Disclaimer:

ÉSTE FIC PARTICIPA EN EL RETO ANUAL "TE PROPONEMOS UN LONG FIC" DEL FORO "SOL DE MEDIANOCHE"

Como ya saben, los personajes le pertenecen a la señora S. Meyer y la historia es mía. El título fue tomado e inspirado en un comercial de TV que vi en un momento de ocio, pero no está inspirado en dicha historia.

Las palabras que me tocaron, de las cuales en éste capítulo solo aparecerán las subrayadas, fueron:

Televisión, Prestigio, Blanco, Comedia y Flor.

Sentimiento positivo: Efusividad.

Sentimiento Negativo: Celos.

Número de palabras de éste capítulo (sin contar disclaimer ni nota de autor): 7613 (20 Páginas según Word, ya sé me emocioné con el prólogo jiji :3).

-xxx-

-xx- ADVERTENCIA –xx-

Éste fic es rated M, por lo que se imaginarán (además del título) que contiene lenguaje fuerte y escenas sexuales explicitas.

-xxx-

Prólogo.

NYMP( )MANIAC

¿Te casarías conmigo, Bella? me preguntó hace un mes, con una rodilla en el suelo y un diamante en un anillo frente a mí, yo quedé tan sorprendida como cautivada. Era la fiesta de beneficencia de Grupo Enterpresis. No lo había visto a él desde hace dos meses.

Si— respondí sin ninguna duda —. Acepto casarme contigo, Jakey acto seguido, el anillo fue colocado en mi dedo corazón de mi mano izquierda.

Muerdo con fiereza la goma de mi lápiz, mirando el enorme diamante de Tiffany que él me ha regalado. He estado dándole vuelta al asunto desde entonces.

— Señorita Swan— murmura uno de los ejecutivos cabecillas de la empresa donde trabajo—, ¿Me está prestando atención?

Yo alzo la vista confundida y ruborizada. Por supuesto que no le he estado prestando atención. He pensado en mi compromiso y las cosas que traen consigo. El señor Cullen— un hombre italiano tan alto como imposible, color de ojos esmeraldas, tez blanca, cabello broncíneo y tan guapo que dolía de solo verlo, pero con un temperamento de los mil demonios— alza una ceja con aire desesperado ante mi silencio y yo tengo la necesidad de negar varias veces para poder centrarme.

— Disculpe, señor. He estado un poco ida.

— Señorita Swan— dice prepotente—, usted como yo, es dueña potencial de Grupo Enterprises. Sus acciones son importantes para ésta compañía, pero si decide que le importa poco su dinero, tiene usted la libertad de vendérmelas y retirarse.

Hijo de puta arrogante.

— No soy una niña para que me llame la atención de ese modo, señor Cullen— digo con el ceño fruncido y a punto de aventarle mis Manolos negros de suela roja por la cabeza. Los demás presentes guardan silencio ante nuestra pequeña batalla.

Él me mira fijamente. No soy muy perceptiva con las personas, pero puedo casi adivinar con lo que piensa. Parece… Odiarme. Cuando lo conocí, llegó a ser bastante galante conmigo— de eso no tenía un poco más de medio año cuando mi padre me presentó con él—, acto seguido siempre se comportaba cercano a mí. Nunca me invitó a salir pero había un ligero conqueteo y puedo admitir que hasta cierta tensión sexual… Pero nada más. Me sonreía, ¡Vaya que lo hacía! Y de un mes hacia la fecha, cuando se enteró de mi compromiso con mi prometido, todo se fue a la porra.

Me regañaba por cualquier estupidez e inclusive, una vez trató de hacerme ver como su secretaria frente a los demás accionistas. Se había vuelto un hijo de puta conmigo. No entiendo por qué. La verdad es que no. Tenía entendido que nunca se había llevado bien con Black — también desde el momento en que lo conoció y que había sabido que éramos pareja—, pero las cosas eran mucho más complicadas cuando mi novio y yo estábamos juntos y en su presencia.

Hay trabajo al por mayor. Entre el señor Cullen y yo juntamos el 80% — él tiene el 50% y yo el 30% restante— de las acciones de la empresa para la que trabajamos y que además, se dedicaba a las telecomunicaciones. Lo que nos hace tener —casi—la misma autoridad en el lugar, pero a veces solo quedaba como su asistente. ¿Por qué nuestros padres tenían que ser buenos amigos y juntaron sus poderes y acciones? ¡Bah!

— Nos tomaremos un receso y continuaremos mañana— dictamina mirándome fijamente, con ese ya conocido resentimiento en su mirada—. Espero que para entonces, todo estemos dispuestos a poner atención y estar decididos a trabajar.

Y sin más, sale de la sala dejándonos a todos pasmados y algunos a regañadientes, caminan fuera del lugar con fastidio. Yo me quedo a recoger mis pertenencias y suspiro con aire cansado. Qué difícil es tratar con ése hombre.

— Hola, Bella — me saluda Rosalie Hale, una rubia bastante bonita también accionista de la empresa y una de mis mejores amigas desde el inicio de mi empleo en la compañía, dueña minoraría del 5% de las acciones—. ¿Cómo vas con el señor cordialidad?

— Ni lo menciones, está más que insoportable de un mes hacia la fecha.

— Tal vez le hace falta sexo— responde.

Tiene lógica su comentario.

— Quizá — digo sonriente.

— Pero quizás a una no le falte — me codea mordiéndose los labios—. ¡Ya te vi, picarona!

— ¿De qué hablas, Rose? — digo avergonzada.

— En la junta estabas en las nubes y Dios, tan perdida en tu mundo. ¿En qué pensabas? ¿Estabas pensando en sexo? ¡Oh, tu novio sí que debe ser un semental! — chilla emocionada.

Yo tengo la cara tan roja y hacia abajo y cuando la levanto, doy un brinco a manera de respingo. El señor Cullen está parado en la puerta, tan impecable y formal como siempre. Sus ojos verdes están endurecidos por la rabia y no entiendo por qué. Rosalie se queda muda también y yo no puedo apartar su mirada de la mía.

— Señorita Swan— dice secamente—, señorita Hale.

— Señor Cullen — respondo.

— Señor — saluda la rubia, el hace un solo asentamiento en su dirección.

