Al Diablo Con El Amor.

Capítulo 8: Convivencia en Ordon

Disclaimer: Súper Smash Bros no me pertenece, yo solo uso los personajes con el fin de entretener

Link había terminado de lavar los platos y terminar de arreglar la casa, listo para irse a trabajar. Justo cuando ya se iba, se acordó de algo, Fay. Por poco y deja la espada maestra tirada por ahí. Cierto que el arado no era el mejor lugar para transportar su fiel arma, pero tampoco podía dejarla ahí sin más.

―Por un momento creí que me olvidaría ―señaló el espíritu, apareciendo al lado de su amo.

―Eso nunca ―dijo Link, sonriendo amistosamente.

Fay respondió la sonrisa y siguió a su amo hasta la granja de cabras de Braulio; haciéndose invisible, obviamente.

Durante el camino, Link se topó con Samus, la cual estaba parada junto a la entrada a la aldea, parecía como si tuviese miedo de entrar.

Link caminó hacia ella y le dijo: Vamos, entra, no muerden.

―No lo sé, creo que algunos no se sienten muy cómodos con mi presencia. No creo que les haya hecho gracia que irrumpiera en su festejo ―comentó Samus, sintiéndose muerta de la pena. Les había dado un susto de muerte, y era completamente normal que no quisieran ni verla.

―Te preocupas demasiado; son incapaces de guardar rencor ―dijo Link, sonriendo divertido.

―No sé, creo que mejor me quedo en el árbol durante uno que otro día más.

Justo cuando Samus se dio la vuelta, Link se adelantó en el camino y gritó a todo pulmón―: ¡AMIGOS! ¡VENGAN TODOS!

Inmediatamente los aldeanos de Ordon se presentaron al llamado de su más distinguido miembro.

Samus por su parte, comenzó a correr, puesto que no quería encarar a todas aquellas personas al mismo tiempo. Había pensado en pedir disculpas… de forma individual… en unos días.

Link, al percatarse de las intenciones de la caza recompensas, la tacleó y la sostuvo fuertemente hasta que los demás llegaron, cosa que no fue fácil, pero gracias a su fuerza sobre hyliana, fue posible.

― ¡¿Qué sucede, Link?! ― preguntaron todos en sincronía, armados por si se necesitaba que luchasen; eran aldeanos pero no estaban indefensos.

Link soltó a Samus y ambos se pusieron de pie, la caza recompensas se tensó al ver a todas aquellas personas juntas.

―Chicos, los llamé aquí para notificarles que Samus no se siente muy cómoda aquí ―soltó de la nada el joven elfo.

La cara de Samus se deformó en una mueca de incertidumbre, ¿Qué clase de idiota decía eso enfrente de sus propios amigos?

― ¿Qué? ¿Por qué? ―preguntó Lalo.

―Porque aún se siente culpable por irrumpir en nuestra celebración y de forma tan descortés― respondió Link, dejando a Samus en vergüenza.

Los aldeanos se vieron los unos a los otros y comenzaron a reírse fuertemente, desconcertando aún más a la rubia.

― ¡No te preocupes! ―exclamó un sonriente Moy, pasando un brazo por los hombros de su esposa, quien también sonreía y cargaba en brazos al pequeño Link.

Todos comenzaron a sonreír amistosamente, en señal de que perdonaban a la caza recompensas mientras que esta sonreía sonrojada.

Aquello le había quitado un verdadero peso de encima.

Una vez que la charla terminó, todos volvieron a sus quehaceres menos los niños, quienes veían fijamente a Samus como si fuera la cosa más genial del mundo.

― ¿Cómo es el lugar de dónde vienes? ―preguntó Bea.

Samus se quedó estática por un rato, recordando cómo había sido su vida cuando estaba con sus padres y luego cuando fue adoptada por los Chozo. Tantas buenas memorias y tantas malas. Al final, optó por responder con sus lo que mejor pensó.

Ella se sentó en el suelo y ellos frente a ella, mirándola con sus grandes ojos infantiles y llenos de curiosidad.

―Vengo del espacio exterior, más allá del cielo…

— ¡Qué genial! —exclamó Talo.

Ella pasó la próxima hora relatando su vida a los niños, quienes escucharon atentamente a cada una de sus palabras como si fueran sagradas.

Ilia, quien se había escondido para no molestar, quedó fascinada con el mundo exterior y pensó que tal vez podría pedirle a Link que la llevase alguna vez. Y así como llegó, se marchó a seguir con sus quehaceres.

Cuando llegó el medio día, los niños ya se retiraban y Link regresaba del campo. Había sido una mañana muy productiva y calculaba que terminaría el arado pronto. Sentía el cuerpo caliente y la sensación le agradaba, transportándolo a un tiempo más sencillo cuando era un simple granjero y no un héroe legendario o un gladiador.

Los músculos estaban entumidos pero contentos, sintiendo nuevamente la tensión del trabajo duro y tranquilo, nada como los entrenamientos que solía tener en la mansión. Si bien las prácticas no eran precisamente fáciles, no se comparaban con el arar la tierra durante horas, calmando la mente y el espíritu.

Dejando de lado sus divagaciones, Link ingresó en su casa, donde Samus se encontraba mirando una serie de ingredientes, sin saber muy bien que preparar con ellos.

Ahí había coliflores, rábanos, maíz, pepinos, cebollas, pescado salado, carne de cerdo, de venado y otras delicias que harían babear a cualquiera.

Link se quedó observando en silencio, a la espera de lo que haría su rubia amiga.

Samus, quien para cocinar era poco diestra y sin mucho conocimiento, miraba aquellos ingredientes y maquinaba arduamente cómo prepararlos para sacar su mejor gusto. Tal era la dedicación y seriedad con que los observaba, que más bien parecía que realizara un complejo cálculo matemático. Como ya hemos dicho, no era muy diestra, aunque pudo ahorrarse problemas si simplemente usaba su comunicador para contactar la nave y que esta le mandara un recetario que pudiera encontrar en la base de datos de la mansión. Lástima que no se le ocurrió.

Finalmente comenzó a lavar los vegetales y la carne, esperando que algo se le ocurriera en la marcha. Terminado el aseo de los ingredientes, procedió a poner una olla llena de agua en la estufa, en la cual depositó carne de cerdo, un poco de venado y varios vegetales, sin olvidar las especias tales como sal y pimienta. No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo, incluso peor, su propia y extrema concentración le impidió darse cuenta de la presencia del dueño de la casa, quien sonriente y burlón la observaba ir y venir de un lado para otro, esperando a que la comida estuviera lista.

