NOTA:

Clasificación: T por futura violencia.

Disclaimer: Los personajes de pertenecen a Masashi Kishimoto. La historia esta basada en The song of ice and fie, especificamente en la vida de Daenarys, adaptada a los personajes de Naruto.

AVISO: Se solicita yns Beta que ayude con la editación de gramática y ortografía en este proyecto.


Moldeando el destino.

V.


Los cascos de los caballos Uchiha habían desgarrado la tierra, dejando sin pasto o vida ahí donde entrenaban. Los guerreros, que iban a lomos de sus caballos, blandían sus espadas con agilidad como si estuvieran sobre el piso. Las bestias en las que iban montados se movían perfectamente, alejándose y acercándose al contrincante en los momentos precisos.

Neji estaba lo suficiente cerca para ver el combate, eran una práctica, no tenía duda, sin embargo el salvajismo empleado en esta era como si fueran contrincantes reales, usando espadas filosas que traspasaban la carne, dejando más allá de heridas superficiales. Los Uchiha no tenían piedad ni siquiera en su entrenamiento, se ganaban cicatrices horrorosas que lucían con orgullo, una medalla a sus victorias.

—Caerá por el acantilado.—Un murmullo general se escuchó tras de él.

Estaban a un costado del campamento, cerca de un acantilado demasiado peligroso, pues la caída mataría a cualquier ser humano. Los guerreros no se contenían, luchaban con todo lo que tenían, uno de ellos, de aspecto salvaje y que llevaba la parte superior de su cuerpo al desnudo, era quien hacía retroceder al caballo de su contrincante más y más ante cada ataque, permaneciendo demasiado cerca del filo del acantilado.

Los Hyuga no apartaron su mirada de esa batalla, impresionados y conmocionados por la agilidad de ataque sobre el caballo, notando que tan poca dificultad tenían para ejecutar movimientos perfectos sobre una bestia en movimiento. Neji, frente a sus familiares, era quien llevaba a toda esa comitiva, pues Lady Tsunade había decidido marchar al sur apenas la ceremonia de unión acabo. Los Senju y todos los otros habitantes de las tierras bajas se fueron junto con la Lady, dejando atrás a los Hyuga que, poco dispuestos a dejar a su princesa, decidieron quedarse para asegurarse del bienestar de su princesa.

Los Hyuga permanecías regularmente juntos, siembre en fila y atentos a su alrededor como era desde su llegado, lo que ocasionaba cierta hostilidad por parte del clan Uchiha, sin embargo aun así fueron invitados a presenciar los entrenamientos que había entre el clan que los acogía y los Hozuki notando las diferentes técnicas, sorprendiéndose de las habilidades de esos guerreros. Los clanes, aun que eran diferentes, tenían técnicas similares, ambos podían montar a caballo y usar los arcos, disparando aun en movimiento, podían usar las lanzas como si fueran parte de su cuerpo, apoyándose en ellas para atacar con el cuerpo, y las espadas, filosas y algunas con extraña apariencia, eran blandidas de forma sorprendente. Acaballo eran certero en sus ataques y poco predecibles, pero de pie eran letales, demasiado veloces para siquiera saber por dónde atacarían.

A veces, entre los entrenamientos, a los Hyuga les parecía ver un destello rojo en los ojos de los Uchiha cuando percibían a un contrincante, ellos parecían leer cada movimiento con anticipación, mientras tanto, en los Hozuki había una anomalía que aun los dejaba confundidos, pues los jóvenes de ese clan se movían ágilmente, y aun que las armas parecían rosar sus cuerpos para algo más que rasguños, estos permanecían sin heridas.

El Uchiha más lejos del acantilado levanto la espada y blandiéndola con fuerza, la hizo bajar. Fue solo un simple movimiento que dejo sin aire a los Hyuga. El caballo retrocedió lo suficiente para que uno de sus cuartos traseros tropezara con la horilla y que el cuerpo del jinete encima de él callera por este. La cabeza rodo por el piso y término justo a los pies de Neji. El guerrero ganador grito, alzando su espada llena de sangre, vitoreando el hecho de haber rebanado el cuello de su contrincante.

—Son unos salvajes.—Aseguro un Hyuga, haciendo que los demás asintieran.

Un Uchiha se acercó a ellos, levantando por el cabello la cabeza degollada. El hombre, una cabeza más alto que todos ellos los miro con gesto hostil, aun así sonrió de medio lado y les dijo algo en su lengua natal, apuntando con su mano libre al campo de entrenamiento.

