Disclaimer: Himaruya... ¿tendrá una Nyo?


Ancients University II: Romina, la tragicómica historia de amor entre un hombre y su pene.

Roma se despierta, entre sueños y como buen hombre se lleva una mano ahí para rascarse los huevos y... No hay huevos.

Rebusca, rebusca, rebusca... parpadea... rebusca, rebusca más... y como sigas rebuscando Romita, esto va a tener otro nombre. Ojos como platos. Se incorpora y se destapa, se pone de pie y se desnuda de camino al baño para mirarse sin ver si hay o no alguien en su cama y cinco segundos más tarde... un grito desgarrador "HELENAAAAAAAAAAAA" que por lo visto es como gritar "mamaaaaaaá" se va corriendo a su cuarto.

Es decir, CORRIENDO, o sea, sale del cuarto de baño, salta por encima de la cama (y de quien esté más en ella), se cae al suelo porque sus proporciones y centro de gravedad han cambiado, rueda hasta el pasillo y se mete al cuarto de la griega con la respiración agitadísima y cara de pánico absoluto, subiéndose a su cama y gateando hasta ella y sacudiéndola.

Helena que duerme con el sueño pesaaaado y no se ha despertado con el grito porque no ha sido con la voz de Roma.

—Mmm... ¿Q-Qué pasa? —pregunta entreabriendo los ojos mientras la ahora romana la sigue sacudiendo de los hombros con cara de pánico sentada sobre sus muslos.

—Helenahelenahelena!

—Para... Para... PARA! —protesta Helena además sin reconocer la voz, abriendo los ojos más aún. Roma la suelta y la mira haciendo un pucherito.

—Ehh... —la mira de arriba a abajo y parpadea sin tener IDEA de quién demonios se ha metido en su casa y su cama—. Geia sas...

—Helena! ¡Mira! ¡No sé qué me pasa! —agobio agobio, se pasa la mano por el pelo que aún es corto a pesar de todo, HISTERICA.

Helena se incorpora un poco recargándose en sus codos y la mira de arriba a abajo otra vez.

—¿Quién eres y qué haces en mi cama... ? ¿Te trajo Rómi?

—Quid? NON! —chilla en plan dramático, echándose para atrás—. ¡Mira! —se señala las regiones vitales y se le empañan los ojos.

Helena parpadea descolocada en serio con la chica que le muestra sus regiones vitales así sin quitarse un pelo.

—Mi... mi... —no es capaz de decirlo sin que se le empañen más los ojos porque NO ESTÁ y es una parte de su cuerpo a la que QUIERE MUCHO.

—Bájate de encima de mí, parakalo —pide suavemente intentando sentarse—. ¿Qué haces aquí?

La romana se quita un poco sentándose a su lado y se lleva las manos a la cara la DRAMAS echándose para atrás y rezando "haz que vuelva, dios mío, haz que vuelva". Helena se estira prendiendo la luz de la mesita de noche, porque aún esta oscuro adentro de su cuarto... Mira a la chica.

—Mmmm... —le sonríe.

—Me voy a morir... Helena... me voy a morir —estira los brazos mirando el techo con la mirada perdida y absoluto dramatismo, porque los hombres son un incordio cuando están enfermos y unos exagerados.

—¿Por qué te vas a morir? —pregunta pacientemente tratando en serio de pensar quien puede ser... ¿Una chica de Roma? ¡Cómo no sea una alumna! Quizás una chica de Germania... Aunque habla latín... Le pone una mano en el hombro.

—Pues es que mírameeeee ¿hay tortura más cruel? —lloriquea.

—Eres una chica linda... —razona y le sonríe—. ¿Por qué estás tan preocupada?

—El mundo se ha vuelto un lugar oscuro y terrible... no merece la pena seguir en él así...

—A veer, a veeeer. Calma. Estás en un buen lugar y no está pasándote nada, sólo no entiendo —la toma del brazo con suavidad—. ¿Qué te ha pasado?

—Pues es que mírameeee —lloriquea de nuevo.

—Te miro. Sólo veo que eres bonita, estás muy asustada y quiero saber por qué para ver si puedo ayudarte.