— Veo que está ocupada — me comenta con aire sarcástico.

Apuña ambas manos a sus costados y suspira hondamente.

— No. Apenas iba a salir con Rose para ir a comer, ¿Se le ofrece algo?

— No. Creo que puede esperar. Señorita Hale— se despide y sale sin más hacia el elevador privado.

Rosalie está tan confundida como yo.

— ¿Qué mosca le picó?

— No lo sé, Rose— murmuro con la mirada perdida, sin dejar de ver al enorme hombre que me mira intensamente, antes de que el elevador se haya cerrado completamente.

— Vámonos a comer mejor. El trabajo es más llevadero con el estómago lleno.

— De acuerdo — sonrío tomando mi bolso y algunas carpetas —, ¿Qué se te antoja comer?

— ¿Comida china?

— Claro, Rose.

Media hora después, estoy con la rubia en una mesa con un enorme plato de fideos. Me siento famélica, por lo que comer es una delicia en plena tarde. Aún sigo pensando en Jake, en su propuesta. Hemos salido por más de dos años y nos queremos mucho pero después de su proposición, todo se ha vuelto tan confuso para mí.

— Bella— llama mi atención mi amiga—, ¿Qué pasa contigo? Estás completamente en otro mundo.

— Estoy bien, Rose. No es nada.

— No me mientas, Swan. Te conozco bien. Eres casi un libro abierto. Algo te preocupa.

La verdad es que no tengo más remedio que decirle, porque hasta yo misma considero que es lo mejor.

— Es sobre Jake— respondo.

— ¿Qué pasa con él? ¿Todo está bien?

¿Todo está bien? ¡Ah! Sí todo está bien… Bueno más o menos.

— Él quiere tener sexo conmigo— digo sin más y Rose parece perdida.

— Bueno, no veo el problema— contesta—. Han sido novios por casi dos años y es normal que él quiera llegar a algo contigo. Ya sabes… Un buen polvo.

— Ése no es el problema, Rose. Las cosas entre él y yo... Lo quiero muchísimo y me encantaría poder experimentar… Cosas con él.

La rubia abre los ojos de golpe y suelta la cuchara escandalosamente sobre el plato.

— Ay, no. Bella… Eres virgen.

— ¡Rose! — digo avergonzada.

— Pero cariño. ¿Qué edad tienes? ¿12?

— Tengo 25 años, gracias Rose— y mi cara está completamente avergonzada por su comentario.

— 25 años y estás intacta. Mujer, ¿Te has propuesto ser modelo de la virginidad en pleno siglo XXI en algún museo de historia?

Yo entrecierro los ojos por su estúpido comentario.

— Lo dices como si fuese una enfermedad.

— No, nena. No te ofendas pero… Es tan…

— Raro. Lo sé— y pongo mis manos sobre mi cara con aflicción.

Ella acaricia mi hombro y yo levanto la vista.

— Es muy dulce de tu parte que te conserves para el chico con el que te vas a casar, Bella.

— Sí, Rose pero ¿qué rayos hago? Jake… Jake es un hombre de mundo. Él ha estado con otras chicas y sabe lo que hace. Me daría tanta vergüenza que él supiera que no sé nada al respecto.

— Pero… ¿No te gustaría aprender con él?

Oh, Rose. Esa es la cuestión. A Jake no le importa si soy virgen o no. A él no le interesa si soy la próxima madre Teresa de Calcuta. Él quiere una mujer lista, dispuesta… Lo sé. ¿Cuántas veces me había propuesto tener sexo en algún lugar? Restaurantes, baños, reuniones, fiestas y yo nunca acepté. Me siento… Cohibida. Jacob Black es un hombre muy varonil y muy guapo. Su cabello es negro y lacio, tiene una piel color caoba y unos ojos cafés preciosos.

Es alto, casi tanto como cierto hombre que conozco y es encantador. Muy encantador de hecho, pero sobre todo es muy fogoso y apasionado. Antes de estar juntos, supe que mi prometido estuvo con modelos y actrices. Y cómo no, siendo uno de los herederos más jóvenes por tres años consecutivos de la revista Forbes, después de Edward Cullen. Prácticamente, mi novio era el segundo hombre más guapo y rico de Estados unidos… Según las revista… Sí… Las revistas. ¿Qué mierdas sabían los editores?

Y estoy confundida. Yo jamás había tenido muchos novios. Recuerdo dos de ellos cuando mucho y ninguno duró más de tres meses conmigo. Isabella Swan, la chica delgada de ojos castaños, cabellera caoba, piel blanca — y pocos atributos físicos que gracias a Dios, la edad y la naturaleza se encargaron de mejorar con los años (hasta los 23) — , nunca fue una chica muy solicitada. Tras vestir como chico la mayor parte de mi facultad, no pesqué los mejores partidos.

Tuve que parecer una damita — como dice mi padre— cuando entré a trabajar a Grupo Enterprises y ahí si tuve que cambiar los Jeans por faldas y blazers y mis converse por Gucci, Manolos y Valentinos. Maquillaje y bolsos… Muchos bolsos.

Y todo comenzó en picada cuando conocí al Dios del hielo: Edward Cullen. Para esas fechas, yo llevaba con Jake un año y medio, el cual parte de los últimos nueve meses se la había pasado viajando cada semana a Australia o a España por los negocios de su padre. Cuando mucho lo veía dos días cada mes y si tenía suerte hasta tres días. Tuvimos una relación a distancia que prácticamente me fui idealizando. Pero cuando conocí a Edward, tambalee ligeramente en mis sentimientos. No supe por qué, pero en cuanto lo tuve cerca todo de él me llamaba. Su olor, su presencia, su maldita y sensual manera de decir mi nombre… Dios santo, su mirada y ese jodido y sensual acento italiano.

Creí que caería en sus brazos. Genial, perder la virginidad engañando a mi novio y con uno de mis colegas. No parecía una buena historia para mi vida pero en ese tiempo no me importaba. Nunca supe si yo le gustaba, no me lo demostró. No era muy efusivo en cuanto a sus emociones. Siempre tuve la impresión de que medía terreno conmigo. Pequeños roces entre los dos, pequeños y diminutos que ocasionaban que mi ropa interior terminara mojada y a mí completamente deseosa por las noches.

