Wolas, no me he podido resistir a participar!

A parte me viene de perlas! Este One-Shot es un spin-off de la historia en la que se va a convertir mi otro One-Shot "¿Pesadillas?" Ya que es una historia que es desde la perspectiva de Hermione y hay momentos de otras parejas que me gustaría plasmar por lo que haré esto bastantes veces cuando empiece esa historia. Serán pequeñas historias paralelas de una misma trama.

Este fic participa del Reto Temático de Marzo "Theodore & Luna" del foro "Provocare Ravenclaw"

Disclaimer: Todo lo que se reconozca es de la maravillosa JK Rowling.


Poesía a media noche

La guerra había terminado. Sí, pero había dejado tras de sí un reguero de muerte, angustia, desesperación y miedo, del que nadie podría desprenderse en tiempo.

El hospital de San Mungo estaba más abarrotado que nunca, todas las habitaciones estaban ocupadas con más de un inquilino por falta de espacio, incluso habían tenido que hacer un hechizo de Extensión Indetectable para poder albergar a tantas víctimas, tantas personas destrozadas por una causa injusta.

Luna Lovegood podía sentir todas esas sensaciones que había dejado la guerra como un terrible recuerdo de todo lo que habían perdido, pero había aprendido a darle forma, a verlo de un color más brillante, sabiendo que todas las personas que la guerra se había llevado estaban esperando detrás de un velo para algún día poder reencontrase con sus seres queridos.

Lo había aprendido desde bien pequeñita, sabiendo que su madre la veía y velaba por ella desde donde estuviera. Esperando ese día en el que su padre, su madre y ella pudieran volver a estar juntos, sin volver a separarse.

Luna, caminaba por un pasillo de la cuarta planta del hospital donde atendían daños provocados por hechizos. A su padre le había alcanzado un hechizo perdido en medio de la Batalla Final de Hogwarts, pero no era grave, estaría bien en unas tres semanas, debía tomarse dos gotas de una poción violeta una vez al día, durante esas tres semanas, que hacía que durmiera como un bebé la mayor parte del día, cuando estaba despierto el hechizo le provocaba alucinaciones y por eso era mejor que se quedara en el hospital.

Pero la chica no estaba preocupada por su padre, sabía que se pondría bien y creía inútil preocuparse por algo que ya estaba solucionado. No, ella se preocupaba más por el inquilino que yacía, en un estado de inconsciencia, en la cama de al lado de su padre.

Cuando habían mandado a su padre a esa habitación hacía dos días atrás, él ya estaba allí, en el mismo estado.

La primera noche no había querido acercarse, pero había notado como el chico se removía en un estado de incomodidad constante, tenía un sudor frío que le perlaba la frente creando diminutas gotas saldas que trazaban un camino por su sien hasta bajar por su fibroso cuello, perdiéndose por la bata del hospital y desde el sillón a los pies de la cama de su padre, se había quedado fascinada viendo como ese chico con el que nunca había cruzado una palabra, le estaba atrapando, como la miel a las moscas.

La segunda noche no había podido evitar acercarse hasta estar plantada a los pies de su cama, viendo como el sudor volvía a perlar su frente y como su expresión se contraía en una mueca de dolor. Preocupada, Luna, se inclinó un poco hacia él, levantando una mano, posándola en la frente del inconsciente chico que parecía estar sufriendo en silencio. Entonces, el cuerpo de este empezó a convulsionar y Luna, con una expresión aterrada en el rostro, hizo un movimiento de varita, llamando a la enfermera, al tiempo que se inclinaba hasta posar la frente en su sien susurrándole con los ojos cerrados en el oído:

- Shh… Theodore Nott… estoy aquí, no estás solo. Aguanta y encontraremos la salida.

Al tiempo que con la mano que tenía libre – después de haberse guardado la varita de nuevo en el bolsillo – empezó a acariciarle el oscuro pelo, en un suave toque, como si fuera el ser más delicado sobre la tierra y Theodore empezó a calmarse lentamente, pero sin borrar esa expresión de dolor de su rostro. Esa noche decidió que le ayudaría a regresar aunque fuera a base de aburrirle de contarle historias. Había escuchado a los Sanadores decir que no podían hacer nada por él, que no despertaba o porque no podía o porque no quería.

