Ahora a comenzar con esta historia :3

Esta inspirada por 2 de mis libros predilectos, ya luego se que adivinaran cuales ;)

Este AU esta situado en la época medieval, como por los años 1500's, por lo que todas las construcciones y vestimentas son a la usanza de esa época. Aunque quiza luego varien un poco.

Disclaimer: Tokumei Sentai GoBusters y todos su personajes pertenecen a la Toei Company LTD.

No había reino más bello ni tierra más prospera que la bella region de Enetria.

La paz se respiraba en la brisa fresca que avanzaba a traves de los bosques, levantado nubes de polvo en los caminos y despeinando a los inocentes niños que jugaban en las calles.

Un reino realmente hermoso. Con su rustico y hogareño ambiente, permitía que todos los visitantes se sintieran bienvenidos. Estaba rodeado de un hermoso bosque, tan frondoso que aquellos que no lo conocían bien no debían aventurarse a explorarlo.

A traves de la vegetación, un camino algo maltrecho conectaba al valle, donde estaba el pueblo, con las colinas, donde se alzaba el imponente palacio real. Era una construcción magnífica: sus torres eran firmes, vigilando las tierras del reino día y noche; sus muros y puertas estaban siempre abiertos, dispuestos a recibir a todo el que lo necesitara. Pero lo más hermoso era el vitral que coronaba la entrada principal.

Con los primeros rayos del amanecer, los vidrios de colores proyectaban sobre la oscuridad del bosque el escudo de armas de la realeza: la familia Usami.

Ryu y Kei Usami eras los gobernantes más atentos que el reino pudiese desear, siempre procurando ser justos y al pendiente de todas las necesidades de los habitantes de Enetria. Pero a pesar de todos sus esfuerzos por mantener al reino estable, su economía comenzaba a verse seriamente afectada ya que las minas, el recurso que daba trabajo a la gran mayoría de la gente en Enetria, comenzaban a quedarse "secas" y las extracciones eran cada vez más peligrosas.

A pesar de la inconformidad que comenzaban a tener los habitantes, lo único que detenía una rebelión era el gran amor que el pueblo tenía por su reina. Ella se esforzaba por mantener la paz, pero había quienes trataban de que sus ideas fuesen ignoradas.

-La gente a comenzado a reunirse en secrete- dijo Messiah Usami, hermano menor del rey. Caminaba con las manos en la espalda, con la vista perdida a traves del ventanal de la sala del trono. -Es cuestión de tiempo para que se alzen en armas. Hay que detenerlos cuanto antes.

Miró directamente a su hermano, quien estaba de pie mirando una mesa sobre la que estaba un mapa de Enetria. El rey no acostumbraba tomar decisiones tan importantes sin consultar antes a 2 importantes personas: su hermano y su esposa Kei.

-No tenemos pruebas- dijo Ryu, levantando la vista. -Nuestros informantes no tienen nada concreto, así no podemos hacer nada.

-Si acepta mi consejo, majestad- dijo el general de las tropas, que estaba de pie a su lado -, lo mejor sería emboscarlos.

La reina había permanecido en silencio todo ese tiempo, leyendo mientras estaba sentada en su trono ya que ebido a su muy avanzado embarazo, no podía hacer ningun esfuerzo fisico. Al escuchar las palabras del general no pudó evitar levantar la vista, mirandoló con un gesto repentinamente serio.

-Me parece una magnifica idea- exclamó Messiah. -Mis hombres han escuchado que los mineros se reuniran esta noche en el viejo teatro. Si vamos con algunos soldados podremos...

-¿En el viejo teatro?- interrumpió la reina, haciendo que los 3 hombres voltearan a mirarla.

-Si, majestad- le respondió el general. -Eso dicen nuestros espias en el pueblo.

-¿Tiene algo extraño, querida?- preguntó el rey.

Messiah la miraba fijamente, retandola. Kei lo notó, pero aún así respondió con gran seguridad.

