La cena es bastante menos ajetreada que la comida, porque los treees niños están ya bastante cansados. Suiza, de hecho, se queda dormido en el carro de vuelta con la cabeza en las piernas de su padre, porque ha habido mucha gente y muchas cosas nuevas.

Y los niños latinos, que aprovechan para tomar vino cada vez que hay invitados, ni te cuento lo que les pasa. Zzzz casi de inmediato.

Germania está sonrojadito en el triclinium, terminándose su cerveza, preguntándose cómo irá esta noche. Bien, seguramente, las noches siempre eran promesas por cumplirse con el romano...

—Entonces hemos dicho... ¿quince por cada telar?

Was?! Nein! Has dicho cuarenta —ya te has volado cinco, idiota. Suiza va a MATARTE mañana, Germania.

—Cuarenta... vas a tener que hacerme algunas cosas para que acepte cuarenta —deja su copa de vino.

—No voy a hacerte ninguna cosa para eso, tú has quedado con mi niño.

—Pero dices que él no sabe negociar... —se cambia a su reclinatorio gateándole un poco por encima.

—Dices que yo no soy lo suficientemente duro para negociar, así que son cuarenta o nada —le mira a los ojos y traga saliva.

—Cuarenta y algo que me hagas hoy.

—¿Algo como qué quieres que te haga? —le toma de la cintura apretándole un poco.

—¿No te lo imaginas o es que quieres que te lo describa al oído lentamente? —abre las piernas y se sienta sobre sus rodillas, susurrándoselo al oído.

Germania cierra los ojos y tiene un escalofrío, apretándole contra sí y teniendo que levantar una mano y callarle. Roma sonríe de esa forma depredadora, callándose. El germano tiene un escalofrío con esa cara... Y de golpe es que rueda y se recuesta encima. El moreno levanta las cejas, ¿y qué hace? ¡Exacto! ¡Reírse!

—¿Qué tal que mejor YO te hago esas cosas?

—¿Susurrarme al oído lo que quieres que te haga?

—No, hacerte.

—Pues eso te estaba pidiendo todo el rato —sonríe. Germania le mira y sonríe un poquito de lado antes de acercarse y besarlo de manera que lo PLANCHA contra el reclinatorio—. Mphsf! —se ríe... por la nariz debe ser.

Germania le aprieta aun más contra el reclinatorio, intentando idiotizarlo. Y lo consigue, lo consigue hombre, si le ENCANTA que haga esto. Le pasa las manos por los brazos.

Germania hace una poca de fuerza en ellos para marcar los músculos al sentirlo, intentando con ganas no perderse él en el beso, pero le late el corazón con más fuerza cada vez que se besan. Es que mira que le gustan a Roma, pasa de los brazos al pecho, dejándose llevar por el beso.

Y es que por más que Roma no sea tan pequeño y sea musculoso, Germania parece que está en esteroides. Grande, fuerte, musculoso. Le pone un poco la mano en el cuello y aprieta levemente (porque ser bestia es su concepto de tener el control). Y el romano siente que le cuesta tragar, pero no deja de besarle y tocarle...

La mano agresiva en el cuello se relaja un poco cambiando a una caricia en la mejilla, suave y consistente.

Después del beso, Roma susurra que se vayan para el cuarto a hacer esto porque luego le va a dar mucha pereza ir a dormir y ya está bastante adelantado el asunto así que todo lo que sigue es puro instinto y más amor del que debería y del que le resulta cómodo, pero no suficiente para asustarse de muerte y echarle... aun.

Suiza duerme un poco mejor esta vez porque se baja al suelo a media noche y se hace bolita en el suelo disfrutando que nadie le toque y... Un poco el fresco. Va a buscar a Roma en la mañana temprano, porque le ha dicho que le llevaría al banco. Con sigilo y paciencia es que consigue infiltrarse en el cuarto del romano, que ha aprendido cual es después de la vez pasada. Levanta las cejas al descubrir que su padre está ahí dentro también.

