Disclaimer: los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Outtake

Edward

― ¿Cómo pudo descubrir qué era yo quien estaba detrás de todo?

Jasper alzó sus cejas haciéndose el desentendido. Tomó unos documentos en sus manos y comenzó a leerlos sin poner la mínima atención en mis palabras.

― ¡Maldita sea! ―pegué un golpe al escritorio― dime algo.

Lanzó de mala gana cada papel y se cruzó de brazos, volviendo a hacer esa cara de me importa un carajo.

― Quiere verme. Dijo que cuando llegara a la ciudad me dejaría saber ―anduve hasta el ventanal, cerré mis ojos antes de recargar mi frente en el cristal.

― Cuando decidiste costear la Universidad, ¿pediste que fuese de forma anónima?

Me volví a él. En mi expresión obtuvo una respuesta.

― Eres un idiota, Edward.

― Cómo iba a saber qué intentaría averiguar más. Solo dije que sería su benefactor. Mas, nunca pedí anonimato.

― Supongo que no fue suficiente con cubrir el costo de la carrera. Era obvio que le causaría curiosidad saber quién estaba detrás. Te lo dije, eres un idiota, no hay duda.

Llevé una mano a mi pelo, tirando lo suficiente fuerte para sentir dolor. Necesitaba distraer mi mente de tanto problema.

― No quiero decirte. Pero te lo dije, Edward. Desde un principio te advertí que tu idea de ser un buen samaritano no iba a funcionar. Es obvio que dejaste cabos sueltos y Kate te descubrió, a mí lo que realmente me preocupa es que se entere Bella. Ella no te lo va a perdonar tan fácilmente.

― Isabella está en California y no regresa hasta dentro de tres días. No tiene porque enterarse de nada ―lo encaré― a menos... que tú se lo digas.

― ¿¡Sigue en California?! Está allá desde hace semanas, ¿por qué?

Exhale ruidosamente recargando mi peso en la mesa del escritorio.

― Se complicaron un poco las cosas con unos inversionistas y ella decidió arreglar el problema en persona.

― ¿Quién cuida de la niña?

― En verdad, todos ayudamos ―encogí mis hombros―. Carlie tiene dos años es muy curiosa y traviesa. Isabella dice que es mejor que vaya a una guardería, así Sue podrá descansar de andar correteando todo el día a una pequeña inquieta. Seth y Bree hacen lo mejor que ellos pueden para cuidar de su sobrina, solo que a veces las tareas escolares no les permiten ayudar lo suficiente. Y yo me encargo de ella cuando llego a casa. Es complicado no tener a mi esposa todo el tiempo.

Mi mueca de disgusto no pasó desapercibida para Jasper, lo supe porque no dejaba de estudiar mi cara.

― Habla con Bella, hazle partícipe de todo lo que te molesta. Dile la verdad, que no soportas que viaje todo el tiempo. Eso haría yo en tu lugar.

Negué.

― He intentado hacérselo ver desde hace más de un año. Desde que sus viajes se hicieron constantes y comenzó a dejar a Carlie bajo el cuidado de Sue, incluso, su misma nana se lo ha dicho, sin embargo parece que Isabella está empeñada en ser igual a su padre.

― Parece que entre ustedes las cosas no van muy bien. Por qué no habías dicho nada, somos amigos, ¿no?

Lo miré fijamente, asintiendo.

― No puedo llegar a tu casa con mis problemas cuando tú tienes que cuidar de unas recién nacidas. No creo que a Tanya le haga gracia tener una pequeña traviesa rondando por todo el lugar mientras trata de dormir a sus bebés. Si no, mírate ―señalé su rostro ojeroso y cansado― estás a nada de parecer un zombi.

Jasper sonrió poniéndose de pie, palmeó mi espalda y recargo su mano en mi hombro dando un apretón que casi disloca mi hueso.