—No te entendemos.—Le aclaro Neji hosco.

La mirada del Uchiha se clavó en él. Era fría y a la vez desafiante y Neji debió aceptar que intimidante, pues el hombre era alto y fornido, y sobre todo, tenía una cabeza recién cortada en su mano. Su ceño se frunció por ello y le devolvió la mirada a aquel hombre, sabiendo que daba un aspecto retador que seguramente lamentaría.

—Disculpad a mi hombre.—Hablo alguien repentinamente.

Neji viro levemente el rostro para mirar al recién llegado. Uchiha Obito ni siquiera lo miro cuando despido al hombre que se había acercado, el salvaje reto por un segundo con la mirada a Obito antes de hacer una mueca de desagrado antes de bajar los ojos y dar media vuelta. Poco tardaron los otros Uchiha después de eso en ir al campo a seguir practicando, ahora pasando al combate cuerpo a cuerpo, teniendo la misma delicadeza que tendrían con algún enemigo.

—Y bien, joven Hyuga—Se dirigió Obito hacia Neji—¿Qué tal os ha parecido nuestros entrenamiento?, es un espectáculo del cual difícilmente uno puede apartar la mirada.

Tales palabras fueron dichas con burla, sin embargo, Neji noto que tal diversión no llego a los ojos del Uchiha. Era un hecho que lo perturbaba, ver cuánto podía reír y sonreír aquel hombre sin que esos sentimientos se reflejaran en su mirada.

—Fue impresionante.—Dijo, frívolo—Nunca había observado la forma de pelear de los norteños.

Obito asintió ante esas palabras, entendiendo aquello. Según sabía, ese joven Hyuga era quien lideraba a la Guardia Principal de su clan, aun así, era el protector de la princesa. Eso le extrañaba, siendo el comandante de los guerreros Hyuga, aún tenía el puesto de guardia, y era dificultoso liderar a un grupo cuando no podía apartar sus ojos de su protegida.

—Mis hombres tienen la duda sobre ustedes. Hasta la fecha, jamás los hemos visto blandir sus armas.—Obito le envió una mirada más directa a él joven castaño—Salvo aquella vez en la tienda principal de Lord Uchiha.

Neji no hizo ningún intento por responder a aquellas palabras. Solo se inclinó en modo de respeto, dio media vuelta y se alejó. Al caminar en dirección al campamento, sintió cuando sus familiares le siguieron. Oyó tras de ellos una carcajada compartida, pero no se volvió. Sabía que en el campo de entrenamiento los Uchiha les miraban, burlándose a costa de su sequedad.

El campamento Uchiha se extendía kilómetros y kilómetros en el valle, aunque cuando llegaron le había parecido que era más pequeño. Era fácil perderse entre tantos hombres, caballos y árboles, sobre todo por la tempestuosa nieve regada por doquier. Aún más a ellos, que vestidos con el más pulcro blanco, bien podían pasar desapercibidos.

El frio ya no le calaba hasta los huesos, aun así, los vellos de su cuerpo estaban constantemente erizados. Cada Hyuga había comprado ropa nueva en el mercado de los Uchiha, una zona que estaba a un kilómetro de la vivienda del Lord. Todas las prendas eran de lana, solo sus recién adquiridas capas eran de piel de algún tipo de lobo, aun así, todo era blanco como se debía para honrar a su casa. Agradecieron la ropa como quien agradece agua en una zona árida, eran más abrigadora que la que ellos traían.

Aún era otoño, faltaba poco para el inicio del invierno y Neji no pudo evitar pensar que de donde él venía, los arboles estarían llenos de colores naranjas y apenas las brisas serían más frías. En cambio, en el norte, eso era diferente. Según supo, la nieve jamás desaparecía por completo aunque la primavera llegara. Y los arboles solo conocían el color verde de sus hojas aun cuando eran ocultos por los mantos blancos. Y el frio le calaba al grado de que sus movimientos eran rígidos.

—¿Dónde se encontrara Lady Uchiha?—Pregunto alguien a sus espaldas.

La mandíbula del castaño se tensó a la vez que le mandaba una mirada cargada de odio a quien le dijo esas palabras. Neji no se acostumbraba aun al nuevo título de su prima, aun así, sabía que esa era la nueva forma en que debería de llamarla aunque no quisiera.

—Se encuentra paseando por el mercado.—Le respondió con sequedad—Es hora de ir a su encuentro. Aun somos su guardia.