-Ese teatro lleva años en la plaza del pueblo y es una construcción muy valiosa y de sumo valor sentimental para el país. Si hacen una emboscada, podrían dañarlo y...

-Sin ofender, alteza- la interrumpió Messiah -, pero considero que un edificio antiguo es lo que menos importa se se trata de proteger a la nación.

-Lo que importa es la gente- refutó ella. -Lo importante es hacer lo posible por mantener la paz y así tendremos una buena relación con nuestros subditos.

-Pero eso no sirve- Messiah se notaba molesto. -Incluso entre nuestros supuestos amigos y los más "leales" seguidores de la corona, hay soplones. No podemos confiar en nadie. Se han estad aprovechando de nuestras mejores intenciones, regodeandose ante nuestra debilidad.

Kei lo miró fijamente, frunciendo el ceño y dejando el libro que tenía sobre sus piernas.

-No lo pienso de esa forma- respondió con un gesto inalterable. Miró hacía su esposo, sonriendo para suavizar su mirada. -Pero la decisión no nos corresponde a nosotros. Confio en que mi amado esposo es capaz de hacer la elección correcta.

Ryu se quedó muy serio, reflexionando cada una de las posturas.

-Lo pensare- dijo finalmente. -Pero sobre todo, necesitamos pruebas antes de poder actuar Messiah. Se aproximó a su esposa y tomó sus manos entre las suyas, sonriendo con ternura. -Además, lo más importante para mi ahora es el nacimiento del pequeño principe.

-O princesa- dijo Kei con una sonrisa.

Messiah no estuvó satisfecho con la respuesta. Apenas él y el general estuvieron fuera de la sala del trono, no pudó disimular más su molestia.

-Si no fuese por las intervenciones de Kei, mi hermano no dudaría tanto respecto a sus decisiones- dijo, apretando su mandíbula y cerrando sus puños, avanzado a grandes zancadas.

-Su majestad solo es prudente- dijo el general. -Y la reina tiene razón. En esta época no conviene que se desate una revolución.

-¡No eres más que un perro cobarde!- exclamó Messiah, girandose y sujetando al general por el cuello de la camisa, levantandolo levemente del suelo. Pero él solo lo miró fijamente, manteniendo una expresión solemne.

-Solo cumpló con mi juramento- respondió con toda tranquilidad -: serviré a la Corona con lealtas, buscando la justicia- y con un rápido movimiento se libró del agarre. Hizo una reverencia y se alejó con pasos tranquilos.

Messiah solo se quedó observandoló, maldiciendo por lo bajo.


Días despues, la reina Kei dió a luz a una hermosa bebita. Tenía un hermoso cabello oscuro y piel suave, pero lo que más destacaba eran sus ojos, tan brillosos y curiosos, reflejó de su alegre actitud. Parecía atenta a todo a su alrededor, a pesar de solo ser una recien nacida. Era la adoración de sus padres, quienes no podían ser más felices.

-Mi hermosa Yoko- exclamó su padre cuando la tomó entre sus brazos por primera vez. -Tú seras la próxima reina de Enetria- y luego miró a su esposa con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.

Le entregó después a la bebé y la amorosa mamá la abrazó y besó, prometiendo protegerla y estar a su lado siempre.


Durante los siguientes 3 años, la situación en Enetria no mejoró.

La riñas entre nobles y mineros comenzaron a hacerse más comunes; más para la molestía de Messiah, el rey había ordenado que los conflictos se resolvieran en lo posible de una forma pacífica. Y empeorando las cosas, los rumores de que entre las familias nobles habían quienes se estaban uniendo a los rebeldes, comenzaban a escucharse con más frecuencia.

La reina evitaba en lo posible entrometerse, solo opinando cuando lo consideraba absolutamente necesario. Prefería dedicarse a darle una educación adecuada a su hija, tratando de alejarla lo más posible de la forma de pensar egoista que tenían algunos miembros de la corte.