—¡No estoy asustado! —no, claro que no... que vas a estar asustada, solo quieres SUICIDARTE. ¿Asustada tú? Pfff. Helena suspira y la mira otra vez, tratando de encontrarle sentido a esto.

—¿Entonces cómo te sientes?

—Esto es un desastre, la peor pesadilla, me voy a morir —solloza.

—A veeeer, a ver... Calma. No hay mal que por bien no venga. Cuéntame, ¿qué te ha pasado?

—¡El destino no debería privar a uno de estas cosas! ¡No se puede jugar con la verga de un hombre, joder! ¡Que tenemos sentimientos muy profundos por ellas! —llora como si hubiera perdido el amor de su vida—. Es la crueldad más indecible y la vida ya no merece la pena

Helena parpadea pensando que la estructura de la frase está mal pero venga... La chica parece realmente desconsolada.

—Ah, ya lo sé, tiene que ser una broma... un sueño terrible, pero del que puedo despertarme sin más —vuelve a llevarse la mano al asunto palpándose y llorando de nuevo.

—A ver, basta ya... —pide ooootra vez con más paciencia de la que yo tendría. Le pone una mano en la barbilla para que le mire.

Roma lo hace sollozando todavía. Helena lo que entiende más o menos que el problema es con que alguien le ha negado sexo o algo por el estilo le acaricia la mejilla.

—A ver, a ver... Calma hija mía, que no puedes ponerte así sólo porque te han dicho que no...

—Nadie me ha dicho que no, ¿de qué hablas? Sí ha pasado —llora.

—Entonces no sé qué es lo que te pasa, ni que haces en mi cuarto, ni quién eres —admite bajando los pies de la cama al suelo.

—Como no vas a saberlo, soy yo —se da la vuelta y llora cara al colchón.

La griega la mira y se pasa la mano por el pelo.

—Ah! Helena! —cae en la cuenta, levantando la cabeza.

—Perdona, pero no te recuerdo —admite pensando que sea quien sea ponerse a llorar así sobre su cama... Es demasiado.

—No se lo digas a los demás... no quiero que... ¡no se lo digas a Germaniae!

—se hace bolita.

Algo en el tono, en la manera y en como lo dice, llama la atención de helena.

—Tú eres quien sabe de medicina, ¿qué está pasando? ¡Nunca vi algo como esto!

—No, no, espera... ¿Cómo es que te llamas? —pregunta frunciendo el ceño.

—¡No juegues! No me digas que no... —se detiene cayendo en la cuenta de ello y pensando que es mucho menos vergonzoso, si creen que es una chica cualquiera hasta que lo arregle.

Helena y su sexto sentido de Madre de Roma entrecierra los ojos.

—Espera... —se levanta de la cama, mirándole.

—... no me conoces, soy alumna tuya... ¿a dónde vas?

—¡¿Alumna mía?! —la mira desnuda y levanta las cejas al CIELO. Con más razón se da la media vuelta y sale por la puerta hacia el cuarto de Roma.

Se va tras ella, tropezándose un poco, la griega abre la puerta del cuarto de Roma de golpe, notando que la cama está vacía y Roma detrás, se pasa una mano por el pelo, aun en mitad del drama pero dispuesta a seguir su ficción.

—¿Dónde está? —Helena mira a la chica con el ceño un poco fruncido, pero cierta cara de urgencia.

—¿Q-Quién?

—Romí... ¿dónde está? —pregunta revisándola de arriba a abajo, tratando de hacer sentido del por qué llora.

—Ah... se... se ha ido... antes.

Helena frunce el ceño y se le oscurece la mirada. Roma debe saber que eso indica claramente que Helena se está enfadando, lo cual es MUY raro.

—Pero... está bien, no le ha pasado nada —vacila.

—¿Tú por qué lloras? —pregunta con voz bastante melosa, un poco falsa, que para el oído normal debe pasar desapercibido.

—Es que... —vacila sin saber qué decir ahora—. Estoy enferma.

La griega le mira con los ojos entrecerrados porque además eso ya no caza con lo anterior.

—¿Enferma? ¿Enferma de qué, mi niña? Estás desnuda, para empezar y hace menos de diez minutos estabas llorando en mi cama por la verga de los hombres...

