Bueno, aquí mi último fanfic de la saga de las criadas. Notaréis un ligero añadido en el género ya que vamos a tratar con fantasmas. Espero que os guste y, como siempre, actualizo una vez a la semana.

PRÓLOGO

Buscaba trabajo. Había pasado los últimos tres años de su vida cuidando de su madre enferma. Ahora que por fin había terminado el sufrimiento de su madre, era hora de que ella continuara con su vida. Estaría feo no tomarse unas semanas e incluso unos meses de luto por la pérdida, pero ya no contaba con la pensión de su madre y se le acababa el dinero. Era hora de ponerse a buscar un trabajo para sobrevivir por sí misma, por su gato y por su madre, quien se lamentó hasta el último instante por no darle una vida mejor.

Sentaba en el salón, frente a la ventana, sobre la hamaca favorita de su difunta madre, leyó y releyó una y otra vez las ofertas de trabajo del periódico. Redondeó con un círculo aquellas a las que podía aspirar. Ella no tenía estudios. Nada más terminar la educación secundaria tuvo que dedicarse en cuerpo y alma a cuidar de su madre enferma. En esas circunstancias, no quedó tiempo o dinero para que ella continuara estudiando. No la culpaba, su madre la necesitaba, pero no le había dejado en herencia nada más que una casa que se caía a cachos. Podría afrontar las facturas de un mes más. Al siguiente, le cortarían la luz y el agua.

Tras hacer esas llamadas, se lamentó por haber malgastado el dinero en el teléfono. Llamó a dos bares en los que buscaban camarera, a una empresa de limpieza y a la casa de un matrimonio de mediana edad para cuidar de la abuela enferma. No consiguió ninguno de los puestos, ni una entrevista. En el centro de limpieza fue en el único lugar en el que le tomaron los datos aunque ella no esperaba una respuesta. Por el tono de su voz al escuchar cuál era su edad, no debían considerar que una mujer de veinticuatro años pudiera limpiar en condiciones. Si ellos supieran…

Se volvió al escuchar el cascabel del collar de su gato y lo contempló con tristeza. Dentro de poco, no tendría ni para dar de comer al gato. Desilusionada, lo agarró y lo levantó para acunarlo entre sus brazos. Justo en ese instante, una brisa de aire entró por la ventana y agitó sus cabellos. Soltó al gato y se volvió para cerrar la ventana. Una hoja de papel se coló por la ventana dentro del salón ante su mirada atónita.

― ¿Qué será eso, Buyo?

Como si todavía esperase que el gato le fuera a contestar. Pensarían que estaba loca si la vieran hablar al gato. ¿Y a quién más tenía para conversar? Se acuclilló y cogió la hoja. La desplegó mientras se erguía y vio que había algo escrito.

Se busca chica joven y responsable dispuesta a mudarse a la mansión Taisho en el estado de Wisconsin. Se ofrece trabajo de sirvienta con posibilidad de ascender a ama de llaves por jubilación de la actual. Se ofrece un buen salario, techo y comida. No son necesarias referencias, ni experiencia, solo ganas de trabajar.

Interesadas llamar al número en el reverso.

Esa oferta de trabajo parecía caída del cielo. ¿Sería el destino? Volvió a sentarse en hamaca, estudiando la oferta, cuando sonó el teléfono. Se levantó sobresaltada al escucharlo. Hacía mucho tiempo que nadie la llamaba. Corrió hacia él y se lo llevó al oído.

― Kagome Higurashi, dígame.

― Señorita Higurashi, la llamamos de la agencia de limpieza. Usted acaba de llamar, ¿no es así? ― afirmó ― Nos ha llegado una oferta de trabajo de la Mansión Taisho que podría encajar con su perfil.

¿Casualidad? Ella no lo creía. Todo aquello era demasiado para ser una simple casualidad. ¿Cómo iba a entrar ese papel por la ventana de su pequeña y recóndita casa y a los dos minutos llamarle para ofrecerle el mismo empleo?

― Aunque me veo en el deber de avisarle de una cosa… ― hizo una pausa ― Mire, todas las otras candidatas desde hace más de un año han rechazado al puesto.

― ¿Por qué? ― parecía una gran oferta.

― ¿No lee la prensa? La mujer del señor Taisho desapareció hace cinco años en extrañas circunstancias y se la ha dado por muerta aunque no se ha hallado el cuerpo. Hay quien sospecha que el señor Taisho la asesinó.

