CAPÍTULO 1
Stiles despertó con el sol dándole en plena cara.
No era la manera más agradable, pero al menos no lo hizo gritando. Y eso, después de las últimas semanas, ya era un gran adelanto.
Se estiró cuan largo era en la cama, forzando al máximo los músculos de brazos y piernas durante unos segundos, para luego quedar totalmente relajado.
Qué bien sentaba despertarse con calma, sin nada de pánico, o milagrosamente transportado a mitad del bosque, del instituto, o a cualquier otro lugar que tuviera a bien llevarle su imaginación.
Así que ahora que todo había vuelto a la normalidad, y que ya podía distinguir perfectamente la realidad del sueño, quería disfrutar de los pequeños momentos de paz que le brindaba la vida. Esos que parecían haber desaparecido desde hacía casi dos años, y que al principio no apreció tanto como debería haber hecho.
Porque una cosa era descubrir que existían los hombres lobo, que tu mejor amigo era uno de ellos, y que ibas a poner tu vida en peligro todos los días siendo un héroe; y otra muy distinta tener que pagar las consecuencias de ser ese héroe: Vivir en constante miedo, recibir alguna que otra paliza, amenazas todos los días y a todas horas (incluido por parte de sus supuestos aliados), y encima tener que mentir a tu padre una media de cuatro veces por episodio.
Pero ahora todo eso se había acabado: la parte de mentir, la del miedo, y con suerte también la de las amenazas… Con Derek y Peter Hale uno nunca podía estar seguro.
Se restregó los ojos para terminar de despertarse, y se levantó de la cama de un salto.
Lo hizo con una sonrisa en los labios. Una que no tenía ninguna intención de abandonar en todo el día. Porque hoy por fin iba a ser un buen día.
Diez minutos más tarde, ya duchado y vestido, bajó las escaleras hasta el salón. Su padre aún no había llegado, con lo que tenía la casa para él solo…
O eso creía.
Stiles se quedó quieto en el último escalón, desde donde veía el salón y la cocina.
En concreto, era la cocina la que estaba ocupando toda su atención.
Aunque, realmente, lo que no podía dejar de mirar, era a la persona que había en ella: Derek Hale.
Derek le estaba dando la espalda. Vestía vaqueros desgastados y uno de esos Hemley de color oscuro y cuatro botones que tanto parecían gustarle. Esos que le quedaban especialmente bien, sobre todo cuando se los remangaba hasta los codos, y que parecía que iban a estallarles las costuras en cualquier momento.
Según podía intuir desde su posición, tenía la cafetera en su mano, terminando de llenar dos tazas. En la encimera había un plato lleno de tostadas. Y como no había nadie más allí, sólo quedaba suponer que había sido él quien las había preparado.
Stiles negó con la cabeza varias veces, obligándose a reaccionar de una vez.
Daba igual quién hubiera preparado el desayuno, o cómo fuera vestido Derek… Bueno, eso no tanto, porque iba MUY bien vestido.
El principal problema, o lo que no terminaba de entender y lo que alguien debería explicarle lo antes posible; era por qué Derek estaba en su casa, preparando el desayuno como si fuera lo más normal del mundo.
- ¿Derek?
El Beta se giró al oír su nombre, aún con la cafetera en la mano. Tenía un gesto serio, pero no tan serio como solía ser habitual en él. Vamos, que no tenía cara de estar a punto de darle una paliza a alguien.
Algo que, por otro lado, nunca había terminado de resultar del todo reconfortante.
Derek se le quedó mirando en silencio. Pero cuando pasaron varios segundos y ninguno de los dos dijo nada, alzó una ceja en modo curioso.
