Generalmente los recibo con disculpas por haberme tardado en actualizar, ¿cierto?
Bueno, esta vez no me tardé mucho, por lo que no creo necesario disculparme. ¿Cómo decirlo? Escribir este capítulo para mí fue en verdad un reto. Se vienen cosas grandes y este es tan solo un avance de todo lo que está mal en esta historia.
ADVERTENCIAS: Manipulación, confusión y decepción.
DISCLAIMER: Esta serie no me pertenece, sino a Hajime Isayama.
Gracias a mi querida Mabo por el beteo, como siempre un ángel salvándome de mis errores de ortografía.
Antes de que empiecen a leer, hice una playlist para este capítulo, tan solo busquen en Youtube: Dunkel Capítulo 7 y saldrá la playlist bajo mi nombre que es Leviatan-sama.
Si lo desean pueden escucharla, de nuevo gracias por seguir conmigo.
Capítulo 7:
Sin nadie en quién confiar
Aún no despertaba y eso le preocupaba.
Llevaba cuatro días inconsciente, no se movía y lo único que le garantizaba que estaba vivo era su suave respiración, lenta, sin perturbarse por el exterior.
Hanji le tenía lastima, era el único sobreviviente de Shinganshina y no lo hubieran podido encontrar de no ser porque se le ocurrió revisar el bosque para ver si alguien había logrado escapar.
Casi se daban por vencidos, hasta que Moblit la llamó, señalando a un joven que yacía en el suelo. Su cabeza sangraba y el árbol contra el que se estrelló parecía sangrar con él.
No quería imaginar las cosas que vio y vivió antes de quedar inconsciente. Tal vez por eso una parte de ella deseaba que él no despertara; se veía como si soñara tranquilamente, con cosas buenas y paz desbordante.
Si él despertaba, lo más seguro era que deseara haber muerto con la demás gente, aunque por algo sobrevivió. Quizás él era importante, pues no cualquiera lograba salir vivo de un ataque como ese.
Era probable que su destino fuera convertirse en exorcista, como ella.
La mayoría de la gente que vivía tales experiencias decidía convertirse en servidores de la Iglesia. Ver tales acontecimientos siempre dejaba una huella horrible en las personas y por ello, se desviaban de su humanidad o se volvían más fuertes y en capaces exorcistas.
Levi Ackerman sería uno de ellos, si es que lograba despertar.
Zoe suspiró, anotando en su libreta el estado de Levi. Nada nuevo, como en los últimos cuatro días.
Iba a irse, cuando escuchó un quejido. Volteó lentamente y vio cómo Levi movía sus dedos, inquieto. Empezó a gritar con los ojos cerrados, estremeciéndose involuntariamente, el miedo recorriendo su cuerpo de una forma escalofriante.
—¡EREN!
Sin pensarlo, actuó rápidamente, sacando una jeringa de su bata, tomando el brazo de Levi con fuerza para poder inyectarlo. Y en lo que la solución desapareció para estar dentro del cuerpo del joven, Levi se tranquilizó, respirando agitadamente antes de volverlo a hacer de forma pausada.
En ese momento, Hanji se preguntó si él realmente se haría exorcista.
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Levi estaba despierto. Después de seis días de su llegada, el chico abrió los ojos, parpadeando rápidamente, luciendo desorientado. Luego preguntó dónde se encontraba.
Moblit se lo explicó todo de forma leve y sin querer entrar en detalles que lastimaran más a Levi. Al final, le ofreció un vaso de agua y él lo observó, con ojos vacíos y sin brillo, causa de lo que había escuchado.
Él estaba solo.
Hanji frunció las cejas, podía sentir su desesperación y terror con solo verlo. Era terrible. Lo que veía delante de ella no era una persona, era alguien que sin duda lo había perdido todo y, como resultado, no tenía motivos para vivir.
Finalmente y después de varios segundos, Levi tomó el vaso y se quedó en silencio hasta que se levantó y lanzó el vidrio contra la pared bruscamente, rompiéndolo en varios pedazos que saltaron a todas partes.
Hanji y Moblit se cubrieron antes del impacto, evitando que alguno cayera en sus caras. Levi había comenzado a llorar en agonía, tirándose al suelo y abrazándose a sí mismo mientras se estremecía y sollozaba palabras ahogadas por su pena.
—E-Eren… Isabel, Farlan…
Eran nombres, Zoe lo sabía, seguramente eran las personas que a él más le importaron y ahora estaban muertas.
Y él estaba vivo y solo, completamente solo y no valía la pena seguir cuando ya nadie estaría a su lado, sonriendo y llamando su nombre.
Hanji ya lo había vivido y por eso no dejaría que nadie se hundiera. Porque siempre había una opción y la que ella había escogido era venganza. Pura y oscura a la vez, que le daría la satisfacción de haber seguido viviendo solo para someter a esas bestias que le arruinaron la vida.
Ella le enseñaría a Levi que había otros motivos para continuar sin sus amigos.
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Claramente, estaba equivocada.
No todos eran como ella, las personas eran diferentes y Levi se lo demostraba cada día.