― En casa siempre serán bien recibidos. No importa la hora, si necesitas hablar, o quien cuide de la niña, o para cualquier cosa, no dudes en buscarnos a Tanya o, a mí. ―Me dio un fuerte abrazo, el mismo que correspondí en agradecimiento.

-0-

― ¡Papi! ―la suave voz de Carlie viniendo a mi encuentro fue un bálsamo para mis oídos. La atrapé en mis manos llenándola de besos, cargando su pequeño cuerpo a mi altura.

Sue apareció con rostro mortificado. Noté que su habitual delantal no estaba con ella.

― La cena está lista, Edward.

― Gracias, Sue ―le sonreí―, pero no tengo hambre, me quedaré a jugar un rato con la niña. ¿Vas a salir?

― Sí. Charlie ha vuelto a la ciudad y tengo que ver por él. Los muchachos no están en casa. Seth tuvo prácticas de baloncesto y Bree fue a hacer tarea con una compañera. ¿Podrás cuidar de Carlie, tú solo?

La observé ceñudo.

Ella suspiró.

― No dejes que vaya a la cocina. Hoy encontró dónde se guardan los caramelos y comió suficientes para no dormir en un par de días.

Carlie se recargó en mi hombro, haciéndose la inocente.

― Está bien. Yo me haré cargo. Puedes irte tranquila.

― Espero que los muchachos no tarden en llegar ―comentó con preocupación.

Agarré sus manos temblorosas y sus ojos oscuros surcados por arrugas me miraron con curiosidad. Era la primera vez que me atrevía a tocar a la mujer de cabello cano y rostro cansado.

― Gracias por todo, Sue. Por cuidarnos tanto. No sé qué hubiese sido de nosotros sin tu ayuda.

Sonrió con amabilidad y ternura.

― Iré rápido para volver y dormir a la niña. Sé que estás noches se ha puesto inquieta porque echa de menos a Bella.

― Yo también la echo de menos.

Fue su turno de tocar mis manos.

― Lo sé.

Se dio la media vuelta y a paso rápido para su edad, salió cuando escuchó el claxon del chofer de Swan que venía por ella.

Me senté en el sofá con mi hija en mi regazo comencé a leer su libro de cuentos. Después jugamos con sus muñecas y comimos un poco de fruta para volver a leer el mismo cuento otras diez veces más. A las dos horas Carlie frotó sus ojos y pidió un poco de leche tibia, empezó a beber de su vaso entrenador y se quedó dormida en su pequeño sillón. Fue mi turno de limpiar el desastre en la cocina y sala estar.

El timbre llamó mi atención porque era insistente.

― Kate ―pronuncie, me sorprendió su presencia bajo el umbral. Ella se hizo espacio dentro de mi casa y me encaró con su ojos llenos de furia.

― Decidiste pagar mi universidad para acallar a tu consciencia. O es una indemnización a todos los años que estuvimos juntos ―su voz era fuerte y llena de resentimiento―. Creíste que no me daría cuenta, ¿en serio? De verdad parezco estúpida, pero no lo soy.

― Estás entendiendo todo mal, Kate ―traté de modular mi tono, no tenía intención en despertar a mi hija―. Hablemos mañana en otro lugar.

― ¡No señor! Quiero hablar ahora, necesito aclarar todo. ¿Por qué? ―sus ojos se volvieron vidriosos― ¿por qué lo hiciste?, ¿con qué intención? Es humillante para mí, Edward. Me siento como una prostituta que después de sus servicios obtiene su pago.

Intente acercarme y ella me detuvo con sus palmas en alto.

― Es eso… me tienes lástima. ―Kate se sentó en el reposabrazos del sofá cubriendo su rostro, ella empezó a sollozar.

Miré a mi hija aún dormida y me volví a Kate.

― Mi intención era ayudarte.

― ¿Por qué no lo hablaste conmigo? ―se puso de pie y comenzó a golpear mi pecho―. ¿Por qué maldita sea no pediste mi opinión?, ¿por qué?

La sujeté de sus muñecas sacándola de encima, necesitaba que se tranquilizara.

