Disclaimer: Los personajes de The Lost Canvas le pertenecen a Shiori Teshirogi y a Masami Kurumada. Yo solo me divierto con sus personajes y no lucro con esto.


Capítulo 8

Dolores del pasado y el presente

Desde esa noche donde había recordado su pelea con Kardia, que no pudo plasmar en papel, muchas cosas habían pasado en los alrededores. No eran cosas malas pero como su esposo había dicho, cada uno era parte fundamental para la restauración del Santuario y ahora que Lorian no estaba embarazada podía seguir con su trabajo de supervisar las casas zodiacales.

Cinco meses antes de quedar embarazada estaba supervisando la reconstrucción de la casa de Acuario. Esa casa era especial y quería que quedara en perfectas condiciones, que sus pisos volvieran a ser de piedra y sus columnas se alzaran hacia los cielos, que las repisas de la biblioteca volvieran a estar llenas de libros, libros que estaban guardados en el salón principal junto con varias cosas más que se lograron recuperar a medida que se levantaban escombros. Libros, cuadernos de dibujo, figuras, tapetes, más libros, pinturas… muchas cosas que lograron rescatar de diferentes casas.

— ¿Segura que quieres supervisar otra vez? —preguntó el esposo de Lorian. Ambos estaban en la primera casa zodiacal, la de Aries. Ella asintió sin cohibirse— ¿Por qué quieres comenzar de aquí?

—Porque sí, no importa por donde empiece, todas las casas son especiales y van a volver a la vida, no importa el tiempo que nos tome hacerlo. Haremos que este lugar renazca y que sea aquel que tú y yo vimos y amamos.

—Tienes razón, ya se ha avanzado bastante y podrán faltar algunas cosas pero Roma no se construyó en un día, ¿no?

—No… —Lorian lo miró a los ojos y le sonrió. Él solo le sonrió de vuelta pero era esa sonrisa que Lorian reconoció al instante.

—… —el hombre se acercó seductoramente a su esposa y la intentó agarrar por la cintura y atraerla hacia él— ¿Por qué te mueves?

—Alguien nos puede ver.

— ¿Y qué tiene de malo? ¿Nunca han visto a una pareja de casados darse un beso?

—No en público y menos aquí, hay que guarda las apariencias. ¿Desde cuando eres tan meloso?—él se acercó e intentó darle un beso en el cuello pero Lorian no se dejó y ambos casi caen al suelo pero siempre riendo. Habían aprendido que cada momento era valioso y que reír era parte importante del día a día—ya basta, si alguien nos ve será muy vergonzoso.

—Solo uno y me largo a hacer mis deberes—le intentó hacer caras tiernas, las cuales siempre funcionaban. Lorian rodó los ojos y se le quedó viendo mientras él sonreía—te lo prometo.

—Tienes una habilidad increíble—Lorian pasó sus brazos por el cuello de su esposo y unió sus labios con los de él.

—Y ni siquiera nos vieron… —volvieron a unir sus labios como si estuvieran en un lugar distinto. Hace tiempo que no tenían momentos a solas ya que los niños al parecer exigían más atención, especialmente Andros e Ilarion que ya estaban entrando en una etapa un poco dura.

—Mis señores… — al escuchar esa voz ambos se soltaron de golpe y se limpiaron los labios, cada uno separado por una distancia de casi tres pasos—perdone por interrumpir su…

—Descuida, descuida… no interrumpiste nada…—dijo Lorian ya que su esposo parecía muy avergonzado para hablar— ¿sucede algo? ¿Por qué están fuera de sus puestos?

—Mi señora, es que encontramos a uno de sus hijos husmeando en la casa de Géminis—Lorian y su esposo se asombraron ante lo dicho. Los cinco niños sabían que estaba terminantemente prohibido pisar las casas zodiacales si sus padres no estaban ahí con ellos, o en su defecto, con sus doncellas.

— ¡Suéltenme! ¡Se las verán conmigo si no me sueltan!—los gritos del niño se escucharon desde atrás de unos muros de piedra. Ambos padres reconocieron la voz enseguida— ¡Son unos lengua largas! ¡Traidores!

—El señorito Ilarion… —comenzó a decir el guardia mientras los otros dos soltaron al niño de 8 años.

— ¡Soy Andros! ¡Cabeza de…!

— ¡ANDROS! —gritaron ambos padres al mismo tiempo al ver que el niños estaba a punto de soltar unos cuantos adjetivos al guardia.

— ¡Ilarion es mi hermano gemelo, cabeza de…!

— ¡ANDROS!

—… —el niño se calló la boca ante la mirada severa de sus padres—pero no estaba haciendo nada malo mamá, papá…

—Yo no puedo lidiar con esto ahorita, me tengo que ir—el padre del niño lo miró de manera severa antes de irse—tu y yo hablaremos luego, Andros. Por ahora tu madre se encargara de esto—el hombre dio media vuelta y se fue de ahí dejando al niño y a su madre.

—Muchas gracias por traerlo, pueden volver a sus puestos y más tarde las doncellas les llevaran su ración de comida y agua—dijo Lorian con amabilidad.

—Gracias mi señora.

Todos los guardias se retiraron y al mismo tiempo se llevaron una mirada de furia de parte de Andros. El niño estaba muy molesto pero la mirada severa de su madre era más fuerte que la rabia que tenía hacia los guardias por haberlo delatado… y peor aún, su padre estaba ahí y él no era una persona que usara el método físico como castigo pero era severo si se llegaban a portar mal.

— ¿Por qué siempre me confunde con Ilarion? —la voz del niño sonaba con rabia pero Lorian lo dejó seguir. Andros miraba hacia la dirección donde se habían ido los guardias—son unos idiotas, ¿Qué tiene Ilarion que no tenga yo? ¿Acaso soy menos que él? —Lorian sintió como una alerta se activó en su cabeza, esas palabras se le hacían muy familiar.

— ¡Ya basta, Andros! Tu hermano y tu serán gemelos pero ambos son especiales y muy diferentes aunque no lo creas—el niño se limpió la cara con la manga de su ropa y miró a su madre. Ambos niños habían heredado el color de ojos de Lorian y poseían una mirada dulce y eran niños muy buenos—ya basta de andar comparándote con tu hermano, tu sabes que los dos son buenos niños y cada uno es bueno en algo. Yo los amo a los dos tal y como son, ni más ni menos.

—Pero… ¿Por qué siempre es así? ¿Por qué nos confunden, mamá?... ¿Por qué hablan de Ilarion y de mí de esa forma? Hablan como si yo no existiera a pesar de pasarles por al frente… y a Ilarion lo tratan como si fuera especial.

—Ambos son especiales, no importa lo que ellos digan de ustedes porque importa más lo que tu padre y yo pensemos de ustedes y de como ustedes dos piensen y se traten, son hermanos y si papá o yo llegamos a faltar algún día solo lo tendrás a él y a tus otros hermanitos.

—Pero mamá…

Ese era un asunto a tratar urgente pero ya lo arreglaría más tarde. Desde hacía ya un tiempo que los gemelos tenían que lidiar con eso de "la maldición de los gemelos" lo cual eran puras estupideces.