Así que allí estaba ella, acababa de cenar y se dirigía hacia la habitación de su padre y de Theodore Nott, con un libro de Poesía que le había regalado su padre, poco después de que su madre hubiera fallecido y el cual le había ayudado mucho en innumerables ocasiones en las que se sentía sin fuerzas, perdida…

Sin hacer ruido se adentró en la oscura habitación, dejando una rendija de la puerta abierta para que entrara un resquicio de luz, su padre ya debía de estar dormido desde hacía rato y él… debía estar como siempre, perlado en un sudor que cada día fascinaba más a Luna. Con lentitud y sin encender ninguna luz cogió la silla que había a los pies de la cama de su padre, dejándola muy cerca de la cama de Theo.

Alargó la mano acariciándole la sien, llevándose en su dedo índice una gota de ese sudor que la había atrapado desde el primer momento, con una morbosa fascinación observó la gota de sudor en la punta de su dedo y lentamente se la fue acercando a los labios, probando su salado sabor con los ojos muy abiertos.

Sacudiendo la cabeza, despertando de su ensoñación abrió el libro, apoyado en su regazo, por la página en la que sabía que estaba el poema que a ella tanto la había ayudado, con el que había aprendido a levantarse y empezó a susurrar en voz muy suave:

"La vida es curar las heridas y volver con dolor a la carga.
Es aprender a andar con los tobillos y los sueños rotos
A cabalgar sin silla, a saborear el trago amargo.
Es darlo todo en cada tramo, aunque nos hayan pasado por delante.
Es entregar lo que te queda cuando ves la meta enfrente.
La vida es perder continuamente,
teniendo siempre en mente
que la victoria estará allí, esperándote
con su vestido transparente.
Es dura la vida.
Y a veces cuando pensamos que no puede serlo más,
aparece algo realmente duro en el camino
que nos muestra que la vida no se anda con cuentos
y seguimos cayendo
Y cuando vemos que ya nada vale la pena
que todo ese esfuerzo es en vano
que vivir de esta manera no parece humano
entonces, de entre la bruma,
y sobre las cenizas, aún calientes,
aparece radiante la vida
con una gota de esperanza
o con un ramillete de ilusiones
y una vez más con su sonrisa en los labios
nos tiende de nuevo su mano.
Y nos damos cuenta de que vivir es para valientes
Y que todos, sin excepción, algo tenemos de héroes"


Theo estaba sumido en un extraño vacío, no veía nada, la oscuridad le engullía, escuchaba un leve zumbido que lejos de tranquilizarle sólo hacía que aumentar su desesperación. De vez en cuando olas de dolor atravesaban todo su cuerpo, haciendo que su mente gritara lo que él no podía, era una tortura silenciosa.

Vagaba por ese vacío intentando salir de él, encontrar un resquicio de luz, pero el tiempo pasaba sin dar con nada más que esa oscuridad que a cada minuto iba alimentándose de su esperanza, de su fuerza de voluntad.

Hasta que de un momento a otro sin esperárselo, empezó a escuchar el eco de una suave voz que le hablaba. Debía ser un ángel, pensaba Theo. Su ángel de la guarda que había venido a guiarlo para salir de ese vacío de desesperación y oscuridad. Sólo debía seguir hacia arriba que era de donde le parecía que salía esa angelical voz. Se escuchaba muy lejana, puede que estuviera lejos, pero estaba decidido a seguirla, no quería seguir sintiendo ese dolor, esa angustia, esa ausencia de vida.

Volvía a tener esperanza, después de lo que le parecieron años, tenía esperanza de salir de ese pozo.

Su ángel le estaba guiando, velando por él.


Espero que os haya gustado ;)

'Caer y levantarse', un poema escrito por Fernando Escobar Borrero para Nairo Quintana el ciclista colombiano, que abandonó la Vuelta a España.