El viaje.

Disclaimer: Ni Star Trek ni "el principito" son de mi propiedad.

Nota: El capítulo no esta enumerado porque no esta inspirado en ningún capítulo de "El principito".

Como aclaración quiero decir que Spock y Jim—en este AU—se conocieron en invierno.


Aniversario.

—Luego, al llegar a la casa, me despidió con un saludo vulcano. —Dijo Jim, dejando el vaso de té sobre la mesa. —Dijo que le gustaría hablar con Sarek y Amanda, pero que no podría hasta mañana porque sus deberes de matriarca se lo impedían.

Amanda sonrió suavemente al pequeño Jim, que le sonreía a Spock mientras murmuraba: "¿Ves cómo no es tan difícil llegar a Vulcano?". Aún no sabía si era el humano más valiente de toda la Tierra o, por el contrario, el más inconsciente del peligro. Supuso que, en la delgada línea que separa un término de otro, residía uno de los mayores encantos de Jim.

Aunque tal vez fuese cosa suya.

Sarek, sentado a su lado, destensó la espalda finalmente.

—No tengo datos suficientes para saber si la conversación del joven Jim con Lady T´pau ha sido un desastre o no. —Le susurró a su esposa.

Amanda rió suavemente.

—Yo creo que ha sido un acierto.

Sarek miró a su esposa con una ceja alzada, interrogándola en mudo silencio. ¿Cómo podía asegurar un hecho sin pruebas suficientes? Sin duda, pese a los años que llevaba con Amanda, los humanos siempre le resultarían muy complejos.

—¡Casi se me olvida! —Exclamó Jim con emoción. —Te he traído un regalo para nuestro sexto aniversario.

Spock le miró con una ceja alzada.

—Lo sé. Estás aquí Jim, y aunque no entiendo mucho de presentes humanos, creo que tu mera presencia es un obsequio. Es el mejor obsequio que podría recibir en toda mi vida, Jim.

Jim le miró con las mejillas coloradas, sonriendo tan tímidamente que durante un segundo Spock quedó sorprendido. Ver a Jim tímido era algo que solo ocurría una vez cada seis años.

—Y luego dices que no tienes sentimientos. —Masculló mientras jugueteaba con el dobladillo de su camiseta.

Spock le sonrió suavemente, aprovechando que sus padres habían ido a contestar a una llamada.

—Contigo es diferente. Siempre es diferente contigo.

Jim le sonrió ampliamente, con los ojos azules brillando de la emoción cual luceros en medio de la noche. Luego le abrazó con fuerza, dándole varios besos en la mejilla mientras murmuraba lo lindo que era y lo mucho que le quería. Spock correspondió el abrazo, escuchando la suave risa de Jim navegar por el salón.

Risa que navegaba directamente hasta su lado humano.

—Oh, Spock, Spock. —Murmuró Jim. —Eres el mejor prometido de toda la galaxia. Y lo digo en serio, totalmente en serio.

Spock dejó que su mano derecha acariciara los mechones del cabello de Jim, mientras trataba de eliminar el verde de sus mejillas.

—No creo que debes decir eso Jim sin antes verificar datos sobre…

—Shhhh…

Jim alzó una mano ante Spock, pidiéndole silencio con una sonrisa.

—Solamente lo eres, y ya está. No necesito verificar nada.

Spock accedió. Pero siempre accedía cuando se trataba de Jim.

—¿Quieres ver tu regalo? —Preguntó con una sonrisa orgullosa. —Estoy seguro de que te gustará.

—Para mí sería un honor, si antes dejas que vaya a por el tuyo.

Jim le miró con sorpresa y emoción.

—¿También tienes un regalo para mí? —Preguntó con ilusión, removiéndose inquieto en su sitio.

Spock asintió.

—Afirmativo. Es de hecho ese paquete de allí, iba a enviarlo a la Tierra pero tú has llegado y no he visto la necesidad de hacerlo.

Jim amplió su sonrisa.

—Que emocionante, verás cuando se lo cuente a Bones.

Jim caminó hasta su mochila y sacó, con sumo cuidado, un pequeño paquete envuelto en papel de regalo verde con un moño de regalo algo espachurrado. Jim arrugó la nariz y trató de volver a ponerlo pomposo, pero solo consiguió levantarlo un poco. Supuso que tendría que haberlo visto venir.

Spock por su parte tomó el paquete, en vuelto de manera estándar, de la mesita donde reposaba la lámpara que los padres de su madre—sus abuelos maternos—que le habían regalado a Amanda por su compromiso. Lo tomó con cuidado pensando que tal vez no era un envoltorio especialmente humano.

—Toma. Feliz aniversario. —Dijo Jim mientras le extendía el paquete. —Espero que te guste.

—Todo lo que viene de ti me gusta. —Respondió Spock mientras tomaba el regalo de Jim y le ofrecía el suyo. —Feliz aniversario.

Jim rió suavemente, tomando el paquete con cuidado.

Spock rasgó el papel verde con cuidado, ante la atenta mirada de Jim. Los humanos siempre tienen la costumbre de observar la expresión que pone una persona cuando abre un regalo.

