Como prometí, aquí les vengo con otra historia, esta será un poco larga y pues…espero que conforme avance gusten de ella :3

Por ahora no tengo mucho que decir así que…vayamos a lo principal.

ADVERTENCIAS: Muerte, si, un poco de muerte allí y por allá, pero no os preocupéis, también hay partes tiernas (¿?)

DISCLAIMER: Esta serie no me pertenece…FUCK

Agradecimientos a AddictedToMxM por betear este prologo y a Suriel Bauzer por la portada :3

Sin más pásenle a leer :v


Prólogo


En el año setecientos, existían las brujas, mujeres de corazón negro que invocaban magia oscura, aquellas que ofrecían sacrificios a Satanás. Durante esa época, la gente se dedicaba a buscarlas, darles caza y quemarlas vivas después de una infinita tortura. Esas mujeres asesinaban a diestra y siniestra solo para obtener más poder, no les importaban los demás, su única meta era satisfacer los deseos de su líder, Lucifer.

Solo que una de ellas cometió un grave error al enamorarse de un humano, el cual tenía una grave enfermedad que lo mataría en poco tiempo. Ella, desesperada, le ofreció su alma a Satanás, pidiendo a cambio que su amado sanara de aquella terrible enfermedad. El demonio, gustoso por la oferta, aceptó y además le dio un año en el cual podrían disfrutar de su mutua compañía. La bruja se veía totalmente complacida, así que cerraron el trato.

Durante ese año ambos fueron felices, viviendo del campo como la pareja que eran. Se casaron a los pocos meses y la bruja, que antes era maligna, se convirtió en una persona amable, de buen corazón. Pero entonces llegó el tiempo de cobrar el acuerdo. Satanás vino por su alma y ella se negó rotundamente. Recurriendo a antiguos hechizos y magia negra, logró deshacerse del Rey de las Tinieblas. O al menos eso creyó, pues Lucifer, furioso con aquella mujer, abrió el portal que conectaba al infierno con la Tierra.

Los demonios atacaron, asesinando millones de personas a su paso. Lo hicieron hasta encontrar a la bruja, asesinando a su pareja primero y después a ella, de la peor manera posible. Satanás decidió dejar a sus súbditos allí, de manera que recibiría almas con más frecuencia. Y así lo hizo, masacrando a gente inocente que nada tenía que ver con la bruja.

Fue entonces cuando la religión entró en vigor. Los sacerdotes empezaron a hacer exorcismos que desterrarían a los demonios poco a poco.

Una lucha constante que aún no se podía terminar, pues los demonios eran demasiados y contaban con un gran poder, debido a que nacían de los pecados e inseguridades que rodean a los humanos. Y los exorcistas eran muchos, pero aún seguían siendo humanos que podían morir fácilmente, además de que eran pocos los que realmente se atrevían a enfrentar a esas bestias.

A los exorcistas se les entrenaba física y mentalmente. Física de manera que pudieran usar armas que habían sido bendecidas por sumos sacerdotes, obispos e inclusive el mismo Papa, sin mencionar que así obtenían habilidades para poder escapar si era necesario. Y mentalmente para soportar la tortura psicológica que a los demonios les gustaba tanto realizar.

Pero la batalla continuaba y parecía no terminar. ¿Cuándo podrían deshacerse de esas criaturas?

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Año 743

La humanidad sobrante decidió construir tres muros: María, Rose y Sina. Estas tres grandes murallas fueron bendecidas para evitar el acercamiento de los demonios a estas. En la muralla Rose, se entrenaban a los exorcistas que tendrían que resguardar las murallas. De entre las dos divisiones de exorcistas destacaba la Legión de Reconocimiento, la cual consistía en exorcistas que arriesgaban sus vidas para salir fuera de las murallas y luchar contra los demonios. Todo esto con motivos de descubrir alguna debilidad más del enemigo.

Los exorcistas descubrieron que la única manera de derrotar a esos monstruos es exorcizarlos o matarlos con un arma que fue bendecida. El agua bendita les quema, pero solo les debilita por un momento. Durante las expediciones, se llegó a la conclusión de que la puerta que conectaba a ambos mundos era imposible de encontrar. Lo único que podía ayudarles sería un demonio, pero ninguno se ofrecería al ser bestias de frío corazón.

Cientos de vidas se perdieron al salir de los muros, los cuales se mantenían intactos, siendo bendecidos cada mes, por los que los demonios ni siquiera podían acercarse un poco. Solo que surgió una pequeña duda.

Los demonios no podían cruzar por tierra… ¿Y el cielo?

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Año 770

Varios demonios con la capacidad de volar aterrizaron dentro de las murallas, causando pánico y terror entre la gente que vivía en el muro María, justamente en el distrito de Shiganshina. Los exorcistas acudieron lo más rápido posible a aquellos territorios. Lograron exterminar a los demonios, pero el daño que habían sufrido había sido terrible. Hubo muchos muertos y daños en casas, hogares que antes habían sido habitados por familias felices.

Tres magas antiguas, que tenían sangre de brujas, se ofrecieron a crear un hechizo con el cual los demonios no podrían entrar volando por el cielo. Sacrificaron sus almas protegiendo a los demás; las murallas ahora tenían una especie de cubierta cristalina por los cielos, una cúpula que había sido formada por el hechizo de esas brujas que mantendrían a salvo a la gente que vivía dentro de estos muros.

