Disclaimer: Da Vinci's Demons pertenece a Starz y a sus respectivos creadores, escribo esto sin fines de lucro.
Breve comentario: Las historias son autoconclusivas y pueden o no tener relación entre ellas. No tienen un acomodo cronológico entre ellas por lo que pueden ser leídas de manera independiente y en el orden que deseen. La pareja es Leonardo Riario, porque la segunda temporada le dio mucho material a mi imaginación entre esos dos. Disfruten, espero sea de su agrado.
Leonardo se encontraba mirando al cielo, aún fascinado por las estrellas y sus descubrimientos sobre ellas, Zo no había entendido la importancia de su descubrimiento, para él no era más que otra manera de meterse en problemas con la iglesia. Después de ese viaje no había tenido la oportunidad de contarle a Nico lo que había logrado descubrir, temiendo en parte recibir una reacción similar a la de Zo. El sonido del improvisado bastón de madera le anunció a Da Vinci la llegada del conde, pero no apartó la mirada del cielo.
—Lograste hacer el viaje —la voz profunda del conde rompió el silencio—, incluso sin el astrolabio— Leonardo volteó a verlo, el conde tallaba su nuca, un gesto que le hizo pensar a Da Vinci que se encontraba apenado—, me gustaría regresártelo, pero durante la inundación no hubo tiempo de salvar nada.
—Salvaste a Nico.
—Era mi responsabilidad, yo fui quien lo encerró en primer lugar.
—Pero regresaste por él y te lo agradezco. Zita tenía razón, eres una buena persona.
Si alguna vez Da Vinci dudaba de su genialidad era al hacer comentarios que ocasionaban tgestos de dolor como los que veía en ese momento en el conde.
—¡Quieres saber cómo llegué al nuevo mundo sin el astrolabio! —Da Vinci comenzó a hablar, intentando distraer a Riario de su dolor, explicando emocionado como la tierra se movía con todo lo demás alrededor del sol y no todo en torno a ellos como siempre habían creído.
Leonardo notó como los ojos del conde se abrían con sorpresa, a pesar de que el dolor había desaparecido sabía que había elegido mal sus palabras, Zo se lo mencionó "Esa información hará que la iglesia te corte la cabeza" y ahora estaba él ahí, contándole eso al conde Girolamo Riario, uno de los más devotos hombres de la iglesia. Temió que el avance que habían logrado entre ellos desapareciera debido a sus palabras. Sintió el pánico invadirlo, sin estar seguro de la razón, pero cuando la sorpresa desapareció del rostro de Riario, no fue odio lo que vio, sino algo aún más desconcertante: una cálida sonrisa. El conde dio un paso hacia él, colocando una mano en el hombro del artista.
—Leonardo, naciste demasiado adelantado para tú época— ampliando un poco más su sonrisa, apartó la mano de su hombro y se alejó ayudado por el bastón.
Leonardo sólo atinó a quedarse ahí, sintiendo una dulce calidez en su estómago y aún la ardiente mano en su hombro.