DISCLAIMER: Esta historia está basada en los libros escritos por Rick Riordan, los derechos pertenecen a él.


(Percy)

Terror. Esa era la palabra para definir mi situación actual. Mi padrastro continuó pegándome sin piedad. Mi madre yacía a unos metros de mí, sangrando y esperaba que estuviera viva. Ya no tenía fuerzas para seguir gritando, hacía mucho que me había rendido; sabía que no saldría de esta pero esperaba mi mamá pudiera salvarse… no parecía ser el caso. Intenté mirar una vez más la cara de Gabe el apestoso cuando sentí un golpe en mi cabeza y todo se volvió oscuridad.


(Sally)

No puedo creer lo estúpida que fui. Creí que al casarme con Gabe mantendría a salvo a mi Percy, pero en mi afán de esconder su esencia divina fallé en fijarme en lo más importante: quién era en verdad Gabe Ugliano. No noté la horrible persona que era y ahora lo estaba pagando muy caro. Observé impotente como el monstruo le siguió pegando a mi hijo, traté de moverme pero mi cuerpo no me respondió.

No sentía dolor, no podía escuchar y la vista ya me estaba fallando. Estaba consciente de que estaba muriendo pero me aferré a la poca vida que me quedaba. No podía dejar a mi bebé en peligro, no sin asegurarme que estaría bien. Lancé una plegaria a Poseidón, rogando que viniera a salvar a nuestro hijo pero sabía que era en vano. Si Poseidón se aparecía en el apartamento se sabría de la existencia de Percy y estaría en un peligro aún mayor.

Traté de pensar en algún otro dios al que rezar que ayudara a mi hijo. Un ligero gemido me sacó de mis pensamientos y vi con horror que Percy estaba inconsciente con Gabe a su lado sosteniendo un bate con sangre, ¿desde cuándo tenía el bate en la mano? La luz de la chimenea era lo único que alumbraba nuestro pequeño apartamento y le daba a todo una sensación más lúgubre haciendo parecer que Gabe era un ser maligno salido del mismo tártaro. ¡La chimenea!

Usé el resto de fuerza que me quedaba para voltear a ver la chimenea. Escuché pasos acercándoseme y sabía que mi tiempo se agotaba. Esta vez rogué a la diosa del hogar que ayudara a mi hijo. La respuesta que recibí fue una figura que se formó entre los restos ardientes de leña. Me costó trabajo reconocerla porque mi visión se volvía cada vez más borrosa pero lo hice. Era un ciervo.

Confié en la diosa y le recé a Artemisa, diosa de la caza. Me preocupaba el hecho de que fuera precisamente la diosa detesta-hombres a la que tenía que recurrir pero estaba desesperada. Sentí una ola de calor que me brindó alivio y esperanza. De repente supe que estaba hecho, mi hijo sería salvado y sabía que se convertiría en un maravilloso hombre. Solo me arrepentía de que no podría estar ahí para verlo. Dibujé una pequeña sonrisa y cerré mis ojos recibiendo la oscuridad.


(Artemisa)

No estaba feliz. Hace un momento me encontraba tranquilamente disfrutando de la cena con mis cazadoras y al siguiente estaba fuera de un departamento en los barrios de Nueva York a pedido de mi tía Hestia. Sí, había escuchado la plegaria de una mujer desesperada pidiendo ayuda para salvar a su hijo, pero el problema era ese: hijo. Normalmente no respondería a este tipo de llamados pero Hestia me había informado de antemano y no tenía opción. Además la plegaria de la chica sonó tan desesperada que me rompió el corazón.

Solté un suspiro y entré al apartamento. Ni siquiera noté el hecho de que la puerta no tuviera el cerrojo corrido porque la escena delante hizo mi sangre hervir. Un chico de estatura mediana, gordo y con un hedor terrible tenía en una mano un bate con sangre y con la otra trataba de romper las ropas de una mujer en el suelo. El chico ni siquiera notó mi presencia. Di un movimiento de mano y en lugar del hombre se encontraba un jackalope, ya saben el animal que parece una liebre pero con cuerpo de ciervo, y con otro movimiento de mano lo mandé justo en donde sabía que se encontraban los lobos de la caza.