Hanabi tenía los ojos bien abiertos mientras se escabullía entre los amplios pasillos del complejo Hyuga. Iba de puntillas sobre la madera pulida del piso, con sus pies desnudo tocando la calida madera, su ceño se frunció un poco por ese hecho mientras caminaba con toda delicadeza por el pasillo, con pasos sigilosos se encamino por enfrente de una habitación que siempre había estado vetada para ella. Las puertas eran dobles, de la madera más gruesa que se pudiese encontrar por lo que al estar cerca no le extraño verlas entre abiertas, clara muestra que no las podían cerrar por completo.

—Ya he mandado la carta Sir Nara.

La voz la hizo detenerse y mirar un poco aterrada en dirección a las puertas que ahora estaba a su lado. Alarmada al saber que quien acaba de hablar era su padre, quien estaba sentado justo frente a ella, con su cuerpo virado en su dirección, para su alivio, el lider del clan Hyuga miraba hacía otra punto de la habitación.

La curiosidad la hizo acecharse a mirar dentro, arrodillándose e inclinándose para ver mejor. Con su padre se encontraban unos cuantos hombres más, todos sentados sobre almohadones finos.

—Parece que Sir Cobaru sirvió de algo.—Un hombre regordete hablo—¿Y los Hyuga no le han respondido, mi señor?

Lord Akimishi era identificable para Hanabi, pero lo único que le hizo destacar para ella fue la mención de sus familiares. Su primo Neji tenía casi un mes fuera del complejo y aún tenía autorización de tardar cuanto quisiera para verificar el trato que se le daba a su hermana en el clan Uchiha.

—He mandado la carta hace unos días informándole a Neji sobre la sanadora de tal clan, así que ellos apenas han empezado a investigar.—Respondió tranquilamente Hiashi.

—¿Qué clase de creatura será esa chica?—Pregunto de la nada un hombre de cabellos negros atados en una coleta alta.

Hanabi hizo un mohín con los labios al no entender la conversación y aún más al saber que estaba perdiendo valioso tiempo en ese lugar donde podía ser descubierto. No se lo podía permitir, sin embargo, su curiosidad gano y se quedó ahí, mirando y escuchando la conversación.

—No lo sabemos Sir Nara, pero quizá ella puede ser de esa gente…—Comento una mujer—Pero… creí que era una leyenda, aunque… ese hombre pudo hacer eso.

—Lady Inuzuka, ¿De quién está hablando?—Le pregunto un hombre de coleta alta.

—Del cuarto Hokage, él hizo aquella cosa… se suponía que desde que el país del fuego se creó los demonios habían dejado de aparecer, sin embargo, el cuarto Hokage pudo controlar a aquel demonio.

—¿Demonio? ¿El cuarto?…—Susurro confundida Hanabi, recargando una de sus manos en una de las puertas.

La puerta se movió por el peso e hizo un sonido chirriante que llamo la atención de todos los presentes en la habitación. La castaña retrocedió lo suficiente para levantarse antes de comenzar a correr por el pasillo, desde atrás de ella pudo escuchar la voz de su padre preguntado qué pasaba, pero ella lo ignoro y siguió corriendo sintiendo que caía por el peso en su espalda.

Cuando cruzo por fin el arco que daba a la puerta trasera del complejo, se apuró a ir al gran portón por donde entraban los alimentos a las cocinas, la mirada de personas desconocidas fueron a dar a ella mientras salía, aun así, siguió y aun después de alejarse del complejo, corrió una poco más.

Cuando se detuvo tuvo que sostenerse de sus rodillas, respirando dificultosamente. Sus pies desnudos tocaban el suelo empolvado y fue cuando cayó en cuanta de cuanto le dolían por pisar piedras en el camino, también noto que la parte baja de su vestido ahora estaba sucio, lleno de manchas a las cuales no estaba acostumbrada.

Levanto la mirada para ver que a su alrededor había muchas personas caminando entre puestos, seres que no poseían ojos grises claros o que vestían del más impoluto blanco. Una mirada de confusión se posó en sus ojos al no estar acostumbrada a tal ambiente. Las personas llevaban ropas andrajosas, de colores desteñidos y con sus rostros marcados por el sol.

En su despiste, mientras viraba sobre sí misma, alguien la empujo. Sus ojos se abrieron asustados al sentir como era arrastrada hacía atrás por aquel equipaje que traía. Una mano tomo la suya en el descenso, izándola hacia delante para que pudiera estabilizarse.

—¿Se encuentra bien, señorita?—Le pregunto aquella persona.

