Uno.
Sabía que era peligroso. Había recibido una y mil veces la misma advertencia: "Eren, sentarse en la barandilla del puente no es seguro." No me importa. Era tranquilizante quedarme sobre el duro concreto, con los pies colgando, el agua corriendo como una prisionera por el dibujado camino entre tierra y piedras. Afirmado a la seguridad solo por voluntad, si yo quería podía dejar de dar la orden de permanecer sentado y saltar. Saltar al agua. La profundidad no era la suficiente como para no volver y ahogarme, pero sí me dejaría un buen daño en la cabeza, haciendo que, quizás, no fuera capaz de salir y fuera arrastrado por la corriente. Si lo anterior no ocurría, muy bien podía dejarme arrastrar a voluntad.
La noche estaba iluminada por estrellas, la luna brillaba más radiante que nunca. Era un hermoso espectáculo el reflejo de las luces en el agua. Estaba ahí, sentado, cerca de las diez de la noche, para contemplar aquel espectáculo. No me malinterpretes, no estaba ahí porque quería suicidarme, por muy tentadora que pareciera la oportunidad, no lo haría, incluso en estos momentos. Mis padres se han separado hace casi nueve meses, mi madre ya está con otra persona y no la culpo, puede rehacer su vida, pero me gustaría alguien más conveniente para ella. Él no me gusta. La relación entre nosotros no es buena por mucho que mi madre quiera hacer que nos reunamos.
Hoy salí enojado de casa a causa de él. Discutimos, ninguno iba a ceder y, antes de pudiera pasar a mayores, salí. No había mejor destino para relajarme que mi lugar favorito.
Más de tres personas han saltado desde aquí. Me siento especial por ser quien recuerde sus actos, para no dejarlos en el olvido como otra persona más que perdió su guerra. Encuentro que este es un buen lugar para morir, pero no quiero morir aquí. Realmente prefiero un lugar donde nadie pueda decir que he muerto.
Una vez más, no soy suicida, no estoy mal: sólo analizo lo que nadie quiere pensar. ¿Qué tiene de malo pensar en cómo será mi fin? Si me han dado la oportunidad de crear mi vida, ¿por qué no puedo planear como será mi fin?
Eché mi cabeza hacia atrás para mirar el cielo sobre mí. Sí, sé que el cielo está sobre mí, pero hablo del cielo exacto sobre mí. El vértigo aparece y siento algo en mi estómago, sigo mirando hacia arriba, esperando que el temor pase hasta que puedo disfrutar de la sensación de estar en el aire. Una vez que mis ojos dicen a mi cerebro que estoy en lugar firme, estoy bien.
Muy poca gente atraviesa el puente a estas horas, casi nadie lo acepta porque es antiguo y ellos prefieren uno que no está muy lejos, el cual tiene un bonito diseño junto a un juego de luces. Estoy sorprendido cuando miro sobre mi hombro y encuentro a otra persona. Esa persona está en el lado contrario, apoyado en la baranda, mostrando su espalda y ocultando su rosto de mí. No puedo decir hace cuánto llegó, porque no lo sentí llegar.
Alguien más quiere a este puente. El pensamiento se sentía bien, porque no soy el único que encuentra algo en este lugar. Volví a mirar sobre mi hombro para asegurarme de que sigue ahí.
Por lo que veo puedo decir que no sé si es mayor o menor que yo, por su estatura puedo decir que es menor, pero por la contextura de su cuerpo llego a un punto medio, donde no puedo definir si es mayor o menor. No sé qué concluir de él. Es hombre, eso es seguro.
Dudé en hablar porque no quiero interrumpir algún pensamiento o momento. Vuelvo a mi propio mundo, pensando en cómo moriré.
—¿Tienes hora?
La pregunta me encuentra desprevenido así que le pedí que repita su pregunta, a pesar de que la he oído en la primera ocasión quiero asegurarme de que he oído bien.
—¿Sabes qué hora es?
