No tenía pensado escribir un epílogo, pero Nai Jones (Mrs Puddin) me lo pidió y no pude negarme.

Nai, gracias por estar desde el principio conmigo y acompañarme en cada una de las historias que escribo. Espero que te guste y lo disfrutes! :)


Un año después de que atraparon a Rumpelstiltskin, Killian y Emma se casaron. La ceremonia se hizo una hermosa tarde de verano en la playa. Killian vistió un traje en tonos color beige, y Emma vistió un vestido blanco estilo hindú-romántico. El altar fue decorado con las flores campanillas de invierno, las favoritas de los padres de Emma. Regina y Mary Margaret fueron las damas de honor, mientras que Liam y Will fueron los padrinos. Henry fue el encargado de acompañar a Emma al altar. Killian y Emma se sumergieron en su propio mundo y se perdieron en la mirada del otro, recién logrando reaccionar cuando llegó la hora de decir los votos.

- Emma, cuando nos conocimos todos saben que no nos llevábamos bien. – Comenzó él, haciendo que todos rían. – Pero como te dije una vez, se debía a que podíamos reconocer nuestro propio dolor en el otro y eso era aterrador. Me volvía loco que todos los encantos que funcionaban con cualquier mujer, contigo no. – Aclaró recordando todo lo que les había costado darse una oportunidad. – Jamás pensé que iba a volver a amar, y menos de la forma tan especial e intensa que lo hago contigo. Gracias por haber llenado mi vida de luz, haberme ayudado a reencontrarme conmigo mismo, y aceptarme tal cual soy. – Dijo con la voz repleta de emoción. – Esta vida juntos es todo lo que quiero, y que nos amemos para toda la vida es mi sueño, el cual pienso cumplir. – Terminó mientras le colocaba el anillo.

- Killian, cuando nos conocimos yo pensaba que no estaba hecha para el amor, que simplemente eso no iba a ser nunca parte de mi vida. Pero sin importar el tiempo que nos llevó, y todo lo que nos costó, me demostraste lo contrario. – Dijo ella emocionada. – Gracias por enseñarme que todos merecemos ser amados, por derrumbar cada una de mis murallas pacientemente, y por hacerme entender que el amor es fuerzas. – Agradeció con una pequeña sonrisa y lágrimas cayendo de sus ojos. – Por eso te entrego mi corazón, porque sé y confío en que nadie lo va a cuidar mejor que ti. Te amo para siempre. – Prometió colocándole el anillo. Ella sabía que él estaba algo inseguro de que hayan decidido usar sus anillos en sus manos derechas por la falta de su izquierda, entonces le dio un beso dulce en su mano para calmar sus nervios y asegurarle que todo estaba bien.

Ambos estaban secando las lágrimas del otro, cuando el juez de paz dijo que se podían besar. Se miraron con ternura por un instante, y luego separaron la distancia que los separaba uniendo sus labios en un intenso beso. La fiesta fue sencilla pero hermosa, fue allí en la playa como habían deseado, con música en vivo de una banda que habían contratado. La noche de bodas fue en el velero de él, y de luna de miel navegaron una dos semanas conociendo las playas de la costa atlántica.


Dos años después de que atraparon a Rumpelstiltskin, nació Colin Jones. Habían estado intentando quedar embarazados por tres meses, así que cuando finalmente lo lograron ambos fueron felices. El embarazo fue vivido con felicidad, disfrutando cada pequeña etapa y preparando con entusiasmo la llegada del bebé. El pequeño niño fue recibido con toda la alegría y amor del mundo.


Cinco años después de que atraparon a Rumpelstiltskin, Emma volvió a quedar embarazada. Al principio había estado nerviosa porque esa vez no lo habían planeado, y tenía miedo de que Killian no estuviera a gusto con la noticia. Cuando se lo contó, él sonrió emocionado y la besó con todo el amor del universo, haciendo que se todos sus miedos y nervios queden olvidados. Pero esa vez el embarazo resulto distinto. Cuando estaba de cuatro meses, fueron informados de que Robert Gold, o mejor dicho Rumpelstiltskin había escapado. A partir de ese momento el embarazo se convirtió en algo estresante, ambos con miedo de lo que podía significar que ese loco estuviera libre para su familia.