La intensidad del asunto aumentó cuando lo tuve cerca de a diario. Nuestras oficinas quedaban en el mismo piso y eran contiguas, separadas únicamente por un muro con puerta que raramente se abría. Me buscaba y se alejaba, el muy maldito me tentaba o eso sentía yo. Nuestra interacción se hizo cada vez más provocadora y yo lo veía por todos lados.

Televisión, periódicos, radio, redes sociales, fiestas. Siempre estaba presente Edward Cullen alzando por los aires el prestigio de la empresa para la que actualmente yo trabajo.

Hasta que por fin, hubo un choque de titanes. Edward Cullen y Jacob Black se conocieron.

— Jacob Black. Un gusto conocerlo por fin, señor Cullen — saludó mi prometido en una fiesta de beneficencia por parte de Grupo E. Edward me miró aquella noche con recelo y frunció el ceño de mala gana y no le dio la mano.

Jake tenía buen humor y sabía del mal genio — hasta ese entonces desconocido por mí— del señor Cullen, cosa que no le importó pasar de largo.

— El gusto es mío. No sabía que la señorita Swan tenía novio— explicó de manera acusadora mirándome a los ojos fijamente.

— Oh, sí. Pero ya no más novios. Prometidos, señor Cullen. Prometidos. ¿No es así, linda? — Explicó Jake alzando la mano donde traía yo mi anillo.

Cullen me miró de forma dura y seria. Asentí aferrándome del brazo de Jacob, sintiéndome intimidada por el gigante de ojos verdes.

— Parece que el señor Black es un hombre afortunado.

— Lo soy — respondió Jake besándome posesivamente los labios y con la sorpresa del acto, dejé los ojos abiertos y pude ver el acto de odio que con la mirada me gritaba nuestro acompañante. Sus nudillos pasaron a blancos por la fuerza ejercida sobre sus palmas y yo temblé.

— Bueno, me retiro. Espero que disfruten la velada. Hasta luego señor Black. Señorita Swan — dijo bajando la cabeza y se marchó con ese aire ahora característico de frialdad.

Jake se veía feliz, siempre lo estaba. Nunca se guardaba nada.

— Me agrada Cullen — suspiró besando mi frente—, quizás después haga negocios con él.

— Sí, Jake. Él es… Muy amble— murmuré.

— ¿Quieres una copa de vino?

El simple hecho de recordarlo me hace pensar en qué era lo que había hecho mal. Y esa ocasión se acrecentaron mis dudas. Edward Cullen me había provocado cosas que ni Jake en dos años había hecho por mí. ¿Cómo se suponía que debía desear y complacer a mi prometido si no sabía cómo incitarlo o saber estar excitada por él?

Tenía serios problemas en mi interior.

— Quizás estoy nerviosa— murmuro después de un momento de silencio mental. Rose me mira muy poco convencida y suspira.

— ¿Crees que te precipitaste al decirle que sí?

— Tal vez — suspiro.

— Quizás… Debas descubrir si Jacob es el indicado en el transcurso del tiempo de su compromiso. ¿Para cuándo se piensan casar?

— No hemos hablado de eso. Ha estado viajando mucho últimamente.

— Ése es el problema. No te dedica mucho tiempo— asegura mi amiga—, por eso no te sientes tan… Atraída a su presencia. Como ya te acostumbrarte a verlo muy poco.

¿Será eso? Me lo impongo, es algo en qué pensar.

— Puede que tengas razón, Rose.

— Deberías plantearte, pasar una noche con él— me guiñe un ojo—. Quizás eso despeje tus dudas.

Quizás necesito dejar la oficina un tiempo y tomar unas merecidas vacaciones en Cuba, pienso. Y sin más, doy por zanjado el tema y me dedico a comer.

-xxx-

— ¿De verdad tienes que volver a la oficina, Bella?

— Sí, Rose. Necesito adelantar un poco de trabajo— digo mientras ella entra a su auto y cierra la puerta.

— Pero son las seis de la tarde y es fin de semana. Ya nadie debe de estar ahí, además has tenido un día muy agotador.

— Necesito hacerlo, pero te prometo no irme muy tarde.

— Está bien, mujer robot. Nos vemos el lunes. Disfruta tu viernes, nena.

Yo le sonrío y ella acelera. No traje auto, así que me planteo terminar lo más pronto posible para llegar a mi departamento y dormir temprano. Mi novio no está en la ciudad, digo… Mi prometido no está en la ciudad y salir no me apetece. Veo la enorme puerta de cristal y entro. Ya no hay nadie, a excepción de un guardia de seguridad que me sonríe amablemente.

— ¿Tarde ocupada, señorita Swan?

— Así es, Joe— le contesto checando mi entrada, luego llamando al elevador privado y entrando en él.

— Espero que termine pronto, señorita Swan.

— Gracias, yo también — y acto seguido las puertas se cierran.

Piso 20. Llego. El lobby está vacío. Las secretarias salieron hace una hora y no me sorprende. Entro a mi oficina con lentitud, dejo mi bolso sobre mi escritorio y enciendo mi Mac. Me quito el blazer y me descalzo, desabotonando mi blusa, hace un poco de calor a pesar de que el aire acondicionado está encendido. Una pequeña gota de sudor resbala por mi nuca en cuanto comienzo a tipiar algunos informes con mis lentes puestos. Me levanto el cabello en un enorme moño caoba y me masajeo el cuello con las manos, mordiéndome instintivamente los labios.

— Dios, que bien me caería un masaje— murmuro y acto seguido, mi teléfono comienza a sonar.

Miro la pantalla sorprendida. Es Jacob, es inusual que él me llame. Miro mi reloj, son las 6:56 pm. Está oscureciendo en Nueva York y en Barcelona deben ser casi la 1 de la madrugada por sus 6 horas de diferencia. Debería estar dormido.

— Hola.

Hola preciosa — dice con ese tono alegre, pero más de lo debido—, ¿Cómo está la fuuutura señora Black?

— Estoy bien, Jake— respondo colocando el móvil sobre mi hombro y mi oído y sin dejar de tipear—. ¿Bebiste, amor?

Un poquitito— murmura y luego ríe—, tuve que hacerlo preciosa. No te enfades… Los inversionistas tienen un excelente vino español. Un día deberíamos venir… Te encantará.