Varios minutos después, Samus se arriesgó a probar su guiso. Tomando un cucharón y una copita, se sirvió un poco. Apenas había tocado el líquido su lengua cuando esta lo escupió rápidamente. Aquel menjunje podría ser todo en el universo menos sopa. Era grasoso, insípido y dejaba un mal sabor de boca. Es preciso indicar que, como caza recompensas galáctica, Samus estaba acostumbrada a la mala comida, pero ni toda esa experiencia le valió para aguantar semejante fiasco. También es obligación mencionar que, de no haber sido por su costumbre a la mala comida, hubiese vomitado hasta los huesos.

Desde detrás escuchó unas sonoras carcajadas, y fue cuando se volteó y vio que Link se encontraba sentado a la mesa, apoyando la quijada en su mano derecha y con la izquierda azotando, mientras no paraba de reír. De más está decir que nuestra protagonista se sintió insultada y humillada, pero es obligatorio mencionar qué, de haber tomado un poco más en serio su trabajo, aquello no habría pasado.

— ¡Pues cocina tú si tan experto eres! —bramó la rubia, dejando todo de lado antes de macharse a las escaleras que daban a su sótano.

Mientras iba caminando, Link la tomó suavemente del brazo y dijo—: No desesperes, mujer. Te voy a enseñar cómo arreglar una comida que está quedando fatal.

Ella alzó una ceja, incapaz de creer que semejante error humano podría ser corregido solo con buenos deseos, pero decidió quedarse para mirar y reírse de él en cuanto fracasase.

Una vez asegurada la estadía de su huésped en la cocina, Link se puso manos a la obra y comenzó probando el guiso, el cual sabía incluso peor de lo que esperaba, pero eso no lo desaminó y rápidamente comenzó a sacar otros ingredientes y algunas especias más. Agregó un poco de esto, otro de aquello, revolvió y dejó reposar. Luego continuó preparando más cosas, puesto que estaba hambriento y una sopa no sería suficiente para llenarle el estómago.

Samus observaba todo sin siquiera parpadear. La forma tan natural y fluida en la que se movía su amigo, parecía hechizarla y mantenerla atada a su silueta que danzaba entre las sartenes al son de un tarareo suave y casi maternal, con el vapor envolviéndolo como si fuera una segunda piel. Poco después, su nariz fue agasajada con aromas dulces y salados, que embriagaban sus sentidos y hacían que su boca se llenara de saliva.

¡Lo había logrado! En un abrir y cerrar de ojos, Link había logrado transformar aquella bazofia en algo comestible, al menos eso era lo que le decía su nariz. Su curiosidad, así como su hambre, no hacían más que crecer a cada segundo que pasaba. Ella sabía que él sabía que ella estaba hambrienta, y ella sabía que él se tardaba a propósito. El desgraciado sabía hacerse desear, al menos en el ámbito culinario.

Finalmente, y para alegría y sorpresa de la rubia, el Hyliano se dignó a servir la mesa. Pocas cosas en su vida la maravillaron tanto como las delicias frente a sus ojos. Ahí había legumbres, carnes de todo tipo, la sopa se convirtió en estofado, el pan parecía recién horneado, había incluso camarones empanizados y salsas de todo tipo. Todo se juntaba de forma perfecta para exponer las maravillas de la cocina hilyana. Samus, que se consideraba amante de la buena comida, observó aquello con un deseo infinito y sintió que los segundos eran años antes de poder comenzar a comer.

—Come todo lo que quieras —Link llevó una garrafa de jugo de manzana a la mesa— y no te preocupes por los modales. Aquí estamos entre amigos.

No necesitó una segunda invitación. Samus se lanzó casi como los brazos abiertos hacia aquel desfile de olores, colores y sabores que nunca creyó que experimentaría en su mundana vida. Todo era perfecto.

Al finalizar, ambos se desparramaron sobre sus asientos para poder descansar luego de semejante festín. Sus vientres estaban hinchados por la glotonería y dudaban que pudieran levantarse en los próximos minutos.

—Creo que estoy ciega —dijo Samus de forma trabajosa y con la mirada perdida en el techo.

—Espero que haya valido la pena arriesgar la vida comiendo tanto —dijo Link, luciendo la misma mirada perdida.

—Valió cada bocado.

Ambos rieron un poco y se quedaron sentados en silencio, esperando a que la comida se asentara. Fue Samus quien finalmente rompió el silencio.

— ¿Extrañas la mansión?

Link alzó una ceja.

— ¿Ese manicomio en llamas? —preguntó, arrancando una carcajada de Samus—. Extraño a nuestros amigos, pero no es como si no fuese a regresar. La vida aquí es tranquila y sin demasiadas preocupaciones fuera de sembrar los campos y cuidar de las cabras. Es un hermoso lugar.

—No puedo negar eso. —concedió la rubia—. La comida también es estupenda.

—No gracias a ti, eso es seguro.

—Tks. Cretino.

Ambos rieron una vez más y continuaron charlando sobre cualquier sandez que se les pasara por la mente. Samus le contaba algunas anécdotas del viejo Link y las cosas vergonzosas por las que pasó al adaptarse a la mansión. Recordaba a carcajadas cuando lo dejó solo adentro de su nada y este había confundido a la inteligencia artificial con un fantasma. Trágicamente la grabación se había perdido debido a un error. También contó sus propias anécdotas de cuando era caza recompensas. Link escuchaba todo aquello con la fascinación que solo un niño tendría.

Una vez que Samus se cansó de hablar, Link tomó la palabra y comenzó a narrar sus aventuras de cuando estuvo salvando Hyrule tiempo atrás. No omitía detalles y detallaba sus batallas de tal forma que parecía que uno hubiese estado allí. Hizo reír a Samus casi al borde del llanto cuando le contó su estadía en la casa de su amigo el Yeti y su gusto por poner trampas en cada maldito rincón de su casa. Aún con todo y la emoción, no pudo evitar entristecerse un poco al mencionar a la princesa Zelda. Algunas heridas tardarían en cicatrizar. Aquello no lo detuvo de narrar la batalla final que él y la princesa habían sostenido con Ganondorf por el futuro del mundo.