Una tarde se juntaron todos en lo de Robín y Regina, a festejar el cumpleaños de Roland. Emma estaba de ocho meses y medio, su panza enorme y pesada. Por un momento había dudado si ir a la fiesta o no, pero siguió el consejo de su esposo. A ambos les haría bien pasar tiempo con amigos y relajarse un poco. Aparte, ver a su sobrino Roland feliz lo valía todo.

- Gracias por haber venido, Roland los extrañaba. – Agradeció Regina.

- Lo sé, lamento que hayamos estado medio ausentes durante este tiempo. – Se disculpó Emma.

- La verdad es que lo de Rumpelstiltskin nos tiene como locos. – Admitió Killian.

- Los entendemos. – Asistió Regina.

- Espero que podamos atraparlo rápido y olvidarnos de todo esto. – Deseó Robín en voz alta. – Mmm, parece que alguien necesita ser cambiada. – Dijo mirando a la pequeña bebé Rose, quien estaba en sus brazos.

- Yo la cambio. – Se ofreció Emma extendiendo sus brazos para darle a entender que le de a la beba.

- ¿Segura? – Preguntó Robín entregando su hija a su amiga.

- Si, así vuelvo a practicar para cuando nazca Jennifer. – Respondió ella haciendo referencia a su hija, que en ese momento pateaba entusiasmada su panza.

Emma agarró a Rose en sus brazos y entró a la casa para cambiarla. Fue a la habitación, la acostó en el cambiador y le sacó el pañal sucio. Le limpió la cola, le pasó un aceite hidratante para que no se paspe, y empezó a jugar con ella haciéndole mimos y caricias. De repente ruidos de pasos llamaron su atención, y cuando se dio vuelta se encontró con la persona que menos quería ver en el mundo. Reaccionando a puro instinto, lo primero que hizo fue agarrar a la pequeña Rose en sus manos de manera protectora.

- Nos volvemos a ver Emma. – Dijo él con una sonrisa.

- ¿Qué haces acá Rumpelstiltskin? – Preguntó ella, sorprendida de que se haya aparecido sin su máscara de cocodrilo.

- Vine por vos. – Respondió él.

- Lo siento, pero no puedes tenerme. – Dijo ella con seriedad.

- ¿Estás segura? – Preguntó él con una sonrisa maligna. – Si no venís conmigo la mató a la bebé, y también mató al que está creciendo en tu panza, y después mató a todos tus amigos que están allí afuera solo para hacerte sufrir. – Amenazó apuntándola con un arma.

- Bien, iré contigo. – Aceptó ella dejando a Rose en la cuna. – Pero si voy contigo, no lastimas a nadie. – Negoció sus condiciones.

- Eso es lo que quería escuchar. – Dijo él con una sonrisa.

Emma rezó para sus adentros para que todos estuvieran bien y a salvo, y por la pequeña vida que tenía dentro de ella. Rumpelstiltskin la agarró del brazo y la arrastró hacia fuera de la casa. La subió a un auto, le tapó la cabeza con una bolsa, y la durmió con cloroformo.


Killian estaba hablando de fúltbol con David y Henry. El niño, que ya no era un niño sino un adolescente, quería que lo lleven a la cancha. El problema es que Killian y David eran hinchas de distintos equipos, así que estaban discutiendo cual era mejor y a quien Henry preferiría ver. Finalmente decidieron que Henry debía a ir a un partido de cada equipo, para después poder decidir cual le gustaba más.

- Perdón si interrumpo. – Se disculpó Robín interviniendo la conversación. – Pero, ¿No crees que Emma está tardando mucho? – Preguntó a su amigo.

- Quizás se acostó a dormir, últimamente anda cansada porque no puede dormir mucho. – Dijo Henry pensativamente.

- Puede ser, iré a ver en que anda. – Dijo Killian.

Entró a la casa de sus amigos y fue a la habitación de Rose. La pequeña estaba llorando acostada en su cuna, y no había rastro de Emma. Que su mujer haya dejado sola a la niña le resultaba muy extraño. Agarró a Rose en sus brazos y empezó a recorrer toda la casa, en búsqueda de Emma. Revisó todos los espacios, pero no la encontró. Algo estaba mal, algo malo tendría que haber pasado para que se haya ido sin avisar a nadie. Salió a la calle, y encontró algo que hizo paralizar su corazón. Había una máscara de cocodrilo sobre el parabrisas de su auto, lo que solamente podía significar que Rumpelstiltskin se había llevado a Emma.

