DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.

ADVERTENCIA: Muerte de personajes/ Leve OoC/ Universo Alterno.

IMPORTANTE: Leer notas de autor al final.

Espero que lo disfruten.


El móvil del delito

...

Prólogo

...

A altas horas de una noche en la que campeaba una helada y cruda tormenta, las farolas blanquecinas de un auto, que aparcó a las afueras de la Galería Arena's, enfocaron la silueta de un desconocido que se ocultaba tras las cortinas bruñidas de una de las ventanas del salón de exhibiciones. Dentro del vehículo, su única ocupante corroboraba la hora, ansiosa. La luz verde del salpicadero recortaba las finas facciones de la mujer a bordo, quien en ese preciso instante tomaba su teléfono celular para llamar a la persona que la había citado allí, con carácter de urgencia. Luego de marcar el número en el juego de teclas de su móvil, esperó unos segundos hasta que la voz monótona e impersonal de la operadora le anunció que el suscriptor solicitado no estaba disponible. Colgó; acto seguido se encaminó a su destino.

Ella lanzó una maldición que se perdió en el silbido endemoniado del viento cuando el paraguas que utilizaba para cubrirse fue arrastrado por las fuerzas de la borrasca, dejándola a la intemperie. Alterada, dio un par de zancadas y casi de inmediato se apostó en el zaguán del edificio. Sacudiéndose las pocas gotas que habían osado salpicarla, prosiguió su taconeo hasta el lugar convenido mientras intentaba realizar otra llamada. En esta oportunidad, el mal clima había entorpecido las conexiones.

―¡Lo que me faltaba! ―resopló, irritada, al tiempo que guardaba el equipo en el bolsillo delantero de su pantalón―. ¡Sin cobertura!

El trayecto hasta el salón de muestras tuvo que hacerlo a oscuras, porque la electricidad también había caído víctima de las destemplanzas climatológicas. Cuando entró al recinto, sin embargo, se quedó pasmada a causa del estupor.

―¿Pero qué es esto? ―preguntó en un hilo de voz, repasando el salón iluminado por el albor artificial de las velas; a ver si lograba dar con el responsable del espectáculo―. ¿Dónde te metiste…?

Antes de que pudiera terminar de hablar, un indicio de movimiento a sus espaldas, la alertó.

―¡Qué bueno que llegas! ―profirió una voz gutural, escorando a tétrica.

La recién llegada se estremeció de pies a cabeza en el instante que su sentido del oído registró el estrepitoso eco. Obviamente, no era quien esperaba.

Silencio.

Prolongado, espeso y agorero silencio.

―¿Qué haces aquí? ―interrogó ella sin volverse cuando recuperó la voz; los ojos café desorbitados.

―No puedes jugar al gato y al ratón conmigo ―replicó el sujeto al tiempo que un rápido fogonazo se filtraba por las hendiduras de las cortinas.

La amenaza implícita le produjo otro doloroso escalofrío. Haciendo de tripas corazón, reunió el valor necesario para encararlo:

―No me estaba escondiendo.

―Lo sé. No puedes esconderte de mí.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―repitió la pregunta, por suerte, con más convicción.

―Vine por lo que me pertenece. ―Le sonrió con afabilidad, pero ella supo al instante que esa sonrisa era el preludio de una muerte resuelta. La suya―. ¿Quieres vino?

La joven tragó el nudo de su garganta antes de negarse.

―Es tinto ―insistió él mientras vertía el líquido escarlata en una copa de cristal―. Tu favorito.

―No tengo los archivos aquí ―le informó cuando su mano trémula cogía la copa. Apenas entonces, notó que él traía guantes de látex―. Mañana mismo te los hago llegar.

―¡Bebe! ―le exigió, ignorando su fútil intento por mantenerse viva, aunque fuera un día más. Ella acató la orden, dócil―. ¿Te había dicho que no toleraba este tipo de juegos?

