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Milo

El atractivo griego de melena azul cobalto salió del edificio donde trabajaba y respiró hondamente el aire de su libertad por el siguiente par de días de cualquier actividad laboral. Era viernes y de alguna forma Milo se las había ingeniado para convencer a su jefe de dejarlo salir más temprano simplemente porque era el último día laborable de la semana y, además, con el tiempo ganado el hombre apodado Escorpión le apetecía darle una sorpresa al hombre del que estaba profundamente enamorado.

Caminó algunos pasos y disfrutó de la brisa refrescante que traía el río Meuse durante aquel atardecer de otoño. Sin duda aquel día en Bélgica sus habitantes habían gozado de un día soleado y acalorado, por lo que la sensación refrescante que traía el viento era un alivio agradable, en especial para Milo, quien se sintió renovado al caminar hacia su motocicleta en el estacionamiento del Centro de Investigaciones en el que laboraba desde hacía dos años. Cuando llegó hasta su querido vehículo, el griego vistió su chaqueta de cuero, sus guantes para manejar aquel precioso transporte y, por su puesto, se colocó su casco de seguridad. Finalmente, guardó su mochila en el maletero y, cuando estuvo listo para el viaje, montó en la flamante motocicleta negra tipo cruiser y arrancó con ferocidad para salir del estacionamiento y dirigirse hacia su siguiente destino en la pintoresca Ciudad de Liège.


Antes de residir permanentemente en Liège Milo no había conseguido estabilizarse en ningún trabajo debido a lo inquieta que era su naturaleza. Había obtenido el título de biólogo en Grecia y desde entonces había viajado por toda Europa, Australia e incluso a América del Sur para especializarse en el área que más le apasionaba de su profesión: aracnología, el estudio de los arácnidos. Para ser sinceros, desde que el griego era niño siempre había sentido una fascinación especial por los insectos, las serpientes, los escorpiones y, en general, de las alimañas que la mayoría de las personas suelen considerar desagradables o hasta terroríficas, pero para Milo todos estos animales eran sumamente fascinantes y se habían convertido en su gran pasión, aunque no la única.

Cierto que de no existir un factor fundamental en su existencia, la vida del atractivo biólogo continuaría siendo una montaña rusa llena de experiencias, viajes, aventuras, peligros y anécdotas inverosímiles; no obstante, desde que Milo aceptó, muchos años atrás, los sentimientos que se arremolinaban en su corazón tan intensamente por aquel a quien llamó mejor amigo por toda su adolescencia, el griego supo que podía sincronizar su existencia a la de Camus cómodamente por el resto de sus días.

Milo y Camus se habían conocido alrededor de sus trece o catorce años en Athenas, pues la familia del jovencito francés se había tenido que trasladar a Grecia por asuntos de trabajo, después de todo el padre de Camus era diplomático. El joven galo fue insertado por casualidad en la misma escuela en la que estudiaba Milo.

Camus siempre había poseído un carácter taciturno y esquivo, pero ello no significaba que él fuera un ser humano frío o déspota, al contrario, poseía una sensibilidad e inteligencia sin igual, algo que siempre atrajo el interés del Escorpión y por ello se propuso conseguir la amistad del francés a toda costa, asunto que no fue del todo difícil, pues afortunadamente los dos muchachos poseían personalidades aunque dispares, bastante magnéticas entre sí.

Así, los dos se volvieron inseparables durante todo el Liceo y, emocionados, lo compartieron todo como hermanos durante esas épocas. Por ese motivo, para Milo fue demasiado desconcertante darse cuenta de que comenzaban a surgirle sentimientos inadecuados hacia Camus cuando estaban por terminar el bachillerato. Estas sensaciones se volvieron tan insoportables para el griego, un joven naturalmente directo y mordaz, que consideró no ser capaz de seguir respirando hasta confesarlo todo a su mejor amigo y así lo hizo. Tristemente, el francés no esperaba ni de cerca aquella declaración e, intentando tomarlo con madurez, admitió frente al Escorpión que no sentía lo mismo por él y que esperaba con toda sinceridad que Milo estuviera confundido y se detuviera a pensar las cosas mejor.

