Capitulo 19


―¡¿Qué diablos sucedió allí?!― gritaba Mako furioso.

Bolín dormía, en una simple cama del templo del Aire. Después de huir, los tres habían montado a Naga hasta el Templo del Aire de la Isla.
Ellos dos se sentían traicionados por el hecho de que Korra les ocultara su identidad, pero más allá de ello, aun eran amigos.

―La buscaba…
No podía mirarlo a los ojos. No podía creer que fueran a ayudarla, que le cubrieran la espalda, ellos eran verdaderos amigos. Pero sentía vergüenza por haberlos engañados, sumándole a eso que no quería decirles la verdad acerca de quién era el nuevo teniente del Revolucionario que intentaba apoderarse de Ciudad República. Se sentía totalmente perdida, como si una neblina espesa hubiera cubierto todo impidiéndole ver.
Mako suspiró, liberó sus brazos cruzados y se sentó a su lado.
―Te ayudaremos ―miró a Bolín que roncaba ―, y la hallaremos.
―Gracias ―no quisiera perder tales amigos.

La noche llegó repentinamente.
Tenzin le daría acilo.
Había decidido dejar de asistir a clases. Aunque Tenzin trató de reconfortarla diciéndole que las clases cesarían por la inestabilidad. Le costó conciliar el sueño, su mente no dejaba de pensar en Asami.


―Este será el golpe definitivo. Con él tomaremos completo control de toda Ciudad República.
Amon planeaba conjunto a Hiroshi la estratagema para el control completo de la ciudad.
―Atacaremos el Templo de la Isla del Aire, el Instituto y el Concejo de la República Unida. Daremos el mensaje de que ningún maestro puede oponerse― Aseguraba Hiroshi.
―Inicien los preparativos. Mañana será el día.


Lloró hasta quedarse dormida. Una traición mutua había sido, una herida mutua también. Ese día se levantó más temprano que nunca. Desayunó apenas la mitad de lo normal y un recuerdo de ella cocinando hizo presencia.

Decido que era momento de hablar. Llamó a Lin, Tenzin y a Pema. Cuando los cuatros estuvieron reunidos, comenzó a explicar.
―Encontré a Asami…
―¿Dónde?― preguntó Lin.
Los tres estaban atónitos al escuchar tal noticia.
―Ella ―era difícil, demasiado―, estoy segura de que tenía una razón…
―Korra, dilo de una vez― dijo Tenzin apoyándola.
―Y sin rodeos, por favor― dijo Lin.
―Es la nueva teniente de Amon.
―¿¡Qué!?― los tres gritaron, sin embargo Lin fue la más fuerte.
―Korra, ¿estás segura?― le cuestionó Pema.
―Si, ayer, cuando hallé uno de los escondites de los Igualitarios, tuve que enfrentarla.
―No puede ser ―negó Pema.
―¿Asami? Debe de haber algo detrás de todo esto, ella no se iría ―aseguraba Lin.
Después de todo Lin, tanto como Tenzin y Pema conocía bien a aquella chica.

Cuando su madre fue asesinada, y tardíamente su padre se convirtió cuando ella tenía la edad de doce años, hasta que a los quince años decidió tomar riendas de su propia vida y convertirse en una de las empresarias más jóvenes, Lin se había hecho cargo de ella.

Tenzin, decidió darle acilo en el instituto. Lin, quien no tenía hijos, no supo que fue lo que la hizo hacerse cargo de ella, cuando la vio llegar hasta la central de Policial. Era una niña que había sufrido demasiado, huérfana muy joven y luego abandonada por su padre. Su relación no había sido muy buena que digamos pero Lin realmente la quería, así que cuando ella decidió irse a vivir sola a la residencia del Instituto renunció a la Jefatura para convertirse a la encarga de seguridad de los dormitorios y poder estar cerca. Nadie entendía el por qué la razón repentina de abandonar su carrera, pero Asami era lo más cercano a una hija, y quien la hizo comprender el valor de una familia propia.

El descubrir que ahora estaba de parte de Amon fue un golpe realmente duro, pero ella la conocía y juraría que había una razón para todo ello.

―¿No pudiste convencerla para volver?―Lin le cuestionó.
―¿Te dijo algo importante?
―Antes de poder hacer algo, Bolín y Mako llegaron y tuvimos que irnos.

La siguiente hora surgieron teorías de todo tipo buscando una justificación para la acción de Asami. Al final no llegaron a un acuerdo. Era incierto si Asami realmente los había traicionado. Eso sí, le ordenaron a Korra quedarse en el Templo del Aire, a sabiendas que Amon estaría tras de ella.

