Cap. 4: "Miradas".

"Du sahest der Walküre sehrenden Blick:
mit ihr mußt du nun ziehn!"

"Has visto la mirada
abrasadora de la Valquiria.
Ahora debes ir con ella.
".

Brünnhilde, escena cuarta "Die Walkure (La Valquiria)"

Eran las 5:00 AM.

Hora de Tokyo.

Faltaba una hora para comenzar su ritual matutino pero no podía seguir ignorando el escandaloso jolgorio de sus tripas. Dio veinte vueltas, de izquierda a derecha y viceversa, tratando de acomodarse en el colchón. Para cualquiera seria risible verlo tan incómodo en semejante cama capaz de acoger holgadamente a cinco personas. El problema no era cuestión de espacio.

Suspiró pesadamente, abatido pero decidido a ponerse en actividad.

Estiró su cuerpo de la misma manera que lo haría un gato, sacudió la cabeza como un perro pulgoso (Una manía suya desde la infancia) y con un movimiento fugaz, apoyó los pies en la afelpada alfombra y soltó una risita tonta al percibir el cosquilleo en los dedos.

Adoraba esos pequeños detalles que le provocaban placer inocente y que calmaban sus malos humores.

Hoy no sería una excepción.

Tomó impulso para quedar erguido y, no sin estabilizarse antes, caminó hacía el baño para atender la primera de sus necesidades de aseo básicas. Luego de corroborar que su cara estuviera libre de rasgos de sueño y su vejiga vacía, se encaminó a la cocina para preparar café y alistarse para la media hora infaltable en el gimnasio privado de su casa.

En su adolescencia, nunca fue un muchacho preocupado por sus músculos. Practicaba varios deportes y se mantenía sanamente en lo que cabía pero, desde hacía unos años, descubrió que las sesiones de ejercicio disipaban su mente de toda preocupación, generándole una agradable sensación de paz además de tonificar su cuerpo en formas que nunca hubiera creído posibles.

Tenía 33 años, estaba en la cúspide de su adultez. Preocuparse por su salud no estaba de más.

Exactamente, treinta minutos después, salió bañado en sudor, sin camisa y con una toalla alrededor de su nuca.

Ni un minuto más ni un minuto menos.

El café estaba listo, sólo colocó dos rodajas de pan en la tostadora y en un minuto, su desayuno estaba preparado.

Miró el reloj de pared y casi escupe el contenido de la taza.

6:30 AM

-¡Perdí la noción del tiempo!-. Nunca había sucedido. El impacto de este hecho no yacía en las consecuencias (Debía estar en la oficina a las 8:00 AM para recibir a la comitiva de Valkyr Corp. Tenía tiempo de sobra) sino en su falta de atención. Su rutina era inquebrantable y su organismo llevaba una agenda estricta para cada actividad. El que sucediera precisamente hoy delataba cuan afligido y tenso lo tenía la reunión que se llevaría a cabo dentro de unas horas.

Una reunión con Silke Werner y Mia Balkyr-Brennen.

Aun le costaba creerlo.

Hacía una semana que mando un correo electrónico urgente a la oficina de Inversiones de la compañía alemana, solicitando, casi rogando, una oportunidad para dialogar y encontrar ayuda para salvar (Una vez más) las empresas Hongo. Había tratado de que Mizuki hablara directamente con Mia pero la rubia se negaba a moverse. Lo único que dijo fue que le daba todo la autoridad en el asunto y que él evaluara la mejor solución.

Quiso abofetearla y después echarse a llorar.

-"¿¡Acaso no te importa lo que pase con la empresa!? ¿¡Lo que Mio tuvo que hacer para que fuera tuya!?"-. Le gritó en ese momento de rabia y desesperación. Estaba furioso y preocupado, pero a Mizuki nada la inmutaba.

-"No me importa. Yo tengo mi herencia y no necesito nada más. Desde luego que sé lo que Mio tuvo que hacer… lo que tú hiciste. Me imagino que los dos lo disfrutaron. Supongo que por eso te interesa tanto"-.

Ese fue el instante, ese momento en la vida de un hombre que se vuelve una prueba. En el pasado, se juró a sí mismo que nunca se repetiría la misma historia de Mio. No perder el control se volvió el objetivo de su vida aunque con ella fue una de esas lamentables excepciones. Siempre fue metódico y estoico, pero la pelinegra lo sacó de sus casillas. Para ella enfurecerlo se volvió su juego favorito. Luego hacían el amor con la misma rabia y todo quedaba olvidado.

