Disclainer: Ni los personajes, ni la historia de Shingeki son míos.
Advertencias: YAOI, RIREN, AU, Acoso, Secuestro, Muerte de un personaje. Basada en la canción Animals de Maroon 5.
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Capítulo 7
Viernes 31 de Octubre, 9:19 de la mañana, 15 horas para Halloween
Andaba sin rumbo fijo por los solitarios caminos que conducían al pueblo, sin saber muy bien hacia dónde dirigirme. Sentía mi cuerpo pesado y agotado, seguramente por haber pasado toda la noche buscando a Armin y Mikasa. El sol de la mañana sólo añadía más malestares a mi situación, como el dolor insoportable de cabeza o los mareos que intentaban hacerme caer al suelo a cada rato. Sin embargo, aunque me costase cada vez más caminar, no podía detenerme. Tenía que hallar la manera de salvar a mis amigos.
¿Y si iba a la policía? No, sería una mala idea. Antes de que el sujeto se marchara, me pareció haberle escuchado decir algo sobre no contactar con la policía. Aunque no estaba del todo seguro, en ese momento sólo pensaba en el dolor que estaba sufriendo mi cuerpo. Pero… ¿lo haría? Arriesgarme a ir a la comisaria para que se encargasen ellos sería lo más sensato, ¿verdad?
¿Acaso merecía la pena apostarlo todo y confiar en los agentes? ¿Y si salía mal y perdía a alguno de ellos? No, no dejaría que eso sucediera. Yo mismo me encargaría de detener a ese hombre. Total, la policía no me creyó el día anterior, si iba a contárselo pensarían que es una broma.
Tropezándome con mis propios pies y con las piedras del camino, llegué por fin a las zonas residenciales, en donde no tardé en oír unas voces acercándose en mi dirección.
- ¿Eren? ¡Oh dios, es Eren!
Las voces se aproximaron cada vez más rápido hasta que las tuve encima. Al levantar la mirada pude ver cómo Connie, Jean y Marco venían hacia mí con prisa. Varias manos me sujetaron, haciendo que mi equilibrio se estabilizase, lo que agradecí internamente.
- ¿Qué te ha ocurrido?
- ¿Dónde has estado?
Preguntaron Marco y Connie al mismo tiempo. Jean sólo se quedó a un lado, mirando en silencio.
- La has cagado, macho –empezó a regañarme Connie-. Llevas sin aparecer en la escuela tres días enteros sin dar ninguna excusa y faltaste al examen final del profesor Levi y a su despedida. Se cabreó tanto contigo que te ha puesto una severa sanción para cuando vuelvas a la escuela.
- Basta, Connie. ¿No ves que está herido? –le reprendió Marco.
- ¡Joder! ¿Eso es un mordisco? –preguntó incrédulo Connie, dándose cuenta de la herida que tenía en mi clavícula. - ¿Te ha atacado un animal?
Negué con la cabeza.
- No… -susurré.
Mi voz sonaba rasposa y ahogada como si no quisiera salir.
- ¿Qué ha sucedido, Eren? –volvió a preguntar Marco con tono afable y una sonrisa, mientras me acariciaba la cabeza con cariño.
- Yo…yo…
Sentía que iba a ponerme a llorar de un momento a otro. Quería refugiarme entre los cálidos brazos de mi amigo para desahogar toda la pena y la rabia acumuladas en mi interior. Pero una voz impidió mi cometido.
- ¿Dónde están? –preguntó Jean con frialdad. Tenía la mirada fijada en el suelo y los puños apretados con fuerza contra sus costados, como si estuviera intentando controlarse para no estallar.
Todos le miramos con la duda pintada en nuestros rostros por su repentino comportamiento.
- Te voy a hacer una pregunta y más vale que la contestes, maldito suicida. ¿Dónde están Armin y Mikasa? –Me estremecí tan sólo al escuchar sus nombres. - Entonces lo sabes. ¡Dime dónde están!
- No lo sé… -dije en un susurro tan bajo que no fue escuchado.
- Eren, ellos no regresaron ayer a sus casas –mencionó Marco en un intento de apaciguar las cosas-. Lo último que supieron de ellos es que estaban contigo. Todo el mundo estaba un poco preocupado porque no contactábamos con ninguno de vosotros, pero creíamos que estabais bien…-Observó mi desconsolado rostro-. Aunque, por lo que veo, no es así.
No pudiendo soportarlo más, Jean se dirigió hacia mí y me separó de Marco, poniendo sus manos sobre mis hombros y zarandeándome con mucha fuerza. Sus furiosos movimientos me causaban más dolor del que ya sentía y eso se podía reflejar en mi cara. Sentía como si la cabeza me fuese a estallar y las piernas lánguidas; como continuase, me caería al suelo. Al verme, tanto Marco como Connie intentaron separarnos pero Jean lo impedía.
- ¡Dime en este preciso momento dónde coño están!
- No lo sé.
- ¡QUE ME LO DIGAS!
- QUE NO LO SÉ –grité entre lágrimas.
Ya no podía retenerlas por más tiempo, tan sólo las dejé salir. Cuando el castaño se percató de mi estado, paró de inmediato y su agarre disminuyó de manera considerable, pero sin llegar a soltarme.
- Ese hombre… –comencé a explicar mientras lloraba- Ese hombre se los ha llevado.
- ¿Quién? ¿Qué hombre? –preguntó Marco algo nervioso por mis palabras.
- No lo sé. Apareció de repente y…y nos persiguió –expliqué entre sollozos y entre ellos se lanzaron una mirada preocupada- corrimos para escapar de él, pero cuando me quise dar cuenta…ellos ya no estaban.
Lloré con fuerza.
- Tenemos que ir a la comisaría a contar todo esto. –dijo Jean con una seriedad nunca antes vista en él.
- Antes tenemos que llevar a Eren a que le vea un médico. –Marco estaba realmente preocupado por mi bienestar físico- La herida de su clavícula es-
- ¡No! –lo interrumpí alzando la voz todo lo que pude, lo que me supuso un suplicio. Tenía un dolor de cabeza horrible y empezaba a marearme. – Él me advirtió que no dijera nada a nadie. Les hará daño.
- Él no se enterará, Eren. La policía lo solucionará. Ya lo verás –trató de convencerme Connie.
- Sí lo hará. Él está en todas partes… –susurré arrastrando las palabras.
Un fuerte mareo hizo que mis piernas acabasen cediendo, yendo a parar al suelo. Por suerte, no me encontraba solo y me pudieron sujetar antes de que me golpease la cabeza con la tierra. En ese momento noté todo el peso de mi malestar, que me golpeó de lleno haciéndome gemir de dolor. Las voces se escuchaban distorsionadas, como si hubiese un muro delante de ellas, haciendo que fuesen incomprensibles. Mi vista se nublaba más a cada segundo que pasaba.
- Está en todas partes…siempre observándome…
Fue lo último que pronuncié antes de dejarme llevar por la inconsciencia.
- ¡Eren!
Viernes 31 de Octubre, 13:47 de la mañana, 11 horas para Halloween
Poco a poco empecé a recobrar el conocimiento, cuando unos gritos cercanos a mí perturbaron mi sueño. Las voces se me hacían conocidas; eran tres, y dos de ellas estaban enzarzadas en una discusión. Sus gritos se me hacían incoherentes, pero en ocasiones podía escuchar mi nombre ser pronunciado entre ellos.
Al abrir los ojos los volví a cerrar de inmediato a causa de la luz que entraba por la ventana, pero no tardé en acostumbrarme a ella. Ya más consciente de lo que me rodeaba, me fijé en que estaba sobre una mullida y cómoda cama de tonos claros. Observé a mi alrededor para ver si podía distinguir en qué lugar me encontraba, y reconocí la habitación como la de mi amigo Marco, gracias a todas las ocasiones en las que, junto al grupo, nos habíamos quedado a dormir en su cuarto.
A pesar del leve mareo y del dolor intenso en mi clavícula derecha, intenté alzarme para sentarme sobre la cama, pero al hacerlo no pude evitar quejarme por las punzadas de dolor de mi herida, lo que hizo que los otros ocupantes de la habitación notasen que había despertado.
- ¡Eren! – Marco alegremente se acercó a mí al verme al fin consciente, dejando atrás a un mosqueado Jean con quien había estado discutiendo momentos atrás. También pude observar a Connie, que se había mantenido hasta entonces callado, y estaba en una esquina del cuarto. - Menos mal que has despertado. ¿Cómo te encuentras?
- ¿Qué ha pasado?-pregunté cuando finalmente me incorporé con su ayuda.
- Ibas caminando en eses cuando te encontramos en el límite del bosque, al sur del pueblo. Hablaste con nosotros durante un momento hasta que caíste desmayado. ¿Te acuerdas de eso?
- Un poco. Lo tengo algo borroso. –Recordaba ciertos fragmentos, pero no tenía nada en claro.
- ¿Recuerdas lo que dijiste antes de desmayarte? –preguntó oscamente Jean.
- Jean, ahora no –le advirtió Marco.
Los miré con duda, sin lograr comprender por qué se peleaban. Mientras ellos se retaban con la mirada, Connie se acercó a mí con delicadeza, un gesto raro en él.
- Eren, nos contaste que alguien te atacó. ¿Eso es cierto? – preguntó.
- ¿Atacarme? ¿qué-? –en ese instante todos los recuerdos sobre lo sucedido el día anterior, vinieron a mi mente de golpe. De la impresión tuve que sujetarme con fuerza a las sábanas debido al fuerte mareo que me golpeó. Comencé a respirar con fuerza y las gotas de sudor rodaban por mi frente hasta caer en la cama. Tenía muchas ganas de vomitar.
– M-mikasa…Armin…
- Por eso os dije que lo hiciésemos con delicadeza. –le regañó Marco.
- Yo creía que lo había hecho con cuidado. –dijo Connie con culpabilidad.
- Lo sé, pero ahora se encuentra enfermo y la fiebre le podría empeorar con todo esto.
- ¡¿Y eso qué importa?! –se exaltó Jean- ¡Ya le has oído, algo malo les ha pasado a Mikasa y a Armin! ¡Nos lo tiene que contar ahora! Y deberíamos ir a la policía para-
- ¡No! –grité con pánico.-Sorprendidos por mi reacción, se volvieron para mirarme.- Ese hombre me dijo que si se lo contaba a alguien les haría daño. Si vais a la policía, sólo empeoraréis la situación en la que se encuentran.
- ¿A qué hombre te refieres? –preguntó Connie. Se le notaba un poco nervioso.
- No lo sé, no le he visto la cara. –negué con la cabeza mientras me acariciaba los antebrazos buscando un poco de calor- Y cuando habló puso una voz ronca, así que no la pude reconocer.
- Eren, tienes que contárnoslo todo. Él nunca lo sabrá. –me ordenó un ya calmado Jean.
- Tú no lo comprendes, ¡él está en todas partes! –gemí asustado.
- Jean, Eren necesita reposar un poco más. Deja que se tome la medicina y que coma algo para que mejore su condición.
Marco me puso una manta sobre los hombros al ver que tenía frío.
- ¿Mi condición?
- ¿Acaso no lo notas? –preguntó Marco con sorpresa- Cuando te encontramos tenías una fiebre de casi 39º. Ahora se te ha bajado un poco, pero sigues mal. Supongo que pasaste todo la noche en la intemperie y ahí debiste enfermarte.
- Tienes suerte de que sólo haya sido eso y no una pulmonía con el frío que hacía anoche. –dijo Jean cruzándose de brazos.
Supuse que eso sería la causa de que antes, debido a los mareos, estuviese a punto de vomitar. Cuando lo mencionaron, pude notar mi cabeza nublada y pesada. Sí, me encontraba un poco mal, pero no para tener semejante temperatura.
- Gracias por cuidarme, chicos. –les agradecí.
-Para eso están los amigos. -me sonrió Marco- También te curamos la herida del hombro. -subí la mano hasta mi herida con una mueca de dolor. Él me miró con remordimiento por haber sacado ese tema delicado- Vale, no hablaremos por ahora de eso. Lo que necesitas en este momento es alimentarte bien.
- Le diré a Sasha que vaya sirviendo la comida. -anunció Connie mientras salía de la habitación.
- ¿Sasha? -pregunté sorprendido.
- Oh, sí. Nos la encontramos mientras te llevábamos a casa de Marco. Ella también está preocupada por ti.
Bajé la cabeza mientras asentía. Había metido a otro de mis amigos en este enredo y no podía sentirme más culpable. Ya suficientes personas cercanas a mí habían resultado heridas y no quería que volviese a suceder.
Jean interrumpió el hilo de mis pensamientos.
- Bueno, tú túmbate en la cama y descansa un poco. En un rato te subiremos la comida y después nos lo contarás todo.
Por el tono comprensible que usó Jean, parecía que se había tranquilizado y ya no estaba tan molesto conmigo, lo que era un alivio para mí. No me gustaba estar enfadado con mis amigos. Las únicas peleas que había tenido con Jean eran pequeñas riñas y la mayoría de ellas eran a broma.
Tras eso, Jean y Marco salieron del cuarto dejándome solo. Me recosté sobre la cama cerrando los ojos, agotado física y emocionalmente. Sólo quería que todo esto finalizase lo antes posible para volver a mi tranquila vida.
Viernes 31 de Octubre, 15:30 de la tarde, 9 horas para Halloween
Casi una hora más tarde, satisfechos de haber comido todo lo que Sasha había cocinado para nosotros, nos dispusimos a recoger los cuencos y platos que habíamos utilizado.
Marco, Sasha y Connie intentaron mantener un ambiente ameno y fluido con la conversación durante la comida pero, a pesar de ello, habíamos estado algo distraídos con nuestros propios pensamientos.
Por mi parte, permanecí callado la mayor parte del tiempo, contestando monosílabos sólo cuando se me preguntaba directamente alguna cosa. También me sentía incómodo por las miradas cargadas de rencor que Jean me lanzaba cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Eso hacía que mi sentimiento de culpabilidad se incrementase.
Mientras estábamos cenando no podía parar de pensar en todas las cosas que podría haber hecho para que los tres hubiéramos salido de allí a salvo. Lo primero que debería haber hecho fue escuchar a Armin y no seguir a ese hombre. Yo y mis intentos de hacer justicia habíamos conseguido empeorar aún más la situación.
Una vez que todo estuvo recogido, se sentaron alrededor de la cama en la que reposaba. Jean y Marco colocaron las dos únicas sillas del cuarto cerca de mí mientras Sasha y Connie, al no haber otro lugar en el que sentarse, lo hicieron al borde de la cama.
Con la mente más clara debido al descenso de la fiebre, repasé mentalmente todo lo que les tenía que contar. Al final, tras un nervioso silencio, tomé la palabra:
- En realidad, no sé por dónde comenzar.
- ¿Qué tal si lo haces desde el principio? –ironizó un impaciente Jean.
No reproché nada sobre su actitud conmigo, en realidad me extrañaba que no hubiera saltado sobre mi cuello pidiéndome respuestas. Él que sí le dio un toque de atención fue Marco, pegándole en el brazo con suavidad para que controlase su temperamento.
Suspiré hondamente.
- Recibí la primera carta el sábado pasado, después del partido. –Todos permanecieron en silencio, escuchándome con atención- La encontré dentro de mi taquilla y, junto a ésta, una rosa negra. Ahora mismo no recuerdo lo que había escrito, pero en ese momento pensé que era obra vuestra para asustarme, que este año era yo el blanco de las bromas de Halloween. Así que lo tiré todo a la basura sin pensarlo dos veces.