Él no comía, no tomaba ni una gota de agua, se la pasaba en su cama, quieto como una rosa y sin emitir ningún sonido, a menos que empezara a llorar de nuevo, llamando esos nombres una y otra vez.
Era frustrante no poder hacer nada y de cierta forma le desesperaba no poder charlar con él. Nunca podía sacarle información del suceso, porque la respuesta siempre era la misma: llanto y su mirada perdiéndose en el blanco de las paredes.
Por sus constantes ataques de pánico, decidieron encerrarlo. No podían arriesgarse a que saliera y lastimara a alguien o a él mismo.
Así que era mejor cuando se quedaba completamente quieto, aunque eso no era una mejora en lo absoluto. Hanji se dio cuenta; Levi se estaba preparando para morir, se estaba matando lentamente y era más doloroso, pero no se veía como si fuera a detenerse.
—Haz lo que tengas que hacer —dijo el obispo que estaba a su lado, observando desde el vidrio cómo Levi se arrancaba el cabello mientras gritaba de dolor—. Si lo mejor es borrar su memoria, hazlo.
—¿Es lo mejor para él?
—Es lo mejor para todos.
Y, ¿quién eran "todos"? ¿Por qué era conveniente para ellos?
Realmente, Hanji no estaba muy segura de sí era lo correcto, pero ella no podía dejarlo morir, porque se había encariñado con Levi.
—Puedo verlo en sus ojos, será un buen exorcista como tú, Zoe.
¿Ella era buena? ¿En verdad lo era?
—Recuerda que nosotros existimos solo con un propósito y esa es la venganza. Ojo por ojo, diente por diente. De esa forma acabaremos con los demonios.
La venganza, la luz clara a todos sus malos recuerdos, a todas las pesadillas que la acompañaban en sus sueños. Era cierto, ella estaba allí por eso.
Por lo que no dudó. Sujetando el frasco de pastillas con fuerza, llegó a una sola conclusión.
Había que eliminarlo todo.
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Cuando Levi volvió a despertar de su sueño profundo, ella ya estaba allí, sentada a un lado de él y sujetando su mano firmemente.
—¿Dónde estoy? —preguntó el, con su voz ronca por cuanto había gritado antes de que Hanji pudiera meterle las pastillas por la garganta.
—Estás en la base para exorcistas. Bienvenido, Levi.
El joven la miró, tratando de encontrar algo que él parecía ya haber dado por perdido. Hanji tragó saliva, esperando que él no pudiera recordar nada. Sino ella se había equivocado, de nuevo.
—¿Qué pasó? —Levi se levantó poco a poco, sentándose en la cama, mirando de un lado a otro—. Yo solo… recuerdo que mamá me dijo que huyera y…
Levi se calló, su boca quedó abierta y miraba sus manos con curiosidad. Hanji mordió su labio, tratando de contener la sonrisa que amenazaba con salir y estropearlo todo.
—¿Cuántos años tienes, Levi?
—Sé que tengo diecisiete, pero no recuerdo… no tengo memorias de… ¿qué carajo? —Las manos de Levi temblaban y Hanji actuó antes de que entrara en pánico.
—Mira, nosotros te encontramos con un golpe en la cabeza, eso a veces es motivo de pérdida de memoria temporal. Estabas sangrando, así que no me sorprendería en que tardes en recordar algunas cosas.
Visiblemente, Levi se tranquilizó, masajeando su frente. Al parecer comenzaba a tener un dolor de cabeza.
—Dime, ¿por qué estoy aquí?
Hanji tomó aire, preparándose para lo que venía. Si Levi recordaba algo en cuanto lo dijera, entonces el chico sería un caso perdido.
—Levi, eres el único sobreviviente de Shinganshina. Fue atacada por demonios y asesinaron a todos. No sé la razón, pero tú corriste hacia un bosque para refugiarte. Seguramente te tropezaste y caíste, golpeándote en la cabeza.
Pasó un minuto de silencio. Levi estaba procesándolo todo, Hanji lo sabía. Y solo esperaba que no recordara nada.
Nerviosa, tragó saliva, pidiéndole a Dios que todo estuviera en blanco para Levi.
—¿Así fue cómo llegué aquí?
Hanji sonrió aliviada. Al parecer las pastillas habían funcionado perfectamente, ahora solo quedaba garantizar que las siguiese tomando.
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Zoe se miró en el espejo, su traje de exorcista la recibió, recordándole cuál era su tarea en el mundo. A su lado, Petra sonreía, hablando con Nanaba, quien acomodaba la cola del vestido blanco.
Hanji, en cambio, se encargaba del velo de novia, dejándolo deslizarse por los hombros de Ral en silencio. Cuando volvió a mirar el espejo, los ojos de Asmodeo estaban a un lado suyo, mirándola de forma inexpresiva y la científica se preguntó qué tanto podía ver en sus ojos humanos.
Si el príncipe pudo ver todos los recuerdos que pasaron por su mente en ese instante…
Era imposible, ¿cierto?
Asmodeo le sonrió, como cómplice de algún secreto y luego volteó hacia Petra, acomodando una rosa blanca en el cabello de la novia, haciendo que combinara con su vestido.