—Ya te he dicho que no los escuches, Ilarion no lo hace y tú tampoco lo harás así que solo hazte el sordo hijo, veras que nada te va a afectar de esa manera—el niño asintió mientras se seguía limpiando la ropa—por otro lado… ¿Qué hacías en la casa de Géminis?

—Estaba paseando por las escaleras y los guardias me encontraron cuando iba por la casa de Géminis, quería ir a la casa de Leo—dijo Andros. Lorian había aprendido a identificar las mentiras de sus hijos fácilmente… pero Andros estaba diciendo la verdad.

—Así que… solo era eso.

—Sí, mamá.

— ¿Estás diciéndome la verdad, Andros? —ambos se miraron por un largo rato hasta que el niño abrió la boca y respondió con toda la sinceridad que Lorian pudo sentir.

—Sí, mamá.

—Está bien, ve a jugar con tus hermanos que de seguro están en el valle cerca del río—Andros asintió con una sonrisa y salió corriendo.

Lorian tenía mucho que pensar y en parte esos problemas con Andros e Ilarion debían arreglarse y rápido, no quería que fueran a caer bajo esos comentarios que siempre se escuchaban por el Santuario y menos que pasaran por algún calvario, solo eran dos niños de 8 años.

Luego de asegurarse que Andros estaba bien, y con sus hermanos, continúo supervisando la reconstrucción de la casa de Aries. Hasta ahora solo contaban con tres casas totalmente reparadas, las cuales era Piscis, Tauro y Leo. Piscis porque era la más cercana al salón principal, la de Tauro porque estaban los materiales exactos y la de Leo porque no había sufrido muchos daños. Fueron horas de supervisión, su esposo había ido a verla y ambos veían con ilusión como quedaría nuevamente todo el lugar.

Pasadas varias horas, Lorian logró descansar un poco, fue hasta su estudio luego de almorzar ella y su esposo solos, y se sentó en la silla frente al escritorio con sus manuscritos, la tinta y sus recuerdos. No había escrito nada desde hacía ya dos meses, ¿Cuál era el motivo? Sencillo, no sabía que escribir, por supuesto, recordaba todo lo que había pasado ese día cuando se encontró con Kardia, era algo que tampoco jamás olvidaría pero era un poco difícil de explicar para plasmarlo en papel.

Intentar sacar momentos felices y plasmarlos era una tarea complicada porque no solo puedes escribir que eras feliz sino que ella quería transmitirlo al momento de que alguien leyera, para que supieran que no todo siempre fue oscuridad y guerra en esas sagradas paredes. Muchos momentos felices existieron y obviamente los pondría pero había otros que se había replanteado poner.

—Vamos a ver…

"Jamás fui una niña de caerme a golpes… a esa edad. Como leyeron antes, yo cambié mucho en el transcurso de un año y unos pocos meses, la razón ni yo lo sabía. Lo único de lo que estaba totalmente segura era que, después de que Kardia me insultó de esa manera, quería romperle la cabeza contra la piedra donde estaba sentada".


— ¡Ven y atrévete a golpearme! —Lorian se levantó de la piedra y alzó los puños. No sabía de donde había salido ese disparo de adrenalina pero quería golpear a ese chico con todas las ganas que sentía en ese momento.

—No peleo con mujeres y menos si son débiles, prefiero pelear con alguna amazona, según el maestro Krest, aquí hay muchas mujeres fuertes y tú no pareces ni la descripción de una de esas así que no voy a perd… —Lorian se había cansado de la palabrería de Kardia y le arrojó lo primero que tenía cerca, lo cual era la manzana que había mordido.

—Deja de hablar y ven si te atreves. Tienes apariencia de cobarde, si tienes miedo de que te golpee solo dilo y vete de mí vista—Kardia vio como la niña sonreía de una manera extraña, como de emociona.

—Ya que tanto insistes en que te deje morada—Kardia salió de entre los árboles y se lanzó directo a Lorian. Tampoco tenía experiencia en combate cuerpo a cuerpo pero hacía lo mejor de sí mismo para intentar golpearla después de que hirió su orgullo de niño.

Lorian se movió rápidamente y comenzó a esquivar los golpes que daba Kardia. No sabía por qué se movía así o como se atrevía a lanzar un golpe o a devolverlo. Solo sabía que estaba sintiendo una emoción que hace más de un año no sentía. Esa energía de correr y saltar que tenía cuando estaba más pequeña volvía a ella como si hubiera estado dormida.

— ¡Ven acá! —Kardia la tomó del vestido y lo jaló fuertemente. No logró atraerla hacia él ya que el vestido se rompió de un lado dejando ver una de sus piernas. Esto la molestó mucho más.

— ¡Eres un idiota! ¡Ahora mi vestido esta arruinado! —Lorian intentó atinarle una patada en el estómago pero se quedó corta y Kardia logró tomarla del pie mientras con la otra mano sujetaba su brazo— ¡Suéltame!

— ¡La próxima vez metete con alguien a quien puedas ganar! —Kardia la hizo girar sobre si misma, casi le rompe el tobillo. Lorian cayó al suelo y se golpeó contra una piedra, justo en la sien.

—… —la niña se tocó el lugar donde se golpeó y notó que estaba sangrando bastante—eres… ¡eres un idiota!

— ¿Ah?... —Lorian se levantó rápidamente, había tomado una piedra del suelo y estuvo a punto de ponérsela de adorno en la cabeza a Kardia si no es que una mano la detiene justo a tiempo.

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —esa voz le era muy conocida, demasiado para su gusto pero no la había oído en más de un año—sabía que después de no verte en mucho tiempo ibas a estar más loca que antes.

Lorian volteó y vio una mueca severa en la cara de Aspros. Soltó la piedra y se quedó estupefacta viendo la cara del chico, como si fuera alguien que no conocía, y en realidad era así, ella no lo conocía más que simples palabras y peleas de las que habían tenido desde que se conocieron cuando apenas tenía 6 años. Ahora que tenía nueve y Aspros, por la apariencia que tenía, debía tener unos 14 o 15 años, podía decirse que también había cambiado mucho no solo físicamente sino que había algo extraño en él, algo que llamó la atención de Lorian.

—Aspros…

—Vete de aquí niño, mira que esta está loca—Kardia miró feo a Lorian y dio media vuelta de mala gana. Se perdió entre los arboles dejando a esos dos solos y su manzana atrás— ¿Quién será ese? Debe ser algún nuevo…

—Suéltame… —la voz de Lorian sonó un poco apagada. Aspros quedó sorprendido porque se esperó algo más grosero y en voz alta, no un "suéltame" tan bajo y… ¿pasivo? —por favor…

—Ahora sí que me estas asustando—Aspros la soltó y ella se fue directo a donde estaba el ramo de flores, que había quedado destrozado, y lo recogió con mucho pesar—oye… respóndeme si te estoy hablando niña.

— ¿Qué quieres?

— ¿Qué fue eso?

— ¿Qué fue qué?

—No te hagas la que no sabes, estabas peleándote prácticamente a muerte con ese chico, estuviste apunto de atacarlo con una piedra más grande que tu puño y vienes a decir que no sabes de que hablo. Un poco más de descaro en tus preguntas y te juro que te regreso a Rodorio—Lorian solo volteó y lo miró directo a los ojos con la misma expresión de poco interés que ahora siempre estaba en su rostro.