- Nosotros no tuvimos nada que ver. Habíamos decidido ir a por Mikasa este Halloween, ya sabes que a ella todo le es indiferente, pero estábamos armando un plan para asustarla por fin. –admitió Jean.
- No te lo dijimos porque a veces eres un poco sobreprotector con ella y queríamos divertirnos un rato. –dijo Connie con vergüenza.
- Pero lo dejamos cuando Armin nos contó que te enfadaste al enterarte y, como no queríamos problemas, no continuamos. –Sasha agitó las manos nerviosa.
- Ya sabía todo eso, Armin me lo contó por teléfono. Fue después de esa llamada cuando confirmé que era otra persona la que me estaba acosando. Antes de eso ya lo había pensado pero me confié diciéndome a mí mismo de erais vosotros por los regalos que me hacía.
- ¿Qué clase de regalos? –preguntó Jean pausadamente.
- Mis dulces favoritos, el decorado que quería comprar para Halloween, el tipo de flor que más me gusta. Incluso pensé que vosotros me habíais gastado una broma de mal gusto cuando encontré mi cama llena de pétalos junto a una prenda erótica.
- ¿Entró en tu cuarto? –preguntó Sasha con el miedo impregnado en su rostro, seguramente imaginándose la escena.
- Sí. –dije riendo con nerviosismo.- Al parecer conocía el lugar donde escondía la llave de repuesto.
Todos palidecieron al escuchar eso.
- Es como si te estuviese cortejando. –dijo Marco de pronto.
Jean se giró un poco para hablar con su compañero.
- ¿Piensas que hace todo eso porque está enamorado de Eren?
- Puede ser. –murmuré pensativo-Su pared estaba llena de fotos mías. -Me miraron como si no entendiesen a lo que me refería- Ayer seguimos al sujeto por el bosque hasta llegar a un almacén y, en uno de sus cuartos, encontramos un mural que cubría toda la pared, de fotos en donde sólo salía yo. -les aclaré. – Pero cuando volví a buscar a Armin y Mikasa, ya no había nada. Se lo llevó todo.
- Deja que me aclare. –Jean inspiró con fuerza intentando calmarse- ¿Me estás diciendo que seguisteis a un pirado por medio del bosque hasta su guarida en vete tú a saber dónde? ¡¿Pero en qué mierda estabais pensando?!
Me agarró del brazo zarandeándome mientras me gritaba.
- ¡Quería acabar con todo esto! ¡No quería seguir sintiéndome acorralado! –le grité de vuelta, dolido- Pero fue una trampa, nos pilló desprevenidos y nos atacó, corrimos todo lo que pudimos y cuando me quise dar cuenta… ellos ya no estaban. –les relaté con voz entrecortada.
- Míralo por el lado positivo, –dijo Connie- al menos tú escapaste.
Negué con la cabeza.
- No escapé, me atrapó.
- ¿Cómo? –preguntaron incrédulos.
Me moví sobre el lecho un tanto incómodo por sus miradas.
- Al poco de notar que me encontraba solo, él apareció de entre las sombras corriendo hacia mí hasta atraparme. Entonces me prometió que mantendría a salvo a mis amigos y a mi padre como un último regalo de su parte. Después me mordió y se fue mientras decía que vendría a por mí en Halloween.
Un sollozo escapó de mis labios con mis últimas palabras.
- ¿Él te hizo eso? –preguntó Sasha mientras señalaba temerosa la herida de mi cuello.
Asentí con la mirada baja, intentando retener las lágrimas.
- Tranquilo –dijo Marco tratando de consolarme mientras me acariciada el brazo de arriba a abajo.
- No sabía que tenía a tu padre –dijo Jean con voz conciliadora.
- Se lo llevó hace dos o tres días. Y me dejó de regalo sus gafas, qué considerado fue de su parte al avisarme. –ironicé riendo sin gana alguna.
Se formó un silencio algo pesado al estar cada uno sumido en sus propios pensamientos.
- Lo primero es lo primero. –dijo Jean dando un suspiro mientras se rascaba la parte de atrás de la cabeza- Tenemos que armar un plan.
- Tenemos que ir a la policía, ellos pueden encargarse del acosador y proteger a Eren. –sugirió Connie.
- Pero ya oíste a Eren, creerán que es una broma de Halloween si no les damos pruebas. –le corrigió la castaña.
- Pues consigámoslas. –dijo Jean con seriedad- Podríamos dividirnos en dos grupos; uno que cuide a Eren, y otro que vaya a buscar las evidencias.
- Buena idea. –dijo el moreno pecoso- El grupo que cuide a Eren puede quedarse en esta casa, mis padres están en la ciudad y no volverán hasta mañana. Si cerramos las cortinas y apagamos las luces, nadie vendrá a molestar.
- Bien, el otro grupo puede ir mientras a casa de Eren para reunir los objetos que ese loco le ha enviado e ir luego a dárselo a la policía. –propuso de vuelta el castaño.
- No te olvides del almacén que ha mencionado Eren, puede que ese hombre se haya olvidado de algo. –recordó Connie.
- Pero vamos a necesitar más gente que nos cubra o se darán cuenta de que faltamos. –añadió Sasha- Todos participamos en el túnel del terror y ahora mismo deberíamos estar allá ayudando a decorar.
- Es verdad, podríamos hablar con el resto del grupo y pedirles ayuda. No creo que se nieguen cuando les contemos todo. –sugirió Marco.
Todos asintieron de acuerdo a lo dicho por el chico de pecas mientras yo miraba incrédulo cómo discutían entre ellos para ponerse de acuerdo respecto al plan que habían armado en unos instantes. ¿Acaso no oyeron mi historia? Se estaban poniendo en riesgo innecesariamente.
- ¡Alto! ¿Es que no lo entendéis? Ese hombre es peligroso, podría haceros mucho daño. Y vosotros queriendo meter a más personas en el asunto. Yo… no quiero que nadie más salga herido.
Bajé la mirada y la centré en mis manos temblorosas. Pero la levanté al poco tiempo cuando escuché un sonoro bufido molesto de parte del castaño multicolor de mi amigo.
- No puedo creer que seas el mismo bastardo suicida de siempre. ¿Dónde están tus pelotas? ¿O es que el sujeto ese también se las ha llevado?
- Jean, ya basta –le regañó Marco con el ceño fruncido.
- Tu… ¡maldito cara de caballo! –le grité mosqueado- Si quieres que te reviente la cara sólo tienes que acercarte.
- Ahí está el idiota de siempre. –me señaló con una media sonrisa en los labios.- Pensaba que ya iba a escuchar siempre tus lloriqueos de nena.
- Tú pasa por lo mismo que yo y háblame entonces. –refunfuñé aún molesto.
- No te estoy criticando por estar triste o sentir culpa, pero en algún momento tienes que tragarte esos sentimientos y salir adelante, sobre todo si quieres salvar a tus seres queridos.
Nos quedamos todos mirándole al no creernos que esas palabras proviniesen de una persona como él. No era nada de su estilo y no podía estar más sorprendido por ser él quién me hiciese entrar en razón.
- No sabía que podías ser así de profundo, caballito. –me metí un poco con él para que no notase cuánto me había afectado lo que había dicho.
- Yo intentando animarte y tú te burlas, capullo. –se cruzó de brazos y giró su cara hacia un lado con una mueca extraña en sus labios.
Solté una pequeña risa al ver su berrinche. Y era verdad, por extraño que pareciera, me sentía mejor por sus palabras, más animado, aunque nunca lo admitiría. No iba a subirle el ego.
Posé la mirada en mis manos mientras las apretaba con fuerza, quería recuperar la confianza por la cual se me caracterizaba. Estaba tan distraído que no noté cuando alguien se acercó a mí y apoyó sus manos sobre las mías, dando un leve apretón. Levanté la vista con sorpresa, encontrándome enfrente con la sonrisa de mi compañera.
- Todo saldrá bien, Eren.
Y aunque esas palabras de ánimo las dijo Sasha, vi en el rostro de cada uno la misma expresión. Una de confianza. Aunque estaban nerviosos, confiaban plenamente en que todo saldría bien.
-Eso espero. –le dije sonriendo de vuelta con las esperanzas renovadas.
De verdad esperaba que hubiera un final feliz…
Viernes 31 de Octubre, 17:04 de la tarde, 7 horas para Halloween
- Bueno, pues ya nos marchamos -anunció Marco mientras recogía los materiales que iba a usar y los metía en una bolsa.
Nos encontrábamos en la entrada despidiendo al dueño de la casa y al cara de caballo. Ellos serían los primeros en irse para organizar la fiesta de Halloween mientras Connie y Sasha se quedaban conmigo a hacerme compañía y cuidarme con mi resfriado. Seguía sin hacerles mucha gracia eso de aparentar que no sabían nada sobre mi acosador, pero no podíamos avisar aún a nadie y era necesario fingir mientras tanto. Habían prometido ir mientras tanto a buscar al resto de nuestros amigos para que nos ayudasen a atrapar al psicópata que me perseguía. La verdad es que, si lográbamos resolver el asunto, les estaría enormemente agradecido a todos ellos durante el resto de mi vida.
- Diremos que Sasha y Connie han tenido unos problemas con sus disfraces y se retrasarán un rato. Vendremos antes de las nueve para cambiar de turno, ¿de acuerdo? -siguió hablando Marco mientras abría la puerta.
- No le abráis a nadie si no somos nosotros, y tampoco hagáis mucho ruido, se supone que no hay nadie en la casa. -Jean fue enumerando todas las cosas que debíamos hacer como si fuese el líder y aquello una misión. Se detuvo un momento para observarme y sonrió con burla. - No hagas cosas estúpidas, bastardo suicida.
- Sí, papi caballo, seré un buen niño -dije imitando la voz de un niño para burlarme de él.
- Capullo, no sé por qué te ayudo. -hizo una mueca de molestia- Bueno, suerte.
Después de las despedidas y advertencias, se cerró la puerta, dejándonos en silencio.
- ¿Y qué hacemos ahora? -preguntó Connie.
- ¿Merendamos? -sugirió Sasha mientras se sobaba la barriga.
- Si prácticamente acabamos de comer -le reprochó el más bajo.
- Pero es que tengo hambre...
Suspiré. Iba a ser una tarde muy larga.
Viernes 31 de Octubre, 18:26 de la tarde, 6 horas para Halloween
Ya eran más de las seis y hasta entonces todo había transcurrido con tranquilidad.
Debido a la falta de luz solar y a que no podíamos usar las lámparas para no llamar la atención de las personas de fuera, decidimos poner algunas velas por la cocina y cerrar todas las cortinas y persianas para que la luz no se filtrase al exterior. Nos habíamos sentado en la pequeña encimera rodeados de velas mientras jugábamos a las cartas, y ya empezábamos a cansarnos de eso. Desde que Jean y Marco se habían marchado, habíamos jugado a ocho juegos de mesa diferentes para entretenernos, pero cada vez lo hacíamos con más desgana y aburrimiento.
Nos habíamos mantenido en relativo silencio durante todo ese tiempo; únicamente nos comunicábamos por medio de murmullos si era necesario, y eso era todo un logro teniendo a Connie y Sasha en una misma sala. Ellos dos solían ser escandalosos, haciendo bromas y riéndose a la primera de cambio, por lo que verlos tan callados y sin causar ningún problema me era sumamente extraño.
Aunque no se podía decir tampoco que estuviésemos todos muy tranquilos. Connie no paraba de mover la pierna con nerviosismo mientras miraba de vez en cuando hacia la puerta de la cocina, como si estuviera esperando que algo malo entrase por ella en cualquier momento. Sasha prácticamente arrasó toda de despensa de Marco; cosa que viese comestible, cosa que se llevaba a la boca. Tenía la impresión, al ver su rostro descompuesto de un color verdusco, de que vomitaría en breve.
Y yo, a pesar de todo, parecía el más tranquilo de los tres. Había intentado escapar de su vigilancia en dos ocasiones para irme junto a Jean y Marco para ayudarles, pero en todas ellas me acabaron pillando. Al final me habían convencido para quedarme dentro de la casa a la espera de noticias, lo que no lograron fue que me quedase dentro de la cama. La fiebre había bajado de nuevo y ya casi no tenía, así que veía una tontería quedarme acostado sin hacer nada. Era aburrido, más que jugar a las cartas.
- ¡Ahhh! –se quejó Sasha en voz alta, llamado así nuestra atención. – Estoy aburrida.
Se dejó caer sobre la mesa extendiendo los brazos encima de las cartas que había sobre ella, haciendo que se revolviesen todas. Con un pesado suspiro, lancé las mías junto a las otras, cayendo al lado del rostro de la castaña.
- ¡Shhh! –la reprendió Connie, dejando caer también las cartas sobre la mesa- No podemos hablar en voz alta.
- Lo siento –dijo ella agachando la cabeza.
Se formó un incómodo silencio al no saber muy bien qué hacer a continuación.
- Crees… ¿creéis que estarán bien? –preguntó la castaña lentamente, como si temiese mi reacción.
- No lo sé –le respondí con sinceridad.
Se volvió a crear esa tensa atmósfera en la sala, hasta que Sasha volvió a romper el silencio.
- Yo… aun no comprendo qué quiere él de ti.
- Es un acosador, Sasha, ¿qué crees que va a querer de él?
- Ese hombre está loco… seguramente me encerrará en un lugar oscuro y me dejará allí para siempre –intenté bromear con la situación, pero no me salió muy bien.
Se giraron hacia mí, mirándome con una mezcla entre miedo y preocupación mientras analizaban lo que había dicho. Puede que bromear sobre eso no fuese una buena idea en un momento tan delicado, sobre todo porque se tomaron en serio mis palabras. Pero necesitaba algo que me distrajese para no pensar en todo lo que estaba sucediendo y no volverme loco. Creía que junto a ellos dos, quiénes estaban siempre bromeando, mi mente no se centraría tanto en mi padre y en mis amigos, pero era inútil. A cada minuto que pasaba, no dejaba de pensar en ese hombre y en lo que ocurriría esa noche, y eso me estaba poniendo histérico.
De pronto, el sonido del timbre de la entrada resonó por toda la casa, seguido de unos golpes en la puerta.
Los tres nos levantamos de nuestras sillas al mismo tiempo, colocándonos junto a la pared más cercana que teníamos, la cual justamente nos daba una vista completa de la entrada.
Nos enviamos entre nosotros una mirada nerviosa al no saber quién se podría encontrar al otro lado de la puerta. No podían ser ni Jean ni Marco porque no nos habían enviado ningún mensaje avisando de que venían. Incluso si ellos habían dado con alguno de nuestros amigos y les habían dicho nuestra ubicación, de seguro que nos habrían informado con antelación. Tampoco podrían ser los padres de Marco porque no se encontraban en el pueblo y, para los vecinos de alrededor, la casa se encontraba vacía y a oscuras. Así que sólo se me ocurría una persona que pudiese estar tras la puerta.
Armándome de valor, fui el primero en dar unos pasos hacia delante. Me acerqué en silencio a la encimera de la cocina y de un cajón saqué el cuchillo más grande que encontré. Volví la mirada hacia Connie y Sasha, y les indiqué con la cabeza que siguiesen mis pasos con cuidado. Connie, sin apartar la mirada de la puerta, caminó hacia mí con una Sasha que no paraba de temblar, aferrada a su camiseta. Al llegar, les sugerí que cogiesen ellos también algún arma punzante, pero Sasha se negó, agarrando en su lugar un rodillo de madera con todas sus fuerzas.