—Te ves muy bella, Petra.
La exorcista sonrió, sus mejillas se ruborizaron y parecía la mujer más feliz del mundo, cosa que Asmodeo notó enseguida. El halago de un demonio siempre era reconfortante, aún si fuera de un ser como él.
—Gracias, Asmodeo. La rosa es muy bonita también.
—Bueno, fue hecha por mí mismo, así que quizás se haga cenizas en cuanto entres a la capilla.
Petra rio y Asmodeo se quejó de lo injusto que era, casi pidiendo que la boda fuera en el patio de la base. Ella se negó entre risa y risa, contagiando a Nanaba.
Hanji sonrió, dejándose llevar solo por esa vez. Después de todo, ella no quería ser la responsable de arruinar un hermoso día como este lo era.
Luego se encargaría del demonio.
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—Puede besar a la novia.
Todo el mundo rompió en aplausos.
Auruo besó a Petra y se escucharon varios silbidos de exorcistas, emocionados por la unión de sus compañeros.
Hanji lloraba, derramando lágrimas como loca mientras se sonaba la nariz escandalosamente. En cambio, Levi solo sonreía un poco, uniéndose a los aplausos.
—¡Qué vivan los novios! —gritaron Erd y Gunter, lanzando pétalos de rosas por todas partes.
Asmodeo aplaudía también, abrazando el cojín con el que antes sostenía los anillos en su forma infantil.
Los demás invitados hicieron un escándalo, contagiando la alegría y emoción de una pareja recién casada.
Cuando los casados dejaron de besarse, Petra sonrió. Sus mejillas estaban rojísimas y el brillo en sus ojos, deslumbrante. Auruo, en cambio, se veía muy apenado, avergonzado de ser el centro de atención.
El futuro del escuadrón derrochaba alegría y luz.
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Aburrido, pasó de hoja en hoja sin encontrar mucho. Era el libro número doscientos treinta y nueve que leía y seguía sin hallar algo importante que le ayudara con su investigación.
La biblioteca de los exorcistas no era tan basta como había creído, solo habían varias Biblias que se habían modificado a través de los años. Datos históricos no había muchos y eso era lo que él necesitaba.
Flotó hacia los estantes, llegando hasta el más alto donde el librero y el techo se encontraban. Encontró un libro grueso y algo empolvado, quizás era ese.
Sin embargo, en cuanto leyó las primeras tres hojas supo que no era el que buscaba. Iba a regresarlo a su lugar, pero se percató de cómo un pequeño libro se escondía detrás de todos los demás.
Apurado, lanzó los libros que le estorbaban al suelo, sin dejarlos caer para que quedaran flotando. Ya con espacio libre, pudo sacar el pequeño libro. Olía a humedad y años de antigüedad.
Asmodeo lo abrió y las hojas doradas le hicieron sonreír.
Era ese, en definitiva, y alguien había querido esconderlo, pero hubiera sido mejor idea quemarlo o destrozarlo. Aunque tal vez no era ese el propósito exacto de la persona que lo hizo, sino más bien, mantenerlo alejado de manos curiosas y dejarlo allí solo por si en algún momento era verdaderamente necesario.
Como ahora.
Apenas escuchó cómo alguien entraba, hizo desaparecer el libro con un chasquido de dedos. Agarró uno de los que flotaban y se acostó en el aire, fingiendo que lo leía, mientras acomodaba los demás.
—¿Qué rayos haces en la biblioteca?
—Hago crecer mi saber. Deberías intentarlo, Levi, te hará bien.
El exorcista bufó, sentándose cerca de las mesas para después mirar hacia arriba. El demonio se mecía en el aire, sin mirar al azabache.
—Pensé que querrías estar disfrutando de la fiesta.
—¿Fiesta de exorcistas? Para nada. Ustedes son muy buenos para tener una fiesta de verdad.
—¿Y en qué consiste una fiesta de verdad, según tú?
Asmodeo dejó el libro e hizo que se acomodaran en el lugar donde antes estaban. Lentamente descendió para terminar con los pies en el suelo, mirando a Levi con una sonrisa traviesa.
—Básicamente en alcohol, música y prostitutas.
El exorcista hizo una mueca de asco, haciendo reír al demonio que ya lo había visto venir.
—Tenemos música —dijo Levi de repente, sonando algo insistente.
—Música demasiado tranquila, la escucharía para ir a dormir.
—Realmente eres quisquilloso —se quejó el exorcista.
—No, lo que pasa es que ustedes son muy aburridos —le respondió el demonio, volviendo a flotar levemente. Levi se le quedó viendo, torciendo los labios.
—¿Vuelas a placer o es debido a algo?
Oh, era una buena pregunta.
—A placer, ¿quieres hacerlo?
Sinceramente a Asmodeo se le hacía algo de lo más normal, pero tal vez Levi lo veía como algo asombroso, así que, ¿por qué no cumplirle un deseo?
—¿Puedo?
—Puedo hacer que lo hagas —explicó el demonio, volviendo a tocar el suelo con sus zapatos formales, parte del traje que se puso para la boda. Se acercó al sargento y extendió su mano, las largas mangas de la camisa blanca casi cubriendo por completo su mano morena—. Toma mi mano, así te sentirás más seguro.