Me acerqué rápidamente a la mujer pero lamentablemente ya había abandonado el mundo mortal. Hice una plegaria en griego y el cuerpo de la mujer desapareció. Volteé mi vista al cuerpo del pequeño y no pude evitar sentir una punzada de culpa cuando me dispuse a irme. Parecía tan indefenso. No debía de tener más de dos o tres años, su pelo era negro y su cara estaba llena de moretones y sangre. Uno de sus brazos estaba en un ángulo que no debería ser posible. Una pena que lo tuviera que dejar pero no podía simplemente recogerlo, era un chico después de todo.

Las súbitas llamas que aparecieron a mi lado me sorprendieron y llevé mi mano a donde tenía mis cuchillos pero me relajé en cuanto me di cuenta que era Hestia. La saludé con un movimiento de cabeza pero no esperaba la dura mirada que me dirigió.

—No estarás pensando dejarlo aquí a su suerte, ¿verdad sobrina? —me preguntó con un tono de reproche que me hizo encogerme un poco. Era muy raro que la siempre amable y tierna Hestia usara esa voz. Ni siquiera en las peleas de sus hermanos usaba ese tono.

—Es un chico —dije como si eso lo explicara todo. Y realmente lo hacía.

—Es prácticamente un bebé. No pensarás que este niño está corrupto como todos los hombres, como sueles clamar.

La miré atentamente. La verdad es que ni siquiera pensé en que el chico estuviera corrupto. Simplemente descarté la opción de sacarlo de aquí por el hecho de ser hombre en automático. Obviamente Hestia tenía razón. Un niño tan pequeño no podía estar corrupto, a menos que fuera uno de los hijos de mí hermano. Un hijo de Apolo estaba corrupto desde el nacimiento.

—Llevémoslo al bosque más cercano y ahí hablaremos con más calma —me propuso mi tía al notar mi pequeño debate mental. Acepté y nos desaparecí a todos.

Ahora estábamos en un claro de un bosque. El pequeño se encontraba durmiendo y con la cabeza reposando en el regazo de Hestia mientras forzaba un trozo de ambrosía en su boca. El chico se quejó un poco pero finalmente tragó y pareció relajarse más en su sueño.

—Bueno, veo que tienes todo cubierto —dije a modo de despedida, intentando evitar ser arrastrada aún más en este asunto.

—Ni intentes dar un paso más, sobrina. Necesito tu ayuda.

Casi pierdo el equilibrio. La voz no había sido la de Hestia si no la de un hombre y no la de cualquiera si no de Poseidón que se encontraba reclinado sobre el pequeño y lo miraba con tristeza y ternura al mismo tiempo. Me molesté conmigo misma al no notar la presencia del dios cuando llegó. Tenía mis defensas bajas y detestaba eso.

—¿Qué quieres decir exactamente? —le pregunté con cautela. Justo en ese momento noté algo que no había hecho antes. El olor que despedía el pequeño era semejante al del agua salada y cobró sentido la aparición del dios del mar. Era su hijo. Había roto el pacto. Lo miré con molestia y repudio por ir en contra del juramento.

—Antes que nada Artemisa, sí es mi hijo. Rompí el juramento pero solo después de que tu padre lo hizo —me dijo con cara seria. Hestia mientras tanto seguía acariciando la cabeza del pequeño mientras nos observaba sin emoción alguna reflejada.

—¿Mi padre rompió el juramento? —pregunté escéptica. No es como que me sorprendiera que mi padre ignorara sus promesas y se acostara con cualquier cosa que se moviere si no el hecho de que mi tío no se lo hubiera echado en cara, todavía.

—Sí. De hecho lo descubrí por mera suerte, él no sabe que yo lo sé por supuesto. Estoy guardando esa carta para después —dijo con una sonrisa como la de alguien que lleva planeando algo mucho tiempo y no puede esperar para ver resultados —, como sea. Necesito pedirte un favor.

—Te escucho… —le concedí con cautela. Tenía un mal presentimiento.

—Quiero que tomes a mi hijo y lo críes junto a tus cazadoras.

Me reí. Lo siento pero no pude evitarlo. Las palabras que salieron de la boca de Poseidón fueron tan graciosas que poco me faltó para tirarme al suelo y patalear a carcajadas.