Casi después del divorcio oficial, Mizuki dedujo la verdad. Quizá fue su error el subestimarla pero hacía mucho que dejó el disimulo a un lado.

Lamentaba que su ex esposa se hubiera enterado de su relación idílica con la pelinegra que fue incorrecta e inmoral en todo sentido, pero no se arrepentía. Respetaba a Mio. Así había sido desde el momento en que la conoció y enredarse con ella fue lo más excitante que había hecho en su vida.

La respuesta de Mizuki le cubrió la razón con un horrible manto de cólera y fueron necesarias varias respiraciones profundas para calmarse.

Pero bajo ese efecto enervante catapultado por la indiferencia y el capricho, no podía dejarse de notar una revelación fundamental.

Entonces lo supo. Supo que la rubia era –ahora-consiente de la realidad:

Mizuki jamás superaría a Mio; ni como mujer ni como heredera.

Entonces el ácido se diluyó, dando paso a una tenue compasión por la frustración de la chica. Comprendía perfectamente el odio y desprecio que le nacía al ver a su alrededor, mucho más a él.

Perder la compañía sería la mejor venganza contra todos.

Respetaba esos alcances de crueldad de Mizuki. Siete años atrás nunca lo hubiera creído posible pero al parecer, él no fue el único afectado por el veneno de Mio.

En todo caso, no lo permitiría, debía luchar. La derrota nunca fue una opción en su vida. Ganar y aventajar a sus enemigos, para eso fue educado. Y ya que él cargaría con toda la responsabilidad, era hora de discutir y poner las cartas sobre la mesa.

Jugarse el todo por el todo.

Ofrecerle el alma al diablo de ser necesario.

Estaba a un paso de hacerlo.

….

-Entonces…-.

-Te escucho-.

-Uhmmm…-.

-,,,-.

-¿Sabías que esas arrugas en tu ceño te hacen ver súper sexy?-.

-Fakhir, si no empiezas a conversar como una persona decente, te saco de la comitiva-. Con una mirada impaciente, quiso dejar bien claro al árabe que su amenaza debía ser tomada en serio.

-Si no fuera heterosexual, me acostaría contigo ahorita mismo-. Fakhir sonrió de esa manera matadora y que usualmente le generaba una cantidad impresionante de admiradoras. El desgraciado tenía su encanto visual: piel morena, cabello grueso y brillante del color del ébano que llevaba siempre despreocupadamente hacía un lado; grandes ojos negros marcados por largas y espesas pestañas. El rostro joven era delicado en sus líneas pero sin perder la connotación masculina, principalmente en el mentón y la barba. A un lado de su imagen, estaba una mente traviesa (Perversa, en algunos casos) y extremadamente aguda. Él es quien ha substituido a Akira como abogado de la empresa.

Katsuki aún recordaba el día en que ese hombre llegó a su vida de la manera más imprevista.

Durante los primeros meses de transición en la compañía de Mizuki, el comité directivo estaba en histeria. Una nueva presidencia, deshonra pública, sin representante legal y los empleados en caos y desorden. No era para menos la pérdida de cabello que muchos de los directivos sufrieron. Su única esperanza era que Mizuki estaba a la cabeza de las Empresas Hongo. Aunque la consideraran una incompetente, era peor que no tener una figura al mando. Los rumores acerca de los desfalcos y actos de corrupción era un tema más complicado y por lo tanto, confiaban en esa tendencia del ser humano a olvidar aquello que no se mencione durante cierto lapso de tiempo. Pero no se podía negar que un abogado o abogada era imprescindible para llevar en orden los asuntos notariales y legales. Akira había sido ejemplar en su función y. pese a que odiaba al bastardo con una pasión que podría llamarse clínicamente enfermiza, sus habilidades con la labia y los laberínticos textos tributarios y bancarios eran admirados por el ex profesor.

Por consiguiente, encontrar un candidato idóneo y confiable parecía imposible. Entrevistó, junto a Sakurasaki (La jefa de Recursos Humanos), a cientos de solicitantes y ninguno dio el ancho.

Suspirando con un pesimismo que rayaba en lo dramático, salió de la oficina. Quiso consolarse con Mizuki pero ella no hacía otra cosa que quejarse de la cantidad de documentos en su escritorio y la eterna letanía de que ese trabajo no era para ella.