― ¿Me está hablando en serio? ― tragó hondo.

― Desgraciadamente, sí. Además, desde la muerte de la señora Taisho, han sucedido cosas extrañas alrededor de la casa. Todas las que se han atrevido a ir, han vuelto histéricas, gritando que las perseguían fantasmas. Dicen que es una casa encantada.

Eso la animó a rechazar definitivamente la oferta de trabajo. Necesitaba un trabajo, pero no pondría precio a su vida y a su cordura. Suspiró al colgar el teléfono con una negativa y contempló una última vez la hoja que había entrado por la ventana. Tal vez, se había equivocado y no se tratara del destino.

Dejó caer la hoja en la papelera y fue a la cocina a prepararse algo para comer. Ya casi no le quedaba comida y le daba miedo sacar más dinero del banco para la compra. Dentro de nada, estaría en números rojos. Intentó comer poco para ahorrar y le quitó la tapa a un yogur antes de volver al salón para continuar revisando el periódico que le había robado a los vecinos. Sin embargo, se detuvo a mitad de camino y se quedó mirando fijamente el escritorio de su difunto padre sin poder creer lo que estaba viendo.

La hoja que acababa de tirar a la papelera estaba sobre el escritorio. Su primer instinto fue gritar. Luego, pensó que tal vez el viento hubiera… ¿Qué viento? Había cerrado la ventana, no había viento. Miró a su gato, el cual estaba lamiéndose una pata.

― Buyo, ¿no habrás sido tú?

¡Claro! Seguro que el gato cogió de la papelera específicamente ese papel, lo desdobló, se subió al escritorio y lo colocó perfectamente bien para que ella pudiera verlo. ¡Muy inteligente Kagome! ― se dijo a sí misma con sarcasmo.

Volvió a tirar la hoja enfadada con ella y consigo misma, y se sentó en su hamaca con el periódico abierto para continuar buscando. Redondeó otro par de ofertas en las que pedían cierta formación. Tendría que mentir para conseguir un trabajo decente. ¿Qué era lo peor que podían hacer? ¿Meterla en la cárcel? Así, al menos, tendría techo y comida. Si sus padres pudieran verla en ese momento, se avergonzarían de ella. Sin pasado, presente, ni futuro. Era un fracaso.

Agarró el teléfono para realizar las llamadas. Mientras estaba marcando el número, sintió una corriente de aire frío y alzó la vista para contemplar la ventana todavía cerrada. Aún con la sospecha, se volvió hacia el escritorio y la papelera. Todo estaba normal. Se volvió de nuevo hacia su periódico para continuar marcando y gritó. La hoja con la oferta de trabajo estaba otra vez frente a ella, tapando los anuncios del periódico.

― ¿Qué demonios…?

No quería llamar a ese maldito número, no quería ir a una casa encantada, y no quería acabar como la difunta señora Taisho. Aunque, fuera como fuese, sentía que esa maldita hoja la acosaría hasta hacer la llamada por lo menos. Así pues, marcó el número y esperó. Le contestó una señora mayor que le hizo varias preguntas que le resultaron un tanto extrañas, y, cuando colgó el teléfono, su único pensamiento fue que acababa de conseguir trabajo.

Se levantó de la hamaca, y dejó caer al suelo el papel que en esa ocasión no la siguió. Contempló su casa, la cual tendría que vender porque no podía pagar las deudas de otra forma y porque no volvería a vivir en ella. Tenía el dinero justo para irse a Wisconsin y no volver. ¿Sería cosa del destino?


2 de marzo del año 2000

Necesitamos dinero. Mis padres han muerto y su herencia no es suficiente para poder mantenernos a los dos. Mi amado no encuentra trabajo, está desesperado. ¿Por qué nadie nos da una oportunidad? Ni siquiera podemos vernos en público sin ser juzgados. No lo entiendo, él es bueno. Mis padres no nos entendieron y sé que en el pueblo tampoco nos entenderán. Necesitamos dinero o nos moriremos de hambre.

La mansión Taisho podría ser la respuesta. He visto a Inuyasha Taisho pasear con sus trajes de sastre y sus relojes de oro por el pueblo. Dicen que tiene más dinero del que puede gastar en cien vidas. ¿Me ayudaría? No, no lo haría. Aunque, tal vez, haya una forma de conseguir su dinero y poder asegurar nuestro futuro de por vida.