Traga saliva sin saber cómo arreglarlo del todo.

—Embarazada —¡Ala! ¡Di que sí!

—Quéeee? —Ok, el enfado de Helena se traduce ahora en parte incredulidad, parte absoluto nerviosismo con esta última declaración.

—Ehm... —risa nerviosa.

—Nonononono... —Helena toma aire y luego vuelve a clavar sus ojos en la chica, esta vez se debe ver incluso fuego en la mirada. Sonríe—. Me estás diciendo que estás embarazada... ¿y quién es el padre?

—Ah... Ehm... un... amigo mío —vacila inventándose y debe sonar bastante culpable. Helena se cruza de brazos y la fulmina con absoluta seriedad. Roma traga saliva.

—¿Cómo te llamas? —pregunta con su voz calmada de siempre... casi.

—Rom... —vacila, parpadea y aprieta los ojos—. Romina.

—¿Tengo cara de que me gusta que me vacilen? —sonríe.

—Disculpa —traga saliva de nuevo, cambiando el peso de pie.

—¿A dónde se fue Romí?

—A... a algo del gobierno, me dijo. Estará fuera todo el día.

La griega niega con la cabeza pensando y tratando de ordenar sus ideas, realmente enfadada. Resopla soltando el aire por la nariz y se sienta en la cama.

—Pero no te enfades con él —susurra.

—¿Cómo me vas a decir que no me enfade con él? ¿Y qué era eso de que no le dijera a Germania? ¿Y qué? ¿Le dijiste hoy? ¡¿Pero cómo es posible!?

—Ehm... es que... Germaniae me reñiría de saberlo...

—¡Es profesor Belschmidt para ti!

—Excusi.

—Ponte tu ropa, y vas a acompañarme abajo ahora...

—Hm... No sé dónde está mi ropa —asegura pasándose la mano por el pelo, pensando que no puede ponerse algo suyo.

—Pues a ver si vas espabilando, muchacha... ¿cómo no vas a saber dónde está?

—Es que... ayer bebí un poco —se rasca la mejilla, nerviosa.

—Ni siquiera sé a qué hora llegaste, ¿pero qué? ¿Llegaste desnuda?

—No lo sé, estaba desnuda al despertar... —cambia el peso de pie con la bronca—. ¿Puedes prestarme ropa? Necesito ir al médico.

A Helena se le oscurece aún más la mirada con esto de estar desnuda al despertar, frunciendo el ceño.

—Sígueme.

Roma se va tras ella súper nerviosa apretándose los ojos con las manos. Entra a su cuarto y saca un poco de ropa para la chica. Es que en serio está furibunda, lo siento Romita pero es que... estaría menos furibunda si supera que eres tú.

—Oye, no... No te enfades con Romae, ¿vale? O sea... no... No tiene la culpa.

—No, claro que no —murmura sin créela mientras la romana se viste con la ropa que le da.

—Quiero decir que... él no... —vacila sin saber cómo arreglarlo—. No es el padre, ni nada de eso.

Helena la mira pensando que tampoco es como para darle un premio a Roma por acostarse con una jovencita embarazada de otra persona.

—Entiendo...

—Es decir... él sabe que los alumnos no... Me refiero a que nos ve como niños, no haría... siempre ha sido muy amable conmigo y me ha tratado con mucho respeto —sigue.

—Y por eso acabaste durmiendo con él en su cama y hablando de vergas conmigo, desesperada... —razona y le mira.

Roma aprieta los ojos pensando que eso no es justo.

—Yo dormí con él pero no pasó nada —estupendo, Roma, la mejor manera de hacer que piense que todo lo demás también es mentira. Helena se humedece los labios y la mira fijamente.

La romana mira el sujetador nerviosa, porque los ha visto y sabe desabrocharlos con una sola mano y desde fuera de la ropa, pero nunca se ha fijado tanto en cómo se los ponen.

—Ehm...

—Ehm... —la mira a los ojos y decide no ponérselo, lo cual es una mala idea, porque esos pechos grandes que ahora mismo te has dado cuenta que tienes y te han embobado, te van a doler.

Helena hace los ojos en blanco, frunciendo el ceño a la chica. Ella sonríe idiotamente por primera vez y se toma uno con cada mano, haciéndolos botar.

