Capítulo 16.

Erwin te miró con comprensión y cierto recelo, sus aires de hermano sobreprotector eran más notorios cada vez que lo veías y le hablabas de Levi. Hanji se había retirado sintiendo que estorbaba, por lo que solo eran él y tú.

– ¿Y es todo lo que recordaste?

–Sí. –Respondiste escondiendo tu sonrojo con los medios que tuvieras a la mano.

–Ya veo –el rubio se levantó y rascó su nuca–. Y por eso Hanji estaba haciendo ese alboroto cuando entré. Porque al parecer aún lo quieres.

Te sentiste regañada aun cuando te hablaba con normalidad.

–Bueno… aún no es seguro…

–El hecho de que dudes ya es un inicio –tomó aire y se rascó la nuca–. Es difícil enterarse de que tu hermana ya tuvo todo esa clase de experiencias y no estuviste ahí para aconsejarla o defenderla…

Ya entendías porqué actuaba así. No era tu recuerdo o el hecho de que hubieras besado o no a alguien fuera quien fuese. Le molestaba haberte dejado sola tanto tiempo.

–Creo que… –vacilaste–. De hecho ya no importa, estás aquí, ¿no?

El mayor te observó un momento y sonrió, abrazándote. Lo que te tomó desprevenida.

–Tch.

Ese sonido. Ay, lo que se te venía…

–Veo que llegué en mal momento.

–Levi. –Llamaste asomando tu cabeza por sobre el hombro del rubio quien te soltó luego de un par de segundos más.

–Qué bueno que llegaras. –Sonrió Erwin, cruzándose de brazos.

–Dudo mucho que mi llegada les pareciera oportuna, comandante. –Respondió el más bajo con un aura negra y llena de ira que te estremeció desde donde estabas.

–De hecho no, capitán. Creo que es preciso que [Nombre] le cuente lo que recordó. De seguro es de su interés.

El ambiente de pronto se había vuelto pesado. Esos dos aún no se llevaban del todo bien, lo que te incomodaba, ya que sabías que eras la causa.

El pelinegro no dijo palabra y te clavó los ojos encima, aquello te devolvió al momento del dichoso beso, lo que hizo que te sonrojaras con intensidad y bajaras la mirada avergonzada.

–Bien, me retiro entonces –tu hermano te volvió a despeinar con cariño y se fue con calma. Dejándote con las mejillas más rojas de lo que nunca te imaginaste podrían estar.

No fuiste capaz de levantar la mirada, pero escuchaste los pasos del pelinegro acercándose a tu camilla, luego su peso hizo bajar un costado a tu lado, lo sentías tan cerca, podrías recostarte en él y quedarte así, sería la forma perfecta de recuperar tu calma.

Te detuviste, ¿en verdad lo querías así todavía?

–Entonces recordaste algo –empezó diciendo con la voz un poco más calmada. Tú asentiste con timidez, apretando tus manos en la sábana de la camilla. Dejó salir un suspiro pesado, tomando de repente tu rostro por el mentón, obligándote a verlo fijo, todo lo que hiciera te llevaba a ese recuerdo, y empeoraba tu sonrojo; empezabas a creer que tenías fiebre–. ¿Y qué recordaste? –Insistió con tono neutro, por alguna razón sentías que se impacientaba.

–Bueno… yo… –tomaste aire intentando darte fuerza, necesitabas decirle, pero también tenías esa batalla entre corazón y mente que te torturaba. Él en algún momento te había hablado de Petra, y las cosas que había dicho eran tan bonitas, que no pudiste sino concluir que la quería, y mucho. ¿Tal vez amor? Quién sabría, por eso no te sentías en tu zona de confort. Sabías que la joven había fallecido, y era un punto a favor aunque sonara horrible, pero ¿y si por ella había conseguido olvidarte? Eso hacía que sintieras una punzada.

– [Nombre]… –su voz salió suave, como un susurro que intentaba calmarte. Sentiste sus brazos rodearte con calidez, no podías verle la cara, mucho menos pensar en qué gesto tendría, pero el abrazo fue… tan tierno…–. No tienes que decirme si no te sientes segura.

Ya estaba, ¿quién era ese y qué había hecho con el capitán amargado?

–Levi… –te encogiste en tu posición, intentando acurrucarte en su pecho con disimulo–. Necesito que me respondas algo antes de que te lo diga…

No hubo respuesta, por lo que continuaste.

–Quisiera saber… –de nuevo el sonrojo, que molesto–. Saber… ¿quién era para ti antes de desaparecer?

El pelinegro apretó sus brazos a tu alrededor, como si la sola mención de que te habías ido le asegurara que volverías a hacerlo.

– ¿A qué te refieres?

–Isabel era como tu pequeña hermana, Farlan era como un confidente, tu mejor amigo –hiciste una pausa, sintiendo un temblor recorrerte y un montón de lágrimas acumularse en tus ojos. ¿Por qué de repente se asomaba el miedo que estabas sintiendo? –. ¿Qué era yo? ¿También era tu pequeña hermana?

