Renuncia: todo de Kohske.
Aclaraciones: contiene spoilers. Ubicadlo antes de la matanza Arcangelo (otro spoiler, lol). Y digan Hola a uno de mis mangas favoritos. Estoy enamorada de esta dupla y tenía que estrenarme con ellos. Que sí, el fandom está en decadencia y sólo hay 12 fics —con este 13— pero me vale.
Empezaron, quizá, no de la mejor manera. Worick se había cansado de admirar el cielo, las nubes pasar, envidiándoles la libertad de ir a donde les apeteciera sin nadie que impusiera un límite.
Sumido en un montón de pensamientos banales dio una calada al cigarrillo que traía en mano antes de escuchar un rasposo «Wallace-sama, venga un momento». Y conteniéndose de poner una mueca le dio un vistazo al recién llegado, aún recargado en las rejas de la mansión Arcangelo. Se trataba de un hombre, un hombre acompañado por un niño.
Reconoció al más grande como uno de los guardias que había contratado su padre, hacia un año, Gaston Brown. Un militar. El menor, en cambio, le descolocó un poco. Con una mirada negra e inescrutable, y pese a traer en sus manos una katana, no superaba la mayoría de edad, ni siquiera los quince. Tras hacer presunción de sus conocimientos al comandante Gaston y recibir a cambio una risa seca Worick se encontró solo con el otro muchacho.
«A partir de este instante, esta cosa será su nuevo guardaespaldas personal».
«Y se mantendrá a su lado, donde quiera que vaya, Wallace-sama».
Consideró que aquello era una pérdida de tiempo, un para siempre era sinónimo de incertidumbre, después de todo. Y también habían asegurado eso con cada uno de los antiguos cuidadores que su padre le había impuesto. Y ninguno le duró demasiado. Cretinos, no eran otra cosa sino un montón de cretinos. Y Worick los despreciaba.
Si tanto dinero gasta mi padre para que me vigilen, ¿por qué no se lo ahorra él conviviendo conmigo?
Frunció el ceño. El desconocido no tenía la culpa de nada, sin embargo, Worick se permitió el capricho de regocijarse ante la perspectiva de que muy pronto volvería a la antigua rutina y éste desistiría para con él. Así, pues, optó por ignorarle. Fingiendo que estaba tan solo como antes. Sin escuchar ni una réplica o protesta al traerlo de un lado a otro, el jardín, la biblioteca, el ático, el comedor. Cualquier otro se hubiese quejado. Cualquier otro se irritaría y Worick podría usar de pretexto que se salió de sus cabales para despedirle. Le observó de reojo, con los labios apretados, preguntándose por qué.
Exagero, seguro. Pronto se hartará de mí. Todos lo hacen.
Ignorando su creciente malestar y desconcierto, Worick tomó un libro de historia. Se dedicó el resto del día a ojearlo, con un cigarro en la boca, cuidadoso de que ninguna sirvienta le pillara con el objeto y avisara a su padre. El chico le acompañó hasta que el sol se puso, tan callado como un fantasma. Daba la sensación de que ni siquiera estaba ahí.
(…)
— Así, pues, conocida como Ergastulum se estableció en el año 1913 y… —cabeceó, ante la explicativa de la tutora. Nicholas se hallaba de pie, a las afueras del cuarto. Worick no comprendía. En lo absoluto, era más bien una especie de fenómeno indescifrable. No sólo no protestaba ante su indiferencia, sino que al día siguiente se lo encontraba en frente de la puerta de su habitación. Y con un ojo morado. Worick no supo cómo reaccionar al ver la piel hinchada y a él tan tranquilo al respecto.
Algo así, algo así debía doler.
Tampoco estuvo seguro de qué hacer ante la reverencia que le dedicó. Tan natural, no era forzada.
Es que si meditoal respecto se parece a, a mí. ¿Entonces, qué motivos tiene para rebajarse? Además de que mi familia es de clase alta.
La mitad de la familia, sería más apropiado.