Nos acercamos poco a poco a la entrada sin hacer ningún ruido. La puerta no tenía mirilla por lo que no podíamos comprobar quién era. No pretendíamos abrirla, no estábamos locos, pero tampoco iban a pillarnos desprevenidos si alguien entraba a la fuerza.
El timbre sonó de nuevo, sobresaltándonos, seguido de un par de voces infantiles que se oyeron a través de la puerta:
- ¡Truco o trato!
Detuvimos todos nuestros movimientos y nos quedamos callados.
- Te dije que no había nadie –reprochó uno de ellos.
- Pero es que creía haber escuchado algo dentro –protestó el otro.
- Pues yo no he escuchado nada, habrá sido tu imaginación.
- Es posible. Bueno, vámonos a otra casa.
Cuando se dejaron de escuchar los pasos, no pudimos evitar mirarnos y echarnos a reír a carcajada limpia. Casi nos da un infarto, y todo por unos niños que querían alguna que otra golosina.
- Estamos muy tensos –dije al parar de reír.
Me sequé las lágrimas que había soltado sin darme cuenta, a la vez que regulaba mi respiración hasta hacerla más calmada.
- Sí –contestó Connie en la misma condición.
- ¿A qué jugamos ahora? –preguntó Sasha cuando se recompuso.
Todos estábamos más relajados y se podía notar en nuestros rostros una ligera sonrisa.
- ¿Qué os parece al Pictiorary? No hemos jugado aún a ese –propuse.
Ellos estuvieron de acuerdo, aunque Connie se quejó un poco alegando que no era nada bueno dibujando y que tendríamos ventaja sobre él. Y así, entre risas acalladas, pasaron los minutos, mientras agradecía internamente pasar esos momentos acompañado por ellos dos. No sabía que hubiese hecho al estar solo.
Viernes 31 de Octubre, 20:23 de la tarde, 4 horas para Halloween
Mientras esa escena ocurría, en otra parte del pueblo, dos jóvenes miraban a su alrededor con nerviosismo los rostros y gestos de todos los hombres con los que se cruzaban, buscando en ellos alguna señal o gesto sospechoso que les pudiese llevar a conocer la identidad del acosador de su amigo Eren. En realidad, sabían que estaban actuando de una manera irracional; no era como si ese sujeto fuese pregonando por la calle a diestra y siniestra su identidad, ni que tuviese escrito un cartel en la cara diciendo 'Acosador número 1 de Eren', pero no podían evitar su actitud ante la situación tan inusual a la que se enfrentaban.
Habían pasado la mayor parte de la tarde de aquí para allá, intentando cumplir con lo que les habían prometido a sus amigos. En primer lugar, se dirigieron hacia el almacén que había mencionado Eren porque era, de los dos lugares, el que quedaba más cerca del hogar de Marco, pero a pesar de todo no lograron dar con él. Tras esa búsqueda sin éxito se apresuraron en llegar a su siguiente destino: el hogar de los Jeager.
Curiosamente toda la casa estaba cerrada a cal y canto y, aún con las llaves prestadas por el propio Eren, no pudieron entrar en ella. Incluso las ventanas estaban cerradas y tapadas por gruesas cortinas, impidiéndoles así ver su interior.
Decepcionados, decidieron buscar a sus otros amigos para contarles lo que estaba sucediendo y pedirles ayuda para recuperar los objetos de la casa de Eren. En ese momento se encontraban avanzando por las calles del pueblo, observando cómo niños y jóvenes, acompañados de sus padres, se divertían pidiendo caramelos y gastando una que otra broma cuando no los conseguían. Las calles estaban decoradas de tal manera que parecían sacadas de uno de los cuentos de Tim Burton por el ambiente tétrico y surrealista que generaban.
Se adentraron hasta el centro del pueblo, en donde la entrada estaba restringida a las personas por estar allí la atracción principal de Halloween de este año; 'el túnel del terror'. Éste abarcaba la plaza principal junto con el ayuntamiento, la iglesia y las calles cercanas, formando un círculo de dos kilómetros a partir del centro del pueblo. Más bien se le tenía que llamar 'mini ciudad fantasma', porque incluso se habían desalojado algunos hogares, con el permiso de los dueños, para que los participantes los pudiesen usar para asustar a las personas.
El 'túnel del terror', que por primera vez se había realizado en el pueblo, había llamado la atención de los pueblos cercanos. Incluso algunas pocas personas de la ciudad se habían enterado por medio de un post en internet y habían decidido ir a aquella pequeña urbe a disfrutar de la fiesta de Halloween, lo que le venía genial a la economía del pueblo; los turistas y sus carteras cargadas de dinero siempre eran bienvenidos.
Cuando llegaron a la plaza principal del pueblo, pudieron observar con más detalle el esfuerzo que habían hecho todas las personas para crear el ambiente aterrador. Los pueblerinos voluntarios, para ser los 'monstruosos' actores de la noche, ya se encontraban con sus disfraces y daban los últimos preparativos a sus actuaciones. Se les notaba nerviosos, pero al mismo tiempo entusiasmados, pues faltaba poco más de media hora para que el 'túnel del terror' abriese sus puertas, a las nueve en punto.
- ¡Ey!
Una voz familiar para ambos hizo que dirigiesen la vista hacia quien les había llamado.
Pudieron observar cómo 'el trío maravilla', como en broma llamaban a Reiner, Annie y Berthold, se apresuraba en su dirección con enfado. Estaban vestidos de fantasmas y su maquillaje de aspecto macabro solo aumentaba la impresión que sintieron al ver sus rostros tan furiosos.
- ¿Dónde coño os habíais metido? –masculló Reiner casi a voz de grito mientras se acercaba a ellos- Os habéis ido esta mañana a por el material del decorado y no habéis vuelto. Mandamos a Sasha a por vosotros y también desaparece.
- Nosotros… -Jean intentó excusarse con algo de molestia ante el tono que había empleado Reiner con ellos.
Lo que le faltaba esa tarde, que el musculitos de su amigo se le pusiera chulo. Pero antes de que pudiera defenderse, una voz femenina le interrumpió.
- Nos hemos tenido que encargar nosotros de todo vuestro trabajo, así que más os vale tener una buena excusa –continuó amedrentándoles Annie con dureza.
- ¡Y la tenemos! Bueno, en realidad no es una excusa, es la verdad. –dijo Marco.
- ¿Dónde están los otros? –preguntó Berthold preocupado al no ver por ningún lado a Eren, Sasha y Connie- ¿Les ha ocurrido algo?
- De eso queríamos hablaros, pero aquí no. Vamos a un sitio más seguro y donde no nos molesten.
Jean miró a su alrededor desconfiado por si alguien podía oír su conversación y, al mismo tiempo, buscaba con la mirada algún lugar en el que pudieran conversar sin el peligro de ser escuchados.
- ¿Y dónde están Ymir e Historia? –preguntó Marco al no verlas.
- Están aún acabando de maquillar a las personas, supongo que no tardarán en venir.
Annie seguía esperando de brazos cruzados una explicación y, por los golpecitos que daba con el pie con irritación, se le podía notar impaciente por ella.
- Me hubiese gustado que estuviésemos todos para hablar de ello, pero no importa. Vamos.
Jean miró en ambas direcciones buscando un lugar en el que pudiese hablar sin miedo a que una persona indeseada escuchase su conversación. Al encontrar un lugar con las características que buscaba, se dirigió en seguida a él, procurando ser seguido tan solo por sus amigos.
Se adentraron en un callejón estrecho iluminado con una bombilla que parpadeaba cada cierto tiempo, dándole a la situación un aspecto tenebroso, perfecto para contar los sucesos reales que tenía en mente.
- Ya estamos aquí. Habla. –ordenó impaciente Annie con los brazos cruzados y una mirada fulminante.
Marco y Jean se observaron para decidir quién contaría la historia ante la atenta mirada de sus tres amigos. Al final fue el castaño quien tomó la palabra.
- Todo lo que os vamos a contar es cierto y no quiero que me interrumpáis hasta que acabe, ¿de acuerdo?
Annie frunció el ceño, mientras que los otros dos tan solo asintieron con la cabeza, extrañados. Ninguno sabía de qué se trataba todo aquello, pero por la seriedad y el secretismo del asunto, suponían que sería algo importante, así que permanecerían callados hasta que les explicasen todo.
- Bueno, pues todo empezó la semana pasada cuando….
Y así transcurrieron los minutos. Jean seguía contando los sucesos que le habían ocurrido a su amigo/rival Eren durante la semana, pasando por la noche de ayer con las desapariciones de Armin y Mikasa, hasta llegar al día de hoy, cuando habían encontrado a Eren semiinconsciente en los límites del bosque. Mientras Annie, Reiner y Berthold escuchaban la historia, que parecía sacada más bien de una novela de terror, sus rostros iban cambiando de expresión según avanzaba el relato. Al principio era de duda y burla al no creerse lo que les contaban, pasando a la sorpresa e incredulidad para, finalmente, quedarse en una mezcla entre preocupación y miedo por sus amigos.
- ¿De verdad… ha ocurrido todo… eso? –preguntó Berthold. En su tono de voz se podía notar claramente el nerviosismo.
-Sí –le contestó Jean haciendo una mueca de resignación - Al final decidimos dejar al bastardo suicida en casa de Marco para tratarle la fiebre, y mientras nosotros iríamos al lugar donde secuestró a Armin y Mikasa por si ese sujeto se dejó algo. Por desgracia no hemos podido encontrar el almacén.
- También hemos pasado por casa de Eren para recoger todo lo que el sujeto le ha regalado y así dárselo a la policía para que abra una investigación. –continuó explicando Marco.
- Eso es bueno. ¿Y ya se lo habéis entregado? –les preguntó Annie.
- Es que… hay un problema. Cuando hemos llegado, la casa estaba cerrada a cal y canto, la llave de repuesto no estaba, las ventanas tienen el pestillo puesto por dentro y las persianas están bajadas. No hemos podido entrar…
- Podríamos echar la puerta abajo –sugirió Reiner de pronto.
- ¡Eso es allanamiento de morada! –se exaltó Berthold.
- Tú siempre preocupado por esas nimiedades, Berth –Annie anduvo unos pasos hasta detenerse enfrente de Jean y Marco. – Nosotros nos encargamos de entrar en esa casa. Mi padre me enseñó a hacerlo en caso de que me quedase fuera de casa sin llaves. Y si eso no resulta, Reiner y Berthold se abrirán paso a la fuerza.
- Pero Annie…
Ella hizo caso omiso a las quejas del más alto y prosiguió hablando:
- Pero el problema es que nosotros no podemos salir de aquí hasta las once de la noche. Es cuando los adultos nos sustituyen para que también disfrutemos de la noche, y no podemos escaquearnos sin más porque llamaríamos la atención y no queremos eso.
- ¿Y qué propones entonces? –preguntó Marco.
- Para empezar, yo diría que tanto tú como Jean volvieseis junto a Eren para cuidarle hasta que nosotros lleguemos. Iremos lo más pronto posible a tu casa nada más acabar aquí y nos organizaremos para entrar en casa de Eren, ¿os parece bien?
- Por mí bien –contestó Jean.
- No me creo que esto esté pasando… -dijo Berth en voz baja.
- ¿Y qué hacemos con Ymir e Historia? –preguntó Reiner. –Es peligroso exponerlas a esto.
- Sí, pero también son amigas de Eren y merecen saberlo –contestó Marco.
En eso el grandullón se tuvo que callar al comprender que llevaba razón.
- Ellas sólo tienen que maquillar a los voluntarios, así que terminarán dentro de poco. Les diremos que vayan a casa de Marco. –informó Annie.
- Pero decirles que no vayan directas, que por seguridad se desvíen unas calles por si alguien las sigue. Es lo que haremos nosotros. –advirtió Jean.
- A veces piensas con el cerebro y no con las hormonas –Reiner se burló de él sin poder evitarlo.
- Mira quién fue a hablar –dijo Jean con fingida molestia- el que se las inyecta para parecerse a Hulk.
Tras esa última gracia que aligeró el ambiente. Prometieron cumplir con lo acordado y, despidiéndose con una sonrisa, se fueron cada uno por un camino.
Mientras el grupo de amigos se despedía contentos de tener un plan, en lo que ellos pensaban, seguro en mente, no se percataron de que alguien les había seguido hasta el estrecho callejón y había escuchado atento toda la conversación.
Ese descuido había condenado sin saberlo a su amigo Eren a pasar la peor experiencia de toda su vida, y sería el desencadenante de los horrendos sucesos que ocurrirían aquella misma noche.
Viernes 31 de Octubre, 21:41 de la noche, 3 horas para Halloween
Ya eran casi las diez de la noche y, hasta ahora, no se había encontrado ninguna prueba en contra del sujeto que me había estado acosando durante esta última semana. Para empezar, no sabíamos por dónde comenzar a investigar porque desconocíamos la identidad del acosador, por lo que íbamos dando palos de ciego en nuestra búsqueda.
Esto hacía que mi nerviosismo aumentara, volviéndose insoportable, lo que provocaba que Jean y yo tuviésemos peleas cada cinco minutos. Menos mal que allí estaban Marco e Historia para calmarnos, porque si no nos hubiéramos matado entre nosotros.
Marco y cara de caballo habían llegado hace más de una hora para sustituir a Sasha y Connie, quienes se habían marchado, aparentemente, a participar en el túnel del terror del pueblo, pero en realidad estaban patrullando el pueblo en busca de algo sospechoso.
Ymir e Historia llegaron poco después de ellos, diciendo que les habían contado lo sucedido y querían ayudar, aunque la segunda parecía más dispuesta que la primera. Cuando llegó la hora de cenar, se decidió que fuese solamente una persona para no llamar la atención. Me propuse inmediatamente a ser yo el que fuera, pero tras un golpe fuerte en la cabeza y un 'Ni de coña vas a salir a la calle con un loco persiguiéndote, iré yo' de parte de Ymir, todo quedó solucionado.
Mientras ella iba al restaurante chino de la esquina a recoger los pedidos, los tres restantes nos dedicamos a poner el mantel y los cubiertos para cenar. Todo entre risas, riñas y demás, aliviando así el ambiente tenso que reinaba con anterioridad en la sala. Pero pasaron tan sólo cinco minutos desde que Ymir se fuera cuando sonó el timbre de la casa.
Nos miramos unos a otros confundidos. Aunque estaba cerca el restaurante no era posible que la comida ya estuviese lista. A lo mejor se dejó el dinero, fue el pensamiento común que nos invadió a todos. Aunque sintiésemos un mal presentimiento.
Y tenía razón.
Nos levantamos todos para ver de quién se trataba, pero fueron Marco y Jean los que se acercaron para abrir.
Caso error.
Nada más abrir la puerta, ahí estaba él. De pie ante la entrada, con actitud intimidante y mirando al frente, expectante. Iba completamente de negro, tanto sus zapatos como su pantalón y sudadera. Lo que más destacaba de él era su máscara, también negra, que cubría su rostro dándole un aire macabro. Sólo nos tomó unos segundos darnos cuenta de lo que ocurría, pero para entonces ya era demasiado tarde.