― Yo te amé con toda mi vida y me hiciste a un lado como si no valiera nada. ¿Eres feliz, Edward? ¿Valió la pena cambiarme por ella? Porque yo te sigo queriendo cada maldito día.

― Nos estamos desviando del tema, Kate. Si me ofrecí a pagar el costo total de la universidad fue porque sé lo mucho que has deseado estudiar medicina. Tómalo como un acto de generosidad. Por favor, acepta.

― No estás entendiendo. Si acepto tu ayuda me haré ilusiones, las mismas que me he hecho desde que me enteré quién era el benefactor. Cuando miré tu nombre dejé volar mi imaginación y sin querer me emocioné pensando en una oportunidad para los dos.

― No fue mi intención ―me disculpe, haciendo esquivar su mirada―. Yo solo… quería ayudarte de buena manera, sin ningún otro interés que no fuese ayudarte a financiar tu carrera profesional. Acepta mi ayuda, Kate.

― Es que… ―dio un largo suspiro―; perdón por alterarme.

― Comprendo. Ten en cuenta que si te hubiese revelado mis planes, tu actitud fuese la misma. Y no debe ser así, por primera vez piensa en ti. La carrera está cubierta en su totalidad, Kate, ya no sé puede hacer nada que no sea aprovechar al máximo tu potencial. Puedes imaginar que te ganaste una beca si tú quieres.

Kate dio un vistazo a toda la estancia tomó una bocanada de aire y sus ojos coincidieron con el pequeño sillón donde Carlie estaba dormida hecha un ovillo. De pronto se dibujó una sonrisa en sus labios.

― Sigue estando preciosa tu hija ―comentó―, es idéntica a ti.

Sonreí, mirando a mi niña.

― Me voy. No quiero despertar a tu bebé. ―Kate dio media vuelta y anduvo hasta la entrada, caminaba con su rostro inclinado.

― No me respondiste, ¿aceptarás mi ayuda?

Se giró a mirarme.

― Déjame pensarlo. Necesito reflexionar sobre los pros y los contras, no es tan fácil, Edward.

Ella se marchó y al momento que la puerta se cerró Carlie empezó a llorar.

― Ven conmigo, princesa. ―la tomé en mis brazos y empecé a arrullar su pequeño cuerpo frotando su espalda.

No pasó mucho tiempo para que volviera a quedar profundamente dormida.

.

.

Una semana después mi esposa y yo pasábamos un sábado tranquilo en el jardín. Ella ayudaba a Carlie a deslizarse por la resbaladilla, mientras yo nadaba para sacar mi estrés.

― Mi amor... ―chilló Isabella― los mensajes en tu móvil están al día, deberías ver quién es, quizá sea algo urgente.

Seguí nadando. Mi intención era esperar a que la piel se arrugara de tanto estar bajo el agua. Miré en dirección al parque de juegos, mi hija reía alegremente porque su madre la seguía a todos lados haciéndole graciosas muecas. Las mejillas de Carlie estaban en un rojo intenso, su cabello cobrizo brillaba bajo los rayos del sol, era una maraña de graciosos rizos desordenados, levantó con sus manos el pequeño vestido color rosa y caminó de puntillas en busca de las tumbonas.

Estaba por subirse a una de ellas cuando el móvil en la mesilla llamó su atención; lo tomó y corrió presurosa hacia la piscina. Fueron escasos segundos cuando Isabella la atrapó en sus brazos evitando que mi hija cayera al agua.

Miré la angustia reflejada en mi mujer e intentó sonreír quitando el celular de las manos de Carlie a la vez que mi pequeña renegaba.

― ¿Qué es esto? ―escuché decir― ¿por qué Kate te está pidiendo verse?

Salí de inmediato del agua, alargue mi mano para quitarle mi móvil y ella no me permitió que me acercara.

― Isabella, no es lo que estás pensando.