Con esto la humanidad se veía a salvo una vez más.

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Año 784

Se descubrió que las murallas fueron originalmente construidas por magia negra. Esto causó desconfianza en la gente a su propio rey. El papa confesó la veracidad del hecho, pero afirma, que estas murallas ya no tienen nada más que ocultar, además de que fueron purificadas al haber sido bendecidas por miles de sacerdotes a través de los años.

El rumor causó conmoción durante unos años hasta que con el tiempo fue olvidado, quedando como algo sin relevancia.

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Año 844

Shiganshina ya se había recuperado del ataque que había sucedido hace unos cuantos años, solo que a consecuencia de este, el distrito se convirtió en uno de los más pobres dentro de la muralla. Esto significaba que los habitantes pasaban por hambre y enfermedades que a veces eran mortales para la gente de este distrito.

En la plaza de Shiganshina se podía encontrar una variedad de cosas que algunas personas podían comprar y otras no. El olor a comida era exquisito, el ruido que hacían los vendedores para hacer que la gente comprara era algo molesto, a tal grado de poder quedarse sordo. La gente iba y venía, caminando, hablando. Y los que no prestaban atención podían ser fácilmente robados por niños de ropas desgastadas. Así que era mejor cuidar tu dinero en ese lugar, sin apartarlo ni un segundo de tus propias manos.

Levi Ackerman caminaba con disgusto por esas calles. Había sido obligado a venir por sus amigos, los cuales habían insistido en sacarlo de su cuchitril, el cual era una casa de madera que apenas se mantenía en pie, hasta el techo estaba ladeado. Isabel Magnolia sonreía con emoción, observando con suma atención las nuevas cosas que traían los vendedores, a pesar de que no podía comprar ni una de ellas. Farlan Church, por su parte, cuidaba de la chica, ya les había pasado que una vez desapareció entre tanta gente.

Cuando la encontraron, ella ya había comprado tres kilos de carne y dos de arroz, por lo que se habían quedado sin dinero.

Los tres tenían un bar, el cual apenas podían mantener y gracias a Dios les daba algo de dinero para poder sobrevivir. Los dueños eran Farlan e Isabel, quienes vivían allí mismo, solo que un poco apartados del puesto. Ellos le habían dado trabajo a Levi, ya que este era constantemente despedido por sus arranques de ira y desesperación. Sin mencionar que eso es lo que necesitaban en un bar, por si alguien se ponía violento.

El azabache caminaba sin prestar atención, pues había dejado su dinero en casa, en un lugar secreto que solo él conocía, de manera que nadie podría robarle. Ni siquiera se percató de las prostitutas que se le ofrecieron descaradamente; vamos, que él tenía quince años y no le interesaban para nada unas putas cualquieras. Los tres amigos eran jóvenes, pero no por eso menos luchadores en ese distrito pobre.

—¡Ten cuidado, Levi! —exclamó Isabel corriendo hacia él. Ackerman alzó una ceja confundido hasta que sintió cómo caía al suelo, con un niño encima.

—¡Me ha robado! —gritó uno de los mercaderes furioso, quien venía con hombres que cuidaban la plaza de ladrones como ese. Levi observó al niño que quería levantarse rápidamente para poder escapar. Lo detuvo; no quería meterse en problemas, así que estaba dispuesto a entregarlo.

—Tendrás que aceptar tu castigo, mocoso.

Los ojos verdes del pequeño lo miraron aterrados, el azabache poseía esa cualidad de dejar petrificado a cualquiera.

—Pe-pero… por favor —susurró conteniendo las lágrimas. Estaba asustado, pero no le importaba, no era su asunto después de todo.

—Oh, perdónenlo, viene de otro lugar y es sumamente tímido —intervino Isabel sonriéndole al vendedor que seguía igual de molesto. Después sacó unas cuantas monedas de oro de sus bolsillos—. Tome, ¿con esto es suficiente? —el hombre la miró de pies a cabeza y después bufó indignado tomando el dinero que le había sido ofrecido. Al poco tiempo se habían marchado los guardias con él.

—Isabel, ¿qué acabas de hacer? —le pregunto un muy confundido Farlan, el cual estaba igual de sorprendido que Levi.

—¿No lo ven? Me recuerda a nosotros, cuando teníamos que robar para comer —la chica de coletas ayudó al niño a levantarse. Este la miró confundido, como si no supiera si debía correr o quedarse—. ¿Cómo te llamas?

—Eren, Eren Jaeger —respondió algo nervioso, aún tenía un paquete de manzanas entre sus brazos. Ella le sonrió, cargando el costal por él.

—Bien, de ahora en adelante Levi te cuidará.

—¡Estás loca! —ah, al parecer había sacado al azabache de sus casillas—. ¡No voy a cuidar a este engendro! —Isabel ni siquiera le hizo caso. Cuando ella ordenaba algo, se hacía y ni Levi podría oponerse a ella.

—Es tu culpa por detenerlo —dijo la chica como si nada. Era cierto, pudo ahorrarse problemas y haberlo dejado escapar. Qué estúpido de su parte.

—No es que esté de acuerdo con Isabel, pero eres el único que puede cuidarlo, tienes espacio de sobra en tu casa.