— Ya lo creo Jake y sabes que no tengo ningún problema con que bebas… Solo no te sobrepases.

Él ríe y luego suspira. Coloco el altavoz, ya que es incómodo trabajar con el teléfono sobre el hombro.

No, preciosa. No me voy a sobrepasar… No lo haré… Yo… Yo… Solo quiero sobrepasarme contigo… Pero no me dejas… ¿Por qué? Dos años y nada de nada… ¿No me deseas nena?

Oh, no. Está borracho e impertinente. Suspiro, quitándome los lentes y dejando de trabajar.

— Estás ebrio, Jake. Ve a dormir.

Quiero dormir pero después de metértela toda, preciosa. ¿No me deseas, Bellita? Soy como un jodido lobo hambriento… ¡AUUU!

— Jake — lo regaño, sintiéndome incómoda por sus palabras.

¿Qué pasa, Isabella? ¡Dos años sin coger! ¡Dos putos años! — el vino hablaba por él, pero sé que dice la verdad—. Necesito de ti, Bella. ¿Quieres que me coja a una mujer estando acá? Mi polla va a explotar…

— Jacob Black, ¿Cómo puedes decir eso?

A ti no te intereso ni un… Po…quitito— suspira hondamente—. No quieres ser mía… No quieres. Solo soy un… Imbécil esperando y rogando por migajas de cariño… Tal vez debería pagar por una puta.

— Hablamos luego, cuando estés sobrio.

Como sea, Bella. No iré a Nueva Yorksss en un puto mes— y se rio—. Tal vez así me extrañes, preciosa.

— Entonces nos vemos en un mes.

Sí, y ve considerando si es bueno esto de casarnos…— y sin más, cuelga.

Me quedo fría sobre mi asiento. Apago y dejo caer el móvil y comienzo a llorar estúpidamente por sus palabras. ¿Por qué me afecta tanto? Me siento dolida, desairada. Nunca he estado con un hombre antes, ¿cómo se supone que debo responder a eso? Y, ¿Cancelar nuestro compromiso? Las lágrimas salían por borbones de mis ojos y yo no pude más que apoyar la cabeza sobre el escritorio.

— Señorita Swan — llama una voz gruesa que me hace respingar y alzar la mirada.

Es Edward Cullen, parado en el umbral de mi puerta, debatiéndose entre entrar o no. Me limpio las lágrimas con el dorso de mi mano y él se acerca hasta mí con un pañuelo sacado de su camisa de lino. La lleva desabotonada y con las mangas hasta los codos, el cabello despeinado como siempre y oliendo impecablemente. Se ve jodidamente guapo y sexy. Me lo da y yo lo tomo. Es suave, no puedo evitar tallarlo por mi mejilla. Es reconfortante.

— Gracias.

— ¿Está usted bien? — pregunta, parece preocupado.

— Sí… Es solo asuntos personales… ¿Qué hace aquí?

— Me quedé a trabajar hasta tarde— suspira—. ¿Pueda ayudarla? — inquiere ansioso.

Oh, señor Cullen. Ojala pudiese.

— No creo que pueda, señor Cullen — digo con los ojos llorosos.

— Llámame Edward.

Alzo la vista ante su extraña cordialidad.

— No creo que sea prudente tutearnos.

— No estamos en horas de trabajo, así que yo aquí, ahora, soy Edward Cullen. No el hijo de puta que todos aseguran que soy d de la tarde— sonríe y yo parpadeo.

— Edward…

— Dime, Isabella.

¿A dónde va con esto?

— Si vamos así, preferiría que me llamaras Bella.

— Como gustes, Bella— su mirada se clava en la mía y yo me agito. Nunca había visto ojos más cautivadores que los suyos. Con razón la fama de playboy.

Me alejo un poco, la tensión vuelve después de tanto tiempo y no es prudente estando solos en el piso 20 de éste lugar.

— No creo que puedas ayudarme— repito.

— Todo tiene solución excepto la muerte, Bella. Eso dice mi padre— comenta.

— Bueno, no creo que esto tenga solución.

— ¿Por qué? ¿Tan grave es?

Hundo los hombros, arrugando el pañuelo suave entre mis manos y bajando la vista. Esto es tan vergonzoso. Y cuando menos me lo espero, me toma de la barbilla y me sostiene el rostro, me acaricia la cara y se moja los labios. Me siento cautivada, sorprendida y… Excitada en ese gesto. Mi pulso se acelera, sin saber por qué y comienzo a sentir seca la boca.

— Puedes decírmelo.

— Yo… No sé— balbuceo y me separo, parándome de ahí. Comienzo a caminar y me detengo cerca de una de las paredes de vidrio que dan vista hacia la ciudad.

Estamos tan alto. El sol se ve en solo un borrón de colores cálidos en el horizonte. Esto es tan… Raro, tenerlo aquí y tan dócil.

Él no es así. No lo es. Me cruzo de brazos y cierro los ojos.

— ¿Es acaso que estás así por tu novio?

Me giro, abriendo los ojos de golpe. ¿Cómo lo sabe?

— No te sorprendas, Bella. Lo escuché todo. Cuando llegaste— dice contestando mi silenciosa pregunta y comienza a caminar en mi dirección a paso lento, jugueteando con las herramientas de oficina sobre mi escritorio y con un jarrón de cristal, el cual contiene una sola flor—, sé cuándo iniciaste la llamada, inclusive cuando comenzaste a llorar.

— ¿Cómo?

Edward sonríe.

— Tengo buen oído, a eso súmale que esta oficina está separada por una frágil pared de tabla roca y que originalmente era una sola oficina para mí. Pero luego de tu llegada, se pidió que compartiéramos el lugar y ordené poner ese muro. Todo, dentro de mi oficina y la tuya es a prueba de ruidos— sonríe— excepto por esa delgada pared.

— Pareces un espía, un acosador— comento con una ceja alzada.

— Tal vez lo sea.

Sigue avanzando hasta a mí, ignorando mi comentario.

— No me has respondido.

— ¿Qué quieres que te diga, Edward?

— Sabes lo que te pregunté. ¿Fue tu novio el que te hizo llorar?