Y finalmente conseguimos tirarlo del caballo y hacerlo morder el polvo. La lucha todavía no terminaba, por supuesto. Ganondorf nos encerró a él y a mí en un círculo de fuego y me desafío a una pelea uno a uno. Ahí no había cosas como el sistema de asistencia de la mansión. Si uno de los dos perdía, moría.

En un principio, Samus se asombró un poco de escuchar aquello, pero recordó que afuera, en el mundo real, una batalla seria no se definía por pegarle a tu oponente hasta debilitarlo y luego tirarlo de una plataforma. En el mundo real una batalla tan importante como aquella solo podía terminar con sangre derramada. Ella lo sabía. Lo había vivido.

Por un momento me sentí intimidado por su físico. El tipo es un mastodonte y su espada se veía peligrosa. Pero no me acobardé y rápidamente desenfundé la espada maestra. Ganondorf hizo lo mismo y ambos adoptamos nuestras posiciones. Siempre me he enorgullecido de mis propias habilidades, pero tengo que reconocer que Ganondorf es un gran espadachín. Peleaba con agarres, puñetazos, patadas y cualquier parte del cuerpo que pudiese usar como arma. Yo, mientras tanto, desviaba sus golpes con ayuda de mi escudo y contraatacaba en cada oportunidad. La pelea se alargó muchísimo. Quizás por horas. No sabría decirlo por el cielo que estaba en eterno crepúsculo. Es un bastardo resistente, se lo reconozco, pero pasó demasiado tiempo atrapado mientras que yo entrené durante años mi resistencia en la granja. Al final tuve que deshacerme de mi escudo, el pobre había terminado inutilizado después de tantos golpes recibidos.

Tuve que adoptar una postura a dos manos y nuevamente comenzamos a luchar. Tengo que admitir que en ese entonces era muy dependiente de mi escudo, por lo que me costó adaptarme a luchar sin él, pero fue cuestión de tiempo antes de que superara esa debilidad. Lo dimos todo en aquella pelea y ninguno escatimó en usar trucos sucios para ganar.

Aquello era nuevo para Samus. Link era para ella un ejemplo de rectitud y representaba todo lo que un honorable guerrero podía aspirar a ser. Nuevamente tuvo que obligarse a recordar que aquel era el mundo real y no la mansión, donde habían reglas que debían de seguir.

Me avergüenzo un poco de admitir que aproveché a recoger tierra del suelo para lanzársela a los ojos. Pero qué puedo decir, el tipo era muy fuerte y sus golpes tenían potencial para derribarme. Recuerdo que hubo un punto en que nuestras espadas se cayeron de nuestras manos, terminando lejos de nuestro alcance. Fue ahí cuando empezamos a lanzarnos puñetazos y patadas. También me apena decir que desvié intencionalmente un par de golpes a su ingle. Pero en mi defensa, él trató de hacer lo mismo. Poco después decidimos dejar de pelear como borrachos en un bar y corrimos por nuestras armas.

Aquello arrancó una carcajada de Samus. Aun cuando había escuchado a Link mencionar que jugó sucio en aquella pelea, no esperaba que hubiese usado el truco más sucio de todos. Otra prueba más de que uno nunca termina de conocer a la gente.

Al final estábamos frente a frente sobre el campo de batalla, observándonos fijamente…

—Y luego se besaron —le interrumpió Samus.

— ¡Cállate! ¡Qué asco!

Samus volvió a carcajearse.

Estábamos cansados, sucios, ensangrentados y llenos de moretes. Ambos sabíamos que no duraríamos mucho tiempo más así que decidimos dar todo lo que nos quedaba de fuerza en un último ataque. Nos levantamos torpemente del suelo y comenzamos a correr hacia el otro, lazando un grito de guerra. Era todo o nada.

Aunque por la presencia de su amigo podía intuir que había ganado, Samus estaba completamente enganchada a la historia y se moría de ganas por saber lo que pasaría luego.

Justo cuando estábamos por impactar, hice una finta hacia la derecha y logré engañarlo para que lanzara el primer golpe. Esquivé su ataque por poco e hice una pirueta, elevándome por sobre su cabeza para darle un profundo corte en la base del cuello. Ganondorf soltó su espada y se sujetó el cuello con fuerza. Siento escalofríos al recordar su iracunda mirada llena de terror mientras la vida literalmente se le escapaba entre las manos.

— ¿Y qué hiciste? —preguntó Samus, quien a este punto estaba apoyada en la mesa. Si bien aquello era un poco demasiado gráfico para su gusto, no podía negar que la historia era muy interesante.

Hice lo único que podía hacer. Me quedé frente a él y lo observé mientras se desangraba en el suelo. Por cruel que eso suene, no me encontré con las fuerzas para rematarlo y terminar con su sufrimiento. Murió al poco tiempo y su cuerpo, así como su espada, se desvanecieron en el aire. La oscuridad del cielo comenzó a disiparse y el círculo de llamas se apagó también. Afuera estaba la princesa esperándose. Lloraba alegre de que todo aquello finalmente hubiese terminado. Yo también sonreí. Estaba alegre de que finalmente todo saliera bien. Me desmayé ahí mismo por el cansancio y para cuando me desperté, la princesa me había llevado al castillo y los doctores se habían pasado sanando mis heridas con magia y frotando elixires en mi cuerpo lleno de vendas. Tengo que admitir que aquello se sintió genial.

La gente estalló el gozo y se mandó a hacer una celebración en mi nombre. No es que quiera presumir, pero me ofrecieron un título noble, tierras y mucho ganado. Pero lo rechacé. Siempre he sido un tipo sencillo y el estilo de vida de la realeza no encaja conmigo.

Cuando la celebración se terminó, decidí volver a la aldea y seguir mi vida como granjero. No duró mucho. Tú sabes por qué.

— ¡Demonios! —fue lo único que pudo salir de la boca de Samus. Link en verdad había tenido una vida interesante antes de entrar a la mansión.

—Lo sé, lo sé. Soy genial —dijo Link, adoptando una pose de presunción.

Samus rodó los ojos.

—Deberías de considerar escribir un libro. Cosas así se venderían.

Link suspiró pesadamente.