En mi muy vieja casa, quiso decir. Pero prefirió quedarse callado.

—Y supongo que no hay nadie contigo, ¿cierto? —esta vez se dirigió al castaño, quien negó rápidamente, un extraño brillo de tristeza se posó en sus ojos.

—Está hecho, ahora vivirás con Levi —Ackerman gruñó por las palabras de la pelirroja, apretando los dientes y mirando con sumo odio al pequeño niño que no entendía el porqué de esa mirada—. Y si se atreve a hacerte algo… yo me encargare de él —Isabel también podía ser aterradora, sobre todo con esa mirada peligrosa que tenía, la cual había dejado de usar cuando no volvieron a robar.

—Esto… —Eren jaló su camisa con una de sus pequeñas manos, estaba sonrojado. De pronto se veía rodeado de un aura familiar que desconoció por mucho tiempo—. Trataré de no ser una molestia, Levi —el aludido lo vio enfadado, le habló por su nombre sin hacer ni un signo de respeto. Pero después se dio cuenta de que apretaba sus puños y sus piernas temblaban.

Pobre, debía estar asustado por lo ocurrido hace unos segundos.

Su expresión se suavizó y se inclinó hacia Eren. Cuando se levantó, el castaño estaba sentado en sus hombros, admirando todo desde arriba mientras se sujetaba de la cabeza del azabache. Comenzó a reír alegre e Isabel lo imitó.

Levi de repente se sintió verdaderamente contento.

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Año 845

Eren sonreía, estaba demasiado feliz. A su alrededor estaban sentados Farlan e Isabel. El chico acomodaba los platos para cuatro personas, también vasos y cubiertos que apenas podían costearse al tener poco dinero. Isabel sujetaba un cuchillo con su mano realmente emocionada. Levi estaba a su derecha, con la misma mirada de seriedad de siempre. Frente a él había un pastel y era su favorito, de chocolate, el cual la chica se había tomado la molestia de preparar, siendo obviamente instruida por Farlan. De no ser así solo tendrían una masa viviente en vez del pastel.

—¡Feliz cumpleaños, Eren! —Isabel sonrió mientras decía esas palabras. Un rubor cubrió las mejillas del niño moreno, no lo creía. Ya había pasado un año desde que conoció a aquellos chicos que decidieron cuidarlo.

—Gracias, señorita Isabel —ella hizo un ademán, diciéndole que no era nada, porque sabía que Eren no solo agradecía el pastel, sino que les estaba agradeciendo por cuidarlo desde que lo conocieron.

—Es hora de partir el pastel —la chica de coletas aplaudió emocionada. Farlan suspiró, estaba seguro de que solo había hecho ese pastel con la intención de comerlo.

—Espera, primero son los regalos —la detuvo Farlan e Isabel hizo un puchero muy infantil. Lo menos que podía hacer era comer el pastel, después de cansarse al haber hecho ese riquísimo manjar de chocolate—. Este es de Isabel y mío —le tendió a Eren una caja envuelta con un hermoso papel rojizo y un moño plateado que sobresalía del empaque.

—¿Qué es? —preguntó emocionado. La caja era grande, podía ser cualquier cosa.

—Ábrelo —el pequeño no esperó más y rompió el papel con rapidez. Cuando abrió la caja, sonrió realmente feliz; todos sus dulces favoritos estaban perfectamente acomodados dentro de ese paquete.

—¡Muchas gracias!

—¿Y el tuyo, Levi? —Isabel lo miró curiosa, no sabía si el azabache había preparado algo para el pequeño quien se veía igual de curioso que la chica.

—Aquí esta.

Eren observó lo que parecía ser un libro bien envuelto dentro de un papel azul. Intuyó qué es lo que podría ser, pero no era posible. ¿Acaso Levi sí lo escuchó esa vez?

Lo abrió de todas formas y después de hacerlo, no pudo evitar empezar a llorar. Las lágrimas surcaban sus mejillas y parecían no detenerse. Levi no lo olvidó, todo ese tiempo nunca lo olvidó. Debió de haberle costado todos sus ahorros, y en medio de ese pensamiento se ruborizó. Él de verdad le importaba al Ackerman.

—No llores, Eren —Isabel se veía preocupada, de seguro Levi le había regalado algo espantoso—. De verdad que no sabes de obsequios, mi pequeño Levi, como si a un niño fuera a gustarle un libro.

—No, está bien —la interrumpió Eren con una sonrisa melancólica en sus labios. No había mejor regalo que un libro con imágenes del mundo exterior, uno que algún día vería con sus propios ojos.

—¿Te gustó? —le cuestionó Levi, con un tono fingido de ignorancia. Esperaba haber escogido el libro correcto.

—¡Claro que sí! —el niño se puso de pie y caminó hasta Levi, sentándose en sus piernas con el sonrojo en sus mejillas—. Me encanta, Levi —el azabache desvió la mirada, como si aquella sonrisa alegre no tuviera importancia cuando en realidad sí la tenía.

Su cumpleaños número once había sido espectacular.

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Año 846

Levi gruñó. Era oficial: Eren tenía fiebre y un resfriado. Estaba realmente enfermo, lo supo en el instante en que el niño no se levantó de la cama y comenzó a quejarse del dolor. Y Eren era un niño muy fuerte a pesar de tener once años, así que se le hizo preocupante cuando empezó a quejarse. Había ido con Farlan e Isabel, los cuales al enterarse salieron a la plaza a buscar un medicamento barato. Ahora el castaño se retorcía en la cama, la fiebre era alta y no le sorprendería que de repente se pusiera a gritar.