De solo pensarlo, me hace sentir ridícula y herida. El llanto sale sin anticipación y Edward me toma en sus brazos. Oh, Dios. Son tan firmes y duros. Éste hombre se mata ejercitándose sin lugar a dudas. Pero no puedo evitarlo, lloriqueo como una niña, ¿por qué mierdas soy tan ridículamente sensible?

— Ya, ya… — acaricia mi cabello y yo mojo su camisa blanca con mi llanto—. Todo estará bien, dime qué te hizo el malnacido.

— Él… él no me hizo nada — logro decir.

— Entonces algo te dijo — y me mira a los ojos—, no mientas.

¿Qué quiere que le diga? ¿La verdad? Que mi prometido piensa que soy una frígida, que no lo deseo, que soy incapaz de sentir deseo. Pero aquí estoy, a menos de 10 centímetros del rostro de un hermoso Adonis, deseando matar la distancia. Se siente tan…Prohibido y tan intenso.

— No puedo decirte.

— No puedes quedarte así, Bella. No está bien…

— ¿Por qué te interesa tanto? — me despego de él.

— Porque odio verte triste. No me gusta verte así… No me gusta — dice con gesto serio—. Lo que sea que él te haya dicho no es verdad. No lo es.

— ¿Cómo estás tan seguro?

— Simplemente lo sé— dice y me toma entre sus brazos, con ambas manos como boas constrictoras sobre mi espalda.

Dios, que bien huele éste hombre. Me muerdo los labios, pero la aflicción sigue latente. Jacob, ¿Por qué me obligas a contarle mis problemas a éste extraño hermoso?

— Yo…

— Dime, Bella. Te aseguro que no diré nada. Todo cuanto me digas se quedará conmigo— pide insistente.

Si esto está mal, después podré arrepentirme.

— Hablé con Jacob — él suelta su agarre y yo me despego, agradecida y caminando dándole la espalda, incapaz de verle los ojos—. Estaba borracho y me dijo que estaba excitado… Muy excitado y deseoso de mí.

La respiración de Edward se hace pausada y luego errática.

— ¿Y qué pasó?

— Comenzó a… Exigirme que tuviera sexo con él— suelto la verdad—, pero yo se lo he negado.

Giro mi rostro y veo a un hombre sorprendido.

— ¿Puedo preguntar por qué?

— Creo que eso es demasiado— respondo.

Asiente. Pero siento que eso no resuelve mis problemas en lo absoluto.

— No sé cómo…

— ¿No sabes cómo qué? — inquiere confundido. Ante su pregunta solo puedo negar—. Entonces… Tú y él nunca…

— No.

Bajo la mirada y suspiro. Qué vergüenza siento justo ahora. No puede ser, se lo dije. Se lo dije. De nuevo su tacto me sorprende. Alza mi rostro y sus ojos verdes se clavan en los míos. Su rostro, su perfecto rostro. Quiero pasar mis manos por su cabello salvaje y despeinado… Quiero tocar su pecho, sus hombros, esa hermosa espalda. Me siento tentada. ¿Por qué me mira así? ¿Parezco un bicho raro? Debe creerlo. Dos años, con novio y sin sexo a mis 25, ¿Estará consciente de que eso significa que soy virgen? Creo que no, creo que ha entendido que no he tenido sexo por un tiempo y no en toda mi vida. En cierto punto, eso me reconforta.

— Bella— gruñe y yo me sorprendo.

Sus labios atacan los míos con fiereza. Y yo me aferro a sus brazos para poder separarlo de mí, pero su lengua cálida inunda mi boca y toda mi cordura se va a la mierda.

Insiste y me estimula con los labios. ¿Cómo es posible? Siento su lengua chocar contra la mía, golpeándola suavemente y tallándola. El calor de sus labios se extiende hasta los míos, luego hasta mi pecho y después hasta mi vientre. Cierro los ojos y en un acto de reflejo, enredo mis manos alrededor de su cabello. Lo halo, él gime y avanzamos a tientas por la oficina hasta quedar sentada sobre mi escritorio de roble. Se abre paso entre mis piernas, empujando sus caderas contra mi sexo y la erección latente entre las paredes de mis muslos, me acaricia.

Gimo, la falda está apretada contra mis caderas, pero hábilmente la sube y junto con sus manos acaricia mi piel para abrir paso a caricias dentro cerca del vértice de mis extremidades. Lo siento tocarme. Jadeo, la primera vez que alguien me toca así. Masajea mis pechos y después baja hacia mi cuello, lamiéndolo, mordiéndolo. Oigo su respiración ronca y pausada. Sabe lo que hace y yo me dejo guiar. Me dejo llevar. Inconsciente como estoy, no me doy cuenta de que ha rasgado mis medias, para que uno de sus dedos se abra paso entre mi ropa interior.

Doy un respingo y pasa un dedo entre mis pliegues. Estoy ruborizada, excitada, deseosa. No me penetra, no lo hace. Solo juega con mi sexo de arriba abajo y siento mojarme intensamente.

— Dios…— gime ante la reacción traicionera de mi cuerpo.

Gimo alto pero no me deja terminar. Su boca ocupa la mía y como un círculo vicioso, mete de golpe la lengua hasta casi rozar mi garganta. Además de sus largos dedos, tiene una enorme lengua. Me tallo contra su entrepierna, no lo puedo evitar. Estoy abierta sobre el escritorio, con la falda en la cintura, los labios rojos e hinchados, las medias rotas y la ropa interior casi salida. Muerde mis pechos sobre la blusa, los cuales traicioneros se asoman por encima. Los masajea y yo me muerdo los labios.

— No sabes cuánto tiempo había deseado hacerte esto, Bella. No tienes la menor idea— murmura contra mi vientre y cuando menos me lo espero, rasga mi ropa interior y grito y siento el dolor de la tela rozarme la piel.

Doloroso placer excitante. Me encanta. Alza ligeramente más la falda y yo tengo el trasero desnudo sobre el escritorio. Mierda, no puede ser. Me mira pícaramente, me sonríe y parpadeo frenéticamente cuando veo su cabello entre mis piernas y la humedad caliente y suave de su lengua por la extensión de todo mi sexo. Vibro, grito, gimo… No puedo contenerme. Trato de cerrar las piernas pero el muy maldito me lo impide con ambos brazos. Me dejo caer sobre el escritorio. He tirado todo lo que en él había, creo inclusive la Mac, pero me importa una mierda.

