Para el Intercambio "Debajo del árbol" del foro El diente de león. Regalo para Nina Berry.

Gracias a Elenear por el beteo.

o0o

I'm yes, she's no...

When I hold on he just let go...
We're perfectly imperfect
I wouldn't change a thing...

o0o

Wouldn't change a thing

—¿Sabes que las probabilidades de que ella te recuerde son remotas, no?

— Lo sé, te escuche las primeras ocho veces, Haymitch — su ex mentor parecía haber tomado esa frase como eslogan. No es como si no supiera los avances de la recuperación de Katniss, cada vez que lo decía se le estrujaba el corazón.

— Sé que estás consciente de ello pero no llegas a comprenderlo.

— Lo hago, Haymitch — su voz sonaba más fuerte —. Sé que ella está mal, sé que está enferma, quizá de por vida. No me quiero concentrar en que Katniss sepa quién soy, quiero que se recupere lo suficiente para que recuerde a Prim. Nunca he sido una persona conformista, pero si tan solo ella confiara en mí, con eso sería feliz.

— Entonces deja de actuar como tonto enamorado — gruñó Haymitch.

— No puedo — se encogió de hombros —. Eso es lo que soy.

— Esta es mi última advertencia, muchacho — si escuchó como Peeta murmuró "finalmente" no le prestó atención —. Lidiar con su locura es el precio que tendrás que pagar por estar con ella.

o0o

—¿Alguna mejora que crees tener hasta ahora? — preguntó Makenna.

—No creo — Katniss hizo una mueca —. Es complicado. Sueño cosas, recuerdos que parecen reales. Pero desde el incidente en la cabina de grabación no confío mucho en ellos.

— Antes de seguir con esto me veo obligado a preguntar si estarías dispuesta a grabar unos cuantos propos que la Presidenta Coin pidió especialmente — hizo una breve pausa —. Como tu terapeuta no encuentro ningún problema, aunque la decisión es tuya.

Ella no respondió, se limitó a observar el techo

— ¿Por qué me necesitan? Peeta parece hacer un buen trabajo.

— Bueno, tanto tú como él son la imagen de la rebelión. Solamente estaban esperando a que ...

— ¿Me viese menos horrorosa?

— Iba a decir recuperada.

— Él no va a volver, ¿cierto? Me refiero a Peeta — se recostó de lado para poder ver el rostro de su médico. Una de las cosas que hacían la terapia menos desagradable era el asombroso diván de la sala; muchas veces estuvo a punto de dormirse en él —. Por eso me necesitan, no tienen mucha fe.

— Puedes decir que no.

— No es que eso lo trajera con vida de todas formas — se quedó pensativa unos segundos —. ¿Es así cómo se sentía Peeta? ¿Impotente?

— Es un gran avance en cuanto a tus emociones, sin embargo. Normalmente la impotencia viene cuando alguien te importa.

— ¿Cómo el amor?

— Podría decirse.

— ¿Y vale la pena?

— Solo tú puedes descubrirlo.

o0o

—Al parecer nadie en este Distrito sabe el significado de golpear la puerta antes de entrar — dijo Katniss, cuando su invitado pasó a su habitación.

— Lo siento — se disculpó él. Sabía que sentirse herido solo era pérdida de tiempo, ya tenía claro de ella no la recibiría con los brazos abiertos —. Teníamos una relación bastante cercana, es difícil empezar desde cero.

Se quedaron ahí, observándose entre ellos:

—¿No deberías estar en una guerra en este momento? — preguntó casi con disgusto.

— Mi escuadrón no sale hasta dentro de unos días.

— ¿Qué haces aquí?

— Directa, ¿eh? — intentó sonreír. Katniss enarco la ceja —. Solo quería saludar, ver cómo estabas.

— ¿De verdad quieres que crea eso? — se levantó de su asiento, acercándose lentamente hacia él—. Puede que no tenga emociones momentáneamente, pero no soy tonta.

— Somos mejores amigos, ¿no lo has recordado? — se veía sorprendido —. ¿Has seguido yendo a tus citas con el terapeuta?

— ¿Solo veniste a criticar mi salud mental?

— No, lo siento. Esta situación... aún no me acostumbro a ella. Antes no tenía la necesidad de explicar las cosas.