Jean fue el primero en recuperarse del estupor e intentó cerrar a toda prisa. Pero el sujeto ya lo había previsto, así que con gran fuerza empujó la puerta, abriéndola de golpe y causando que Jean, quien se encontraba tras ésta, se estrellarse contra la mesita de la entrada que tenía detrás, partiéndola por la mitad y cayendo al suelo con un golpe seco.
El sonido hizo que nos dirigiésemos hacia él para poner ayudarle, pero tuvimos que detenernos cuando el hombre comenzó a adentrarse en la casa y se paró al lado de la persona que acababa de tirar al suelo. Retrocedimos cautelosos unos pasos, esperando que hiciese algún movimiento.
Parecíamos unos indefensos animalillos delante de nuestro depredador, paralizados a la espera de que éste hiciese algún gesto que nos diese la señal para salir huyendo de allí.
Antes de que el hombre encapuchado pudiese hacer algo, una mano le agarró por el tobillo para impedir que avanzase. Jean intentaba protegernos, aunque parecía muy adolorido. Pude observar cómo le costaba mover el torso por el dolor en la espalda.
- N-no te acerques a ellos, b-bastardo. –pronunció el castaño adolorido mientras intentaba levantarse.
Mas el sujeto no le permitió hacerlo. Con la misma pierna por la que le tenían sujetado, se soltó en un rápido movimiento y arremetió contra Jean, pateándole el rostro con tal fuerza que hizo que se desmayara.
- ¡Jean! –gritó Marco haciendo todo lo posible para retener las lágrimas.
Se veía que quería acercarse a él pero el miedo se lo impedía. Teníamos que pensar en algo rápido o todos saldríamos mal parados de ahí. No podíamos simplemente huir y dejar a Jean con ese lunático. Él me buscaba a mí, así que Marco y yo podríamos entretenerle para que Historia fuera corriendo a por la policía. Era, por ahora, la única opción viable que se me ocurría.
- Historia, ve a pedir ayuda. ¡Rápido!
Pero al no oír ninguna respuesta, me giré un poco para observarla. Ella se encontraba a mi lado en estado de shock mientras temblaba. Su mirada parecía no querer despegarse del cuerpo inconsciente de Jean.
- ¡Historia! –la sacudí con fuerza para que se centrase.
Sé que era algo brusco al tratarla así, pero no podía quedarse en ese estado ahora, necesitaba que fuese a por ayuda. Ella levantó la cabeza y me miró a los ojos con entendimiento, asintió con la cabeza y se marchó corriendo por la puerta de la cocina que daba al jardín trasero. El sujeto intentó impedir que ella huyese, pero antes de que hiciese algo, me interpuse en su camino.
- No te acercarás a ella, hijo de puta.
Dicho esto, me abalancé sobre él. Intenté golpearle con todo lo que tenía, que no era mucho, no sabía ni luchar ni defenderme, nunca había asistido a las clases de defensa personal que había en el pueblo y ahora me arrepentía. Pero él era lo suficientemente rápido como para esquivar todos mis descoordinados golpes sin la mayor complicación, se notaba que sabía de esto. En un rápido movimiento, arremetió con fuerza contra la boca del estómago, sacándome todo el aire y provocando en mí un sentimiento de ahogo. Caí de rodillas frente a él, sujetándome la barriga con ambas manos, e intentando recuperar el aliento y no caer en la inconsciencia.
- ¡Eren! –gritó Marco con angustia desde el otro lado del recibidor.
Al tener al sujeto de espaldas a él, aprovechó la oportunidad y, sin dudarlo, se subió a su espalda colocando las manos sobre la máscara que llevaba, y tiró su cuerpo hacia atrás, logrando que el hombre se alejase unos pasos de mí al no esperarse tal acción. Pero la sorpresa no duró mucho. El hombre, en un rápido giro, se quitó a Marco de encima, haciendo que éste emitiese un quejido de dolor al golpearse contra el suelo.
Y de pronto hubo silencio.
Al no comprender el repentino mutismo, levanté la cabeza para saber qué es lo que sucedía. Ahora era yo quién me encontraba de espaldas al intruso. Éste tenía a mi amigo sentado a sus pies, quien le miraba con una mueca que era una mezcla entre la sorpresa y el miedo, y a su lado descansaba inmóvil una máscara completamente negra. Entonces lo comprendí. Le había quitado la máscara durante el forcejeo, por lo que ¡sabía su identidad! Desde el ángulo que me encontraba sólo podía ver su capucha, pero no su rostro.
- T-tú eres… ¿por qué-?
Pero antes de que pudiese vocalizar una palabra más, el sujeto le propinó a Marco una patada en el rostro para acallarlo.
- ¡Desgraciado, deja en paz a Marco!
El mencionado levantó la mirada hacia su agresor para luego fijarla en mí. Tenía la boca llena de sangre debido al golpe y un hilo de ésta le emanaba de los labios al mentón. Podía percibir en su mirada el miedo y el terror que estaba pasando y quise intervenir, pero antes de que pudiese hacer algo, el hombre se agachó y comenzó a darle puñetazos en la cabeza.
Todo pasaba tan rápido que no me daba tiempo a reaccionar. No entendía ese repentino ensañamiento, pero si no hacía algo de inmediato acabaría matando a Marco. El hombre paró de golpearle y se quedó quieto, mirando el cuerpo inconsciente que tenía debajo de él. Pensé que quizá se detendría… pero me equivoqué. Con rapidez, sacó del bolsillo trasero de su pantalón la navaja curvada y apuñaló a Marco en su brazo izquierdo, la sacó y la volvió a hundir, aunque esta vez en su pecho, cerca de la anterior herida.
- ¡No, Marco!
Al ver que era ignorado y que él no paraba de ensañarse con Marco, agarré uno de los jarrones que estaban en la entrada como decoración, y se lo estrellé con fuerza en la cabeza. Y comprobé en ese momento que todo lo que había visto en la televisión cuando un hombre se desmayaba por el golpe de un jarrón, era mentira.
Eso… sólo lo enfurecía más.
Comprendí que debía huir si no quería llevarme un destino peor que el de Marco. Lo último que vi antes de comenzar a subir las escaleras fue al encapuchado sacudirse los escombros de encima y colocarse la máscara de nuevo.
En realidad, subir al piso de arriba era una de las peores decisiones que una persona podía tomar cuando se trata de escapar de alguien, ya que, las escaleras te atrasaban la subida y, por si fuera poco, no había ninguna salida, a no ser que saltase por una ventana. Pero todas las salidas de abajo estaban bloqueadas por él, por lo que no me había quedado otra que tomar esa mala opción.
Estaba por acabar de subir las escaleras cuando algo me sujetó la pierna e hizo que cayese con fuerza. Todo el dolor fue a parar a los brazos y a las pantorrillas, que habían detenido la mayor parte del golpe. Sentí otro fuerte tirón, haciendo que retrocediese un par de escalones. Al voltear la mirada hacia abajo, encontré al sujeto agarrando mi pierna, guiándola hacia él.
- ¡Suéltame!
Pero él seguía tirando de mí.
- ¡Que me sueltes!
Desesperado, le golpeé la cara con la otra pierna, logrando que aflojase su agarre y conseguí escapar. Recorrí los últimos tramos de escalera a gatas hasta llegar al final y entré a toda prisa en la primera habitación a la derecha, la de Marco. Intenté atrancar la puerta con una silla a prisa, pero fui demasiado lento. Cuando la puerta se abrió de golpe a manos de ese hombre, hizo que cayese al suelo de espaldas.
Aún en el suelo y con la mirada hacia el mismo, debido a un leve mareo por el golpe, le sentí aproximarse a mí. Lentamente, paso a paso, mientras caminaba entorno a mí, torturándome en silencio a la espera de su próximo movimiento, hasta detenerse delante de mi cabeza.
Levanté la mirada poco a poco y solo conseguí aterrarme más. No entendía como ese hombre podía estar ahí parado tan tranquilo e impávido. Sentía su mirada clavada en mí tras su máscara mientras movía la cabeza de lado a lado con lentitud, observando mis reacciones.
- Por favor… -le supliqué sollozando al no soportar por más tiempo el silencio.
Pero solo conseguí que diese un paso amenazante en mi dirección, haciendo que diese un chillido agudo por el miedo y que retrocediese a gatas unos pasos. Pero él me siguió. A cada paso que daba para alejarme, él los avanzaba más rápido.
Eso siguió durante unos segundos más hasta que mi espalda chocó contra la cómoda de Marco. Ahí fue cuando él se abalanzó sobre mí, intentando recostarme contra el suelo, aunque yo no se lo dejaba fácil.
- No quiero hacerte daño. -me susurró con voz ronca al ver que no me quedaba quieto- Pero si sigues resistiéndote, me veré obligado a ello.
A pesar de que su voz se me tornarse aterradora, no dejé de luchar. Le arañaba, le mordía y le intentaba pegar; pero nada de eso parecía causarle ningún efecto. Parecía un auténtico demonio. Durante el forcejeo, tiramos la cómoda junto con todos los objetos que estaban encima de ella, haciendo que quedasen desparramados por el suelo.
Fue ahí cuando lo vi, a escasos centímetros de donde me encontraba; mi oportunidad de escapar. Como pude, intenté estirar mi brazo para alcanzar el objeto que me sacaría de este apuro y, aunque fue difícil, lo conseguí.
- Cómete esto. –mascullé con odio.
Dirigí el objeto hacia su máscara y le rocié toda la colonia por la parte en donde están los ojos. Él de inmediato se separó de mí mientras se llevaba las manos a la cara, siseando de dolor.
Aprovechando ese momento, me levanté con dificultad y me dirigí a toda prisa hacia la salida, esquivando de paso al hombre que gruñía furioso en el suelo. Una vez fuera, cerré la puerta, arrastré una de las estanterías que había cerca y tapé su salida con ella. Eso me daría algo de tiempo para huir.
Al oír un gran estruendo al otro lado, supe que era el momento de irme. Bajé las escaleras, prácticamente de dos en dos hasta llegar a la entrada, donde me encontré una de las escenas más tristes que jamás había visto.
Al parecer Jean había recobrado el conocimiento y ahora se encontraba junto a Marco. El primero acariciaba con cuidado una de las mejillas magulladas de su amigo, limpiando la sangre cuando pasaba por encima de ellas, y con su otra mano sostenía una de su amigo cerca de sus labios.
- ¿Jean? - le llamé al mismo tiempo que me acercaba.
Pero no recibí contestación.
Al observarle con más detalle, noté como algunas lágrimas caían sin control por sus mejillas, delineando las heridas que había sobre éstas y, aún así, siguió sin emitir ninguna clase de sonido. Lucía en shock.
- Marco… él… no se mueve. –susurró ido. Le temblaba la voz al hablar- Casi no respira.
- Jean. –le volví a llamar. Me arrodillé a su lado con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco que pudiese afectar a Marco, y llevé mi mano a su hombro como muestra de apoyo - Tenemos que poner a salvo a Marco antes de que él vuelva. -dije con voz apremiante. Le zarandeé un poco para que me prestase atención, pero siguió mirando el rostro magullado de Marco – ¡Jean!
Ese último grito debió de hacerle entender la desesperada situación en la que nos encontrábamos, puesto que levantó el rostro de golpe y me miró asustado.
- Ah, sí...
Con cuidado movimos a Marco hacia el salón. No nos atrevimos a levantarlo por si empeorábamos su situación, así que decidimos llevarlo arrastras despacio, dejando a nuestro paso un reguero de sangre que nos heló a ambos el cuerpo. Al llegar al salón paramos unos segundos para reorganizarnos, aunque no tardamos mucho en decidir qué hacer. Nos arrodillamos junto Marco y, con cuidado, le alzamos poco a poco hasta posarlo en el mullido sofá. Pero él seguía perdiendo mucha sangre, la cual no paraba de brotar, oscureciendo el tapiz verde. Aprisa, Jean y yo reunimos algunas telas que teníamos a mano, las juntamos en un par de montones y los pusimos sobre las heridas para tratar de parar las hemorragias. Yo me encargué de vendar bien la herida del brazo derecho mientras Jean atendía la de su pecho. Marco emitió un leve quejido al notar la dolorosa presión sobre el pecho.
- Lo siento, Marco. –se disculpó Jean, comenzando a llorar de nuevo. Con ambas manos presionaba con fuerza la herida con el conjunto de telas, las cuales se tiñeron de rojo oscuro debido a la sangre, que también le manchó las manos.- De verdad que lo siento mucho.
Una capa aguada empañó mis ojos. Tuve que pararme a respirar hondo, para calmarme y no echarme a llorar, al ver cómo sufría Jean por intentar causarle el mínimo dolor a Marco. Él era el primero que no quería hacerle más daño del que ya le habían hecho.
- ¿Y ahora? –habló Jean con voz rota mientras se limpiaba las lágrimas del rostro, sin darse cuenta que, al hacerlo, dejaba trazos de sangre sobre su cara.
Pero antes de que pudiese contestar, lo escuchamos. Un ruido acompasado que provenía de arriba. Se podía oír cómo la madera crujía con brusquedad a cada golpe, una y otra vez. Aquello solo podía significar una cosa.
Jean y yo nos observamos asustados. En nuestras miradas se podía ver el pánico al pensar que pudiésemos ser encontrados, pero comprendí que no era el momento para eso. Tenía que aparcar el miedo unos instantes y cometer otro de mis actos suicidas.
- Ahora… vas a permanecer en silencio. –le ordené con ímpetu.- Haré que ese hombre me persiga y lo alejaré de aquí. Tú mientras vas a llamar a la policía y a una ambulancia. –al ver que me iba a replicar, me adelanté.- Jean, lo importante en este momento es Marco.
Le vi asentir con la mirada agachada, aunque no muy conforme. Sabía que él no quería que corriese ese peligroso riesgo yo solo, pero tampoco podía hacer nada por eso, tenía que quedarse con nuestro amigo para salvarle. Antes de que fuera demasiado tarde. Me levanté para dirigirme a la entrada pero antes de que me fuera, él me llamó.
- Eren –me sonrió con pesar. Vi en su mirada el arrepentimiento por no poder hacer nada por ayudarme y al mismo tiempo me daba las gracias por la oportunidad de escapar que le daba- Ten cuidado, bastardo suicida.
Le devolví la sonrisa. En este momento ninguna palabra era necesaria.
- Suerte, caballito.
No había llegado ni a la entrada cuando un estruendo, mayor que los anteriores, retumbó en toda la casa. Sonó como si algo se rompiese en pedazos, seguido de un chirrido causado por un objeto al arrastrarse. No me detuve a pensarlo, porque ya sabía lo que eso significaba. Era la hora de hacer de señuelo.
Abrí la puerta de la entrada y salí a toda prisa, atravesando el jardín delantero de la casa. A mi espalda pude escuchar el sonido de las pisadas de ese hombre bajar las escaleras, lo que me alivió. Sentí un peso menos en el cuerpo, porque Jean y Marco tendrán pronto ayuda.
Al pisar la calle, vi por el rabillo del ojo con sorpresa como Ymir, Historia y un grupo de adultos se acercaban corriendo en mi dirección. Por un momento estuve tentado en dirigirme hacia ellos para escudarme y sentirme protegido, pero al pensarlo mejor descarté esa idea. Había visto con mis propios ojos lo que podía hacer ese hombre si alguien se metía en su camino y no iba a arriesgarme a que sucediese otra vez lo mismo. Debía dejarles vía libre para que llevasen a mis amigos al hospital, eso era lo primordial.