Levi lo miró desconfiado.
—O al menos eso creo —agregó al recordar que el exorcista no era la persona más confianzuda del planeta.
El sargento agarró su mano en silencio, como apenado de sus acciones, y el príncipe tomó eso como una indicación para seguir. Ambos empezaron a dejar de tocar el piso y Levi no decía nada, solo que en un momento se tambaleó y se agarró del otro brazo de Asmodeo, quien le sonrió en respuesta.
Se alejaron poco a poco del suelo, hasta casi tocar el techo. Levi se negaba a ver hacia abajo, temiendo que el demonio lo soltara. Sin embargo, Asmodeo lo tenía muy bien agarrado y si se caía, el príncipe lo detendría en el aire.
Sonriendo maliciosamente, lo soltó y Levi gritó de inmediato, cerrando los ojos, pero nada pasó. Seguía allí en el aire y el demonio lo miraba divertido, riendo sin parar mientras cubría su estómago.
—¡Eres gracioso!
—¡Asmodeo, joder! ¡Pude haber muerto!
—No lo harás, créeme —le dijo, sin detener su risa.
—Eso no me alivia mucho, ¿sabes?
Asmodeo se acercó a él, Levi seguía acostado boca abajo, pero sin mirar el suelo.
El príncipe tomó su rostro con ambas manos y acercó sus caras. Su nariz morena tocó la pálida de Levi y por un largo momento, el exorcista se perdió en los ojos dorados brillantes de Asmodeo.
Eran preciosos.
El príncipe del inframundo le sonreía, pero esta vez, su sonrisa era honesta y sus dientes blancos resplandecían, contrastando con la felicidad que desbordaban sus ojos.
Levi entonces sonrió también, causando que las mejillas del demonio se colorearan de rojo, escondiendo sus pecas naturales. Se sentía bien, estar así, tan cerca y sin decir nada.
Olvidando sus problemas y los del mundo exterior.
Le agradaba, quería seguir así y sentirse más cercano a Asmodeo.
Como si el demonio sintiera lo mismo, amplió su sonrisa y se acercó aún más, alzando su rostro para besar la frente de Levi.
El exorcista borró su sonrisa y se quedó mudo, sintiendo el calor alojarse en sus mejillas. Se sentía molesto e inquieto, pero de una forma agradable.
Queriendo más.
No se dio cuenta, pero ya habían aterrizado y Asmodeo lo había soltado. Sin embargo, no dejaba de mirarlo, aprehensivo, queriendo que el exorcista fuera el primero en romper el silencio.
Nunca se había sentido tan presionado en su vida. Por lo que aclaró su garganta, tratando de deshacerse del sonrojo que empezaba a pintar por completo su rostro.
—Quizás no te agrade la fiesta, pero a Petra le gustaría verte allí.
Asmodeo no se vio muy feliz, había querido que Levi dijera otra cosa, algo que tuviera que ver con ambos.
Aunque el sargento había decidido ignorarlo, pero no del todo.
—Tienes razón, debería ir —habló, tratando de caminar velozmente hacia la salida. Sin embargo, Levi le tomó de la mano y se colocó frente a él.
—Entonces, vamos.
Más que confundido, estaba sorprendido y el demonio tuvo que suprimir todas las emociones que hicieron latir su oscuro corazón.
Así que eso era lo que anhelaba esa parte de él.
Era fascinante.
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—¿Levi? ¡Levi!
Parpadeó; Hanji le había estado llamando desde hace un rato, pero él se había perdido en sus pensamientos y la científica se veía preocupada.
Miró una vez más la copa de vino en su mano y suspiró, recordando los labios de Asmodeo sobre su frente y cómo su cuerpo se relajó en respuesta. Eso debió haber activado todas sus alertas, pero hizo todo lo contrario y eso no le gustó para nada.
Además, había guiado al demonio hasta la fiesta tomando su mano sin decir nada, en un silencio demasiado incómodo. Obviamente, en cuanto llegaron lo soltó, porque no quería arriesgarse a que alguien los viera.
—¿Levi suspirando? —Ah, era cierto, Zoe estaba con él. Su amiga le veía con una sonrisa traviesa—. ¿En quién estás pensando?
Sin quererlo, sus cachetes se pusieron rojos de nuevo.
—¡En nadie! —se apresuró a contestar y con eso se delató a sí mismo. Nervioso, miró a todos lados, varios voltearon a ver la fuente de tal grito, pero al ver que era el sargento se hicieron los desentendidos de inmediato.
En cambio, Levi detuvo sus ojos en Asmodeo. Estaba charlando con Petra y el demonio lucía acorralado y algo avergonzado, mientras que la exorcista le sonreía y hablaba con algo que parecía cariño.
El príncipe devolvió la mirada a Levi y antes de siquiera pensar en hablarse, ambos se ignoraron.
—Debo admitirlo, nunca habías mentido de tan mala manera —continuó Hanji, con una sonrisa de oreja a oreja que al sargento le ponía los pelos de punta—. Dime, ¿quién es esta exorcista?