Por supuesto, si Suiza acaso no supiera cual es el cuarto, los ronquidos que aun se oyen le habrían dado una buena pista.

El helvético se sube a la ENORME cama con bastante sigilo, preguntándose cómo su padre consigue dormir en la misma cama que este señor que hace unos sonidos como si fuera... un monstruo.

Si tiene suerte, es perfectamente ignorado. Si no, Roma lo abraza como si fuera uno de sus niños, que van a su cama muy a menudo. Acurrucándole entre él y Germania.

—¡Aaah! ¡Noooo!

Roma se mueve y protesta un poco pensando que igual le está aplastando algo a chibi!Fancia. Pero Germania es el que se sienta en la cama.

Was? WAS? Schweiz?

Roma se niega a hacer caso de todo esto, pero ya no ronca tanto, empezando a despertarse (Y quiere un café, pero no lo sabe.)

—Aquí, vater —Suiza se revuelve un poco intentando que Roma le suelte.

Germania levanta las cejas confundido, con esa sensación que te da cuando te has despertado demasiado pronto y demasiado rápido.

—Uuuugh —protesta el romano soltando a Suiza para que no lo patee.

Suiza le escala por encima hasta su padre como cabrita montesa, con poco cuidado en realidad. Germania levanta las cejas y trata de cubrirse DESESPERADAMENTE notando que no hay NADA con que hacerlo, recordando que anoche le había estorbado TODO lo que no fuera "Roma" en la cama.

Seguro se quedaron en el pasillo y los esclavos la habrán recogido y... hecho algo. Lavarla o algo. O quemarla tal vez. Es que no hay ni ropa de cama, vamos, porque a Roma le da igual.

¡Pero a Germania NO! Germania que revuelve todo mientras Suiza les mira a los dos y pregunta que qué pasa, asustadillo, pensando que debió traer aquí su arco.

Germaniaeeee —protesta.

—¡Mi ropa!

—¿Qué le pasa?

—¡No está, y Schweiz! Cómo... —le empuja para que se despierte—. ¡ESTO NO ES UN ABRAZO ESPECIAL!

Roma se ríe con eso aun con los ojos cerrados. Germania le da un golpecito en el hombro y Suiza levanta las cejas.

—¿Si no es uno por qué lo dices?

—Porque... ¡PORQUE! Verdammt!

—Era uno, anoche.

—¡Noooo! ¡No es verdad!

—¿Hiciste un abrazo especial?

—Si solo fuera uno...

Rom! —protesta y este… sólo se ríe.

—Hay que ir al banco —anuncia Suiza poco interesado en los abrazos especiales.

—Ugh... —protesta el romano dejando de reírse—. Lección de vida, te las pago a cincuenta si me dejas dormir tres horas más con tu padre y no vamos al banco... Hasta el medio día.

—Sesenta.

Es que además, a Roma le apetece tanto ir al banco como una patada en los cojones... porque como en casi cualquier momento de su vida, sabe que además, le van a reñir.

—Convence a tu padre de que me despierte con besitos y un abrazo especial y te doy setenta.

VATEEEEER! ¡ANDA! ¡ANDA! ¡DALE UN BESITO Y UN ABRAZO ESPECIAL! BITTE BITTE BITTE BITTE! —Germania nunca había visto a Suiza tan emocionado por algo.

Roma es que SE MUERE de la risa.

W-Was? Nein! No voy... no... ROM!

Bittebittebittebitte! Andaaaa, anda. ¡Dale besitos y abrazo especial!

Rom!

—Vale, vale —risas, pero se incorpora—. Anda, ven aquí, proxeneta, deja de prostituir a tu padre por una miseria que ni necesitas —hace un gesto para que se acerque con él.

W-Was? ¿Proxequé? Yo quiero setentaaaaaa.

Roma lo toma en brazos y se levanta, desnudo como va, cero preocupaciones al respecto.