Cualquier atisbo de sedición en ella y de gentileza por parte de él, se habían extinguido, fundiéndose en una atmósfera luctuosa; incluso agónica.

―Voy a hacer lo que tú digas ―le aseguró―. Todo será como antes.

―Por supuesto que sí.

La mujer se quedó helada cuando sintió las manos, que tantas veces la habían acariciado antes, resbalar desde sus cabellos castaños hasta el largo de su cerviz. Trató de desasirse, dejando caer la copa en el transcurso, cuando la presión sobre su cuello se intensificó, quitándole el aire. Intentó defenderse, pero el hombre era mucho más alto y fuerte. Luchar contra él era el equivalente a enfrentarse con una roca; no obstante, en un movimiento desesperado, ella lo arañó en el pecho y como eso era algo que su verdugo no esperaba, le brindó una ínfima oportunidad de huir.

Una que por supuesto no desaprovechó…

Entre tosidos e imprecaciones, corrió con premura hasta la puerta del salón mientras rebuscaba en su bolsillo el celular, mas antes de que consiguiera llegar, su agresor la jaló del pelo y luego afianzó el agarre sobre sus brazos. Ella procuró repetir la hazaña y, como consecuencia, una dura bofetada la estampó contra el pulcro piso de mármol.

El rumor de un fuerte trueno se dejó oír por toda la estancia.

―Habría querido que fuera de otro modo.

La mujer gimió, horrorizada, al saborear el dulzor amargo de su propia sangre.

―¡Detente! ―suplicó, rompiendo en llanto cuando el sujeto volvió a hacerse del control sobre ella―. ¡No lo hagas, por favor!

Tras un corto segundo, la castaña sintió como el aire dejaba de circular por sus pulmones al tiempo que se le nublaba la visión. Sin embargo, antes de que cayera desmayada, dio un respingo leve cuando algo muy parecido al piquete de un insecto con aguijón, le pinchó el cráneo.

Minutos más tarde, el cuerpo sin vida de una mujer indocumentada fue hallado en un charco de vino tinto en las instalaciones de la galería más importante de la ciudad.

...

La noticia estaba en primera plana: Acusan a Fiscal del Distrito de asesinar a su ex novia. Sakura la había leído por casualidad esa mañana mientras desayunaba en el hospital. El titular la fulminó desde la sección de sucesos cuando uno de sus compañeros ojeaba el semanario, en una mesa aledaña al tiempo que ella le daba el primer sorbo a su cappuccino deslactosado.

No había podido concentrarse en nada a partir de entonces.

La mujer apretó contra su pecho el periódico, que acababa de tomar de la máquina expendedora del tribunal, cuando las grandes puertas de metal del ascensor se abrieron de par en par.

―¡Dime que no necesito un abogado! ―exclamó, furibunda, al tener a Neji Hyuga en frente.

El hombre torció el morro, zarandeando la melena castaña. A continuación, y haciendo una seña remilgada, le indicó el camino hasta su oficina con el único fin de ahorrarse un escándalo en pleno pasillo del Ministerio Público. Sakura entró sin cambiar la expresión irascible de su rostro.

―No dramatices ―pidió Neji; su voz serena cuestionaba la sanidad mental de la forense―. Solo es prensa amarillista.

―No es lo que parece.

―Artículos como ese se publican todos los días ―explicó―. No tienes idea de cuán mordaz pueden ser los medios en Konoha.

Sakura lo miró, insegura, mientras él tomaba asiento de lo más tranquilo. Frunció el ceño ante su desparpajo a la par que se mordía la lengua para evitar lo que Ino calificaría como una rudeza innecesaria. Lo cierto era que a ella le importaba un comino la opinión pública; lo que realmente la traía de los pelos era verse involucrada en un caso de homicidio en primer grado y no, precisamente, como solía estarlo: una experta en medicina legal.

―Siéntate.