Hanabi levanto la mirada alarmada, también poco acostumbrada a aquellas repentinas formas de llegar, un joven un poco más alto que ella le miraba curioso, con unos ojos de un castaño oscuro, cabello negro, y piel bronceada. Sus mejillas se sonrojaron cuando se dio cuenta que le parecía guapo.

—Yo, no… Disculpe, sí, estoy bien, es solo que creo que me he perdido.—Respondió apresurada—Me estoy dirigiendo hacía el norte.

El joven le miro un poco extrañado, mirando de arriba abajo a la castaña. Llevaba un vestido de seda naranja y en su espalda un equipaje un poco demasiado pequeño. Se inclinó para inspeccionarla un poco mejor, oliendo en el proceso la fragancia a jabón y aceites, una de sus cejas bajo un poco y la otra se elevó.

—¿Al norte señorita?, ¿De dónde viene?—Pregunto aún más curioso al ver sus pies desnudos.

Hanabi noto aquella perspicacia por lo que una mueca de enfado se hizo en sus labios.

—Eso le importa bien poco, ¿Me dirá en qué dirección está o no?—Le respondió de forma enfadada, enderezándose para demostrar su superioridad.

El joven dio un paso atrás, completamente sorprendido e incómodo por toda esa altivez, una sonrisa nerviosa que era un intento de ser conciliadora se hizo en sus labios.

—Venga, no se moleste por favor. Además, aun no me he presentado.—El joven hizo una reverencia a ella—Mi nombre es Konohamaru, Sarutobi Konohamaru. Un gusto madame.

Una de las cejas de la castaña se elevó por aquel gesto tan vulgar. Ella era una princesa y estaba acostumbrada a que los hombres tuvieran una distancia de ella y que sus reverencias fueran firmes, delicadas y elegantes, en cambio el joven que estaba solo un par de pasos de ella, inclinándose solo con los hombros, dejando la mayor parte de su cuerpo elevado. Un resoplido poco refinado salió de sus labios.

—¿Un gusto para quién?—Pregunto enfadada—¿Me va a decir por donde está el Norte o no?

Era grosera, ella lo sabía, eso era algo que iba con su personalidad. Hanabi había vivido toda su vida encerrada en el complejo, solo salía debes en cuando para los festivales y aun así nunca había estado cerca de algún aldeano de los alrededores, ahora estaba en medio de la calle, con su ropa sucia, sus pies maltratados y no sabía a donde rayos se dirigía, su humor no era el mejor en esos momentos. Agregándole que siempre había vivido con personas que la respetaban como si fuese intocable y mirándola como si fuese superior.

Konohamaru en cambio soltó una risilla incomoda mientras miraba hacía todos lados menos a aquella chica. Él sabía que era una Hyuga, sus ojos la delataban demasiado, pero en su mente buscaba la excusa para ella, "¿Quizá una esclava?" se preguntó, pero lo deshecho de inmediato, los de aquel clan no tenían esclavas, pues todos eran familia. "Venga con el incesto de los Hyuga", se dijo así mismo mientras hacía una mueca de desagrado.

—¿Qué sucede, sobrino?

Los ojos del chico brillaron mientras exhalaba. Una sonrisa de lo más grande se hizo en sus labios mientras miraba sobre su hombro a aquel hombre que acaba de hablar. Su tío, le miro con curiosidad al ver a la chica enfadada frente a él, él solo se encogí los hombros por eso.

—La pequeña señorita desea que le diga donde se encuentra el Norte.—Le respondió—Ella es un viajero que dice estar perdida.

La castaña asintió enseguida, esperando una respuesta de aquel tipo. El hombre, parecido bastante al joven frente a ella, la examino unos segundos, fue cuando se dio cuenta de su aspecto, la seda fina del vestido ya estaba arruinada, además de sucia, sus pies ahora estaban llenos de barro y el sudor perlaba su frente pegando mechones de cabello a sus cienes y mejillas. La vergüenza la hizo bajar la mirada.

—Nosotros vamos al Norte.—Dijo repentinamente aquel hombre.

Konohamaru hizo una cara bastante graciosa mientras miraba a aquel tipo y Hanabi le dio una mirada esperanzadora.

—Pero… Nosotros ib-…

—Vamos al Norte.—Le corto aquel hombre al joven.

—¿Puedo acompañarlos?—Pidió la castaña.