—Se han escrito como cinco diferentes versiones ya. Algunas más exageradas que otras, pero todas alimentan la leyenda viviente que soy. No las leas, algunas versiones se salen de la realidad.

—Pruébame.

—Hay una en la que supuestamente era un sujeto musculoso de al menos ocho pies de altura y también reemplazaba la espada maestra por un hacha de guerra. Se supone que mi apariencia actual es producto de una maldición que Ganondorf me lanzó y que me devolvió a cuando era un adolescente.

Samus se carcajeó por enésima vez al escuchar aquello. Hizo una nota mental de pedirle a Ilia ir nuevamente a la ciudadela. Tenía que conseguir todas las versiones de la historia, en especial aquella y llevarlas a la mansión para reírse un rato con los chicos.

— ¿Por qué alguien haría algo así? —preguntó Samus, tratando de contener su risa.

—A algunas personas les parece imposible que alguien de cinco pies y medio de altura pueda parar en seco una cabra que le triplica el peso usando únicamente sus manos. No digamos un Goron de veinte toneladas usando armadura de cuerpo completo.

Había que reconocer que la historia, aunque sonaba estupenda, era difícil de creer cuando uno observaba al héroe en cuestión. Link podía ser la persona físicamente más fuerte que ella conocía, pero su altura y complexión hacían difícil creer que pudiera ganarle en las vencidas a personajes de la mansión como Bowser o Kong.

—Bueno, ha sido una excelente charla —dijo Link, poniéndose de pie para levantar los trastes y llevarlos a la cocina—, pero tengo que volver a al trabajo.

Samus también se puso de pie y ayudo a su amigo.

—El trabajo agrícola nunca termina, ¿Eh?

—Te sorprenderías.

Una vez que todos los trastes estuvieron en la cocina, comenzaron a lavarlos rápidamente. Link se opuso al principio, considerando que no era cortés que su invitada hiciera labores domésticas, pero Samus le replicó en una forma que no admitía protestas. Además, ayudarlo a lavar era lo menos que podía hacer después de obligarlo a resolver su desastre. Cabe mencionar que Link estaba un poco más preocupado por su vajilla que por la cortesía.

Terminaron en un santiamén y Link se fue por su espada antes de marcharse.

— ¡Espera! —exclamó Samus, obteniendo la atención del rubio.

— ¿Qué sucede? —preguntó Link, ligeramente preocupado de que fuera una emergencia.

— ¿Crees que puedes llamar a Ilia para que me haga compañía? —preguntó Samus, bastante apenada.

— ¿Tú te sientes solitaria? —replicó el rubio, alzando una ceja.

Para él era difícil creer que Samus Aran, una reconocida caza recompensas galáctica que vivía al borde del peligro y era considerada una reina patea traseros, sintiera la necesidad de compañía. Claro, ella era una persona como cualquier otra, pero, aun así, su trasfondo de mujer ruda y autosuficiente lo hacía difícil de creer. Aquello era reforzado por el hecho de que era la única mujer en toda la mansión a la que nadie tenía el valor de coquetear.

Una teoría de Snake —Quizás lastimado en su orgullo de hombre luego de un rechazo por parte de ella— afirmaba que Samus simplemente no gustaba de los hombres. Nada había sido comprobado ni desmentido. Máster Hand se había aprovechado de esa teoría para convertirla en un rumor y ganar más fans para ella en el sector femenino. Había resultado. La mano flotante se había hecho todavía más rica vendiendo mercancía especial de Samus. Samus le pateo el trasero… o el dorso. Era difícil comparar la anatomía humanoide con una mano flotante que hablaba sin tener boca.

Samus por su parte se sentía irritada por la mirada de su amigo. Muchos tenían la impresión equivocada de que ella se consideraba demasiado buena para cualquiera. La verdad era simple: era mala socializando. Ilia había probado ser más que una simple pueblerina y la verdad sea dicha, Samus disfrutó mucho de su compañía el día anterior.

—Estoy aburrida aquí —aceptó finalmente—. El lugar es hermoso y todo lo que quieras, pero es pacífico, demasiado pacífico.

Link volvió a alzar una ceja.

—Cuento con que sea pacífico. Arriesgué el pellejo para garantizarlo. Te lo acabo de contar. Además, Ilia tiene sus propias responsabilidades que cumplir.

Samus chasqueó la lengua. Parece que sería un día aburrido.

—Podrías ayudar a Juli a cuidar del bebé —propuso Link—. Sirve para que conozcas mejor a la gente del pueblo.

Samus se quedó de piedra al escuchar tal ofrecimiento. Todavía no se sentía tan en ambiente para entablar amistad con el resto de la aldea. La vergüenza la carcomía al recordar su episodio durante la fiesta de Link. Claro, ellos la habían perdonado, pero seguía sintiéndose incómodo. Por otro lado, sería mal visto que se quedase aislada todo el tiempo. Era posible que ellos pensaran que era una antisocial o que los viese de menos por ser aldeanos. Chasqueó la lengua. Tantas variables sociales hacían que le doliera la cabeza.

—Deja de pensártelo tanto y vamos de una vez —pidió un exasperado Link, el tiempo era oro y la luz del sol no iba a durar para siempre. Además, en la tarde tenía que ir a los establos para ayudar a Braulio con el rebaño de cabras.

—Vamos, pues —aceptó finalmente la caza recompensas. Tenía sus dudas, pero era mejor ahora que nunca.

Link sonrió ampliamente y tomó su sombrero de paja del perchero, se lo puso en la cabeza y su espada en la cintura. Samus, por otro lado, simplemente se puso las sandalias que Link le había dado y salió de la casa en compañía de este. Una vez afuera, Samus fue la primera en bajar por la escalera. No pudo evitar maravillarse nuevamente al ver como la modesta apariencia exterior de la casa contrastaba con el interior. Será magia, se dijo.

El camino hacia la aldea era corto, pero agradable. Uno podía escuchar a los pájaros cantar y sentir la suave brisa rozar la piel de forma casi cariñosa. La primera vez que vio la aldea no tuvo tiempo de contemplarla bien por ser de noche, ahora que era de día, podía ver que era un lugar verdaderamente hermoso, paradisiaco incluso. Había un rio de poca profundidad que cruzaba la aldea y sobre el que estaba construido un puente cuyo camino pasaba por frente a una casa que Link indicó como la del alcalde. Había un par de casas construidas sobre el agua, una incluso tenía un molino. Ambos se dirigieron a una modesta casita de aspecto rústico. Era la casa de Juli y Moy.