—No hay nadie, eso es todo.
—Vamos, no seas así, debe haber alguien —insistió la científica, acercándose a Levi con esa sonrisita malévola.
—Cuatro ojos, ¿de qué estábamos hablando?
Hanji se detuvo, sabiendo que el uso de su sobrenombre lo ponía todo serio, así que dejó de insistir e hizo un gesto de rendimiento. Dejó caer sus hombros y su sonrisa se curvó hacia abajo.
—Últimamente no has ido a pedirme pastillas y según mis cálculos ya se te deben estar acabando.
Oh, la medicina, por supuesto. ¿Cómo decirlo? Ahora en verdad no confiaba del todo en su mejor amiga y eso era perturbador de alguna forma, pero al mismo tiempo sabía que estaba haciendo lo correcto.
¿Era correcto seguir los consejos de un demonio? No estaba seguro, pero no perdía nada con intentarlo.
—Aún estoy bien, he podido reducir la cantidad que tomo sin sentirme mal.
Zoe lo miró de arriba a abajo antes de abrir la boca. ¿Le había creído su mentira?
—Ya veo, me alegra, tantas pastillas en tu sistema no era nada saludable. Solo que si no llegan a surtir el mismo efecto, por favor, toma la cantidad necesaria.
Con esa respuesta, relajó sus hombros lentamente, tratando de que Hanji no se diera cuenta.
—Claro, lo haré.
—Necesitamos que te sientas bien para la misión en el exterior.
Lo había olvidado, con tantas cosas en su cabeza. La exploración para encontrar la puerta, resolver todos sus problemas y tragedias. El propósito de la misión era tan grande que no se comparaba a la captura de Belcebú.
—Lo entiendo, no te preocupes, me cuidaré perfectamente.
Hanji sonrió, tratando de hacer sentir menos presionado a Levi, pero era en vano.
Ser el sargento conllevaba muchas responsabilidades.
Y ella le quitaría una.
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Rio, viendo cómo el pobre pequeño cachorro se tropezaba con sus propias patas. El negro animal sollozó, cerrando sus ojos y cubriendo el rojo escarlata de sus pupilas.
Al verlo tan desganado, decidió dejar de reír, sentándose en el suelo y extendiendo sus brazos hacia él, esperando que la viera e intentara hacerlo de nuevo.
—Vamos, sé que puedes lograrlo.
El cachorro abrió sus intimidantes ojos y se le quedó viendo a la joven que lo animaba. Dudoso, se levantó de nuevo con sus patas temblorosas y caminó lentamente hacia la voz dulce que lo llamaba.
Con pasos titubeantes, se acercó finalmente a la chica, siendo envuelto por los brazos de esta. El cachorro animado se lanzó contra su cara para comenzar a lamerla, haciendo que ella se fuera inclinando hacia atrás hasta caer al suelo.
Ella reía y reía de nuevo, animando al perro a seguir lamiéndola. Era incómodo estar tirada sobre el césped, pero era tierno ver al cachorro todo animado.
—A ti realmente te gustan los demonios.
El perro dejó de lamerla y se escondió en sus brazos, intimidado. Christa, en cambio, alzó la mirada, encontrando a alguien parada detrás de ella.
—¡Ymir! —exclamó, ampliando su sonrisa y sentándose en el césped, el cachorro aún escondido—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a verte —respondió Leviatán, sentándose ella también—. Tengo tiempo libre y decidí venir.
—Ya veo, ¿cómo va todo?
Ymir inclinó la cabeza a un lado, confundida.
—¿Eso es algo que se le pregunte a un demonio?
—Solo quiero saber cómo estás, que has hecho y si todo está realmente bien.
—Christa, lo sientes, ¿verdad?
La chica rubia apretó sus labios, bajando su cabeza y empezando a acariciar al perro.
—Sí, puedo sentirlo.
—Vine porque tal vez no pueda verte en un largo tiempo. —Era pesado, el solo pensar en no ver a Christa en un rato.
Y al parecer ella pensaba igual.
—¿Qué va a pasar?
—En realidad, no lo sé —admitió, recordando cómo todo se había vuelto tenso en el inframundo. Cómo sus hermanos temblaban de anticipación—. Pero lo importante es que ya me aseguré de tu protección.
—¡No quiero que nadie más me proteja! —El cachorro salió corriendo, aún con tropiezos se apartó de Christa, asustado de su repentino carácter—. ¡Contigo es más que suficiente!
—Sabes que no podré protegerte en todo momento.
—¡Pero lo hiciste antes!
Lo recordaba. Cómo conoció a Christa; estaba herida, al borde de la muerte porque a Belcebú se le había antojado jugarle una broma que casi la mataba. Lo único que pudo hacer en aquel instante fue desaparecer y se encontró a sí misma en un enorme jardín, sangrando, respirando con dificultad.
Antes de caer en la inconsciencia vio unos hermosos ojos azules mirarle con preocupación. Cuando despertó era atendida como si fuera una humana, solo que había una pequeña diferencia. Una chica rubia tenía sus manos extendidas sobre el vientre de la demonio, dedos dejando salir una extraña aura púrpura que cerraba sus heridas.
