Disclaimer: Los personajes no son míos sino del grande de Togashi Yoshihiro (que espero se recupere pronto y siga el manga) yo solo los uso humildemente para crear esta nueva trama & jugar un poco con lo que podría pasar a futuro.


Sensus Abstracta

"Eres un fantasma vívido y amargo

Un descuadre de la vida que planeo

No existe nada pero con solo mirarlo

Me quema por dentro."

Ko. H

Ryo no se caracterizaba por ser una persona clemente, pero casi, casi, sentía un gramo de compasión por el hombre rubio que al parecer estaba en medio de un gran debate mental. Estaba demás decir que el hombre no se había dado cuenta de la presencia del joven, aunque bastantes problemas tenía con lidiar con las palabras hirientes de Fuun, con su arrogancia, con sus burlas, con su ironía, con su altivez como para preocuparse por alguien más.

Con Fuun tenía más que suficiente.

Pariston se sentía atormentado. La culpa, ese aguijón punzante y filoso, hacía estragos en su pecho, oprimiéndolo, sacándole la esperanza poco a poco, invadiéndolo de angustia, de terror, de odio, de celos su mente. El saberse perdido y hundido en la miseria de su vida le sacó una sonrisa torcida, muy impropia de él.

Fuun lo mataría antes de que lo hiciera su hermana, de eso estaba seguro.

-Veo que estás en un gran apuro.-susurró Ryo, parándose frente al cuerpo sudoroso del rubio.

La sonrisa desesperada que le dirigió Pariston le indicó que estaba en lo cierto, al parecer, hacer un contrato con un demonio no era algo para tomarlo a la ligera.

-¿Duele?-quiso saber, ladeando la cabeza.-¿Es dolorosa la espera hacia la muerte?

Pariston, en respuesta, hizo una arcada antes de vomitar un charco de sangre y alimentos, sacándole una mueca de desagrado al ojimiel.

-Ya veo. Me gustaría quedarme a ver cómo mueres lentamente, pero tengo cosas más importantes que hacer, como ir a ver a mi hermana, por ejemplo.

El peliazul hizo un gesto burlón y, con una última mirada, salió del lugar, procurando llegar lo más rápido que pudiera a la Asociación de Cazadores, el único lugar donde sabía, su hermana podía estar. Hacia el hogar temporal de su querida Kotori Hill.


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Había sido extensa, dolorosa y extenuante la discusión que tuvo el joven cazador con la inteligente Presidente, tan acalorada, que estaría cabreado de no ser porque la salud de la pelirroja era lo más importante en aquellos momentos. Inducida a un coma, la joven pelirroja permanecía en estado grave en la UCI, rodeada de tubos, agujas y máquinas que pintaban cada cierto tiempo de forma suave ante alguna anomalía de su cuerpo. Estaban en la fecha límite para la salida al Continente Oscuro y, sin embargo, nadie parecía capaz de irse con la situación en la que se encontraba la Asociación, no solamente por las sospechas e investigaciones del V5 que cada vez eran más fuertes, sino por la tensión del viaje, el paradero desconocido de Pariston, la masacre en el hogar de los Tomori y la inminente amenaza de los demonios que residían, como una maldición, dentro de los herederos Hill. Todo eso sumado al más reciente escape de Misa, tenían a la mayoría en alerta, aunque un pequeño, minúsculo rayo de esperanza aún flotaba en el ambiente.

Y ese rayo era Alluka Zoldyck.

Sayumi se había recuperado de sus heridas, del nen maligno y del peligro, por lo que Cheadle y Leorio habían puesto todas sus esperanzas en la menor de los Zoldyck para que restaurara las vidas de Kotori y Misa. Era riesgoso, no tenía asegurado completamente el éxito pero era lo mejor a lo que podían aspirar y confiar como salvación. Habían hecho múltiples exámenes y chequeos para asegurar que la salud de Alluka estuviera en perfectas condiciones, la habían estado alimentando para fortalecerla, tranquilizada para que su mente no colapsara con tantos problemas ajenos y cuidada y regaloneada como la niña que era. Aunque los adultos trataban de mantener la tranquilidad y pensaban que la niña no se había dado cuenta de nada, Alluka entendía perfectamente la situación y había tomado la resolución más férrea y seria de su corta vida. Salvaría a su onee-chan y salvaría a Misa-chan. Y para eso, tenía que hacer las cosas sola.

