Hace mucho tiempo, existía un reino ahora olvidado. Era un reino lleno de riquezas y belleza incomparables, donde la gente vivía en paz y armonía. Hasta que la codicia se apoderó de los humanos y estallaron guerras, saqueos, asesinatos y hasta el hombre más honorable vendió su alma a un precio demasiado alto.
Esta es la historia de ese reino, y de los héroes y villanos que habitaron en él. Aunque no siempre es lo que parece y a veces los villanos no son tan malos como pensábamos y los héroes a menudo se olvidan de la causa por la que luchaban.
¿Seréis capaces de diferenciar al héroe del villano?
¿O es que acaso son la misma persona?
-1
VILLA DE LA HOJA
En el patio del antiguo castillo un joven de no más de doce años se encontraba practicando el tiro con shurikens junto a sus dos hermanos mayores. Ambos eran fuertes y entrenaban prácticamente todo el día. Cada vez que los veía se sentía más lejos de alcanzarles, por n hablar de su padre, uno de los mejores ninjas de Konoha. Se pasó la mano por el enmarañado cabello castaño, e intentando que no le fallaran las piernas, tensó el brazo y se dispuso a disparar con la esperanza de dar, si no era en el centro de la diana, lo más cerca posible.
-Tranquilo, Konohamaru.- dijo Su hermano Sasuke- Padre te observa, y también tú madre.
Konohamru levantó la vista y pudo ver a sus padres mirándole sonrientes desde uno de los balcones. Minato y Kushina Namikaze eran los mejores padres del mundo, al menos en opinión de Konohamaru, el pequeño de la familia. Siempre habían sido una familia muy unida y respetada entre la villa de la hoja. Konohamaru se había criado rodeado por el cariño de sus padres, sus dos hermanas, Ino y Temari, las cuales no podían ser más distintas y sus dos hermanos mayores, Sasuke y Naruto.
Konohamaru pudo notar la mirada de orgullo de su padre hacia sus tres hijos desde el balcón. Pero cuando sus ojos se desviaron hacia su madre, notó esa chispa de decepción cada vez que miraba a Sasuke.
Konohamaru no entendía por qué su madre se empeñaba en tratar así a su hermano mayor. Desde que era pequeño había comprendido que algo era diferente en Sasuke. Una vez, cuando tenía cinco años se había atrevido a preguntarle a su niñera por qué a veces cuando un lord importante venía a la villa Sasuke no se sentaba con ellos a la cena o por qué su madre le trataba con frialdad.
"Muchas cosas pueden pasar cuando se está fuera de casa en medio de una guerra. Tu padre luchó valientemente combatiendo codo con codo al lado del rey, pero las cosas que vio... se necesitan algo más que unas palabras de aliento para calmar el alma, mi pequeño señor. Tu padre se fue de aquí dejando a tu madre con Naruto recién nacido y cuando volvió, llevaba a Sasuke en sus brazos. Pero debes entender que tu padre ama a tu madre con locura, a pesar de que volviera con Sasuke al castillo. Eso dice mucho de él. No muchos señores reconocen a sus bastardos abiertamente y los tratan como a uno más."
Konohamaru quiso incluso más a Sasuke después de escuchar aquella historia. Y se juró que aunque solo fuera por su parte, Su hermano mayor siempre se sentiría querido.
-No pienses demasiado, Konohamaru- le dijo Naruto al oído.
Ya había fallado tres veces, si fallaba esta también, sería el hazme reír de su casa y una decepción para su padre. Separó las piernas y fijó su objetivo. Pero un segundo antes de soltar el shuriken, algo pasó volando por su lado a una velocidad inusual y de repente vio una shuriken que no era el suyo, clavado justo en el centro de la diana.
Cuando sus hermanos y él se giraron sorprendidos, vieron a la pequeña de sus hermanas, Temari, bajado el arco que sujetaba con la mano derecha y una sonrisa de orgullo.
Todo se quedó en silencio durante unos segundos, para que después tanto Sasuke como Naruto estallasen en carcajadas doblados sobre sí mismos.