—Buena broma, tío —logré decirle entre risas antes de recomponerme un poco, fallé en notar la sonrisa divertida de Hestia y la cara de seriedad de Poseidón —, pero ya enserio, ¿qué es en lo que necesitas ayuda? —le pregunté aun riendo un poco. Ahora si miré la seriedad en la cara de Poseidón, que no había movido un músculo. Cesé mi risa y lo miré completamente sorprendida —. No estabas bromeando…

Mi mandíbula se desencajó por completo. Traté de buscar algún rastro de mentira en la cara del dios pero no encontré ninguna. No estaba bromeando. Realmente quería que tomara a este chico y lo criara. Estaba demente. Finalmente el viejo barba percebe había perdido cualquier rastro de sanidad.

Obviamente no puse en palabras mis pensamientos, después de todo Poseidón era un dios muy poderoso y prefería no ponerme en su lado malo, por el bien de mis cazadoras, llamándolo loco. Pero eso no significaba que consideraría siquiera su petición. Negué con la cabeza fervientemente.

—No. No bromeo. Es muy peligroso para él que valla en adopción y no puedo llevármelo a la Atlántida por las leyes ancestrales —su cara la adornó una mueca triste, como la de un hombre que perdió algo muy preciado y creo que probablemente eso era lo que sucedió.

—No es mi problema. Tendrás que buscar otra solución para ese chico.

—No hay otra solución, sobrina —habló por primera vez Hestia desde que llegó Poseidón —, su esencia divina es muy fuerte para llevarlo con otra familia. Los monstruos lo atacarán en cuanto nos vallamos. Tú, por otra parte, puedes cubrir su esencia con la tuya y las leyes no te impiden criarlo, después de todo se estaría uniendo a tu caza…

Ahí estaba, mi tía favorita pidiéndome que tomara a un chico en mi caza. Parecía que tampoco comprendía lo que eso significaba, iba en contra de todo lo que creía y todo lo que les había enseñado a mis cazadoras. No podía llegar con un chico, por más pequeño que fuera, y decirle que sería uno de nosotras. Simplemente no podía.

—Si no lo tomas, seguramente morirá —me dijo Hestia con dureza y reproche en la voz una vez más. Sentí doblegarse mi corazón.

Hestia al darse cuenta de esto, me instó a acercarme. Me jaló la mano en cuanto estuve a su alcance y de repente me hallé en el suelo y con la cabeza del chico en mi propio regazo. Estaba tan sorprendida que me quedé congelada.

—Por favor Artemisa, quedaré en deuda eternamente… —me suplicó Poseidón.

Observé de cerca al pequeño, a su carita con semblante tranquilo ya sin rastros de sangre o de moretones. Se veía tan… inocente. No pude evitar que una sonrisa apareciera en mis labios. Al verlo tan indefenso, terminé doblegándome completamente. No podía abandonarlo, no cuando una criatura que no tenía la culpa de la vida que le tocó dependía de mi decisión. Solté un muy largo suspiro.

—Está bien —dije y la cara de Poseidón se iluminó —, pero tengo unas cuantas condiciones —continué muy seriamente —. No tendrás palabra en la forma en que decida criarlo. Cualquier cuerpo acuático será territorio seguro para mis cazadoras y si rompe las reglas de la caza, aplicaré el castigo que crea necesario sin ningún tipo de represalias o quejas de tu parte —terminé tajante, dando a entender que no iba a ceder en ninguna de mis condiciones.

Poseidón parecía en conflicto consigo mismo, seguramente ponderando las ventajas y desventajas de mis demandas pero dejó caer los hombros abatidos y aceptó con un movimiento de cabeza. Después me miró directamente a los ojos y me preguntó:

—¿Podré visitarlo? —había un tono de súplica que me impidió decirle que no.

—Avísame antes y si creo conveniente, sí, podrás visitarlo —concedí dejando en claro que la decisión seguía siendo mía.

Me observó por un momento más antes de dedicarme una suave sonrisa la que devolví. Se acercó y acarició la cabeza del pequeño antes de colocarle un suave beso en la frente. He de admitir que casi hiperventilé de furia. Poseidón estaba peligrosamente cerca de mi cuando hizo esto gracias a que la cabeza del pequeño estaba en mi regazo. Por instinto mi mano viajó a mis cuchillos pero logré contenerme a tiempo. Sabía que el dios del mar no intentaba nada conmigo pero no podía evitar molestarme con su cercanía. Tendría que acostumbrarme, después de todo ahora un chico estaría en la caza.