Mordió la punta de una pluma. Prefiriendo no acordarse de ese detalle. Su nuevo vigilante era un dolor de cabeza. Y qué si aparentaban aproximarse en edad y su compañía no resultaba tan tediosa. No importaba. Nunca había importado.
Seguro le caes mal, y por ello no te ha dicho ni una palabra.
Intentó concentrarse en la materia, apartarle.
(…)
— Ey. Cuál es tú nombre.
Y no funcionó.
— Ey —repitió más fuerte. Con un libro entre los dedos, como era un hábito—. Tch, ¿Me está ignorando adrede?
No era su culpa si al otro chaval tampoco le apetecía estar ahí. Fue una decisión que estaba más allá del poder de su alcance. Por lo menos podía fingir que le interesaba.
Con escasa paciencia, Worick alzó su tono de voz. Tomándole de la manga de la chaqueta.
— ¡Ey, debes cumplir mis caprichos ¿no?, así que háblame! —por fin le prestó atención, entonces. Mirándole con estupefacción. El sorprendido debía ser él, consideró para sus adentros. Aquello rallaba lo irreal—. ¡¿O es que mi padre te lo prohibió?! ¡Di lo que sea!
Permanecieron inmóviles un segundo, después el muchacho hizo un gesto, señalando sus orejas. Worick entreabrió los labios.
— L-lo… sien… to. No… puedo… o-oír.
Y tuvo miedo. Ese pavor que sólo sentía en presencia de su padre, cuando se cabreaba y alzaba una botella de whisky o el puño por encima de él, amenazándole entre balbuceos inentendibles «Wallace, imbécil, apártate de mi camino. Wallace. Waaaaallace».
No tuvo la intención, ni un motivo válido, no obstante, le fue inevitable salir corriendo. Soltando el libro y terminando éste en el pasto recién podado, y dejando atrás a esa cosa.
¡Pero es un humano, como tú! Se reprochó ¿Lo es?
Tan joven y con una katana en sus posesiones. Tan joven y sordomudo. Tan joven, no aparentaba llevarse bien con sus compañeros soldados. Le había visto.
Confundido Worick corrió hacia su cuarto. Huía lejos, daba igual el destino, sólo anhelaba escaparse. Se encerró, abrazándose a sí mismo (porque nadie más le abrazaba, nunca) acunando el rostro entre sus piernas. Calmándose, poco a poco. Le vinieron imágenes de él, de su madrastra y su padre —¿quién es un bueno para nada?—y las lecciones de su profesora.
«Los Crepúsculos tienen a lo máximo un periodo de vida de treinta, y son dependientes a un medicamento especial conocido como "Celebre". Con poder sobrehumano…». ¿Crepúsculo, a quién diantres le interesaba?
Estoy asustado, y no sé por qué. Patético.
Hubiera sido más sencillo si desistía.
Pero no lo hizo. Y ante las peticiones desesperadas de las mucamas porque saliese de ahí y tras lanzar una lámpara y cualquier objeto que tuviese a su alcance para intimidarles, Worick confirmó que en realidad sí compartían algo.
— ¡No entres, maldita sea, no–!
Alguien —él— empujó la puerta con suavidad, el reproductor de música cayó. No se inmutó, tenía más heridas que antes. Sangre seca, incluso. Le tendió el libro, con sumo cuidado. Escudándose con un torpe no sé leer, te lo devuelvo que sonaba fatal debido al desuso de sus cuerdas vocales. Worick lo miró. Lo miró en serio.
Él–
Él no es como los demás. ¿Cómo…?
— Creo, creo que no hemos tenido la oportunidad de presentarnos —dijo—. Me llamo Wallace. Wallace Arcangelo. ¿Y tú?
No es malo.
— Ni… —falló, empezándolo de nueva cuenta—, Nicho… las —y tras observar las cuatro paredes, optó por señalar su escritorio. Era de un color café opaco.
—Nicholas Brown, ¿uh?—Un asentimiento. Worick sonrió, divertido—. Guay.