Leviatán no sabía qué era eso y si estaba realmente bien dejar que alguien como Christa existiera. Sin embargo, una leve emoción, un pequeño sentimiento nostálgico le hizo detener la mano que iba a destrozar la cabeza de la joven.
Ella de alguna forma se parecía a su joven ama.
Qué raro cambio en la trama. La perturbaba.
Christa vivía con los Reiss, una familia noble. Ymir pronto se enteró de su nombre verdadero y ambas charlaron sin fin, conociéndose una a la otra. Y algo decidió hacer latir su corazón.
Desafortunadamente, al curarse sus heridas, decidió partir y volver al inframundo, no sin tener una discusión con Belcebú.
Para su sorpresa, cuando volvió, Belcebú había sido asesinada por Asmodeo, quien había huido sin haber sido encontrado, o al menos hasta el momento en que decidió asesinar al demonio de la gula.
Poco después se enteró del demonio que acechaba dentro de las murallas y de su paradero. En cuanto lo supo, corrió a ayudar a Christa y la salvó del trágico acontecimiento en donde toda su familia murió.
Ninguno de sus hermanos supo que había salvado a una humana y era mejor que nunca lo supieran. Por ello ni siquiera se lo dijo a Asmodeo, en quien había creído que sería bueno confiar, sin recordar los errores que ella había cometido.
Qué tonta había sido.
Pero ya no había vuelta atrás.
—Eso fue un golpe de suerte. Además, esta persona está dentro de las murallas, estará cerca de ti y eso es aún mejor.
—¿Confías en esa persona?
—De alguna forma.
—¿Por qué deseas tanto protegerme?
Ymir sonrió, tomando las manos de Christa entre las suyas.
—Creía que ya lo sabías. —La joven se sonrojó, entendiendo el mensaje de inmediato—. Quiero que estés a salvo, eres la única que comprende bien a los demonios y eso me tranquiliza.
Christa soltó una de las manos de Leviatán, optando por usarla para acariciar el rostro de la princesa del inframundo. Mirándole con sus ojos cristalinos y bellos como el cielo.
—Debes llegar a donde perteneces, tienes que convertirte en reina.
Era necesario que alguien que entendiera a los demonios tomara las riendas del juego. Sería maravilloso, tal vez vivirían en armonía, los demonios que lo quisieran, obviamente.
—Tienes que llegar al trono y reinar con sabiduría, Historia Reiss.
Debía pasar y contaba con Asmodeo para ello.
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Era oscuro y frío, pero muy acogedor para ella y sus hermanos.
Belphegor pensaba en lo peculiar que era solo ver tres de ellos en esos momentos. Leviatán había desaparecido sin decir nada, pero no importaba, ya se enteraría, porque había mandado un demonio a vigilarla.
Mammon jugaba ajedrez con Amon y cada vez que Amon perdía, este rompía el tablero y retaba a Mammon a una pelea, en la cual ninguno de los dos lograba asesinar al otro.
Se querían demasiado para su propio bien.
Si Lucifer estuviera allí en ese momento, detendría sus jugarretas y quizás los asesinaría, aunque dudaba que hiciera algo como eso en la actual posición de línea del tiempo.
Lo sentía, en cada uno de sus huesos, en el constante latir de su corazón y en el temblor de sus manos a cada segundo. Estaba pronto, algo grande, y lo sabía porque Lucifer se había encerrado sin decir palabra alguna.
Lo más probable era que se estuviera preparando, estaba juntando fuerzas para lo que venía y Belphegor se sentía abrumada pero a la vez ansiosa.
Estaba lista, ya quería pelear y sobre todo, matar a Asmodeo.
Deseaba su sangre esparcida por todas partes, sus gritos de dolor y su llanto. Quería verlo doblegarse ante ella y suplicar que le dejara vivir.
Sería deleitante.
Pero primero, se encargaría de ese exorcista. Pues le encantaba empezar con tortura emocional antes de ir a la física. Sus pequeños secuaces habían sido buenos en reunir información antes de sus inevitables muertes.
Ya no podía, ya no quería esperar más.
Necesitaba comenzar con la diversión.
—Amon, Mammon, dejen de jugar, necesito que llamen a sus sirvientes.
Reiner, Amon, apretó sus puños, furioso de ser ordenado por Annie.
—¿Para qué los quieres? —cuestionó Mammon, Berthold, manteniendo su rostro sereno.
—Tengo un divertido juego en mente.
Y necesitaba la ayuda de sus hermanos para llevarlo a cabo.
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Apenas pudo huir de Petra, salió del gran salón. Necesitaba leer con urgencia el libro que había encontrado y mandado al cuarto de Levi. Si estaba bien, ese libro tenía la respuesta a su más grande duda y con ella una excelente forma de solucionarlo todo.
Pero bueno, no contaba con ayuda extra.
Hanji también estaba afuera, apoyada en una pared, luciendo como si esperara a alguien. Y tal vez, por cómo miraba al demonio, lo había esperado a él.
Eso sí que era inusual.