—Escúchame. Si tienes buen ojo para los negocios... y estoy seguro de que lo tienes, pronto vas a darte cuenta de que uno de los más antiguos y lucrativos que existen es la prostitución.

Rom. Esa lección se detiene AHORA mismo, no vas a enseñarle a mi niño sobre la prostitución.

—Claro que voy a enseñarle sobre la prostitución —replica y se va hacia la puerta con Suiza en brazos aun—. Significa que las personas pagan para que otras personas les den besos o abrazos especiales o cosas parecidas. Y aunque estoy seguro de que la civilización se derrumbaría hasta sus cimientos si acaso los dioses hicieran desaparecerla, no es el negocio más adecuado.

—¡No vas a enseñarle de la prostitución, es muy pequeño!

—¿Y por qué tienen que pagar y no lo hacen gratis? —pregunta Suiza.

—No todo el mundo lo hace gratis ni consigue que se lo hagan... y es algo que ya aprenderás, pero puede llegar a enloquecer a algunas personas. Por eso es que siempre ha existido, pero no está muy bien. Los sentimientos que hay tras un beso de amor o un abrazo especial con una persona que te importa no son los mismos que hay con alguien a quien pagas por fingirlo.

—¿Es como si yo le pagara a Österreich para que me quisiera?

—Por ejemplo —asiente—. Y sería feo, porque tú sabrías que sólo te querría porque le pagas, no porque lo hiciera de verdad.

—No entiendo.

—Cuando pagas a alguien por hacer algo, cualquier cosa, eso se llama trabajar e implica que esa persona hace eso a cambio de un sueldo, no porque realmente quiera hacerlo. Lo bonito de que te quieran es que la persona lo haga de corazón, no porque vaya a recibir una retribución económica —explica entrando a la balnea con Germania detrás tapándose como puede.

—¿Entonces a ti no te gusta tu trabajo?

Roma traga saliva, pensando en que su trabajo es justamente prostituir su corazón y su pericia sexual a cambio de tierras y dinero, sonríe un poco falsamente.

—Ese es otro asunto, cuando adoras tu trabajo y ADEMÁS te pagan por hacerlo. Todos deberíamos aspirar a ello —empieza a desvestir a Suiza para meterlo a bañar. Suiza le detiene.

—Yo ya soy grande y hago esto solo.

—Ah... bien —sonríe y le deja, yendo a meterse él al agua... un poco taciturno con todo este tema.

Germania da un GRAN salto metiéndose de golpe y mojándolo TODO porque está desnudo y hay un esclavo por allá que le está viendo raro. Y eso es lo que hace a Roma parpadear y salir de sus pensamientos un poco oscuros. El germano, además, le tira de un pie abajo del agua para hundirle. Y lo vas a ahogar, porque automáticamente se ríe... sí, bajo el agua también.

Siempre le pasa lo mismo... Germania ya se lo tiene muy medido. Suiza se pone en el borde y mira a su padre cuando saca a Roma del agua y le da un beso, porque joder que lo descerebra.

Y van a estar besándose y chapoteando en el agua un ratito fingiendo que eso es un baño por higiene. Suiza hace los ojos en blanco y piensa que más vale que le paguen las telas a setenta mientras se baña en un rinconcito de la balnea. Pues espera a que te enteres que al final son a cuarenta.

Finalmente y con muchos, muchos trabajos y sonidos raros de parte de todo el mundo es que consiguen salir los tres bañados, vestidos y peinados.

Suiza está muy feliz haciendo cálculos, pensando en los dos mil quinientos noventa que van a darle por todas las telas.

—¿Qué planeas hacer con el dinero de las telas, muchacho? —pregunta Roma que... esta vez lo ha dejado en el suelo, pero lo lleva tomado de la mano.

—Comprar cosas para la casa, vater me ha prometido que podríamos ir al mercado aquí antes de irnos y comprar con una parte cosas para mis hermanos. Lo demás también me ha dicho que lo usaremos para comprar algo más que vender allá.

Entiéndase, a Germania le da IGUAL el dinero.