— No eres la primera persona que me dice eso. Y respondiendo a tu pregunta: no, no he recordado nada de ti... ¿Gave?

— Gale — suspiró. — Veo que nadie se ha tomado la molestia de hablarte de mí.

— No los culpo; si a ti no te interesa...

— Me interesa, Catnip — la tomó del brazo, antes de que ella se volteara —. Lo hace.

— No pareces demostrarlo. ¿Solo has venido a eso?

— No — sus intentos de acercarse a ella habían fracasado. Lo dejaría por la paz, al menos por un tiempo... — He venido a advertirte.

— ¿Sobre qué?

— Peeta.

— ¿Qué pasa con él?

— No es quien dice ser.

— ¿Por qué alguien mentiría sobre si es panadero o no?

— No me refiero a eso. Él intentó matarte.

Katniss soltó una carcajada. Al ver la cara de seriedad de Gale se arrepintió—. Lo siento, es solo que es ridículo. Peeta es la persona más tierna de todas, sería incapaz de hacer algo así.

— Te estoy diciendo la verdad — sabía que no le creería, no después de varios días de Peeta metiéndole ideas en la cabeza sin dejar darle si versión. — Fue en los primeros Juegos.

— ¿Cómo lo haría? Éramos aliados.

— No al principio. Se alió con los profesionales para acabar contigo.

— ¿Se supone que tengo que creerte eso? — se cruzó de brazos.

— ¿Por qué mentiría?

— ¿Por qué Peeta mentiría?

— Te ama, quiere tenerte a como dé lugar.

Katniss se quedó en shock. Abrió la boca ligeramente pero las palabras no salían.

Gale le dio una sonrisa:

— No lo sabías. Vaya...

— Peeta no me ama, nos estamos conociendo.

— No. Tú lo estás conociendo. Él ya sabe todo sobre ti.

o0o

— Me alegra que hayas decidido ayudarnos — dijo la Presidenta Coin.

Katniss se encogió de hombros, indiferente:

— Si esto hace que Peeta regrese lo más pronto posible, lo haré.

— Por supuesto que sí — hace una leve mueca. — Como sea. Supongo que te preguntarás cuál será tu trabajo.

— ¿Grabar un propo?

— Algo así. Es algo sencillo: daremos una transmisión en directo. Lo único que tienes que hacer es responder honestamente a las preguntas que te hagamos. ¿Podrás hacer eso? — preguntó con delicadeza, como si se tratase de una presa que estuviera a punto de cazar. Ella asintió. — ¡Perfecto! Y sobre tu condición...

— Trataré de verme lo menos afectada posible. He estado practicando.

— Excelente.

Una parte buena de no recordar a nadie—la única buena— era que Katniss no tenía etiquetas de alguna persona. Se dejaba llevar por su instinto sobre si confiar en ellas o no. Le gustaba pensar que era un sensor que se activaba en su cabeza cuando sentía que debía tener cuidado en confiar en algunos de sus cercanos. La última vez que lo activó fue con Gale. Ahora, en esa cabina de grabación con un par de personas haciéndola lucir presentable, se había activado.

No conocía a la Presidenta, ese era su primer encuentro. Para su persar sabía que no sería el último. Sin embargo, su cercanía la hacía sentir ansiosa. No confiaba en ella.

— ¿Estás lista, Katniss? — asintió —. Bien. Comenzaremos con algo simple. Habla de cómo te la has pasado desde que llegaste aquí. ¿Betee?

— Entramos en cinco segundos.

La presidenta Coin se posicionó a su lado, con una mano en su espalda. Katniss se removió incómoda, aun así no apartó su brazo.

— Ciudadanos de Panem. Mi nombre es Alma Coin, la Presidenta del Distrito 13. Tengo a alguien a mi lado, quien, tras una fuga desde el Capitolio, tenemos con nosotros. Katniss Everdeen — se enfocó a ella en la cámara.

— Ciudadanos de Panem. Efectivamente soy Katniss Everdeen. Llegué hace cerca de tres semanas y aquí no han sido menos que hospitalarios. Por ahora estoy en recuperación, con resultados satisfactorios.

— Katniss, después de que esta guerra tendrás que elegir un bando para la nueva forma de gobernar. Tú confiarías ciegamente en mí para liderar Panem, ¿cierto?