—Le-Levi… ¿Me voy a morir? —el azabache tragó saliva mientras el pequeño lo miraba a los ojos, esperando el veredicto. No pudo evitar sonreír, vaya que ese chico era pesimista.

—Nadie se muere de un resfriado —o al menos eso esperaba, porque no sabía qué haría si algo le llegara a pasar a Eren—. Estarás bien, mocoso —el niño le sonrió a pesar de su condición y alzó su mano buscando la del mayor, la cual apretó la suya con fuerza.

Pues el lazo que tenían era demasiado fuerte.

Levi sabía lo que nadie sabía de Eren. El cómo perdió a sus padres, asesinados por ladrones que habían irrumpido en su hogar. A la edad de ocho años, el niño se llenó de deseos de venganza, buscando al asesino de sus padres. Y lo hizo, cuando encontró a esos hombres lo hizo, mató a todos y cada uno de ellos con solo su sed de sangre. Escapó de su antiguo pueblo para no ser atrapado y encarcelado. Por eso aquella vez que lo detuvo estaba nervioso, no quería que los guardias lo reconocieran y se lo llevaran tras las rejas. Pero en el fondo, Eren era un niño lleno de esperanzas y sueños infantiles.

Y Eren sabía lo que nadie sabía de Levi. Sus miedos, sus inseguridades, el cómo tuvo que robar e inclusive matar para sobrevivir en Shiganshina. El cómo se sacrificó varias veces, pasando hambre para que Isabel e incluso Farlan tuvieran una comida decente. Todos los pecados y la suciedad que llevaba en sus hombros. El porqué de su manía con el orden y la limpieza, pues al haber vivido en las calles, la higiene siempre se le hizo una cosa existencial. También sabía su cumpleaños, el cual ni Isabel y Farlan sabían. Y eso había sido porque no le gustaba la idea de hacer una fiesta sobre ello, pero Eren había sido insistente, al punto en que Levi le gritó la fecha con furia desbordante. Ese día el pequeño castaño se había sentido muy victorioso.

—¡Levi! —gritó la chica pelirroja irrumpiendo en el cuarto que le pertenecía a Eren en esa choza. El azabache sabía que era su culpa que el niño se hubiera enfermado y eso porque no habían podido conseguir nada de comida en los últimos días—. La iglesia, ellos están dando despensa, deberías ir y traer un poco. Nosotros ya lo hemos hecho, pero no es suficiente para los cuatro.

Levi observó a Eren a los ojos, quien asintió con una sonrisa en sus labios. Fue todo lo que necesitó; le ordenó a Isabel quedarse con el chico, al igual que obligó a Farlan a acompañarle, ya que no sabía dónde estaba la gente que en esos momentos daba caridad. Quizás ellos tendrían algo de medicamento que fuera efectivo en Eren, había esperanza. Podían curar su resfriado.

—Es por aquí —le dijo su amigo intentando no desconcertar a Levi, quien ya estaba más que preocupado. Llegaron al centro de la plaza, donde había mucha gente abarrotada.

Ambos tuvieron conflictos durante el trayecto hasta llegar a la gente de la Iglesia, las cuales estaban vestidas extrañamente, las mujeres y hombres traían una toga puesta, como si fueran sacerdotes. Farlan se acercó a una chica de cabellos color crema, ligeramente rojizos al igual que sus ojos. Levi lo siguió en silencio, observando a Church desenvolverse en aquel entorno.

—Lo lamento, se nos han acabado las despensas —expresó la mujer con tristeza en su voz. Farlan lució decaído a diferencia del Ackerman quien se veía furioso.

—Por favor… —Levi no había usado esa palabra nunca antes, pero salvar a Eren podía hacer que su orgullo se fuera a la mierda—. Tenemos a un niño enfermo y debemos darle atenciones. Si no tiene comida… ¿podría darnos algo de medicina?

Ella sonrió, dispuesta a ayudarles. Aquel chico parecía hacer un gran esfuerzo por contener la desesperación en cada uno de sus movimientos.

—¡Auruo! ¡Toma una despensa del distrito Trost! —el mencionado se mostró completamente molesto; sin embargo, al poco tiempo ya venía con un costal y unos pequeños frascos que parecían contener líquidos medicinales. El hombre gruñía, pero cuando la mujer, Petra Ral, le sonrió contenta, se sonrojó antes de marcharse—. Me ha leído la mente —dijo la chica con ironía en sus palabras, para después entregarles todo lo que su compañero había traído. Antes de dar media vuelta e irse, les dio otra cosa más, una cruz plateada que antes colgaba de su cuello—. Rezaré por la salud del niño. Tomen esto, está bendecida por sacerdotes, y colóquenla en el cuarto del pequeño, será de gran ayuda.

—¿Qué es usted? —preguntó Farlan algo confundido. Ella se persignó y les contestó:

—Soy una exorcista —y se fue, dejando a ambos chicos sorprendidos al saber que ella tenía un trabajo sumamente peligroso.

Las medicinas y cruz que aquella exorcista les obsequió salvaron la vida del niño Eren Jaeger.