La amable mujer se encontraba en el porche, tejiendo ropa para su bebé, el cual se encontraba en una canasta de mimbre a su lado, jugando con una pelotita de lana. Tan pronto divisó a la pareja les sonrió amablemente.

—Buenas tardes —dijeron los recién llegados.

—Buenas Link —dijo, mirando al héroe y luego desvió su mirada a la caza recompensas— buenas tardes, señorita Samus.

—Solo Samus está bien — dijo Samus, tratando de mantener a raya su nerviosismo.

Juli simplemente asintió y volvió a dirigirse a Link.

— ¿Y qué los trae por aquí? —preguntó, sin dejar de tejer en ningún momento.

Link soltó una nerviosa carcajada y se dispuso a hablar.

—Bueno, es solo que como voy a estar trabajando en el campo, quería ver si Samus podía hacerte compañía. No quiero que se quede sola encerrada en el árbol. Claro, si no es molestia.

Juli pareció sorprendida al inicio, pero rápidamente recobró su amable sonrisa.

—Claro, no es ninguna molestia —respondió, todavía tejiendo.

Link suspiró tranquilo y se secó el sudor de la frente.

—La dejo en tus manos entonces.

Y con aquellas palabras, el rubio emprendió su camino rio abajo hasta los sembradíos. Aun había mucho trabajo que hacer. Se alegró un poco de encontrar a Sancho y Próspero en el camino.

Una vez que se quedaron solas, Juli movió su equipo de costura hacia otro lado y dejó un asiento libre para que Samus se sentara.

—Siéntese, por favor —pidió, con su característica amabilidad.

Samus no esperó que le repitieran y ocupó su lugar junto a la mujer. Ambas quedaron viendo en dirección de la aldea, donde a lo lejos los niños jugaban alegremente. Se quedó en silencio mientras Juli tarareaba una canción para su bebé. La miró de reojo y se dio cuenta de que era muy hermosa, además de amable. No era sorpresa que su esposo fuera un hombre contento y su hijo un niño feliz. La mujer era la ama de casa perfecta. Aunque viéndola bien, había algo diferente en ella, pero le era imposible identificar el qué.

— ¿Y qué le parece nuestra aldea? —preguntó Juli, finalmente rompiendo el silencio.

Samus fue tomada por sorpresa, puesto que se había quedado embobada viéndola. Finalmente se aclaró la garganta y respondió:

—Es muy bonita —admitió—. Pocas veces he estado en un lugar tan relajante como Ordon. Link tenía razón al decir que es un lugar perfecto para vivir.

Quizás se había pasado un poco con las adulaciones, pero tampoco era una mentira. El lugar era todo lo que uno pudiese desear para sentar cabeza y tener familia. Mientras respondía, seguía observando a Juli, tratando de descifrar que era lo que no estaba bien en ella.

—Muchas gracias —dijo Juli, sin dejar de tejer—. Nos tomó un poco de tiempo reconstruirla luego del… tiempo del crepúsculo.

Si mal no recordaba, así es como habían nombrado al tiempo en que Zant había invadido Hyrule. Esto, claro, se lo había contado Link durante el almuerzo.

—Link me contó lo que pasó. Fue bueno que pudieran solucionar esa situación —comentó Samus, centrando ahora su atención en los niños. Ahora que lo notaba, algo también se veía fuera de lugar con los niños.

—Todo gracias a su valentía —añadió Juli. Su tejido comenzaba a tomar forma—. Aunque debo de admitir que nunca hubiese esperado que el héroe elegido de los Hylianos fuera mi vecino. Los humanos difícilmente hubiésemos podido hacer frente a semejante mal.

Con aquellas palabras, algo finalmente hizo click en la cabeza de Samus. Finalmente había descubierto que era lo que estaba fuera de lugar con Juli y los niños: Eran humanos, no Hylianos.

Había escuchado que en Hyrule coexistían muchas razas diferentes, desde los hombres piedra que Link llamaba Gorones, hasta seres mitad pez llamados Zoras, pero nunca había escuchado a Link mencionar la existencia de humanos. Debía de admitir que el parecido entre humanos y Hylianos era muy grande, siendo sus orejas su única distinción física, de ahí que no se diera cuenta a la primera.

Juli se dio cuenta de la mirada escudriñadora de Samus y se sintió un poco incómoda de la forma tan seria en la que la observaba. ¿Quizás por ser una compañera humana de otro mundo se sentía insultada de que ella llamara a su propia especie débil? Era posible.

— ¿Q-qué sucede? —preguntó Juli, por primera vez dejando de tejer.

Samus desvió la mirada al darse cuenta de que la incomodidad de la mujer a su lado.

—Nada. —dijo finalmente—. Es solo que hasta ahora me doy cuenta de que son humanos. Creí que todos aquí eran Hylianos, como Link.

—Oh, no. —replicó Juli—. Todos a excepción de Link somos humanos en Ordon.

—Qué extraño.

— ¿Qué dos razas distintas coexistan?

—¡No! ¡Por supuesto que no! —se apresuró a decir la caza recompensas, no queriendo dar una idea equivocada. Ella misma era un ejemplo de dos razas totalmente distintas coexistiendo en armonía—. Es solo que me sorprende un poco.

—No la culpo —se apresuró a decir Juli, volviendo a su tejido mientras mantenía su amable sonrisa—. Los Hylianos son una raza un tanto elitista. Link es una clara diferencia, pero los demás tienden a ver de menos a otras personas. Creo que es debido a que son la raza favorita de las diosas de oro.

— ¿Las diosas de oro? —preguntó Samus, recordando haberla escuchado antes diciendo algo similar a unas diosas.

Juli captó inmediatamente que Samus, al ser forastera, naturalmente no sabía cosas como la religión, por lo que se ahorró las preguntas y pasó a la explicación.

—Las tres diosas de oro fueron las creadoras del mundo. Sus nombres son: Din, la diosa del poder; Nayru, la diosa de la sabiduría, y Farore, la diosa del valor. Según la leyenda, fueron las diosas las que dejaron atrás la Trifuerza para que los mortales pudieran usarla en tiempos de necesidad. Cada parte simboliza la esencia de una de las diosas.