Decepcionado, cansado y abrumado por la nube negra de su negatividad, se transportó a su bar preferido. Un lugar tranquilo, con luces que emitían un tenue resplandor sobre un numeroso grupo de hombres, cada cual con su pequeño cumulo de penurias. Sin ceremonias, se dejó caer en el asiento más alejado, esperando a que su eficiente amiga y dueña del local le sirviera el Santo Grial de líquido aliciente.

-Dura jornada, ¿Eh, Katsu?-, preguntó discretamente la mujer, sonriendo indulgente.

-No tienes idea, Pi-. Dejó salir un quejido mientras giraba el cuello de un lado a otro, deseando dejar salir un poco la tensión acumulada en la nuca. Maldito estrés.

-Te serviré tu copa de coñac en un segundo, Katsu… ¡Ah! ¡Fakhir! Ayúdame un poco con los clientes, ¿Quieres? Hoy tenemos casa llena-. Katsuki sintió una leve curiosidad ante el nombre de origen árabe. Hasta donde sabía, Pi era latina. Quizá su reacción fue evidente porque Pi soltó una risilla burlesca –No te pongas mañoso. Katsu. Fakhir es cuñado de mi hermana. Creo que te conté al respecto…-. Pi parecía un poco ofendida por la falta de atención de su cliente pero lo dejó pasar al recibir más llamados de las otras almas que naufragaban hasta las puertas de su bar, en busca de cualquier cosa que los hiciera olvidar sus penas y alejarlos de la abrumante realidad.

Katsu la admiraba por esa capacidad de ofrecerle consuelo a quien lo solicitara. Ya fuera con una plática amena, un trago o el privilegio de escoger la canción en el tocadiscos, Pi mostraba una amabilidad teñida de humor negro y su sonrisa siempre evocaba a esa hermana mayor que todos recordaban de una infancia feliz o, como él, un familiar añorado que nunca tuvo el privilegio de conocer.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un hombre joven de cabello negro amarrado en una coleta suelta, Lo primero que se le vino a la mente fueron esas pinturas de las viejas novelas románticas victorianas sobre piratas y Fakhir, con esa pinta y… ¿Era eso un arete?, lucía como el picaresco aventurero capitán de un barco licencioso, Dejó salir una pedorreta por su estúpida ocurrencia.

-Buenas noches. Según escuché decir a mi hermana, una copa de coñac es lo suyo, ¿Cierto?-. Se sorprendió por la voz ronca pero melodiosa; tenía cierto tono barítono que era tranquilizante pero también dejaba un precedente de advertencia. Se preguntó morbosamente como sería escucharlo enojado.

-Así es. Disculpa pero llamaste a Pi "Hermana"-. Fakhir sacó una copa pequeña y sirvió el licor sin alterarse por la evidente nota sarcástica en su voz. Cuando le acercó la copa, observó que los ojos negros brillaban con intensidad. Katsuki sonrió internamente. El otro estaba evaluándolo tanto como él mismo lo estaba haciendo.

-Ella es parte de mi familia, hermana de mi cuñada. La esposa de mi hermano es mi hermana también; la hermana de ella, por consiguiente, también lo es. Y no puedo llamarla de otra manera después de todo el apoyo que me ha dado cuando ni siquiera mi familia lo ha hecho. Algún día se lo pagaré pues no es honorable que un hombre se vaya de esta vida sin devolver la compasión y hospitalidad. Nosotros los árabes, somos conocidos por lo segundo-. El ojinegro sonrío de una manera que después de años de conocerlo, concluyó que era su marca personal.

-Mala experiencia familiar, por lo que veo-. Torció la boca ante la ironía de encontrar otra creatura apelada por las bromas pesadas de Dios.

-Apenas terminé la universidad, mi padre me sacó de la casa-.

-¿Puedo preguntar por qué?-. Su interlocutor pareció meditarlo por un segundo antes de contestarle, posiblemente llegando a la resolución de que cualquier amigo de Pi, podía ser amigo de él. Sorbió un poco de coñac sin dejar de clavarle los ojos al árabe. Para una persona exenta de la conversación, parecería que estaban flirteando, con tanta sonrisa ladeada y el susurro de sus voces. Bufó admirado de sus alcances.

