Este fic participa en el minireto de diciembre para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Los personajes pertenecen a J. K. Rowling.
La historia que vais a leer debéis agradecerla en gran medida a Miss Lefroy y su gran trabajo dándome con una vara de bambú para que quedase bien.
El pasillo, tenuemente iluminado por antorchas mortecinas, se alargaba infinitamente por el contorno del castillo. Parecía carecer de fin, y Cho Chang no tardó en sentir la congoja de estar aislada en aquel infernal pasillo cubierto de sombras que bailaban al son de las llamas menguantes.
Desde lo que había pasado con Marietta y la Orden, se encontraba con miradas furibundas de intenso odio hacia ella y su amiga. No parecían entender que Marietta no había tenido elección. Se sentía frustrada de que nadie tuviera la capacidad de comprender algo tan simple.
—¿No es muy tarde para pulular sola por los pasillos, Chang? —murmuró una voz a sus espaldas. Padma Patil la miró con indiferencia; la chapa de prefecta brillaba en la solapa de su túnica.
—He olvidado una cosa en la biblioteca, Patil —respondió secamente antes de seguir con su camino.
—Ten cuidado, Chang. Los monstruos no siempre se ocultan en bosques y pantanos —murmuró Patil antes de darse la vuelta y seguir con su ronda —. A veces se esconden en los rincones silentes, entre libros antiguos.
Padma se alejó por el pasillo, sin dar tiempo a Cho Chang a reaccionar ante esa advertencia enigmática. Un escalofrío recorrió su espalda y tuvo la repentina necesidad de volver a su dormitorio y esperar al día siguiente para buscar su libro de pociones. Negó con la cabeza y siguió hacia la biblioteca, no permitiéndose que alguien como Patil la asustase.
Fue un error. Bien lo supo cuando cruzó el umbral de la puerta y ésta se cerró con un sonoro portazo. Una corriente de aire helado recorrió con furia la estancia, apagando una a una todas las velas. La última titubeó antes de que una forma extraña se enroscase a su alrededor para apagarla.
Cho retrocedió de espaldas a la puerta. La tanteó sin resultado cuando algo inmenso y grotesco se disolvió entre las sombras, aproximándose, cambiante y aberrante. Tentáculos, ventosas y ruido de gorgoteo y chapoteo. Un gañido grave y ronco.
Cho se derrumbó de puro terror. Suplicando, a escasos centímetros de su rostro, la criatura se detuvo.
—No vuelvas a traicionarnos. O lo lamentarás —pronunció una voz divertida. Cho la reconoció: era Padma Patil.