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Año 847

Levi parpadeó varias veces, despertándose rápidamente, sus fosas nasales invadidas con el olor del humo. Se acercó a la ventana y vio cómo la gente corría por todas partes, cayendo, siendo aplastadas por los demás. Había cadáveres regados por el suelo, las casas ardían en llamas y fue cuando se dio cuenta que la suya también.

Corrió al cuarto de Eren, agitándolo varias veces para despertarlo. El menor lo miró confundido y él solo señaló el techo, el cual ya estaba siendo carcomido por las llamas. Así que lo tomó de la mano y salieron de la casa velozmente, a tiempo antes de que esta cayera encima de ellos mientras dormían.

Aquello era una tragedia.

—¡El muro María ha sido destruido! ¡Los demonios nos matarán a todos!

Ackerman se estremeció ante las palabras gritadas por la multitud. Alzó la mirada y encontró varios monstruos voladores sobre ellos, sus ojos rojos y sonrisas tenebrosas le hicieron empezar a correr de nuevo, aún tomado de la mano con Eren.

—¡Levi! ¡Debemos ir por la señorita Isabel y Farlan! —el azabache no se detuvo, no lo haría y sabía que esos dos le comprenderían. No podía darse el lujo de ir a buscarlos en un momento como ese, pues había dos posibilidades.

Uno, ellos ya habían escapado, o dos, ya habían muerto.

—¡No hay tiempo! ¡Hay que seguir corriendo!

Eren apretó su mano, no necesitó verlo para saber que se sintió frustrado ante esa respuesta, ya reconocía varios gestos en él.

—¡Allí están! —Ackerman paró, girando a ver a Eren y luego a donde este señalaba. Sus amigos venían corriendo y cuando lograron verlos, ellos sonrieron, alzando sus manos con alivio en sus rostros.

Apenas tuvo tiempo de cubrirle los ojos al castaño. Un demonio que se encontraba detrás de sus mejores amigos les cortó la cabeza sin titubeo alguno, la sangre salpicándole el rostro. Enmudeció, sin saber cómo reaccionar. Lo único que le vino a la cabeza fue sacar a Eren de allí, lo más pronto posible.

Le descubrió los ojos y siguieron con su camino. Tan solo rogaba que Jaeger no hubiera visto eso, aunque de todas maneras el niño ya debería saber qué es lo que les pasó a sus amigos.

Siguieron corriendo entre las llamas, los gritos desesperados y los cuerpos incompletos. Levi sintió un jalón repentino que lo hizo caer hacia atrás, maldiciendo en voz baja pues ya habían estado a poco de llegar al bosque cerca de Shinganshina, donde hubieran podido refugiarse. Desorientado, tratando de recuperar la compostura, parpadeó varias veces, enfocando otra vez el terrible escenario que se desenvolvía frente a él.

Eso hasta que sintió gotas de lluvia sobre su rostro, cálidas y cuando se las quitó de la cara se dio cuenta de que también eran rojizas, justo como la sangre. Alzó el rostro y se cubrió la boca con una mano. Era la cara de Eren, quien lloraba mientras la sangre escapaba de su boca. Una lanza le atravesaba el cuerpo en el área del abdomen y lo clavaba perfectamente al suelo.

—¡Mira! ¡Le di, le di! —en el cielo un demonio se regocijaba ante su perfecta puntería, se carcajeaba sumamente divertido al igual que el demonio a su lado. Levi se levantó rápidamente y le cubrió los oídos a Eren.

Cuando dejaron de escucharse burlas, apoyó su frente contra la del moreno, dejándole escuchar lo que le diría.

—No te preocupes, todo está bien —acarició sus cabellos castaños con delicadeza, sintiendo entre sus manos las convulsiones que el cuerpo del pequeño sufría por los órganos afectados—. Me quedaré contigo hasta el final.

—No —murmuró Eren. El hablar le hizo escupir una gran cantidad de sangre, pero no se veía asustado, se veía furioso y furioso con Levi por decirle algo como eso—. ¡No, no! ¡No digas eso! —el azabache frunció el ceño, no iba a dejar a Eren, no lo haría, su objetivo era claro y era quedarse con el chico, aunque esto significara su muerte—. ¡Tú debes vivir!

—Es que… no puedo dejarte, no quiero dejarte —Levi desconoció el tono lastimero en su voz, pero era simple: ya no quería perder a nadie más. Con sus padres había sido demasiado, y con Farlan e Isabel había sido suficiente.

No podría tolerar perder a alguien más.

—Tienes que dejarme —el titubeo en las palabras de Eren le dijo que el final de aquel niño que acogió en su casa estaba cerca, muy cerca.

—Está bien, pero mírame —lo tomó del rostro, apreciando por última vez los ojos de Eren. Secretamente siempre le habían gustado, todo de Eren le había fascinado. ¿Entonces por qué todo tenía que terminar así?—. Nunca te olvidaré.

Eren no merecía morir de esa manera.

Besó su frente y echó a correr. No iba a mirar atrás porque si lo hacía, sabía que no podría continuar, sabía que correría de nuevo hacia Eren y se quedaría allí con él a morir. Estaba cerca, el bosque estaba cerca, podía oler la tierra húmeda, podría sentirse seguro entre sus árboles.