Sigo mirando de vez en cuando su salvaje cabello entre mis muslos, haciendo un movimiento afirmativo rápido contra mi sexo y entonces, siento la punta de la lengua penetrarme.

— ¡Edward! — grito cuando lo siento, es tan deliciosa, la sensación.

— Sabes jodidamente bien, Ragazza. No tenía idea de que supieras tanta jodidamente perfecto.

Me derrumbo. Su voz me mantiene tan al borde. Lo escucho gemir como loco y pasando su lengua una y otra vez por mi sexo. Arriba, abajo, arriba, abajo, dentro, fuera, dentro, dentro, dentro, afuera, dentro una vez más. Y me siento temblar. ¡Qué delicia!

— ¡Edward, Edward, Edward!

Me mojo, un orgasmo golpea las paredes de mi sexo y yo me vengo escandalosamente, en su boca. Mi corazón late a mil por hora, no sé cómo mierdas he sentido tanto placer…

Su boca ataca la mía. Sabe a mí, huele a mí, mi excitación. De nuevo vuelve, me tienta pero estoy rendida, muy rendida. Quiero más… Mucho más.

Edward se retira de mí y yo me limpio el sudor de la frente. Se relame los labios con aire descarado y me sonríe. Parece un vampiro sediento. Soy una flor, sensible, abierta y a su merced.

— Isabella… Yo… Me ha encantado — confiesa complacido.

— Edward… ¿Qué hicimos? — pregunto temblorosa.

— Te di placer, muñeca. Eso hicimos. Te lo merecías, orgasmos a cambio de tus lágrimas. Lo que tu jodido novio no ha hecho por ti.

— Pero…

— Dices que no sabes qué hacer, hoy supiste— acaricia mi rostro y yo suspiro cerrando los ojos. Su tacto es adictivo.

— Me dejé llevar— confieso.

— Conmigo no tendrías que saber qué hacer, Bella. Conmigo es instinto. Conmigo no tienes que pensar. Así debe ser el sexo. Instinto… solo eso.

Este hombre y sus palabras sensuales. Quiero más, mucho más. ¿Cómo dijo Jacob? Oh, sí. Quiero que Edward Cullen me la meta toda. Dios, ¿Yo pensé eso? Pero recobro la cordura, bajándome la falda. La única pieza de ropa que protege mi cintura hacia abajo. Me acomodo el cabello tras la oreja y me sonrojo. Miro el lugar y todo está regado sobre el piso, inclusive la Mac.

— Estoy prometida con Jacob Black— jadeo, recuperando el aliento.

— Eso no te impidió que te dejaras hacer un tremendo oral por mí— presume.

— Sí pero…

— Dices que nunca has tenido sexo con él, no entiendo por qué. Eres tan caliente, tan fogosa. Tienes ese aire tímido que me excita hasta la locura, pero estoy seguro que eres una jodida Diosa en la cama.

Oh, si supieras.

— No lo sabes.

— Cariño, hiciste sonidos de sexo puro y sucio. Créeme que tengo esa intuición. Eres buena en la cama y quiero averiguarlo, lo quiero hacer.

¿Qué?

— ¿A qué te…?

— No nos hagamos los occisos ni los tontos, Bella — me interrumpe besando mis labios lentamente—. Nos deseamos desde la primera vez. Sentí la atracción cuando nos conocimos. Mierda. Te hubiese hecho mil cosas en otras circunstancias — susurra y yo me muerdo los labios de solo pensarlo—, pero estando tu padre ahí con el mío, no hubiese sido lo mejor y lo más prudente. Luego de un tiempo jamás estuvimos solos y no supe como acercarme a ti— confiesa sorprendido para sí—, y después supe lo de tu novio y me alejé…

— ¿Por qué?

— Porque sentí que no te interesaría, aunque una parte de mí lo dudaba— dice de modo pícaro—. Pero ahora sé que te atraigo, te gusto, te llego a excitar y que sé que entre tú y ese no ha habido nada, la esperanza se ha acrecentado.

Esperanza, ¿de qué mierdas habla?

— Te vas por las ramas, Edward…

— Edward — repite cerrando los ojos y saboreando sus propios labios. Mierda santa, que hombre más sensual—. Dijiste mi nombre en pleno orgasmo y eso hizo casi que te penetrara y me corriera al instante— yo doy un respingo por su confesión—, pero me contuve. Solo quería que dejaras de estar triste. Mi método funcionó— me guiñe un ojo.

Oh, vaya que sí.

— Bueno… Fue una experiencia muy educativa.

— Y puede haber más, si quieres.

— ¿Qué?

Me toma por los hombros y me besa posesivamente, el aire me falta. Dios, lo deseo de nuevo.

— Déjame enseñarte, Bella. Déjame enseñarte más de lo que ya sabes. Te enseñaré cosas que no sabías que existían. Quiero ser un maestro para ti. Quiero que le enseñes a ese estúpido novio tuyo lo que es ser manejado por una mujer con vasta experiencia.

— ¿Qué estás diciendo?

— ¿No me deseas? — me acaricia de nuevo, yendo lentamente por mis piernas y luego metiendo una mano entre ellas y yo estoy húmeda otra vez. Sus dedos juguetean con mi sexo y yo gimo—. Te siento tan lista para mí— gruñe.

— Edward…— Digo jadeando y besa mi cuello, hablando sin despegar sus labios de mi piel.

— Te quiero coger de tantas maneras, que cuando tengas sexo con alguien más… Tu noviecito por ejemplo, le enseñes que jamás debió haberte hecho sentir menos, triste o mal. Eres una diosa, Isabella. Tu sexo es una mina de oro… Déjame enseñarte. Explotarlo en todo su potencial. No te ataré a nada, no serás más que mi alumna… ¿Quieres salvar tu compromiso? Yo puedo ayudarte…

Se separa bruscamente de mí y me sonríe.

— Piénsalo, nena. Este lunes me gustaría saber la respuesta. A las 7 de la tarde te estaré esperando en mi departamento, sé que sabrás dar con él— se acomoda la camisa, me da un beso casto en la frente y sale de la oficina con sus palabras retumbando en mis oídos, en las paredes de éste lugar con olor a sexo.