Volví la mirada al frente y continué corriendo calle abajo sin mirar atrás. Ya vería la forma de despistar a mi perseguidor durante el camino. Podía escuchar los gritos de mis amigas llamándome y el vocifero de los hombres. En sus voces se percibía un tono de terror. Seguramente estarían viendo al demonio que me perseguía calle abajo hacia la oscuridad.
Viernes 31 de Octubre, 22:39 de la noche, 2 horas para Halloween
El latido acelerado de mi corazón resonaba con fuerza en mis oídos. Aunque el pecho me oprimía los pulmones causando que saliesen jadeos incontrolables, éstos no eran lo suficientemente fuertes como para acallar la fuerte respiración de mi perseguidor. El pánico me inundó el cuerpo cuando sentí sus pisadas cerca, muy cerca, casi pisándome los talones.
El bullicio de la festividad me iba envolviendo cada vez más, a medida que me adentraba en el centro del pueblo. La risa de los niños al estar divirtiéndose, los regaños cariñosos de los padres a sus hijos, el exclamo de los jóvenes al asustarse… todo ello resonaba por todas partes.
En este momento agradecí el haber estado toda mi vida en el grupo de atletismo y de fútbol, porque había conseguido acumular una gran resistencia a la hora de correr largas distancias. Si no fuese tan rápido, él ya me habría alcanzado.
Huía por las calles estrechas del pueblo lo más rápido que el cuerpo me permitía. Todos mis sentidos me obligaban a huir, huir lo más lejos que pudiese llegar. Al paso de los minutos iba notando cada vez más la falta de aire y los pulmones se me llenaban del aire frío de la noche, causando un punzante dolor en las costillas; pero aun así no iba a reducir el ritmo, no me dejaría atrapar.
Quería voltear atrás, pero el miedo que ahora sentía me impidió aquello. Sabía que si lo hacía, si giraba y veía a ese hombre, me paralizaría y él se habría salido con la suya.
Gritaba con voz ahogada y llena de temor por ayuda, pero las personas tan solo se apartaban de mi camino; seguramente creyendo que esto era una interpretación de algún espectáculo de terror.
Miré a mí alrededor, preguntándome el modo de escapar, de ocultarme, de sobrevivir a esta persecución. Por suerte, ya había llegado a la zona central del pueblo, lo malo era que la estación policial estaba al otro lado del 'Túnel del Terror', y para llegar allí tendría que cruzar ese lugar si quería ir rápido.
Me dirigí al letrero que ponía en neón rojo 'SALIDA' y, al ver que un grupo de jóvenes salía del pasaje gritando y riendo, aproveché y, entre empujones, me colé entre ellos hacia el interior.
Nada más entrar, la oscuridad me envolvió y, junto a ello, un silencio escalofriante. Por un momento la desesperación me atrapó, no encontraba dónde ocultarme, no veía a dónde ir, pero me negaba a rendirme. Gracias a dios, pude vislumbrar focos de luz tenue situados en lugares estratégicos para que se pudiese ver algunas siluetas del decorado. Así que, guiándome por la leve iluminación, me oculté tras unos decorados para descansar y recuperar el aire.
No me tuve ni tiempo de normalizar mi respiración cuando oí como otra persona entraba por el mismo lugar por el cual yo había entrado hace apenas unos segundos. Se me heló la sangre del miedo. Con rapidez, llevé mis manos hacia mi boca e intenté acallar mi acelerada respiración, conteniendo el aliento para no ser descubierto.
El silencio volvió a hacerse presente por toda la instancia, aunque yo no lo sentía así. A pesar de mis intentos, no lograba silenciar mi aliento, podía oír los latidos de mi corazón con tanta fuerza que juraría que se escuchaban por toda la habitación. Estaba seguro de que en cualquier momento él me oiría por culpa de mis incesantes jadeos y vendría a completar su objetivo, atraparme; mas, no fue así. A lo lejos se escucharon, durante un breve instante, unos pasos apresurados alejándose y él salió tras ellos, seguramente pensando que era yo quién corría.
Me arrastré hacia atrás hasta dar con una superficie sólida y dejé caer mi cuerpo sobre ella. Me sentía agotando tanto física como mentalmente. El vaho salía de mis labios a bocanadas, aunque ya no tan aceleradas ni tan ruidosas como antes, y poco a poco conseguí normalizar mi respiración.
Pasé los siguientes minutos escondido en ese pequeño rinconcito en la oscuridad, siempre atento a mi entorno. A menudo los sonidos del túnel me sobresaltaban, esas risas y gritos ficticios me volvían paranoico, pero lo peor fue cuando una pareja de adolescentes pasó por mi lado corriendo y gritando divertidos de la emoción que les producía estar 'asustados'. Casi me da un paro cardiaco en ese momento y no pensaba volver a repetirlo.
Al intentar levantarme, noté mis músculos entumecidos. Mis rodillas y piernas no paraban de temblar, por lo que tuve que sujetarme en la pared para no caer al suelo y avanzar poco a poco.
Por suerte, conocía este lugar al haber ayudado a montarlo, por lo que pude avanzar a pesar de la oscuridad. Me colé entre las bambalinas a la menor oportunidad, así avanzaría mejor y no me encontraría con muchas personas, exceptuando a la gente del pueblo que actuaba en aquel lugar y se movía por esos pasadizos, escondiéndose para asustar a los pobres visitantes.
Ahora mi objetivo era lograr llegar a la biblioteca, la cual era uno de los puntos clave del túnel, por donde los turistas tenían que pasar obligatoriamente. Al lado de ésta había una pequeña salida que daba a la plaza donde estaba la comisaría. Sólo allí podría llegar a sentirme a salvo y toda esta pesadilla por fin acabaría.
No pude más que alegrarme cuando, tras salir de detrás de las bambalinas y llegar a la biblioteca, vi a lo lejos un par de figuras conocidas que, aunque llevasen puesto maquillaje y traje para aparentar ser monstruos, las reconocería en cualquier parte. La más grande intentaba arrastrar a la más pequeña detrás de unos decorados de árboles para que no los viesen, pero ésta se resistía porque quería ponerse en otro lado.
- ¡Reiner! ¡Connie! –alcé la voz para que me oyesen.
Al oír mi voz, dejaron de discutir y se giraron en mi dirección con expresión de sorpresa. Detrás de unos decorados cercanos también salieron Sasha, Annie y Berthold al reconocer mi voz, disfrazados de fantasmas.
- ¡Eren! –gritaron de vuelta mientras corrían hacia mí.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿No deberías estar en casa de Marco?
- ¡Estás herido!
- ¿Dónde están los demás?
Pero antes de que pudiese contestar o acercarme a ellos, sentí cómo algo me agarraba de la camisa y me tiró hacia atrás con fuerza, haciendo que me quedase sin aire de la impresión. En cuanto me quise dar cuenta, me encontraba pegado contra el pecho de la persona que me había atacado, quien mantenía uno de sus brazos alrededor de mi cuello mientras que con la otra mano me apuntaba con una navaja de borde curvado. Empecé a temblar cuando reconocí la voz.
- No puedes huir, Eren. No de mí. – me susurró al oído con voz ronca tras la máscara.
- ¡Suéltale!
Reiner fue el primero en reaccionar. Se dirigió hacia nosotros corriendo con el puño levantado mientras gritaba. El hombre que me mantenía aprisionado, me soltó lanzándome al suelo y, en un rápido movimiento, esquivó el golpe de Reiner y le arremetió una patada en el pecho. Cuando pude incorporarme, vi a Reiner a escasos metros de mí. Se encontraba arrodillado con la vista en el suelo y las manos agarradas al pecho, respiraba entrecortadamente y con fuerza, luchando por tomar aire.
El hombre quiso acercarse al rubio que se encontraba a sus pies para propinarle un último golpe, pero antes de que pudiese hacerlo, Annie se metió en medio con expresión furiosa. Ella había estado haciendo artes marciales durante toda su vida, sabía cómo moverse, defenderse y atacar pero, aún así, tenía miedo por ella. El sujeto que me acosaba, por lo que había podido ver, también era un experto en ese campo.
Los movimientos de Annie eran veloces y certeros, lanzaba patadas a sitios clave para derribar a su oponente, pero ese hombre esquivaba los ataques facilidad. Mantuvieron ese ritmo hasta que, por un descuido, Annie tropezó con uno de los decorados, haciendo que su postura se desequilibrara y que el próximo golpe fuese lento y descuidado. El sujeto aprovechó el falló para contraatacar. Ágilmente esquivó la patada de la chica, que iba dirigida a su rostro, y le agarró la pierna con una mano. Tiró de ella hasta estar lo suficientemente cerca y, levantando su otro brazo, estrelló el codo en el muslo izquierdo de la chica con una fuerza tremenda, rompiendo el hueso en dos. Annie profirió un grito desgarrador mientras el hombre la dejaba caer al suelo como si nada.
Pero yo no me quedaría en el suelo sin hacer nada.
Por detrás podía escuchar los gritos desesperados de Berthold pidiendo ayuda y las voces histéricas de Sasha y Connie al no saber cómo actuar en esta situación.
Me levanté del suelo de un salto y me abalancé contra él, maldiciéndole con todos los improperios que se me ocurrían. Me subí a su espalda, poniendo los brazos en su cuello para intentar asfixiarle. Apreté con toda la fuerza que pude mientras él intentaba que me quitase de encima. Se balanceaba de un lado para otro, gruñendo mientras me golpeaba y arañaba los brazos. Al ver que eso no surgía efecto, llevó los brazos hacia atrás, agarró mi camisa, y me tiró hacia adelante.
Dejé escapar un siseó de dolor cuando me golpeé la espalda contra las piedrecitas del suelo, que se me clavaron en la piel como miles de agujas. No me esperaba que me hiciese esa llave. Por suerte, no había sido un golpe muy fuerte, aunque me quedé sin aire por un segundo.
Cuando pude enfocar la vista, Annie aullaba de dolor en el suelo, cerca de mí, agarrándose la zona herida mientras las lágrimas rodaban por su rostro sin control. Se podía ver cómo la sangre empapaba la tela que se encontraba sobre la herida abierta, creando una gran mancha que se extendía cada vez más.
Di la vuelta sobre mí mismo e intenté acercarme a ella lo más rápido que pude para ayudarla. Y no fui el único. Reiner, quien al parecer se había recuperado del golpe, también se dirigió a Annie con cara de preocupación.
Y de pronto se empezaron a escuchar los gritos de Connie y Sasha detrás nuestra. Al voltear a voltear hacia ellos, vi cómo el dúo le lanzaban al enmascarado piedras y trozos del decorado para impedir que se acercase a donde estábamos Annie, Reiner y yo. Berthold se acercó al sujeto por la espalda, llevando un trozo alargado de madera que de seguro había arrancado de algún sitio, y le golpeó por atrás, haciendo que el trozo crujiese y se rompiera por la fuerza empleada.
Pero al hombre no pareció afectarle. Tras unos segundos quieto, se giró hacia Berth, arremetiendo con fuerza contra él.
- ¡Berth! –gritó Reiner al ver a su amigo gimiendo de dolor cuando recibió un golpe en la cara.
Intentó pararse para ayudar a su amigo pero el sujeto no se lo permitió. Antes de que pudiese ponerse en pie, ya lo tenía encima. Con una certera patada en la cabeza, lo dejó casi noqueado en el suelo, temblando; para luego volver con su otra víctima, quien sollozaba el nombre de su amigo que yacía en el suelo. Pero esta vez no fue hacia él con las manos descubiertas. Sacó, de nuevo, del bolsillo su derecho la misma navaja, con la que había herido de gravedad a Marco y con la que había puesto en mi cuello hace nos minutos, y se arrojó contra Berthold. El pobre chico intentaba protegerse como podía, cubriéndose con los brazos la cara. El ataque finalizó cuando, ya irritado, el sujeto le asentó una patada en el costado. Berth cayó al suelo con peso muerto, cubierto en brazos y torso con multitud de cortes que comenzaban a empapar su ropa de color escarlata.
Se formó un tenso silencio en el ambiente.
De espaldas a nosotros, el hombre respiraba con fuerza, se le notaba enfurecido. Apretaba los puños con fuerza, como si estuviera conteniéndose en no acabar con la persona que acababa de tumbar. Pero la gota que colmó el vaso fue cuando una piedra le rozó el brazo. Encolerizado, se dirigió a Connie, quien permanecía con el brazo extendido y el rostro pintado de temor, incapaz de moverse pese a la amenaza que se avecinaba.
Sasha, a su lado, temblaba como nunca, con lágrimas en los ojos y susurrando perdón. Pero eso a él no le importó. Pasó de ella y se detuvo delante de Connie, mirándolo fijamente a través de la máscara.
Connie, con la mirada hacia el suelo y asustado, bajó el brazo despacio, y en sus pantalones surgió una pequeña mancha que se extendió y descendió por sus piernas. Estaba aterrorizado. Y no por falta de razón.
En un solo movimiento, el hombre agarró la cabeza del chico con una sola mano y la estampó con furia contra la pared más cercana. Sasha de inmediato comenzó a gritar alarmada al ver que su amigo no se movía.
- ¡Ni se te ocurra hacerle nada, cobarde! –le grité cuando vi que tenía la intención de ir a por ella.
Al parecer mis palabras le afectaron más de lo que pretendía, porque a los dos segundos ya lo tenía sobre mí. Me agarró del cabello y tiró hacia arriba para levantarme, separándome de Annie, quien estiró el brazo para intentar detenerle. Sin embargo me puso de espaldas a él, pasando su brazo derecho por mi pecho e inmovilizando mis brazos de paso. El brazo izquierdo lo usó para envolver mi cuello, impidiendo así que realizara movimiento alguno.
- Todo esto es por tu culpa y ya estoy harto. – susurró roncamente contra mi oído, causando que mi cuerpo se pusiese en tensión y temblase de miedo.- Ahora serás tú quien venga a mí.
- ¿Q-qué? ¡Suéltame, desgraciado! –intenté liberarme pero era inútil.- Si piensas que voy a hacer eso, ¡es que estás loco!
- Lo harás porque tengo un regalo especial para ti.-aunque no le pudiese ver, podría jurar que en ese momento estaba sonriendo- Bueno, para ser más exactos, son tres. Están esperándote en tu casa. Iba a ser una sorpresa pero… veo que no te gustan…
- ¿Tres regalos? ¿De qué…? –Entonces caí en lo que se refería.- ¡Bastardo! ¡¿Qué les has hecho?! - Intenté liberarme de su agarre pero era inútil.
- Por ahora nada. Pero no te puedo prometer que sigan a salvo si no cumples tu parte.
- ¿Qué quieres? –mascullé con odio.
- Estar contigo.-Sentí un escalofrío cuando hundió su cabeza en mi cuello y respiró fuertemente a través de la máscara.
- Ve a tu casa y hazlo completamente solo-remarcó la palabra lentamente -Si no lo haces, le ocurrirá algo muy malo a las personas que amas.
Apreté los labios con fuerza para no soltarle miles de insultos. Él volvió a tirar de mis cabellos para dejar mi rostro más cerca del suyo.
- Asiente para saber que lo has entendido.-de inmediato hice lo que me ordenó -Buen chico. Te estaré esperando.
Después de decir esas palabras, me soltó de golpe haciendo que perdiese el equilibrio y cayese al suelo. Cuando volví la mirada atrás, ya no estaba.