Solo fueran unos pocos segundos, un leve titubeo con su boca. Lo suficiente para levantar dudas:

— Hum... yo... — Coin estrujó su espalda. — Se... seguro.

— ¡Corten!

— ¿Qué fue eso? ¡Se supone que tendrías que decir que sí! ¿No puedes siquiera responder las preguntas?

— Yo...

— ¿Me apoyas o no?

— Me confundiste cuando dijiste honestamente.

Coin se acercó a Plutarch. — ¿Hay forma de que eso no salga?

Él negó con la cabeza:

— Era una transmisión en directo. No pudimos hacer nada para detenerlo.

— Le enseñaré a esa chiquilla una lección.

— Sabes que Peeta jamás te dejaría tocarle un cabello.

— Entonces es una suerte que él no este aquí.

o0o

Eso no era pelea como alguna otra que había visto. Se mentalizó desde noches atrás, que en el momento de la verdadera guerra nada sería como los juegos. Ni de chiste se le parecería. Balas por cada rincón, a donde volteara había un charco de sangre. Las pocas personas que se pudieron hacer con un arma disparaban a ciegas. ¿Realmente sabían quién era su blanco? Lo dudaba. Desesperación en todos los rostros. No los culpaba, también estaba aterrado.

No creía que las personas del Capitolio fuesen los culpables, se les educó de esa manera. Aunque tampoco justificaba tantos años de matanza a niños inocentes sin que movieran un dedo. Tal vez si él hubiera nacido ahí las cosas serían diferentes. Tal vez estuviera en el lugar de ese hombre que protegía a sus hijos con su cuerpo.

Eso no era guerra. Era una masacre.

Intentó ir lo más rápido posible, incluso con una pierna lastimada. Uno de los rebeldes le había disparado sin dudar.

Observó cómo más adelante los niños estaban puestos a salvo. Eso era un alivio, no todo podía ser malo. Porque fue uno de esos momentos en los que todo lo que puede salir mal, sale mal.

Esas trenzas rubias y la bata de médico extremadamente grande para alguien de su tamaño solo podían ser de una persona.

Fue cuando la primera bomba explotó, cuando Primrose Everdeen lo vio a los ojos con la distancia que los separaba, cuando todo salió mal.

— No importa que Katniss no me recuerde. Porque cuando regrese seré un héroe como ella, y esa es la imagen que quiero que tenga de mí. Una hermana que es tan valiente como ella.

o0o

— ¿Fueron sus bombas? — su voz era casi un susurro.

— Buenas tardes, señorita Everdeen. Puede pasar — saludó la Presidenta Coin.

— ¿Fueron sus bombas? — repitió con las manos hechas puño.

— No podría decirle exactamente.

— Ustedes fueron los culpables.

— Hay muchos culpables en las guerras. Sería imposible contarlos.

— Sabe a qué me refiero — Coin se acercó a ella sigilosamente, escondiendo un artefacto plateado en su espalda —. La mandó ahí, ¿cierto? Fue su idea.

— Pareces bastante alterada para alguien que puede sentir nada.

Katniss trató de calmarse, aunque no había de qué. No podía sentir nada ante la muerte de su hermana menor.

Un pequeño movimiento, tan silencioso, el sonido de un gatillo, hizo que Katniss se tensara.

— ¿Qué cree que está haciendo? — siseo.

— Lo necesario para obtener lo que merezco.

No tuvo la oportunidad de tirar del gatillo, el movimiento de Katniss fue tan rápido que tardó dos segundos en darse cuenta de su arma en el piso. Ambas forcejearon, Coin con desventaja. Sin embargo, sus movimientos eran seguros. Tan dispuesta a acabar con ella. Y entonces fue el momento perfecto; Katniss debajo de ella, con el arma en su pecho. Solo un pequeño empujón y todo acabaría.

Un grito, un gemido. Había caído. Se levantó del charco de sangre que no sabía en que momento se formó. Tiró el arma al piso y corrió. Tenía que salir de ese lugar o acabarían con ella.

o0o

Peeta, a pesar de todos los vitoreos a su alrededor no parecía escuchar ninguno. Respiró hondo, su último asesinato. El que terminaría con todo lo que habría preferido no haber pasado. A pesar de todo estaba ansioso. Le prometieron llevarlo con Katniss en cuanto acabara la ceremonia en donde fusilarían a Snow.