—¿Me esperabas?
Zoe frunció las cejas, torciendo sus labios al instante, mostrando su desprecio a la voz poco amistosa del príncipe. Desde la llegada de Asmodeo, ambos se habían dado cuenta de lo diferente que eran sus formas de pensar.
Pero habían evitado el tema para no empeorarlo todo. Además, la científica odiaba admitirlo, pero los exorcistas realmente necesitaban la ayuda de ese demonio.
—Sé que lo sabes, sobre las pastillas de Levi.
La mítica medicina del buen sargento, pensó el demonio con una sonrisa en el rostro.
—Hablé con Moblit sobre ello y no tenía ni idea de lo que le decía. Luego me dijo que ese día te vio saliendo de mi oficina, después de verse a sí mismo. —Quizás debió haberle borrado la memoria a ese secretario, aunque eso lo hubiera hecho más sospechoso—. Eres Asmodeo, el demonio que puede tomar cualquier forma, así que no dudé de sus palabras.
—Tengo talento para disfrazarme, no lo negaré.
Eso pareció hacer enojar aún más a Hanji.
—¿No se lo has dicho?
—No es mi trabajo entrometerme, solo me gusta estar bien informado. —Porque le gustaba tener a sus enemigos en la palma de su mano, pero eso no iba a decírselo—. No te preocupes, tu amigo no sabe de tus mentiras o traición que, según tú, es para su propio bien.
Vaya, había pulsado un botón. Porque Zoe apretaba los puños y casi parecía querer despedazarlo en ese pasillo. Fue por un segundo, pero sintió sus instintos asesinos, eso hasta que ella misma se recompuso.
—De acuerdo, me alegra que no lo sepa.
—Sí, sí, ahora, tengo cosas que hacer y me gustaría…
—Recordé algo.
Asmodeo detuvo su andar. ¿Ahora qué? Necesitaba poner sus manos en ese maldito libro.
—Aún no has ido a orar, ¿cierto?
¿Qué? ¿Era una jodida broma?
Acababa de recuperarse de una gran pérdida de energía. ¿Acaso ella quería que se agotara de nuevo?
No le sorprendía.
—Tienes razón, no lo he hecho.
Carajo, el ambiente, sabía que algo estaba mal. No podía señalarlo porque en realidad podría estar equivocado. Y no podía gritar por ayuda porque nadie vendría a rescatarlo.
—Te acompaño, igual no tengo nada que hacer.
Hanji caminó a su lado y empezó a guiar el camino hacia la capilla. Asmodeo no quería ir con ella, pero, ¿tenía opción?
Algo está mal, pensó, una y otra vez.
Antes de desaparecer por el pasillo, miro hacia atrás, esperando que Levi se diera cuenta de su ausencia y viniera a buscarlo como siempre lo hacía.
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Hubo un breve momento en donde sintió una leve molestia. Luego se percató de la ausencia de Asmodeo y Hanji. No supo por qué, pero tenía un mal presentimiento, así que decidió buscar al demonio en el salón, pensando en dónde podría estar.
—¿Buscas a alguien?
Pixis apareció, con una sonrisa afable en su rostro, mostrando los años que se cargaba encima.
—Asmodeo hace un instante estaba por aquí y ahora no puedo verlo.
—Debe estar por allí. De todas formas, deseaba charlar contigo, ¿me acompañarías? —El comandante guio el camino, saliendo del salón, no sin antes despedirse de Petra—. En dos días tendremos una peligrosa misión, así que quería asegurarme de un par de cosas. ¿Estás listo?
Era fácil contestar que sí y mentir. Pero no era tonto, sabía lo que venía y lo que posiblemente pasaría. De seguro habría una gran baja de exorcistas, eso, sin mencionar lo peor.
Probablemente sería una horrible experiencia para muchos.
—Al igual que los demás, no estoy listo. Sin embargo, es algo que debe hacerse.
Pixis volvió a sonreír, asintiendo en silencio.
—Exacto, esta misión requiere de nuestra total concentración, no podemos arriesgarnos a echar perder esta oportunidad.
El camino que tomaban, ¿era hacia la capilla?
La forma en que el comandante lo guiaba casualmente hasta allí le hacía sospechar que era una especie de trampa. No le gustaba la sensación, pero se sentía obligado a seguir.
Aun si no quería.
—Debemos cerrar la puerta del infierno.
—Me alegra que no olvides el objetivo de todo esto —dijo, deteniendo sus pasos. Justo en frente de la capilla se detuvo—. Pero también me gustaría que no olvidaras quién es el enemigo.
Pixis abrió las puertas sin cuidado alguno, entrando y obligando a Levi a seguirle. El sargento no comprendía bien lo que pasaba, pero no tardó mucho en hacerlo.
Primero, no habían bancas en la capilla, parecían haber desaparecido. Muchos exorcistas estaban parados formando un círculo y unas extrañas cadenas colgaban desde arriba, sujetando algo.
Y ese algo era Asmodeo.