Esa fue la única petición que hizo y la única por la que su hermano Killua se había cabreado tanto.

-¡No puedo permitir que eso ocurra! ¡Tú eres mi hermana y mi deber es protegerte!

Cheadle torció su gesto sereno, presintiendo que las cosas se pondrían tensas muy pronto.

-¡Nanika está de acuerdo con esto, onii-chan! ¿Por qué no dejas que lo haga sola esta vez? ¡Ella y yo no necesitamos peticiones ni órdenes para salvarle la vida voluntariamente a nuestra onee-chan!

La fiereza con que Alluka habló asustó al ojiazul, como si no pudiera reconocer a esa hermana que parecía haber madurado diez años a pesar de seguir siendo una niña en tan solo un par de días. ¿Qué había ocurrido? ¿De dónde había sacado tal fuerza de voluntad?

-Yo apoyo la decisión de Alluka.-dijo Cheadle, descolocando aún más a Killua.

-¿Ves? Hasta la presidente cree que podemos hacerlo.

-Es muy riesgoso...

La pelinegra frunció el ceño.

-Ya lo hicimos una vez y salvamos a Sayumi-chan. Déjanos salvar a Kotori onee-chan, Killua.

El peli-plateado abrió los ojos, dándose cuenta que ésta vez, había perdido.

-Está bien.-suspiró, resignado.-Lo dejo en tus manos, Nanika.

La chiquilla sonrió, levantándose de un salto.

-¿Qué estamos esperando? ¡Vamos!


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-Me alegra que tu hermana esté bien, Mei-san.

Un rubio de ojos grises se sentó en las escalinatas que conducían a la entrada del enorme edificio, seguido de una chica de ojos violeta y cabello verde que suspiraba de sincero alivio.

-Mei. Sólo Mei.-pidió, sin ser capaz de mirar a su compañero. La frialdad de la noche golpeó sus rostros, sacándoles un estremecimiento involuntario.

-Deberíamos entrar ya, te puedes enfermar.-aconsejó Kurapika, observando de reojo el semblante hermoso de la joven.

La chica sonrió, divertida.

-Aún no, quiero sentir el viento en mi cara para saber que todo esto es verdad y no una simple pesadilla.

La sinceridad de sus palabras le dolió al ojigris sin saber muy bien por qué. ¿Preocupación? ¿Instinto protector? ¿Resignación? O... ¿algo más?

-No te preocupes en tratar de consolarme, sé que es difícil para ti demostrar tus sentimientos.-dijo la ojivioleta mitad en broma, mitad en serio.

La risa descolocó aún más al rubio, sin saber muy bien qué hacer o qué decir, después de todo, era tal cual como había dicho la joven, hermético y frío.

-Sabes que Kotori nunca hubiera matado a conciencia a tu hermana.-dijo finalmente, sintiendo que aún era demasiado natural defender a la pelirroja y pensando que tal vez, Mei se tomaría a mal su comentario.

Sin embargo, ocurrió todo lo contrario.

-Lo sé.-Kurapika abrió los ojos, sorprendido.-No quiero que creas que estoy enojada con ella.-aseguró Mei.-Y ninguna de mis hermanas tampoco la culpa de nada, sabemos que es Pariston quien tuvo la culpa desde el principio.

-¿Entonces? ¿Por qué estás así?

La muchacha suspiró.

-Porque extraño a Yui.-los ojos se le aguaron.-Extraño a mi hermana, a pesar de que haya tomado malas decisiones, a pesar de que se haya enamorado del hombre equivocado, a pesar de que haya asesinado. Aun así la extraño.

Kurapika quedó paralizado al ver cómo el hermoso rostro de Mei se llenaba de lágrimas cristalinas y una mueca de dolor surcaba su semblante. En silencio, le dejó llorar su pena hasta que las lágrimas hubieren menguado y solo quedara el lamento en la voz de ella.