—Ese no es problema tuyo… —Lorian se mordió los labios y miró el suelo—por favor… déjame sola…

—… me voy a arrepentir de esto toda mi vida pero no, no te voy a dejar sola—Aspros se acercó a la niña y ella enterró su cara entre sus rodillas. Su vestido era un asco, su cabello un desastre y se había raspado las rodillas al caer al suelo— ¿Qué te sucede?

— ¡¿Acaso no puedes ir a molestar a alguien más?!

—No, en realidad estoy de descanso—dijo el chico como si nada—no te he visto en más de un año y veo que tu carácter se fue de mal a peor. Te juro que estoy a punto de irme.

—Tú no te quedas atrás—Lorian lanzó el ramo de flores lejos de ella y se paró a enfrentarse a Aspros— ¿Qué quieres? ¿Por qué no me dejas sola?

—… realmente nada, solo te vi… y… no sé… quise saber si estabas bien, además de que estabas actuando muy demente—a pesar de lo que decía Aspros su rostro mostraba emociones diferentes, como si no le importara nada.

—Déjame en paz.

— ¿Acaso vienes a dejar la ofrenda de flores? —Lorian volteó a ver el ramo de flores destrozadas—bueno… ibas.

—Aspros… —Lorian comenzó a llorar luego de darse cuenta de todo. No de las flores, no del vestido ni el cabello… sino de toda su vida—no sé qué hago aquí… no sé por qué quiero estar aquí… hace solo unos momentos estaba sentada aquí donde estamos tu y yo… y al otro estaba peleando con un desconocido tan solo porque mordí su manzana y, extrañamente, me sentí feliz de estar peleando con él… yo… no sé qué me pasó…

Aspros se quedó viéndola mientras lloraba, su llanto era como si estuviera drenando sentimientos viejos, cosas que tal vez tuvo encerradas mucho tiempo y que esa pelea hizo que explotaran. Lorian se limpió el rostro con la manga de su vestido y miró el suelo.

—Sí cambiaste.

— ¿Ah?

—La otra niña me hubiera respondido peor y creo que esa sería la que conocí, o me hubiera dado un pisotón—por primera vez Lorian logró soltar una sonrisa sincera, había pasado mucho tiempo de aquello—no sé el por qué cambiaste pero creo que puedes averiguarlo.

— ¿Cómo?

—La única persona que puede responder a eso eres tú misma, sé que suena difícil y un poco tonto pero es como lo veo—Aspros alborotó más el cabello de Lorian—no creo que el Patriarca quiera verte en ese estado.

—No creo que vaya, soy un desastre andante—Aspros la miró de arriba a abajo y solo pudo poner una mueca asco—creo que le diré a Evangelina que deberíamos regresar.

—Bueno…

— ¡LORIAN! —ambos chicos se petrificaron al escuchar la voz de la rubia desde atrás—¡¿Qué te pasó?! Te dejo unos minutos sola y mira lo que haces… —Aspros y Lorian miraban con extrañes como Evangelina soltaba una sonrisa pero que a la vez quería esconder— ¿eres tu otra vez?

— ¿Qué?

— ¿Eres tu otra vez? La niña que jugaba y siempre rompía y volvía nada los vestidos, la que corría y hacia enfadar a los mayores, la que le hacía bromas a las demás niñas… ¿eres tu otra vez?

Aspros miró a Lorian esperando oír la respuesta que, al parecer, Evangelina esperaba. Al parecer el cambio de actitud de la menor no solo lo había visto Aspros sino que era algo que tal vez más de una de las niñas que vivían en la casa de la señora Lais deseaba.

—No… no aun…

—… creí que si venias… podrías ser tu misma otra vez… al parecer la idea de la señora Lais no fue la mejor.

— ¿Fue idea de ella que yo viniera?

—Sí, no importaba que dijeras ella igualmente quería que vinieras—tal vez ahora algunas dudas se aclararían en su mente. Lorian soltó una enorme sonrisa y miró hacia el cielo y colocó sus manos en su cabeza.

—Falta algo.

— ¿Qué cosa? —preguntó Aspros que seguía ahí de tercero.

—No sé… pero quiero avanzar, Evangelina—la joven de cabellos rizados levantó la mirada y vio sonreír a Lorian—vamos a ver al Patriarca, entreguemos las flores, no importa si están horribles… quiero ver al Patriarca.

—Está bien, vamos.


"En ese momento, a pesar de mi corta edad, tomé una decisión. Si quería estar ahí entonces debía sacrificar algo, siempre ha sido así a través del tiempo y de las vidas del hombre. ¿Qué estaba sacrificando yo al ir allá y hablar con el Patriarca? La confianza de Honor, de esa mujer que me crió y… no sé, yo solo quería avanzar, moverme y dejar de fingir algo que realmente no era y que me hacía sentir infeliz.

No agradezco a Kardia todo eso pero en parte sí. Él fue grosero y no fue la única vez que tuvimos este tipo de encuentros porque, desde ese día, yo vendí mi alma a Athena. Yo juré servir a ella todo lo que pudiera aun si eso significaba sacrificar mi vida".


— ¿Estas segura que quieres hacer esto? —dijo Evangelina a un lado de Lorian. Habían intentado acomodar un poco su apariencia pero sin mucho éxito. Con el vestido roto, sucio y despeinada no había mucho que se pudiera hacer—Lorian… si quieres podemos…

—No.

—Pero…

—Evangelina… quiero verlo, no me importa cómo me vea… un poco. Por primera vez en un tiempo siento que puedo caminar sin un peso en los hombros y realmente no me importa si mi vestido está roto o si las flores quedaron hechas nada, solo quiero hablar con él.

—Eres muy extraña para tu edad, ¿lo sabias?

—Sí, hasta yo me extraño por eso pero es la manera en que nos han criado donde la señora Lais.

Evangelina sonreía y de un momento al otro las enormes puertas de la cámara patriarcal se abrieron revelando frente a ellas un camino de alfombra roja como la sangre, pilares de piedra blanca y al final, un trono de piedra y oro.

Lorian tragó grueso, agradeció a Athena que solo estaba el Patriarca ahí sentado y que los caballeros no estaban ahí, solo dos doncellas paradas cerca del trono. Aspros había ido a entrenar y tampoco estaba muy interesado de acompañarlas así que apenas Lorian tomó la decisión de ir él se fue. Lo que le había extrañado a Lorian al verlo otra vez fueron sus ojos, esa mirada había cambiado y no para bien.

—Camina… —dijo Evangelina en voz baja. Lorian estaba petrificada, no podía mover ni una parte de su cuerpo—Lorian…

—Avanza… —ambas escucharon la voz del Patriarca desde el otro lado del salón—no tengas miedo que aquí nadie te hará daño, nunca.

—… —Lorian cerró la boca y comenzó a respirar con más calma—Evangelina, por favor… ¿puedes dejarme hablar con él a solas?