Reunió a todos sus amigos y se comunicaron con el FBI para planear un operativo de rescate. Sus anillos de casados tenían rastreadores en ellos, así que por suerte podían ubicarla cuanto antes. En ese momento agradeció que Emma lo haya convencido de poner rastreadores en sus anillos, insistiendo que uno nunca podía estar del todo a salvo con sus trabajos de oficiales.


Emma se despertó en un lugar oscuro y húmedo. Estaba atada a una especie de mesa de metal y todo su cuerpo estaba conectado por cables a una maquina. No sabía que tenía planeado hacer Rumpelstiltskin con ella, pero le daba terror pensar que algo podía pasarle a su hija. Sabía que estaba en una mala situación, pero a la vez sabía que eso no iba a durar mucho, su marido iba a venir por ella no bien se de cuenta de su ausencia.

- Bien, hora de hacer un poco de magia. – Dijo Rumpelstiltskin, apareciendo y dirigiéndose a la maquina.

- ¿Qué es todo esto? ¿Qué me vas a hacer? – Cuestionó ella, intentando controlar el miedo que sentía.

- Como ya te lo dije antes, necesito tu magia porque sos la salvadora y sos la única que puede devolverme a mi mundo. – Respondió él. – Como no quisiste ayudarme voluntariamente, tendré que hacerlo a la fuerza. Esta maquina te quitará tu magia, así yo puedo poseerla y salvarme. – Explicó mientras manejaba un par de controles.

- Estás loco, yo no tengo magia. – Dijo ella forcejeando contra los cables y los metales que la tenían atrapada.

- Si la tenes, y finalmente estoy listo para obtenerla. – Discutió él.

- Por favor, aunque sea espera a que tenga a mi hija. Una vez que ella nazca, puedes hacer lo que quieras conmigo y esta maquina. – Rogó ella algo desesperada.

- No, así es mejor, tu hija también tiene magia así que robaré la de las dos. – Negó él.

Rumpelstiltskin encendió la maquina e inició el proceso que había preparado, haciendo que Emma empiece a recibir descargas eléctricas. Emma sintió dolor en todo su cuerpo, y sintió como su mente se bloqueaba ante las descargas como para protegerla instintivamente del dolor. Si eso continuaba así, iba a perder el conocimiento. Emma concentró todas sus fuerzas en proteger a su hija, pero no tenía manera de hacerlo. Estaba atrapada y no podía hacer nada para evitar cada una de las descargas.


Por suerte pudieron rastrear a Emma rápidamente. Estaba en una sala abandonada, en un subsuelo del subterráneo. Al entrar a la oscura sala, los agentes del FBI y la policía se fueron a enfrentar a Rumpelstiltskin, mientras Killian se fue hacia Emma directamente. Hubo unos cuantos disparos, pero a él no le importó, solamente se enfocó en llegar a su mujer. La encontró atada a una especie de camilla de metal. Empezó a quitarle las esposas y los cables, cuando los ojos verdes de ella se abrieron y se centraron en él.

- Killian, sabía que me encontrarías. – Dijo ella con una sonrisa.

- Siempre te voy a encontrar. – Dijo él terminándola de desatar y ayudando a sentarla. - ¿Estás bien? – Preguntó con preocupación.

- No lo sé. – Respondió ella con sinceridad, sintiéndose debil. - ¿Y Rumpelstiltskin? – Pidió saber ella.

- No tenes que preocuparte más por él, está muerto, ya no puede lastimarnos. – Respondió él levantado su vista y recibiendo la confirmación de David desde lejos.

De repente Emma soltó una queja de dolor, haciendo que Killian la miré detalladamente con preocupación. Emma estaba sangrando, y de un momento para otro perdió la conciencia. Killian la agarró en sus brazos y la llevó desespero hacia una de las ambulancias.