Pero al llegar, al encontrarse a salvo, cometió un grave error y vio hacia atrás. ¿Pero que había hecho? Apretó sus dientes y caminó en círculos, rabioso consigo mismo. ¿Cómo se había atrevido a dejar a Eren? Era un completo imbécil.

Debía volver y debía hacerlo ahora.

Ahora que rodaba en el suelo yendo hacia abajo, no se dio cuenta de cuándo se encontró con un barranco que lo hizo caer. La velocidad era demasiada y no había posibilidad de detenerse, tenía que sujetarse de algo o podría caer al vacío, morir y romper la promesa que había hecho con Eren.

Pero si moría, podría verlo. Así que no luchó, se dejó llevar con la esperanza de encontrarse con sus amigos fallecidos y con Eren.

Y como si el destino quisiera joderle la existencia, su cuerpo chocó contra el tronco de un árbol, golpeando su cabeza y dejándolo inconsciente.

Quizás aún no era su hora de morir.

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Año 854

Las alarmas sonaban estrepitosamente, las personas corrían de un lado a otro buscando sus pertenencias y armas, preparándose para un posible ataque. Dentro del cuarto de control, los científicos revisaban las máquinas que imprimían datos a cada segundo, datos que analizaban las posibles causas del terremoto de gran escala que se estaba viviendo en la muralla Rose.

Entre todos esos científicos estaba Hanji Zoe, la líder de estos. Ella solo estaba de pie entre todo el pánico, comiendo una paleta que había guardado en su escritorio hace varios meses, esperando que no estuviera pasada. Para Zoe el desastre que acontecía era algo de un día común y corriente.

Pero cuando todos los científicos allí presentes giraron a verla con terror en el rostro esperando ansiosos sus órdenes, esta solo bufó, sacando la paleta de su boca y cerrando los ojos como si fuera a decir algo realmente importante.

—Alguien vaya a despertar al enano.

Inmediatamente uno de los tipos con bata blanca se paró frente a ella.

—¡Yo iré! —gritó y se fue como alma que llevaba el diablo. Hanji llegó a creer que ese tipo había adquirido velocidad de súper poder.

Tonto, no sabía cómo se ponía Levi cuando lo despertaban.

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—¡Sargento! ¡Tenemos una emergencia de nivel uno! —Ackerman tenía el sueño pesado, pero no tanto como para no escuchar las alarmas estruendosas que avisaban del peligro.

Se había despertado de mal humor y se había puesto su traje de exorcista con rapidez, sabiendo que irían a buscarle en cualquier momento. Por último, tomó las dos katanas que estaban guardadas en su armario, las colocó a los lados de su cintura con un cinturón especial que podía contener las fundas de estas peligrosas espadas y en el segundo que había terminado de alistarse, llegó uno de los científicos de la odiada cuatro ojos.

—¿Saben qué es lo que está pasando exactamente?

El científico se apresuró a estar detrás de él, ya que Levi no se había tomado la molestia de decirle que caminaría sin esperarlo.

—Algo está interfiriendo con las placas tectónicas, las está agitando demasiado, lo que resulta extraño es que el terremoto solo es en el muro Rose —eso en verdad era peculiar. Generalmente cuando había un terremoto se extendía en las tres murallas, solo que Sina siempre era la menos afectada.

Estiró los brazos abriendo las puertas de un único movimiento. El desastre dentro del centro de control era palpable, había papeles tirados por doquier, una que otra persona gritaba asustada y los demás parecían perros persiguiendo sus colas. Levi quiso obligar a todo el mundo a limpiar aquel desorden, pero no era ni el momento ni el lugar adecuado, porque sabía que la loca de cuatro ojos amaba tener ese desorden, por motivos estúpidos obviamente.

—¡Qué bueno que llegas! —Hanji se le lanzó encima intentando abrazarlo; sin embargo, los reflejos de Levi eran fenomenales ya que al instante la detuvo, sujetando su cabeza con una sola mano.

—Dime de una vez, ¿qué mierda está sucediendo? —ella se zafó de su agarre, masajeando la zona herida con lágrimas fingidas en sus ojos. Levi odiaba que Zoe se pusiera teatrera.

—Un objeto no identificado se dirige justo hacia nosotros, a la primera planta que corresponde a los exorcistas de tercer grado —todo se puso en silencio y ahora el grupo estadístico y científico veía fijamente al exorcista de primer grado, Levi Ackerman.

—Manden cinco grupos de tercer grado y tres de segundo grado. Si el asunto se agrava, mandaremos mi grupo de primer grado. Quiero que enciendan las cámaras que hay en la primera planta, voy a ver todo desde aquí y si la situación lo requiere, iré yo mismo a averiguar qué es ese objeto no identificado —la gente comenzó a tomar el teléfono y marcar a todas las demás plantas para comunicarles sobre la situación y las órdenes que había dado el exorcista más fuerte de la humanidad.

Levi no solo era un exorcista de primer grado, también era la mano derecha del líder de los exorcistas, jefe de la tropa más fuerte de todas. Era el sargento Levi Ackerman.

Así que por ello estaba seguro de que nadie podía desafiar sus órdenes.

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Rico Brzenska era una experimentada exorcista de segundo grado, líder de su misma tropa, cosa por la cual era muy arrogante, al igual que exigente. Cuando la llamaron para ser quien diera las órdenes en la operación "Identifica al enemigo", nombre que le otorgaron los científicos, no pudo sentirse menos egoísta de lo que ya se sentía normalmente.