Contrario a la educación tradicional de una princesa, a Yoko se le eseñaba a montar, arquería, literatura e historia universal, y diversas otras temática modernas. Y con el tiempo, la pequeña aprendía de su madre a ser humilde y considerada hacía las necesidades de los que tenían menos que ella.

A Messiah toda esa situación le desagradaba. Le reclamaba al rey el hecho de que le diera tantas libertades a la princesa y que no estuviese aprendiendo cosas "de utilidad" para una futura monarca.

-La educan como si fuese una nila normal- reclamaba. -Tendría que estar aprendiendo modales y refinamiento, para poder llegar a ser una jovencita refinada y educada. Sin mencionar esa amistad que tiene con una de las hijas de las damas. ¡Tiene que aprender que cada uno tiene su posición y debe de permanecer así!

-No veo que tiene de malo- dijo el rey. -La pequeña Miho Nakamura es muy educada y respetuosa. Y lo más probable es que al crecer sea una de las damas de compañia de Yoko.

-Además, aunque sea una princesa, es una niña normal- intervinó la reina. -¿O acaso tiene el pelo verde o un tercer ojo?

El rey no pudó evitar soltar una carcajada ante ese comentario, pero a Messiah no le hizo gracia. Muy enfadado y ofendido, dió la vuelta para salir de la habitación, pero no sin antes decir:

-Cuando ocurra un tragedia por esa forma en la que piensan, no olviden que se los advertí.

Ninguno de los monarcas le dió importancia a sus palabras, ya que no era la primera vez que él se enfadaba de esa forma.


Más tarde esa noche, la reina se dirigió a la habitación de su pequeña de 3 años para leerlo. Siempre era un libro diferente, pero esos ultimos días el libro favotiro de Yoko era "Robin Hood".

A ella le encantaba imaginarse como una heroina, y esa misma noche le contó su deseo a su mamá.

-Claro que puedes serlo- respondió la reina.

-¿Aunque sea una princesa?- dijo la pequeña Yoko.

-Eres más que eso- sonrió. Le indicó con una seña que se acercara y la sentó en sus piernas, arrullandola levemente. -Eres afortunada al poder ser parte de la realeza, pero si no lo fueses también lo serias. Todos pueden llegar a ser heroes y a marcar una diferencia, pero muchas veces lo que la mayoría considera "justo" no implica a la justicia en realidad. Las personas muchas veces viven lamentando sus desgracias y buscando a un culpable, en vez de buscar una solución.

La abrazó fuertemente y después tomó su barbilla e hizo que la mirara a los ojos.

-Mi pequeña Yoko- dijo sonriendole con amor -, quiero que recuerdes esto siempre. Seas una princesa o una niña común, siempre defiende lo que sea justo para gente de buen corazón, pero sobre todo para tu corazón. Lucha por lo que quieres y jamas te rindas hasta conseguir tus metas; pero sobre todo, recuerda que dar la vida por aquellos que amas y por su bienestar, nunca es un sacrificio. Jamás renuncies a tus sueños y sigue adelante, aunque los demás duden de ti.

La pequeña abrazó fuertemente a su madre.

-¿Me lo prometes?- preguntó Kei, mientras unas lagrimas comenzarón a formarse en sus ojos.

Pero antes de Yoko pudiese responder, una de las dams apareció en la habitación. Parecía agitada y nerviosa, tratando de disimularlo lo más posible por tener a una niña unos años mayor que la princesa caminado junto a ella.

-Majestad- dijo, con la voz algo temblorosa -, tiene que venir pronto.

Kei asintió, con una mirada llena de temor. Recostó a su pequeña y la arropó.

-Dulces sueños, mi conejita- dijo, dandole un beso en la frente.

La reina se retiró, seguida de cerca por su dama, quien dejo a la otra niña haciendole compañia a la princesa.

-¡Miho!- exclamó Yoko con alegría, sentandose apenas las mujeres cerraron la puerta tras de si. La otra niña sonrió y corrió a sentarse junto a ella.