Ese gesto, según la base de datos que Stiles tenía en su ordenador sobre su preciada manada, en la carpeta titulada Derek Hale, dentro de la subcarpeta "lenguaje silencioso" y el archivo "cejas y movimientos corporales", significaba que estaba esperando a que dijera algo.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó bajando el último escalón y entrando en la cocina - ¿Ha pasado algo? ¿Le ha pasado algo a Scott? Y por qué demonios no me has despertado, en vez de ponerte a preparar… ¿Eso son tostadas, verdad? – quiso saber de pronto - ¿Desde cuándo haces tostadas? Y desde cuándo entras en mi casa a prepararte el desayuno como si fuera lo más normal del mundo… Antes lo entendería, porque no es que tuvieras una casa precisamente, y en algún sitio tendrías que prepararte la comida, digo yo… Pero ahora tienes un loft con electricidad y agua corriente y cocina – se rascó entonces el cuello - ¿no?
Stiles iba a seguir con su monólogo infinito. Podría hacerlo perfectamente durante horas, porque siempre había algo que le haría pensar en otra cosa, y luego en otra, y en otra y en otra. Y teniendo en cuenta que el protagonista del monólogo era Mr. Hale… En fin, los tópicos no parecían tener fin.
Pero al final decidió dejarlo pasar. Sobre todo cuando se fijó en que Derek, que aún no había dicho una palabra (aunque eso no era nada extraño), había pasado de mirarle con la ceja levantada, a hacerlo con las dos, a directamente mirar al techo en gesto cansado, con los brazos cruzados en torno al pecho después de haber dejado la cafetera en la encimera.
- ¡Qué es lo que pasa! – preguntó por último Stiles. Y si lo hizo gritando un poco, sólo era porque no era educado no mirar a la gente cuando te estaban hablando.
Derek bajó la vista hasta el nivel de los ojos de Stiles, y cogió una de las tazas de la encimera.
- Estaba esperando a que se te acabara el oxígeno y dejaras de hablar de una vez – le entregó la taza llena de café. Stiles dio un sorbo y tuvo que reconocer que estaba bueno.
- Desde cuándo sabes hacer café. No se te da nada mal – dio otro sorbo – ¡Y eres un capullo!
Derek negó levemente la cabeza, y se sentó en uno de los taburetes que había en torno a la mesa. Stiles estuvo tentado de imitarle, pero seguía teniendo como un millón de preguntas que necesitaban respuestas.
- Entonces. ¿No ha pasado nada? ¿No hay nadie en peligro? ¿No ha aparecido ningún cadáver que parecía haber sido despedazado o usado como muñeco vudú para rituales?
El hombre lobo inspiró y soltó aire muy despacio. A continuación, se llevó su taza a los labios y bebió con calma.
Respondió casi medio minuto después.
- No.
- Vale. Entonces, ¿por qué estás aquí?
La nueva pregunta consiguió que volviera a alzar la ceja en gesto de curiosidad, con un pequeño toque de sorpresa. O eso creyó Stiles, quien se había convertido en un experto en la materia de "cejas y movimientos corporales".
- Qué quieres decir.
- Pues… que por qué estás aquí, desayunando… En mi casa… Como si nada. No creo que a mi padre le haga ninguna gracia si te encuentra.
- Por qué no – preguntó con el tono átono que siempre solía usar, y que cada vez le sacaba menos de quicio.
- ¿Porque no vives aquí? – se acercó del todo a Derek, mas no quiso sentarse en el taburete – Una cosa es que haya aceptado la existencia de seres mitológicos e incluso esté sacando provecho de ello, y otra que no le importe que el ex Alpha se pasee por su casa como si nada.
- Tu padre me adora y lo sabes – sacó esa sonrisa medio espeluznante, a la que Stiles ya había empezado a cogerle cariño.
- Claro – respondió con una mueca sarcástica y dejando los ojos en blanco, ante la estupidez de Derek.
Y la expresión de Derek cambió en el acto.
Sus labios se tensaron en una delgada línea de concentración, y se puso en pie para estar a la altura de Stiles.
- Estás muy raro. ¿Ha pasado algo? – preguntó, colocando una mano sobre el hombro del chico.
Stiles consiguió responder un "no", que le salió quebrado a causa de la sorpresa. Miró con atención el rostro de Derek, todo serio, y a continuación la mano de Derek que seguía en su hombro.
- Estás un poco pálido – murmuró el hombre lobo, acariciando el hombro con el pulgar – Deberías tomártelo con calma después de lo de ayer.