—No, lo siento.
No traigo nada que pueda decir la hora, ni reloj ni teléfono móvil. No soy un adolescente muy tecnológico, a decir verdad. Prefiero el aire libre y mirar el avance tecnológico desde lejos. Entonces recuerdo que eran cerca de las diez, tampoco puedo decir la hora exacta pero por la cantidad de luces prendidas en el edificio que veo a lo lejos, deben ser cerca de las diez y veinte. Allí trabajan hasta las onces, la gente del tercer piso se empieza a retirar cerca de las diez y veinte, así que asumo que debo estar cerca.
—Creo que deben ser cerca de las diez y veinte.
La respuesta se demoró en llegar.
—¿Cómo lo sabes?
—Desde mi perspectiva, si miro hacia la izquierda, a lo lejos hay un edificio de siete pisos. Son oficinas, lo sé porque he pasado por ahí. Llevo tiempo viniendo aquí así que he aprendido los horarios. La gente del tercer piso suele retirarse a la hora que dije.
No me respondió hasta que el semáforo ha cambiado su color dos veces y, para entonces, creo que no responderá porque no hay nada más que hablar.
—Llevo tiempo viniendo aquí.
La revelación hace que vuelva a mirar sobre mi hombro. Nunca lo había visto antes a pesar de que llevo bastante tiempo quedándome aquí. No intento poner en dudas sus palabras, hay horarios diferentes y lugares a los cuales no doy la suficiente atención, así que muy bien él podría haber estado más de una ocasión aquí mientras yo no estaba, o estar junto a mí sin que lo note.
—Es primera vez que te veo —admito—. ¿Te gusta estar aquí?
La idea de iniciar una conversación en este lugar me atrae, así puedo agregar otro acontecimiento a mis recuerdos junto al puente y río.
—Si te refieres al lugar en general, no. Me gusta mirar el reflejo en el agua, sólo eso.
—A mi igual. La luz que se proyecta en la luna demora un segundo con unos cuantos decimales en llegar a la Tierra. Es como si miraras al pasado por un segundo. Me parece interesante, ¿a ti?
—No lo había visto de esa forma. Supongo que ahora se hace interesante.
Su voz no deja leer sus emociones, pero sé que no estoy siendo aburrido. Mientras él siguiera respondiendo, yo seguiría hablando. Aun así no quiero ser el único que hable, quiero que él diga más que respuestas sobre lo que digo.
—¿Qué haces aquí? Si es que no te importa decir.
Es difícil mantener una conversación con la gente. Nunca sé sobre qué hablar, mis gustos pueden ser diferentes a él, quizá no le importa cuánto tarda la luz en llegar, a lo mejor sólo está interesado en la hora porque tienes planes.
—Veo el reflejo. No tengo mayor motivo, es sólo lo que he dicho. ¿Y tú?
—Me gusta estar aquí. Si tengo tiempo, vengo.
Intenté una vez ver su rostro, pero él seguía de espaldas. Sentía que hablaba con un desconocido. Él es un desconocido, no sé nada de él, ni su nombre ni edad, o qué hace con su vida. Usualmente vez el rostro de la otra persona, hasta cuando es una persona en línea la conoces por fotos y, si no hay fotos, sabes cómo es. Con esta nueva persona no tengo nada. Sé cómo suena su voz, pero las voces se olvidan rápido. A lo mejor mañana ni recuerde su voz, aunque podría recordar su rostro.
—Lo sabía. Te he visto antes.
—¿En serio?
No me parecía justo. Él sabía cómo era yo, y yo no sabía cómo era él. Veo mucha gente a diario, no puedo recordar un montón de rostros que con el tiempo se van deformando.
—Apuesto que aun así no tienes ni la menor idea de cómo soy.
Ahora me parecía un reto. La verdad es que sólo quería estar a la par con él, hacer que la información fuera justa entre nosotros.
—Estás en lo correcto. He dicho que te he visto antes, no que te observé.