—… —la rubia estuvo a punto de reclamarle pero solo le salió una sonrisa—te espero afuera, que no se haga el atardecer o me tendré que ir sin ti—le dio una caricia en la cabeza y salió del lugar.

Al momento del estruendo de las puertas al cerrarse todo el lugar quedó como si estuviera en otra parte, como si el salón entero estuviera aislado del mundo. La niña miró al hombre en el trono, no era primera vez que lo veía y aun así sentía como si un extraño la observara.

—Ven.

Lorian comenzó a caminar poco a poco, cada paso era inseguro y temeroso. Mirando la alta figura del Patriarca estirarle la mano para que la tomara sintió algo en su pecho, no sabía que era pero no era malo, todo lo contrario, era acogedor. Poco a poco alzó su mano como si quisiera alcanzar la del Patriarca, la velocidad de los pasos también iba en aumento y cuando se encontró cerca sintió que podía hacer eso que más le gustaba, correr.

Corrió como nunca antes y se lanzó a los brazos de aquel hombre. Lloró mucho, tomaba la túnica del Patriarca y la estrujaba con fuerzas a la vez que sentía la mano de Sage acariciarle la cabeza con calma.

— ¿Por qué lloras, Laura?

—No sé, es un dolor… en mi pecho… como si… como si me hubiera ido mucho tiempo y haber vuelto a casa después de tanto y tantas cosas vividas—Lorian no dejó de llorar y Sage la dejó descargarse porque entendía a que se refería la niña con eso. Ese dolor de haberte arrancado de algo que amabas.

— ¿Odias a Honor por haberte impedido venir?

—No.

— ¿Qué sientes entonces?

—Tristeza… felicidad… miedo…

—No hemos logrado nada en todo este tiempo pero eso no nos detiene… ¿sabes por qué? —Lorian negó con la cabeza y miró a Sage a los ojos—porque hay esperanza, en cada mañana, en cada ser humano hay una esperanza y nosotros somos los encargados de que esas no se pierdan e incluso en nosotros existe. Las estrellas me dijeron que vendrías y estoy orgulloso de que tú sola hayas tomado la decisión de venir aquí, decirme lo que sientes y de que amas este lugar pero aún queda algo por decidir.

— ¿Qué cosa?

—No puedo obligarte a vivir aquí, aun eres una niña—Lorian asintió, tenía el rostro hinchado y los ojos un poco rojos por el llanto—puede que contigo aquí logremos algo pero es necesario que vengas, entrenarte en esto porque yo sé que tu abuelo lo hubiera querido, tú tienes algún don especial, tienes algo que puede que te distinga del resto pero jamás lo sabremos si te quedas tejiendo manteles para mesas de té.

—Lo hago bien, señor—ambos rieron. Siempre debía haber risas, todos los días.

—Tendrás que abandonar muchas cosas y acostumbrarte a nuevas… nuevas caras, nuevas rutinas, nueva vida.

—Lo hare… no importa.

—Con palabras no puedo Lorian, necesito ver algo que me asegure que tú seguirás aquí con nosotros. Algo que me haga ver que estas dispuesta a darlo todo por el Santuario y Athena.

— ¿Cómo una acción?

—Puede ser, desprenderte de algo que ames. Siendo una niña puedes tener algo que sea especial para ti—poco poseía ella, solo era una niña, pero sí había algo que podía dar y que no importaba ya que su valor no era lo mismo a estar ahí parada— ¿alguna idea?

—Sí señor, ¿tiene una navaja? —Sage se quedó impresionado con la petición de la menor pero al instante mandó a una de las doncellas a buscar el objeto pedido por la niña. Al llegar la chica le entregó la navaja a Lorian y Sage la miró con duda y un poco de miedo de lo que pudiera hacer con el afilado objeto.

— ¿Qué piensas hacer?

—… —Lorian tomó su largo cabello oscuro y con todas las fuerzas que tenía fue cortándolo poco a poco y de manera muy descuadrada. Sage miraba con una sonrisa la acción de Lorian, no había nada más sagrado para una mujer, o niña en este caso, que su cabello—y… esto—Lorian se quitó el collar que le había dado su abuelo antes de partir—es lo último que tengo de mi abuelo… él me lo dio y es muy preciado para mí… pero la aprobación de Athena lo es más, ¿con esto sería suficiente, señor? —Sage miró los mechones de cabellos en el suelo, largos y regados formando como un círculo alrededor de la niña y el collar en su mano. Una cadena de oro con colgante de oro, parecía una moneda pero no había nada en ninguno de los dos lados.

—… —Sage al subir la mirada vio a una niña con el cabello mal cortado y una sonrisa de oreja a oreja. Verla así le recordaba a cierto hombre que una vez fue, hace mucho tiempo, un "cachorro de león" y no había manera de negar que esa niña fuera su nieta. Tomó el collar y se lo volvió a colocar—con esto es más que suficiente, una acción… pero una de las doncellas te ayudara a terminar de cortarte mejor el cabello, lo tienes horrible y disparejo—la niña asintió. Sage abrió sus brazos y le dio un abrazo—hoy es el comienzo pequeña, aún falta un tiempo pero la guerra se acerca, estemos dos pasos adelante de Hades, hagamos de esta guerra nuestra ventaja más grande.

— ¿Guerra…? —Sage quedó de piedra y Lorian con los ojos abiertos como platos—… ¿Qué guerra, señor Patriarca?

—… ¿no te han contado de eso, verdad?


"Ciertamente esa fue la primera vez que escuché sobre la "guerra santa" e incluso a esa edad no tuve miedo de lo que vendría en un futuro, era una niña aun y a esa edad todos nos creemos inmortales, pensamos que somos invencibles y que nada ni nadie nos puede hacer daño. Escuchar al Patriarca nombra esas palabras, "guerra santa", me hizo sentir extraña. Para mí, ese día, fue el comienzo de muchas cosas, muchas situaciones que me hicieron madurar, que me golpearon, que me destruyeron, que me hicieron crecer, que me hicieron ver el mundo de manera diferente… que llenaron de luz mi vida… que hicieron abrir mi corazón a muchas cosas"


No hace falta decir que cuando Evangelina la vio salir con su melena corta hasta la barbilla casi le daba un infarto. No llegaba a lucir como un chico pero en esa mirada, esa sonrisa y ella en general logró ver a esa niña alegre que hace más de un año se había esfumado pero ahora estaba de vuelta. El problema estaba ahora en cómo explicar ese corte a Lais y a Honor.

Lorian había prometido volver dentro de dos días para que el Patriarca le explicara todo sobre la guerra santa, Hades, los espectros y para comenzar con su manejo del cosmo. El otro problema era cómo explicarle a Honor que Lorian estaría así de ahora en adelante, que había hecho algo "grave" y que había desobedecido. Con Lais no había problema porque ella deseaba tanto que ella hubiera vuelto al Santuario que si la veía llegar así poco le iba a importar pero con Honor era distinto.

— ¿Crees que se moleste mucho?

—Por la decisión de regresar no, por el cabello sí—Lorian se acarició los pocos mechones que le quedaban y ambas siguieron bajando las escaleras con rumbo a Rodorio—descuida, ese crece otra vez y, a pesar de todo, no se te ve mal ese corte.