Temari era una niña valiente e inquieta, seguramente se habría escapado de su clase de la ceremonia del té, haciendo rabiar a su hermana Ino. Temari también era el ojito derecho de Sasuke. Cuando Ino nació causó una gran alegría ya que era la primera hija de Minato y Kushina, era un bebé tan perfecto, de piel blanca como la nieve, con el pelo rubio herencia de su padre y unos enormes ojos azules. Una auténtica muñequita, delicada y bella. Pero cuando Temari nació, Sasuke supo que le encantaba esa niña, era todo lo contrario de su hermana mayor, Lloraba y berreaba continuamente y no se conformaba con cualquier cosa. Desde que era un bebé, Temari tenía muy claro lo que quería y no estaba dispuesta a que nadie le pusiera impedimentos. Una noche, Sasuke estaba paseando por el pasillo debido a que no podía dormir, y se encontró a su padre con el bebé en brazos. Por lo visto había salido a pasear para que se calmara ya que Kushina estaba agotada de dormir tan poco y Minato ya no sabía qué hacer, se le notaba nervioso y aunque intentaba calmar al bebé, era imposible. Hasta que Sasuke se ofreció a coger a la niña. En cuanto la tuvo en brazos, esta dejó de llorar y se quedó mirando sus ojos negros fijamente, para después quedarse dormida con una pequeña sonrisa. Desde entonces Sasuke y Temari habían estado muy unidos.
Sasuke sonrió al ver como Konohamaru salía corriendo detrás de su hermana y olvidándose del entrenamiento. Se dispuso a recoger todo cuando oyó unos gritos que venían desde el balcón de su padre.
-¡No puedes hacerlo, solo es un niño!
-Kushina, ya no es un niño. Tienes que aceptarlo, es hora de que vaya aprendiendo las leyes y nuestras costumbres. La ley es la ley.- decía Minato de brazos cruzados.
-Doce años son muy pocos para ver esas cosas.
-Vendrá, Kushina. Es un Namikaze.
Sasuke y los demás caballeros fueron cabalgando hasta unas colinas, donde unos subordinados de su padre les esperaban con un preso, que no dejaba de murmurar cosas extrañas sobre alguien o algo que decía haber visto.
-Sé que rompí mi juramento- dijo el hombre cuando estuvo delante de Minato. -debí volver al muro a advertirles pero se lo que vi.
-¿Es necesario hacerle eso?- preguntó en bajito Konohamaru.
-Konohamaru- dijo Naruto poniendo una mano en su hombro- hay leyes que deben cumplirse, y puede que algunas no nos gusten pero así son las cosas. Ese hombre hizo un juramento de lealtad a la guardia de la noche y no se puede quebrantar. ¿Sabes por qué?
-Porque son los que velan por la seguridad de todos.
-Exacto. Siempre están ahí, protegiéndonos y por eso hacen un juramento que no puede romperse. Si lo hacen se les castiga con la muerte.
-Se lo que he visto- dijo el hombre- vi a los caminantes blancos, no me lo invento. Están aquí.
-No apartes la mirada, Konohamaru- dijo Sasuke- padre sabrá si lo haces.
El hombre no pudo decir mucho más. Bajó la cabeza y de un movimiento limpio y certero, Minato bajo la espada y le dio muerte. Sasuke vio con orgullo que su hermano pequeño no había apartado la mirada ni un momento a pesar de que seguramente se moría de ganas de hacerlo.
-Lo has hecho bien- dijo Minato momentos más tarde mientras cabalgaban de vuelta al castillo.-¿Entiendes por qué lo he hecho?
-Sasuke dice que era un desertor.
-¿Pero lo entiendes? El hombre que dicta la sentencia, debe blandir también la espada.
-¿De verdad vio a los caminantes blancos?- preguntó Konohamaru curioso.
-Hijo, eso son cuentos de abuelas, los caminantes blancos se fueron hace miles de años.
-¿Entonces mentía?
Después de unos segundos su padre contestó- Un demente ve lo que ve.
Pero a Sasuke no se le pasó inadvertida la sombra de duda en la mirada de su padre.
Cabalgaron en silencio unos cuantos metros aproximándose cada vez más al castillo, hasta que encontraron algo realmente inusual. Una hembra de zorro en mitad del camino, muerta con sus cachorros a su alrededor, desorientados y gimiendo.
-Qué raro, una hembra de zorro a esta altura del bosque y en ese estado- dijo Naruto bajando del caballo.
-Es un zorro rojo, no hay zorros de esa clase tan al norte. - dijo Minato.
-Parece que ahora hay cuatro. Toma, coge uno- dijo Sasuke dándole a Konohamaru uno de los cachorros.
-Es mejor matarlos, en este paraje no sobrevivirán-dijo Minato
-Trae dámelo- dijo Suigetsu. Uno de los escuderos de su padre, que había venido desde el país de las olas cuando era un niño.
-¡No!
Pero antes de que pudiera arrebatarle el cachorro a su hermano, Naruto se puso en medio.
-No te acerques.