— ¿La Trifuerza no es ese triángulo raro en la mano de Link? — Samus recordaba vagamente aquella imagen de cuando el viejo Link vestía ropa más casual. Al principio creyó que era un tatuaje, pero él le explicó de una forma tan detallada y larga, que prestó poca atención y con el tiempo terminó olvidándolo.

—Una parte de ella. —le corrigió Juli—. Link tiene la Trifuerza del Valor y por tanto su patrona es Farore. Según sé, la princesa Zelda tiene la sabiduría de Nayru.

—Entonces por eliminación, Ganondorf tiene la del poder, ¿Cierto?

Juli sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo ante la mención del villano.

—Correcto —dijo.

—No lo entiendo —dijo Samus—. Si Ganondorf es un villano que solo quería conquistar el mundo ¿Por qué pudo conseguir un trozo de la Trifuerza?

—La Trifuerza es un poder que muchos consideran más una maldición que una bendición —dijo, sabiendo que sus palabras eran blasfemia—. Es un poder que no juzga la moral de su portador y puede ser blandido por cualquiera. Juntándolas todas se puede pedir un deseo que puede salvar o condenar al mundo.

La mirada de Juli se entristeció por primera vez durante la conversación. Aquella había sido una muy buena pregunta, una a la que le había dado vueltas por un tiempo. Tanto dolor y sufrimiento por culpa de algo que había sido destinado a ayudar a los mortales. Se suponía que aquello era un regalo de despedida de sus creadoras, pero solo había servido para librar guerras a lo largo de la historia. Lo que estuvo destinado a ser un gran bien, terminó escribiendo los anales de la historia de Hyrule con sangre y lágrimas. Desde que estaba viva, Ganondorf no había sido el primero en tratar de obtener aquel poder. En el pasado, un rey humano que habitaba en el norte más allá del océano, había atacado Hyrule para poder obtener el poder de las diosas. Fue una cruenta guerra que se extendió a lo largo de cinco años, una que le había quitado a Juli su familia y su granja. Ya habían sido veinte años de aquello, por lo que no valdría la pena llorar. Dicho evento fue el que desencadenó la desconfianza y el elitismo entre los Hylianos, quienes veían a los humanos de Hyrule como posibles amenazas a largo plazo. De poco había servido que peleasen a su lado en contra de su propia raza, pues la semilla del racismo se había plantado en los corazones de la gente de la ciudadela y lugares aledaños. Por cientos se contaban los que exigían el exterminio de la raza humana para prevenir otra guerra como aquella. Juli misma casi fue víctima de uno de los tantos comandos de la muerte que recorrían Hyrule, conformados en su totalidad por extremistas llenos de miedo y odio. por suerte el padre de Moy pudo llegar a tiempo antes de que la colgaran… o peor. Poco sabía en ese entonces que más adelante llamaría suegro a aquel soldado retirado que la había acogido como una hija más en su familia.

La decadencia moral se propagaba más rápido que el fuego en un campo seco y muchos avistaban una guerra civil que estallaría en cualquier momento. Fue todo gracias al anterior rey que todo pudo resolverse sin necesidad de derramar más sangre. El buen hombre los había reconocido como héroes y legítimos defensores del reino. Mandó castigar severamente a los miembros de los comandos antes mencionados y puso en práctica leyes que endurecían las penas para los que se dedicasen a propagar el odio entre las razas. No fue un proceso fácil, mucho menos rápido, pero al menos ahora vivían en una situación más favorable. Los Hylianos aun los veían con recelo, pero al menos evitaban buscar problemas con los humanos. Un dato curioso fue el hecho de que muchas personas vieron con ojos de asombro el hecho de que fuese un humano el que hubiese enseñado al héroe elegido a usar una espada. Aquello les había merecido un poco de respeto y la admiración de cierta parte de los Hylianos, quienes consideraban de gran importancia la participación humana en la salvación del mundo.

Aunque las cosas habían mejorado mucho desde la guerra, los humanos todavía no tenían la suficiente confianza en los hylianos como para vivir entre ellos en la ciudadela y otros poblados similares, por lo que habían optado crear sus propios asentamientos a lo largo de Hyrule. Ordon era un perfecto ejemplo de que humanos y hylianos podían vivir en paz como en las épocas de antaño y Juli confiaba en que algún día podría ver más hylianos viviendo en asentamientos humanos, o humanos viviendo en la ciudadela con total confianza. La verdad sea dicha, no le molestaría incluso tener una nuera de la ciudadela, aunque era poco probable debido a que su hijo estaba encaprichado con Bea. No podía culpar a su retoño por aquello, Bea estaba creciendo para convertirse en una adorable muchacha y no dudaba que en el futuro sería muy hermosa. Solo la gracia de las diosas había permitido que aquella muchacha no heredase el físico de sus progenitores, y ojalá siguiera así.

—Ganondorf es un idiota —masculló Samus—. Le patearé el trasero la próxima vez que lo vea.

Samus no supo medir sus palabras en aquel momento. Habiendo pasado demasiado tiempo en la mansión conviviendo con distintos villanos de otros mundos bajo un ambiente poco agresivo, había olvidado por completo en alcance de la maldad de algunos de ellos. No se dio cuenta de la magnitud del daño hasta que escuchó el sonido de agujas metálicas tocando el suelo. Cuando se giró, vio a Juli con una cara de horror absoluto, respiraba trabajosamente, se cubría la boca con las manos y sus ojos, que apenas unos segundos atrás eran la encarnación de la ternura, ahora estaban abiertos como platos y amenazaban con soltar lágrimas en cualquier momento. No había que ser un genio para darse cuenta de que era presa de un miedo muy grande y todo por no saber cerrar su maldita boca.

— ¿Sigue vivo?

Aquella simple pregunta puso un peso enorme sobre los hombros de Samus, quien se sentía atrapada en un campo minado. No podía echarse para atrás y decir que era una broma, porque no lo era y porque eso le ganaría que la sacaran a patadas de la aldea, además de traerle problemas a Link. Decirle que seguía vivo y rondando por algún espacio de su país tampoco era algo halagador. Tuvo el presentimiento de que sería incluso peor si le confesaba que convivía con él en la misma mansión junto con Link y la princesa Zelda. De ahí no había escapatoria. Si no se podía retroceder, pues tendría que embestir.