-Sé que no soy muy bueno expresando mis sentimientos...-comenzó, tomando en un arrebatado gesto de valentía, la mano de Mei.-Pero por lo menos, soy bueno en ofrecer mi hombro para que llores y mis brazos para reconfortarte cuando lo necesites.-la ojivioleta estaba sorprendida con la intrepidez del rubio que ni siquiera sabía qué decir.-Es una promesa, Mei. Nunca te dejaré sola.

Y, antes de que siquiera comenzara a analizar las cosas, la besó suavemente, en un contacto que fue casto pero al mismo tiempo, con una intensidad que mareó a Mei.

-Es una promesa.-volvió a decir él, sonriéndole sinceramente.


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Pariston no supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero cuando despertó, se encontró en un lugar totalmente diferente a las sucias paredes de la habitación en la que estaba. El sol de la mañana llegaba directo a su cara y un suave murmurar a lo lejos le hizo despertar de golpe, dirigiendo su mirada al brillante mar de la mañana que lo recibía como un mudo cómplice de la escena.

-Vaya, no sabía que eras tan dormilón.

El comentario le hizo ver que no estaba solo como creía, sino acompañado de cierta niña que, a simple vista, no parecía una niña normal sino un demonio en miniatura.

Bueno, la verdad, eso era.

-¿Ri...benji?-logró articular, sintiendo que la piel se le erizaba al ver la sonrisa macabra de la niña.

-Vaya, Fuun me dijo que eras lento, pero no creí que tanto.

Si el rubio hubiera estado en mejores condiciones, tal vez le hubiera cruzado la cara a la niña por insolente, pero estaba tan cansado, tan desesperado y tan hundido que ya nada le importaba. Además, ella no era una niña cualquiera, era un demonio, uno muy siniestro a decir verdad, tanto o tal vez más que Yami.

-¿Dónde estoy?-prefirió preguntar, incorporándose un poco.

-Eso no importa ahora, lo importante es encontrar a Yami para que por fin estemos completos y podamos conquistar ese nuevo mundo del que Fuun nos ha hablado.

El rubio contuvo un bufido, molesto por la poca atención que recibía por parte de la niña.

-¿Tan simple eres que te enojas porque no te presto atención?

Pariston la miró, sin nada que decir, hastiado de todo y arrepentido de haber despertado.

-Fuun es más divertido que tú.-lo desafió, sonriendo descaradamente.

Fue entonces cuando el hombre se dio cuenta que estaba perdiendo, poco a poco.

-Que te quede claro que por más demonio que seas, no estoy dispuesto a que vengas a jugar conmigo.-siseó, antes de alejarse de Ribenji.

Kotori tenía la culpa de todos sus últimos fracasos.

Eso no se quedaría así.


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La sala estaba inquietantemente silenciosa, solamente invadida por el sonido de las máquinas. Los signos vitales se encontraban normales, respiraba artificialmente, estaba quieta y tranquila y su semblante era el de una bella estatua. Kotori Hill parecía encantada por algún hechizo y se hubiera visto aún más hermosa de lo que era si no fuera por toda la indumentaria que había en su cuerpo con el fin de mantenerla estable. Killua, sin ser capaz realmente de verla, dejó a Alluka a un lado de la cama, volteando al instante para evitar que el dolor en su pecho aumentara más.

-¿Segura que no quieres que me quede?-susurró, tratando de que su voz no se le quebrara.

La pelinegra esbozó una triste sonrisa, mirando con conmiseración la nuca de su hermano.

-Estoy segura, onii-chan. Nanika y yo haremos que onee-chan vuelva a ser como antes. Te lo prometo.

Alluka se acercó a tomarle la mano, apretándosela de forma confortable. Luego se alejó y volvió a un lado de la cama, donde se encontraba la pelirroja.

Killua salió de la habitación, aunque ni siquiera se movió de la puerta una vez la cerró. Con angustia, apretó los puños, mientras trataba de creer que todo saldría bien y que Kotori volvería a ser Kotori.

Este es el destino de la princesa blanca

Manchada por el estigma de su familia

Sin sentimientos, ilusión y amor

Una opresión.