En el interior del papel verde había un gorro de lana azul oscuro. Spock lo tomó con cuidado y lo observó con curiosidad. Era suave y parecía tener algunas erratas a la hora de su composición pero, sin saber porqué, le pareció que era el regalo más bonito de todo el mundo.

—¿Te gusta? Le pedí a mi abuela que me enseñara a hacer gorros de lana. Sé que cuando vas a la Tierra en invierno pasas frío y como temía, lo leí en un libro, que se te cayeran las orejas pensé que te sería útil. Es lógico. —Masculló Jim con nerviosismo, balanceándose sobre sus pies con una sonrisa tímida.

Spock le miró maravillado.

—Es perfecto.

Jim amplió su sonrisa.

—Ahora me toca a mí.

Spock dejó sobre la mesa el envoltorio verde, acariciando la suave lana del gorro a la par que veía la radiante sonrisa de Jim mientras desenvolvía su regalo.

Jim sabía que las manos le temblaban un poco, pero había aprendido a disimularlo lo mejor que podía. Pero no era culpa suya, pensó, siempre se ponía nervioso cuando Spock le hacía regalos.

Del interior del paquete Jim sacó una pequeña funda de forma cilíndrica, era sumamente suave y tenía bordadas muchas estrellas a su alrededor. Jim la tomó con cuidado, maravillado del detalle de las estrellas bordadas.

—Es precioso. —Exclamó a media voz.

Spock sonrió algo tímido.

—Es una manta para la estrella. Sé que no puedes sacarla de la botella porque se iría volando, pero si arropas a la botella, por extensión, la estrella también recibirá algo de calor.

Jim le miró con emoción, asintiendo con fervor antes de caminar hasta él con una sonrisa de puro agradecimiento.

—Es el segundo mejor regalo que nadie jamás podría haberme dado.

Spock alzó una ceja.

—¿Cuál es el primero?

Jim rió suavemente.

—¡La estrella!

Spock asintió casi al momento, murmurando un pequeño "ya lo sabía" que a Jim le pareció la cosa más tierna del mundo. Y pensar que su hermano no pensaba que Spock pudiera tener sentimientos; ¡cuán equivocado estaba!

—Spock te quiero muchísimo.

Jim le dio un nuevo beso en la mejilla a Spock, quien le sonrió suavemente.

—Yo también te quiero, Jim.

—Jim tu madre está al teléfono. —Exclamó Amanda entrando en el salón con el comunicador en la mano y el ceño fruncido. —Está realmente alterada, ¿cómo no se te ocurrió avisarla?

Jim dejó escapar un pequeño "ups".

—Si le avisé, le dejé un mensaje. Spock, dile algo a mi madre.

Spock alzó una ceja.

—No creo que entrar en esta conversación me haga ganar puntos con mi suegra. Así que, como vía más lógica, me abstendré.

Jim hizo un pequeño puchero, mientras lo voz de Winona se oía a través del comunicador. Amanda hablaba con ella deshaciéndose en disculpas, mientras Winona hacía lo mismo e introducía, de tanto en tanto, represarías para su hijo menor.

—Creo que se me acabaron las natillas. —Murmuró Jim antes de caminar hasta Amanda y el comunicador.

Spock le tomó suavemente de la mano.

—Aunque sé que no debo, pues no debería interponerme entre el castigo de tu progenitora, trataré de enviarte natillas.

Jim amplió su sonrisa.

—Gracias Spock. Gracias por todo.

Y como todo un valiente, Jim caminó hasta el comunicador, sin apartar la mirada de Spock que le alentaba y apoyaba. Suspiró suavemente antes de contestar con la voz más firme que pudiera poner en esos instantes, decidido a encajar el castigo y la represaría como todo un hombre.

Aunque, por muchas natillas que le quitaran, Jim se sentía feliz de lo que había hecho. Sobre todo porque allí, mirándole como si fuera la persona más importante del mundo, aguardaba Spock, dispuesto a tomar cuantas estrellas del firmamento fueran necesarias para hacerle feliz.

Y era, para que mentir, un sentimiento totalmente mutuo.

Un sentimiento que les hacía sentir que, pasara lo que pasara, nunca estarían solos. Y eso, pensó maravillado Jim, era el mayor regalo del mundo.

Fin.


Y hasta aquí llegó esta pequeña historia. Igual que el fic anterior—El principito— esta terminado con un final abierto aposta, pues creo que un final abierto o medio abierto da pie a una posible secuela y deja que el lector imagine algunas cosas. Por el momento son solo ideas y algún que otro borrador, pero en cuanto tenga algo de este AU que me complazca lo subiré encantada.

Me gustaría agradecer de corazón a todas las personas que han dejado un review, la han seguido, han añadido la historia a favorito o simplemente la han leído; para mi es todo un placer poder escribir una historia que agrade tanto. Y, con un nombramiento especial, gustaría agradecer a mashimaro111 por su apoyo desde el comienzo del anterior fic, que ha durado hasta este; muchas gracias. Y también a Zussi que ha apoyado esta historia tan amablemente.

Por último, y como es costumbre, se aceptan dudas, quejas, sugerencias, correcciones...