Un tiro, solo uno y la vida que deseaba se haría realidad.

Lloró, las lágrimas que Katniss no había soltado sentía que las derramó él. La muerte de Prim impactó a todos, incluso a su hermana que parecía sorprendida. Su reacción no pasó de eso. Sorpresa. No tristeza. No podía sentirlo. No podía imaginar que era peor.

Con un golpe casi descuidado desató la bala que se clavó en el pecho de Snow.

Todo acabó.

Su primer pensamiento libre de miedo fue ella.

Corrió hacia la mansión presidencial, recordando mentalmente la habitación en que ella estaría esperándolo. No faltaba mucho para llegar a su destino cuando un hombre grande y alto le paró.

— No puede pasar.

— ¿Por qué no?

— No puede y ya. No necesita explicación.

— Claro que sí... — antes que comenzara a argumentar una mano le tocó el hombro —. ¿Haymitch? ¿Qué está pasando?

o0o

— Sabes que esto es una acusación muy grave.

— Lo sé, Peeta. Me lo han repetido miles de veces — dijo Katniss con voz cansina —. Ya les dije que yo no la mate. El gatillo se disparo y a penas tuve oportunidad de quitarmelo de encima.

— Las huellas estaban en el arma.

— Obviamente, ¿cómo si no me la iba a quitar? — dudó un momento —. ¿Qué va a pasar conmigo?

Peeta vio el primer rastro de miedo en su rostro:

—No lo sé. Ellos creerán que fue una especie de venganza por lo de Prim.

— Pero no es así...

Haymitch salió de la habitación de al lado, donde se llevó a cabo el juicio contra Katniss Everdeen por asesinato.

— ¿Y bien? — preguntó no muy segura. Para su sorpresa le aterraba la respuesta.

— Inocente por no ser mentalmente estable.

Una noticia que pensó iba a alegrarla resultó lo contrario:

—No estoy loca.

— No estoy diciendo que lo seas, pero si eso te libra de prisión... no deberías quejarte.

— ¿Tú me crees? — le preguntó a Peeta con ojos esperanzados.

— Por supuesto — la abrazó por los hombros —. Para mí nunca estarás loca.

o0o

No sabía exactamente cómo iba a reaccionar, así que la dejó unos días a solas. Aclarar ideas. Tal vez regresar a su antigua casa le hiciera algún bien.

Peeta golpeó levemente la puerta, sin saber que esperar. Probablemente ella no respondería. Para su sorpresa lo hizo.

— ¿Hola? — dijo Katniss. Su cabello no estaba en esa típica trenza que la caracterizaba por años. No es que le extrañara, desde que regresó del Capitolio no hacía nada que la antigua Katniss haría. Esta estaba fuera de tantas cargas emocionales en su vida.

— ¿Puedo entrar? — ella solamente asintió. Se veía un poco ausente. Apenas avanzó unos pasos, su mirada siempre fija en el suelo —. ¿Cómo lo llevas? — decidió ser rápido, de todas formas no había manera de hacer su conversación más fácil.

Katniss se encogió de hombros, negó con la cabeza. — Lo... normal, podría decirse — caminó hasta el sofá y se recostó. Peeta le siguió.

— Estoy aquí, por si necesitas hablar.

— Gracias, pero no es necesario.

— ¿Estás segura? Lo que pasó con Prim...

— ¡Lo sé, Peeta! ¡Lo sé! — Katniss estalló —. Sé que Prim murió. Sé que lo hizo de las peores formas posibles, sin siquiera tener la oportunidad de correr o hacer algo.

— Entonces, ¿qué hago para que no estés triste?

— Ese es el problema: no estoy triste. Mi hermana pequeña murió y no siento nada. ¿Y sabes la peor parte? Sé que es mi familia y todo, pero no puedo hacerme sentir mal por su muerte. No la recuerdo. Mi madre no me quería cerca para consolarla — Peeta la abrazó, se veía como si estuviera a punto de tener un ataque —. Mi madre me abandonó, sin pensárselo dos veces. Como si ella fuera la única que la está pasando mal. No estoy triste, estoy frustrada.

