Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, sólo la trama es mía.

Capítulo I

"La Push"

Hola! Espero estén todas muy bien y se tomen el tiempo de leer esto. Bien, debido a que no logro decidirme por ninguna historia y sólo siguen llegándome más ideas jaja, he decidido subir el primer capítulo de todos los fanfics y dependiendo de la recepción que tengan, terminar uno y luego seguir con el otro hasta acabarlos por completo en el orden que vayan gustando, así que desde el fondo de mi corazoncito espero que les guste alguno y puedan ayudar a esta indecisa y dispersa chica jaja, sin más que decir, me despido. Un abrazote y muchas bendiciones!

PD: bueno, esta trama es bastante común, pero me dieron ganas de hacer algo así y aquí está jaja. Lamento cualquier error ortográfico y/o de gramática que pude haber pasado por alto.

La fría ciudad no tuvo contemplaciones con la joven muchacha que buscaba asilo. Hacía menos de dos meses que había llegado y no había conseguido más que un cuartucho temporal y muy sucio. Por el momento no le importó, ya que pensaba conseguir algo mejor, pero cuando su insolente y atrevido vecino comenzó a acosarla no tuvo más remedio que irse a buscar otro lugar.

Le dolían los pies y tenía la boca seca.

Por lo menos parte de sus últimos dólares habían servido para comprar algo de comer, pensó mientras se dejaba caer agotada en los escalones de un edificio.

Nueva York no era en lo absoluto como se lo habían pintado, la gente amable no existía y las buenas costumbres no eran más que un triste recuerdo.

La castaña rebuscó entre sus bolsillos encontrando sólo algunas monedas que le servirían para comprar un refresco. Después ya vería qué hacer, necesitaba beber algo.

Caminó hacia la cafetería cercana que se veía bastante agradable y acogedora. Aprovecharía de descansar un poco y luego continuaría en su búsqueda.

Al entrar notó que había alta clientela y la pobre muchacha que servía no daba abasto.

Caminó hasta la sección de bebidas y extrajo del refrigerador una Coca Cola. Echó un vistazo a la mesera atareada de platos y rostro afligido.

Con enfado terminó con los trastes que servía y a la misma vez que la castaña enfilaba a la caja se quitó el delantal con el nombre de la cafetería y se lo lanzó al rostro a un joven de tez rojiza.

— Hola— le sonrió una chica, aunque a menudo sus ojos se dirigían hacia la escena de la muchacha que supuso renunciaba y el supuesto jefe que trataba de dialogar.

— Hola, sólo esto por favor— entregó la Coca Cola y la cajera la recibió de forma amigable.

— Espera un momento— la dependienta se retiró grácilmente hacia el muchacho que sostenía el delantal en la mano. Hablaron un momento y la castaña miraba a todos lados

— Disculpa, ¿trabajas aquí? — Le preguntó una mujer regordeta

— Eh…yo.

— Por favor ¿podrías traerme unas papas fritas, un sándwich de pollo y queso, una porción grande de nugets, un postre número tres y oh, una bebida de dieta? — La chica la miró sin reaccionar y antes que pudiera hacerlo la mujer se acomodó en una de las pocas mesas disponibles.

— ¡Hey! Disculpa… nosotros queremos…— después de anotar en una hoja que pilló por ahí, indecisa caminó hasta la pareja.

— Eh, pidieron estas cosas y yo…— se mordió el labio, nerviosa, mientras se explicaba y la miraron con atención para luego sonreírse entre sí.

— ¿Cómo te llamas? — Preguntó la chica de cabello rubio y la joven guardó silencio observándolos con ojos entrecerrados

— Bella— respondió.

— Soy Renesmee y este es mi esposo Jacob— hizo referencia, ante la mirada críptica de Bella. La rubia y de aspecto dulce tomó sus manos y la castaña se sorprendió— por favor, ayúdanos. Obviamente te pagaremos— pidió.

— Sí, nuestra camarera acaba de renunciar y nosotros solos no podemos llevar todo esto— interfirió Jacob acariciando la pequeña espalda de su mujer.

— Yo…— esta era la oportunidad que Bella estaba esperando. Podría conseguir trabajo y sabía cómo defenderse en este campo— sí, acepto…pero ¿no hay que llenar formas…y cosas? — Interrogó quitándose la gruesa bufanda del cuello.