.Sigo órdenes de tu padre, no tuyas.
-Lord Namikaze- dijo Sasuke- hay cuatro cachorros, uno para hijo Namikaze, y el zorro es el emblema de vuestro clan.
Después de pensárselo unos minutos, finalmente Minato miró a sus hijos y con voz serena les dijo.
-Si tienen hambre, vosotros les alimentareis, les cuidaréis y les adiestraréis. Yo no me hago responsable.
Y con una sonrisa, Konohamaru abrazó al pequeño cachorro de zorro que empezaba a lamerle la cara, reconociéndolo como su amo.
Pero cuando se disponían a irse, un gemido les sorprendió entre unos matorrales. Se trataba de un cuarto cachorro, algo más precavido que el resto, que había decidido permanecer escondido. Sasuke se acercó poco a poco dejando que se acostumbrara a él y a su olor.
-Vaya, el pequeño de la camada- dijo Naruto con una sonrisa- es el tuyo, Sasuke.
Y por primera vez en mucho tiempo, Sasuke sintió que la pesadez de su corazón se aflojaba un poco.
LA CAPITAL
Las campanas del templo anunciaban el funeral de la mano del rey, su consejero, quien había muerto a causa de unas fiebres la noche anterior. Todo el mundo estaba reunido para presentar sus respetos y honrar al hombre como correspondía a su puesto.
Si por ella fuera no se habría presentado, pero que la reina faltase al funeral de la mano del rey daría lugar a rumores innecesarios, y Kaguya no podía permitírselo.
No soportaba estar ni un minuto más allí. El corsé le apretaba de tal manera que le costaba respirar con normalidad, y algunos mechones blancos que se le habían escapado del sofisticado recogido, se le pegaban al cuello debido al sudor. El verano se estaba acabando pero el calor todavía era intenso.
No pudo más y se apartó con disimulo hacia una de las salidas del templo donde corría un poco más de aire.
-Como hermano tuyo, debo advertirte.
Reconocería esa voz en cualquier parte. Al darse la vuelta vio frente a ella a su hermano mellizo, Neji. Con esa larga melena castaña y sus ojos perla arrebataba suspiros a todas las damas del continente a su paso, una lástima que el voto de castidad viniera incluido en el cargo de AMBU.
-Te preocupas demasiado, está empezando a notarse.
-Y tú nunca te preocupas por nada. Recuerdo cuando éramos pequeños y saltaste desde el acantilado del castillo. Podías haberte matado y aun así nada parecía alterarte.
-No había nada que temer hasta que se lo dijiste a padre. Somos Otsutsuki, y no actuamos como locos.
-¿Y si Iruka se lo dijo a alguien? Dijo la reina después de un largo suspiro.
-¿Decírselo a quién?
-A mi esposo.
-De habérselo dicho al rey nuestras cabezas ya estarían separadas de sus cuerpos. Lo que Iruka supiera o no ha muerto con él. Jiraya nombrará a otra mano del rey mientras sigue con sus putas y la vida seguirá igual. - dijo en tono despreocupado.
-Tú deberías ser la mano del rey.
Si, su hermano Neji, el genio de la familia, había sido nombrado AMBU a los doce años, su talento para el combate con espada no tenía precedentes y su padre, anterior mano del rey, no podía estar más orgulloso de su hijo. La familia Otsutsuki era la más poderosa de todo el continente, prácticamente todo el mundo estaba endeudado o le debía un favor a Hiashi Otsutsuki, no había sido casualidad que su propia hija acabara siendo reina y su hijo AMBU.
-Es un puesto que no me seduce, sus días son muy largos y sus vidas muy cortas. Además son sustituidos muy fácilmente, recuerdo cuando reinaba el último Uchiha, Madara o el rey loco llegó a tener siete manos del rey en menos de un año. No gracias.
Kaguya lo dejó estar, pero sus manos no dejaban de retorcerse mientras una sombra de miedo se instalaba en sus ojos.
LA HOJA
Todo el mundo estaba agitado preparando los últimos detalles para la llegada del rey, la reina y toda la corte al país del fuego. Meses atrás una carta había llegado desde la capital y había trastornado las vidas de los habitantes. Una carta que lo cambiaría todo.
-Sabía que te encontraría aquí.- dijo Kushina sentándose al lado de su marido, quien estaba tranquilamente apoyado en el tronco de un árbol afilando su espada.
-Siempre sabes dónde encontrarme, mi amor. ¿A qué viene esa expresión en tu cara?