Stiles iba a preguntarle qué se suponía que había pasado ayer, cuando Derek bajó un poco la cabeza y le dio un beso en los labios.
Fue un beso más que corto y sin nada de presión. Nada romántico, y que estaba muy por debajo del que Lydia le dio para frenar su ataque de pánico.
Y sin embargo, consiguió exactamente la misma reacción que con el ella: Que se quedara con los ojos abiertos de par en par, la garganta completamente seca, y la sangre bombeándole a mil por hora.
Stiles necesitó un par de segundos para cerrar la boca, que se le había quedado entreabierta. Sobre todo porque Derek le estaba mirando como nunca antes lo había hecho.
- Qué… Qué ha sido… - se mojó los labios y recuperó un poco de saliva – ¿Qué ha sido eso? Por… por qué has hecho eso.
- ¿El qué? – preguntó Derek, serio, mientras volvía a sentarse.
- Pues… ¿Besarme?
- ¿Seguro que estás bien? ¿Por qué no iba a hacerlo?
- Pues porque… - extendió los brazos, no muy seguro de qué hacer con sus manos – ¿Porque nunca lo habías hecho?
- De qué leches estás hablando – bufó el mayor, soltando aire por la nariz en un claro aviso de que estaba empezando a perder la paciencia – Eres tú el que se queja de que no lo hago más a menudo.
- Vale, espera – levantó las manos en señal de paz - ¡Qué! – miró a todos lados entonces – Esto es una broma, ¿verdad? Seguro que ha sido idea de Isaac. El muy capullo se tomó peor de lo que pensaba lo de la bufanda.
- Stiles – Derek colocó las dos manos a ambos lados de la cintura de Stiles, y el chico perdió la capacidad de respirar. Tan sólo llevaba una camiseta, y podía notar perfectamente el calor que desprendían sus manos – Estás empezando a preocuparme.
- ¿Yo? – abrió los ojos como platos. Si fuera un dibujo animado, habría tenido gracia y todo – Eres tú el que se ha presentado en mi casa, y me ha besado y… - tragó saliva con dificultad – Y el que ahora está acariciando mi espalda y…
- Creo que hoy no deberías ir a clase. Ayer te diste un buen golpe.
- ¿Golpe? – el chico estuvo tentado de alejarse de Derek para poder pensar con calma. Pero, por otro lado, ello implicaría dejar de notar las manos de Derek, y la sensación era demasiado agradable - No me he dado ningún golpe – encogió un poco los hombros – Ninguno especialmente importante.
Derek volvió a soltar aire por la nariz. La frustración estaba empezando a aumentar.
De pronto sus ojos se tornaron de ese azul turquesa, y miró muy fijamente al chico. Stiles intuyó que estaría usando sus sentidos superdesarrollados para captar algo fuera de lugar… Aparte del hecho de que seguía acariciando su espalda, y que hacía un minuto le había besado, claro.
- Te tropezaste con la escalera del loft y te diste un golpe en la cabeza cuando chocaste contra la ventana. Rompiste uno de los cristales.
- ¿En serio? – preguntó para, enseguida, comprender que eso era perfectamente creíble pese a que no lo recordara - Joder, lo siento.
- Llegaste a perder el conocimiento durante unos segundos – siguió explicando Derek – Melissa te miró en el hospital, pero no vio nada grave.
- Caray – se mojó los labios, un tanto incómodo. Pero no tanto por el hecho de que no recordaba nada de eso, como por la cara de preocupación que Derek tenía ahora mismo. Y aunque ya le había visto preocupado, nunca lo había estado por él. Stiles se llevó una mano a la nuca, y notó un enorme chichón en el lado derecho – No me acuerdo de nada.
El Beta apretó los labios. Una de sus manos abandonó la espalda del chico para llevarla a su mejilla. Y una vez allí, la acarició como si fuera lo más delicado del mundo.
Las piernas de Stiles empezaron a temblar.
- Me diste un buen susto – susurró Derek sin dejar de acariciarle – Ya te dije que podía encargarme de la mudanza yo solo. No necesitaba que me ayudaras.