Alluka sostuvo la delgada y fría mano de Kotori, contemplando con solemnidad su rostro demacrado. Los mechones rojos destacaban intensamente en comparación con lo blanco de la habitación, dándole una sensación de eternidad trágica que Alluka y Nanika odiaban. Kotori Hill había sufrido demasiado, había sido condenada a ser una princesa encerrada en una burbuja de oscuridad, a vivir una maldición que no le correspondía, a cargar con el peso de la muerte de su madre. Alluka estaba dispuesta a borrar todo aquello y restaurar su vida, de que viviera sin maldiciones, sin mutaciones, sin fantasmas en su pasado. Ese era su objetivo y el de Nanika.

Las piezas de gungi no se comparan

Al jaque mate que está por hacer

"Tú no tienes permitido ser feliz"

Es un destino cruel.

Alluka deseaba que Kotori fuera feliz. Que amara a su hermano, que disfrutara, que se casaran, que tuvieran hijos, que vivieran un final feliz... Aunque ahora las cosas fueran difíciles. Y ella, estaba demás decir, no quería que su hermano sufriera, que llorara, que tuviera que enfrentarse a las dificultades que vivió en su pasado. Kotori como Kallisto Hill, no tenía derecho a ser feliz pero ella y Nanika harían que su destino cambiase y aquella prohibición fuera abolida.

Ah, el amor está descartado,

Ah, la felicidad solo es egoísmo,

Tú no estás preparada...

En lo más profundo de la mente y los sentimientos de Kotori, algo se iluminó, algo pequeño y electrizante que le hizo volver por un segundo a su realidad. Las paredes negras de la habitación y unos ojos rubí la recibieron, ojos que se convirtieron en un rostro felino que la observaba entre nostálgica y triste.

Era Neferpitou.

-Es hora de que me vaya.-sentenció, avanzando hacia ella.-Espero que comprendas que aún no estás preparada, pero podrás enfrentarlo en un futuro.

Kotori se acercó aún más a ella, confundida de todo lo que estaba pasando.

-¿Irte? Pitou, tú estás dentro de mí, no hay forma de...

-Sí la hay.-la cortó la quimera.-Me hubiera gustado ayudarte mucho más, pero tu vínculo con Yami era demasiado fuerte.

La quimera hizo una pronunciada reverencia.

-Espero volver a verla, Princesa Blanca. Fue un gusto haberle servido en este corto tiempo.-algo en la voz de la quimera le hizo entender que no habría otra vez.-El rey blanco la necesita. No se olvide de él.

Pitou se desvaneció en el aire, sin darle tiempo a la chica para que se despidiera. Corrió de un lado a otro llamándola a gritos, insegura, confusa, desesperada. ¿Princesa blanca? ¿Rey blanco? ¿Se estaba refiriendo a Killua y ella? Killua... ¿Dónde estaba Killua?

Entonces te conocí

Te hice reír

Y explotó algo dentro de mí.

Sin saber por qué, recordó la primera vez que lo había conocido en persona y cómo le había asombrado el sentimiento de lealtad que tenía hacia los suyos, partiendo por su hermana. Cuánto extrañaba verlo a pesar de todo...

Te amé

Te deseé

No puedo tenerte a mi lado ya

Aléjate de mí

Soy veneno para ti

Estoy manchada con oscuridad.

Pero no era correcto. Ella no era luz, ella no era una princesa blanca, ella era odio, oscuridad, terror, maldad... Y él no se merecía una chica así.

Me hiciste muy feliz

El tiempo que viví

Fue corto pero ya no soporto más.

Sí, aunque ya fuera tarde, podía decir que lo amaba. Amaba a Killua con sus múltiples virtudes y sus defectos, en los mejores momentos que pasaron pero también en los peores, en el corto tiempo que vivieron lo suyo sin nombre ni apellido, en las lágrimas y la risa. Ah, cuánto lo amaba y ahora no podría decírselo nunca...

Nadie que lo conozca hubiera pensado

Que el heredero se hubiera enamorado

Rompiendo todas las agujas

Que una vez lo condenaron.

