Hola a todos :D , disculpen la tardanza de publicar nuevos fics/capítulos, pero he sufrido un accidente de tránsito, y recién me estoy restableciendo, además que comencé de nuevo mi trabajo. Al menos ahora he podido tener más clara esta nueva idea de historia que he hecho, desde ya agradezco el apoyo que reciba, estoy entrando a un campo algo complicado con este fic x3 (2da guerra mundial, drama, y una pareja poco usual (TasaElsa), desde ya menciono que ni Frozen ni Big Hero 6 me pertenecen, solo la historia que escribo x3, bien sin más preámbulos, les dejo el primer capítulo.
PD: Por el momento no pondré este fic en croosver, sino ya más adelante.
PD 2: Esta historia estaba basada en la época del la segunda guerra, pero puede que haya hechos que no tengan que ver con aquella época o la sociedad de ese entonces, además de tocar temas fuertes, si hasta este momento haz leído este mensaje, es que ya estás más que advertido.
Capítulo 1
Alemania 1939
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La gente gritaba con pavor ante el inminente ataque de los alemanes, los cuales no tenían piedad por todo aquel que tenía en sus venas una parte judía, una carnicería humana comenzaba nuevamente mientras la colonia de judíos y mestizos corrían por salvar su vida del destino que les podría esperar ante el dominio de quienes se consideraban la raza "pura".
Familias empezaron a separarse entre la huida, niños lloraban por volver a ver a sus padres, otros eran atrapados a ciertos trenes que los llevarían a quien sabe donde pero que no les traería nada bueno, y algunas esposas que enviudaron al instante al ser protegidas por sus maridos. Todo era caos.
El general de aquella tropa que entro a "cazar" a quienes consideraban de impuros era de la familia Westergard de Alemania, justo aquel hombre joven de cabello rojizos y mirada penetrante seguía junto a un par de soldados a un par de jóvenes, al parecer hermanas, hacía el bosque.
Era de noche pero el brillo del fuego en la colonia así como los gritos y disparos alertaron a un par de hermanas de huir. La mayor era de piel blanca y pelo rubio, podía pasar fácilmente de la mirada de los alemanes, pero su hermana menor era de pelo rojizo y su piel era un poco más tostada que el de ella, ambas jóvenes habían perdido a su familia y solamente quedaban ellas con vida, la rubia platinada no podía dejar que los alemanes lastimaran a su hermana o peor aún, la separaran de ella. Era su único familiar vivo, y ambas habían salido adelante a la adversidad, así que sin coger sus cosas corrieron hacia la profundidad del bosque, aunque en su huía fueron descubiertas por el joven general alemán.
- ¡Deténganse! - gritaba a todo pulmón el rojizo mientras apuntaba con su arma y algunas balas caían a algunos árboles, asustando más a las hermanas.
- Elsa… me duelen las piernas… - comento casi exhausta la menor.
- Anna, por favor no te detengas, debemos seguir corriendo hasta el río, ya queda poco.
La rubia suplico mientras jalaba de la mano a la rojiza y le ayudaba a seguir corriendo.
Finalmente sus suplicas parecieron llegar para ambas, al ver el río ante ellas, Elsa jalo a su hermana hacía las caudalosas aguas detrás de un gran roca, guardando silencio y rogando a Dios que no las encuentren.
El general Hans Westergard llegó a aquel río, pero la oscuridad no le permitía ver donde se encontraban además del ruido de las aguas, mirando de un lado a otro y revisando la zona, no noto nada más. Finalmente se retiro con sus soldados diciendo unos cuantos improperios. Las hermanas se habían salvado.
Con mucho cuidado y totalmente empapadas salieron de su escondite atrás de las rocas para ver que todo el peligro ya había pasado, aunque con tristeza podían sentir el humo a pólvora y el grito de algunos moribundos en el pueblo. Elsa y Anna se miraron con pesar, ya no podían regresar, pero tampoco tenían donde ir.
"A menos que", pensó la rubia mientras miro el río y el camino que este conducía, como todo río tenía un final y era el mar, su única esperanza era continuar caminando hasta llegar al puerto y huir en el primer barco que salga de Alemania antes que totalmente las fuerzas Nazi ocuparan toda vía de escape, tenían pocas horas de esperanza.
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San Francisco 1939
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- ¡Extra! ¡Extra! ¡El presidente Roosevelt se declara neutral ante la segunda guerra mundial! – un jovencito vendedor de diarios gritaba por una de las tantas esquinas transitadas de San Francisco.
En Estados Unidos aún se sentía la calma ya que no estaban involucrados en dicha guerra, al menos varias personas pensaban ello.
- Dame un diario por favor – un joven asiático de cabellos negros y con uniforme de trabajar en algún taller de autos se acerco amablemente a comprar un periódico que le permitiera enterarse más de lo que ocurría, él no podía evitar mostrarse preocupado por lo que ocurría en el otro lado del planeta.
Mientras caminaba con rumbo a su trabajo, una voz familiar le llamaba repetidas veces.
- ¡Hey! ¡Tadashi!
- ¿Hiro? ¿Qué haces aquí? No sé supone que debes ir a la escuela.
- Bueno a decir verdad, sí, pero como estaba aburrido, me escape de clases.
- Hiro… - comento frunciendo el ceño el joven azabache.
- Ok, ok, hermano… "No debo de escaparme de clases si deseo ser alguien importante algún día", es el mismo sermón de siempre – comento el hermano menor de Tadashi, que tenía el pelo igual de negro que él, pero más alborotado.
- Bien, como ya no puedes regresar a la escuela, y necesitas un buen escarmiento, vendrás conmigo al taller.
- ¡Genial!
- No te alegres mucho hermanito, tengo reservado un "trabajo" para ti.