Reí con la mirada en el agua, pensando en que era obvio saber que él sabía nada. Con la nueva información entendí que hay un montón de gente y cosas a mi alrededor que no noto, así también hay peligros. Un montón de peligros que desconozco o que están camuflados detrás de una inocente apariencia. Por eso me gusta aun más la luz de la luna reflejada junto a ella en el agua del río. Me muestra todo.
Estaba mirando en silencio cuando todo se volvió negro. Mi cuerpo se tensó, entró en un estado de alerta. En mi mente se abrieron diferentes posibilidades de qué ocurría. No estaba ciego, eran las manos sobre mis ojos las que volvían negro mi mundo. Ese hombre podía ser un peligro y yo estaba siendo amable. Llevé una mano hacia las que cubrían mis ojos, su piel se sentía cálida a mi tacto.
—Relájate.
Las palabras llegaron en un suave susurro a mi oído.
—No planeo lanzarte al río. Si te sientes más seguro, te sostendré.
Sólo una mano cubría mis ojos. Un brazo rodeó mi cintura, sentí la fuerza que él estaba utilizando para pegarme contra él. La verdad es que no sentía más seguridad con su agarre. Al contrario, me sentía desprotegido, indefenso porque no sabía que iba a pasar y no tenía mucho que hacer.
—¿Podrías decirme que hay frente tuyo?
Ojala hubiera aparecido un hombre con algún premio para él. ¿Cómo iba decir que había frente a mí si no veía más que oscuridad?
—¿No crees que está explícito el hecho de que no veo si tapas mi vista?
—Llevas tiempo viniendo aquí, deberías saber cómo es el paisaje frente a tus ojos.
Mi respiración fue calmándose, haciendo que me sintiera mejor. Seguí calmándome por un minuto, acostumbrándome a lo indefenso que estaba entre el río y él. Dejé que el silencio siguiera entre nosotros, con la esperanza de que él se rindiera. No fue así.
—Sigo esperando una respuesta.
—¿Hay un río? ¿Mucha agua? ¿Piedras? ¿Tierra?
—Hasta alguien que no haya visto el lugar puede decirlo. Me has dado una respuesta ambigua, una que puede responder a cualquier pregunta en general. Yo estoy preguntando por el paisaje que hay frente a ti.
No puedo perder. Sé que hay frente a mí, conozco el lugar, no puedo quedarme sin responder. No quiero darle el gusto a un desconocido, ni siquiera sé que intenta probar.
—Hay un río, debe ser casi de un metro de ancho. En ambos lados hay un lugar con tierra y piedras, donde la gente puede bajar. El agua no es muy clara, tampoco demasiado oscura. Está limpia, pero su fondo la oscurece. Hoy la luna se refleja justo en medio. A los metros otro puente lo cruza, pero ese es para vehículos.
No sé qué estoy esperando, pero no espero que aparte sus manos. A lo mejor estoy esperando lo peor, o espero que siga con sus preguntas. No lo sé.
—Tú estás observando, yo estoy viendo.
¿Ok? ¿Entonces qué? No comprendo a qué quiere llegar. Me siento más estúpido por no poder captar su mensaje.
—No entiendo.
Su risa hace que quiera patearle. Se siente como si se riera de mi ignorancia, así que me aburro de su juego. Vine hacia aquí para escapar, para poder estar tranquilo por un momento, no para ser sujeto de prueba de algún tipo que pasaba por el mismo lugar que yo.
—Déjame ir.
—Calma. No me burlo de ti, en serio.
—Déjame ir.
—Te he visto varias veces por aquí. En un principio pensé que eras un suicida, por eso quería saber cuánto durabas antes de saltar. Mucha gente viene aquí, queriendo morir, pero no todos lo hacen. Me pareció extraño que vinieras tanto, e incluso cuando te veías feliz. Te he visto varias veces pero no sé cómo eres. A diferencia de ti, no observo demasiado. ¿Sabes qué? Quiero observarte. Conocerte.