-Él había planificado mi vida y eso es intolerable. Yo quería libertad, hacer realidad mis sueños, viajar. Padre tenía otras iniciativas. Discutimos y entonces me llamó "deshonra", echándome del que fue mi hogar. Mi hermano me acogió por un tiempo pero me sentía un estorbo. No fue hasta que Pi habló con mi cuñada y entonces le dijo que podía ayudarla con el bar que manejaba en Japón. Así es como estoy hablando contigo y relatándote mi desgraciada historia-.

-¿Cuál es tu profesión, Fakhir?-.

-Soy abogado-. Katsuki se atragantó con el líquido abrasante. Estaba seguro que la expresión de su rostro era de asombro descarado porque el hombre frente a él le regaló una mueca absurda de impaciencia -¿No me crees? Tengo mi currículo a la mano…-.

Katsuki no podía dar crédito a lo que acaba de presenciar. Esto era lo que individuos más sabios que él, llamaban "suerte". Nunca creyó que de todos los lugares y circunstancias posibles, fuera precisamente en su bar preferido donde la magia se llevaría a cabo.

Había que darle una oportunidad al destino de limpiar su infame nombre.

-¿Te gustaría trabajar en una empresa?-.

Fakhir abrió sus enormes ojos negros, dejando de lado los ademanes hostiles.

-Por supuesto-.

-¿Cuál es tu nombre completo?-.

- Fakhir Al Hayek-.

-¿Tiene algún significado en tu idioma?-.

-Fakhir significa "excelente". Al Hayek significa "tejedor o hilandero"-. Katsuki no pudo más que aprobar la naturaleza de ese nombre. Fakhir parecía la clase de tipo capaz de enredar perfectamente las cosas a su conveniencia y de entretejer argumentos para confundir a los incautos. Su padre seguro tenía grandes expectativas, un perfecto manipulador en la familia era presagio de buen negociante.

No esperaba la hora de que Sakuraki lo aprobara.

-Bienvenido a las Empresas Hongo-. No le pasó por alto el profundo agradecimiento de quien se convertiría en su mejor amigo con el pasar de los años.

Más, de vuelta en el presente…

-Hey, Katsu, esas alemanas ¿Son bonitas? ¿Crees que tenga una oportunidad con ellas?-.

…Comenzaba a dudar de si fue una buena elección contratarlo.

-Cuando te pones nervioso fastidias como nunca, mi buen amigo amante del café-. Fakhir lucía satisfecho de sí mismo.

-Y yo te volví amante del café también. ¿Lo niegas? Antes eras de esos que sólo andaba con su tacita de té por todas partes-. El abogado hizo una cruel pero certera parodia de alguien sosteniendo remilgadamente una taza diminuta con la punta de los dedos. Si no fuera porque era a costillas suyas, soltaría una carcajada. Además, la tensión del ambiente era tangible como una bolsa envuelta en la cabeza. Un solo ruido fuera de lugar podría desencadenar una reacción apocalíptica en medio de todos esos corazones sensibles.

-No quiero que olvides el objetivo de la visita de nuestras amigas alemanas, Al Hayek-. Eso calmó un poco al otro; mas, por experiencia, no esperaba que durara mucho tiempo.

-¿En serio vendrá Mía?-. Katsuki gruñó por la familiaridad con la que su abogado se dirigía a la presidenta de Valkyr Corp. Decidió dejarlo de lado en favor de que la mencionada no se encontraba presente.

-Sí, Te lo he dicho unas cien veces en la semana-.

-¿En serio? ¿LA Brennen?, ¿La Valquiria?-, Katsuki asintió seriamente. –¿La "Loba de Frankfurt"?-. Volvió a asentir. -¿La Nazi de la Banca Europea?-. Siguió asintiendo a todos los sobrenombres que la mujer tenía en su haber. Estaba comenzando a enojarse por esa actitud infantil: Fakhir se comportaba como un niño al que le han dicho que el conejo de Pascua lo visitará esa mañana. –Y la Empaladora también. De verdad quiero conocerla. Dicen que es más fría que el culo de un Iceberg-.

-Nada de tus ridículas frases de flirteo. Te lo advierto-. Su voz salió como un rugido. El ojinegro no dejó sus aires de perversidad pero sus gritos afectaron a unos asistentes de aspecto tímido, obligándolos a bajar la cabeza y salir corriendo por el lado contrario. Como aborrecía la actitud despreocupada de aquel. Sentía una envidia monumental y no deseaba nada más que darle un puñetazo en esa nariz aguileña al moreno. Respiró profundamente. Varias veces.