El hombre asintió e hizo un ademan de su mano para que lo siguiera y Hanabi, contenta lo hizo, en cambio Konohamaru quedo parada en la calle, con la mandíbula desencajada y los ojos abiertos de par en par, con una mirada llena de incredibilidad mientras dejaba caer sus hombros. Parpadeo un segundo después antes de echar acorrer tras ellos, manándole una mirada curiosa a su tío.


—¡A que es bonito!—Chillo Ino a la vez que mostraba encantada la prenda a la Lady.

La rubia, que había tomado esa mañana su cabello en una trenza que caía sobre su hombro, tenía entre sus manos un poncho morado que se medía así misma.

Hinata le sonrió cordialmente a la joven mientras asentía, tras ella, su otra doncella, solo negaba con la cabeza por el comportamiento de la rubia. La morena miro tras de sí apenada, a un par de pasos de ellas estaban los hombres Uchiha que fueron asignados como sus guardias, iban sonriendo y bromeando entre ellos, y aun que parecían a gusto al estar allí, a ella le incomodaba de sobremanera ir acompañada hacia todos lados por esos desconocidos.

El sol se alzaba en lo alto esa mañana, y aun así eso no la calentaba ni un poco. Iba vestida con los ropajes que le regalaron el día de su boda, una blusa de lana mullida y holgada, pantalones de cuero y una capa de piel de oso. El simple hecho de traer pantalones tan ajustados era una experiencia totalmente nueva, sentía sus piernas presas del cuero y se le dificultaba un poco moverse ante lo poco que estaba acostumbrada a llevarlos. Otra cosa era, aquellos nuevos guantes que iban sobre sus manos, cubriéndolas del frio. Era algo que sabía era típico en los Uchiha, con la larga tela termina cubriendo asta sus codos pero sin embargo dejando al descubierto sus dedos.

—Mi señora.—Llamo su atención Tenten—¿No desea comprar nada hoy?

Ella negó con la cabeza en respuesta, sintiéndose torpe por haber llevado a sus doncellas y guardianes hasta ahí por nada. Pero a ella le gustaba aquel lugar.

En el complejo Hyuga, los jardines privados eran el único lugar a donde podía ir. Mirar más allá de los altos muros estaba prohibido para ella, sin embargo, en el campamento Uchiha ella podía ir a donde le apeteciera sin que nadie se lo impidiese. Y donde más le agradaba estar era en el mercado, donde los olores de mesclaban y la gente socializaba. Ahí había tantas personas como había visto nunca. Los vendedores y compradores eran muchos, las personas, los niños. Todo era una experiencia en aquel lugar, por ello no deseaba salir de ahí, aunque tuviese que caminar más de lo que acostumbraba.

—No, so-solo de-de-deseo ver.—Contesto tímidamente—Además, ten-tengo que es-esperar a Neji.

Tenten asintió comprensiva, mirando segundos después los otros ropajes de ese lugar. Sus castaños ojos dieron con un bonito vestido tejido con finos hilos, lo acaricio y a su mente vinieron los recuerdos del cofre que mantenía guardadas las ropas de la Lady. Prendas finas de seda que resbalaban entre las manos.

—Mirad mi señora.—Le llamo, logrando atraer toda la atención de la morena—Es como su ropa, ¿no desea comprarlo?

Hinata se acercó a acariciar el vestido. Aunque muy diferente a lo que acostumbraba a usar desde que emprendió su viaje al norte, era, por otra parte, lo más parecido a lo que vestía en el complejo. Las finas tiras de hilo eran ligeras y el color era de un beige tan claro que podía pasar por blanco, aun así, era pesado y al tacto parecía que la tela tenia cierto parecido a la usaban los guantes. una sonrisa nostálgica se poso en sus labios al recordar los días que pasaba usando esas telas echada sobre la hierba

—Es una prenda digna de una Lady, mi señora.—La voz ronca y sonora atrajo la atención de las damas—A mi señor, Lord Sasuke, le gustara verla con eso.

Hozuki Suigetsu era un guerrero de sangre de su esposo. Nacido el mismo día que el Lord, fue su compañero de batallas durante toda la vida del mismo, ahora era designado como su guardia. Según las tradiciones Uchiha, ese hombre podría tomarla si el Lord decidiera compartir, era sangre de la sangre de Sasuke, nacido bajo la misma luna y a disposición de sus pertenencias más terrenales. Hinata le tenía pavor, pues pudiese ser que Suigetsu entrase un día a su tienda y decidiera montarla entre los cojines. La Lady retrocedió un poco intimidada de su guardia personal, ahora, también sangre de su sangre.