—¿Y qué cosas son esas?

—Zapatos.

—¡Ah! Yo tengo un montón de zapatos. ¿Vas a comprarte unas sandalias así para andar fresco en verano? —le muestra las suyas y el pequeño le mira los pies.

—No. Eso no sirve en casa. Vamos a comprar materiales.

—¿Y sabrás fabricarlas?

—Pues claro, nosotros hicimos estos —le enseña sus botas... Deben cocinarse.

Roma le levanta para verlos y Suiza levanta un pie.

—Oh, eres bueno cosiendo, las puntadas están muy bien hechas.

—Las de Österreich han quedado mejor.

—¿Él cose mejor que tú?

—Él no cose. Se las hice yo después de estas... Y me han quedado mejor.

—¿Y por qué no le diste estas?

Suiza parpadea y le mira.

—Porque las otras han quedado mejor —responde como si fuera obvio.

—Por eso, si tú hiciste las dos, ¿por qué no te quedaste para ti las mejores?

—Pues... Porque Österreich... —vacila sin saber exactamente por qué le ha dado a Austria las mejores, pero no lo ha dudado ni un segundo al hacerlo. De hecho ahora mismo piensa que a él, que escala todo el día, le vendrían mejor las mejores... —... porque... por... No sé.

Roma sonríe y le pasa una mano por el pelo haciéndole un cariño.

—Estaba cansado ese día y yo nunca me canso.

—¿Cansado de qué?

—De caminar, él siempre se cansa y yo lo cargo. Se cae también todo el tiempo y se pierde si no estoy yo.

—Ya me imagino, se parece mucho a Franciae con esas cosas.

—¿A Franciae también le cargas?

—Todo el tiempo, se cansa bastante deprisa... a no ser que lo que esté haciendo le guste.

—¿Como qué?

—Oh, hay muchísimas cosas que le gustan, cocinar, probarse ropa, jugar, dibujar...

—A Österreich le gustan los sonidos que hacen las cosas y cantar.

—¿Tiene muy buen oído, verdad? —sonríe y luego señala un dedo levantando el banco—. Mira, ya estamos.

—Ohhh... ¿Y qué se hace aquí?

Germania deja de admirarlo todo a su alrededor pensando qué haría si DE VERDAD viviera en una ciudad de este tamaño, metiendo se detrás de Roma y Suiza al banco.

—¿Tú qué crees? —pregunta Roma a Suiza.

—Algo con dinero, porque hemos venido por nuestro dinero aquí.

—Ayer te conté un poco sobre lo que hace un banco, eso de guardar el dinero de los demás.

—¡Es verdad!

—Ellos guardan parte de mi dinero... y el dinero del imperio.

—Imperio.

—Eso mismo. Es también la casa de la moneda.

—¿Tiene mucho dinero el imperio?

—¡Por supuesto! Más que nadie.

Suiza mira a su padre de reojo pensando que ellos deberían tener más dinero que el imperio del romano este.

—¿Sabes de donde obtiene su dinero el imperio? —pregunta Roma saludando por ahí y pidiendo que venga el que, por entonces ocupaba el puesto de lo que ahora sería el director.

—¿De vender cosas? ¿Esclavos?

—Parte del dinero viene de vender algunas cosas, aunque no es lo más normal...

—¿Entonces?

—De algo que se llama "impuestos".

—Puestos.

—Impuestos —repite. Habitantes Germanos, prepárense...

—¿Y eso qué es?

—Eso es un precio que pagan los habitantes de un lugar por vivir en ese lugar. Se recaudan periódicamente y sirven para pagar cosas que el estado financia, como las carreteras, los edificios públicos, el ejército... Aunque algunas personas que quieren ostentar a un cargo político, a veces se ocupan de pagar esas cosas a fin de ser populares y que la gente los elija.

—Oh... Vater no cobra eso.

—Bueno, por eso no tiene una ciudad tan bonita como esta, porque las personas de vuestra casa sólo se construyen cosas para sí mismos en vez de construir cosas públicas.

