LAS VECES QUE LO OLVIDÉ

Por DarkCryonic

Capítulo 2

(No está beteado… así que cualquier fallo se quedará allí hasta la eternidad por falta de tiempo)

La séptima que sintió ese cosquilleo molesto- la primera para él-fue en medio de la oficina de Lestrade, mientras hojeaban unas carpetas eligiendo casos que pudieran dejarlo quieto los días en que el inspector se tomaba unas necesitadas vacaciones.

John amontonaba entre sus manos los archivos que le había lanzado mientras intercambiaba palabras con el Inspector. Todo parecía normal, hasta que Lestrade tuvo la mala idea de pasar un brazo por sobre los hombros de John en un gesto amistoso, mientras le recordaba que tenían un par de salidas al bar de siempre, que aún estaban en espera. Sherlock entrecerró los ojos. Por alguna razón, su cuerpo pedía salir pronto del lugar. Agarrando todas las carpetas que aún estaban en la gaveta, salió de la oficina tirando a John sin siquiera despedirse y casi arrollando a Donovan en el pasillo.

Una vez en la calle, se echó a caminar apretando con toda su fuerza los folders mientras John le reclamaba su comportamiento. Se sentía enojado. Pasó todo el resto del día refunfuñando en el sofá, dándole la espalda al médico, que al comprender que no sacaría nada de su compañero, se dedicó a ordenar los casos, esperando que fueran lo suficientemente interesantes para tener a su compañero quieto.

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La octava vez que sintió el cosquilleo, la segunda vez para él, fue esa misma noche mientras molestaba a Donovan que había ido a buscar parte de los archivos por motivación propia. John la había mantenido en la puerta del piso, sin dejarla entrar totalmente ni acercarse a sus queridos casos sin resolver. Llevaban así unos 10 minutos.

-Greg autorizó que Sherlock trabajara en ellos. —Dijo por tercera vez el médico, ya cansado de la perorata y de los improperios que pasaban por sobre su cabeza entre los rizados.

-¡El friki no puede llevarse todas las carpetas!—Se quejó de nuevo la sargento.

-Deja de llamarlo así. —Sentenció John agarrándola del brazo y empujándola levemente hacia la escalera, ya cansado de todo.

-Pero…

-Largo...—Murmuró el médico cerrando la puerta en la cara de la sargento y poniéndole seguro. Resopló enfadado y caminó a la cocina con su caminar firme que hacía resonar sus pasos. Sherlock se había quedado de pie en medio de la sala mirando el espectáculo con sus ojos grades y transparentes. Su corazón había saltado en su pecho, como cuando resolvía un caso. Y el cosquilleo en su cuerpo le había dejado confundido. Ok. Esto era algo diferente. Ahí estaba pasando algo. Y no era John, el clima o Lestrade en sus innecesarias vacaciones… menos aún, Donovan y sus tonterías. Era él…

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John caminaba hasta el salón con dos tazas de té, cuando encontró a Sherlock quieto en el mismo lugar en que lo había visto antes de echar a Donovan.

-¿Sherlock?—Preguntó acercándose a él.

-¿John?—Respondió mirándolo sorprendido.

-¿Té?

Sherlock tomó la taza entre sus manos y se fue a sentar al sofá alejándose del médico con rapidez.

-¿Todo bien?—Preguntó John viéndolo algo extrañado, al notar la fuga de Sherlock.

El pelinegro asintió levemente antes de subir sus piernas al sillón y sentarse lo más quieto posible mientras tomaba del té y miraba sus pies descalzos.

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La novena vez que sintió ese cosquilleo, la tercera para él, fue a la mañana siguiente. Estaba recostado en el sofá, arropado hasta las orejas con una gruesa manta y no estaba solo. Sus piernas descansaban sobre un John sentado y dormido, que tenía una de sus manos sobre una de sus piernas bajo la manta. Se removió levemente tratando de quitar sus extremidades sin despertarlo. Cuando lo hubo logrado, se sentó junto al médico y le miró fijamente por 5 minutos antes de escabullirse al baño. Aquello le estaba volviendo loco, pero por alguna razón no se sentía mal.

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La décima vez que se sintió inquieto- la cuarta para él- fue estando ellos dos sentados en una cuneta junto a un callejón, con Mycroft controlando el alboroto entre los bomberos y los policías. Él estaba quieto dejándose revisar por un John que no dejaba de murmurar contra todo el mundo, incluido él.

-Sabía que iba a terminar mal. Pero nunca me haces casos…

-John, eso duele. —Se quejó tratando de alejar las manos del médico que apretaban su frente.

-¡Claro que duele, idiota! Por eso te digo que no hagas cosas de ese estilo.

-aushh…

-Ahora tendrás una fea herida en tu frente, sólo porque terminaste cayendo de cabeza… ¿tenías que seguirlo también por el ducto de la ropa sucia? ¡No contestes!

-¡John!

-Claro que lo ibas a seguir… deberían prohibirte salir de casa. Quizás deba encadenarte al sofá…

-Eso me gustará verlo. —Dijo el mayor de los Holmes acercándose a ellos con su eterno paraguas negro entre sus manos.

-Acaso se te perdió la pastelería, Mycroft…

-Hermanito, si no fueras tan descuidado, no tendría que venir a limpiar tus desastres.

-¿Ahora le cuidas la casa a Lestrade?—Preguntó con malicia el menor.

Mycroft sonrió dejando a Sherlock callado.

-Es lo menos que puedo hacer por Greg, después que te deja jugar por el lugar.

John que se había mantenido callado en el intercambio, se puso de pie tirando del abrigo de Sherlock para que se levantara con él.

-Vámonos a casa. —Ordenó mirando al más alto que había tenido la intención de volver al centro del alboroto.

-Pero…

-Si no quieres terminar en el hospital bajo observación, nos vamos ahora mismo. —Sentenció el rubio. Mycroft soltó una risita a sus espaldas. Sherlock entrecerró los ojos, listo para pelearse con su hermano de nuevo, cuando la mano de John tomó la suya y empezó a arrastrarlo.

-Pero John, las pruebas…

-Que alguien más se encargue. Lo importante ya está hecho. —Alegó de vuelta el rubio lanzándole una mirada enfadada y apretando aún más el agarre de su mano. Por alguna razón, Sherlock no se sintió incómodo. Era como si fuera común tomarse de las manos, lo que era ridículo, porque además de la vez que habían huido esposados, no había vuelto a repetirse.

Caminaron así hasta que llegaron a Baker Street.

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La veinteava vez que sintió calor en su pecho, arrastraba a Sherlock por la calle de la mano. Este se mostraba tranquilo y cómodo con la escena. John trataba de no sonreír, o por lo menos, no hacerlo con Sherlock viéndolo de esa forma.

Al llegar a casa, subieron las escaleras en silencio. Ofreció hacer té antes de ver a Sherlock recostarse en el sofá sin quitarse el abrigo.

De vuelta en la sala, dejó las tazas en la mesa de centro, y levantando las piernas del detective se sentó en el sofá, dejándolas sobre sus piernas.

Ese fue el cosquilleo número cinco para Sherlock, la veinte y una para él.

-¿Aún te duele la cabeza?—Preguntó.

-No.

-¿Mientes?

-Sí.

-Eso pensé. Recuerda no dormirte…

Tomaron sus tazas de té mientras veían las noticias en la TV. Sherlock sin intenciones de olvidar. John aguantando las ganas de sonreír y gritar.

DC