Ahora se encontraba en medio de cinco grupos de tercer grado y tres de segundo grado, cada grupo esperando una orden suya. Ella solo fruncía el ceño, esperando que el objeto no identificado atravesara el suelo de la primera planta, para identificarlo y atacar si era necesario.

El temblor que había estado ocurriendo durante cuatro horas se detuvo de repente, causando sorpresa entre todos los exorcistas. Uno de ellos había estado a punto de decir algo, pero el terremoto volvió con doble intensidad. Varias personas cayeron al suelo sin poderlo evitarlo, ya que era demasiado el movimiento.

Aun así, Rico no se vio intimidada por ello. Acomodó sus lentes y sacudió sus manos antes de tomar la lanza que era su arma, su fiel compañera desde que empezó el entrenamiento, pues sabía que el enemigo se aproximaba.

A su lado, una de los exorcistas, Anka Rheinberger, alistó su arco con una flecha que apuntaba al lugar que los científicos habían calculado, allí aparecería el objeto no identificado.

El suelo se destruyó en un segundo y el polvo del concreto se levantó con él, de manera que no había visibilidad. Si abrían los ojos, podría entrarles polvo, además de que el aire estaba afectando a varios en su sistema respiratorio. Dio la orden a un subordinado que poseía unos abanicos como armas para que despejara el lugar, solo se necesitó un movimiento para deshacerse de cualquier impedimento.

En medio de todas las tropas había una esfera gigantesca de colores violetas oscuros y negros. Brzenska reconoció de inmediato ese tipo de escudo. Levantó una mano, indicando que todos prepararan sus armas apuntando a la esfera que se encogía lentamente.

Dentro había un demonio, lo sabía por experiencia.

—¿Qué hacemos? —le preguntó Anka sin dejar de apuntar al objetivo. Rico no le contestó, solo se mantuvo quieta hasta que la esfera se encogió rápidamente y explotó. En vez de aquel extraño escudo, solo quedó un cuerpo humano que flotaba retando a la gravedad.

Lo único que no era humano de ese cuerpo eran las alas de murciélago, sus cuernos, la cola larga con un triángulo al final de esta y sus extrañas vestimentas negras. Definitivamente era un demonio.

—Solo los demonios de alto nivel tienen forma humana, de entre ellos destacan los seis príncipes del inframundo —Brzenska murmuraba mientras repasaba los textos que había leído cuando comenzó su entrenamiento—. Este demonio es poderoso, muy poderoso.

—¿Sus órdenes? —Rheinberger le pidió con temor en su voz, sin saber si debía disparar o no.

Necesitaba las órdenes de su líder y las necesitaba ya.

El demonio abrió sus ojos, mostrando un bello color dorado que bien podría ser confundido con el mismo oro.

—Estamos frente al primer príncipe del infierno, la mano derecha de Lucifer, es Asmodeo —sin planearlo, su cuerpo entero se estremeció ante esa posibilidad, una que era cruelmente cierta. Ese demonio tenía la sangre del mismísimo Satanás corriendo por sus venas.

No dudó un segundo más y señaló hacia el frente, indicando que empezaran el ataque.

—Yo no lo haría si fuera tú —el demonio ahora les sonreía, sin mirar a nadie fijamente, solamente movió sus dedos y la flecha que Anka iba a dispararle se torció hacia ella. La pobre exorcista se quedó muda—. Es más, podría acabar con todos ustedes en un segundo —algunos exorcistas dieron pasos hacia atrás y la sonrisa de Asmodeo solo aumentó—. Pero… vengo en son de paz —alzó las manos como si le hubieran encontrando a punto de hacer una travesura, para luego bajarlas y acomodar su cabello castaño mientras soltaba un suspiro cansado—. Escuché un rumor, me dijeron por allí que tienen a mi querida hermana Belcebú aquí dentro.

—No haremos negociaciones con demonios asquerosos —escupió Rico con desprecio en su voz, no se dejaría amedrentar por ese demonio.

Casi le da un paro cardiaco cuando este apareció frente a ella en un abrir y cerrar de ojos.

—No quiero hablar con alguien de un nivel tan bajo como tú —el príncipe del inframundo ahora acariciaba los cabellos grisáceos de la exorcista con lentitud, disfrutando de los temblores que esto causaba en su cuerpo—. Quiero hablar con Levi Ackerman. Creo que ustedes lo conocen muy bien, así que tráiganlo.

Sus palabras no sonaron como una petición, sino como una amenaza severa.

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—Solicitamos su respuesta, sargento.

Levi cerró los ojos. Negociar con demonios nunca era una opción, pero si tenía la poca oportunidad de acabar con dos cabezas de esos monstruos lo haría.

Haría lo que fuera para exterminar a cada uno de ellos.

—Ya voy —respondió antes de quitarse los auriculares y dirigirse hacia las escaleras que lo llevarían a la primera planta.

—¿Estás seguro? —le preguntó Hanji antes comenzar a bajar los escalones. Levi sonrió de lado.

—Esto es justo lo que quería.