Luego de ese amargo episodio vinieron tiempos tormentosos para el corazón del griego, quien padeció el distanciamiento que su ser querido opuso sensatamente entre ambos y, unos meses más tarde, el padre de Camus ordenó a su hijo regresar a su natal Francia con el objetivo de prepararse para los exámenes de ingreso a las universidades de aquel país. Con lágrimas en los ojos, el hermoso galo se despidió de Milo suplicándole perdón por lastimarlo de aquella manera tan involuntaria, pero era verdad que no podía quererlo de la misma forma que el griego a él. El Escorpión no toleraba ser la causa del deterioro de su atesorada amistad y, durante aquella despedida, se colocó una máscara de indiferencia y consoló a Camus diciéndole que no se preocupara más, que era verdad que todo había sido un episodio de turbulencia en su mente y no era verdad que lo amaba de esa forma, que siempre serían los mejores amigos.

Y Milo era tan terco y orgulloso, pero sobretodo tan piadoso de Camus, que fingió que sus palabras eran verdad por los siguientes cinco o seis años cuando cada uno estudió la universidad en su respectivo país de origen y ambos comenzaron a construir sus vidas profesionales de manera individual. A pesar de esto, ninguno permaneció realmente lejos del otro. Ambos se telefoneaban con bastante frecuencia, un par de veces por semana, y también aprovecharon el internet, los sistemas de mensajería y video-llamadas para que la distancia les supiera a menos. Además en periodos vacacionales solían visitarse con frecuencia.

Durante este transcurso de tiempo, Milo intentó por todos los medios borrar y modificar sus sentimientos erróneos hacia Camus. Salió con muchas personas, hombres y mujeres; mantuvo relaciones sentimentales de diversos tipos e índoles; también explotó su sexualidad como era esperarse de un hombre tan joven y envidiablemente atractivo como lo era él. Sin embargo, parecía que Camus era el único nacido para compartir su vida permanentemente.

El Escorpión, decidido con este sentir tan intenso, luego de regresar de un largo viaje de prácticas en Australia para obtener el grado de biólogo, volvió a confesarse frente al francés con seguridad y madurez, pues ya era un hombre después de todo, no un asustado adolescente como cuando se declaró por vez primera. Lamentablemente fue rechazado nuevamente y Milo aceptó la derrota de pie, pero pidió a Camus terminar su relación, pues aquello seguiría lastimándolo y no era saludable de ninguna manera.

Algunos años se acumularon durante los cuales cada uno hizo su vida a parte, convencidos de que su amistad sería un agridulce recuerdo, pero sobre todo un tesoro que, lastimosamente, permanecería únicamente en sus memorias.

El distanciamiento afectó especialmente a Camus, aunque no menos que a Milo, por supuesto. Si acaso el francés podía obtener noticias del Escorpión era preguntando ocasionalmente a amistades en común, como Shura o Afrodita, sobre su ex mejor amigo. A través de esos medios tan indirectos sabía que su ser querido se encontraba realizando travesías apasionantes por el mundo, acumulando logro tras logro en el área en la que se desempeñaba y esto tranquilizaba de alguna manera el inquieto corazón del galo.

El reencuentro vino inevitablemente durante alguna fiesta decembrina que organizó un amigo en común del liceo en Grecia. Milo y Camus no esperaban reencontrarse y especialmente el francés sintió que una parte importante de su mundo se desmoronaba cuando el Escorpión presumió a sus viejos amigos a una hermosa y galante prometida que no se soltó de él durante toda la velada.

La fría lógica de Camus le ordenó distanciarse de inmediato y enterrar al griego para siempre; no obstante, por primera vez sus emociones latieron con mucho más vigor y dentro de su pecho que el frío razonamiento su analítica mente. De ese modo su objetivo inmediato fue recuperar su relación con Milo a toda costa.

Unos meses más tarde, semanas antes de la boda del griego, Camus confesó sus sentimientos con el alma desbordándose desesperadamente en su garganta. Esto sucedió una noche debajo de una tormenta incesante y, así, bajo el agua, ambos compartieron tan anhelado primer beso que esperó por tantos años para consumarse.

Camus y Milo disfrutaron un maravilloso noviazgo que simplemente representó una formalidad aunque bastante necesaria para el galo y, finalmente, en la fecha exacta del primer aniversario de haber iniciado su próspera relación, ambos festejaron su matrimonio legal en Bélgica, país donde residía el francés.