En medio del círculo, el príncipe era sujetado de muñecas y tobillos por cadenas. Sus ropas elegantes que usó para la boda estaban echas trizas, rasgadas por todas partes, al igual que varias partes de su cuerpo. Pronto ubicó al exorcista que traía en sus manos un látigo con extremos de metal que escurrían gotas de sangre.
Respiró con dificultad, viendo también las quemaduras en la piel morena de Asmodeo, producto del agua bendita que Hanji sostenía. Ella no se miraba perturbada, sino complacida y eso lo hizo estremecerse.
El demonio tenía la cabeza baja, su boca abierta, escupiendo sangre de un rojo tan vívido, de un color tan humano que hizo que Levi quisiera ayudarlo. Un quejido se quedó atorado en su garganta, contagiado por el dolor que el príncipe debía sentir en esos momentos de tortura infinita.
Su pie se movió por sí solo, dando un paso hacia el frente. Pero recordó algo muy importante.
Esta era la trampa y más que una trampa, era una prueba. Estaba siendo observado por todos los exorcistas y por Pixis; después de todo, podía sentir su mirada sobre él. Examinándolo y esperando a que cometiera el más mínimo error. Uno que ya había hecho.
Lentamente, Asmodeo levantó su cabeza. De seguro sentía la presencia del sargento y por ello se forzaba a mover su cuerpo. Cuando sus ojos dorados, apagados por el dolor, se conectaron con los de Levi, el príncipe negó con la cabeza, en un intento desesperado por alejar al exorcista de él.
Y lo peor de todo era que Levi pudo sentir su desesperación por echarlo de ese lugar.
Por el bien de ambos, el sargento tragó saliva, moviendo su otra pierna para quedar firmemente de pie. Giró hacia Pixis, deshaciéndose de cualquier emoción que quedara presente en él. Aflojando los músculos de su rostro para no reflejar el miedo que ahora sentía por sus compañeros exorcistas.
Lo recibió la mirada fija de Pixis, seria y agria, quizás estaba algo decepcionado de él. Sin embargo, el sargento planeaba enmendarlo.
—¿Esto es lo que querías mostrarme? —cuestionó con desprecio en su voz, intentando no hacer notar el leve temblor en sus manos.
—Quería que recordaras que Asmodeo es un simple demonio a nuestro servicio. —Ah, sí, era cierto, y el príncipe había dicho justamente lo mismo unos días atrás, cuando se sentaron en el balcón del castillo. El cuartel como silencioso testigo de su charla—. No es un amigo, solo es algo que necesitamos para vencer a un enemigo feroz. Velo como una herramienta útil.
Qué asqueroso, la forma en que pensaba su comandante. ¿Por qué no se dio cuenta? Era obvio, todo ese tiempo Pixis y Hanji habían visto a Asmodeo con esos ojos.
Levi, por otra parte, cambió su perspectiva del demonio y se perdió en el camino. ¿Cuándo pasó eso? ¿Cuándo empezó a confiar en el príncipe?
¿Cuándo… comenzó a sentir algo por él?
En realidad, había sido muy estúpido, pero no pudo evitarlo. Asmodeo era tan humano que algunas veces Levi no sabía qué hacer con todas las cosas que los gestos del demonio decían de este mismo.
Además, el príncipe le sabía a melancolía, a una etapa de su vida que había creído perdida. A un recuerdo borroso en su memoria que últimamente se había estado aclarando debido a la falta de pastillas.
Cosa que había dejado de tomar por un consejo del demonio. ¿Y cómo rayos pudo confiar en él?
Hanji era más confiable, entonces, ¿por qué decidió desconfiar de ella? ¿Por qué prefirió a Asmodeo?
Su cabeza estaba llena de tantas dudas que no respondió, solo se quedó allí, congelado y perdido en el vacío de sus pocas memorias.
—Levi, no dejes que él te manipule.
¿Desde cuándo Asmodeo había comenzado a cambiar su forma de pensar?
Era escalofriante darse cuenta de que, en efecto, el demonio lo había utilizado a su antojo e inclusive intentó ponerlo en contra de sus compañeros y amigos.
El asqueroso no era Pixis ni Hanji, era él. Levi Ackerman, que se había dejado engañar por el enemigo atroz de los exorcistas.
—Nunca pensé en él como un amigo. —No, no quería mirar a Asmodeo mientras lo decía, porque eso solo lo confundiría aún más—. No hay necesidad de esta lección, porque nunca he perdido de vista nuestro objetivo.
—¿Y ese cuál es, sargento?
—Eliminar a todos los demonios, sin importar el costo, sacrificando nuestros corazones por la gente dentro de las murallas.
Ese era su deber y Pixis lo afirmó, satisfecho con su respuesta.
Ese era su deber y debía recordarlo una vez más, porque al parecer Asmodeo le había hecho olvidar ese punto tan importante.
Tal vez este capítulo los llegó a confundir demasiado, solo espero que hayan podido disfrutarlo a pesar de sus enredaderas.
Todo parece ir de mal en peor, ¿verdad?
Parece que finalmente Dunkel está alcanzando su punto serio, por lo que no sé si estar feliz o triste de llegar hasta aquí, es un gran avance.
Como siempre, intentaré actualizar lo más pronto posible, gracias por leer.