—Es parte del torneo en el que participamos —confesó—. El dirigente, máster Hand lo trajo de entre los muertos para que combatiera —añadió—. Pero no debe de preocuparse, Máster Hand es un ser poderoso y mantiene a Ganondorf aprisionado en la mansión.

Juli pareció calmarse un poco con aquellas palabras, pero el miedo seguía en su mirada.

—Es bueno saber que ese monstruo no puede volver a hacernos daño —dijo, recogiendo sus agujas y su tejido, el cual iba tomando forma de pantalones para el bebé.

Samus se sentía como una idiota. Aquello se suponía que sería una simple charla para pasar el rato y convivir con la gente de la aldea, pero se las había arreglado para arruinarlo todo y aterrar a aquella buena mujer casi hasta la muerte. Link se pondría como un demonio si se enteraba, pero sabía que tendría que decírselo antes de que saliera de boca de alguien más. Por lo pronto, tendría que bajar los ánimos un poco.

—Lo siento mucho —dijo—. No quería incomodarla.

—No es su culpa —respondió Juli, poco a poco recobrando su semblante amable.

—Si le hace sentir mejor, los niños de la mansión le hacen la vida miserable con sus bromas.

Aquello arrancó una sonrisa sincera de Juli, pero no una de malicia como uno esperaría, sino más bien una sincera. No podía evitarlo. Sabía que aquel hombre era el artífice de la segunda peor época de su vida, pero el contraste que le ofrecía la imagen de niños pequeños —incluso con súper poderes, porque aparentemente todos tenían súper poderes en el dichoso torneo— era suficiente para hacerla sonreír al imaginarse tal situación.

Samus también sonrió de buena gana.

—La semana pasada tocaron a su puerta y le dejaron una bolsa en llamas llena de excremento de animal. El muy idiota pisoteó la bolsa para apagar el fuego y bueno… se imaginará el resto.

Juli volvió a reírse, esta vez un poco más fuerte. Que el rey de la oscuridad tuviera las botas manchadas de excremento por culpa de unos niños era hilarante. No se alegró de su desgracia, pero sería una hipócrita si dijese que se sentía mal por él. Se merecía al menos eso después d todo el daño que había hecho.

Ambas siguieron charlando un rato y Samus entró en detalles sobre los demás integrantes de la mansión, asombrando a Juli con la gran diversidad de personajes que integraban la plantilla de luchadores. Sinceramente deseó estar allí al menos una vez para poder ver a Link y a los demás luchar. La tarde pasó rápidamente entre ambas mujeres, alternándose para contar historias de su día a día para mantenerse ocupadas en lo que llegaba la hora de la cena. Allá por las dos de la tarde, Juli finalmente terminó los pantaloncitos que estaba tejiendo y con ayuda de Samus se los probó a su bebé. Encajaron perfectos.

Cuando ya era hora de que se pusiera el sol, vieron a Link a lo lejos volver del campo con rumbo a los establos de Braulio. Él las saludó con la mano y ellas contestaron con una sonrisa. No mucho después, Moy regresó también del campo, empapado de sudor por el arduo trabajo. Samus lo saludó y entre los tres comenzaron a charlar amenamente hasta que Link volvió a bajar y Samus tuvo que decir adiós por ese día, pero con la promesa de volver al día siguiente para seguir charlando.

Una vez devuelta en la casa del árbol, Link se dejó caer en una silla y soltó un largo suspiro. Había trabajado como diez bestias y realmente necesitaba un descanso. No pudo evitar sentirse avergonzado de lo blando que se había vuelto, tiempo atrás, aquello apenas lo hubiera hecho sudar un poco, pero ahora apenas podía mantenerse en pie. Sabía que tarde o temprano tendría que ponerse de pie, porque la cena no se iba a hacer sola y no quería arriesgarse a otro de los menjunjes de su amiga. Hizo el amago de levantarse, pero una mano de Samus se lo impidió. Link volteó a verla y se dio cuenta de que tenía puesto un delantal de cocina que sabrían las diosas de dónde había salido.

—No te preocupes —dijo con una sonrisa de confianza—. Yo me encargaré de hacer la cena.

Aquellas palabras provocaron escalofríos en la columna vertebral del héroe.

—No tienes que molestarte —Link sonrió de forma forzada—. No estoy tan cansado.

— ¡Tonterías! Siéntate ahí y espera. ¡Yo cocino!

— …Por piedad, no.

Samus chasqueó la lengua.

—Sabes, muchas personas matarían porque una mujer hermosa les hiciera de comer y tú solo sabes quejarte.

Pocas cosas podían ser más desalentadoras que la mirada vacía del héroe elegido.

—En este caso, rogaría por ser el muerto.

— ¡Malagradecido!

Samus pudo perfectamente haberle tirado el delantal en la cara e irse al sótano y esperar la cena, pero en cambio, decidió ir a la cocina y ponerse a trabajar para que ese cretino se comiese sus palabras… y la cena.

Link, por otro lado, simplemente se resignó a su destino y se consoló pensando que podría cocinar algo más tarde, luego de que Samus se fuera a dormir. Se quedó sentado en la silla y esperó cual reo por su sentencia. Vio que Samus pasaba de un lado a otro sacando ingredientes, cortando esto y aquello, mezclando cosas y lavando vegetales. Por la forma en que se movía, no le era posible saber qué sería la sorpresa con la que su amiga lo recibiría, pero dado que no estaba encendiendo la estufa, supo que al menos no sería algo similar al almuerzo. La espera fue larga pero finalmente terminó. Samus, sonriendo de oreja a oreja, llevó a la mesa dos platos con tres sándwiches cada uno.

Link se maravilló al ver lo apetitosos que se veían aquellos sándwiches. Entre dos rebanadas de pan, Samus se las había arreglado para poner jamón, queso, lechuga, tomates y un tipo diferente de salsa para cada uno.

—No te quedes viendo y pruébalos —dijo Samus sin quitarle los ojos de encima.

El joven héroe se armó de valor y tomó uno que parecía tener mayonesa. Su respiración se tornó pesada y su corazón le martilleaba el pecho mientras veía como aquel objeto en sus manos se acercaba cada vez más a su boca. Finalmente, el momento había llegado, tenía miedo, pero como hizo muchas veces durante sus viajes, se antepuso a aquella sensación. En un arranque de valor, dio un gran mordisco al sándwich e inmediatamente pudo sentir la combinación de sabores en su boca. Sus ojos se abrieron como platos y exclamó:

— ¡Puedes hacer sándwiches!