—Podríamos construir cosas públicas y hacer que nos pagaran... Y aunque a mí no me gustan las ciudades grandes como esta, podríamos... Tener una pequeñita.

—Tu padre me ha dejado construir algunas carreteras en vuestras tierras, tal vez podríais construir algunas más. Así la gente os pagaría, vendrían más comerciantes y sería un lugar más prospero. Además tu hermano no se cansaría tanto al andar, porque andar por la carreteras en más fácil —explica mientras llega el director, con el ceño fruncido, Roma se esconde un poco detrás de Germania, pero sonríe jugando.

Germania gruñe escuchando las preguntas y explicaciones del romano, fulminándole por pervertir a su familia.

—No me gustan las carreteras, prefiero caminar en la montaña.

Roma no les hace caso mientras el director le riñe porque ya le dijeron que ayer compró otro esclavo, las cuentas no paran de fluctuar y todo es un poco desastroso.

Al final, Roma se ríiiie un poco avergonzado, le cuenta a qué han venido y se gira a Suiza. Suiza que ha estado observando muy de cerca todo el regaño. Mira a Roma y asiente.

—¿Quieres ver las cámaras y cómo se acuñan las monedas?

Ja —(Suiza Potter.)

—Venga, Octavio, muéstranos el banco que mis chicos quieren verlo —le pide al hombre, que suspira un poco. Pero bueno... ¿qué va a hacer si no? Así que ahí van.

Suiza mira todo con ojos muy interesados, abriéndolos impresionado porque pasan cosas aquí que le llaman mucho la atención. Se pregunta por qué ellos no hacen monedas como esas.

—Mira... ¿has visto que nosotros mismos hacemos las monedas? ¿Qué piensas de ello?

—Que se necesita metal, que es difícil de sacar, para hacerlas. Es mejor intercambiar cosas.

—Hmm... Veamos, ¿cómo te lo explico...? —se acerca con él y toma un sestercio—. Mira, ¿cuánto dirías que vale esto?

—Otras de las pequeñitas.

—Es un sestercio, tienes que aprender los nombres y el valor de cada una o te van a engañar, ¿de acuerdo? —asegura muy seriamente—. Le pediré a Octavio que al menos te dé una moneda de cada en el pago para que puedas estudiarlas y practicar.

—Son muchos nombres de muchas cosas —se defiende.

—Tranquilo, ya lo harás —sonríe dulcemente de nuevo—. Es que para mí es muy fácil. Pero lo que venía a explicarte, otra vez es la diferencia entre el valor y el coste. Esta moneda vale un sestercio, pero en realidad cuesta un semis fabricarla, que es una quinta parte de su valor real.

—Aunque si la vendes muchas veces... No tienes que hacerla cada vez.

—No se hace una nueva cada vez, eso desde luego.

—Entonces es más poquito lo que cuesta.

—Es más difícil que eso, verás, imagínate esto... cada vez que acuñamos un sestercio, el imperio es cuatro semis más rico... porque uno es lo que ha costado hacer la moneda... y los otros cuatro son lo que vale, ¿entiendes?

—¿Entonces yo puedo acu... ñar, acuñar monedas y ser cuatro semis más rico cada vez?

—No, porque eso se llama "falsificar" y está prohibido.

—Pues... ¿entonces sólo tú puedes hacer eso y hacerte rico? Eso es injusto —frunce el ceño.

Non —sonríe porque justo ahí quería llegar—. ¿Sabes por qué? Imagina que pasaría si cada vez que necesitáramos dinero hiciéramos nuevas monedas.

Suiza se lo piensa un poco.

—Habría muchas monedas.

—Y eso haría que su valor bajara.

El pequeño suizo no responde nada a eso, pensando... y va a pensarlo y pensarlo mucho en los próximos días.

—Esto es complicado —confiesa.