Mientras, con gran preocupación, la reina se dirigía apresuradamente hacía el jardín. Desde el pasillo podía escuchar varias voces de una multitud, discutiendo acaloradamente.


Después de estar un rato jugando y conversando, ambas niñas se quedaron dormidas, recostadas tranquilamente sobre la cama de la princesa. La luz de la luna se colaba por la ventana del balcón, enmarcando las facciones de ambas pequeñas.

En medio de esa tranquilidad, de repente se escuchó un horrible gritó de dolor, haciendo que Yoko y Miho despertarán sobresaltadas.

-¿Qué es eso?- preguntó Yoko.

Ambas se pusieron de pie de inmediato y corrieron hacía el balcón, visualizando en el jardin varias siluetas, iluminadas por antorchas en la oscuridad.

Yoko sintió su sangre helarse cuando distinguió en medio de la multitud a su padre, quien estaba sentado en el suelo y sosteniendo a su madre en brazos. No estaba segura de que era lo que sucedía, pero parecía que el grito lo había dado ella.

-¡Mamá!- exclamó y salió disparada hacía el jardín, seguida de cerca por Miho.

En el exterior, en el jardin entre la muralla y el castillo, muchas personas se habían quedado repentinamente en silencio, observando a su reina herida.

Varios guardias tenían apresados a algunas personas que momentos antes habían tratado de entrar en el castillo a la fuerza.

Al ver lo delicada que era la situación por como las personas atacaban las murallas, habían ido a llamar a la reina, seguros que ella podría tranquilizar la situación. Pero mientras ella trataba de hacer que las cosas se arreglaran en paz, una flecha salió de la nada y la hirió de muerte en el corazón.

Cuandos ambas niñas llegaron al jardín, encontraron la triste escena. Todos los sirvientes observaban desde las escaleras al rey, quien lloraba con gran ira y dolor, mientras entre sus brazos sostenía a su amada Kei, quien sangraba a traves del pecho y boca.

-¡Alteza!- exclamó una de las damas al ver pasar a Yoko. Trató de detenerla, pero la niña se escabulló con rapidez y corrió hacía sus padres.

Miho se quedó atras, abrazando a su madre sumamente asustada.

Yoko se arrodilló junto a sus padres. Todas las personas que estaban alrededor sentían su corazón romperse al ver a la pequeña llorando mientras abrazaba a su madre.

-No mamá... No me dejes sola...- la pequeña sentía como si el nudo en su garganta ahogara su voz.

La reina miró a su pequeña con tristeza. Con lo que quedaba de su fuerza tomó su mano y la apretó fuertemente.

-¿Me... me lo prometes...?- dijo en un susurro ahogado, tratando se sonreír.

Yoko asintió llorando y dijo:

-Si. ¡Te lo prometó!

Aún sosteniendo la mano de su pequeña, la reina Kei murió esa noche en los jardines del palacio. El rey dió un horrible grito de dolor, mientras la princesa solo lloraba y lloraba.

Inmediatamente después, Messiah apareció frente a ellos, seguido de cerca por 2 guardias que tenían preso a un hombre.

-Lo encontramos en el bosque- dijo Messiah a su hermano. -Estaba tratando escondido entre los arboles y tenía esto en su poder.

Hizo una señal y uno de los guardias dejo caer en el suelo frente a el rey un arco junto a una bolsa de cuero café con varias flechas.

Todos intercambiaron miradas, murmurando ante lo que veían. Era en definitiva el arco que había quitado la vida a la reina.

Tanto el arco como las flechas estaban hechos de madera fina y tallados con sumo cuidado, lo que significaba que le pertenecían a alguien de la nobleza.

El rey observó atentamente los objetos y luego al hombre que había sido capturado. Vestía de forma humilde y tenía algunas heridas en brazos y piernas, con un aspecto fuerte, seguramente por trabajar en la mina.

Llenó de ira, el rey recostó a la reina en el pasto y luego tomó el arco y las flechas, apretandolas fuertemente y agitandolas frente al rostro del prisionero con molestía.