A pesar del tiempo que llevaban casados, a Kushina seguía sorprendiéndole lo profundamente que Minato la conocía, sus gestos y sus suspiros, los descifraba en menos de dos segundos.
-Lo siento muchísimo, cariño. Ha llegado una carta de la capital, el rey... Jiraya dice que Iruka ha muerto debido a unas fiebres. Sé que estabais muy unidos a él Jiraya y tú. Y Minato eso no era todo lo que decía la carta- dijo Kushina haciendo que su marido levantase la cabeza de golpe.
Si... con solo mirarse ambos adivinaban el pensamiento del otro.
-Kushina...
-Puedes decirle que no, Minato. Jiraya es tu amigo y lo entenderá puede pedírselo a otro.
-Si viene tan al norte solo puede ser por una cosa.
-No tienes por qué ser la mano del rey, por favor...
-No se le puede decir que no a un rey.
Cuando la corte llegó a la Hoja, causó un gran alboroto. La aldea era más austera que la capital aunque no estaba exenta de lujos. La gente se volvió loca, nunca había visto nada igual, aquellos caballos, todos esos caballeros...
Frente a la puerta del castillo, toda la familia Namikaze se reunió en la puerta para dar la bienvenida a los reyes, al príncipe y a toda la corte. Minato, Kushina, Naruto, Ino, Temari y Konohamaru estaban con sus mejores ropas esperando. Sasuke y Suigetsu estaban algo más atrás junto al resto de personas del castillo.
Naruto y Sasuke no pudieron evitar sonreír mientras veían a Temari retorcerse incómoda dentro del estúpido vestido que su madre le había obligado a ponerse. Pero cuando llegó la comitiva, la sonrisa de Naruto se congeló al ver como el príncipe Deidara posaba sus azules ojos en Ino. Había muchos rumores sobre él. Unos decían que era un conquistador entre las jóvenes de la capital, otros que nunca salía del palacio. Nadie tenía nada claro sobre el príncipe y definitivamente había algo en él que no le daba buena espina a Naruto.
Al llegar el rey todos se arrodillaron esperando a que bajase del caballo. Cuando lo hizo, fue directo hacia donde estaba Minato, haciéndole un gesto para que se levantase.
-Alteza.
-Oh, por favor Minato no empieces con tus formalidades- dijo abrazándole para luego hacer lo mismo con Kushina.
-Alteza.
-Es una alegría veros ¿Que has hecho estos nueve años?
-Guardar el norte para ti, mi rey.
Cuando la reina bajó todos se quedaron sin habla. Los rumores sobre que era la mujer más bella de todo el continente podían ser perfectamente ciertos. Con su capa blanca de armiño y la suave melena cayéndole por la espalda, parecía una reina de las nieves. Perfecta e inalcanzable.
-Bueno, Minato. Llévame a tu cripta, quiero presentar mis respetos.
-Llevamos un mes viajando, amor- dijo la reina- los muertos pueden esperar.
-Minato, vamos.
Kaguya no dijo nada, ya estaba acostumbrada a los desplantes de su esposo.
-Háblame sobre Iruka- dijo Minato mientras caminaban por los oscuros pasillos de la cripta donde estaban enterrados los antiguos miembros de la familia Namikaze.
-Estaba sano, pero de repente se puso malísimo y murió. Iruka me enseñó tantas cosas... te necesito, Minato. En la capital. Te nombro mano del rey.
Minato se arrodilló enseguida sabiendo que aquello pasaría antes o después.
-Vamos, no te pongas así. Solo quiero que rijas mi reino mientras yo me dedique a cosas menos estresantes. Vamos, levanta. Me ayudaste a ganar el trono, ahora ayúdame a conservarlo. Teníamos que gobernar juntos. Si tu hermana hubiera vivido, hubiéramos tenido lazos de sangre. Pero aún no es tarde. Tengo un hijo y tú una hija, uniremos nuestros clanes- dijo mientras siguió caminando.
Ambos fueron caminando en silencio, los dos sabían desde el principio a que tumba se dirigían. Los pies de Jiraya se detuvieron frente a la estatua de la hermana de Minato, y su antigua prometida, Izumi.
Se quedó unos minutos mirándola, con las palabras atravesadas en la garganta.
-Tenías que enterrarla en un lugar así oscuro y frío. Debería estar en alguna colina, con el sol y las nubes sobre ella.
-Era mi hermana, Jiraya.
-En mis sueños lo mato todas las noches- dijo acariciando la mejilla de piedra.
-Se acabó, alteza. Los Uchiha ya no están.
-No todos ellos... y lo sabes.