—Sí que lo es, por eso sólo los más listos saben cómo funciona... puedes escribirme si tienes alguna pregunta —le sonríe y le revuelve un poco el pelo—. Vamos, vamos a las cámaras.

—Cada moneda tiene un valor diferente, pero si hay muchas no es bueno porque valen menos... si hay pocas valen más —susurra el Suizo.

—¿Sí entiendes por qué pasa eso? —le mira. El helvético se sonroja un poco y niega con la cabeza—. Es por el valor real de las cosas. El dinero sólo representa el valor total. Es decir... imagina que yo tengo un lingote de oro y lo divido en diez monedas, cada una vale una decima parte del lingote, pero si lo divido en veinte, a pesar de tener más monedas, su valor es menor.

—Oh...

—Pero mira qué ricos que somos nosotros —sonríe cuando el hombre abre la cámara.

Creo que hasta sale brillo cuando la abre. Oh, sí... ese brillo dorado...

Suiza abre la boca y los ojos como platos (ejem... y Germania hace lo mismo tras él). IMPRESIONADO. Roma sonríe tan complacido, mientras Octavio le recuerda que no va a estar así por mucho tiempo como siga así y va a preparar el pequeño pago que corresponde a las telas.

—¡Tienes... muchisismisimisisisisisisisisisimo dinero!

Sic, un poquito sí. Soy un gran imperio —explica... aprovéchate Roma, italianos impresionando a los alemanes con el dinero... no volverá a pasar nunca.

—Cuando yo sea grande voy a tener más dinero que tú —suelta Suiza MUY convencido. Y mira que te va a tomar mucho tiempo, pero va a lograrlo.

—Seguro haremos negocios, entonces —sonríe y vuelve a revolverle el pelo, porque... ¿por qué no?

Germania abraza a Roma por la espalda repentinamente y se le recarga en el cuello.

—De momento... —Roma mira a Germania de reojo y sonríe, recargándosele un poco encima, toma las monedas que ha preparado Octavio en una bolsita de saco y que SON de verdad una MISERIA con todo lo que hay ahí y se las da a Suiza—. Tú tienes un poquito más y yo un poquito menos. Úsalo sabiamente.

Suiza abre la bolsita y se sienta en el piso echando todas las monedas al suelo dispuesto a contarlas. Nadie le dice nada, aunque Octavio vigila que no se robe nada y Roma gira un poco la cara buscando un beso a Germania, que se lo da tontamente, apretándole contra sí... Germania descerebrado.

Rooooom —Suiza le mira desde el suelo besar a su padre, esperando a que se separen.

Pero es que cuestaaaa porque Roma también se deja ir. Suiza hace un mohín y guarda otra vez las monedas decidiendo que las contará en casa. Ya le meterá la bronca a Germania él solo. Si es que llega y Austria sigue con vida.

Octavio se las apaña, no se sabe cómo, para hacer que todos salgan de la cámara sin que se enteren.

(¿CÓMO QUE SI SIGUE CON VIDA? *pregunta Suiza -HISTÉRICO*)

—¡Tenemos que irnos! —sentencia Suiza en cuanto salen de la cámara, poniéndose entre su padre y Roma y empujándoles para separarles.

Roma parpadea sin saber qué ocurre, pero se separa.

(Pues una semana entera a solas con Prusia... y Alemania)

—¡Vámonos vater, ya acabamos!

—Acabamos... ¿Qué?

—¿Qué pasa? —Roma tampoco sabe muy bien.

—¡Vámonos, vámonos!

—¿Pero por qué tanta prisa?

—¡Porque quiero ir a casa desde ayer!

—¡Pero si ayer llegasteis!

—Pero salimos de casa hace muchoooo.

Germania suspira sin querer irse, sinceramente. Roma aprieta un poquito a Germania porque a pesar del estrés que esté aquí no quiere que se vaya.

—Pero... podemos seguramente quedarnos unos días más —susurra Germania abrazando con fuerza a Roma de la cintura.

Waaas? ¡¿Días?!