-¡¿Dónde las has conseguido?!- dijo entre dientes.

El hombre miró al suelo, manteniendose en silencio.

-¡Responde!- gritó el monarca con gran autoridad.

-Un hombre en una capa me lo entrego, majestad- respondió sin levantar la vista. -No dijo su nombre ni pudé ver su rostro. Me ofreció una bolsa de monedas a cambio de asesinar a la reina.

Con una mirada llena de furia, el rey hizo una seña a sus guardias para que quitaran de su vista al hombre.

-¡Piedad, se lo suplico!- dijo este al ver como se lo llevaban. -¡Lo he hecho por mi familia! Le suplicó tenga piedad, por favor.

Pero el rey lo ignoraba, mirando atentamente las flechas, consciente de que había una forma de saber a quien pertenecían: tenían la cola de color rojo con diminutos detalles en negro.

-Son los colores de la familia de Lord Sakurada de Enetria- dijo Messiah, colocandose junto a su hermano. -Algunos de nuestros espias tenían sospechas de que él ayudaba a los rebeldes, pero ahora lo hemos confirmado. Tiene a varios amigos entre los lideres y es de suponerse que les ha estado dando información y armas.

Ciego por el dolor e ira, Ryu ya no pensaba claramente. Ordenó a sus guardias que dispersaran a la multitud y que llevaran a los reboltosos a prision. Indicó también a toda la servidumbre que se encerraran en el castillo y no saliesen hasta que él lo ordenara.

Fue hasta ese momento en que reaccionó en el hecho de que su pequeña hija no se había alejado ni un centimetro del cuerpo de su madre, llorando a mares y abraandola, haciendo que el rey sintiera su corazón estrujarse por la tristeza.

-¡Juro que hare pagar al culpable!- exclamó, con su voz temblorosa por el enojo y la tristeza. Miró a las damas y le ordenó a la madre de Miho que llevara a Yoko a su habitación y se asegurara de que se quedara ahí.

Mientras Yoko era escoltada a su habitación, sentía que el mundo a su alrededor comenzaba a desmoronarse. Los sonidos le parecían lejanos y apenas podía sentir como Miho la llevaba de la mano.

Incluso cuando la recostaron y arroparon, ella seguía estando como ida, con la mirada perdida en algún punto del infinito. Miho estab preocupada por su amiga y quería estar con ella, pero su madre la persuadió.

-No, mi niña- le dijo. -Yoko necesita descansar.

Sin estar convencida del todo, Miho aceptó.

Yoko sentía como las lagrimas escurrían por sus mejillas hasta su almohada, mientras permanecía con la vista fija en la hermosa luna que veía por su ventana. Le pareció escuchar en la distacia a varios miembros de caballería alejarse a toda velocidad del palacio, seguramente dispuestos a ir en busca del culpable. Cerró los ojos poco a poco, esperando que el sueño llegará a ella solo.


Relichos y gritos provenientes del exterior la hicieron despertar y ella sintió que solo había dormido solo unos segundos. Movida por la curiosidad, Yoko salio de su cama, decidida a saber que sucedía.

Bajo las escaleras con cautela y llegó a la puerta principal del castillo. Con movimientos veloces, salió al jardín y se escondió detrás de un árbol, tratando de observar todos los detallles.

Vio como varios guardias, liderados por su tio Messiah, traían arrestado a un hombre, el cual forcejeaba por su libertad. Vestía con ropa de dormir, pero tenía una abrigo rojo, el que seguramente se había puesto para abrir la puerta de su hogar.

-¡Dejenlo en paz! ¡Es inocente!- decía una mujer, que venía detrás siendo custodiada de cerca por otros guardias. Llevaba de la mano a 2 infantes, manteniendolos lo más cerca posible de ella. Eran una niña de unos 14 años y un niño de 7, los cuales parecían muy asustados y algo somnolientos.

Los guardias se detuvieron frente al rey, quien estaba de espaldas a ellos, arrodillado junto al cuerpo de su esposa.