― Ah, ¿no? Aquí ella te está diciendo que acepta tu propuesta, ¿qué propuesta? Qué ya lo pensó bien y que acepta porque quiere una casa hermosa igual a la tuya. ¿Qué significa esto, Edward? ¿Kate conoce nuestra casa?

― Hablemos bien, sin gritos ―pedí, cuando ella estaba gritando y Carlie se veía asustada.

Los ojos de Isabella estaban llenos de furia y para muestra fue mi celular cayendo al agua. Ella caminó por un lado mío y anduvo de prisa con mi hija puesta en su cadera.

Suspiré sin importar el maldito aparato y la seguí, aún cuando el agua escurría de mi cuerpo.

Al entrar, mi esposa subía corriendo las escalera mientras que Sue la observaba al pie de estas con la niña en brazos, me miró y solo pude negar para subir de dos en dos cada escalón.

― Isabella… ―ella miraba desde el balcón, dándome la espalda― no imagines cosas que no son. Te contaré toda la verdad, por favor, mírame.

Se mantuvo quieta, no se volvió a mí.

― Cuando llevamos a Carlie por primera vez a Forks tuve una conversación con Kate. Ella discutía con su padre en medio de la calle y…, yo me acerqué a ella. Fue apenas un cruce de palabras, desde ese entonces ideé alguna manera de ayudarle. Es decir, pague el monto total de la universidad. Pensé que nunca me descubriría, pero lo hizo y la semana pasada llegó aquí, exigiendo una respuesta. Le expliqué que mi única intención era que pudiese estudiar sin tener ningún inconveniente, por supuesto que ella se negó en un principio y parece que ahora decidió aceptar. Eso es todo.

― ¿Por qué no acudiste a los fondos universitarios que ofrece la corporación? Estás enterado que la empresa ofrece becas para los estudiantes sobresalientes, tú eres el mejor ejemplo de ello. ¿Por qué hacerlo a escondidas?

Me enfrentó. Sus brazos se mantenían a sus costados y sus manos se habían vuelto puños, su nariz estaba enrojecida, mientras sus ojos se fueron volviendo llorosos. Pero su voz seguía siendo firme y fuerte en todo momento.

― Era algo que me correspondía.

― Oh… ―murmuró―, lo entiendo.

Caminó frente mío, adentrándose en el closet. Podía escuchar sus sollozos tras de la puerta. Sintiéndome impotente me quedé allí sin hacer nada que no fuese pasarme una toalla para secar la humedad de mi cuerpo, anudando por último en mi cadera.

― Mi amor... ―golpeé con mis nudillos la puerta del closet cuando no escuché ni un solo quejido―. ¿Podemos hablar?

Ella salió con una maleta de equipaje lanzandola sobre la cama. La seguí cuando empezó a echar algunas pertenencias de ella y mi hija dentro del confinamiento. Se sacudió de mi agarre dándome una bofetada que hizo arder mi mejilla.

― ¿Qué haces? ―pregunté asustado, ganándome una mirada de odio―. Por favor, mi amor, hablemos.

― No hay nada de qué hablar. Para mí está claro la importancia que tiene esa mujer en tu vida. Quédate con ella, me largo de aquí junto con mi hija.

La sostuve entre mis brazos.

― No puedes estar hablando en serio, Isabella. Estás siendo infantil.

Ella intentó alejarme, pero no le solté. Volviéndose una lucha de manoteos de su parte. Nos ofuscamos a tal grado que empezamos a gritarnos cosas hirientes. Mientras Isabella me acusaba de un engaño, yo le echaba en cara su abandono para conmigo y nuestra hija.

Su rostro se descompuso, volviendo a llorar.

― No puedes estar hablando en serio. Cómo puedes acusarme de no ser mi prioridad. Eres detestable, Edward.

― Es cierto. Dime, ¿cuándo fue la última vez que hablamos sobre nosotros? Cada quién está tomando un camino y ninguno de ellos es juntos ―apreté el puente de mi nariz― Carlie está creciendo sin tu presencia, tal parece que te empeñas en repetir el patrón de tu vida.