—¿No quieres? Jugando con Hispaniae y Franciae. Querías ir al mercado por zapatos.

—Pero es que la casa, vater... y Österreich. Se quedó solo con Preussen —le mira acordándose de eso y agobiándose solito.

Germania se revuelve pensando que... hombre, es Prusia, seguro les ha cuidado bien... a él y a Alemania... carraspea un poco pensando que, joder... es que Prusia y Austria...

—Pero si Prusiae es un chico estupendo, Hispaniae y Franciae le quieren mucho.

Nein, nein, pero no con ÖSterreich. Vateeer... bitte, bitte, tú lo prometiste. Prometiste que volveríamos cuando vendiéramos las telas —le aprieta la tela de la túnica con sus manitas.

Germania mira a Roma de reojo, que le mira desconsolado también.

—¿Seguro que no puedes venir? Trae a los niños.

El romano se tensa con eso, recordando por qué es que no puede ir... niega con la cabeza.

—¿Esperas a alguien? —le mira a los ojos.

Non, non, son asuntos del senado, ya te lo dije.

—Pero... Es que llegué ayer...

—Ya lo sé —lo abraza. Germania lo abraza de vuelta, sonrojándose un poco porque le había echado lo bastante de menos como para subirse a su carro y venir a "venderle telas" —. Pero quédate un día más.

Vateeeeeeeer! ¡No podemos quedarnos! —sigue protestando Suiza mientras el germano le medio ignora, con el corazón acelerado.

Roma lo abraza más fuerte.

—Una noche más y después... ¿qué? Mañana no podrás igual venir, ni yo podré quedarme —murmura Germania.

—Pero... —va para besarlo.

El germano cierra los ojos y se deja, besándole de vuelta con profundidad y separándose de golpe mirándole a los ojos.

—Ven conmigo.

—La próxima luna —vuelve a besarle como si fueran a ser mil años.

Nein, nein... ven conmigo ahora. Con tus niños. Vamos a la montaña a vivir solo nosotros —a Germania se le ha votado la canica.

Germaniaeeee no me hagas esto, quédate un día más. No puedo dejar la ciudad.

—Sí la puedes dejar, puedes dejarlo todo —levanta una mano y se la pone en el cuello —. Deja todo y vengan conmigo, nos iremos lejos de aquí, lejos de mi casa...

Roma vuelve a besarle hasta fundirle el cerebro y se lo funde del todo, abrazándole con fueeeeeeerza... Germania, ¿desde cuándo eres tan dramático? Roma no ayuda.

Vateeeeeeeeeeeer.

Germania se separa del beso oyendo a Suiza leeeeeeeejos, leeeeeeeeeeejos... pero el instinto paternal. Roma aprieta los ojos y hasta solloza.

—Ehh... ehh —Germania le calma un poco poniéndole las manos en las mejillas con suavidad, deteniéndole del cuello.

Roma le mira todo desconsolado. Y en serio, es que él es el latino.

—Vamos a vernos pronto... —desconsoladito y el romano asiente un poco—. Quieres... ¿Cómo podemos hacer esto más... serio?

—No lo sé... —suspira y el sajón le da un beso suave en los labios.

—Ven a vivir a mi casa —vueeeelve a proponer.

—No puedo dejar la ciudad, pero tú sí puedes venir a la mía.

—Si puedes. Déjalo todo, ven conmigo. Empecemos todos desde el principio los dos.

Germaniae... —aprieta los ojos porque le tienta.

—Nadie sabrá dónde estamos... Vayamos al norte, podemos vivir allá todos como familia —susurra.

—Ya veremos, subiré pronto y lo hablamos.

Germania le mira y le brillan un poco los ojos, sonriendo un poquito, esperanzado. Se acerca a darle un buen beso en los labios, abrazándole de la cintura. Roma se lo devuelve abrazándole del cuello. Después de unos segundos, el sajón se separa, dándole besos en la mejilla y el cuello.

—Te amo —asegura con completa sinceridad.