— ¿Crees que hice lo correcto?

—Sí, algo me dice que sí y la señora Lais quería que todo esto pasara y todo fue bueno. Por lo menos eso me dijo un día antes de venir, también porque quiere que su hijo llegue para enseñarte algunas cosas y sería muy útil.

— ¿Hijo? ¿La señora Lais tiene un hijo? —dijo Lorian sorprendida ante lo dicho por Evangelina. En todo el tiempo que llevaba viviendo ahí jamás escuchó de un hijo— ¿y es mayor?

—Dos en realidad. Debe tener sus veintitantos y el otro es mayor que él. Los tuvo en sus treinta y tantos años así que ella no era tan joven pero logró tener a dos varones, el que te mencioné es el menor.

— ¿Y su esposo?

—Él murió antes de que naciera el menor, una enfermedad incurable al parecer. Ella jamás lo menciona pero está muy feliz por haber logrado tener a sus hijos.

Lorian asintió y entre conversación y conversación la bajada se hizo corta y ya estaba entrando a la casa de Aries. El sol seguía en el cielo y eso tranquilizaba más a Evangelina porque de noche era casi imposible intentar llegar a casa de la señora Lais.

— ¿Y dónde están sus hijos?

—Él mayor viaja mucho, hace unos años que no va a visitarla, ella lo entiende porque le gusta lo que hace y creo que la señora Lais en su juventud era muy aventurera como esos dos. El menor también viaja mucho cumpliendo deberes pero eso no le preocupa a ella.

— ¿Y que son para que viajen tanto? ¿Comerciantes?

—Mmm… podría decirse que sí y no… —dijo Evangelina pensando la situación—en realidad creo que serían más como…

— ¿Piratas? —Lorian rió por su comentario pero Evangelina solo asintió— ¿Ah?

—Ahora que lo estoy pensando muy bien, ella me dijo que uno de ellos las trajo a Grecia en su barco del Santuario—dijo la joven rubia con una sonrisa.

—… ¿Ah?...

—Sí, el menor. Él se llama Lars.

— ¡¿Ah?!


"Bien dicen que todos los días se aprenden cosas nuevas… muy nuevas. Por los momentos le encontraba sentido a muchas cosas, además de que ella y el menor se llaman casi igual. No fue mucha sorpresa después, se me fue a los dos días más o menos porque cada que la miraba a ella siempre encontraba cosas que se le asimilaran a Lars. Los ojos, el cabello, la nariz, la forma de reírse y la sonrisa… no me había dado cuanta antes porque era muy niña cuando lo conocí y…"

—Toc, toc… —Lorian detuvo su escritura, se sentó recta y rodó los ojos—… dije toc, toc…

—Pasa—dijo con fastidio la joven mujer— ¿Podrías solo tocar la puerta y no hacer los ruidos con tu boca? ¿Me pregunto si algún día maduraras? Tantos años y sigues siendo el mismo idiota.

—No le hables así a "tu tío"

—Mi tío nada, eres más mi primo que otra cosa a pesar de que mamá si era tu prima—Lorian se levantó de la silla y enfrento a la figura que tenía atrás. Un hombre alto, musculoso pero no mucho, cabello largo negro y ojos tan azules como el cielo—me pregunto si algún día… te bañaras Lars, hueles horrible—Lorian se tapó la nariz y ventiló el aire con la mano— ¿Dónde te metiste esta vez? Apestas a que no has tocado suelo en tres meses.

—Entrega de pescado, hay que alimentar a la gente aquí, la guerra nos dejó cortos de todo pero gracias a Athena mi hermano y yo conservamos nuestros barcos—dijo con una sonrisa infantil—además de que quise aprovechar y visitar a mis sobrinitios.

—Te los regalo si quieres.

—Sería estupendo, conmigo se portan muy bien—ambos fueron saliendo de la habitación. Era costumbre que cada vez que Lars llegaba fueran a pasear al jardín— ¿Cómo está todo por aquí?

—Lento pero bien.

—Tú sabes que esa es la medicina para curar las heridas, heridas profundas como estas.

La entrada al jardín estaba cerca del estudio de Lorian. Caminaron por el pasillo hasta que la luz del sol los arropó. Lars no había pisado el Santuario desde hacía ya cuatro meses. Como había dicho anteriormente, la guerra los había dejado mal y él y Dasras eran los únicos que aun conservaban esos hermosos navíos del Santuario y proveían de lo que pudieran conseguir en sus viajes.

— ¿Cómo han sido tus viajes?

—Solitarios como siempre, solo las gaviotas, la tripulación que logro conseguir a veces y yo—ambos caminaban por los jardines sin prestar mucha atención a su alrededor, preferían solo ponerse al día con todas las historias de cada uno—escuché que tuviste otra perdida.

—Sí, decidimos no volver a intentarlo… es muy doloroso tener una ilusión y que de la nada se rompa… —Lars había tocado tema sensible—pero eso ya pasó, ahora lo principal es que busques esposa y te cases.

—Tu sabes que solo había una mujer en mi vida—ambos sonrieron y Lorian soltó un suspiro pesado— ¿Dónde están los niños? Tengo muchas ganas de verlos.

—Deberían estar por aquí jug… ¡Niños! ¡¿Qué hacen?!

Ambos se detuvieron al ver que los gemelos tenían a Rey amarrado de cabeza en un árbol. Anael y Halcyon estaban a unos pocos metros de ellos, al parecer Anael le leía un libro a Halcyon. La mayor de las niñas había aprendido a leer rápido, lo cual sorprendió bastante a su madre.

—Están mas alborotados que nunca…

— ¡Tío Lars! —en menos de lo que esperaban Andros e Ilarion se tiraron sobre Lars y lo tumbaron al suelo.

— ¡Mocosos desobedientes! —los tres reían alegremente, Lars tenía una conexión especial con los cinco niños y ellos también lo querían mucho.

—Yo volveré a escribir, tú cuídalos un rato y cuéntales algunas historias de tus viajes… nada de lo que después te puedas arrepentir, Lars… —Lorian apuntó primero al mayor y luego a los dos niños—y ustedes dos bajen a Rey del árbol.

— ¡Sí, mamá!

Lorian se escapó y vio la imagen desde lejos. Momentos como esos eran los que le recordaban que todo había pasado, que ya nada los podría dañar.

Al llegar a su estudio nuevamente se sentó y mojó la pluma en el tintero.

"No recuerdo, jamás en lo que llevo de vida actualmente, haber escuchado unos gritos tan potentes como los que me dio la señora Lais al llegar a casa. Fue…fue de proposiciones titánicas y al final estaba muerta de la risa… fue algo confuso y extraño a la vez. A pesar de sus regaños no dijo nada de que jamás volviera o que no me quería cerca de los terrenos del Santuario, todo lo contrario, parecía que hasta me estaba botando de la casa"


— ¿Estas lista? —dijo Evangelina. Ambas estaban paradas frente a la puerta de la casa donde vivían, tenía un poco de miedo.

— ¿Y si nos escapamos?

—No seas necia, no creo que te diga nada malo, es… solo un corte de cabello un poco extremo…

— ¿Un poco? —Lorian se pasó la mano por la cabeza, apenas y le quedaba para amarrarse una coleta muy pequeña—me va a matar.