Killua no aguantaba la espera tras la puerta blanca. Cada segundo que pasaba sentía que moría poco a poco, tal vez no de forma literal pero sí por dentro, donde sabía, sus sentimientos estaban jugándole una mala pasada. Aún le costaba creer cuánto había cambiado su vida. Cuánto había cambiado como persona, cuánto había dejado atrás por la felicidad...

Y ahora ella se desvanece

Como si nunca hubiera sido latente

Él será entonces el rey negro que falta

El asesino que ella necesitaba.

Su felicidad tenía nombre y apellido. Y, aunque sabía que estaba tras esa puerta, se le estaba yendo de las manos como si de algo incorpóreo se tratara, algo intangible, algo etéreo y eso, le destrozaba.

Ah, el amor está descartado,

Ah, la felicidad solo es egoísmo,

Tú no estás preparado...

Él no quería admitir que aún no estaba preparado. Estaba decidido a amar, a cuidar, a proteger a Kotori pero no estaba preparado para asumir aquella carga porque aun no era lo suficientemente fuerte para ello.

Se levantó del suelo, dispuesto a entrar. Era un egoísta que solo pensaba en su propia felicidad sin tomar en cuenta a los demás como a Kotori o a Kurapika por ejemplo. No estaba preparado y, sin embargo...

Entonces te conocí,

Y enloquecí

Pusiste mi mundo al revés.

La conoció. Fortuitamente, sin desearlo, sin pensarlo, su mirada se topó con la dorada de ella y algo hizo click en su corazón, algo que sacó a flote sus más hondos sentimientos y más hondas inseguridades. Enloqueció de ese sentimiento hasta el punto que supo que era ella y nadie más que ella a quien querría.

Te amé

Te busqué

Quiero que estés conmigo ya

Quédate aquí,

No te vuelvas a ir

Estoy manchado de agonía.

Killua abrió la puerta en el momento en que Alluka le susurraba unas últimas palabras a la pelirroja. La cerró con un suave movimiento y se quedó allí, silencioso, ansioso, temeroso de que su hermana fallara y no volviera a ver nunca más esos ojos que, aunque se habían vuelto de hielo, seguían transmitiendo la misma mirada cándida de la auténtica Kotori Hill.

-Aprovecha y dale el último adiós a Kotori onee-chan.-pidió la pelinegra, haciéndose a un lado.

Me has hecho muy feliz

Eres especial para mí

Eres mi única princesa blanca.

Killua, sin saber a qué se referían las palabras de su hermana, avanzó hasta la cama y tomó una mano de la chica, apretándola cariñosamente. Apretó los labios y, armándose de valor, la besó suavemente en la frente, antes de apartarse y darle espacio a su hermana para que siguiera.

Ah, ella aún vive de su pasado

Ah, aún la sigue la sombra de su hermano

Un demonio ya...

Kotori Hill debía ser liberada de los fantasmas de su pasado. Debía ser salvada de sus demonios, de la ignominia, de la corrupción, del odio, de su hermano. Alluka agarró una vez más la mano de la chica y, con voz clara, dijo:

-Nanika, haz que Kotori onee-chan renazca otra vez, por favor.

La presencia de Nanika apareció, dándole una sonrisa determinante al semblante pálido de Kotori.

-Sí.

Entonces te conocí

Y enloquecí

Esto explota dentro de mí.

Una luz centelleante y extensa iluminó la habitación y, tal como había pasado con Sayumi, el resplandor cruzó las paredes y se reflejó en todos lados, encegueciendo a todos quienes se encontraban en el hospital. No obstante, la luz sobrepasó el límite, dejando una estela blanca que no dejaba ver nada más que el níveo color en cada ser que se hallaba en el edificio. Algo había pasado. Un milagro había ocurrido.

Te amé

Te encontré

Quiero que estés conmigo ya

Aléjate de mí

No te vuelvas a ir

Estoy manchada con oscuridad.