El joven le dirigió una mirada penetrante que no dejaba traslucir nada. Era tan intimidante parado ahí frente a ella, con sus compañeros tras de sí tan impasibles como él.

—No pretendía incomodarla, mi señora.

Era una disculpa, Hinata lo sabía. Ella solo asintió a la vez que comenzaba a caminar, haciendo que sus doncellas corrieran tras de ella para no dejarla sola.

Suigetsu era el único de su guardia que hablaba la lengua común, no de la mejor manera y usaba las palabras que conocía en su propio lenguaje, por lo tanto no conocía las palabras indicadas para excusarse o pedir disculpas. Los Uchiha, al igual que los clanes que estaban bajo su dominio eran demasiado director en sus palabras, no solían andarse con rodeos y tampoco pedían de forma agradable las cosas. Aun personas de menor rango solían ordenar y hablar rudamente, y era algo normal.

En el poco tiempo que llevaba ahí, había conocido pocas personas, sin embargo, todos la conocían a ella. No había recorrido ni la cuarta parte del campamento, aunque sabía por Tenten que este tenía a más de cincuenta mil hombres, mujeres y niños. También supo que no solo los hombres eran guerreros y que la manera tradicional de tener una mujer era horrible. Los Uchiha solían tener costumbres por demás barbáricas.

Otra de las razones que la tenían más contenta que nada, era que desde el día en que bajo de su yegua, no había vuelto a ver a su marido. Lord Uchiha parecía una sombra en su propia tienda, entraba a las más altas horas de la madrugada y salía antes que el mismo sol, o por lo menos, antes de que los parpados de Hinata se abriesen. Solía escuchar su nombre entre las ásperas voces de su gente, aun así, ella solo podía asegurar que había visto una única vez a su marido.

—Mi Lady, espere.—Murmuro Ino cuando se puso a su altura, jadeando por el esfuerzo.

La morena se detuvo, dándose cuanta por primera vez que había ido más rápido de lo que pretendió. Viro un poco para mirar sobre su hombro y noto a su guardia ir justo a unos cuantos pasos de ella junto a Tenten, quien caminaba a la par de ellos.

Hinata se había enterado que Tenten pertenecía a los clanes de las montañas del norte, siendo siempre esclava. Pasando de mano en mano desde niña, aprendió a usar las armas y que, por bien propio, debía aprender las lenguas de todos los clanes. Ino, en cambio, procedía del sur. La rubia le conto que fue robada de su familia mientras iban de camino al oeste y que fue inmediatamente vendida a una casa de rameras. Paso un tiempo en ese lugar antes de que un buen hombre, tan joven como ella, pagara por llevársela, o eso pensó. El mejor trato que le ofrecía aquel hombre era ser vendida nuevamente como esclava, y el destino, quizá compadecido por su mala fortuna, la hizo llegar a manos de Sir Cobaru, para ser una de sus doncellas.

"—Es un milagro, que alguien como yo, allá llegado a ser la doncella de la Lady más poderosa del norte, mi señora—Le comento aquel día—Ni aun en mi respectiva casa hubiese podido aspirar a ser más que una simple mujer de algún obrero.—dijo con una sonrisa que jamás alcanzo sus ojos."

Ino no sabía las lenguas del norte, mucho menos sus costumbres y siendo tan poco instruida en ser una esclava, tan poco sabía comportarse tan sumisamente. Hinata pensaba que cuando la rubia vivía en el sur, había sido una simple campesina, quizá hija de padres mercaderes.

Tenten, por su lado era más de ayuda. La joven sabía cómo tratar a las personas, y solía comunicar sus deseos a los demás, ayudaba a la rubia en lo que pudiera y a la guardia. La castaña, a diferencia de Ino, era amable y atenta con los demás, haciéndose rápidamente de amigos. Ino solía decir que era porque la castaña sabía el mismo idioma que sus guardianes, mientras que ella solo podía comunicarse con los Hyuga, de los cuales poco se podía decir que fueran muy sociales.

—Lo lamento.—Susurro apenada, recibiendo una enorme sonrisa de parte de la rubia.

—No importa mi señora. Sé que no está acostumbrada a tratar con hombres.

Hinata sonrió de medio lado, tan tímidamente que en sus mejillas se hizo un sonrojo que solo le causo ternura a Ino.

—Mi señora.