Por supuesto Korra hizo caso omiso de las advertencias y escapó por mar sobre Naga.
Cuando llegó al drenaje, y se infiltró esta vez con más cuidado encontró la guarida totalmente vacía. No armas, no igualitarios.
―¿A dónde te has ido?―preguntó sin esperar respuesta con gran dolor.
Buscó alguna pista, algún indicio que ayudara a dar con ella. Luego de una hora sin resultados, se dejó caer sin ideas.
Debía encontrarla, acabar con Amon, ayudar a Ciudad república, conectarse con su lado espiritual, solo eso. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo solucionaría todo eso? Una ira llena de despecho la inundó y comenzó a golpear todo a su paso frenéticamente.
De pronto una visión la golpeó.


―¿Qué estás haciendo aquí Aang? Ya te dije que tengo bajo contro― era Toph.
Tan ruda como siempre, sin embargo la madurez había llegado a ella haciéndola toda una mujer, apegada a las reglas, habiendo creado Fuerza de la Policía de Metal Control.
―Bajo circunstancias no me habría involucrado, pero si lo que dicen las víctimas es cierto, no estamos tratando con un criminal común.
Aang era todo un hombre y el avatar también, siempre preocupado por la comunidad, protegiendo a todos, un ser único lleno de amabilidad.
―Está bien. Sígueme pies ligeros― le sonrió su vieja amiga.
―Toph, ya tengo 40 años ¿podrías dejar de decir sobrenombres?
―Me temo que no.
Acompañados por otros policías, entraron a un poco iluminado restaurante. Pero la persona dentro, parecía estar esperándolos.
―Se terminó. Estás bajo arresto Yakone― señaló al tranquilo hombre sentado.
Pero este ni se inmutó, inclusive respondió con una sonrisa zorruna.
―¿Qué pasa con Ciudad República hoy en día? Antes un hombre podía disfrutar su almuerzo en paz.
Toph no era de muchas pulgas, y con un movimiento preciso atrapó su mano con una cable de metal, y lo obligó a ponerse de pié arrojando la mesa de pronto.
―¿Por qué me estas arrestando?― dijo Yakone mientras un policía lo esposaba.
Era un hombre, que por su vestimenta, parecía pertenecer a la tribu del agua. De ya avanzada edad, su cabello era de un marrón oscuro, corto y cuyas patillas crecían por los costados de su rostro, el cual era lugar de estadía de prominentes arrugas.
―Ya tenemos decenas de testigos, Yakone― interfirió Aang―. Sabemos lo que tú eres.
―Llévenselo― ordenó Toph.
―He desmentido todos los cargos que ustedes, patanes, han presentado en mi contra. Y voy a hacer lo mismo otra vez.


Korra volvió en sí, con un sudor frió llenado su frente. Era la primera vez que Aang se le presentaba, solo había sido en un visión, pero aun así era un gran paso.
―¿Qué intentas decirme Aang?
―Sí, que intenta decirte.
Una voz hizo eco. Ella reconoció aquella voz, nunca sería capaz de olvidarla.
―¡Te voy a hacer pedazos!― sus manos comenzaron a crear feroces llamas.
Era Amon, que ni se movió, solo esperó a que atacara sin razón.
En una batalla de pocos minutos, con un despliegue brutal de control por parte del Avatar, y con un Amon sólo un poco golpeado, el Avatar cayó bajo el control de aquel hombre.
―¿Qué sucede? ―le hirió― ¿Ya no puedes más?
No podía moverse. Sus manos y pies estaban atados e inmovilizados. Estaba a bajo su mano. No debía temer, pero aun así ese sentimiento destructor comenzó a crecer.
Ella había visto como él, con un simple movimiento de manos, lograba arrebatar el control de las personas. ¿Qué sería ella sin sus poderes? ¿Un Avatar o un fracaso o un fallido intento de Avatar? Cuando Amon se dispuso a deshacerla de su impureza, como él llamaba a lo que hacía, un lágrima perdida cayó.
―Esto será todo por hoy.
Y sin más dio media vuelta y se marchó. Había logrado demasiado. El miedo crecía en el interior de Avatar. La cual lloraba en el sucio suelo con una impotencia desastrosa. Un simple hombre sin poderes habría logrado deshacerla de sus poderes, matarla de haber querido. Infundió y arraigó a ella el miedo a enfrentarse a él. Y la dejó que se ahogara en su pena.

―Esto no se quedará así― dijo utilizando su rostro para arrodillarse.
Aun mientras que dolía el asfalto que rasgaba su rostro gritó:
―¡ESTO NO SE QEDARÁ ASÍ!― con toda su fuerza, para luego liberarse y expulsar su furia en llamas.
Pero el agotamiento pudo mas que ella y cayó rendida, mientras observaba la figura de Amon desvanecerse.

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Es poco pero casi no tengo tiempo por los exámenes :C