Ella se rehusó con un aspaviento de negación y, para su desgracia, esta vez no pudo evitar formular la pregunta que, desde hace días, tenía atascada entre pecho y espalda:

―¿Tú lo hiciste?

Al instante en el que las palabras salieron de su boca, se arrepintió. Sin embargo, el mal ya estaba hecho; había sacado al gato de la bolsa y solo quedaba esperar a ver que salía de todo eso.

―¿Qué cosa? ―preguntó Neji en un tono que delataba inocencia fingida mientras ordenaba un portafolio lleno de documentos―. ¿De qué hablas?

Sakura, quién adivinó enseguida que él ya sabía a qué se refería, arrugó el rictus, enfadada.

―¿Mataste a tu novia? ―lo confrontó sin miramientos; pendiente de cualquier gesto que lo pusiera en evidencia.

Neji enarcó una ceja, procurando parecer ofendido. La verdad, no lo estaba. Había conocido a Sakura hacía apenas una semana, en un bar y aparte de la noche que habían pasado juntos en el departamento de esta, hoy era la segunda vez que la veía. Ergo, si se permitía ser racional, ella tenía todo el derecho de sospechar de él. No es como que se conocieran de toda la vida, después de todo. Sin embargo, verla en esa pose de detective improvisada, despertaba en Neji una rara atracción impúdica que era incapaz de mantener a raya.

―¿Crees que yo lo hice? ―Decidió divertirse, poniendo a prueba los nervios de la mujer; su mirada reflejaba un hierático deseo.

―Quiero saber si eres un asesino ―replicó, ceñuda, pasando por alto los intentos de seducción de los que acaba de ser víctima.

El fiscal se encogió de hombros. Desde que su ex prometida apareciera muerta con signos de haber sido estrangulada, la gente no había parado de hostigarlo con ese tipo de cuestionamientos. Podría decirse que ya estaba harto.

―Si yo la hubiese matado, lo habría hecho de un modo muy diferente. ―El tono de la confesión le heló la sangre a Sakura. Entretanto, él se levantó de la silla y se apostó frente a ella. Tomando un mechón rosa entre sus dedos, expuso―. Créeme que no habría dejado ninguna pista que me incriminara.

―¿Ese es tu argumento para convencerme de que no lo hiciste? ―salmodió ella al sobreponerse de la impresión―. ¿Vanagloriarte por tu genialidad?

Neji se alzó de hombros; aprovechándose de la cercanía entre lo dos, musitó en el oído de la forense:

―Yo no tengo que convencerte de nada. Según el Código Penal, soy inocente hasta que se pruebe lo contrario.

―Pues te comportas como si no lo fueras. ―Le hizo ver, ignorando su oneroso alegato sobre el Principio de Presunción de Inocencia.

Después de todo, según uno de los postulados de Ino Yamanaka: las mentes más brillantes, también pueden ser las más retorcidas.

―Esa es una aseveración ambigua ―soltó con despreocupación, haciendo gala de la pericia de un abogado acostumbrado a salirse con la suya.

No en vano, Neji Hyuga se había convertido, a sus veintisiete años, en el Fiscal de Distrito más joven en la historia del ayuntamiento. Y aunque ese era un hecho admirable, lo que hacía de ese logro algo realmente meritorio, era que él había sido designado para ese puesto por Tsunade Senju; nada más y nada menos que la Alcaldesa Metropolitana. Su nombramiento, no obstante, estuvo empañado por la controversia; puesto que hubo muchos malintencionados que adujeron que él había obtenido el puesto valiéndose de las influencias de su familia (una de las más poderosas del país). Pero la verdad era otra y la misma estaba respaldada por las estadísticas: durante los cinco años que el joven Hyuga fungió como asistente del fiscal, había enviado a prisión a más delincuentes que ningún otro abogado del estado. En el ínterin, había conseguido dos cosas: muchos enemigos y la vileza requerida para perpetrar el crimen perfecto.