Samus lo observó con los ojos peligrosamente entrecerrados.

—Solo por hoy tomaré eso como un cumplido —dijo, sentándose a la mesa.

Link no le prestó atención y comenzó a devorar aquellos sándwiches como si no hubiese mañana. Era bueno que fueran grandes, porque tenía un hambre de mendigo que era demostrada por la forma en que comía. Nuevamente parecía que había sido criado por lobos. Una vez que terminó, volvió a desparramarse en su silla mientras se acariciaba el estómago. Había sido una buena comida.

— ¿Quién te enseñó a hacer sándwiches? —preguntó Link.

Samus en un principio había pensado en hacerse la misteriosa y no revelar sus fuentes, pero sabía que tarde o temprano él se enteraría y no la dejaría en paz.

—Juli me dio la receta —confesó, mostrando un cierto aire de dignidad.

—Bendita sea esa mujer y su divina intervención. No podría aguantar un segundo intento de asesinato hoy —comentó el rubio, ganándose otra mala mirada de parte de su huésped.

— ¡Eres un imbécil!

Él se rio a carcajadas y ella siguió lanzándole insultos que solo aumentaban la intensidad de la risa. Al final, ambos se calmaron y lavaron los platos juntos otra vez.

Mientras lavaban, ambos contaron al otro sobre su día. De más está decir que Link se enojó al saber la metida de pata de Samus, reprendiéndola fuertemente por ello. Era una suerte que pudiera arreglar la situación, le preocupaba la reacción que la aldea entera podría tener si se enteraban que su enemigo jurado seguía vivo.

Una vez terminada su tarea, pasaron las próximas horas jugando a las cartas, apostando Smash Coins. Jugaron y siguieron jugando hasta que casi se había hecho media noche, quedando Link por encima por unas cuantas partidas. Cabe mencionar que para ellos el tiempo había pasado bastante rápido, debido a su extrema competitividad. Al final, él se fue a la cama con siete mil Smash Coins y Samus con la vergüenza de haber sido desplumada por un campesino.

Una vez en su cama, Link se durmió bastante rápido. Como era costumbre en aquellas tierras, dormía con su espada envainada a apoyada en una de las patas de la cama, por si hacía falta. Aquello fue aprovechado por Fay, quien se materializó junto a su maestro y comenzó a acariciarle el cabello. Se sentía contenta de poder interactuar con su maestro nuevamente luego de tantos siglos dentro de la espada. Su anterior maestro, que había entrado también al torneo de peleas, nunca había tenido la necesidad de una nueva guía luego de haber perdido a su amiga, un hada cuyo nombre no recordaba y cuya raza hacía tiempo se había extinguido. Lo último que había recordado de él, fue el haberla depositado nuevamente en su pedestal luego de volver del torneo. Parte de ella se había sentido traicionada por ser abandonada como una simple herramienta sin ningún uso, pero otra parte se sentía feliz de que él no hubiese tenido que recurrir a ella en busca de poder y, en cambio, formó una familia y vivió feliz hasta el fin de sus días. Este maestro era diferente. Este Link era más abierto y se sentía muy cómoda a su lado, casi como si fuese nuevamente el primer héroe. Bueno, técnicamente era el primer héroe, aunque no de la misma forma como ella lo recordaba.

Sus ojos se enternecieron al ver cómo él se movía a gusto cuando le acariciaba el cabello. Fay se prometió que, pasara lo que pasara, ella siempre estaría a su lado. Dejó de acariciarle el cabello y volvió a la espada a la espera de que él se levantase.

Samus, por otro lado, seguía despierta. No pudo evitar recordar el excelente día que había pasado en compañía de Juli. No recordaba cuándo había sido la última vez que había tenido una conversación tan amena en un lugar tan bello. Había pasado tanto tiempo luchando por su vida, que había olvidado que había una vida fuera de las luchas. Aquello era incluso diferente de la mansión, puesto que Juli era una mujer muy maternal sin mayores preocupaciones que atender las necesidades de su familia. No era una princesa, ni una villana, ni caza recompensas ni ninguna de las otras cosas que abundaban en la mansión. Era una humana tan normal como se podía ser y eso le encantaba. En cierta forma, Samus había sentido que aquella conversación sería algo similar a lo que pudiese haber tenido con su madre si siguiera viva. Su sonrisa casi desapareció al recordar su niñez, pero apartó aquellos pensamientos rápidamente y decidió mejor irse a dormir, mañana sería otro día y quizás podría hacer que Ilia se sumase a la plática.

Se acomodó en su colchón y cerró los ojos, sonriendo contenta.

¡Hasta aquí!

¿Qué onda? ¿Todo bien? Si, ha pasado tiempo… esto es incómodo. ¡Pero hey! ¡Volví!

Sé que todos habían perdido la esperanza en esta historia, pero ya ven que lo prometido es deuda. Como habrán notado, mi estilo ha cambiado mucho a lo visto en otros capítulos y decidí que voy a meter un poco de drama, para darle sabor a la cosa. siempre van a haber sus toques de comedia, pero van a ir dosificados, para que no sean incómodos ni forzados. Si se lo preguntaban, sí, voy a meter a los personajes de las nuevas entregas de súper Smash, pero poco a poco. Todo tiene que hacerse con orden. Debido a que evolucioné en mi forma de escribir, es posible que arreglé los capítulos anteriores para que queden mejor hechos y se conecten algunas cosas que he planeado para el futuro, por lo que estense atentos en el próximo capítulo, que no, no va a venir para 2021.

Para el próximo capítulo he pensado volver a la mansión o quizás a Hyrule para ver cómo van las cosas con Marth y Zelda, pero ya veremos cómo salen las cosas.

Dicho esto, gente, les deseo que pasen un buen rato y cualquier sugerencia o error que hayan visto no duden en dejármelo en los comentarios, que para eso están.

Sin más que decir, me despido de ustedes.

PD: Si alguien con experiencia tuviera la bondad de ser mi beta reader, sería excelente. Aún necesito arreglar cosas con mi redacción y estructuración para mejorar, por lo que sería una gran ayuda.

Se despide su amado y odioado, Payaso Coronado.

¡Hasta la próxima!