— Hay que llenarlas, pero el local está a tope y de verdad necesitamos que empieces ahora, lamento si es muy improvisado…

— No, está bien. — Interrumpió con una sonrisa recibiendo el delantal que le ofrecían. Los dueños sonrieron complacidos y Bella se dedicó a pedir más órdenes mientras Jacob se ocupaba de los pedidos.

-o-

En la tarde, después de que cerraran el local, Bella se sentó con cansancio en una de las sillas y se quitó el delantal, dejándolo sobre el respaldo.

— ¡Lo has hecho increíble! Eres muy hábil— la felicitó Renesmee mirándola con esos ojos color verde intenso que contrastaban con la blanca piel de su rostro. El cabello estaba trenzado en la nuca y pendía por su espalda, dejando algunos mechones sueltos en el frente. La niña es bastante… joven como para casarse, pensó Bella.

— Gracias, trabajé un tiempo de mesera— se encogió de hombros.

Renesmee le tendió la Coca Cola por la que había llegado hasta la cafetería llamada "La Push".

— Oh, es cierto. Ten— Bella le extendió sus últimas monedas para pagar el refresco.

La rubia negó.

— Nada de eso, prácticamente te hemos explotado. Tómalo como una disculpa por lo repentino y pesado del trabajo— ella sacó una silla y se sentó frente a Bella, quien tomaba con verdadero placer el contenido de la botella de vidrio.

— Pues muchas gracias, de verdad no sabía qué hacer. Gracias a este refresco encontré este trabajo, creo que desde ahora me gusta más la Coca Cola— rieron un poco antes que Jacob apareciera con una sonrisa.

— Al fin terminamos— suspiró besando suavemente los labios de su esposa.

— Aún no— objetó— debemos hacer los papeles de Bella.

— Es cierto, empecemos.

Después de estar un tiempo en eso, llegaron a la pregunta que la castaña estuvo temiendo.

— ¿Dónde vives? — Bella sintió que perdía el aliento, ¿qué podría decirles?

Decidió que la verdad era mejor que cualquier cosa.

— Bueno… por ahora, en ningún lugar— miró la cara sorprendida de los muchachos— es que llegué he estado aquí poco y no he tenido tiempo para buscar donde dormir y…

— Espera, ¿has dormido en la calle? — Preguntó severa Renesmee.

— No exactamente— Bella no quería contar su penoso paseo en esa habitación, no era una situación que quisiera recordar— me quedé en un cuarto, pero tuve que dejarlo— se encogió de hombros diciendo la verdad a medias.

— Pues… tenemos una habitación disponible en nuestra casa, podrías quedarte con nosotros, ¿cierto Jacob? — Bella no sabía qué contestar realmente.

— Claro, si así lo quieres, amor— besó el cuello de Renesmee y ésta sonrió.

A Bella se le abrió el mundo y sintió que flotaba en vez de ahogarse en las turbulentas aguas de la desesperación. La vida al fin le enseñaba su lado amable.

-o-

A pesar de ser un matrimonio joven se amaban más que sus propias vidas y habían abierto La Push con sus ahorros. La cafetería era su vida y Bella lo comprobó después de pasar algunos meses con ellos.

Se llevaban de las mil maravillas y no podía estar más agradecida de haber decidido comprar aquel día esa Coca Cola. Pues, gracias a eso encontró a las mejores personas de toda la ciudad.

El local se llenaba todos los días y siempre estaba repleto de vida, con música alegre y las personas conversaban mientras agasajaban sus estómagos con las delicias que Jacob preparaba. Era un lugar tranquilo en el cual se podía pensar y trabajar.

Bella ya conocía a la mayoría de los clientes habituales y siempre mantenía conversaciones con un anciano con fama de amargado, pero que con ella era más dulce que un terrón de azúcar.

— Corazoncito, tráeme una tarta de frambuesas— le pidió con una amable sonrisa el susodicho.

— Whoa, veo que hoy lleva una hermosa corbata turquesa, ¿no que ese color no le gustaba? — Preguntó Bella después de anotar lo de siempre colocando sus brazos en jarras.

— ¡Bah! A ti te queda bien, ¿por qué no intentarlo? En una de esas y hasta te enamoras de mí— le guiñó un ojo y Bella rió suavemente.