—Ares, no me tientes...

—Helenamiraestooo —sigue magreándoselos—. Podría... ¡podría volver a dominar el mundo! ¡Podría dominar el maldito universo entero con ellos! ¡Míralos! —bota un poco.

Helena parpadea un par de veces con esta declaración, frunciendo el ceño y mirando a la chica, antes de inclinar la cabeza.

—Romí?

Roma levanta la cara cuando le llama aun riendo estúpidamente y saltando un poco. Se sonroja al notar lo que pasa. En un solo movimiento Helena se le acerca y le mira a los ojos de muy muy cerca, la romana entra un poco en pánico desviando la mirada.

—Mírame.

Traga saliva y la mira un poco desconsolada.

—Explícame qué pasa.. —pide en un tono bastante más conciliador del que ha usado hasta ahora.

—Es que...

—Ajá?

—No lo sé.

—Romí?

Roma se humedece los labios mirándola, se sonroja y aparta la cara empujándola un poco.

—Viniste en la mañana... para decirme... algo de la verga y que querías matarte... y me hablabas... me... hablabas —piensa en voz alta.

—No, no... Solo... no... —busca la ropa para acabar de vestirse.

—Basta, deja de decirme cosas raras y habla conmigo —sentencia cerrando los ojos.

—Es que... Helena...

—Ajá?

—Me da vergüenza —confiesa. Abre los ojos verdes y le mira MUUUCHO más dulcemente, la romana la mira, sonrojada.

—¿En... en serio eres tú? —pregunta extrañada

—Necesito ir al médico, ¡Helena, mírame! ¡Soy una mujer! ¡No quiero!

—Pero es que eso... ¡eso no se puede! —levanta las cejas

—¡Pues mira! —vuelve a agarrarse los pechos (y se siente un poco mejor con ello).

—Oh dioses... —da un pasito hacia él, poniéndose una mano en la boca y... extendiendo la otra hacia los pechos. Roma la mira, pero no los suelta.

—¿Cómo es que pasó esto? —pregunta Helena.

—¡No lo sé! ¡No lo sé!

—¿Amaneciste así y ya?

Roma asiente.

—Y tú... —le mira la parte de las regiones vitales inferiores.

Baja la vista de nuevo y al acordarse de su miembro perdido se apretuja los pechos de nuevo.

—Ahora tiene lógica el llanto... —comenta bajando la mano hasta ponérsela en la entrepierna.

La romana se suelta los pechos y la abraza. La griega le abraza de vuelta, preocupada.

—¡Tú no puedes ser una mujer! Eso no está bien.

—No me gusta, ¡me gusta mi verga y la quiero! ¡Helena! Soy... YO soy la verga del mundo, ¿¡cómo voy a no tener!?

Helena se ríe un poquito de ese comentario apretando los ojos. Roma la abraza más fuerte.

—¿Pero cómo te arreglamos?

—No lo sé, no quiero ser una chica, me gustáis mucho pero no me gusta serlo —lloriquea de nuevo.

—Tampoco es TAN malo ser una chica —asegura acariciándole la mejilla.

—Non! ¡No quiero!

Helena le separa un poco.

—Pues... por ahora lo eres y deberías empezarle a ver el lado positivo.

—Quiero mi verga de vuelta.

—Pues no sé cómo ponértela de nuevo

—Me voy a morir...

—No te vas a morir... vas a ser una chica mientras averiguamos donde quedó tu falo —explica con tranquilidad pensando en qué va a pasar cuando le venga la regla, si es que aún no le arreglan. Va a MORIRSE.

—Pero es que... —solloza un poco intentando calmarse—. No le digas a los demás.

—¿Cómo no le vamos a decir a los demás? ¿Y qué les diremos?

—Es que... —se esconde en su cuello.

—No pasa nada, Romí, sigues siendo tú... —le acaricia la espalda—, todos vamos a quererte igual aunque seas una chica.

Roma solloza de nuevo y la abraza más fuerte notando por primera vez como es que Helena ahora parece más grande.

—Caaaalma, caaaalma, cielo... —sigue consolándole y le empuja un poco hacia atrás para tirarle a la cama y caer ella a su lado, sin soltarla del abrazo, dándole un beso en la frente en cuanto están acostadas.