Milo ingresó a la prestigiosa Université de Liège y, aunque no era alumno, empleado ni docente, la mayoría de los trabajadores del lugar lo conocían bastante bien y se había ganado la simpatía de la mayoría de ellos, por lo que era normal que ingresara frecuentemente al campus sin ningún inconveniente.

Así, justo cuando el cielo comenzaba a teñirse de colores violáceos por el ocaso, el griego caminó hacia un ala de la Faculté de Philosophie et Lettres y se dirigió a un aula específica a través del edificio aún lleno de alumnos ansiosos de dar por sentada aquella semana y ser libres de disfrutar de las cualidades que un viernes por la noche ofrecía a aquellos universitarios; Milo sonrió contagiado con esta frescura de juventud, pues no demasiados años atrás él había experimentado aquella burbujeante y despreocupada etapa de su vida.

Con diligencia y discreción, el griego entró a su destino por la puerta trasera y contempló, como esperaba, un amplio y moderno salón de clase bien iluminado en forma de pequeño anfiteatro, el cual estaba abarrotado de expectantes y maravillados estudiantes.

Camus, quien era un profesor muy joven, se encontraba abstraído en brindar una cátedra espléndida y apasionante. Aquel académico era naturalmente atrayente, pues además de poseer una belleza física que quitaba el aliento con facilidad, su voz se deslizaba entre sus delgados labios aterciopeladamente en su idioma materno. No fue difícil para el enamorado Milo, en cuanto encontró un lugar vacío en las últimas filas, abstraerse en el encanto hipnótico de su pareja y disfrutar cómo terminaba de desarrollarse la clase por los siguientes treinta minutos en los que el francés de cabellera aguamarina no dejó de invitar a sus alumnos a participar en la cátedra y aportar sus reflexiones para dinamizar el tema a tratar. La mayoría de los presentes, además de Milo, estaban perdidamente embelesados con el profesor.

Cuando la clase terminó, el encanto en la atmósfera se disolvió y el escandaloso murmullo de los estudiantes repiqueteó por toda el aula, la cual comenzó a vaciarse rápidamente. Camus atendió personalmente algunas dudas que le consultaron algunos alumnos en privado y para cuando terminó de atenderlos a todos, se percató por primera vez de la presencia de su pareja al fondo del aula vacía mirándolo con intensidad.

El galo sintió un repentino bochorno y a la vez enfado por la sorpresa inesperada que Milo le dio aquella tarde. Sintió su privacidad algo violentada, pues le incomodaba un poco que el Escorpión lo contemplara absorto en su trabajo como catedrático.

El griego fingió inocencia y no tardó demasiado en conseguir el perdón de su ser amado en cuanto estuvieron a escasos centímetros de distancia.

Minutos más tarde, los dos se dirigieron al estacionamiento donde el hombre de rebelde cabellera azul había aparcado su motocicleta. Milo repitió su ritual de ataviarse para manejar, pero esta vez extendió un casco para Camus, quien se acomodó la sedosa y larga melena aguamarina para colocarse la elemental prenda de protección. Pronto, el Escorpión montó al volante y su pareja lo imitó detrás de él abrazando fuertemente su cintura. El griego arrancó suavemente y tomó camino enseguida.

Camino a casa, Camus se abrazó con mayor estrechez a su esposo y suspiró embelesado por el calor y el aroma de Milo entremezclado con su chaqueta de cuero.

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Notas de la autora:

¡Muchas gracias por leer! Y a quienes se interesaron en seguir la historia desde el primer capítulo les ofrezco una disculpa por la tardanza, pues este apartado estaba listo desde hace días, pero intenté conseguir beta-reader y no lo logré, por lo que decidí continuar con el relato con o sin ayuda extra de edición.

Estoy un poco nerviosa al publicar esto, se los confieso. Es el primer Milo x Camus que escribo y sé que es una pareja muy querida por los fans; por lo que merece muchos esfuerzos y un gran planteamiento para gozara a este par, en verdad me costó trabajo sacar adelante el capítulo por las inseguridades que me causaba plasmar a la pareja consentida de todos ¿Qué les ha parecido? Si son fieles seguidores este par, les suplico me regalen las retroalimentaciones que puedan surgir desde su punto de vista.

En fin, espero que este relato siga siendo de su agrado y no olviden que estoy abierta a recibir sus comentarios, dudas, sugerencias o peticiones.

¡Les deseo un espléndido día!