Mierda, ¡mierda! ¿De verdad voy a seguir su juego? No, claro que no. No soy tan estúpido como para ir solo. ¡Es una maldita trampa! Pero tampoco puedo dejárselo a la policía porque cuando les oyese llegar, los mataría. La única opción que se me ocurre es hacer el honor a mi apodo. Iré, me pararé enfrente de la casa y haré tiempo, y cuando vea a los policías llegar, entraré para entretener a ese hombre, así los agentes podrán arrestarle con las manos en la masa y ese sujeto no tendrá tiempo para hacer daño a las personas que amo. Es un plan, ¡un buen plan!
Confiado en el plan que había armado en un momento, observé el caos de mi alrededor y la culpa me invadió. Todos mis amigos se encontraban heridos. Parecía que a donde iba, causaba más daño. Una mezcla entre rabia y dolor surgió de mi pecho, no iba a permitir que esto durase más. Todo acabaría esta noche.
- ¡Chicos! Id todos al hospital para que os atiendan lo antes posible y quedaos allí.-les ordené mientras me ponía en pie- Hablad con la policía, contadles todo y decidles que ese hombre tiene a mi padre, a Mikasa y a Armin en mi casa. –Reiner, Berth y Annie me miraron con confusión- ¡Corred! Yo iré para entretenerle y ganar tiempo, esperaré allá a la policía. ¡Así que daos prisa!
Me di la vuelta y volví corriendo por el camino por el cual había venido, siguiendo el camino al enmascarado. Debía llegar cuanto antes a mi hogar pues ese hombre podría sospechar algo si no me veía rondando por ahí.
Lo que Eren no sabía era que su voz y sus palabras no habían llegado a sus amigos, quienes aún conmocionados y asustados, se encontraban desorientados. Ellos sólo pudieron observar desconcertados y en silencio cómo su amigo se adentraba de nuevo en la oscuridad del túnel.
Viernes 31 de Octubre, 23:28 de la noche, 32 minutos para Halloween
Durante unos instantes, los adolescentes se quedaron quietos, viendo cómo su amigo corría para alcanzar al hombre que hasta hacía un momento les había estado atacando. No entendían a Eren. De huir había pasado a perseguir a ese sujeto, y tan sólo con unas palabras de éste, las cuales ninguno de ellos había logrado escuchar; pero se podían hacer una idea tras esas últimas palabras de su amigo. Aunque sí sabían una cosa: que fuera lo que fuese, con seguridad sería una trampa y Eren iba directo hacia ella.
- Tenemos que seguirle -Annie fue la primera en hablar con un eje de dolor en su voz.
Intentó levantarse con ayuda de una de las lápidas que adornaban ese falso cementerio. Iba mordiéndose los labios hasta hacerlos sangrar para no emitir ninguna queja o gimoteo, ya que ella nunca había sido una persona débil y no iba a empezar a serlo esa noche. Tenía la frente empapada en sudor debido al esfuerzo pero el dolor que sentía en la pierna pudo con ella, impidiéndole alzarse. Cuando intentaba mover la pierna, se notaba que le dolía horrores y eso era algo que no podía disimular, y menos tras haber llorado antes. Acabó recostándose sobre la lápida falsa que había estado utilizando hace unos segundos para apoyarse, a la espera de que sus compañeros se acercasen a ella.
- No es por nada, Annie, pero míranos. Estamos para el arrastre, incluyéndote a ti. Tienes una pierna rota y has perdido mucha sangre. Me sorprende que sigas consciente. –dijo Reiner cuando los jóvenes se acercaron con dificultad a su lado.
El grandullón intentó no tambalearse, pero los mareos hicieron que Berthold tuviera que ayudarlo para no caerse al suelo. La herida de su cabeza le estaba pasando factura
- Ahora mismo somos inútiles. Si antes no tuvimos una oportunidad para detenerle entre todos, ahora mucho menos.
Aunque a ella le costara admitirlo, el mastodonte de su amigo rubio llevaba la razón. Observando a su alrededor pudo notar cómo una histérica Sasha sollozaba y gritaba sobre el cuerpo inconsciente de Connie, que se encontraba en el suelo. A Reiner le costaba mantener el equilibrio y si no fuese por el agarre de Berthold sobre su cintura, se caería de bruces contra el pavimento. El más alto del grupo tenía un aspecto terrible con todos los cortes que durante la pelea le habían causado en los brazos y el pecho, y alguna que otra contusión en el cuerpo. Los cortes no eran muy profundos, más bien superficiales, pero sangraban bastante y se notaba que le escocían cuando Reiner acariciaba sin querer uno de ellos al intentar mantenerse erguido.
Y ella… ella casi no podía ni andar. Apoyar el pie en el suelo le producía una descarga de dolor como nunca antes había sentido. Años atrás se rompió algún que otro hueso al practicar defensa personal, incluso su padre le había roto la nariz y un dedo al intentar enseñarle a pelear, pero nunca le había dolido tanto. Y le daba la razón a Reiner, más bien era su voluntad lo que la mantenía en pie más que otra cosa.
Aunque no le gustaba la idea de sentirse débil, tenía que admitir que en estos momentos, ella sería más una carga que una ayuda. Ya había pensado con anterioridad que hubiese sido mejor haber contado con la ayuda de la policía desde el principio, pero les había hecho una promesa absurda a sus amigos al mantener el secreto por la seguridad de Mikasa y Armin. Pero ahora que la cosa se había complicado, y se arrepentía de haberles hecho caso.
Berth estaba anonadado por el comportamiento de sus amigos. ¿Acaso iban a dejar a Eren en manos de ese hombre?
- ¿Entonces no vamos a hacer nada por Eren? –Berthold no podía creer lo que estaba oyendo.
Él era la clase de persona que daba todo por los que apreciaba y nunca se había negado en darle su ayuda a un amigo. Al ver cómo uno de sus más allegados era perseguido por un lunático que a saber qué cosas tenía planeadas para él, simplemente no podía dejarlo pasar. Siempre habían sido Reiner y Annie quienes no se daban por vencidos ante ningún tipo de situación, ni siquiera cuando estaban en desventaja dejaban de luchar. Era él quien los detenía e intentaba huir cuando alguna lucha se avecinaba, ya que nunca le habían gustado las peleas. Entonces ¿qué estaba ocurriendo? ¿Desde cuándo se habían vuelto las tornas? Ahora era él quien seguía teniendo el espíritu de lucha a pesar de sus heridas mientras ellos parecían haberse rendido.
- No seas necio, Berth –respondió Annie indignada con lo que había dicho su amigo- Nosotros nunca abandonaríamos a un amigo. Pero piensa un poco, no podemos seguirle nosotros solos con nuestras heridas.
- Buscaremos antes a la policía para pedirles ayuda y después iremos con ellos a echar una mano –sentenció Reiner.
- ¿Acaso no oyes lo que digo, Reiner? Tú mismo has mencionado nuestro lamentable estado antes y mírate a ti mismo, no puedes mantenerte en pie sin el apoyo de Berth.
- Eso no tiene nada que ver. Lo que quería decir antes es que no podemos ir solos, –recalcó la última palabra- pero con ellos es diferente. No voy a quedarme de brazos cruzados. –replicó él.
- Claro que sí. Además, ¿tú crees que la policía nos dejaría ir con ellos? –dijo Annie con sarcasmo.
- ¿Y qué quieres que hagamos si no? –le gritó enfadado.
- Esperar pacientemente que todo salga bien.
- Entonces es como dice Berth, ¿quieres rendirte?
- ¡Claro que no! –elevó la voz la rubia al sentirse ofendida- Pero se sensato por una vez en tu vida. Iremos a la policía y dejaremos que ellos se encarguen, ese hombre es demasiado fuerte y nosotros seríamos un estorbo.
- Eso es lo mismo que rendirse, lo mires por donde lo mires.
- ¡Basta chicos! No es momento para pelear –interrumpió la pelea el castaño antes de que Annie volviese a replicar.
Berthold levantó la mirada hacia donde estaban sus otros dos amigos aún en el suelo. Sasha había dejado de gritar y ahora solamente sollozaba sobre el pecho de Connie, quien seguía sin despertarse. Y eso ya comenzaba a ser preocupante. Reiner y Annie, al ver a Berthold girarse y su cara de preocupación, siguieron la dirección de su mirada hasta encontrarse con esa escena.
- Tenemos que llevarle al hospital.
En pocos segundos ya tenían armado un plan en mente. Reiner, quien se encontraba en mejor estado que antes, se encargaría de llevar a Connie en brazos, mientras Berthold cargaría a Annie sobre su espalda, teniendo cuidado de no dañar más su pierna. Sasha apenas tenía algún que otro raspado en el cuerpo; lo preocupante de ella era su estado psicológico, ya que estaba como ida y con lágrimas en los ojos, mirando el rostro de su amigo dormido. Así que entre los tres la guiarían al caminar teniendo cuidado de no perjudicarla más.
Su primera parada sería la comisaría, pues lo principal era avisar sobre la peligrosa situación en la que Eren estaba envuelto y después irían al hospital a que curasen sus heridas. Por votación se había decidido dejar toda la situación a la policía, todo ante la mirada en desacuerdo de Reiner y la de derrota de Annie y Berth.
Pero antes de llevar todo lo anterior a cabo, un grupo de cinco personas se acercaron a ellos gritando y con unas muecas de asombro y preocupación al ver el panorama que ante ellos se presentaba.
- ¿Estáis todos bien?
Eran personas del pueblo, entre ellos dos policías, quienes se acercaron en seguida a donde estaban ellos hablando.
- ¿Qué ha sucedido aquí? – preguntó uno de ellos.
Los otros tres hombres avanzaron unos pasos más hasta donde estaban Sasha y Connie en el suelo, comenzando a revisar sus heridas.
Los tres adolescentes se miraron entre ellos antes de comenzar a relatar todos los sucesos que durante esa tarde habían estado pasando tras las sombras del pueblo, incluyendo el acoso de Eren por parte de ese hombre desconocido y los secuestros de Mikasa, Armin y Grisha Jeager. Todo esto ante las miradas atónitas de ambos policías, quienes dudaron durante algunos momentos del relato que la historia fuese verídica, pero ante los destrozos de los decorados de la sala y el lamentable estado de los adolescentes, tuvieron las suficientes pruebas para creerlos.
Al ver cómo ambos policías se ponían manos a la obra, informando de la situación y pidiendo refuerzos, Annie solo pudo rezar internamente para que Eren cumpliese con lo que había dicho y esperase hasta que la policía llegase antes de cometer alguna idiotez. De pronto recordó algo importante.
- Si Eren salió huyendo de donde Jean y Marco lo cuidaban, ¿qué ha sucedido con ellos?
Soltó esa pregunta al aire en voz baja, sin dirigirse realmente a nadie, pero sus dos acompañantes cayeron en esa cuestión tan preocupante. Rogaron para que estuviesen todos bien y que no hubiesen acabado tan mal como ellos.
Pero la realidad no siempre es como esperamos que sea.
Viernes 31 de Octubre, 23:36 de la noche, 24 minutos para Halloween
Seguí corriendo como alma que lleva al diablo por las casi desoladas calles del pueblo. El frío de la noche golpeaba mis heridas, que aunque no fuesen más que algunos cortes y moratones, me causaban una sensación de ardor y malestar.
Mi cuerpo trataba de llevar el ritmo que había impuesto pero estaba por rendirse, y no me extrañaba, casi no había parado de correr durante esa última hora, lo había forzado demasiado. Una molestia se fue originando en mi pecho hasta convertirlo en un autentico problema, el dolor aporreaba mis costillas con mucha fuerza haciendo que me costase respirar correctamente. Los músculos de mis piernas se calentaban dolorosamente y notaba como una sensación de ardor detrás de la rodilla, y mis tobillos tampoco estaban muy bien que digamos. Podía sentir mi cuerpo pesado, cansado, animándome a caer para descansar, pero tendría que negarle ese placer por ahora.
Estaba a tan sólo un par de manzanas de mi hogar cuando una voz familiar me detuvo al pronunciar en voz alta mi nombre.
- ¡Eren!
Paré de correr con la respiración agitada mientras miraba a la mujer que se acercaba alegre en mi dirección. Pese al disfraz negro de bruja y el maquillaje, pude reconocerla como la madre de Armin. Una mujer igualita a mi mejor amigo, de ojos azules y cabello rubio claro, solo que éste le llegaba por debajo de los hombros.
- S-señora Arlet –tartamudeé. No supe si por la carrera o por el estrés al que estaba siendo sometido.
- Hola, querido –me echó una mirada analizándome, de las típicas que te da una madre para saber tu estado de ánimo. -¡Pero mira cómo estás! Todo temblando y a punto de llorar. –dijo acariciando mi rostro- Me acuerdo cuando erais pequeños y veíais películas de terror, todos poníais esa cara. Solo a vuestros padres se les ocurre ponerles películas de miedo a unos niños de 10 años –Rió dulcemente.- Pero recuerda, Eren, los monstruos no existen, no debes temerles.
- ¿Entonces por qué uno me persigue? –pensé con angustia.
Ella creía que estaba asustado por el túnel de terror del pueblo, y yo no la iba a sacar de dudas. Era mejor que no supiera que su hijo había sido secuestrado por un loco que me estaba acosando. No quería provocarle un ataque cardiaco.
- Bueno, ¿ibas a reunirte con los muchachos? –preguntó con curiosidad sacándome de mis pensamientos.
- S-sí.
- Pues si ves al despistado de mi hijo, dile que le espera una fuerte regañina. ¡Mira que no llamarme durante todo el día!
Se llevó las manos a la cintura aparentando estar indignada.
- ¿A A-armin? –sentía como la sangre se iba de mi rostro.
- Claro. Ayer me pidió permiso para quedarse a dormir en tu casa, pero no he vuelto a saber de él. Supongo que ser el encargado de los arreglos del Halloween de este año le ha tenido ocupado.
- Sí –contesté.
Pensé en cómo se sentirían los padres de Armin si algo le pasase a su único hijo. Ellos eran unas de las personas más tranquilas y amables que he conocido en mi vida. Y no quería que nadie dañase la felicidad de aquella pareja. Eso también iba por los padres de Mikasa, quienes habían sido como mi segunda familia. Cuando mi padre se iba a trabajar fuera del pueblo, siempre me dejaba a su cargo. Me encargaría de protegerlos a los dos a como se diera el caso.
- Verá a Armin dentro de poco, señora Arlet. –le prometí con decisión.
Ella se sorprendió por mi cambio de actitud, pero aún así me sonrió con cariño.
- Entonces confío en ti, Eren.
Esas palabras fueron como una puñalada en mi alma, porque su hijo estaba en peligro por mi culpa. Me despedí de ella y volví a retomar mi carrera. No iba a permitir que nadie más resultase dañado por mi culpa.
Viernes 31 de Octubre, 23:43 de la noche, 17 minutos para Halloween
Llegué jadeante a la entrada de mi hogar, donde me detuve para tomar aliento. Miré dudando en si debía abrir la puerta de madera oscura que tenía enfrente. No tenía ni idea de lo que me podría encontrar allí dentro, y eso me aterraba. En mi interior rezaba por el bienestar de mi padre y por qué mis amigos estuviesen bien, aunque ciertamente dudaba de eso. Debido a la pelea de hace unos minutos, ya no me podía fiar de ese sujeto.