Al bajar las escaleras, pudo sentir la adrenalina invadirle por completo. Atrapar a dos príncipes, eso era un trabajo que se encargaría de llevar a cabo, iba a sorprender al comandante Pixis en su regreso de la muralla Sina. Todos los exorcistas le abrieron paso cuando llegó al primer piso y caminó sin dejar de parecer armonioso y mortal, aunque por dentro era un manojo de nervios, pero no porque estuviera asustado. No, era un manojo de nervios porque le encantaría deshacerse de esos dos demonios tan poderosos.

En el centro, Asmodeo lo esperaba de pie. Había dejado de flotar y ahora se paraba sobre unos tacones que lo hacían ver algo femenino, pero su mirada, eso fue algo que lo dejó sin respiración. Era una mirada que poseía cualquier depredador, mirada que también poseía Levi.

—Quiero que liberen a mi hermana.

El azabache deslizó sus manos por los mangos de su katana, preparándose para cualquier inicio de ataque.

—No lo haré, no escucharé ninguna de tus sucias peticiones —Asmodeo soltó una carcajada, cubriendo su estómago desnudo con sus brazos. Parecía muy divertido con las palabras de Levi mientras los demás exorcistas no sabían ni qué hacer.

—Entonces no las escuches, pero me temo que su majestad, Lucifer, destruirá sus tres patéticas murallas junto con su capa de vidrio —dijo una vez que había dejado de reírse para solo mostrar seriedad.

—¡¿Qué?! —un exorcista se conmocionó.

—Oh, vamos —los ojos dorados brillaron al igual que la sonrisa del demonio—. ¿No me digan que pensaron que sus murallas eran indestructibles? —de nuevo se atacó de risa frente a todo el mundo. Nadie dijo nada, pensar siquiera la posibilidad de que Satanás destruyera las murallas era abominable.

Ackerman no esperaba eso. Tenía que pensar detenidamente lo que diría a continuación, podrían destruir las murallas si decía que no, pero dejar que se llevara a Belcebú también era un gran problema.

Supuso que debería preferir vivir un poco más.

—Acompáñame.

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Para garantizar la seguridad de todos, habían encerrado a Belcebú en una sala especial, la cual había sido bendecida hasta por las esquinas. La ataron de manos y tobillos y le cerraron allí bajo llave, también agregaron una cadena bendecida para atascar la puerta junto con sellos escritos con tinta bendecida. Un exorcista, Jean Kirstein, abría esos candados con una llave común. Detrás de él estaban Asmodeo, siendo amenazado con una katana apuntándole a la espalda, Levi, el cual sujetaba la espada con firmeza, y un escuadrón de exorcistas de primer grado que se quedaría afuera por si algo llegara a suceder.

—Listo —al abrir la puerta de acero el inconfundible olor a azufre se hizo casi tóxico.

La mano derecha de Lucifer entró como si fuera su propia casa, Ackerman lo siguió de inmediato y le ordenó al exorcista que cerrara la puerta. Asmodeo dio pasos gráciles hacia su hermana, la cual al verle allí de pie se vio extrañamente aterrorizada. Levi no sabía cómo interpretar la expresión en su rostro.

—¡Hermana! Qué alegría verte, escuché que habías sido capturada en uno de tus paseos cerca de las murallas —él daba un paso al frente y ella se arrastraba hacia atrás, buscando desesperadamente una salida de aquel lugar.

—¿Q-qué haces aquí, Asmodeo? —al exorcista de primer grado no le gusto el peculiar tinte de terror en su voz.

—Vine por ti —él se arrodilló, abrazando a la mujer que representaba el pecado de la Gula como si se tratara de su verdadera hermana, cosa que obviamente no era en realidad—. Gracias, Sasha Braus, me has servido para mi plan —clavó sus garras en el cráneo del demonio y le rompió el cuello con sus brazos. Belcebú no tuvo tiempo de dar pelea y con ello Asmodeo se sacudió las manos, levantándose con una sonrisa satisfecha en el rostro.

Levi no vio venir ese resultado.

—¿Qué diablos fue eso? —el demonio de ojos dorados se sentó sobre el suelo, elevando sus brazos aparentando relajación ante los movimientos.

—Mentí, no vine por Belcebú —estiró las piernas con suma tranquilidad y Levi no sabía si era él quien estaba perdiendo la cordura—. Traicioné a Lucifer y el maldito me está buscando como loco, así que pensé que este lugar sería un buen escondite. Satanás ni en mil años pondría un solo dedo en estos suelos tan benditos. Por cierto, aquí apesta a incienso.

—¿A qué mierda te refieres? —notaba que Asmodeo esquivaba la pregunta con mucho empeño.

—Me refiero a que soy todo suyo, les ayudaré en lo que quieran, inclusive pelearé con ustedes si eso desean, a cambio de que me dejen ocultarme aquí. ¿Qué dices?

Ackerman no lo pensó dos veces, tener la ayuda de ese demonio sería estupendo.

Pero Asmodeo estaba equivocado si creía que él sería el que manejara las cosas. Oh, no, Levi sabría cómo utilizarlo a la perfección.


.fin, Okno :v

Bueno, si os habéis gustado pues háganmelo saber, espero que con esto sepan que este es apenas el comienzo de una laaarga historia, ademas de que les recomendaría buscar el significado de los nombres de los demonios que aquí aparecen :3

Los veo en el siguiente capítulo que quizás sea en dos semanas, sin más me despido :3