–No –la respuesta sonó segura, contundente–. Eras más que una hermana o mejor amiga.

De nuevo un escalofrío te recorrió el cuerpo, te estremecías y él solo apretaba el agarre para aligerarlo después, como haciéndote entender que estaba ahí, que te entendía.

–Entonces…

– [Nombre], ¿qué era yo para ti? –Dijo con voz ronca, haciendo que sintieras su respiración contra tu cuello y oído. Era muy cálido–. ¿Alguna clase de juego, un experimento?

Aquello te hirió, ¿así pensaba de ti?

–No –respondiste con voz apenas audible y quebrada, ya casi no podías contener el llanto que ya ni te permitía ver con claridad–. ¿Qué clase de monstruo crees que soy?

–Uno al que le confié mi corazón y luego huyó con él.

Las lágrimas en tus ojos se deslizaron por tus mejillas, Levi había vivido destrozado todo este tiempo. Y había sido tu culpa.

Te giraste y levantaste la cara, encontrándote con el rostro serio del pelinegro, pero había algo raro, un camino seco que recorría desde sus ojos hasta el final de su mentón. ¿También había llorado? Esa escena te destrozó más que lo anterior, más que sus palabras. Tus lágrimas silenciosas se convirtieron en sollozos mientras te aferrabas a él con fuerza.

–Quiero que me beses de nuevo, tonto –dijiste entre el llanto, sorprendiendo al mayor quien te veía con asombro, sin soltarte–. Y esta vez dime lo que sientes. Porque no me bastará con un beso.

Te sentías cansada de todo. Cansada de no recordar lo que te quedaba, cansada de tener que lidiar con el conflicto entre tu hermano y la persona que amabas (y maldición, por fin te habías dado cuenta), cansada de que tus amigos no entendieran qué diablos pasaba contigo, cansada de saber que has herido mucho a tantas personas sin saberlo, solo cansada; pero querías un beso. Algo inocente, ¿no?

– [Nombre]…

–Por favor… –rogaste levantando la mirada hacia él, recostando tu frente contra la suya–. Solo quiero que todo vuelva a ser como antes. –el nudo en tu garganta no se iba por más que llorabas–. Quiero a Isabel y Farlan de vuelta, solo para decirles que los quiero, pero no puedo. Y… no quiero perderte a ti también. No lo soportaría ahora que sé el lugar que ocupabas.

–Supongo que ahora lo ocupa el mocoso, ¿no?

–Demonios, Levi –tus ojos lo miraban con mucha intensidad–. ¡Nunca nadie te ha sacado de ahí! Aunque no lo supiera siempre estuviste tú. En las noches en muchos sueños te vi a ti, y te dibujaba en ese maldito diario que ya ni siquiera sé dónde está.

Por primera vez en mucho tiempo, viste al pelinegro sonreír (en realidad, no recordabas haberlo visto así), fue una sonrisa fugaz y pequeña, pero bonita, muy bonita. Llevó sus manos a tus mejillas y limpió todas tus lágrimas con cuidado, suspirando.

–Es bueno saberlo –murmuró mientras jugaba con tu cabello, rozando su nariz y sus labios con los tuyos–. Je t'aime, mocosa.

Sonreíste.

–Ya te dije que solo me llevas dos años…

–Cállate.

Y te besó.

Esta vez fue más demandante. Se notaba que sabía cómo hacerlo. Tú en cambio…

–Hm… ¿con quién estuviste practicando? –Alegaste separándote en busca de aire mientras lo veías.

–No negaré que intenté olvidarte con muchas, pero como te dije, eres un monstruo, ¿cómo se puede intentar amar a otra persona si alguien ya se llevó aquello que te lo permite?

No te molestó enterarte de eso, porque en algún momento habías besado a Eren cuando eran más pequeños, todo por petición del niño quién según dijo, se había terminado enamorando de ti. Le habías dicho que por alguna razón amabas a alguien que no conocías. A un pelinegro. Pero él insistió en que al menos le dieras un beso. Y así pasó.

Obviamente no le contarías eso al celoso capitán de la legión de reconocimiento, no después de ver el aura llena de odio con la que llegó.

–Espero que solo repasaras eso –reprochaste alzando una ceja. El mayor sonrió de lado y asintió.

–Solo fue eso –ronroneó volviendo a lo de antes. Con esa acción, solo con eso, toda tu culpa y desesperación se habían marchado. No te importaba seguir recordando o no. Después de todo, sabías lo básico.

Habías vivido en la ciudad subterránea con tus dos queridos amigos ya fallecidos: Isabel y Farlan. Habías resultado allí debido a los ideales de tu padre, y la necesidad de ocultarte de tu madre. Tu hermano era el comandante de la legión, y Levi, a quien terminaste queriendo más de la cuenta, había estado siempre ocupando tu corazón. Desde que lo conociste en la ciudad subterránea, hasta ahora.

Fin.

-.-.-

Y con esto, queridas, doy por terminado el fic.

Luego vendrá un epílogo y eso será todo *w*

Fue un placer estar con ustedes en esta historia, y las invito a leer más de las que tengo ;)

Se les quiere.