Las paredes negras comenzaron a retumbar en la oscura habitación donde Kotori, aún confundida, aún perdida, aún desesperada, se encontraba. Un grito ahogado salió de su garganta mientras volvía a pensar en Killua, en sus ojos azules, en sus brazos cálidos y sus besos apasionados, en su determinación férrea y su amor cariñoso que aun dejaba sorprendidos a todos, sobre todo a ella. Pequeñas fisuras de luz comenzaron a verse por la habitación, dejando ciega a la joven quien cayó al oscuro suelo de su subconsciente, la única prisión que le hacía ver que estaba a punto de morir. O eso creía.

Me has hecho muy feliz

Esto llega hasta aquí

Ahora es una princesa negra.

Killua, combatiendo con el resplandor sorprendente que provenía del poder de Nanika, volvió a pensar en Kotori y en lo mucho que había cambiado desde que la maldición había cobrado vida y cómo su personalidad se había llenado de odio y maldad. Sin dudas la pelirroja lo había hecho feliz pero también sabía que gracias a Yami, se había vuelto un ser negro y dañino. Y necesitaba ser salvada.

No puedo soportar

Tu lejanía

Es doloroso sentir tanto...

El brillo decreció suavemente hasta el punto que el ojiazul fue capaz de enfocar su vista hacia la cama donde una hermosa joven yacía plácidamente. Nanika, o mejor dicho Alluka, cayó suavemente al suelo, dormida después de tal esfuerzo y su hermano estuvo a tiempo para dejarla, con mucho cuidado, recostada contra la pared.

Oh, ¿qué haré yo

Si me olvidas?

¡No lo podría aguantar!

Killua se acercó temeroso a la cama de la muchacha, aunque al instante que la reconoció, sus ojos se abrieron de par en par ante el desconcierto. Hermosa como siempre, el cabello de la joven se había vuelto blanco y su tez, suave y más lechosa que antes. Además, un pequeño lunar había aparecido bajo su párpado derecho, lo que a simple vista, le confería demasiado parecido con Ryo, el hermano que iba en camino a buscarla y con la hermosa Kotori Hill, la madre fallecida. Parecía una princesa blanca, una princesa pura e inocente que esperaba, con su eternidad trágica, que alguien la salvara. El ojiazul tomó una mano entre las suyas y la apretó, susurrándole tiernamente, pidiéndole que despertara y volviera a mostrarle aquellos ojos dorados que tanto adoraba, besando su frente, casi saltando de alegría cuando vio que la chica respiraba por sí sola, que su salud era estable, que solo estaba durmiendo. No le importaba que cambiara físicamente, solo le importaba que siguiera siendo la misma.

Despierta por favor

Sonríeme una vez más.

Le sacó el respirador artificial y los labios pálidos de la muchacha lo llamaron al instante. Se inclinó, dispuesto a besarla, dispuesto a saborearla, dispuesto a despertarla, cuando de improviso, Kotori abrió los ojos, lentamente, mostrándole, no una mirada dorada y cálida como él esperaba sino una de plata líquida, una que lo observaba con desconcierto y sorpresa.

-¡Kotori!-gritó de emoción, conteniendo la respiración, no le importaba que sus ojos no fueran dorados, solo le importaba que estaba sana y salva.

La joven frunció ligeramente el ceño, sus ojos mercurio fijos en el apuesto joven de ojos azules que se encontraba a centímetros de ella. Killua esperaba lo esperable, su sonrisa resplandeciente, su voz nítida, su candidez inusitada. Algo que nunca llegó.

-Tú... ¿Quién eres?


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Gracias miles a todos los que me han acompañado en este viaje largo a través de esta historia. Estoy muy agradecida de los reviews, los mensajes por inbox, los favs y follows que esta hermosa historia a recibido, esa es la mejor de las recompensas como escritora que soy y que trato de ser en el día a día. Sé que tal vez muchos quedaron cortos con este final pero NO DESESPEREN! Muy pronto llegará la segunda parte de esta historia que tiene mucho más que contar y que tiene muchos secretos y dificultades que desenredar. Por ahora, solo me queda decir HASTA LUEGO! GRACIAS POR LEER

GOLDEN EYES!

Se despide, su más humilde servidora

Kotori Hill

PD: Recomiendo que la última parte la lean escuchando Abstract Nonsense de Kagamine Rin, fue la canción que me inspiró a escribir el final de esta historia.

ByeBye!