(…)
No, en definitiva, su comienzo fue cutre. Worick se cuestionaba a menudo la razón. Le había juzgado con precipitación y erróneamente. Empero, al estar con él, ambos sentados en los lados opuestos de una mesa de su estudio, más notaba sus similitudes.
Evitaba la mera consideración de que Nicholas fuese un Crepúsculo. Pese a esas pastillas misteriosas que le daban, ocultándose con las hojas de los árboles. Y que tuviese una cadena y placa con código y se comportara con tanta cautela.
«Tú debes entender que conmigo puedes actuar normal».
Nicholas fijaba sus orbes en él, con curiosidad y Worick tendía a soltar un suspiro. Ordenándole que tomase asiento en una silla y no el suelo.
No eres ninguna mascota.
— ¿Puedes dirigirte a mí como Worick, entiendes? Worick. Wallace es muy aburrido y así me llaman mi padre y el resto de adultos en este lugar; no me agrada —explicó, con aparente desinterés. Nicholas coincidió. Comprendiéndole. O quizá no. Quién podía asegurarlo, nadie. Más era reconfortante.
Nicholas se recargó en la mesa fría, Worick no tardó en imitar su acción. Se contemplaron. Sin ningún ruido.
— Si no hay inconvenientes, puedo enseñarte a escribir. Y leer ¿Qué tal? —Nicholas dudó, un efímero minuto—. No seas quejica. Leer es entretenido "y promueve el conocimiento e inteligencia". Mi memoria es excelente como pocas, mi tutora dice que es porque me la paso con la nariz en un libro, como un ratón de biblioteca.
[¿Qué tiene de productivo ser un ratón?]
Worick quedó perplejo ante la interrogante que expresaban sus ojos. Sin siquiera evitarlo, rió.
(…)
Se convirtió en una rutina. En donde Worick buscaba a Nicholas y éste no rehuía y el día a día en la mansión se volvía más ameno, menos complicado o insufrible. Era igual para Nicholas, por lo que podía vislumbrar.
«Tu brazo, ¿qué te pasó en el brazo? Esa marca no estaba ayer».
Lo intuía en verdad. Escondiendo golpizas similares bajo sus propias mangas.
«M… me… c-caí».
— Ah, yo suelo caerme mucho también, sabes —Worick ladeó el cuello—… Menudo torpe soy.
Nicholas se limitaba a arrugar el ceño, prosiguiendo con las lecciones de escritura. El rasgar del lápiz contra el papel. Mecánicamente. Y Worick meditaba que asemejaba algo extravagante. Pero de repente acaecían ataques anti-Crepúsculos y el orden se alteraba y su padre se preocupaba únicamente por la seguridad de Michael y su esposa, no la de él, abandonándole a su suerte y llegaba a la conclusión de que ese hombre podía ser menos decente que Nicholas o cualquier recluido de la sociedad. Quizá era peor.
Yo no pedí que mi madre fuese una prostituta.
Y habría un cadáver en el césped. Una vida que Nicholas arrebató sin miramientos. Igual que un peón. Un perro del ejército.
Lo siento, no era mi intención. Lo siento.
Y le reprenderían. A Nicholas. A él. Worick sólo tuvo el impulso de ayudarle.
«Intentas usar a ese mocoso a tu favor y derrocarme, ¿a que sí? ¡Me traicionas, jodida peste! ¿Crees que es gracioso?»
¿Tenía que reírse? No sabía. Quería llorar. No se atrevía.
«Tienes la misma cara estúpida de tu inútil madre».
Agradecía por ello, sería intolerable mirarse en un espejo y ver a su padre reflejado en este. Deseó, en muchas ocasiones, soltarle que era ella de donde había sacado todo su encanto. Worick se contuvo, cada una de ellas. Porque era su mismo linaje. Era su hijo. Y no lo trataba como tal.
¡Padre no, padre, escucha, por favor padre!
— Perdón.
El licor goteaba de sus cabellos y le manchaba el saco y la camiseta. Fragmentos de vidrio roto estaban desperdigados en la alfombra. Todo había acabado. Ahí, ahora, al menos. Pues se repetiría. Era inevitable.
