Hola! Ya extrañaba publicar algo.

Bueno, terminé la Sangre del Olimpo y a pesar de que siento que se quedaron muchas cosas inconclusas eso es mejor para los fans porque hay mucho material de donde hacer fanfictions.

Espero les agrade esta pequeña historia Solangelo, espero hacer más que este capítulo, pero por sí las dudas, lo dejare como One-Shot, aún me faltan los otros cuatro sentidos. El titulo significa "Adormeciendo los sentidos" sólo que está escrito en latín.

La historia va para mi prima (que no es mi prima pero sí mi amiga y nos decimos primas porque somos semidiosas) Erika Castellanos.

Pueden demostrar si les gustó o no si me dejan un lindo review. Los contesto todos.

Un abrazote.

Yatziri.


Sensus Assoupire

NICO

Era un cálido día de agosto, las actividades del campamento habían sido suspendidas lo suficiente para que los campistas fueran a comer y él estaba tan cansado que ni siquiera había pensado en ingerir algo.

La lucha con espadas había sido entretenida y hasta cierto punto, cansada; el sol había estado brillando con mucha fuerza todo el día, en realidad, estaba por todos lados: bañando de luz natural cada detalle de los árboles, espadas, personas y cada cosa alrededor, haciendo que los objetos brillaran de maneras descomunales en un precioso color naranja.

A pesar de que todo fuera tan bello a la vista aún le era difícil acoplarse a tanto color, estar en el campamento y convivir con todas las personas era extremadamente complicado, mucho más de lo que pensó que sería, afortunadamente tenía amigos que le ayudaban con ese proceso.

Jason era uno de ellos, el principal. En su figura había reconocido lo que un amigo debería de ser y lo que un hermano estaría dispuesto a hacer, casi le hace golpearlo aquel día en que se puso a sí mismo enfrente del equipo enemigo para que no le hirieran en batalla. No es como si lo necesitara, pero la acción había salido tan espontanea y de manera natural que Nico se dio cuenta de manera inmediata que eso lo hubiera hecho él por sus hermanas y que ahora, él estaría dispuesto a hacerlo por Reyna y Jason, sus hermanos postizos.

Nico se acercó al árbol más frondoso del bosque, aquél que tapaba gran parte de la cosecha de fresas y se recostó sobre el césped. La sombra le daba un cobijo refrescante y consolador, era su lugar seguro después de tanto brillo. El aroma de fresas era intenso, estaban en plena temporada y no había día en el que las camionetas no fueran a la ciudad a dejar el fruto, aún recordaba los días cuando no tenía a donde ir y le reconfortaba ver las fresas en los puestos frutales.

Nico cerró los ojos, y dejó que la fresca brisa recorriera sus brazos, su cabello y su cuello, permitió que el escalofrío placentero de su cuerpo siendo calentado por el sol le invadiera plenamente, tanto como las mariposas esqueléticas sobre su estomago cuando Will se acercaba a él.

Se sintió sonrojar y frunció el ceño aún con los ojos cerrados, siempre era más sencillo regañarse mentalmente y sin ninguna imagen en sus ojos que cuando veía una, y es que cada vez que pensaba en Will se aparecería frente a él como si le hubiera llamado a gritos. Estaba empezando a pensar mucho en ese chico, en ese hijo de Apolo.

Algo encima de él produjo un ruido leve, Nico blandió la espada lo más rápido de lo que fue capaz y se mantuvo en guardia, esperando.

-Tranquilo –escucho que le decía una voz sobre su cabeza, la voz de Will. Cuando miró hacia arriba distinguió su cabello rubio y los esqueletos alados le causaron cosquillas, ojala pudiera mandarlos al inframundo, si no le gustara tanto la sensación seguramente haría un esfuerzo por sacarlos, seguro.

- ¿Qué haces ahí arriba? –pregunté de manera ruda y seca. Él me sonrío, como siempre.

-Miraba el paisaje, el sol está dando una sensación vigorizante. Me suena a que es un buen augurio.

Nico puso los ojos en blanco.

-¿Cómo podrías saber que es un buen augurio? –en realidad, sabía que él era el indicado para hablar sobre augurios, pero si podía hacer que él le dirigiera algunas palabras más se sentía afortunado.

-Soy hijo de Apolo. –respondió, con una sonrisa. Will siempre sonreía, el chico se sentó a un lado de él y cruzo los brazos en su pecho. -¿Por qué no fuiste a comer? Tienes que comer, Di Angelo.

-Estoy cansado, Solace –dijo él, no era una mentira pero tampoco era una verdad. No quería verlo a él, el sol ya era suficiente para evocar su recuerdo. Tenía que reprimir esos sentimientos e instintos que le generaba o de alguna manera lago saldría mal. Nico nunca había tenido que lidiar con sentimientos como aquellos, podría cometer cualquier error en cuestión de segundos y de una cosa estaba muy seguro, no deseaba arruinar las cosas con Will.

Quería que él lo aceptara antes de que Nico hiciera algo.

-Esa no es excusa, nada puede asegurarme que en estos meses no has hecho viajes sombra. Sabes que quedaste muy débil, no deberías de saltarte ninguna comida. –Nico se sentó y recostó su espalda sobre el árbol, estaban a una distancia considerable y aún así, cercana.