—Nos va a matar—Evangelina respiró hondo y abrió la puerta con cuidado. Para mala suerte de ellas Lais se encontraba tomando su té de la tarde con otras tres chicas—llegamos.

—Que bien lindas, ¿Cómo les…? —Lais escupió el té al ver a Lorian. No solo por el cabello estaba impresionada sino también por el vestido— ¡¿Qué te pasó?!

—Ah…

— ¡Ni en todos mis años había visto algo así! ¡¿Acaso tienen idea de cuánto cuesta comprar un vestido así o al menos hacerlo?! ¡Y tú cabello! —Lais le pasó una mano por el cabello y respiró pausadamente pero aun molesta— ¡Creí que solo irían a entregar las flores pero no, veo que decidiste ponerte a pelear con alguien seguramente! ¡Mírate el vestido, esta todo sucio y roto! ¡Y tus rodillas! —Lais le levantó un poco el vestido y notó que sus rodillas estaban heridas.

—… —Lorian bajó la mirada por la pena. La situación se volvió más extraña cuando la señora Lais comenzó a reírse.

—Ve a tu cuarto y date un baño—Evangelina y Lorian se miraron las caras extrañadas, la señora Lais o había tenido un ataque a una escala grabe o algo raro pasaba.

Lorian pasó por un lado y dejó a Evangelina sola con Lais. No quería hacerlo pero tenía más miedo de como estaría Lais cuando dejara de reír de esa manera.

Al llegar a su pequeño cuarto se dio cuenta que ya era de noche. Se asomó por la ventana que había la lado de su cama y se puso a ver las estrellas, a contemplar sus destellos, parecían tan felices por alguna razón. Lorian pensaba en la decisión que tomó esa tarde, una nueva vida… nuevas caras… nuevas experiencias… esas habían sido las palabras de Sage y no podía decir que no sintiera miedo, sí lo tenía y mucho, pero otra parte de ella la hacía sentir como si hubiera vuelto a casa.

Luego de darse un baño rápido se sentó sobre su cama y se contempló los pies y recordó a alguien, alguien que pareció haber olvidado.

—Señor Ilias… —en ese instante recordó el regalo de Ilias. Ese que le causó dolor de cabeza y que no comprendía. Por puro instinto se colocó en posición loto he hizo la misma posición que hacía Ilias—escuchar al viento… él te dirá todo…

Lorian cerró los ojos y trató de caer en un trance, aquel que una vez le enseñó Sage. Quería ver… pero, ¿ver qué? No sabía como decirlo pero sentía que "viendo" lograría entender parte del por qué se sentía así.

Respiró pausadamente y sintió es misma cosa, el como si su cuerpo lo jalaran y en pocos segundos se encontró con otra escena que no pintaba bien. Fuego, mucho fuego… destrucción y muerte inundaban lo que parecía ser un pequeño pueblo pero era difícil decir de donde era ya que todo estaba destruido.

Lorian cayó de rodillas, estaba cansada de ver siempre lo mismo, solo destrucción.

Despierta… por favor… despierta, Hylas—Lorian dio media vuelta y se encontró con una mujer que sostenía el cuerpo de un hombre— ¡por favor despierta!

—… —no hacía falta decir que el hombre estaba muerto— ¿Qué está pasando aquí? —dijo Lorian mirando toda la situación desde donde estaba.

No me hagas esto Hylas, tus bromas son malas… —la joven de cabellos rubios lo sostenía como podía, cargaba una armadura dorada, su casco estaba en suelo y el apacible rostro del hombre estaba lleno de sangre, hilos de sangre salían de su cabeza, de su boca, nariz y ojos—me prometiste que superaríamos esto juntos. Prometiste que cuando acabara esta guerra tu y yo… tu y yo…

¿Terminaste? —la chica se asustó al escuchar es voz—él no despertara y lo sabes muy bien Sibel, él se fue.

Aléjate de mí Radamanthys… asqueroso espectro—la chica no soltó el cuerpo del caballero—yo no tengo nada que tú quieras. Déjame estar con él.

No, no lo tienes…ahorita—el cuerpo del espectro fue saliendo de entre las llamas y Sibel lo miraba desafiantemente— ¿Dónde está? ¡¿Dónde lo pusiste, maldita mujer?!

¡Jamás te lo diría!

Athena, sus caballeros y tú tienen al señor Hades lleno de impaciencia… no sé por qué esta tan interesado en ti pero me tienes molesto, maté a tu amado y aun así sigues firme—la tomó por el brazo y la alzó por los aires. Los ojos del espectro se clavaron en los de ella—puedo sentir algo en ti…

—…

Mira a tu alrededor Sibel, todo esto pasó por culpa tuya y de él. Si ustedes no hubieran estado aquí yo no habría destruido este lugar pero fueron egoístas, pensaron más en su amor e hiciste que él amara a alguien más que no fuera su diosa. No eres buena persona, amiga mía.

Radamanthys… ¿Por qué me haces esto? Tú y yo… éramos los mejores amigos… ¿Por qué me haces esto?

No fui yo… no fue la guerra… fueron nuestros destinos Sibel. Tú con Athena, yo con el señor Hades—Sibel lloraba viendo los ojos de ese hombre—yo no soy el causante de tu dolor Sibel, el causante es tu mera existencia… la tuya y la mía.

No… mi vida ha sido hermosa y llena de luz… una luz que jamás se extinguirá Radamanthys.

Eso dices tú—Radamanthys la soltó y cayó al suelo dándose un golpe muy fuerte en el brazo. El espectro hizo un movimiento con sus alas y todo el fuego se extinguió—vete, dale a tu santo dorado el entierro que se merece y la próxima vez que nos veamos…

Será la última Radamanthys… eso te lo juro…—dijo la chica con rabia en la voz tratando de levantarse del suelo—jamás… y escúchame bien, jamás me quitaras lo que por derecho celestial le pertenece a mi señora Athena. Dile a Hades que el Santuario lo espera… si quiere la victoria entonces que venga por ella.

Lorian abrió los ojos y estaba de vuelta en su habitación. Despertó repentinamente y se ahogó con su propia saliva, se tapó la boca y tosió con fuerzas.

— ¿Qué… fue eso? —Lorian cayó en su cama y miró el techo, su respiración estaba agitada— ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué… vienen a mí?

No era la primera vez que pasaba y cada vez eran más misteriosas sus visiones. Ya que iría al Santuario podía preguntarle al Patriarca pero a la vez estaba la duda de hacerlo.


"No fue la última vez que las vi, a esas mujeres que… más adelante sabrán quienes eran ellas. Con el paso de los años ellas jamás se fueron y jamás se irían. Me lo habían demostrado más de una vez con sus historias.