Se mantuvo en una posición fetal, incluso cuando su padre se fue.
Al distinguir su sombra del lado opuesto del pasillo, le indicó a Nicholas que podía pasar, abriendo la puerta levemente. Arreglándose la ropa y secando sus lágrimas se levantó, sacó una caja de su bolsillo izquierdo, y al echarle un vistazo, chasqueó la lengua.
— Demonios.
— ¿Q… q-qué o… ocurre?
— Una tragedia —Worick silbó. Ambos, con obvias señales de una paliza—. Se me terminaron los cigarrillos.
Fue la primera vez en que creyó atisbar algo parecido a una sonrisa por parte de Nicholas.
(…)
Actualmente no entraba a su lista de cosas con relevancia si Nicholas era o no un Crepúsculo. A Worick le habían discriminado tantas ocasiones que sentía cierta empatía o semejanza por los parias y él no sería la excepción a ese hecho. Si bien no debía demostrarme en público —«No te atrevas a mencionar de nuevo al mocoso Brown en mi presencia»— le consumieron los nervios al encontrarlo semiconsciente, rodeado de los demás guardias, pese a su frío semblante.
Rondaba por su mente aún el libro que recién había encontrado. Lenguaje de señas. Y una en particular.
«Matar».
[¿Te importaría si les asesino? ¿Puedo…?]
Yo–
En cuanto estuvieron a solas le ganó el temor.
— ¿Todo bien? —Nicholas asintió con prisa—. Ya.
Absurdo. Nada estaba bien. Ni siquiera en orden.
¿Por qué se dejaba Nicholas ahogar por la corriente? Worick añoraba salir, no quedarse cautivo. Como un preso. Se resentía con las nubes y los pájaros y solía maldecir a los barrotes que le encerraban murmurando con amargura "Nunca te has preguntado por qué" y recibiendo, a cambio, silencio.
Expulsó el humo del cigarro Palmall. Nicholas extendió el cuaderno y sus anotaciones. Letras deformadas.
— Pff, viejo. Tu caligrafía apesta.
Worick casi olvidó el origen de sus penas. Con una sensación prácticamente desconocida para él pululando en el aire. Más cálida que un abrigo de piel, más empalagosa que un caramelo, más fuerte que una cachetada de su padre.
— Supongo que se llama alegría. Estoy feliz —Nicholas le observó, inquisitivo—. ¿Qué? —Éste negó de inmediato—. Anda, suéltalo.
— E… e-es ag… gradable… ser… fe-feliz.
Worick sonrió de medio lado.
— Sí. Sí lo es.
Tal vez valía la pena aguantar tantos maltratos si al lado de Nicholas podía compartir esa emoción. Daba risa la mera idea así que procuró rechazarla. No lo consiguió.
Acordándose de su nueva adquisición la quitó por encima de sus rodillas y la colocó en la mesa. Iniciando una explicación más o menos razonable a las ventajas entre ellos si ambos aprendían a comunicarse por medio de señas con las manos. Nicholas coincidió con él, mostrándose interesado en el asunto.
— Vale, entonces empecemos con lo básico. Saludo y despedida, y–
Nicholas lo señaló a él, luego a sí mismo, movió sus dedos. Worick se detuvo, estudiándolo.
— ¿Qué significa eso?
Ni por un segundo se le ocurrió que Nicholas pudiese ser un monstruo, una cosa, en ese instante. Porque a su manera de ver, no era así. Desde su punto de vista, eran en la misma medida humanos.
[Tú y yo somos]
Y la seña de Nicholas, su voz sin sonido, sólo se lo reafirmó.
[…Amigos].
Y ahora es el momento en que digo que (en teoría) este oneshot va dedicado a CattivaRagazza, y (en teoría) espero le agrade, porque sólo yo regalo fics así de feos y es que es ella quien más me aguanta mis tonteras, me inspira a no abandonar el fandom de FT —ya, lo dije— y leyó esta serie debido a mí. Se te quiereodia mucho, Cattiva.