- ¿Mu… Mudanza? – tragó con dificultad. ¿Y cuándo había empezado a hacer tanto calor? ¿Alguien podía abrir una ventana, por favor? – Qué mudanza.
- ¿La tuya? – alzó una ceja, pero luego mostró una levísima sonrisa y Stiles volvió a quedarse sin respiración – No sabía que tuvieras tantas cosas. No sé si va a caber todo en el loft.
Y por segunda vez en menos de cinco minutos, Stiles creyó estar dentro de una cámara oculta.
- Espera, ¿qué? – se separó un poco de él, y al hacerlo dejó de notar la mano de Derek. Pero por mucha rabia que le diera, había cosas más importantes. Como saber, de una vez por todas, qué leches estaba pasando – Por qué voy a querer llevar mis cosas a tu loft.
- ¿Porque querías que viviéramos juntos? – preguntó con descarado sarcasmo, cruzando los brazos en torno al pecho – Y porque después darme como un millón de motivos por los que creías que era buena idea que viviéramos juntos, me dijiste que sólo era la primera parte. Así que tardaba menos diciéndote que sí.
- ¡QUÉ!
Se alejó un paso más de Derek, y levantó las manos entre los dos. Frente a él, Derek le miró con preocupación, pero no se atrevió a moverse del sitio. Tal vez por miedo a asustarle más de lo que ya estaba.
- Está bien – murmuró Stiles – ¿Qué leches está pasando? No recuerdo nada del golpe, ni de la mudanza. Dios, ni siquiera recuerdo desde cuándo se supone que estamos juntos porque… - se señaló a sí mismo, y luego a él – Todo parece indicar que estamos juntos… en plan… pareja… ¿No?
Derek asintió con miedo. Como si no tuviera claro que aquella respuesta fuera lo que Stiles quisiera oír.
Y Stiles tuvo que agarrarse a la encimera.
Las piernas le temblaban como si fueran gelatina y sentía que el corazón le iba a salir del pecho. Aunque en el pasado hubiera dado lo que fuera por tener esa conversación con Derek, le hubiera gustado que fuera conociendo todos los detalles. Que no se hubiera limitado a despertarse un día enterándose de que él y Derek estaban juntos; sino que hubiera querido disfrutar de toda la experiencia. De poder confesarle que estaba colado por él desde que le vio por primera vez, y pasar por todas esas fases que hay cuando estás saliendo con alguien: Las miradas inseguras, las primeras citas incómodas y perfectas, el primer beso…
Sin embargo, no recordaba nada de eso.
Nada de eso tenía sentido.
Ni siquiera parecía real.
Era casi como si estuviera dentro de…
La sangre se le congeló en el instante en que lo pensó. Miró a Derek fijamente a los ojos, y pensó que nunca antes le habían parecido tan hermosos.
Sin embargo, ahora no había tiempo para eso. Buscó algo que le ayudara a comprobar si realmente estaba soñando o no.
A trompicones se acercó al mueble de la cocina donde guardaban las cajas de cereales. Derek se colocó a su lado y puso una mano sobre su espalda. En silencio.
Stiles deseó cerrar los ojos y perderse en esa sensación. En ese momento irrepetible de estar con la persona a la que quería, compartiendo una tranquila mañana antes de ir a clase.
Pero no podría ser, porque nada de aquello era real. Las letras colocadas en todas las maneras posibles, impidiéndole entender una sola palabra, le dejaron más que claro que estaba soñando.
Se giró hacia Derek y trató de decir algo. De atesorar aquel momento.
Fue lo último que vio.
Un segundo después, se encontró tumbado en la cama, despertándose con el sol dándole en plena cara.
Sin moverse un centímetro, dirigió la vista hacia el póster de la pared, y leyó con normalidad la fecha y lugar del concierto de Green Day.
Por fin estaba despierto.
Stiles soltó aire en un hondo suspiro, y se llevó las manos a la cara.
- Casi prefería cuando no podía leer – dijo al silencio.