— Se ve muy guapo— le piropeó Bella— iré por su orden, permiso. — Aún con una sonrisa por las ocurrencias del viejo Jenks le dio el pedido a Renesmee.

— ¿Coqueteando otra vez? — Interrogó Jacob desde la cocina mientras entregaba una orden

— Es que no puedo evitarlo. Es irresistible— respondió de vuelta

— Ya creo que eso es seguro— rió Renesmee— mueve el trasero, la mesa cuatro te llama— avisó y la castaña asintió antes de tomar esa dirección.

El hombre de cabellos cobrizos despeinados había estado un par de veces aquí y no era precisamente por la comida, sino, que la joven camarera había captado su atención. La manera grácil en la cual movía su tierno y sensual cuerpo y en cómo trataba a las personas de esa forma tan dulce provocaba pensamientos encontrados en el guapo cobrizo.

— Hola, ¿qué va a pedir? — Le sonrió y lo miró con esos ojos chocolate que eran un pozo de inocencia.

A ti, pensó.

— Un café cargado y…

— Torta de trufa, ¿no? — Adivinó ella y no le quedó más que asentir. — En un momento se lo traigo— le dio una última sonrisa previo a darse la vuelta, dejando así su espalda y su formado trasero para el deleite del hombre.

Se acarició la barbilla con lentitud y pensó nuevamente en las cosas interesantes que harían juntos sobre una de las mesas de esta cafetería.

El celular vibró en su pantalón sacándolo de sus ensoñaciones, por lo que de forma molesta contestó a la llamada entrante.

— ¡Edward! — Chilló una voz femenina que solo consiguió irritarlo más. Jamás debió acostarse con esa chiquilla infernal— pensé que ibas a llamarme— lloriqueó como niña pequeña. Edward rodó los ojos.

— Te dije desde un principio, Tanya, que no iba a hacerlo. — Dijo cortante y con hielo en la voz.

— Pero es que yo creí que después de esa increíble noche íbamos a…

— Tanya, páralo ahí. Sabes que no soy de compromisos y también sabes lo que ofrezco. No exijas más. — Sin esperar una réplica colgó, dejando el teléfono a un costado del portátil.

Se desordenó los cabellos en un movimiento totalmente espontáneo. Las mujeres con las que mantenía relaciones sabían que él no era de ofrecer más allá de sexo y vivían con ello, sin embargo, había algunas como Tanya que creían que podían cazarlo por el simple hecho de haber compartido intimidad, pero ese no era el problema.

Su familia lo era.

Su madre y su padre creían que al ya haber llegado a los veintisiete años debía sentar cabeza y encontrar una mujer que fuera su esposa. Algo totalmente absurdo y a lo cual él se negó. Sin embargo, su dilema se presentó cuando amenazaron con desheredarlo si no cumplía con aquello. Y si eso ocurría la empresa familiar en la cual había trabajado por años codo a codo con sus hermanos, se iría a la ruina y eso era algo que Edward no quería ver.

Por ello se irritaba y desesperaba con facilidad, necesitaba esa mujer ya.

— Aquí tiene, que lo disfrute— la voz cantarina de Bella lo sacó de sus cavilaciones y la miró por primera vez como la solución y no como una distracción. Sin duda, ella llenaba las expectativas de sus padres y las suyas propias. Seguramente sería muy fácil conseguir su sí y su familia la adoraría, la dulzura innata en su voz y postura los cautivaría de inmediato.

Entonces Edward sonrió y Bella no tomó este hecho como algo extraño. Era cierto que la tez pálida y limpia del hombre se veía mejor que bien con ese raro cabello, pero el tipo serio y siempre trabajando no era el estilo de Bella. Así que sus encantos no le generaban nada.

— Gracias— ronroneó y la castaña tuvo la leve impresión de que trataba de flirtear con ella.

Asintió retirándose de ese lugar, sintiendo en todo momento la mirada firme de los ojos esmeraldas en su espalda.

Será fácil, pensó Edward saboreando el pastel, viendo la figura de la chica contonearse por la estancia.

Lo que sea que él está pensando, que lo deseche. No me interesa en lo más mínimo. Fue el pensamiento de Bella cuando se encargó de atender otros clientes.

Ninguno de los dos sabía qué tramaba el otro… pero pronto se enterarían.