyada sobre el fregadero.
―No me gusta cuando fumas ―le digo.
―Me relaja ―le da una calada del cigarrillo y arroja la ceniza al fregadero―. Me ofrecieron un trabajo ayer como recepcionista. Es en el hospital donde trabaja Elena.
―Eso está bien.
―Pagan bien y tiene seguro medico ―dice ella, y luego lleva el cigarrillo a los labios una vez más.
―¿Estás bien, mama? Te ves como si estuvieras "out".
―Estoy bien ―expulsa el humo―. Bueno, no todo está bien. Hoy recibí una llamada informando que Finnick fue herido.
Empiezo a entrar en pánico, veo horribles imágenes de los soldados que han regresado en sillas de ruedas y con pérdida de extremidades dando vueltas en mi cabeza.
―¿Qué le pasó?
―Nada serio, pero lo suficientemente malo como para que vuelva a casa para recuperarse.
―¿Qué quiere decir nada serio? ―pregunto―. Si viene a casa, es porque tiene que ser malo.
―Es una pierna. Tuvo que someterse a una operación y no puede reunirse con el resto de su unidad, por lo que se le obligó a tomar una licencia médica. También tiene que decidir si quiere regresar. Lo quiero en casa, pero...
―Has oído que Seneca salió de la cárcel.
―Elena se acaba de enterar por Jorge ―señala con el cigarrillo la puerta―. Tú asegúrate de mantenerte alejado de él. No quiero que tú o Finnick tengáis problemas con él o con los profesionales.
Es demasiado tarde para eso. Me froto los nudos que se forman en la parte de atrás de mi cuello. ¿Cómo puedo decirlo? No me atrevo, y mis manos comienzan a sudar.
―mama, ¿yo nací en los Profecionales?
―¿Dónde has oído eso?
―Seneca me dijo algo de que había nacido en Profesionales y bueno, yo no sabía lo que quería decir.
Me señala con su dedo tembloroso.
―No escuches a Seneca, Peeta. ¿Me entiendes? Mantente alejado de él.
―Las cosas están pasando de nuevo. Él quiere reconstruir a los Profecionales.
Sé que tengo una carga de adrenalina, un impulso peligroso. Generalmente logro controlarlo, pero cuando conocí a Seneca ayer por la noche... siento la adrenalina en la cabeza ante la idea de enfrentarme a él para hacerle pagar por su participación en el ataque a Gale que casi le cuesta la vida.
Mi mama toma otra calada de su cigarrillo.
―Mantente lejos y no hagas preguntas.
―No, tengo el derecho de saber por qué el nuevo jefe de la Profesionales piensa que yo soy uno de ellos.
Ella toca mi mejilla con su mano.
―No, Peeta. No hagas preguntas. Nosotros siempre estaremos mejor sin hacer preguntas. Estás a salvo. Estaremos seguros siempre y cuando te mantengas alejado de Seneca.
Yo no le digo que no quiero quedarme fuera, quiero saber lo que Seneca ha planeado. Cuanta más fuerza tenga, menor poder tendremos nosotros en Fairfield. Si Seneca tiene el control, puede vengarse de Gale. Si mi familia está en peligro, necesito saberlo. Acercarme a Seneca es mi única opción.
Katniss
Tresh siempre hace una fiesta por su cumpleaños porque sus padres están fuera de la ciudad, en una conferencia de ventas anuales. Es algo que todos en Fairfield esperan. Estoy muy entusiasmada con la fiesta de Tresh de esta noche. No me he abierto ni física ni emocionalmente con Peeta desde que nos fuimos en el barco de Tresh hace dos semanas, pero he pensado en ello cada día.
Rue y yo llegamos a la fiesta temprano para decorar la casa. Tresh cogió el carnet de su hermano mayor y compró unos barriles. Normalmente no bebo, pero Peeta me envió un mensaje y dijo que sin duda vendría esta noche.
―¿Qué estás haciendo? ―me pregunta Tresh mientras lleno un vaso de plástico hasta el borde de cerveza y empiezo a beber.
―Perder mis inhibiciones ―le digo―. ¿Qué te parece que estoy haciendo?
―No bebas, Katniss.
Levanto mi vaso en el aire.
―Voy a hacerlo.
―Rue ―grita Tresh, obviamente, sin saber qué hacer conmigo. ―¡Ven aquí!
Rue se asoma a la cocina.
―¿Qué pasa? ―Tresh me señala.
―Tu mejor amiga está teniendo una pre-fiesta en solitario.
Rue se ríe mientras me tomo otro trago.
―Umm… No es una buena idea, Kat.
―Sí, lo es. Peeta viene aquí esta noche ―estoy empezando a sentirme menos estresada por estar con él.