Después de ese día recuerdo perfectamente que fui al Santuario el día pautado por el Patriarca Sage para que me entrenara. Honor no volvía aún y yo seguía poniendo en duda lo que hice porque no la quería ver decepcionada de mí, decepcionada de que la única persona que más amaba en este mundo la hubiera traicionado pero… ¿Por qué traicionarla? ¿Qué es lo que hacía que la traicionara? ¿Por qué ir al Santuario era traición para ella? Eran muchas preguntas en mi cabeza y yo solo tenía 9 años de edad"


Dentro del estudio del Patriarca Lorian comenzó a ver cosas impresionantes, le gustaban libros y ahí había de sobra. Libros que hablaban de las estrellas, como leerlas, historias contadas en un pasado lejano por ellas.

—Escucha Lorian, ¿ves esos libros? —Sage apuntó a un librero enorme lleno de libro a reventar y de pergaminos amarillentos—cada uno de ellos es un mundo, cada uno es un universo. Estos libros son los diarios que se han podido recolectar de aquellos caballeros dorados de eras pasadas, todos y cada uno de ellos han escrito sus memorias en papel y tinta, y cada uno conserva esa chispa de cosmo que una vez le pertenecieron. Son como las armaduras que aun guardan memorias de sus antiguos dueños, estos libros son iguales.

—Son muchos libros.

—Mira este—Sage tomó uno no tan grueso y de pasta dura de color rojo con dorado—lee el nombre de la portada—Sage le entregó el libro a la niña y en letras doradas se leía un nombre y su constelación.

—… Alonso de Leo…

—Tu abuelo era un caballero dorado, de los mejores y mi mano derecha por muchos años antes de que él partiera de estas tierras y se fuera lo más lejos que pudo—Lorian le entregó el libro a Sage lo cual lo sorprendió— ¿no lo quieres leer? —ella negó con la cabeza y muy decidida.

—No, no aun su Excelencia… creo que no es momento.

—Tu abuelo fue uno de los mejores, eso te lo puede decir cualquiera que lo recuerde e Ilias lo respetó y quiso como un padre. Fue maestro de varios aquí y algunos de plata pero el que siempre destacó fue Ilias.

—… —la niña calló y solo se dedicó a escuchar.

—Alonso era un alma más en este lugar, un alma que luchó siempre contra lo que se viniera. Su padre fue también un caballero dorado y estoy casi seguro que sintió el deber de serlo también solo para no dejar la muerte de su padre en la oscuridad. Cuando conoció a Aurora, tu abuela, fue como si esa parte real de él hubiera vuelto, una vez él me dijo que ella era su verdad.

— ¿A qué se refiere con eso?

—A que tal vez él sentía que su vida era mentira, que todo lo que hacía era falso y que daba la imagen de importarle pero que su vida era un teatro. Al conocer a Aurora su vida cambió y ella era la única verdad en tantas mentiras—la expresión de Sage se entristeció al recordar a la pareja en aquellos años dorados—no puedo negar jamás que ella fue el amor de su vida y que, como muy pocos aquí, encontró a quien más amar que nuestra diosa. Aurora era una chica del pueblo, sus padres venían de España al igual que Alonso, su familia tenía un puesto de flores en Rodorio y a ella le gustaba mucho pintar a veces.

—…

—… al morir Aurora… el corazón de muchos se rompió. De personas que la conocíamos como Honor, mi hermano y yo… al ella morir ya no se podía hacer nada y Alonso nos rogó miles de veces que lo ayudáramos, al pasar el tiempo el cayó en la tristeza pero tenía a Celeste, tu madre. El corazón de aquellos que entristecieron con su muerte poco a poco fueron curándose pero el que nunca se curó fue el de Alonso, por eso se fue de aquí y comenzó una nueva vida lejos del Santuario. ¿Planeaba volver en algún punto para ayudar con la guerra? Eso ni yo lo sé pero lo que sé es que, por alguna sospecha mía, él quería que tu estuvieras aquí.

— ¿Por qué habría eso de ser así, su Excelencia?

—Porque ustedes pertenecen aquí—dijo Sage con una sonrisa.

— ¿Ustedes?

—Sí… —la charla fue interrumpida por unos golpes en la puerta—vaya, llegó más rápido de lo que creí.

— ¿Quién?

—Entra.

Lorian miró a la alta figura entrar al estudio y se sorprendió de sobremanera la ver a ese hombre ahí. Estaba un poco más musculo, su cabello estaba más largo sin duda, sus ojos azules brillaban de la emoción… y apestaba a pescado.

—Huele horrible—Lorian se tapó la nariz y arrugó la cara con desagrado.

—No esta tan mal—dijo Sage.

— ¿Y por qué se cubre la nariz también, su Excelencia?

— ¿Saben que estoy aquí, verdad? Y que me están prácticamente insultando…

—Lo siento Lars, son cosas de niños—dijo Sage quitando su mano de la nariz y a aguantarse el olor—me alegra de que volvieras, muchacho. Tenías varios años sin venir.

—Ordenes de usted señor y no es fácil entrenar a unos tripulantes en este tipo de cosas si ni saben leer el cielo—Lars miró mejor a la niña y al darse cuenta mejor de quien era abrió los ojos como dos enormes platos—… ¿Lorian?

—Buenos días, capitán Lars—Lorian se quitó la mano de la nariz y a aguantar, al igual que Sage, el olor que desprendía Lars.

— ¡Niña, como has crecido! —como era más grande que ella, la tomó de la cintura y le dio vueltas por los aires—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dos años? ¿Tres?

—Algo así, señor.

—Lars… —ambos voltearon a ver a Sage—cuéntame, ¿Cómo va todo por el mar?

—Señor, he decirle que todo ha ido un poco movido desde mi último reporte hace dos meses, interceptamos a varias estrellas malignas y se han enviado caballeros a que las sigan de cerca pero están volviendo a la tierra más rápido de lo que jamás me imagine. Por fortuna mi hermano y yo no hemos perdido a nadie pero la tripulación de Rolan sufrió algunos daños por culpa de un espectro que venía del nuevo mundo, señor. Dasras seguía por tierra a unos junto con su escuadrilla pero los perdieron en el paso a Polonia por la guerra que se está dando lugar. Italia esta tranquilo en su mayoría, Francia también pero en España Gabriel tuvo un inconveniente con una estrella recién llegada, entró en combate con él pero fue asesinado, señor.

—Justo lo que no quería…

—Pero señor, hay buenas noticias en todo esto.

— ¿Y cuáles serían? —Lorian estaba sentada en una silla cerca al escritorio de Sage mientras los dos adultos hablaban.

—Según me han informado, la población de nuevos reclutas estaba disminuyendo pero Dasras y yo hemos traído 20 nuevos aprendices—Sage le dio una media sonrisa— ¿está bien para usted?

—Está perfecto, podremos equilibrarnos un poco. Ya que Sísifo es caballero y puede que pronto haya más dorados por aquí.

— ¿Quiénes son los afortunados, señor?

—Uno es Aspros, le falta muy poco para ganar la armadura de Géminis—Lorian escuchó atenta esa noticia, así que por fin ese chico sería un verdadero caballero de elite—el otro es Hasgard, él tendrá la armadura que tu rechazaste, Lars.

—No siga con eso señor, mi vida es la aventura, no estar mirando una escalinata de piedra. Prefiero estar donde estoy, creo que soy de más ayuda así. Aun recuerdo a esos niños… dígame, acaso el hermano de Asp…

— ¡Silencio Lars! —Sage miró con discreción a Lorian que vio extrañada la situación— ¿cuánto te quedaras?