Roma suspira intentando calmarse. Helena le da unos besitos más en la frente y uno en cada ojo, limpiándole las lágrimas con la palma de la mano

Los ojos ámbar la miran desconsoladita, pero calmándose. La griega se le acerca suavemente y le besa en los labios.

Le devuelve el beso porque esas cosas siempre quitan la angustia, así que Helena profundiza lo bastante el beso como para conseguir habitualmente fundirle el cerebro y le pone una mano en un pecho.

A la latina se le funde claro y levanta la mano para acariciarle la cara. La otra se separa y le sonríe

—Eres una chica muy bonita, ¿sabes?

La romana la mira, no tan segura de eso porque solo se ha visto un instante, pero lo agradece.

—Tienes unas facciones finas, el cabello suave y un cuerpo muy bien formado —sonríe pasándole una mano por el torso—. Querría esculpirte.

Se limpia los ojos y sonríe un poco.

—No va a haber tiempo.

—Mmm... no tengo que esculpirte ahora, basta con recordarte después —se humedece los labios—. ¿Quieres saber las ventajas de ser mujer?

—Sé algunas, pero sí—sonríe de ladito.

—Las sabes, pero nunca las has experimentado —se le encarama encima pese a mis advertencias. ¿Qué coño no tienen otra cosa que hacer? No sé, ¿hablar con Britania? ¿Ver a un médico?

Roma la mira sonriendo dejándola hacer, le pone las manos en las caderas. Helena la mira a los ojos y se levanta un poco.

—Esto... es extraño —asegura yendo a buscarle un pecho con los labios.

—Aun no sé cómo —se acomoda un poco.

—Podrías pensar mientras tanto, ¿hay algo distinto que hayas hecho ayer? —pregunta entre besos hasta el abdomen.

—Ayer... ayer hice la exposición en la Universidad... ¡No puedo ir a la universidad!

—¡Relájate! —pide posicionándose entre sus piernas y sonriendo—. Hablaremos y diremos que estás enfermo.

—Vas a tener que llamar tú, nadie me creerá con esta voz —la deja hacer lo que quiera, como siempre, casi podría apuñalarle y no protestaría hasta ver la sangre.

—¿Qué pasó en la noche?

—Pues... Britania estaba fundida —sonríe al recordar eso—. Angliterra se la llevó y yo me quede resolviendo preguntas y hablando con los chicos de Ingeniería que vinieron y... vosotros no sé qué hicisteis, cuando volví dormíais todos, así que me fui a dormir.

—¿Y no te pasó... nada más? ¿No viste a nadie? ¿Nada? —pregunta besándole los muslos, aun sin tocarle la zona en cuestión.

—Non, ellos son geniales me caen muy bien y siempre me explican todo con mucha paciencia sin reírse de mi porque no sé, estábamos en el bar de la facultad tomando cerveza y comiendo patatas fritas —la mira sonriendo de lado con los movimientos, pero sin poder anticipar las sensaciones esta vez.

—¡Por un momento pensé que... habías embarazado a una chica de la escuela! —le riñe entrecerrando los ojos y humedeciéndose los labios.

—Muchas veces me preguntan cómo es que estudié humanidades en vez de ciencias, que debería ser profe... —se detiene y se incorpora—. Lo siento, no me gusta mentirte, es que no sabía que decir y pensé que...

—¿Pensaste que sería mejor que decirme que eras una chica? —le mira, acariciándole los muslos y acercándose un poco más a ella—. Hueles muy bien

—Pensé que era mejor que no supieras —resuelve sonriendo otra vez y se lleva la mano ahí porque no es solo... o sea, hay una parte de autoexploración y conocimiento de uno mismo que... Y aprieta los ojos de nuevo porque ¡ES QUE NO TIENE! La tragicomedia de amor pasional entre Roma y su pene.

Helena le quita la mano suavemente y ella la deja, llevándoselas a la cara haciendo drama.

—Deberíamos traer a Germania...

—Non! ¡No quiero que me vea! —se sonroja.

—Por qué no, Romí... es Germania y estás muy bonita, seguro vas a gustarle.