Estoy estupefacta. Edward Cullen me ha ofrecido sexo… Sexo para para salvar lo de Jacob. Aprieto las piernas, la sensación de su lengua es aún fresca.

— Oh, Dios… ¿Qué hago? — digo en voz alta y tocando mi cabello. Me muerdo los labios. Edward Cullen entre mis piernas. Oh, sí. Otra vez, otra vez quiero…

Basta, Isabella. Me regaño, no puedo seguir pensando en eso otra vez. Son las 8:15 pm. Mierda es tarde. Salgo de la oficina con las medias rotas y las guardo en mi bolso. Cuando bajo al lobby, Joe me sonríe, mientras yo chequeo mi salida.

— ¿Todo en orden, señorita Swan? — pregunta al verme temblorosa y abochornada.

— Sí, Joe. Todo en orden— respondo. A excepción de que estoy así por los estragos de los orgasmos que me dio Edward Cullen, pienso. Sonrío nerviosa y empujo la puerta—. Hasta el lunes.

— Que tenga un buen fin de semana, señorita.

— Igualmente.

Salgo corriendo hacia la calle, el aire fresco me golpea agradablemente el rostro. Suspiro.

— ¡Taxi! — grito haciendo la parada. Un chofer se detiene y me subo.

— ¿A dónde, señorita?

No quiero ir a casa aún.

— ¿Conoce un buen bar? — le pregunto.

— Claro— sonríe amablemente el hombre y arranca por la ciudad.

-xxx- Sábado –xxx-

Estoy abochornada. Demonios, debí haberme quedado en casa y no ir a ése bar en donde prácticamente me bebí el agua de los floreros. Es por la tarde ya y sigo ansiosa. Demonios, no he dejado de pensar en Edward Dios del sexo oral Cullen. Comienzo a trabajar desde casa. No he recibido señales de Black y debo confesar que es lo que menos me importa. Lo que últimamente me he planteado es lo de continuar con lo de la propuesta.

Si le digo que no, tal vez me arrepienta. La posibilidad de no tenerlo otra vez haciéndome lo que me hizo, no me hace muy feliz. Veo la televisión dejando a un lado la computadora, cuando mi móvil comienza a sonar. Es Rose.

— Hola, rubia.

Hola, Bella. ¿Cómo estás? Suenas aburrida.

— Un poco… Veo televisión y ¿tú qué haces?

Estoy en el aeropuerto. Salgo para Texas a visitar a mis padres.

— ¿Todo bien, Rose?

Más o menos— confiesa y el barullo de la gente se escucha en el fondo—. Mi padre se rompió una pierna y quiero ir a visitarlo.

Me acomodo en el sofá.

— Malas noticias, amiga.

Si, quizás me ausente unas semanas.

— Es comprensible— respondo.

Si, por eso quiero pedirte un favor.

— El que quieras.

Necesito que vayas con el señor Cullen y le expongas mi caso. O mejor dicho yo le avisaré. No puedo llevarle mis informes, más bien hacerlos. Todo eso se me complica un poco, así que te envié unas cuentas por correo. Además de que prometí trabajar con él mañana domingo en la empresa y necesito que tú vayas. Sabes más que yo de mis acciones, eres lista y no tendrás problema en seguirle el paso.

Trago saliva, casi ahogándome.

— ¿Qué?

Anda, Bells. Sé que no se llevan bien pero en serio lo necesito.

Me pide suicidio, esta mujer me pide que me meta completamente a la boca del lobo.

— Rose… No sé si sea prudente.

Hermosa, si lo haces te prometo un viaje a donde quieras.

— ¿Inglaterra?

Al fin del mundo si lo prefieres… Pero necesito que hagas esto por mí.

Sé que estoy poniéndome la soga en el cuello pero no puedo hacer más que apoyarla.

— De acuerdo, Rose.

¡Ay, te amo! — chilla y al fondo una mujer anuncia un vuelo—. Me tengo que ir…

— Suerte, amiga.

Suerte para ti también, Bells… En serio te debo la vida— y sin más la llamada finaliza.

No puede ser. Y me tiro sobre el sofá boca abajo.

-xxx-

Miro fijamente mi celular, me debato entre llamarlo o no. Son las 10 de la noche y creo que no es horario prudente. Pero en cuanto más pronto termine esto, mejor. ¡Qué mierda! Elijo cuidadosamente el contacto, cierro los ojos, oprimo llamar y espero en la línea.

Su voz es formal y fría.

Cullen.

Dios, su voz es tan sexy y me muerdo los labios, gimiendo.

— Señor Cullen — carraspeo—, soy…

Señorita Swan —murmura con un dejo de seducción en las palabras. Madre santa estoy mareada.

— Sí. Soy yo.

Es sábado— afirma—, creo que ha pensado bien lo que…

— No— interrumpo—, lo llamo por el asunto de la señorita Hale.

Un silencio tras la línea me pone de nervios.

Ya veo. Sí, ella me informó— dice con dureza en las palabras y creo saber que decepcionado.

— Ma… Mañana… Nos… Podríamos reunir… Para terminar los informes.

Por supuesto, señorita Swan. ¿En dónde le gustaría trabajar?

— Creí que habían quedado en la… Oficina.

La oficina— repite y sé lo que está pensando.

— Sí… Le… Le parece bien… ¿A la 1 de la tarde?

La estaré esperando, señorita Swan.

— Hasta entonces… — y cuelgo precipitadamente.

Tiro el móvil, como si hubiese superado una enorme prueba.

— Mañana estaré a solas con Edward Cullen… — y me deslizo hasta el piso.

-xxx- Domingo -xxx-

Falta una hora para que me reúna con el señor Cullen. La verdad estoy que muero de los nervios. Me siento muy ansiosa. Calma, Isabella. Todo estará bien.

Cuando estoy a punto de salir hacia mi auto, mi teléfono suena avisando la llegada de un correo electrónico.

De: Edward A. Cullen.

Para: Isabella M. Swan.

Asunto: Reunión.