Su palma volvió a estrellarse en mi piel con tanta fuerza.

― ¡No vuelva a compararme con Charlie!

― Entonces deja de comportarte igual a él.

Restregó el dorso casi con violencia contra sus pómulos para quitar las lágrimas que seguía derramando sin cesar.

― Es increíble la manera que puedes voltear todo en mi contra y dejarme como la mala de la historia. Cuándo fuiste tú quien volvió a mentir. Sabes qué… quiero el divorcio.

Al escuchar su petición me llené de rabia y tristeza.

― ¡Está bien!, ¿eso quieres? dejemos que todo se vaya a la mierda, Isabella.

Molesto me vestí con un pantalón de mezclilla y una camisa, me calcé los primeros tenis que miré dentro del closet y eché de mala gana la indumentaria más necesaria dentro de un pequeño equipaje.

Ella seguía detenida a mitad de la habitación.

― Me iré yo.

Ni siquiera me volví a mirarla cuando cerré la habitación de un estrepitoso portazo.

Al bajar las escaleras Sue seguía allí con mi niña, Carlie me tendió sus brazos y yo no pude negarle nada a mi hija. La abracé fuertemente y dejé un beso en su cabeza, regresándola con rapidez a su nana.

.

.

Decir que me sentía anímicamente mal, era poco.

Habían pasado seis largos días en que no veía a mi hija ni hablaba con Isabella. Ella no volvió a la empresa y tampoco me puse a averiguar el porqué, simplemente dejé que todo fuera demasiado lejos y hoy no hallaba cómo resolverlo.

Vivir en una habitación de hotel era amargo, triste, a parte de irritante.

Me removí en la cama, enredando las sábanas entre mis piernas y marqué el número de mi esposa, ella no respondió mi llamado a pesar de todas las veces que lo intenté.

Decidí que era tiempo de hablar.

Al llegar a nuestra casa el silencio que reinaba en la estancia me provocó un escalofrío. No había nadie. Salí hasta la parte trasera y me concentré más allá de las palmeras.

La tarde estaba cayendo en la ciudad. El crepúsculo se impuso sobre el mar y, ella estaba ahí, sentada en la arena con su hermosa melena castaña sostenida en un moño alto, su espalda descubierta dejaba ver su coqueto vestido de playa atado del cuello.

Anduve lento y sigiloso hasta su encuentro.

― ¿Dónde está Carlie?

Mi voz la hizo pegar un respingo.

― En casa de Charlie ―murmuró, sin mirarme― puedes buscarla allí.

Me detuve frente a ella y me acuclillé, Isabella desvió su vista.

― Hablemos ―pedí, sujetando sus manos entre las mías.

― Espero que hayas conseguido un abogado. Por mí no hay problema, estoy dispuesta a firmar cuanto antes la disolución de nuestro matrimonio.

Dejé que mis manos acunaran su rostro. Se veía triste y tenía grandes ojeras bajo sus ojos.

― Perdóname por ser tan imbécil.

Cerró sus párpados dejando escapar sus lágrimas, las mismas que empecé a desvanecer con mis dedos.

― No puedo. Me duele mucho que me hayas engañado, otra vez.

― Esto fue diferente. Entre Kate y yo no ha pasado, ni pasará nada.

― Qué importa cómo haya sido todo, Edward. Volviste a mentir, me ocultaste tu ayuda desinteresada ―movió sus dedos en el aire simulando unas comillas― así que, es mejor que aquí quede todo.

Intenté acercar mis labios a los suyos, movió su cara, impidiendo mi cometido.

― Te amo, Isabella. No quiero perderte, mi amor.

Me alejó con sus manos y me senté de rodillas frente a ella.

La oscuridad cubrió la hermosa vista y nosotros aún no llegábamos a ningún punto, hablamos de aciertos, planes y desacuerdos. Ella se mantenía aferrada y dolida mientras yo seguía diciéndole todo lo que la amaba y lo estúpido que había sido.