Rió, nervioso. No sé cómo responder. Suena como una declaración, pero también como una petición de amistad y, a la vez, puede ser la petición de un acosador. Creo que si me lanzara al río sería mejor. Estoy asustado. Si la policía decide pasar por aquí no sería malo, me gustaría que estuvieran cerca.
—Me asustas.
Escuché un suspiro y noto que estoy acostumbrado a la oscuridad, e incluso su agarre pasa inadvertido.
—Mañana, a la misma hora, aquí. Puedo mostrarte que no soy una mala persona. Tengo curiosidad sobre ti, nada más.
Volví a ver para notar que la luna se había movido de su lugar. Iba a mirar hacia atrás pero fui tirado hacia atrás abruptamente, causando que un grito de sorpresa saliera de mi boca. Me sentí extraño al tocar tierra firme y al notar que no estaba atrapado.
—Ten cuidado, podrías caerte.
Cuando volví a notar donde estaba y con quién, él ya estaba caminando, dándome la espalda otra vez. Podía ir hasta él y preguntar su nombre, ver su rostro. No lo hice para tener una excusa para volver mañana. Al llegar a casa podría imaginar cómo era él.
Lo que más quería era que alguien me explicara por qué estaba aquí. Estaba aquí por Desconocido, sí, eso es. La forma más correcta de pedir la explicación es con la pregunta «¿por qué miré tanto el reloj, deseando que la hora pasara rápido?» Balanceé mis pies en el aire, sintiendo un toque de adrenalina al dejar los pies en el aire, tentando al destino. Hoy no es el día de mi muerte. Ese día será dentro de unos cuarenta años, de alguna forma heroica, a esa conclusión llegó mi inspección en el tema. Mi estómago se queja por falta de comida; ni siquiera alcancé a comer un pedazo de fruta porque salí en cuanto la hora llegó. Si ignoré todo lo que me pedía el cuerpo para ver al Desconocido, eso era extraño. Un "oh" salió entre mis labios ante el pensamiento de que no sabía ni su nombre. Tampoco sabía cómo era su rostro, cuántos años tenía, si era de aquí o venía de otro lugar. Podía preguntar hoy todas mis dudas, aun cuando seguía teniendo el miedo de que Desconocido podía terminar siendo algún psicópata. ¿Y si venía hoy a matarme? ¿Secuestrarme? Un escalofrío recorrió mi cuerpo, no sabía si reírme por pensar tanto, o realmente preocuparme por esperar a un extraño. Mi madre estaría tan decepcionada si supiera. En mi mente la podía ver, enojada, diciendo que no se debe hablar con extraño, menos dejar que te sostengan en el borde de un puente, teniendo el extra de que no puedes ver. Supongo que sirve para aliviarme, si él hubiera querido matarme, ayer era la oportunidad perfecta. Oh, sí, bastante tranquilizador. Espero que se pudiera sentir el sarcasmo de mi "Oh, sí…"
Esta vez sí andaba con un reloj en mi muñeca izquierda, un regalo de papá que casi nunca usaba porque no me gusta andar con peso sobre mis muñecas. Sólo llevo una cadena que sostiene una diminuta llave, parecida a la que tienen mis padres. No recordaba por qué era tan importante, pero sigue ahí. Miró la hora y sé que Desconocido debería llegar dentro de dos minutos. Estaba preparado para verle, miré de vez en cuando hacia el lugar por el que ayer se fue. Si quería estar atento lo correcto era bajarse. Lo hice de inmediato y quedé de espaldas al río.
—Buenas noches.
Tuve un respingo antes de volverme a mirar. Muy bien, vino del lado contrario. Quedé unos cuantos segundos mirando y, oh Dios, o quien sea que superior, estaba creyendo la posibilidad de que me matará. Su mirada no mostraba demasiado; quizá rescaté un poco de cansancio por las bolsas bajo sus ojos. Sus labios eran una línea, un poco de cabello caía sobre su frente. Era mayor que yo.