Ambas joven se sobresaltaron antes de mirar hacía enfrente. Una decena de Hyuga estaban frente a ellas, con su ropa bien puesta en su lugar, sin una sola mancha o arruga y mirándose como estatuas perfectas. Ino y Tenten solían creer que eran criaturas de alabastro, demasiado perfectos para ser reales y demasiado fríos para ser humanos. Los Hyuga parecían hombres incorruptibles, a pesar de que más de una mujer Uchiha había puesto sus ojos en ellos y tratado de reclamarlos.

—Primo Neji.—Saludo Hinata con alegría.

El Hyuga suavizo sus gestos al ver la expresión de su prima, regalándole una sonrisa pequeña que hizo que Ino le mirase con más atención. La Lady se encamino a su antigua guardia con más familiaridad que con sus actuales acompañantes, logrando hacer que los ceños de los Hozuki que la acompañaban se frunciera.

—Perdone el retraso.—Se disculpó Neji—Hemos ido a ver las prácticas de los guerreros Uchiha y se nos ha ido el tiempo.

Suigetsu resoplo por aquellas palabras, logrando que Neji volteara a ver al joven.

—Todos en este clan, incluyendo a sus mujeres, somos guerreros. Si vosotros necesitaban ir a la arena a ver algo tan común, bien pudieron venir al mercado.—Exclamo déspota.

Neji solo ignoro el comentario, aun sabiendo cuanta verdad había en aquellas palabras. Los Uchiha y Hozuki solían tener guerrillas por todos los caminos del campamento, en más de una ocasión él mismo había presenciado cuanto ardor podía a ver en un simple mal entendido. Era imposible para ellos no regar sangre aunque fuese por una insignificancia.

—Mi Lady, deseamos pedirle a su joven doncella que si nos podría hacer el favor de llevarnos a con la curandera del clan.

Hinata supo que esas simples palabras de parte de su primo fueron suficiente para herir el ego del Hozuki. Temerosa, miro de reojo a Suigetsu, notando como este había dado un paso hacia delante ante el insulta. A un guardián jamás se le ignoraba.

—Cl-cla-cla-r-ro.—Contesto dificultosamente.

El Hozuki entendió de inmediato, retrocediendo un par de pasos.

En los gestos de Suigetsu se hizo una mueca compungida. El guerrero estaba poco acostumbrado a que alguien detuviese una pelea por humillación, "Sí mi Lady hubiese sido una Uchiha, ella hubiese dejado que le diera una lección a este tipo", su mal humor hizo acto de presencia de inmediato.

La morena miro tímidamente en dirección a su guardián. Respingo asustada cuando noto que este la veía por el rabillo del ojo, enviándole una mirada cargada de frivolidad. Un gemido de terror fue retenido en su garganta a la vez que daba media vuelta para disimularlo, sus claros ojos se encontraron con los de Tenten, quien asintió en su dirección antes de acercarse a ellos, mirando fijamente a su primo.

—Señor Hyuga.—Espeto respetuosamente, inclinándose un poco ante el castaño—Os lamento decirle que no se la ubicación de la sanadora. Tampoco soy consciente de quien es.

Neji no disimulo su disgusto por tales palabras, mirando por encima de su hombro a sus compañeros. Los guardias que le acompañaban le miraron con sus ceños levemente fruncidos. Uno de ellos, con el cabello más claro que el de los demás, dio un paso al frente, dirigiendo sus ojos grises a la morena.

—Princesa-…

—Lady.—Le interrumpió Tenten—Ella es Lady Uchiha.

El Hyuga frunció un poco más el ceño, molesto por aquellas palabras.

—Mi Lady Hi-Uchiha, prometimos acompañarla como su guardia lo que durase el viaje, pero es indispensable que nos dirijamos a con la sanadora Uchiha.—El Hyuga bajo la mirada, apenado por su descuido y aún más por su petición.

Hinata miro aquel joven y lo reconoció de inmediato como quien se sentó a su lado en el desayuno aquella mañana que llegaron al campamento. Una sonrisa tímida apareció en sus labios a la vez que miraba con ternura a aquel joven. Solo duro un segundo, aun así, Suigetsu se percató de ello.

—Tenten.—Le susurro a su doncella—Os importaría ped-dirle a los guardias que nos diga d-donde queda la ti-tienda de la sanadora. Por f-favor.

—Mi señora, soy una esclava, a una esclava no se le pide. Se le ordena.

La castaña miro Suigetsu y en la lengua natal del hombre, le pidió lo que su Lady le había dicho. El joven miro detenidamente a la guardia Hyuga antes de asentir, contestándole a la joven.