En medio de mis divagaciones escuché pasar una serie de risas detrás de mí. Era un grupo de tres personas, aparentemente de unos 10 años de edad, que se dirigían entre bromas y risas hacia el centro del pueblo. Los dos chicos iban disfrazados de diferentes monstruos; uno de vampiro y el otro de hombre lobo, mientras que la única chica iba de bruja.
Esa escena me causó melancolía, me hizo recordar una escena similar de hace un par de años junto a Mikasa y Armin. Ahora eso me parecía que pasó hace siglos, aunque no era así. Me prometí a mí mismo que haría todo lo posible para que el año que viene, junto con todos mis amigos, nos disfracemos y nos divirtamos, y todo este asunto se convertirá en un mal recuerdo que olvidaremos poco a poco.
Cuando los preadolescentes salieron de mi campo de visión, me puse a pensar detenidamente en algún plan, lo que era raro en mí. Normalmente solía actuar sin pensar, pero en esta ocasión no me podía dar ese lujo.
Sopesando los pros y contras, llegué a la conclusión de que lo mejor era esperar a que la policía viniese y que ellos se encargasen del asunto. Ellos detendrían al acosador y todo volvería a la normalidad. Porque, después de todo, si yo entrase allí, ¿qué posibilidades tendría? No sabía cómo hacer frente a una persona tan peligrosa como ese hombre, de seguro que me mataría. Esperaría fuera y rezaría para que todo saliese bien.
Fueron tan solo unos dos minutos los que estuve andando de un lugar a otro de la acera con los nervios a flor de piel, antes de escuchar un fuerte ruido dentro de la casa, seguido de un grito agónico.
Asustado, miré en ambos sentidos de la calle, esperando que alguna persona apareciese para ofrecerme su ayuda. Pero, por desgracia, ésta se encontraba completamente desértica.
Otro grito se volvió a escuchar.
No podía esperar por más tiempo. En un rápido vistazo, intenté encontrar algo que me sirviese como arma pero, aparte de algunas piedras, no encontré nada en el jardín delantero que pudiese utilizar, así que me las tuve que apañar con lo que podía. Agarré una de las muchas macetas de cerámica que teníamos en el jardín como decoración y la estrellé contra el césped, cogiendo uno de sus trozos más afilados. Que fuera a entrar en ese infierno no quería decir que lo hiciese indefenso.
Teniendo cuidado de no cortarme, sujeté la improvisada arma con fuerza y me dirigí hasta la puerta. Temblorosamente levanté mi mano hacia la manilla, mientras internamente rezaba porque ésta no tuviese el seguro puesto, y la hice girar poco a poco hasta que se pudo escuchar un clic. Solté todo el aire que hasta entonces no me había dado cuenta que retenía y me preparé mentalmente para lo que podría encontrar allí dentro.
Pero, definitivamente, no estaba preparado para ver la escena que se presentó ante mis ojos.
Al tener una planta baja abierta, se podía observar casi toda la sala desde el recibidor, así que cuando entré en la casa pude ver con horror todo lo que le había sucedido a mi hogar. Todo estaba por completo destrozado, como si una banda de delincuentes hubiera arrasado el lugar. La mayoría de los muebles estaban tirados en el suelo, destruidos; los cuadros y fotos, antes colgados por las paredes, ahora se encontraban hecho añicos; y las luces estaban de igual manera y parpadeaban queriéndose apagar. Incluso en partes de las paredes se notaba que les habían arrancado el papel pintado de golpe, -lo cierto es que nunca me había gustado ese papel marroncillo con flores, pero ahora me daba pena su deplorable estado.- Y a pesar de que solo podía ver la planta principal y las escaleras, intuía que el resto de la casa presentaba el mismo estado.
Pero eso no fue ni de lejos lo que me aterrorizó, en tal grado que me quedé paralizado en la entrada.
El salón estaba transformado en una especie de sala de torturas que parecía estar sacado de una película de terror de alto presupuesto. La sala se encontraba relativamente a oscuras, lo único que la iluminaba era la luz de una lámpara que no paraba de parpadear y balancearse en el techo. El suelo estaba cubierto de cristales y de páginas de libros arrancadas. En el centro de la estancia, se hallaban dos figuras acostadas, eran Mikasa y Armin, recostados uno junto al otro, amarrados de pies y manos e inconscientes. Y aparte de algún que otro morado en su cuerpo, se encontraban sanos y salvos, lo que me alivió un poco. Pero al instante, ese alivio se convirtió en preocupación al oír al otro lado de la sala un gemido lastimero. Uno que reconocería en cualquier lugar.
- ¡Papá!
Corrí hacia él, pasando sobre todos los escombros del salón. Con él se había cumplido uno de los peores escenarios que tenía en mente. Estaba sentado en una silla, encadenado a ésta por las muñecas y los tobillos, impidiéndole así moverse, y en la boca llevaba una especie de trapo para que no pudiese hablar. Estaba cubierto de heridas y de sangre seca, sobretodo en la parte de las muñecas. Al parecer había intentado liberarse pero sin ningún éxito, y parecía que le habían torturado con algún propósito. Se le notaba agotado y débil, y eso se podía reflejar en su mirada libre de gafas.
Al llegar a él, lo primero que hice fue quitarle la mordaza de la boca y acariciarle las manos en señal de apoyo.
- E-eren, vete de aquí… huye… -dijo con esfuerzo cuando le liberé.
La ligadura que aprisionaba a mi padre era de paja, un material difícil de cortar si se trababa de una cuerda de gran volumen como esta. Empuñé el trozo de cerámica por la parte afilada y empecé a serrar con fuerza.
- No te voy a dejar aquí. –mascullé mientras forzaba al objeto para cortar más rápido.– No me iré sin ninguno de vosotros.
- Márchate, Eren… –Volvió a repetir- Antes de que él vuelva.
Pero su advertencia llegó tarde.
Aunque no lo había escuchado llegar, notaba su presencia a mi espalda. Detuve todos mis movimientos de golpe mientras me giraba a verle. Y ahí estaba él, en la misma posición cuando abrimos la puerta en casa de Marco, con la misma actitud intimidante y mirándome fijamente al rostro, aunque eso último sólo era una sensación ya que llevaba esa máscara y no podía asegurarlo. Pero en esta ocasión había algo diferente en él. La manera en que apretaba sus puños, el ritmo de su respiración. Todo indicaba lo furioso y tenso que estaba.
Eso solo podía significar una cosa. Peligro.
Viernes 31 de Octubre, 23:55 de la noche, 5 minutos para Halloween
En tres rápidos pasos ya lo tenía sobre mí. Sin darme ninguna ocasión para reaccionar, me inmovilizó con su cuerpo contra el suelo. Un gran gemido de dolor salió entre mis labios sin que lo pudiese reprimir al sentir mis músculos ser aplastados con tanta fuerza. Intenté liberarme de su agarre, pero me fue inútil, sin contar que él ya de por sí era lo suficientemente diestro como para retenerme con facilidad, mi cuerpo se encontraba cansado y adolorido por los golpes que había recibido durante nuestro anterior encuentro.
- ¡Eren! –gritó con angustia mi padre.
Sentí cómo llevaba mis manos hacia atrás y cómo ataba mis muñecas tras mi espalda con algo áspero y desagradable al tacto, seguramente la misma cuerda de paja que había utilizado para atar a mi padre. El sujeto aproximó una de las pocas sillas que se había salvado de ser destruida, la colocó enfrente de mi padre y me obligó a sentarme en ella. Con lo que sobraba de la cuerda de mis muñecas, me ató contra el respaldo del asiento.
- Ahí quieto, mocoso. –me susurró al oído, haciendo que me estremeciera.
No usó su típico tono ronco al decirlo, haciendo que su voz natural me resultara muy familiar.
- ¡Malnacido! Libera a mi hijo. No le metas en esto.
Mi padre empezó a gritarle toda clase de improperios e insultos al hombre de la máscara negra mientras intentaba, en vano, volver a liberarse, haciendo que las heridas de sus muñecas volviesen a sangrar.
- Papá… -estaba sorprendido. Nunca le había visto perder los nervios de esa manera.
- No estás en condiciones de pedir nada, Grisha. -le advirtió el sujeto al ver que el hombre, cansado y lleno de sudor, dejaba de forcejear.
- Siempre supe que había algo raro en ti, pero toda esta situación es demencial. Tienes metidos en una jaula a dos niños inocentes –dijo refiriéndose a Mikasa y Armin, quienes seguían inconscientes- y a mí y a mi hijo amordazados en sillas. ¿Para qué? ¿Qué es lo quieres de nosotros? –preguntó mi padre escupiendo las palabras.
- De ti, nada. –dijo paseándose lentamente alrededor de él.
Eso lo descolocó.
- ¿Entonces haces todo esto por alguna clase de fetiche retorcido? –preguntó con incredulidad.
- No, no. Esto me divierte tanto como a ti. Pero debía de hacerlo para obtener lo que más deseaba.
Se colocó detrás de mí y, para explicarle a mi padre lo que en verdad quería, apoyó sus manos cubiertas por guantes negros en mis brazos. Comenzó a ascender lentamente por ellos, pasando por mis hombros, cuello, hasta llegar a mi rostro, en dónde se detuvo para acariciarlo de manera dulce. Me puse a hiperventilar al comprender lo que quería decir. Aunque ya lo había pensado anteriormente, el que lo confirmase era peor. Él me quería a mí.
- ¡NI SE TE OCURRA PONERLE UN DEDO ENCIMA! ¡LEVI! –gritó mi progenitor con odio.
El sujeto se tensó, dejando de tocarme de inmediato. Se veía que no le hacía mucha gracia que le levantasen la voz. Dio unos pasos fuertes y rápidos hacia el hombre que le había gritado, golpeándole en el rostro un par de veces con brutalidad, aunque no tanta para perder la consciencia, sólo para partirle tanto la nariz como ambos labios. Yo solamente pude permanecer ahí sentado, mirando cómo le hacían daño a uno de mis seres más preciados. Pronuncié con amargura el nombre de mi padre mientras le gritaba al hombre que le soltase entre insultos. Me moví intentando soltarme de alguna manera, pero las cuerdas estaban tan bien atadas que lo único que conseguí fue dañarme a mí mismo.
- Ya te he dicho antes que no estás en condiciones de pedirme nada. Y ya estoy harto de tanta mierda que dices.
Con cizaña, volvió a colocarle la mordaza en la boca que antes le había quitado yo.
- ¿L-levi? –susurré.
No, no podía ser posible. ¿Verdad?
- ¡Tch! –chasqueó la lengua al verse descubierto. Lentamente se bajó la capucha que hasta ahora había tenido puesta y se quitó la máscara, revelando por primera vez su rostro. - ¿Qué? ¿Sorprendido?
Mencionó al ver en mí una mueca de sorpresa y espanto.
Durante estos días no había sospechado que él pudiese estar detrás de esto, porque simplemente no tenía sentido que fuese él. Pero ahí estaba, enfrente de mí, parado a la espera de que hablase, con su típico rostro inexpresivo. Incluso diría que estaba aburrido. Su pose revelaba despreocupación, como si lo que estaba haciendo fuese normal para él.
- Eres el profesor Levi… -murmuré sorprendido- ¿Por qué…?
- ¿Por qué qué? ¿Que por qué hago esto? ¿Acaso no te he hecho llegar mi mensaje durante toda esta semana, mocoso? –dijo con un tono más suave mientras que al mismo tiempo se agachaba para acariciarme la mejilla.
- No, no, ¡no! ¡NO TE SALDRÁS CON LA TUYA! La policía sabrá que eres tú y te detendrá. –Se apartó de mí dándome una mirada oscura que me hizo temblar.
- En eso te equivocas, niñato. ¿Te crees que no he pensado en todo eso? –lo miré extrañado- Nunca sospecharán de mí porque yo no existo –hizo unas comillas con los dedos- Digamos que ayer hubo un accidente en una carretera cerca de aquí, un coche cayó por un precipicio y terminó estallando contra las rocas de abajo. Estoy seguro de que los forenses determinarán que el cuerpo calcinado es de Levi Ackerman.
- ¿Hasta dónde podía llegar ese hombre para conseguir lo que quería? –me pregunté con miedo-, Había matado a una persona inocente para hacerse conmigo.
- ¡E-eso no importa! –reuní toda mi valentía para poder seguir haciéndole frente- La policía está a punto de llegar, y no podrás escapar de aquí.
- Entonces tenemos que darnos prisa –mencionó más bien para sí mismo- ¿Sabes qué, mocoso? Hoy me has cabreado de verdad con toda la mierda que has causado con tus estúpidos amigos –se apartó de mí y se posicionó detrás de mi progenitor- y vas a recibir un castigo.
- ¿Qué…? –Se sacó del bolsillo del pantalón una cuchilla, y entonces lo comprendí- ¡No! No, no, por favor –le pedí asustado.
- Esto iba a ocurrir quisieses o no. Él sabe demasiado –Tiró de los cabellos de mi padre hacia atrás, quien profirió un amortiguado grito de dolor por la venda, y le colocó el arma en el cuello- Aunque hubiera preferido que no lo vieras. Bueno, señor Jeager, despídase de su hijo.
Era una manera cruel de decirlo, ya que mi padre aún mantenía la tela sobre su boca, haciéndole imposible el poder hablar. Aún así, con su mirada me envió todos los mensajes que le eran imposibles expresar. Su desesperación por su situación y por la mía, su miedo al dejarme con ese pirado, su frustración al no poder hacer nada para salvarnos y, sobretodo, pude ver todo el amor que me tenía y su tristeza al saber que me dejaría solo en el mundo.
- ¡No lo hagas, por favor! Te daré lo que sea, lo juro. Ni siquiera pondré resistencia en lo que me hagas. Pero no le hagas daño, te lo ruego -le supliqué desesperado.
- Demasiado tarde, Eren. Éste es tu castigo.
- ¡NOOOO! ¡PAPÁAAA! –grité aterrado.
Entonces, el profesor Ackerman me mostró una sonrisa que nunca había visto antes en nadie. Era una mezcla entre crueldad, diversión y demencia, y toda esa locura también se veía reflejada en sus dos ojos, que miraban todo con indiferencia.
Fue rápido. Un movimiento y todo se volvió un caos. Le cercenó la garganta de lado a lado, haciendo que la sangre saliese disparada en todas direcciones.
¿Habéis visto alguna vez una película gore, donde con un pequeño corte le sale un litro de sangre del cuerpo al personaje? Pues esto era parecido. No sabía que las personas pudiesen sangrar tanto y por tanto tiempo. Al estar sentado enfrente de él, ese líquido carmesí cayó en mí por completo, manchando desde mi cabello hasta la ropa. Podía sentir cómo las gotas se deslizaban aún calientes por mi piel, causándome unas ganas horribles de vomitar. Y aunque las lágrimas no paraban de salir, el llanto no se hizo presente en mí. Abría y cerraba la boca como un pez sin emitir un solo sonido. No podía dejar de observar la escena macabra que tenía ante mis ojos.
El ahora asesino, se acercó con tranquilidad hacia donde yo me encontraba, mirando toda la escena con una mueca de asco. Irónicamente iba con las manos en blanco, no se había manchado de sangre, al contrario que yo. Se agachó a la altura de mis ojos, tapando así el panorama que él había creado. Al ver que tenía mi vista puesta en él, aunque en realidad estaba mirando a un punto fijo con la mente ida, me comenzó a hablar con delicadeza.