—Lo que usted diga, señor.

—Creo que esta será una larga temporada en tierra para ti—dijo Sage a lo que Lars hizo una mueca de fastidio—lo siento, necesitamos a caballeros expertos que entrenen a los nuevos aprendices que trajiste.

—No hay problema, señor—dijo Lars con fastidio notorio— ¿Hay más aprendices de dorados?

—Sí, están el de Krest, el de Lugonis y uno nuevo que al aparecer le gustan los retos grandes. Vino por la armadura de Escorpio.

—Valiente el pequeño entonces, por lo que veo muchas cosas cambiaron en mi ausencia.

—Ya ves Lars, hay que avanzar.

— ¿Y la señorita Athena? ¿Nada aun? —dijo el chico en voz baja. Al parecer ese asunto era medio secreto, no muchos estaban ya contentos con eso de pelear por una Diosa que no "existía" — ¿muchos se fueron por eso?

—Sí, pero los que se quedaron están bien, saben que algún día ella vendrá.

Lorian solo escuchaba, no opinaba ya que no podía hacerlo y entendía que tampoco debía. Lars habló un par de cosas más con el Patriarca Sage y se retiró de la oficina rápidamente, al parecer iba a ir a ver a su madre.

— ¿Te vienes ahorita o más tarde? —la niña volteó a ver al Patriarca buscando una respuesta.

—Más tarde Lars.

—Me quedare en los alrededores entonces, para que no vuelva sola—Lars salió por la puerta y junto con él el olor a pescado.

—Es urgente que se bañe ese muchacho…

—Sí...


"El Patriarca tenía sus métodos de enseñanza, al ser un hombre con un rango tan alto pensé que no tendría tiempo para mí pero era extraño ver que todo lo que hacía durante el día me lo contaba. Me hablaba de cada detalle de lo que pudiera estar haciendo. No me importaba y era interesante a veces pero su trabajo era muy duro"


—Lorian, ¿puedes llevar esto a la enfermería? —Sage le entregó un sobre—dáselo a la doncella encargada y ella sabrá que hacer luego. Cuando termines te puedes retirar y te veré en dos días otra vez.

—Sí señor, que tenga una buena tarde.

Lorian salió del estudio con rapidez a entregar el sobre. Abrió las puertas del salón, debían ser como las cinco de la tarde y el sol estaba comenzando a bajar.

—Muy bien, ahora… —Lorian miró el sobre y se acordó de un asunto muy importante que había olvidado preguntarle al Patriarca—… ¿Dónde queda la enfermería?...

Tardó un poco bajando todas las escaleras y el sol tampoco ayudaba mucho esos días, lo bueno era que el cabello corto no le hacía dar más calor. Al encontrar la enfermería les entregó las cosas a las doncellas encargadas y se fue directo a casa.

Casi llegando a la salida se encontró con Lars esperándola. Al verla llegar le sonrió ampliamente, el sol se ocultaba detrás de él y a medida que Lorian avanzaba una imagen terrorífica se formó ante sus ojos. Todo era fuego y destrucción a su alrededor, había una mujer de lila cabellera en el suelo tratando de levantarse pero estaba muy lastimada para hacerlo. Y así como la imagen vino así mismo se fue, algo fugaz.

— ¿Estas bien, Lorian? —la niña no contestaba pero era consciente de que le estaban halando.

—Nada, estoy bien… vamos a casa…

Lars no se terminaba de convencer pero prefería hablar de eso con su madre. Ella sabía más cosas que él y puede que alguna respuesta tuviera.

El camino a casa fue silencioso y eso a Lars le pareció extraño porque conocía a esa niña, estuvo con él navegando mucho tiempo y era siempre muy alegre a pesar de todo. Al llegar a casa ya las estrellas estaban en el cielo, brillando con luz eterna y mostrando sus más bellos colores. Para Lars el cielo era la respuesta a todo lo que vendría, ellas lo guiaban todo el tiempo y les daban las respuestas a preguntas que su mente siempre sacaba.

— ¿Va a entrar? —el trayecto, a pesar de ser medio largo, se les había hecho rápido. Estando frente a la casa donde había pasado varios años de su vida, Lars se había quedado a contemplar el cielo.

—Sí, voy en unos segundos—Lorian sonrió y entró a la casa.

—Entonces las cosas cambian cuando se pisa el Santuario… ¿Qué opinan ustedes?... ¿Qué opinas tú, padre? —Lars siempre se "comunicaba" con su padre de esa manera, de esa forma lo sentía más cercano—llegué a salvo pero el estar aquí me limita, quiero hacer más por el Santuario, por mi diosa… tengo fe en que volverá algún día pero… ¿Qué tanto tendremos que esperar por ella? ¿Será una niña? ¿Una mujer ya adulta?

—Tienes muchas dudas, hijo mío—Lais salió de la casa y se posó junto a su hijo—ven y dale un abrazo a tu madre, deja a los cielos en paz un segundo—el chico sonrió y le dio un abrazo a la hermosa mujer—uno de mis hombres ya está aquí, falta otro.

—Vendrá pronto, madre.

— ¿Qué dudas tienes ahora, Lars?

—Es sobre esta guerra, no sé… la veo perdida.

—Nunca pienses así, las guerras que se han ganado han sido gracias a que los caballeros jamás dejaron de creer en Athena. Yo siempre te enseñé en muchas historias de guerras pasadas los milagros que Pegaso y Athena han logrado juntos.

—Sí… pero ni Athena ni Pegaso han vuelto aun…

— ¿Te acuerdas de la historia de nuestra señora Athena del siglo 14?

— ¿La señorita Alejandría? Sí, como lo olvidaría. Nació y creció aquí, criada para ser un diosa desde muy pequeña, dulce y amable con todos… y el caballero de Pegaso siempre a su lado.

—Sí, su amor fue prohibido pero no hubo un milagro más grande que el de ellos para haber ganado esa guerra, incluso Krest te lo puede decir, él estuvo ahí en ese tiempo. Y así muchas Atenas han sido la esperanza de todos nosotros, cree en ella, creen en que volverá y no importa como vuelva o su origen. Athena siempre será Athena, sabemos que ya nació pero no sabemos dónde está.

—Entonces, ¿no crees que deba molestar a los cielos un rato para saber eso? —el chico le sonrió a su madre y esta solo negó con la cabeza ya resinada que sus dos hijos tenían la cabeza más tiempo en las estrellas que en la tierra.

—No te tardes mucho.

—No lo hare, descansa madre.

—Descansa, Lars.

Continuara.


Holiiiiis! Aquí les traigo este capi, espero que les guste :3 la historia ira avanzando más rápido por un lado, sé que hay muchas dudas pero poco a poco se irán aclarando. En cuanto a la Athena del siglo 14, yo tengo una cuenta en DA (Deviantart) y ahí hay un dibujo de ella, mi usuario es AltheadeLeo93, es una de cabello rizado (por si la quieren ver) para el próximo capi van a pasar mas cosas interesantes y espero que este les guste. Me despido por ahora y nos leemos después.

Althea de Leo.