Me puse a transcribir esto hoy y me dio flojera después del primer párrafo, al guardarlo noté que ya lo tenía transcrito, gracias a los dioses por la flojera que me evitó volver a transcribirlo.

Bueno, me pongo más Leario, este capítulo lo escribí hace un buen rato y tenía mucho queriéndolo publicar, pero aún no llegaba el tiempo. Este fic partió de la idea de que Leonardo no le quiso contar a Riario su sueño, mi mente hace muchas ideas con una gota de agua, ja.

Da Vinci's demons no me pertenece.

Leonardo despertó convencido de que Riario lo salvó. Zo se lo confirmó, algo que por cierto no hizo de buena gana.

El sueño seguía en su mente, pero algo lo molestaba, un sueño más, uno que se esforzaba por salir a la superficie pero que su mente se negaba a permitirlo ¿Por qué? ¿Qué se escondía en él?

"Da Vinci"

Leonardo se sentó, sorprendiendo a Zo por su movimiento tan repentino. Juraría que había oído al conde llamarlo, pero él no estaba ahí.

Volvió a acostarse, cubriendo sus ojos una vez más.

"Artista"

De nuevo lo llamaba, pero en esta ocasión permitió a su inconsciente salir a flote.

−Da Vinci

Girolamo Riario estaba ahí.

−Conde.

−Tu sueño fue con ella ¿no?

−Mi… −Leonardo reconoció su ropa, la ropa que usaba antes de despertar de su sueño ¿de su futuro?

Pero ahora el conde estaba ahí, él no había estado en su futuro; Carlo, el hombre que más odiaba, había estado ahí, Zo, su mejor amigo, también, pero al conde no lo había visto en ningún momento ¿si hubiera ido a Roma lo hubiera encontrado?

−Da Vinci –su voz ronca, el susurro en que solía hablar, atrajo su atención.

Estaban en el salón en que había comido con su familia, con Carlo el asesino, el lugar en el que Zo había muerto, donde el despertó. El conde estaba sentado en el suelo frente a él, como lo habían estado meses atrás esperando la muerte en el nuevo mundo.

−Soñaste con tu hermosa Lucrezia ¿no es así? Aquí –el conde señaló con ambas manos el lugar.

−Sí –Leonardo se avergonzaba de contarle al conde, no deseaba entrar en detalles.

−Si ella es tu musa, Da Vinci –el romano se acercó, la distancia que ahora los separaba eran solo unos centímetros− ¿Quién soy yo?

−No sé –los ojos del conde eran rudos, lo miraban con severidad−, no sé quién eres tú, Riario.

−¿Soy tu enemigo, Da Vinci? Mi preciosa prima es tu felicidad y yo soy tu enemigo.

−No –si fuera su enemigo seguro hubiera formado parte del laberinto, lo hubiera visto en sueños.

−No, por supuesto que no –el romano parecía saber lo que pensaba− hay otra razón por la que no estuve en tus sueños, Da Vinci.

El genio se sorprendió al encontrarse en un lugar diferente, su habitación, acostado en la cama que había compartido con Lucrezia, pero esta vez, sentado a su lado, se encontraba el conde.

El conde se inclinó sobre él, colocando ambas manos en el cuello del florentino lo aprisionó contra su cama, pero el pelilargo no sintió miedo, a pesar de que el conde lo estaba dejando sin aire no se asustó ¿significaba eso que lo consideraba un aliado? sujetó con sus manos las muñecas del pelinegro, cuando lo tocó el romano paró con la presión, pero no apartó sus manos.

−¿Por qué no estaba yo en tu sueño, Da Vinci?

−No sé.

−Lo sabes, Artista… no, no Artista. Tú lo sabes, dímelo, Leonardo.

El tono en que pronunció su nombre fue como un balde de agua fría para el genio.

−Lucrezia nunca permitiría que vinieras aquí, no después de lo que has hecho.

−Bien –su razonamiento hizo sonreír al conde− por lo que es la primera vez que estoy en tu casa, Leonardo.

−Sí.

−Pero no la primera vez que me encuentro en tu cama.

−No… tengo una esposa y un hijo.

La carcajada del conde lo asustó.

−No eres un santo, hijo del laberinto –agregó con una sonrisa maliciosa, sin soltarlo, sin permitirle moverse−. ¿Cuánto tiempo crees que pasó antes de que la presión fuera demasiada? ¿Antes de que tu bella esposa y tu precioso hijo no fueran suficientes? Por supuesto que no podías correr a Zoroaster o a Nico, ellos estaban huyendo, eran rebeldes y tú el salvador, el hombre que destruyó el libro de las hojas –las manos soltaron su cuello, acariciando la piel desnuda, bajando por su pecho, llegando a su abdomen, el conde se inclinó más, susurrando en su oído− ¿Cuánto tiempo crees que tardaste en dar conmigo? ¿con mi cama?

Sintió los dedos del romano deslizándose por debajo de su pantalón, Da Vinci se apuró a sujetarlo.

−¡No, Riario, estoy casado!

No se encontraba en su cama, ni tampoco en Florencia o en algún lugar que el conociera, la habitación le era desconocida, al igual que los muebles y el paisaje por la ventana entreabierta, lo único conocido era el conde sobre él.

−No lo estás –no sabía cómo, pero ese era otro recuerdo, uno que había sucedido años antes, cuando su Andrea no era más que un bebé.

Los labios del conde en su oído pasaron a besar el cuello del genio. Da Vinci se estremeció, soltando el agarre de su mano, permitiéndole seguir con su tarea.

−Riario, por favor…

−Girolamo.

−Girolamo, para… no está bien, yo estoy casado –a pesar de sus palabras el florentino no se atrevía a detenerlo.

−No ahora, Leonardo, no aquí. No eres el destructor del libro de las hojas, no eres el arquitecto de las máquinas de guerra, no estás casado y, por supuesto, no tienes un hijo. Ahora eres solo Leonardo y eres definitivamente mío…

El genio abrió sus ojos asustado ¿eso era parte de su futuro o era sólo un sueño?

Muchas gracias a los que leen, se aprecia mucho, especialmente a StarryNightXIX, tus comentarios son una alegría :D. Mil gracias también por los follow y favoritos, va mucho mejor que lo que esperaba (eso sonó depresivo jajajaja)

Espero que haya sido de su agrado, besos y abrazos de mi parte.