-En realidad estoy bien, Will –le dijo, mientras extendía los brazos y se levantaba la camiseta para que su estomago asomara, era más voluptuoso que antes, eso seguro. -¿Lo ves?

Por desgracia (o tal vez no) Will se quedó mirando su abdomen aún después de haber bajado la camiseta, Nico estuvo a punto de sonrojarse y reír. Pero Will desvió la mirada.

-Eso no me confirma nada, lo sabes.

Entonces Nico decidió arriesgarse un poco.

-¿Confías en mí? – le preguntó. No pudo ocultar en su voz el tono de esperanza. Will lo miró fijamente, a los ojos y le rozó la mano, sólo un roce, muy efímero y ligero como para contar como toque.

-Claro, yo confío en ti. –musito.

Nico empezó a sentir un cosquilleo inevitable en las yemas de los dedos, tenía que tocar a Will, tenía que sentirlo bajo sus manos.

-Cierra los ojos, Solace –le pidió, con voz queda y casi asfixiada. Will obedeció de inmediato, como si se rindiera a lo que él quisiera hacerle, esa sola idea le encendió las mejillas.

Nico se acerco a él y lo observó con atención. El sol que se ocultaba le daba un aspecto brillante, su piel lucía como si fuera una estatua de bronce o una manzana caramelizada, el cabello simulaba ser una llamarada incandescente.

-En verdad confío en ti, Nico. Tienes que creerme.- susurró el rubio y entonces tomó la mano de él, sin ningún aviso y tan deprisa que le recordó a esa vez durante la guerra en que le dijo que sus manos temblaban. Entonces esa mano de bronce llevó su palma al pecho de Will, donde sintió de inmediato los latidos rápidos y fuertes del chico.

La mano de Will cayó al césped, pero no la de él. Su mano se quedo inmóvil y congelada sobre su pecho, sobre el corazón palpitante.

Entonces empezó el recorrido, uno jamás pensaría que el bronce tiene textura o tacto cálido, pero así se sentía la piel de Will, muy cálida. Muy suave y almidonada.

Su mano recorrió la curvatura de su cuello, y sus dedos delinearon las venas y trazos que formaban aquella hermosa estructura que soportaba su cabeza. Por todo el Hades, Will parecía una estatua griega, era dolorosamente bello con aquella luz sobre él.

Entonces delineo la quijada, que era fuerte y poseía un carácter oculto, colocó toda la palma sobre su mejilla y puedo jurar que podía ahuecar la figura de su rostro y deformarla hasta que parecía una extensión más de mis dedos, su rostro se recargo contra ella y entonces sentí algo en mi estomago, algo más fuerte que solo los esqueletos revoloteando, algo que hizo que tomara conciencia de todo, que mis sentidos se agudizaran mucho y sobre todo, el tacto me hacia delirar. ¿Cómo es que la piel tenía tantas células receptoras?

Pero la mano, los dedos no se quedaban quietos. Dibujé cada una de las curvaturas de la oreja y sonreí cuando él rió porque le daba cosquillas, que bueno que no abrió los ojos en aquel momento. Me hubiera apartado.

Después subí hacia la sien y la acaricie tanto como podía permitirme, la frente sufrió el mismo efecto y mi índice bajo por la nariz recta y abultada al final, bajo los ojos, por las mejillas rosas y sobre el parpado que temblaba, como si se esforzara por seguir abajo y no hacer caso del impulso de abrirlo.

Ambos sabíamos donde acabaría mi exploración y que debía de hacerlo pronto. Antes de que todos acabaran de comer, antes de que la realidad nos golpeara a los dos.

-No pares –susurró él. Lo cual hizo que mis ojos se enfocaran al lugar no explorado, al lugar de donde salieron las palabras: los labios.

Will tenía un labio superior delgado y un inferior ligeramente más carnoso que su opuesto. Eran suaves, e indudablemente tenían una sensación diferente. En mis dedos aquel cosquilleo que me había acompañando durante ese recorrido facial ahora era más parecido al fuego, tocarlo me quemaba pero era una sensación fatalmente atrayente.

Y entonces Will besó mis dedos, los que estaban posados en sus labios y abrió los ojos. Nunca me sentí tan cerca de una persona como entonces.

Estábamos a una distancia considerable, era permitida por cualquiera y quien nos viera de lejos podría afirmar que estábamos charlando.

Will toco mi pecho, a la altura del corazón y esté había empezado a saltar.

Entonces caí en cuenta. No podía hacer esto. No ahora.

Me levante de un salto y le dedique una mirada y él me sonrío, siempre me sonreía.

-Eres mono cuando estas sonrojado –me dijo. –Eres mono cuando me tocas –remató. Y puedo jurar que él se había quedado con mi sentido del tacto.

Con los brazos cruzados sobre el pecho, mirándolo por encima (ya que él no se había levantado y al parecer no pensaba hacerlo) le observe directo a los ojos.

-Para mí eres un maldito semidiós que no puede dejar de aparecer en mi mente siendo mono en todos los aspectos- y dicho eso último me fui de ahí.