― No hablemos más... Es obvio que nosotros nunca nos vamos a entender, Edward.

― Entonces, pongámonos de acuerdo. Acepto que hice mal en no decirte sobre mis planes para Kate. Quiero que entiendas que no hay ningún otra intención que no sea ayudarla.

― No quiero ser como él ―susurró―, no quiero repetir la misma historia con mi hija.

― Busquemos una solución para ello, no sé, lo que tú propongas.

Isabella se puso de pie y sacudió el exceso de arena en su trasero, puse más atención de la necesaria y estuve tentado a ayudarle, pero sabía que me ganaría otra bofetada. Así que decidí seguir sus pasos hasta atravesar el ancho patio, ya en la cocina buscó una botella de vino y me pidió servir dos copas.

― ¿Por qué brindamos? ―quise saber después del primer trago de vino tinto.

― No lo sé ―encogió sus hombros― tal vez, quiero estar ebria para cuando nos toque despedirnos.

―Eso nunca ―abracé su cintura mientras ella se resistía a mí, junte nuestros labios, sujetando su nuca con fuerza. Ella era mía y yo era completamente suyo.

― Eres un idiota ―mencionó, cuando empecé a besar su cuello, sus manos se habían vuelto puños en mi camisa―. Te amo... aunque no lo merezcas.

Sujeté sus caderas llevándola a la encimera, me posicione entre sus piernas dejando a mis manos vagar por sus muslos. Seguía besando con ansias cada centímetro de su piel que había extrañado, en pocas palabras mi rostro estaba enterrado entre sus senos y ella solo podía suspirar entrecortadamente.

― Perdóname, mi amor. Perdona a éste idiota que te ama sin reparo ―me disculpe con sinceridad, observé sus orbes castaños y aún con su tristeza reflejada en ellos podía distinguir su hermoso brillo―. No podemos dejarlo todo por un error.

― ¿La has visto?

― No. No hay razón, cuando el costo total está cubierto. Pero, si me pides que cancele lo hago. Es cuestión de hablar a... ―llevó un dedo a mis labios, interrumpiendo mi explicación.

― Estoy de acuerdo. Solo, no quiero que la vuelvas a ver, no me gustaría saber que te hablas con ella a mi espalda.

Negué.

― Te amo a ti, solo a ti ―intenté besarla y ella se alejó.

― Te parece brindar con algo más fuerte... ―sus ojos fueron al mini bar de la esquina, reí y fui hasta ahí buscando una botella de tequila.

― Por nosotros ―dije antes de beber el primer trago de tequila.

― Porque nuestro amor sea cada vez más fuerte y lo soporte todo ―Isabella hizo un gesto gracioso cuando vació en su garganta el contenido alcohólico.

Perdimos la cuenta de los tragos que bebimos; sentía un calor excesivo, una ligereza y una felicidad inundar mi ser. Estábamos tumbados en la cocina y mi esposa reía por cada palabra que me escuchaba decir.

Tiempo después comenzó a llorar porque extrañaba a nuestra hija, me pidió ir a buscarla a casa de su padre, no podía ni mantenerme en pie, menos iba a poder conducir. Se nos ocurrió hablarle a Jasper. Él y Tanya nos dejaron salvos en la casa de Charlie, una casa bastante oscura para la media noche.

― Ese... es el despacho... de tu... papá ―dije entre hipidos, la sujeté de las caderas y la ayudé a entrar. Isabella no paraba de reír, dio varios pasos y se dejó caer encima del escritorio sin importar los diferentes documentos que había ahí.

― Me siento muy rara ―murmuró, levantando el vestido a la altura de sus muslos― tengo calor y quiero sexo. Sabes, tengo seis días sin nada de nada.

Sonreí por su honestidad.

Caminé un poco desubicado y mareado llegué a ella. Empecé a desabotonar mi camisa y la lancé al piso, mi mujer se sentó sobre la mesa de escritorio y se colgó a mi cuello pasando lentamente su lengua por mi pecho haciéndome sentir un escalofrío.