En la clínica se llevaron a Emma a cirugía, sin permitirle ir con ella. Iban a hacer que su hija nazca por cesárea, consecuencia de la electricidad a la que ella y Emma habían sido sometidas. Esperar a saber si Emma y su hija estaban bien fue lo más difícil que hizo en su vida, aún cuando estuvo acompañado por todos sus amigos y sus hijos. Después de dos largas horas Víctor salió a conversar con todos.

- ¿Cómo están? – Preguntó Killian levantándose de su asiento de la sala de espera al instante.

- Emma y tu hija están bien. – Respondió Víctor. – Jennifer tendría que quedarse unos días en la incubadora porque todavía no tiene el peso suficiente para permitirle salir de la clínica. Pero está bien, es muy sana y hermosa. – Informó.

- ¿Y mi mamá? – Preguntó Henry.

- Ella está bien para la cantidad de descargas eléctricas que recibió, y de hecho Jennifer está bien gracias a ella porque inconscientemente hizo que el sistema inmune de su cuerpo la proteja. – Respondió Víctor pensativamente. – Por unos meses puede que sus sentidos del olfato, el gusto y sus reflejos no funcionen. Pero de a poco van a ir regresando. – Explicó lo más simple que pudo. – Y agradezcan que llegaron a tiempo a salvarla, porque si le habrían dado más descargas no estaría acá. – Agregó emotivamente.

Lo primero que hizo Killian al entrar a la habitación de la clínica fue darle un beso en los labios a Emma, un beso lleno de amor. Luego agarró a su hija en sus brazos y la meció hasta que se quedo dormida, mientras Henry y Colín se acomodaron en la cama junto a su madre. Killian y Emma intercambiaron una sonrisa de felicidad. Su familia estaba bien, y eso significaba que todo iba a estar bien.


Era Navidad y estaban nuevamente en Irlanda, como solían hacerlo todas las Navidades. Emma miraba como Henry le leía uno de los libros de regalo a sus hermanos, Colín y Jennifer. Ella amaba a sus hijos con todo su ser, y verlos juntos y tan felices la hacía sentir emocionada.

- ¿Estás bien amor? – Preguntó Killian sentándose a su lado.

- Si. – Asistió ella refugiándose en sus brazos.

- ¿Segura? – Insistió él, presintiendo que algo la tenía en cierto estado de sensibilidad.

- Es solo que, Henry se irá a la Universidad próximamente. – Dejó salir ella lo que la tenía preocupada.

- Está grande. Es un gran hermano, y va a ser un gran hombre. – Dijo él mirando a Henry con cariño y orgullo.

- No quiero perderlo. – Admitió ella avergonzada de su miedo.

- Jamás vas a perderlo, él siempre va a ser tu hijo y te va a amar sin importar cuanto crezca. – Aseguró él acariciándole el cabello sauvemente.

- Tenes razón. – Dijo ella dando un largo suspiro.

- Es normal que de miedo, a todos nos da miedo. – Dijo él para calmarla. – No quiero ni imaginarme como va a ser cuando llegue el momento de Colín y Jennifer. – Comentó él para poner un poco de humor a la situación.

- Va a ser terrible. – Coincidió ella soltando una pequeña risa.

- Lo va a ser. – Asistió él. – Pero vamos a estar bien, porque vamos a estar juntos. Y la familia es para siempre Emma. – Prometió con convicción.

- Te amo. – Dijo ella uniendo sus labios en un beso.


Finalmente llegó el día que Henry se marcho a la Universidad. Killian, Emma y sus hermanos lo acompañaron y lo ayudaron a acomodarse en la habitación del campus universitario. Una vez que estuvo todo listo, acompañó a su familia hasta el auto y se preparó para despedirse. Primero se despidió de Jennifer, la pequeña apenas tenía dos años y no entendía mucho de lo que estaba sucediendo. La abrazó, le dio un beso y le hizo cosquillas en la panza (era su forma favorita de "molestarla"). Con Liam fue más difícil, él ya tenía cinco años y si entendía lo que pasaba.

- Por favor Henry, ven con nosotros. – Rogó Liam abrazándose a su hermano con fuerzas.

- No puedo Liam, así como vos vas al jardín, yo tengo que ir a la Universidad. – Explicó Henry con calma.