—¿Pero y si no? —la mira desconsolada—. ¿Y si no... Si no funciona? ¿Y si cree que estoy ridículo?

—¿Cómo va a creer que estás ridículo? ¡Y con esos pechos! Cuanto quieres apostar a que se sonroja y se muere de la vergüenza... ÉL.

Roma la mira igualmente desconsolada.

—Es que yo no tengo... —sollozo por su pene perdido, en serio...— ¿Cómo voy a...?

—Ehh, ¡basta con eso! Él es el que va a...

—Pero... —se mira a sí misma, en realidad no se puede decir que no sepa PERFECTAMENTE cómo funciona una vagina y no haya ayudado e incluso enseñado a algunas chicas a usar la suya—. Es que no es lo mismooo... —lloriquea.

Hace los ojos en blanco.

—No, no es lo mismo... pero creo que por eso debe darte curiosidad por saber lo que sentimos nosotras y Germania...

La romana se pasa la mano por el pelo y le mira escuchándola de otra forma ahora porque SÍ le da CURIOSIDAD.

—Germania puede enseñarte exactamente lo que sentimos nosotras. Es... un poco bestia, pero ha aprendido con el tiempo y creo que contigo así va a ser bastante cuidadoso.

Aparta la mirada pensando... en realidad, siempre ha sabido que de haber sido mujer, Germania le habría costado mucho menos de seducir pero... estaba toda esa parte cómplice de poder pelear con él y gritar y tirarse por el suelo y pegarse... esa camaradería que el sajón no tenía con las chicas, pero sí con él y para todo eso necesitaba un *pucheros preparando el drama* puñetero pene que ahora no tenía.

Es decir, no estaba seguro de que el sajón fuera a entenderse tan bien con él ahora que como siempre, más allá que el asunto de gustarle o no. Y acaba de notar que eso le preocupa más que cualquier cosa.

—Romi? —pregunta Helena notando que se ha IDO, la nombrada parpadea y la mira.

—¿Y si nunca me vuelve a ver como a un hombre? —pregunta bastante vulnerable.

Ni te preocupes, eres probablemente el personaje MÁS masculino que tengo.

Helena suspira y le mira a los ojos.

—¿Te interesa más que te vea como un hombre o como la persona que eres detrás del sexo que tienes?

—Eso suena muy bien para ti y para mí, pero él es un poco más cerrado con eso, ya lo sabes... —se mira las manos.

—¿Me estás diciendo que Germania solo te quiere por tu pene?

—Non, te estoy diciendo que no te trata a ti como me trata a mí. No trata a Britaniae como me trata a mí y eso que ella es mucho más bestia que yo para ciertas cosas... pero es una chica.

Helena se muerde el labio porque es posible que eso no sea tan descabellado.

—Así que si eres chica... te tratará un poco con pinzas como nos trata a nosotras.

—Y de hecho, eso mismo pasa con Egipto y con Britaniae... ellas tampoco te tratan a ti como a mí.

—Hay que encontrar la manera de arreglarte.

A Roma se le empañan los ojos

—Ehhh! Tu eres el maldito Imperio Romano, no vas a venirme a decir que un par de pechos y una vagina van a impedirte seguirlo siendo —frunce el ceño.

—No son los pechos, es que no tengo...—puchero.

—¿Sabes? Yo tampoco tengo, ¿y vas a venirme a decir que yo soy menos que tú?

—Non! —escandalizada—. ¡Pero tú! No es lo mismo, tú eres la bella Helena y eres la más lista y...

—Y no tengo verga, y eso no me ha impedido hacer o no absolutamente nada...

Roma la mira con esa mirada condescendiente de "venga, me gustan un MONTÓN las mujeres, pero aceptemos que no es la mejor opción... durante una época ni siquiera teníais alma". Helena entrecierra los ojos, ofendida.

—Vaya...

—Digamos que llevas toda una vida sabiendo cómo usar tu cuerpo de esta forma... y yo apenas si me he visto en el espejo.

—Bueno, quizás sea un buen momento para que aprendas a valorar un poco ESTE asqueroso cuerpo.

—¡NO es asqueroso! Me gusta mucho... en vosotras.