Estimada señorita Swan:

Es una pena para mí informarle que tendremos que aplazar la reunión de ésta tarde con tan poco tiempo anticipado, pero me ha surgido un viaje de negocios que no puedo suspender. Volaré a Florida y estaré llegando a Nueva York pasado mañana en punto de las 6 de la tarde. Como bien entenderá, no iré a la oficina el lunes, lo que le dará tiempo prudente de poder adelantar usted los informes, además de sopesar otras cuestiones entre usted y yo…

Sabe perfectamente a lo que me refiero. Creo firmemente que es usted una mujer completamente inteligente y capaz de resolver por sí sola las cuestiones de la señorita Hale, así que si usted considera mi propuesta, me encantaría verla dentro de dos días en el lugar donde acordamos. Sí no llegase a presentarse, haré como si nada y tendremos el mismo trato de siempre el miércoles a primera hora de la mañana.

Un saludo cordial.

Edward Cullen.

-xxx-

Dos días. Dos días sin Edward Cullen. Suspiro aliviada. Eso me da tiempo para pensar las cosas. Sí, pensar en qué es lo mejor. Aprovecharé mi domingo para ayudar a Rose y así poder llevarme las cosas tranquila.

-xxx- Lunes –xxx-

Entrego mis reportes y los de Rose a primera hora. El lugar está tan tranquilo sin él. Mi oficina en parte me mantiene asfixiada. Dios, creo que aun puedo oler su perfume desde el viernes pasado. Mi móvil suena y contesto sin mirar la pantalla y colocando mi teléfono como de costumbre sobre mi hombro.

— Isabella Swan.

Cariño, es mamá.

— Hola, mamá… ¿Qué pasa?

Quería saber si puedes venir a comer con nosotros. Supe que el señor Cullen salió de la ciudad y no sé podrías darte una escapadita.

No suena tan loca la idea.

— Suena bien, mamá.

Entonces ¿vendrás cariño?

Miro el reloj, pasan de la una.

— Si, mamá. Llego en dos horas.

De acuerdo, cariño. Te estaré esperando con la madre de Jake. Sue me dijo que quería hablar contigo.

Apuño los ojos. Rayos. Jacob, lo había olvidado.

— Dile que ya voy para allá.

Ok, hija. Cuídate— y termino la llamada.

Tomo mi bolso y cierro la oficina.

— Señorita Swan— dice Sara, mi secretaria—, ¿Va a salir?

— Sí, cancela mis citas. No volveré hasta mañana y tú puedes irte temprano— digo acomodándome el saco. La secretaria personal de Edward me mira con furia.

No tengo la culpa de que su jefe la haga trabajar a distancia.

— De acuerdo, señorita Swan. Gracias y hasta mañana.

— Adiós, Sara.

Bajo el elevador y me despido de todos. Entro al estacionamiento y camino hasta mi Mercedes Benz gris. Pongo música de fondo y comienzo andar en la carretera.

Tres horas después, en la residencia de los Swan, a las afueras de Nueva York.

— Y como te iba diciendo, Sue— murmura mi madre mientras agita una cucharilla en su taza de té—, aún no hemos decidido cuál será el vestido de Bella.

Yo me sonrojo, la verdad es que no le he puesto atención a los asuntos de la boda aunado a que no he sabido nada de Jacob desde el viernes. Sue Black me mira inquisidora y no puedo evitar sentirme agobiada.

— Señora Swan— llama a mi madre el ama de llaves—, su esposo está en el teléfono.

— ¡Oh! Disculpen, debo tomar ésta llamada— y sale corriendo hacia la casa.

Yo bebo de mi taza y sonrío nerviosamente.

— Y ¿Cómo ha estado el señor Black?

— Mira, Isabella no quiero andar con jueguitos — dice de la nada y yo casi me atraganto.

— ¿A qué se refiere?

— Sé que Jake y tú están peleados.

¿Es en serio Jacob Black? ¿Le cuentas nuestros problemas a tu madre? No puedo evitar poner los ojos en blanco.

— Señora, con todo respeto…

— ¿No te importa su compromiso?

— Claro que me importa— digo ofendida.

— Entonces, ¿Por qué estás distante de mi hijo?

— Esos son problemas entre Jacob y yo— respondo fríamente.

— Pues lo que tenga que ver con él, es de mi importancia también— responde tomando un pañuelo de sus piernas y tirándolo a la mesa con aire déspota—. Jake merece ser feliz.

— Yo también merezco ser feliz, señora Black. Y me parece una grosería que usted se meta en nuestra vida privada. Su hijo y yo somos lo suficientemente adultos para resolver nuestras diferencias y espero de verdad que no le haya contado el motivo de nuestra discusión.

Parece contrariada y me mira apenas.

— Pues no me lo dijo.

— Al menos ese favor me hizo — digo de brazos cruzados y suspiro— y si me permite, debo hacer una llamada.

Y salgo cuando mi madre apenas viene hacia el jardín y yo me meto hacia una de las habitaciones. Estoy enojada, muy enojada con Jacob Black. Marco su número y espero en la línea.

Black.

— ¿A ti qué mierdas te pasa para contarle nuestros problemas a tu madre?

Isabella, ¿de qué hablas?

— Isabella mis calzones, ¿Estabas tan borracho que ni te acuerdas de lo que le dijiste?

Recuerdo que la llame — explica confundido— pero no recuerdo bien que le dije.

— ¡Pues me reclamó! — grito caminando furiosamente por la habitación—. ¿Cómo mierdas quieres que me sienta?

Tienes la maldita solución, Isabella. La solución está entre tus piernas… por no decir algo más. No estás obligada a nada, lo sabes. Pero yo estoy cansado de esperar por ti. Quiero una solución pronto. Lo de volver en un mes no es broma.

— ¿Quieres una jodida solución? ¡Te la daré! ¡Nos vemos en un puto mes! — y sin más, cuelgo.

Rabiosa como estoy, salgo de la casa de mis padres sin despedirme. Acelero en la carretera, tirando el teléfono al asiento del copiloto. Éste suena con desespero, el nombre de Jacob está en la pantalla. ¡Que se joda! Me desabrocho la blusa y acelero a 140 km/h. Quiero llegar pronto, llegar tan pronto para ponerle fin a ésta estúpida situación. Estoy decidida, aceptaré todo lo que venga. Quiero y seré la alumna de Edward Cullen.

xx-xx

Gracias a las chicas que estuvieron esperando el prólogo. Espero que les haya gustado. Estaré actualizando tan pronto como pueda.

Un beso :D