- Pero esto es lejos de casa, te voy a extrañar. – Protestó Liam soltando lágrimas de sus ojos.

- Liam, no me voy a ir para siempre de casa. Cada vez que tenga días libres y vacaciones voy a ir a verlos. – Dijo Henry buscando convencer al otro.

- ¿Lo prometes? – Pidió Liam mirándolo a los ojos para comprobar que su hermano estuviera siendo sincero.

- Lo prometo. – Aseguró Henry uniendo sus dedos chiquitos. – Es más, también prometo darte regalos cada vez que nos volvamos a ver. – Agregó.

- Y llamarme. – Sumó Liam al listado de promesas.

- También. – Asistió Henry.

Después de unos minutos de estar abrazados, Liam se conformó y se bajó de los brazos de Henry. Ahora tocaba el turno de Killian. Sin dudarlo ninguno de los dos, se fundieron en un cálido abrazo. La relación que habían formado durante todos esos años era de completa confianza, respeto y cariño.

- Más te vale no dejar a ninguna chica embarazada, usa protección. – Adivirtió Killian, aunque lo hizo con mucho humor.

- Lo sé, no es necesario que me avergüences papá. – Dijo Henry riendo.

Killian no sería el papá biológico de Henry, pero desde hace un tiempo que Henry usaba llamarlo también a él con el título de padre. Henry sentía que Killian merecía ser llamado así por todo lo que hacía por él. Killian se sentía honrado de que Henry eligiera llamarlo de esa forma. Henry se sentía más afortunado que cualquier persona en ese sentido, él tenía dos padres.

- Estoy orgulloso de ti y la gran persona que eres. – Lo halagó Killian. – Disfruta está nueva etapa. – Le deseó.

- Gracias. – Agradeció volviéndolo a abrazar.

Y por último llegó el turno de Emma. Esa si fue una despedida difícil, ya que en cierta forma ninguno de los dos todavía estaba listo para dejar al otro. Habían estado todas sus vidas juntos, y no sabían como era estar de otra manera. Se abrazaron con fuerzas, demostrándose todo el amor que sentían el uno por el otro.

- No puedo creer que haya llegado este momento. – Dijo Emma sin soltarlo.

- Yo tampoco, pero llegó, crecí. – Dijo Henry acariciando la espalda de su madre.

- Lo sé. – Asistió Emma y salió del abrazo. – Te amo y lo único que quiero es que seas feliz, y sé que estudiar literatura aquí te va a hacer feliz. – Dijo con sinceridad.

- Me va a hacer muy feliz. – Coincidió Henry con los pensamientos de su madre.

- Solo, no te olvides de nosotros, ¿Quieres? – Pidió Emma con la voz repleta de emoción.

- Jamás me voy a olvidar, ustedes son mi familia y los amo. – Prometió Henry.

- Te amo hijo. – Dijo Emma volviéndolo a abrazar.

- Y yo te amo a vos mamá. – Dijo Henry correspondiendo el abrazo.

Todos volvieron a saludar nuevamente a Henry, dándole besos y abrazos. Luego se subieron al auto y emprendieron nuevamente camino hacia su casa, a Bostón. Liam y Jennifer se quedaron dormidos. Killian manejaba tranquilamente, mientras Emma miraba el paisaje por la ventanilla perdida en sus pensamientos.

- ¿Estás bien? – Preguntó él después de largo rato, rompiendo el silencio.

- Si. – Asistió ella. – Estoy feliz, ustedes me hacen feliz. – Admitió ella con una sonrisa.

- A mi también amor, nuestra familia y amigos me hacen ser el hombre más feliz del mundo. – Dijo él con una sonrisa tan grande como la de ella.

Emma le dio un beso en la mejilla, y después lo dejó seguir manejando en paz para no desconcentrarlo.

Killian y Emma eran felices. Estaban juntos, y tenían una enorme familia en donde había amor de sobra para dar. Juntos se sentían capaces de hacer y enfrentar cualquier cosa. Habían encontrado el lugar a donde pertenecían, los brazos del otro. Sus corazones ya no estaban rotos, y ya no tenían que enfrentar ningún obstáculo a solas. Ya no eran Killian por un lado, y Emma por el otro. Eran Killian y Emma, juntos.