Rue y Tresh se miran de forma cómplice.
―No es lo que pensáis ―les digo―. Sólo quiero saber lo que sería pretender que somos una pareja.
―¿Pretender? Simplemente admite que te gusta ―dice Rue―. Y enfréntate a esos sentimientos. Emborracharse es como una tirita que no pega.
―Te lo dije, no tengo sentimientos por él ―me río al pensarlo.
Rue le da a Tresh palmaditas en el pecho.
―Tresh, di algo... haz algo.
Tresh levanta las manos.
―Yo no toco esta conversación ni con un palo de tres metros ―rápidamente se aleja mientra suena el timbre.
Casi he terminado el vaso y me sirvo más.
―¿Sabes que Peeta fue el primer chico que me dio un beso desde lo de Cato?
―Lo sé ―dice Rue.
―Pienso mucho en ello. Más de la cuenta, en realidad. Peeta es ideal para practicar, ¿no?
Rue me quita el vaso de la mano.
―No creo que debas utilizar a un tipo para la práctica. Lo vas a lastimar.
―No, yo no ―le aseguro―. Admitió que es un jugador, al igual que Cato. Él es quien dice que deberíamos tener diversión. Me aseguraré de que sabe que lo que sucede entre nosotros es casual.
―Las chicas como Clove tienen relaciones casuales, no tú ―dice Rue. Cuando agarro otro vaso y lo lleno hasta el borde, ella deja el tema.
―No digas que no te lo advertí.
―Voy a estar bien. Me dices que necesito relajarme. Peeta me dice lo mismo... Voy a darle una oportunidad.
Una hora más tarde, la música está a todo volumen y el lugar está lleno de gente.
Definitivamente estoy zumbando, y quiero encontrar a Peeta.
Acabo el resto de lo que hay en mi copa, la tiro a la basura, y empujo a través de la multitud para encontrarlo. No está a la vista. Pregunto por ahí, pero nadie lo ha visto.
―Hola, Katniss ―dice Marvel con una sonrisa amplia con dientes tan blancos que apuesto que hasta un ciego podría ver―. Te ves genial.
―Umm... Tenía una especie de plan con... ―Yo voy a decir Peeta, pero en realidad no tengo planes. Tengo un plan.
Acabo de asumir que Peeta va a formar parte de ello. Y salir con Marvel definitivamente no está en mis planes.
―Sube conmigo ―dice, tomando mi brazo y alejándome de la multitud de juerguistas.
―No voy a ir arriba contigo, Marvel. ― Él no formaba parte de mis fantasías.
―Confía en mí ―dice Marvel―. No voy a intentar nada.
―No me fío de ningún tipo que dice "confía en mí". Necesito un poco de aire.
―Está bien, entonces camina conmigo.
Antes de que pueda protestar, Marvel me lleva fuera, hacia la piscina. Todo el tiempo estoy estirando el cuello para ver si está Peeta, no hay suerte. Dijo que iba a estar aquí, pero tal vez cambió de opinión. Marvel está bebido, también. Lo sé por la forma en que se tropieza antes de sentarse en una de las sillas de la piscina.
―Siéntate a mi lado ―dice y luego agarra mi muñeca y me impulsa hacia abajo―.Te ves como un bollo de queso caliente.
―Eso no es realmente un halago ―le digo.
Se inclina hacia mí. No sé si está cayendo sobre mí o está tratando de que me siente encima. De cualquier manera, huele a cerveza y sudor. No es una buena mezcla. Le empujo lejos de mí. ―Oye. ―Escucho a Peeta y luego lo veo.
Él esta muy bien con los vaqueros sobre sus caderas y una camiseta tan desgastada que probablemente sea tan suave como la seda.
Marvel mira hacia él.
―Largate, dis.
―Katniss también es de los distritos, idiota ―dice Peeta. Marvel se pone rígido.
―¿A quién llamas idiota?
―¡A nadie! No lo decía en serio ―le digo―. ¿Verdad Peeta?
―No ―dice Peeta.―. Lo dije en serio.
Marvel está a punto de levantarse y desafiar a Peeta cuando Tresh agarra el brazo de Marvel y lo aleja de Peeta.
―Marvel, necesito tu ayuda.
―¿Con qué? ―pregunta Marvel.
―Simplemente... con algo. ―Tresh le lleva a la casa, dejándome a sola con Peeta.
Peeta me mira como si yo lo hubiera traicionado.
―¿Qué estabas haciendo sentada con ese pendejo?
―Yo en realidad no me senté con él... Bueno, lo hice, pero...