-Ponemos a su disposición al traidor, majestad- dijo Messiah, mientras los guardias tiraban al hombre capturado de rodillas contra el suelo.

El rey se pusó de pie y volteó a mirarlo. Sus ojos parecían opacos, marcados por el dolor. Miraba fijamente al hombre enfrente suyo, como esperando que algo ocurriera.

-¡Mentira!- exclamó la mujer, corriendo ante el rey y suplicandole de rodillas. -¡Se lo suplico, majestad! Mi esposo no ha hecho nada en contra suyo ni contra la reina Kei. ¡Es un hombre justo! ¡Es inocente!

Messiah se acercó a ella y la alejó del rey con brusquedad, tirandola contra el suelo.

-¡Mamá!- exclamaron ambos infantes, pero unos guardias los sujetaron, impidiendoles que se acercaran a ayudarle.

-No la escuche, majestad- dijo Messiah. -Seguramente es su complice. ¡Él y toda su familia son unos traidores!

-¡No!- exclamó de inmediato Lord Yousuke Sakurada. -Haga conmigo lo que le plazca, pero no meta a mi familia en esto. ¡Ellos no tienen la culpa!

-¿Entonces reconoces que has atentado contra la Corona?- dijo Messiah. -¡Has ayudado a los rebeldes, atentando contra la justicia y la paz de Enetria!

-¡Vaya cinismo! ¿Cómo puedes hablar tú de justicia?- exclamó el hombre, mirandolo fijamente.

Messiah, con una sonrisa maliciosa, le soltó un golpe en el rostro con toda su fuerza.

-No puede negarlo más. Solo basta con escuchar esa blasfemia.

El rey había permanecido en silencio, observando atentamente cada detalle y rozando la empuñadura de su espada con la punta de sus dedos. En cuestion de segundos, la desenvaino y le apuntó al cuello al Lord, ante la mirada aterroriada de su familia.

Su esposa suplicaba por su vida, pero cuando se dió cuenta que el rey ya no la escuchaba, corrió hacía sus hijos y los abrazó, cubriendo sus rostros para que no viesen nada. Desgraciadamente, por encima de su hombro, su pequeño de 7 años vió como de forma despiadada Ryu Usami ejecutaba a su padre, y no pudó dejar escapar un horrible grito de dolor, que provocó que su madre se soltará a llorar con gran pena.

Pero no fue el único que sintió su alma partirse. La pequeña Yoko había visto todo desde su escondiente y cubrió su boca de inmediato, para no delatar su presencia.

-Llevenselos- ordenó el rey, mirando con desprecio a la madre y sus 2 hijos. -Y asegurense que les acompañen todos y cada una de la personas que esten relacionadas con esa familia.

-Si, majestas- Messiah hizo una reverencia, agachando el rostro para ocultar su maléfica sonrisa de satisfacción.

Los guardias apresaron a la mujer y a sus hijos, pero con un rápido movimiento, el pequeño niño consiguió escapar de ellos.

-¡Hiromu!- exclamó la madre, pero los guardias no le permitieron poder ir detras suyo.

El pequeño estaba apuntó de entrar al bosque cuando desgraciadamente consiguieron atraparlo. Lo llevaron ante el rey, quien lo miró con absoluta repulsión.

-Encarguense de ellos.

-¡No, por piedad!- suplicaba la mujer, mientras era arrastrada junto a sus hijos rumbo a la prision.

Por un momento fugaz, la mirada de Yoko se encontró con la de aquel niño. Pudó percibir que tenía miedo y deseos de escapar; pero sobre todas las cosas, sabía que él era el único que entendía verdaderamente el dolor que ella sentía en ese momento.


Aclaraciones:

-Ryu Usami es un OC, ya que no encontre nada sobre el padre de Yoko.

-Messiah tiene el aspecto de Enter, ya que ambos personajes comparten la forma de pensar.

Quejas, dudas, aclaraciones y etcs, sus reviews son bienvenidos. ^u^