—Hola —acompañé mi saludo con un movimiento de mi mano, sonriendo a la fuerza.
No quería creer que mi mala suerte era demasiada. ¿Era el karma? Juré que mi intención no era crear tanto problema con la broma a Jean. Fue solo una llamada, la cual fue de Connie. ¡No era mi intención hacer que Jean quedara pálido y shockeado al oír que su familia había muerto! Y, ugh, eso fue hace años. Tenía unos dulces e inocentes diez años. Además estúpido de Jean creer nuestra llamada. Él estaba donde su amigo, y yo en casa, con Connie y otros. Para mi poco agrado en esos tiempos Jean vivía cerca de mi casa.
—Parece que estás viendo a un muerto.
—No puedo verme.
Desconocido ladeó su cabeza. Si iba a morir, lo mejor que puedo hacer es aclarar todas mis dudas, y desear que alguna buena persona encontrara mi cuerpo para que mis padres supieran el trágico destino de su único hijo.
—¿Puedo tener un último deseo? —Pregunté demasiado rápido. No sé si logró oír bien mi pregunta.
—¿Qué? —me miró intrigado.
—Si puedo tener un último...
—Eso lo oí. ¿Por qué un último deseo?
No salió más que palabras ininteligibles, ninguna con sentido o que existiera en el diccionario, junto a sonidos extraños. ¿Cómo le decía que iba a matarme? Estaba sacando conclusiones apresuradas, había visto mucha serie policial que parte de esta manera. Era solo un hombre, otra persona común que no piensa en asesinar, sin importar como luzca.
—Creí que eras alguna mala persona que buscaba matarme.
—Oh. Me has descubierto.
Lo dijo tan serio que le creí y di un paso atrás, pero encuentro que estaba contra la baranda. Podía nadar, esper que las veces que vi las olimpiadas de natación sirvieran para escapar. Es mover los brazos, aguantar la respiración… No, es más que eso, pero todo sirve.
—Hagamos esto rápido. ¿Cómo quieres morir? ¿Rápido o lento?
Avanzó hacia mí e intenté correr hacia otro lado pero me detuvo. Algo parecido a diversión pasó por su rostro, lo que le da un toque más extraño aun.
—Estoy bromeando. La sangre no se limpia tan fácil, y no vale la pena intentarlo.
Me quedé pálido en mi lugar. Después de un momento recuperé mi normalidad y comencé a reír. ¿Cómo podía creer eso?
—Estaba preocupado por mi vida, Desconocido —dije cuando me controlé—. Creo que después del susto merezco saber tu nombre.
—¿Sé el tuyo?
—No lo sabrás si no me dices el tuyo—. Me crucé de brazos para darle más seriedad a mi postura; no diría nada sobre mí si él no decía sobre él.
Esto se estaba convirtiendo más torpe a medida que hablábamos. Era como si estuviera esperando algo más… Juzgándolo por su apariencia, esperaba a una persona más tipo "chico malo", que me dijera que le gustaba andar rompiendo corazones, quebrando leyes, bebiendo en la calle. Las apariencias engañan, lo sé. Aun así algo en él me decía que no es así.
—Bien. Serás A y yo seré B.
—Eren. ¿Tú?
—Levi.
Así que mi ex asesino se llama Levi, un dato extra. Me giré hacia el paisaje que aguarda en el fondo, me incliné sobre la baranda, apoyando mis antebrazos en ella.
—Este lugar es como… Mi lugar favorito. Y es raro que estés aquí.
Era como si estuviera interrumpiendo en un habita que era especialmente mía. Aquí venía para todo, sobre todo cuando quería hacer pensamientos profundos absurdos. Todo aquí me relaja, me agrada. Pero ahora Levi llegó a interrumpir mi lugar.
—Debo irme.
¿¡Qué!?