Suspiro. Esta noche no va como lo he planeado. Estoy bebida y no sé cómo explicarle que he estado esperándolo todo este tiempo. Puedo decírselo, sin embargo.
―Sígueme.
Duda.
―Vamos ―le digo, cogiéndole la mano y llevándolo hacia la caseta de la piscina. Sé que la llave está escondida en la maceta. La saco y abro la puerta con una cosa en mi mente: dejar de lado mis inhibiciones y besar a Peeta como lo hice en mi casa. Esta vez, no me interrumpirá. Peeta intenta encender el interruptor de la luz, pero yo pongo mi mano sobre la suya.
―Cierra la puerta ―le digo. Lo hace.
Entro dentro.
―Yo no quería estar con Marvel esta noche. Tienes razón, es un pendejo.
―No me gusta verte con él ―dice―. No creo que me gustara verte con cualquier otro tipo… que no fuera yo. Ahora mismo tengo una desesperada necesidad de ser abrazada por él. Esto no me va a afectar. Es para divertirse y vivir la fantasía.
―Abrázame ―le digo―. Por favor.
―Estás borracha ―dice.
―Sólo un poco mareada, eso es todo.
―Katniss ―susurra mientras se acerca. Tan pronto como siento el calor de su cuerpo, extiendo la mano y lentamente la paso por el brazo.
―No hables ―le susurro. Si habla, podría decir algo que arruinara el momento. Para ser honesta, tengo miedo de lo que dirá. Estar aquí, en la oscuridad, hace que sea surrealista. Es como una mezcla de fantasía y realidad todo junto. Estoy totalmente bien con la vida en la tierra de la fantasía en este momento, porque esto es lo que necesito. Si esto se sintiera demasiado real, no sería capaz de llevarlo a cabo.
Froto mis labios desde su cara hasta su oído.
―Abrázame, como quería en el barco.
Al segundo envuelve sus brazos alrededor de mí, una calma dulce se apodera de mi cuerpo. Me recuerda cuando él me abrazaba protectoramente cuando estábamos en Fox Lake. No me estoy engañando a mí misma con el pensamiento de que este increíble sentimiento va a durar para siempre, pero me deleito en su abrazo. Estoy viviendo el momento y es tan increíblemente bueno que no quiero que termine.
Sus brazos están acariciando mi espalda lentamente, sus fuertes dedos ardientes calientan mi piel a través de mi top de seda.
Yo le he empujado lejos por tanto tiempo, pero esta noche no hay presión. Con una determinación renovada, alzo la mano y toco su cara con los dedos.
Él se aleja.
―¿Estás segura de esto?
―Definitivamente ―le digo―. Eres mi noche de fantasía. ¿Está bien?
―Fantasía, ¿eh?
―Sí. Como en todo lo contrario de la realidad. ―Me río, vertiginosa de estar aquí con él. Estoy emocionada de poner mi plan en acción―. Sólo por esta noche, vamos a ver qué pasa.
―¿Y mañana?
―¿Mañana?
―No he pensado en el futuro. Sólo quiero hacerlo contigo ahora mismo. ¿Juegas?
―Eso depende.
―¿De qué? ―pregunto.
Se inclina y besa el punto sensible justo debajo de la oreja y luego susurra:
―Si quieres nos dejamos de besar y vamos más allá.
Cuando frota sus labios lentamente por mi cuello, echo la cabeza hacia atrás y tengo la esperanza de que siga despacio. No estoy acostumbrada a eso.
―Se siente muy bien. ―Gimo mientras sus labios descansan en el lugar donde se puede sentir el pulso. Él lo besa suavemente―. Sigue haciendo eso.
Me besa de nuevo. Y otra vez. Y otra vez.
―Tu pulso está subiendo ―susurra en mi piel.
―No me digas ―le digo, lo que le hace reír.
Pongo mi mano sobre su pecho. A través de su camisa, puedo sentir su corazón latiendo fuerte y rápido contra la palma de mi mano.
―El tuyo también.
―Mmm ―dice antes de sentir la suavidad de su lengua húmeda y caliente reemplazando sus labios en mi pulso. Guau. De repente me mareo y me apodero de sus hombros para apoyarme. Sus fuertes brazos alrededor de mí me bloquean inmediatamente y me mantienen firme, como si estuviera más que dispuesto a ser mi héroe nocturno.
Necesito un héroe.
Es romántico. Las cortinas están cerradas y tenemos total privacidad del caos exterior. Unos pocos haces de luz tenue entre los listones rompen la oscuridad de la habitación. No sé si es el alcohol que bebí lo que me está haciendo sentir tanto, pero nunca me he sentido así, ni siquiera con Cato.
Me gustaría que esto pudiera durar para siempre.