Se puso de pie dispuesto a irse. Compartió una rápida mirada con Hestia y parecía que tuvieron una conversación en silencio porque Poseidón suspiró cansado antes de asentir y retirarse con una suave brisa de mar.

—¿Qué fue eso? —le pregunté a Hestia pero esta negó.

—Luego te enterarás. Ahora lo importante es Perseus —dijo volviendo a su estado de amabilidad de siempre.

Por un momento me quedé confundida. ¿Perseus? ¿Quién diablos es Perseus? Antes de caer en cuenta que se refería al pequeño ocasionando que me golpeara mentalmente por mi pequeño momento de estupidez.

—Tendrá una vida muy difícil —dijo con pesar mientras se inclinaba al pequeño para susurrarle aunque pude escucharla bastante claro —, sé fuerte y siempre recuerda que el fuego del hogar te protegerá. Nunca pierdas la esperanza —y también le plantó un suave beso en la frente. Esta vez Perseus brilló suavemente de color anaranjado y el pequeño sonrió en su sueño.

Cuando creí que ya nada en este día podía sorprenderme, viene Hestia y le otorga su bendición al pequeño Perseus convirtiéndolo en su primer campeón de la historia. Si el chico no era poderoso antes, ahora con la bendición de Hestia, la mía que terminaría dándole cuando llegáramos con las chicas y sumado a su parentesco, este semidiós podía resultar muy peligroso. Me preocupé. Cuando mi padre se entere de su existencia me metería en un buen lío porque no dejaría que le hiciera daño ahora que se uniría a la caza.

Hestia me otorgó una sonrisa que hizo que yo misma le sonriera de vuelta.

—No temas, todo resultará bien. Simplemente haz lo que siempre has hecho: protege tu caza —me dijo. Gruñí un poco. Detestaba que la diosa del hogar me pudiera leer tan fácilmente. Me hacía sentir niña a su lado a pesar de ser ella la que tenía apariencia de chica de 8 años… aunque de nuevo, no era nadie para a hablar con mi apariencia de 12 años.

Se despidió y ella también partió, dejándome sola con un semidiós que se convertiría en el primer hombre en ser parte de la caza. Me levanté y lo acomodé en mis brazos antes de desaparecer del lugar e ir junto a mis cazadoras. Sabía que terminaría con un inmenso dolor de cabeza cuando me fuera a la cama. Lo peor estaba por venir: ¿cómo demonios le voy a contar a mis cazadoras que un hombre se unirá a la caza?


Buenas gente

Les dejo una nueva historia y el argumento creo es bastante claro: Percy Jackson, cazador de Artemisa. Pasaremos varios capítulos antes de iniciar la linea temporal de los libros y aunque los usaré de guía general, habrán muchos cambios, como notarán próximamente. Espero les guste la idea y la historia en general. Antes de que me lo mencionen, no, esta historia no generara problema con las otras dos que tengo en proceso (no cuento la traducción, porque no es mi historia). Al contrario, escribir esta historia me ayudará a aumentar mi ritmo de escritura pasando de una historia a otra con más facilidad y ahora de universo de HP al mitológico. Tengo planeado liberar otra historia de Percy (probablemente crossover con algún anime) pero aun no la he empezado a escribir. Mi plan es mantener cuatro historias al mismo tiempo, aunque esto ya se verá. Como siempre la prioridad seguirá siendo Los Potter y después alternando entre Tomando riesgos y esta.

Por cierto, aun no he decidido la pareja principal de la historia. Las probabilidades son: Percy/Artemisa ó Percy/Thalia aunque siempre estoy abierto a posibilidades. Me encantaría leer en sus comentarios su opinión respecto a la vida amorosa de nuestro siempre querido Perseus.

Agradecimientos y abrazos a mi querida y siempre trabajadora beta kathitha, que sigue aceptando los escritos que le envío por más dementes que sean y me ayuda a mejor mi escritura. En serio kathitha, tienes mi eterno agradecimiento.

Saludos
ReyAlex