—Y yo a ti, más que a nadie, nunca —responde con sinceridad también, con los ojos cerrados, en el drama.

Germania le mira queriendo de verdad, de verdad creerle, y termina por hacerlo, acercándose a él y chocando sus frentes con suavidad.

—Vamos a estar bien —le reconforta. Roma solloza y asiente un poco —. No llores —le da un beso en un ojo.

Solloza de nuevo y piensa que sí debería mudarse con él, que ha llegado ese momento... de repente abre mucho los ojos y da un paso atrás, porque no quiere hacerlo. Germania parpadea.

—T-Tienes que...

Y Germania desea con todo su corazón que la continuación a la frase sea "llevarme contigo". Le mira a los ojos. Roma vuelve a besarle porque esto es complicado para todos. Germania le besa de vuelta con todo el corazón.

—Iré pronto...

—Te estaré esperando —le asegura, tomándole de la mano para caminar de vuelta a su casa y a su carro.

El latino aprieta los ojos y andan hasta la casa en silencio, taciturno y llorosito. Germania le aprieta la mano con fuerza hasta que un esclavo le trae el carro de las caballerizas y bajan las telas.

Roma mira el suelo todo el tiempo, lloriqueando un poco. El germano le abraza de los hombros y le da un beso en la cabeza.

—Si no me voy para siempre... Irás pronto a verme, ¿verdad?

El moreno asiente, haciéndose bolita sobre su pecho. Germania le acaricia la espalda y suspira viendo a Suiza subirse al carro y arrepintiéndose por un instante el haberlo traído. Podía haberse quedado más días con Roma... Traga saliva pensando que es justo eso para lo que lo trajo...

—No te vayas...

Y le tienta. Quedarse aquí... con él. Estar juntos. Hacer una casa y una familia... Hasta que llegara alguien más y le echara a media noche. No, no se olvida de eso. Aprieta los ojos.

—Mis hijos... —murmura tratando de convencerse a sí mismo de que es MALA idea dejarse seducir por el prospecto de quedarse para siempre.

Roma aprieta los ojos y asiente. El sajón le toma la mano y se la pone en su pecho, encima del corazón en un antiguo gesto tribal de amor, tan lejano a los modos de Roma y tan importante para sí. Le levanta la cara con la otra mano para mirarle a los ojos. Él le mira también.

—Mi pecho suena siempre para ti —murmura apretándole la mano contra su pecho. Roma se sonroja con eso mientras el pecho de Germania suena más fuerte.

Germania le aprieta un poco más la mano antes de darse la vuelta y caminar hacia el carro. Roma le mira completamente desconsolado y aprieta la mano que tenía sobre su pecho como si quisiera guardar el tacto en ella. El germano no gira la cara para mirarle ni despedirse más, subiéndose al carro y tomando las riendas.

Roma solloza otra vez y Germania arrea los caballos poniéndose la mano en el pecho pudiendo aun sentir la mano del romano sobre él. Traga saliva y es Suiza subiéndose sobre él para sentarse en sus piernas y "ayudarle" a controlar el carro lo que le saca de sus pensamientos. De nuevo, Germania, tus niños impidiendo que termines muriendo de amor.

Roma se va corriendo a abrazar a Francia y a España en la cama, tan desconsolado como caaaaada vez.

Y a pesar de todo, como siempre, los tres pasaran un feliz día en la cama, los niños haciendo que su padre sonría de nuevo y se olvide de Germania.


Y hasta aquí. Ya imaginábamos que esta historia no iba a llamar tanto la atención, pero de todos modos nos hacía gracia escribirla.

Quiero dedicarla en especial a quien inspiró la idea: Terry Pratchett, con su "Making money" aunque creo que no conseguimos llegar ni a la mitad de lo que él. Pero ahora está muerto, así que doble drama.

Por supuesto, agradecer a Kutzi Shiro, Mokachina y Viky Lau por vuestros reviews. ¡Sois geniales! ¡No olvideis agradecer a Josita su beteo y edición!