—Nosotras, las inferiores mujeres —alega—, claro...

—¡No estoy diciendo eso! —aprieta los ojos.

—Quizás esto te enseñe a respetarnos un poco más...

—Helena! —protesta.

—¡Pues tú que haces esos comentarios!

—No he dicho nada, ¿vale? Solo estoy... nervioso. Esto no me gusta y... no sé cómo resolverlo ni cómo hacer ni...

—Y yo entiendo de verdad que estés nervioso y asustado, pero es que...

—Sabes que nunca sería tan idiota como para subestimar a una mujer y si no lo sabes es que no me conoces, pero...

—No, si nadie ha hablado de subestimar. ¿Pero... qué?

—Quid?

—Voy a creer que lo que quieres decir es que finalmente este cuerpo no es tuyo. Tú eres un varón y solo porque siempre lo has sido es que no quieres ser mujer, nada relacionado a lo inferiores que somos.

—¡Yo nunca he dicho que seáis inferiores!

—Pero lo has pensado y solo por eso no voy a enseñarte cómo es que el cuerpo femenino está mejor hecho que el masculino a la hora de disfrutar las actividades de placer.

—Helenaaa! —protesta. La nombrada e quita de entre sus piernas y escala un poco hasta recostarse encima de ella—. ¿Quién está suponiendo ahora cosas malas? ¿Por qué crees que pienso cosas así? ¡Lo primero que he pensado al ver mis pechos es lo fácil que sería dominarlo todo!

—Y después me has mirado de ESA manera, ni creas que no te conozco —sonríe un poco porque lo de los pechos es cierto.

Roma inclina la cabeza porque es demasiado transparente para Helena... pero de veras está asustado

—Creo que deberíamos ir a ver si alguien de la casa tiene idea de qué pudo haberte pasado...

—¿Y lo que prometiste explicarme?—la abraza para que no se vaya

—¿Aún quieres saber cosas sobre este horrible y desvergado cuerpo? —pregunta sonriendo de lado.

—Pues claro —sonríe—, aunque no lo tuviera querría.

—No es horrible tu cuerpo... es solo femenino —le sonríe quitándole un poco el pelo de la cara.

Roma suspira con eso, mirándola a los ojos y ella le sonríe.

—Femenino...

—Sí, de mujer —risita.

—Creo que sí quiero a Germaniae y a su testosterona... —la pica. Ella levanta las cejas.

—Oh! Vale, te lo traigo. Finalmente será la única testosterona que tengas.

—Nooon! Helena! —la abraza poniéndose nerviosa otra vez. Ella se ríe más con su risa de malignilla—. ¡No te rías!

—¿Y qué quieres que haga?

—Pues es que... —vacila.

Y de repente piensa que quizás podría conseguir la camaradería que tiene con Germania... con las chicas y de repente piensa, el idiota, que las chicas no tienen esa camaradería... o que en realidad no tiene ni idea de cómo es si la tienen.

—¿Aja?

—No lo sé.

Helena le besa la punta de la nariz y ella la mira igual de nerviosita.

—Quieres entonces que vaya por Germania, o ¿no?

Se muerde el labio.

—Creo que... a Germania le gustaría saberlo —indica cautelosamente.

—Pero es que... —traga saliva.

—Vamos, Romí... ¿desde cuándo eres un cobardón? —le impulsa un poco

—No soy un cobardón —se cubre la cara—. Vale, ve por él, pero no le digas nada, yo le digo.

—Vale, vale... no le diré nada —sonríe dándole un beso en los labios

La romana la besa de vuelta buscándola, nerviosa. Helena la besa un bueeen rato hasta que considera que ya se ha tranquilizado.

Tres segundos va a estar calmada. Bueno, Helena más o menos hace lo que puede. Se levanta, Roma la mira y respira profundamente.

—Vamos, todo va a estar bien —le sonríe pero ella igual la mira con cara de dramas, suspirando profundamente.

Helena manda un beso, cierra un ojo y va hacia la puerta. Roma sonríe un poquito.


Esta me parece una de nuestras historias más divertidas... tal vez es porque Roma llora en casi todas las escenas (Nah, no es verdad) No seas muy dura con él... ¡Y cuidado con los británicos!