—¿¡Qué!?
No puede irse tan rápido.
—Tengo que hacer.
—No, no. Ni siquiera comí para venir acá, no puedes irte tan pronto.
Mi voz sonaba más seria y demandante. Había un "no te dejaré ir" camuflado entre mis palabras, lo que esperaba que él no entendiera. No estaba mal, de vez en cuando, tener algún amigo que compartiera un lugar favorito conmigo.
—No será la última vez que me veas.
—Escucha, esperé toda una noche, todo un día—. Mi voz estaba en un tono fuerte, un poco molesta—. Esperé por esto, así que no me jodas, Levi. Te quedas.
Puso una mano sobre mi hombro, y como si no hubiera dicho nada, dijo:
—Necesitas calmarte.
—¿Cómo puedes estar tan calmado?
—Sólo intento ser lo más simpático posible para no espantarte. Pero la verdad es que me gustaría tirarte por el puente, así el agua te calmaría, porque eres bullicioso.
Eso no sonó calmado.
—Al menos invítame un café—. Respondí con la mirada clavada en la suya.
La próxima vez que nos encontramos fue en mi casa. Me había ganado el premio de dejar entrar desconocidos. Ya sabía que Levi no era un asesino, pero todavía no era del todo un gran conocido. A quien engañaba… Incluso con los pocos días que llevábamos conociéndonos, sentía que con Levi ya existía alguna especie de vinculo entre nosotros. Aunque parecía raro, teníamos cosas en común y eso debió acercarnos.
Nada, absolutamente nada, me prepararía para lo que iba a oír esa noche. Nunca había pensado mucho en el tema. El amor es algo que todavía no despierta mi atención, no quiero perder tiempo en una persona, entregarle todo lo que tengo, dejar que me muestre un nuevo mundo para que luego me tire todo encima y se vaya, dejándome a la deriva. No creía en el amor eterno, y que el primer amor es el especial que nunca se va. Como dicen todos que soy: un cavernícola en el amor. Así que cuando Levi interrumpió la conversación con un nuevo tema, el cual empezó con un "me gustas", el té que había en mi boca terminó sobre la mesa, mi mano con una taza a medio camino. Esperé a que me diga que es una broma, otra más de las suyas, pero la forma seria en que me miraba me dijo que no es así.
—¿Sientes lo mismo?
Antes de responder dejé la taza en su lugar y limpié mi boca con el mantel, lo que hizo que Levi me viera poco simpatizado por mi forma de limpiar. Era una razón más para creer que no hay forma de que le pudiera gustar. Levi era un perfecto a la hora de limpiar, yo no lo hacía mal, pero no le daba tanto esfuerzo. Más razones para negar sus palabras pasaron por mi mente.
—Pero…
—Responde.
Me gustaba su compañía, hablar con él. Me divertía su lado, pero no creía quererlo de tal forma. No tan rápido. De hecho, me sorprendió que Levi pudiera verme de esa manera en tan poco tiempo, cuando lo veía como alguien que se tomaba su largo tiempo.
—Yo, eh, ¿lo siento? No creo que… —Corté mis palabras a la mitad porque Levi asintió, no mostrando lo que sintiera y volvió al tema anterior, como si su declaración nunca pasó. Me sentí un poco dolido por la poca atención que le dio al tema, y por encima de todo, tener que dañar un poco el vinculo que nos unía en ese momento.
Pasamos un rato más conversando, intentando no darle importancia a la incomodidad entre nosotros, pero Levi trajo el tema una vez más, y esta vez no sé como responder.
—Hay algo que no te he dicho —Levi se encogió de hombros—. No creo que sea importante decirle ahora, teniendo en cuenta tu respuesta.
Se quedó unos segundos mirándome, pensativo.
—De alguna forma vas a sentir lo mismo, Eren. Tengo mucho tiempo para ganarte.
Menos mal que no quedaba té, o hubiera llegado escupido hasta Levi.