-Sólo digo que la chica necesita un poco de fuego en su vida. Me gusta cuando son ariscas. Sólo me hace pensar en quién será capaz de domarlas y tal vez ese quién pueda ser yo-. Katsuki dejó su mal humor de lado mientras analizaba las palabras que trajeron un nostálgico recuerdo, Fue antes de cometer esa aberración contra Mio, en un momento de celos, Tragó duro. No quería pensar en ella, necesitaba sus cinco sentidos bien alertas.

Sacudió la cabeza, quitándose las telarañas del recuerdo de la mente. Concluyó que desquitarse con Fakhir le devolvería la paz pero fue cortado por la voz de Akane, su asistente.

-Katsuki san, ya están aquí-. Un silencio sepulcral se instaló en toda la oficina,

Mecánicamente, se puso en pie y sólo su temple de hierro persuadió a sus piernas de mantenerse firmes. Jamás se había sentido tan afligido, con un nudo en la boca del estómago.

-Llegó la hora-.

-Bien-. Se alegró al oír la seriedad en la voz de su amigo y supo que no estaría solo. Aunque Mizuki se negara a dar la cara, el abogado no lo abandonaría.

Sí.

Podía hacerlo.

-Vamos a recibirlos al primer piso. Fakhir, Akane san-. Los dos señalados obedecieron de inmediato, siguiéndolo dos pasos atrás. Tomó aire y mientras bajaban por el ascensor, juraba ver su vida pasar frente a sus ojos. El timbre señalando su llegada a la recepción fue semejante al aviso de ejecución inexorable. Deseaba tener más tiempo para prepararse, pero Valkyr Corp no tenía intenciones de soslayar lo inevitable pues nada más salir de su reducido Limbo mecánico, el infierno atravesaba las puertas de la Empresa en un quinteto amenazador. –Las "Lobas de Brennen" hubiera sido un calificativo más acertado -. Y es que daban la impresión de ser una manada acechante alrededor de su Alfa.

Cuatro mujeres encerraban a una quinta un poco más baja que las otras.

La que precedía al lado derecho era Silke Werner, con sus ojos cafés penetrantes y ese aire de fría indiferencia; a la izquierda, una pelinegra de piel pálida y brillantes ojos que no se distinguían si eran negros o de un azul muy oscuro, usaba quevedos morados y sonreía como si aquello se tratara de una visita turística. Atrás, otra castaña pero de sedoso pelo largo, mucho más claro que el de Silke; su piel lucía aterciopelada pero de un tono más oscuro que la pelinegra y ojos almendrados, fijos como los de una muñeca; la otra era pelirroja, un poco pecosa. Era la más alta, Los enormes ojos verdes que poseía le proferían un aire de sorpresa permanente, cuyo punto de atención no era nadie más que la integrante al centro, a quien orbitaban igual que satélites.

Katsuki supuso que deberían tratarse de guardaespaldas, pero no estaba seguro, la verdad… casi no podía respirar porque Mia Valkyr- Brennen, a diferencia de sus acompañantes, no parecía tener ojos más que para él.

No precisamente de una forma halagadora.

Ninguna mujer, además de Mio, lo había hecho sentir tan inferior, indefenso y mediocre. Esa mujer no necesitaba que nadie la protegiera pues su mirada sesgada y esos ojos brillantes como de una leona eran capaces de someter al más insolente de los enemigos.

Pese a la cascada de intranquilidad que le generaba su sola presencia, Mia le recordaba a cierta chica manipuladora; el cuerpo menudo, las piernas largas, los ojos… era como ver un calco de Mío, Una copia sin cicatriz, ojos claros y cabello castaño.. De pronto, el sudor frío que le bajaba por el cuello dio paso a un calor incomodo; el vientre le vibró en anticipación y una emoción que casi había olvidado le volvió tan de repente que lo hizo tambalearse.

No ayudó mucho el que la causante del tsunami de fantasmas del pasado estuviera cara a cara, frente a él, con las orbes amarillas taladrando las suyas.

-Buenos días, Herr Tachibana-, lo saludo en perfecto japonés, Creyó que su voz le fallaría pero al contestarle, se sorprendió de lo decidido y confiado que se oía.

-Buenos días, Balkyr San-. Ambos estrecharon sus manos con fuerza y Katsuki percibió la corriente eléctrica que le recorrió desde la punta de los dedos hasta el cerebro.

Tampoco dejó de notar lo bonitos y condenadamente tentadores que eran los labios curvados en la sonrisa ladeada de la alemana…