Sin lugar a dudas, él no era el tipo de hombre que estuviera acostumbrado a perder. Por eso cuando se supo que su ex novia había puesto fin al compromiso que los mantenía unidos desde hace un par de años, a nadie se le hizo extraño que su nombre encabezara la reducida lista de sospechosos que manejaba la policía.

―Yo no estoy asegurando nada ―bufó Sakura, molesta por la insolencia del hombre al tergiversar sus palabras―. Solo quiero saber a qué atenerme.

Su preocupación era válida; Neji lo sabía porque, según los procedimientos burocráticos que él mismo defendía a capa y espada, si un agente de cualquier unidad del Cuerpo Policial figuraba como testigo circunstancial en un homicidio, debía ser relevado de sus funciones de inmediato. Además, ella le gustaba y mucho; no quería salpicarla con toda esa inmundicia que lo acechaba. Tal vez cuando las cosas se resolvieran, Sakura y él podrían tener esa cita normal que se habían prometido. Pensando en eso, optó por dejarse de rodeos:

―Sakura, yo no la maté y tú deberías de saberlo mejor que nadie.

―¿Yo? ―inquirió la aludida―. ¿Cómo podría saber yo que no eres un sociópata con inclinaciones homicidas?

Neji hizo una mueca de gracia, que evidenció lo bien cinceladas que eran sus facciones patricias, arrobando a la mujer. Acto seguido, replicó:

―Tú determinaste la hora de muerte. Así que si sacas cuentas… ―Señaló la foto que aún conservaba en el escritorio de su oficina―; a ella la asesinaron mientras nosotros teníamos sexo; en la comodidad de tu departamento, valga mencionar.

Sakura enrojeció, ligeramente, abochornada. Sacudió la cabeza presa de la turbación cuando la mano de Neji alcanzó su rosada cabellera y luego se deslizó, sin aviso previo, hasta depositarse en su cuello para acariciarlo. Él volvió a reducir las distancias, pegando su boca en el oído de ella.

―Exactamente, cuando mi lengua jugueteaba en tu entrepierna ―le recordó con una sonrisa tan imperceptible como pícara, que solo sirvió para acentuar, aún más, la soflama de Sakura.

―Ya entendí ―balbuceó ella, aclarándose la garganta―. Soy tu coartada.

―O mi cómplice ―apostilló Neji, tan dubitativo que no pudo advertir la reacción de su acompañante.

En ese momento, Sakura tuvo que reconocer que, pese a que los alegatos de Neji podían convencer al jurado más calificado de absolverlo de cualquier cargo, para ella sus intenciones no estaban del todo claras. A la postre, sus recelos le darían la razón. Dos meses después de esa conversación, Sakura Haruno estaba esperando en el pasillo del tribunal a que un juez dictara sentencia en la audiencia de arraigo del fiscal Hyuga. Solo que para entonces, ella confiaba tan ciegamente en Neji, que estaba dispuesta a jugarse la piel con tal de demostrar que el hombre por el que había perdido la cabeza, no era un asesino.

Continuará...


¿Raro, eh?

*N/A: Este fic está estructurado en diez capítulos y, como ya pudieron darse cuenta, gira en torno a un homicidio del que Neji Hyuga es el principal (pero no único) sospechoso. Si quieren descubrir al verdadero culpable los invito a acompañarme en este, mi fic más misterioso, y estar pendientes de todas las pistas que saldrán a flote con cada capítulo. Ojalá les haya gustado y si tienen dudas o sugerencias estoy puesta para resolverlas/atenderlas. En otro orden de ideas, pues decirles que esta historia es el resultado de una idea propuesta por una gran amiga: Crimela; hecha en el topic del Amigo Secreto del Foro La Aldea Oculta entre las Hojas, del que soy moderadora. Estoy a la tarea de actualizar lo más pronto posible, pero eso es algo que ahora mismo se escapa de control.*

¡Feliz existencia!