Cuando sus labios recorren mi cuello y empuja suavemente los tirantes de la camiseta para besar la parte superior de mi hombro, no puedo soportarlo más.
―Si no me besas me voy a morir. ―Jadeo.
―Creí que habías dicho que mi acción con la lengua necesitaba práctica.
―Mentí. ¿Quieres intentarlo de nuevo?
―Oh, sí ―dice―. Realmente quiero hacerlo.
Duda un instante, pero luego siento que coge mis mejillas con sus manos, mientras que el pulgar se mueve hacia adelante y hacia atrás como una caricia suave en los labios. Cierro los ojos y beso su dedo pulgar.
―¿Te gusta? ―Me pregunta, sustituyendo su dedo pulgar por un toque de sus labios.
―Sí ―le susurro. Mis manos cogen su pelo.
Tengo que estar más que mareada, porque todo lo que puedo pensar cuando sus labios se frotan contra los míos es que desearía que pudiéramos quedarnos así para siempre.
Una pasada de su lengua en mi boca hace que mi aliento se atragante.
―Déjame saborearte, mi muñeca. ―gime.
Puedo borrar de mi cabeza todos los pensamientos y las inhibiciones mientras mi lengua se lanza hacia fuera. Él está a unos milímetros, esperando por mí. Cuando nuestras lenguas chocan, es caliente, húmedo, resbaladizo y lento... es sucio , sexi y hermoso a la vez.
Yo me fundo en él mientras él me sostiene cerca. Nuestras bocas están abiertas y se degustan la una a la otra. Siento que mi interior se convierte en lava cuando junta sus manos sobre mi trasero y me impulsa más cerca. Lo siento contra mí y su obvia reacción corporal a nuestro beso hace que me duela el cuerpo con su toque.
Los dos estamos respirando pesadamente ahora. El lugar no tiene aire acondicionado y estoy empezando a sudar. En un solo movimiento, rompo nuestro beso y tiro de mi camiseta por encima de mi cabeza. Estoy de pie con mi short y mi sostén.
Tomo su mano y la coloco por encima de mi sostén. Retiene su aliento y el aire caliente que nos rodea parece electrificado.
Sus dedos rozan el satén de seda de mi sujetador y la piel sensible entre mis pechos. Sus manos son hábiles y lentas. Él se está burlando de mí, estoy respirando más fuerte a la espera de que me quite el sujetador.
Esperar es una tortura total.
No puedo esperar más. Me desabrocho el sujetador, luego lo dejó caer al suelo. Me gustaría poder ver su cara ahora mismo.
―Tu turno ―le digo en broma y luego tiro de la parte inferior de su camiseta. Quiero sentir tu piel contra la mía.
Duda de nuevo.
―Está bien ―le digo―. No pensemos demasiado en esto. Nos estamos divirtiendo. ¿No es eso lo que quieres?
Sin más se quita la camiseta y de inmediato me tira contra él. Mis pechos se aplastan contra su cuerpo duro y fibroso.
Mientras me acaricia la espalda desnuda y sus manos se mueven hacia mi culo de nuevo, rodeo con mis brazos su cuello y mis piernas alrededor de su cuerpo. Sus manos me mantienen suspendida en el aire hasta que me lleva a la pared más cercana. Se aprieta contra mi cuerpo, me sostiene contra la pared mientras que nos oprimimos el uno contra el otro. Su miembro duro se aprieta contra mi sexo y deseo que estemos desnudos, pero al mismo tiempo me alegro de que no lo estemos, porque ahora mismo no tengo el control. Lo he perdido y tengo la sensación de que él también.
―Dime que pare ―dice contra mis labios.
No lo hago. No puedo. En cambio, me enredo con mis piernas alrededor de él con más fuerza, instándolo a seguir adelante. Lo hace.
Muerdo con fuerza su labio inferior cuando las cosas se ponen demasiado intensas, demasiado emocionantes. Mis manos están en su pecho caliente y no puedo contenerme más.
Le rodeo con mis brazos y lloriqueo contra su cuello. Todo mi mundo estalla a mí alrededor, y la sensación no se detendrá. Entonces siento que me agarra más fuerte, mientras que se deshace entre mis brazos. Es sólo... genial.
―Eso fue increíble ―digo débilmente después de bajarme y recuperar el aliento―. Para ser honesta, llevo nerviosa toda la semana. Pero... esta fue una gran experiencia, ¿no?
Con ternura me toca el cabello y luego pasa suavemente sus dedos a través de él.
―Fue más que eso.
―¡Peeta! ―La voz de Cato se oye desde el exterior de la casa de la piscina. Toc, toc, toc―. Peeta,
¿estás ahí?