- Oh oh…
En eso ambos hermanos caminaron juntos hasta el lugar donde trabajaba Tadashi.
Hiro y Tadashi Hamada, eran muy protectores el uno al otro, desde que su tía Cass falleció por un accidente de tránsito, Tadashi se hizo cargo de todos los cuidados de su adolescente hermano menor, trabajando si es posible el doble para mantenerlo a él y la pequeña casa que tenían como herencia de su tía, aunque conforme pasaba el tiempo, más aumentaba la deuda de pagar la renta, aquella preocupación en el joven crecía cada vez más.
San Francisco era una ciudad muy transitada en aquellos años, aunque la búsqueda de empleo se complicaba más para los extranjeros, sobre todo los latinos y algunos de origen europeo, en algunos casos, aquellas personas terminaban robando o metidos en alguna mafia con tal de tener un pan en la boca y un día más de vida, eran pocas las personas que preferían seguir intentándolo, aquella situación era precisamente para las hermanas Arendelle, quienes después de semanas de viaje y con la suerte de su señor, pudieron llegar a salvo a Estados Unidos, librándose del cruel destino que les había esperado en Alemania.
Ahora las dos jóvenes de 21 y 18 años respectivamente, debían ganarse el pan del día, aunque la suerte no les sonreía mucho, sobretodo porque no tenían donde dormir y sus ropas lucían ya sucias, siendo más marginadas por sus aspectos que por el potencial que podían brindar. Elsa, la mayor, se sentía frustrada por la misma historia cada día desde que llegaron a ese país.
- Elsa… parece que siempre nos van a cerrar las puertas en este país.
- Tranquila Anna, ya pronto conseguiremos un lugar donde trabajar.
- ¡Mira hermana! ¡Aquel taller necesita empleados! ¡Intentémoslo!
En ese momento la rojiza corrió hacia el taller, sin escuchar a la rubia platinada, la cual suspiro siguiéndole los pasos a la menor.
Mientras Elsa caminaba a paso lento, su hermana ya había entrado, pero no paso ni un minuto cuando escucho un alboroto, era la voz gruesa de un hombre junto a la de su hermana, la cual empezó a suplicar. Elsa corrió por su hermana, mientras veía a un robusto hombre con overol azul manchado con graso gritándole a la rojiza.
- Por favor, necesitamos el trabajo, podemos hacer lo que sea, pero no nos diga que no.
- Jajajaja, debes estar bromeando ¿Una mujer trabajando? Y mira esas manos, se nota que no has topado nada fuerte en tu vida, mira chiquilla no estoy para perder el tiempo, así que lo mejor es que te largues.
- Señor pero al menos denos una oportunidad – siguió insistiendo la rojiza mientras Elsa la sostenía.
- Señor, de verdad mi hermana tiene razón, necesitamos el trabajo para poder al menos comer el día de hoy, y si es posible donde dormir, por favor…
- ¡He dicho que no! Ustedes mujeres, deberían quedarse en casa a cocinar y lavar la ropa. ¡Ja! Donde se ha visto a una mujer trabajar… - aquel robusto hombre escupió al suelo mientras regresaba al fondo de su taller, dejando desilusionadas a las dos hermanas.
Nuevamente otra puerta les fue cerrada.
El joven azabache junto a su hermano y otros colegas del taller observaron la escena que acababa de ocurrir, al muchacho le conmovió bastante aquella unión entre ambas hermanas, y como ahora sufrían por tan solo conseguir un poco de comida y trabajo, Tadashi observo a su hermano el cual lo miraba a él igual de conmovido, mientras al donde sus compañeros empezaron a reírse por la "loca ocurrencia" de la rojiza al pedir trabajo en un taller donde solamente hombres trabajan. El azabache no pudo evitar mirar serio a sus "colegas", mientras Hiro le choca su brazo para alertarlo que las hermanas se iban. Tadashi suspiro mientras dejaba sus herramientas con su hermanito.
- ¡Oigan! ¡Esperen!
Las dos hermanas voltearon a ver al asiático que estaba afuera del taller.
- Disculpen, escuche el altercado que tuvieron con mi jefe, les pido disculpas por él, pero no es una persona muy comprensiva. Supongo que no tienen donde quedarse estar noche ¿Verdad?
Las hermanas se miraron para volver a mirar al joven, Anna fue la primera en responder.
- Sí, a decir verdad esta semana ha sido muy difícil para nosotras, hemos estado durmiendo en las estaciones de buses, y ni decir de la comida…
- Entiendo, miren, si desean pueden venir con nosotros, tengo una pequeña casa, no será grande, pero al menos podrían quedarse unos días ahí, y de la comida no se preocupen.
- ¿Es en serio? – comento emocionada la rojiza cuando la rubia platinada intervino.
- Espere joven, de verdad no queremos incomodarlo, realmente aquí nosotras somos como unas pordioseras…
- No se preocupen por ello, yo soy de la creencia de que es bueno ayudar a quien más lo necesita.
- Muchas gracias joven – comento Elsa con una mirada llena de tranquilidad y al borde de las lágrimas.
- Llámenme Tadashi – comento con una sonrisa el joven mientras las hermanas le devolvían el gesto - ¡Síganme! Les presentare a mi hermanito Hiro, no se guíen por su apariencia, es alguien que le gusta causar problemas, pero es un buen chico. ¿Y ustedes son…?
- Yo soy Anna, y mi hermana mayor es Elsa.
- Un placer conocerlas a las dos. ¡Hey Hiro, ven, tengo una noticia que darte!
Y así es como comenzó una historia de amistad entre esta pareja de hermanos, cada uno con sus propios problemas en una época complicada para todos. Una historia que quedará marcada en el corazón de aquella "nueva familia" bajo el cielo de la ciudad de San Francisco.