- No llores, Eren. –Sacó un pañuelo blanco y me limpió con suavidad las lágrimas y la sangre del rostro, haciendo que éste se tiñese de rojo- Si lo dejaba vivir, él nunca dejaría de buscarte. Y yo te quiero solo para mí.
Tras acabar satisfecho al no ver ninguna mancha en mi rostro, guardó el pañuelo en uno de sus bolsillos y se levantó para ponerse a caminar por la sala, buscando algo.
Pero yo no prestaba atención a lo que hacía. Estaba en una especie de trance, sin dejar de repetirme a mí mismo que todo había sucedido por mi culpa mientras miraba a los ojos, ahora sin vida, de mi padre. Ese hombre se había llevado a la única familia que tenía, me había dejado huérfano, solo en el mundo.
Nunca más podría comer comida basura con mi padre cuando llegase tarde de trabajar, ni volvería sentarme a ver programas ñoños junto a él cuando no había nada interesante en la tele, ni ir a ver los partidos de fútbol del pueblo, pero sobretodo, nunca podría volver a verle sonreír cuando estaba orgulloso de mí, ni sentir sus abrazos y besos de cariño. Él me había arrebatado todo eso en un momento y no podría recuperarlo nunca. Por ello le odiaría por siempre. Jamás le perdonaría.
Volví en mí al escuchar un sonido acústico muy familiar. Las campanas de la iglesia se escuchaban por todo el pueblo. Habían estado ahí desde su fundación y nunca se habían cambiado. Al oírlas, siempre me había entrado una sensación de paz y tranquilidad por su tono suave, pero ahora su sonido parecía lúgubre, como si anunciasen mi final. Y en cierto sentido lo era. Él prometió llevarme lejos en la noche de Halloween y ésta nada más comenzaba.
Sábado 1 de Noviembre, 00:00 de la noche, noche de Halloween
Él alzó la cabeza hacia dónde provenía el sonido, mostrando una siniestra sonrisa, y se quedó en esa posición hasta que se terminaron las doce campanadas que anunciaban la media noche. Parecía que ya había encontrado lo que buscaba. Se encaminó hacia mí mientras me miraba fijamente a los ojos. Yo seguía atado en aquella silla maltrecha en la que me había atado desde el principio, empapado en la sangre de mi progenitor.
- Media noche. ¿Sabes lo que significa, Eren?
Se colocó detrás de mí y empezó a pasar su mano por mi cabeza, acariciándola con dulzura. Me tensé al sentirla creyendo que me haría daño, pero no fue así. Aproximó sus labios a mi oreja, la cual lamió con morbo, haciendo que me estremeciese por la sensación tan degradable que me invadió.
- Voy a ser tú depredador esta noche. Te voy a cazar y a comerte vivo. Justo como los animales.
Al terminar de susurrarme esa frase, noté cómo un objeto pequeño se adentraba a través de la piel de mi cuello con un pinchazo, inyectando un líquido dentro de mi sangre. Vi con sorpresa cómo apartaba una jeringuilla de mí. No me había dado cuenta hasta entonces de que la tenía y creo que eso ya no importaba, era demasiado tarde para hacer algo. Sentí cómo poco a poco mis músculos pesaban cada vez menos y mis pensamientos se tornaban borrosos, sumiéndome cada vez más en la inconsciencia.
Pero antes de sucumbir a ella, tenía que hacer una última cosa.
Giré la cabeza hasta que tuve delante, los cuerpos dormidos de Armin y Mikasa. Por un momento pensé que él también los había matado, pero me sentí aliviado cuando los vi respirar pausadamente. Quería que lo último que vieran mis ojos fuese la imagen de mis seres queridos, antes de que él me llevase al infierno que de seguro tenía preparado para mí. No quería voltear hacia al otro lado para ver a mi padre, quería recordarlo como era en vida, no como el ser sin alma que estaba situado enfrente mía.
Pero ni eso me quiso conceder. Antes de que pudiese observar con detalle los rostros de mis dos amigos para grabarlos por siempre en mi mente y que eso fuera un bálsamo de alivio en los momentos duros, él se interpuso delante de ellos con una mueca arrogante. Incluso eso iba a arrebatarme. No le bastaba con haber herido a mis amigos, también con haberme quitado a mi padre, quería verme destruido por completo y sin ninguna clase de esperanza.
Observé sus ojos grises con odio mientras me iba adormeciendo. Una última lágrima de dolor rodó por mi rostro hasta caer en el suelo.
- T-te o-odio… –susurré con mucho esfuerzo.
En mi rostro estaba reflejado mi sufrimiento, pero él se mostró impasible ante ello.
- Lo sé –dijo con indiferencia- Dulces sueños, Eren.
Pero antes de escuchar eso último, yo ya me había rendido al sueño de la droga, sumiéndome en un mundo de pesadillas y haciendo que la oscuridad reinase en todas ellas.
ooOOoo
En una antigua televisión se podía observar la imagen un poco borrosa de una presentadora de un informativo local, la cual mostraba en pantalla una serie de imágenes relacionadas con la noticia que estaba a punto de presentar.
- Y ahora continuamos con la noticia que ha estado en boca del país durante estos últimos días, el 'Caso Jeager'.
- La población sigue conmocionada con los sucesos que ocurrieron el pasado viernes en el pueblo de Shingashina. Ya van a hacer dos días desde el asesinato de Grisha Jeager y del secuestro de su hijo Eren. Y cada vez se tiene más información sobre el caso.
- El cuerpo sin vida del hombre fue hallado en el salón de su hogar junto a dos jóvenes amigos del joven desaparecido, Armin Arlet y Mikasa Akerman, que habían sido secuestrados el día anterior a los hechos. Por suerte, ambos se encuentran en buen estado aunque con leves magulladuras.
- Aunque no podemos decir lo mismo de otro adolescente, Marco Bolt, que fue atacado esa misma noche al intentar defender a la víctima de secuestro, Eren Jeager. El joven fue brutalmente agredido, siendo blanco de múltiples apuñalamientos en la parte derecha de su torso y en el rostro. Fue trasladado al hospital general de Sina para una intervención de emergencia por sus descomunales heridas. En estos momentos se encuentra estable dentro del estado grave, y aunque los médicos pronostican una recuperación favorable a largo plazo, dudan de que Marco Bolt vaya a despertar algún día del estado de coma en el que se encuentra por la gravedad de sus heridas.
- Según amigos del joven Jeager, éste había estado siendo acosado durante la última semana, pero no reportó nada a la policía hasta el día anterior a su secuestro por creer ser el blanco de una broma de Halloween.
- La policía, aunque fue alertada sobre el acosador por el mismo Eren Jeager, hizo oídos sordos ante la denuncia del adolescente. Este hecho está siendo investigado por la administración policial de Sina, que pondrá sanciones e incluso condenas carcelarias ante la negligencia de algunos funcionarios de policía por la mala ejecución del 'Caso Jeager'.
- Y es que la policía local únicamente intervino en los hechos cuando, al oír unos gritos de auxilio provenientes de la biblioteca, se encontró con un grupo de seis jóvenes heridos, algunos de forma grave. Estos adolescentes, pertenecientes al círculo de amigos de Eren Jeager, fueron los que les contaron a los agentes que hace apenas unos minutos habían sido atacados por un hombre desconocido y que, en esos momentos, su amigo Eren podría encontrarse en peligro en su propio hogar. Fue entonces cuando pusieron en marcha el dispositivo policial, pero ya era demasiado tarde. Cuando llegaron a la casa de los Jeager, tanto el joven como el secuestrador ya no estaban.
- Respecto al secuestro de Eren Jeager, se desconoce quién es el causante de dicha fechoría y aún la policía no tiene un sospechoso en claro. Se sigue buscando por el pueblo y el bosque alguna pista que pueda conducir hasta el culpable, aunque por ahora no tenemos constancia de la posible aparición de pruebas. Pero se tiene la esperanza de que el joven pueda seguir vivo, dado las molestias que se tomó su acosador al secuestrarle.
- El pequeño pueblo de Shingashina espera ansioso y preocupado el regreso del joven. Y nosotros rezaremos para que Eren Jeager vuelva a casa sano y salvo.
- En otras noticias…
El televisor fue apagado en ese momento, impidiendo escuchar lo que la presentadora diría a continuación, aunque poco les importaba ese asunto a los integrantes de la habitación.
El hombre de pelo moreno con corte militar acomodó en la mesilla de noche el mando y se dispuso a recoger los objetos desperdigados que había estado usando minutos atrás. Volteó para observar al protagonista de todos sus actos.
Sobre una cama de matrimonio se podía ver a un adolescente atado por las muñecas a unas cuerdas que conectaban al cabecero de la cama, dejándole tan sólo unos pocos metros de movilidad. Se encontraba completamente desnudo y con claros signos de haber sido abusado con crueldad, tanta que las marcas que había dejado en él por todo el cuerpo apenas le dejaban moverse. Su cuerpo sudado y cansado estaba dirigido hacia su captor, y en su esmeralda mirada no reflejaba miedo sino coraje y furia por la brutalidad a la que estaba siendo sometido.
- Pronto dejarán de buscarte.- mencionó el de ojos grises mientras le limpiaba el sudor del rostro con una toalla limpia al más joven.
Él respondió girando el rostro con desagrado, intentado que ese hombre no le tocara, pero fue en vano.
- Ellos no harían eso. La policía me encontrará y acabará contigo. –dijo con odio impregnado en su voz.
- Lo dudo. Para empezar no saben a quién buscar –habló a la vez que hacía descender la toalla por el pecho del joven, quién temblaba al sentir las caricias no gratas sobre él.- Y en el supuesto caso de que lo hagan, jamás lograrán encontrarnos.
Eren se quedó en silencio, analizando las palabras dichas por ese hombre y preguntándose si sería cierto lo que decía. Aún así, él no era de los que perdían la esperanza fácilmente y, si en algún casual dejaban de buscarlo, él se encargaría de escapar de aquel lunático.
Dejó al hombre que anteriormente había mirado con admiración limpiarle el sudor y otra clase de residuos del cuerpo. Cuando pasaba por algunas heridas o marcas que él mismo le había causado con ferocidad, como las de su cuello, pecho o muslos, éstas ardían tanto que no podía evitar que algunas lágrimas se le escapasen de los ojos. Pero se mordió los labios hasta hacerlos sangrar con tal de no permitirle escuchar ningún sonido de dolor o lamento a su captor.
Cuando el de ojos grises terminó de asear al joven, recogió todos los utensilios y se dispuso a salir del cuarto en silencio.
- Profesor Ackerman, Levi…
El mencionado se detuvo atento ante la mención de su nombre, aunque no se giró a verle.
- No puedes retenerme atado para siempre. –imploró con voz temblorosa como tantas veces-¿Cuándo dejarás que me vaya?
Él se volteó con una sonrisa en el rostro que hizo temblar a Eren de miedo al contemplarla.
- El día que me ames.- le contestó con simpleza.
- ¿E-estás demente? –le gritó asustado y furioso- Después de todo lo que has hecho, ¡NUNCA podría llegar a amarte!
Con la sonrisa aún en el rostro, Levi continuó dirigiéndose hacia la salida, no sin antes decirle unas últimas palabras:
- Entonces, NUNCA te irás.
Y salió de la habitación, dejando al integrante de ésta sumido en una total oscuridad. Al cerrar la puerta con llave, se pudo escuchar en la habitación un grito desgarrador. Un grito desesperado, de lamento, de pánico, de angustia. Un grito que pedía una ayuda que nunca iba a llegar.
Porque desde el primer momento en que habían cruzado las miradas, el pelinegro le había marcado como suyo en la mente, y desde entonces había estado siguiendo y vigilando cada movimiento realizado por el menor. Todo hubiera transcurrido de igual manera de no ser por la afectuosa atención del ojiverde a su amiga de cabello rubio, Annie, y eso no lo podía permitir.
Porque cada una de sus miradas, de sus sonrisas y sus sonrojos, de sus palabras de cariño, de sus abrazos o caricias, le pertenecían. Era una pena que el castaño hubiera gustado de una persona que no fuera él. Si no lo hubiese hecho, nadie habría salido herido.
Ahora el castaño tendría que permanecer en aquella habitación oscura para siempre porque, admitámoslo, Eren nunca le amaría y aunque así fuese, Levi nunca le dejaría marchar.
~Fin~
ooOOoo
Epílogo
Aún con el paso de los años, el pequeño pueblo de Shingashina nunca se pudo recuperar de lo ocurrido. La población, antes afable y simpática, se volvió huraña y desconfiada. Al no haber encontrado al culpable de los hechos, se creía que aún seguía rondando por el pueblo en busca de más víctimas. Sus populares fiestas fueron canceladas, en parte por los mismos pueblerinos que no querían exponer a sus hijos ante el peligro y también porque, tras el suceso, los extranjeros dejaron de visitar el pueblo por miedo. La economía descendió tanto que fueron muchos los que se mudaron, ocasionando que se volviese casi un pueblo fantasma. Ya no quedaba nada de esa alegría de antaño. Ahora la tristeza se reflejaba en los pocos habitantes que quedaban.
Muchas cosas cambiaron para los habitantes de esa pequeña región pero, con seguridad, los más afectados fueron los más allegados a las víctimas. Eren Jeager sería siempre un pensamiento presente en la mente de sus amigos.
El recuerdo de aquella fatídica noche, la rabia y la impotencia ante la muerte de uno de sus amigos y el no haber podido hacer nada por evitar el secuestro de otro, los perseguiría por siempre. Después de aquello, habían dedicado cada segundo de sus vidas a buscarle. Se habían unido a la policía para tener más recursos y conocimientos sobre secuestros como el de Eren pero, aún consiguiendo ser de los mejores investigadores en sus respectivos campos, no habían podido encontrarle.
Aunque una cosa sentían con seguridad. Y era que Eren no estaba muerto y que, estuviese donde estuviese, los estaba esperando. Por ello, hasta que Eren no estuviera junto a ellos, jamás dejarían de buscarle.
Lo que no sabían es que, por muchos años que pasasen, nunca lo encontrarían.
Mientras ellos le buscaban sin descanso, Eren, encerrado en esas cuatro paredes, ansiaba con recuperar su libertad.
Una que jamás iba a obtener.
¡Y he aquí el final! :D
¿Qué tal lo he hecho? Para ser la primera vez que acabo una historia, estoy bastante orgullosa ^3^ Más adelante pensaré la opción de escribir un epílogo contando cómo Levi se obsesionó de Eren pero por ahora lo voy a dejar como está.
Muchas gracias a Ainnita, mi preciosa Beta, quien me ha apoyado y ayudado mucho en la corrección de este fic. Te amo! 3
Si os dais cuenta, cuando Levi lleva la máscara puesta, la letra está en negrita y cuando se la quita vuelve a la normalidad. Quería darle con eso un efecto de misterio y miedo que no sé si lo he conseguido xD Espero no halla mucho lío con eso.
Lo lamento mucho por las personas que se esperaban lemon al final del fic pero la historia no lo requería (porque lo que quería lograr era suspense y algo de temor, el lemon se lo hubiese cargado), además no me gustaría escribir una violación -aunque en el fic se aluda que haya pasado- prefiero escribir un lemon con amor :3
Gracias por leer y seguir este fic ^^
¿Qué tal un sensual review? \(O3O)/
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..Ally..