—él dice que ahora mismo la sanadora no se encuentra.—dijo Tenten—Hoy es luna llena y se encontrara ocupada hasta el amanecer. También dice que ella no es una Uchiha, que no la llaméis así y que su tienda de estadía se encuentra al costado de la suya, mi Lady.


Las carcajadas aún se escuchaban por el campo de entrenamiento aun después de que los Hyuga ya tenían un buen tiempo de haberse ido.

Obito, con una sonrisa socarrona en los labios, se acercó a un sauce para recargarse contra el tronco, aun con la burla bailándole en los ojos. Ese día había elegido ver los entrenamientos, se sorprendió cuando vio la pelea a caballo, pocas veces era requerido hacer alarde de esa habilidad, pero cuando sus ojos dieron con la guardia de la nueva lady lo entendió.

—Tal parece que te has estado divirtiendo.—Dijo con tono jocoso.

Al otro lado del tronco se escuchó un monosílabo, de esos que el moreno solo sabía provenían de una sola persona.

Sasuke, ataviado con sus ropas habituales estaba recargado en el tronco, mientras que en sus manos permanecía un pergamino. A su lado se encontraba Karin con su cabello recogido en una coleta alta, pantalones de cuero y unas botas de piel. La pelirroja tenía la mirada perdida en el campo de entrenamiento, Obito supo inmediatamente que no era más que una fachada, la chica estaba ya concentrada en escuchar lo que le diría a su sobrino.

—Venga, Sasuke. ¿Por qué tratas de intimidar a los Hyuga?—Pregunto esta vez un poco más de seriedad.

El joven Lord viro el rostro hacía un lado, fastidiado.

—No los estoy intimidando, tío.—Le respondió.

El Uchiha mayor en cambio le dio uno de esos monosílabos que el Lord usaba. Sasuke solo chasqueo la lengua por eso.

Aun así, el joven se enderezo y dio la vuelta al árbol para encontrarse con el moreno. Obito miro a su sobrino, con aquellos ojos de miradas distantes y frívolas y aquella mueca de seriedad que no le favorecía nada, aun así acepto el papel que este traía en sus manos cuando se lo extendió.

—Es un comunicado del complejo Hyuga, les ordenan a su guardia mirar con sus propios ojos a la sanadora del clan Uchiha.—Le resumió el joven.

Obito tomo el papel, sus ojos viajaron un momento a el antes de regresar la mirada a su sobrino. Sasuke lo miraba impasible, con un porte rígido y los brazos cruzados. Bajo nuevamente sus ojos a aquel papel y comenzó a leerlo, notando como al final este tenía el sello de Lord Hyuga.

—¿De dónde lo has sacado?—Le pregunto.

Karin miro enseguida al moreno mayor, mordiéndose el labio inferior y tensándose por completo. Sasuke en cambio, entrecerró los ojos mientras gruñía por lo bajo antes de, con un poco de reticencia, disponerse a contestar.

—Le he ordenado a unos niños buscar entre las cosas de los Hyuga.

—¡Sasuke!—Elevo la voz alarmado Obito.

La mirada del hombre recayó entonces en la pelirroja, que viro el rostro hacía otro lado.

Karin que era una extranjera, aun siendo tan joven, sabía relacionarse de forma acertada con otros grandes señores, por lo que fue puesta inmediatamente como mediadora entre los encargados de otros clanes y consejera de etiqueta para el joven Lord, por lo tanto, ella debía de estar consciente de que tan malo era lo que acaban de hacer, y Obito no dudo en dejar caer la responsabilidad sobre ella.

—¿Eres consiente acaso de lo que pasara cuando los Hyuga se enteren?, ¡Estas rompiendo las reglas!—el Uchiha mayor se llevó una mano al puente de su nariz y con los ojos entrecerrados miro fijamente a la pelirroja —¿Acaso no estás tu aquí para detener ese tipo de comportamientos?

La pelirroja giro enseguida y llevándose una mano al pecho, encaro a Obito.

—No es como-….

Sasuke interrumpió con un gesto de su mano a la joven, haciéndola callar enseguida antes de dar un par de pasos más cerca de su tío.

—No te metas en esto, Obito. Soy lo suficiente mayor para saber como manejar mi clan y sus alianzas. Además, son ellos los que paecen estar haciendo algo a nuestras espaldas.


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Creo que esto es lo mas desapegado a la historia original que tenía en mente, perdón la tardanza y por favor, alguien dígame si sienten que estoy perdiendo el hilo de la historia.

Y también si la ortografía esta mal.