Cerré mis ojos y ella empezó a hacer magia con sus manos y boca justo cuando comenzó a descender.

― Debemos a... tu habitación ―intenté ordenar mis ideas, pero no podía razonar, con mi mujer haciendo esos movimientos exquisitos con su lengua.

Ella desanudo su vestido y quedó descubierta hasta la cintura, solto su cabello en un acto provocativo y sexy.

Era la tentación hecha mujer.

Acaricié sus labios con uno de mis dedos, sin poder evitarlo estrellé mi boca contra la de ella. Lleno de ansias comencé a amasar sus pechos desnudos mientras Isabella emitía altos gemidos, se adueñó de mi pelo y tiró fuertemente, obligándome a mirar sus ojos.

Había deseo en su mirada salvaje.

No tuvo que decir en palabras lo que todo su cuerpo pedía a gritos.

Bajé mi bragueta, listo para ella.

Una entrega diferente y concienzuda. No había prisa, solo un profundo amor que empezó sin querer y se convirtió en todo.


¡Hola! Sé que esperaban que Charlie los atrapara en plena acción, pero eso decidí dejarlo a su imaginación.

No sé si vaya a causar conflicto que Edward le haya ayudado de esa forma a Kate, realmente me pareció justo porque al fin de cuentas fue ella quien más perdió en esta historia. Bella lo comprendió y aceptó porque sabía que ella tenía a su Edward solo para ella.

Y ahora sí, aquí nos despedimos de estas alas rotas. Fue un verdadero gusto haber coincidido con ustedes, espero que se queden conmigo en otras nuevas historias.

Si alguna vez dejaste un comentario, seguramente aparecerá tu nombre y quienes me acompañaron en cada actualización GRACIAS.

Bella Rodríguez: bienvenida! mrs puff: no me hagas esto, deja de cambiar tu username. Edbell mansen y olenka68: me han dicho que no les aparecía el capítulo, eso pasa porque tienen la historia descargada, tengo entendido que tienen que borrar de sus DESCARGAS y luego volver a descargar para que así les aparezca. Espero que sí puedan hacerlo. Veronica: exactamente, traté de que no fuese todo miel sobre hojuelas. Adriu: Saludos a tu lindo Ecuador, besos. Antonella Masen: gracias por leer. Lidia: exacto, el outtake era la respuesta. Diannita Robles: aún te recuerdo como mi primera lectora junto a Vanesa gracias a ustedes por estar a pesar de los años. Yoliki: gracias a ti por leer y por dejar un comentario. Nere: a ti por leer. NaNYs SANZ: gracias a ti por tomar tu tiempo de leerme. Lizdayanna: espero que te guste este outtake, gracias por dejar tus opiniones. Jane Bells: solo puedo darte un GRACIAS porque a pesar de tu tiempo limitado estuviste conmigo, besos. Claudia: muchas gracias a ti por leer. Liz: gracias. marieisahale: gracias por estar en cada capítulo. Ana: a ti, por leer. Lili Cullen-Swan: no tengo cómo agradecer que hayas tomado en cuenta mi historia y te hayas unido a mí en está travesía ficcional, gracias por todo. Rocio: gracias por estar en cada actualización. Twifanlight07: te agradezco cada comentario. nydiac10: Hola, gracias, sandy56: gracias por comentar. Vanina Iliana: te agradezco que me hayas acompañado en esta historia, Twilight all my love 4 ever, OnlyRobPatti, torrespera172, Lily, Andre22-twi, nataliastewart, Pili, Jimena, almacullenmasen, PaolaValencia, Betsabegrecia, catableu, bellaforever, LaPekee Cullen, IvaLopez483, Cristal82, florcitacullen1, Mari, Daniela, Gnesis, Javier Alarcon Orellana, Pao-SasuUchiha, Maryluna, Marme, Marxtin, ANATXP, Lya, Guest.

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