Así se quedaron por lo que pudo ser horas, no es que a ninguno de los dos les importara.

— ¿Katniss? — llamó él —. ¿Estás despierta? — ella respondió con un gemido —. Vamos a llevarte a tu habitación.

No fue difícil llevarla hasta la cama; Katniss era un peso pluma. La arropó como si se tratara de una niña.

Estuvo a unos cuantos pasos de salir cuando ella le habló:

— ¿Puedes quedarte conmigo? — no estaba pidiéndolo, rogaba porque Peeta aceptara. Y ahí, viéndola con sorpresa y ella con temor a que se negara, se sentía como un deja vú

— Entiendo si tienes cosas que hacer — dijo ella, disculpándose por su falta de respuesta.

— No, no — se apresuró a decir, haciéndose un espacio en la cama. — Es que... la pregunta me desconcertó un poco.

— Ya la había hecho antes, ¿cierto? — Peeta asintió —. ¿Y aceptabas?

— Siempre.

o0o

Peeta estaba preparando el desayuno cuando vio unas maletas detrás del sofá. El porqué de su existencia era algo que no le gustaba ponerse a pensar; sabía que la respuesta no le gustaría. Tal vez solo eran cosas que había dejado en el trece y se las enviaban de regreso. Quiso golpearse mentalmente. Las pertenencias de Katniss eran pocas y sin duda no se requerían tres maletas para llevarlas. No. Ella se iba. Sintió como su corazón se apretaba. Así es como se sintió cuando él fue a la guerra o, por lo menos, eso le gustaba pensar. Que de alguna forma Katniss lo había echado de menos con las pocas semanas que tenían de conocerse.

— Buenos días — interrumpió sus pensamientos mientras se rascaba los ojos —. Pensé que ya te habías ido.

— Oh, no sabía que mi presencia te molestaba — en el momento que lo dijo se arrepintió. Katniss lo veía como si hubiese dicho algo sin sentido.

— No lo hace. Solo que no te vi en la cama y fue lo primero que supuse.

— ¿De quién son esas maletas? — había querido ser más suave en cuanto al asunto, quizá tocarlo en el desayuno. La curiosidad lo estaba matando.

— Mías, ¿por qué?

— ¿Tuyas? ¿Para qué las necesitas?

— Para viajar — lo dijo, como si solo esas dos palabras explicaran todo. No lo hacían.

— ¿Te vas? — intentó, de verdad, no parecer herido. No funcionó. En cuanto Katniss lo notó trató de ser más suave.

— Sí. Iré al Capitolio.

— ¿Por qué irías al Capitolio?

— Mi terapeuta pensó que era la mejor opción para mí. Ahí hay médicos más especializados y harían mi tratamiento más rápido.

— Pero... pero... — observó las paredes de la cocina, buscando una explicación —. Estás recibiendo ayuda por teléfono. Y aún si tu doctora dice que es la mejor oportunidad puedes negarte.

— Lo sé, pero estoy de acuerdo con ella.

Ninguno de los dos dijo nada. Peeta aún trataba de entender lo que estaba pasando. Sabía que Katniss seguía su terapia (que incluía recordar su vida). Supuso que con el régimen de Snow un par de consultorios se abrirían en el Distrito, mientras tanto ella seguiría con las consultas telefónicas. Nunca, ni en sus peores sueños imaginó que se iría tan deprisa. Como... como si nunca hubiera deseado estar ahí.

— ¿Cómo vas a dejar tu hogar? — le preguntó, herido. Porque dejar el Distrito, donde creció sería como olvidar a Prim, a su padre... incluso a él.

— Este no es mi hogar. Puede ser el lugar donde creció Katniss, la antigua. Yo ya no soy ella.

— Solo has estado una semana aquí. Si le dieras más oportunidades...

— Peeta — lo tomó de los hombros, calmandolo —, esta decisión viene desde que estuve en el Trece. Solo accedí estar aquí porque no soportaba seguir en ese lugar. No era algo definitivo. Y sí, sé que debí decírtelo pero han pasado tantas cosas que no se ha sentido como una semana.

— Pero...

— Por favor, Peeta — le interrumpió —. La Katniss de la que te enamoraste, la que conocías... Olvídala. No regresará y no seré de nuevo ella. Por tu bien, déjala ir. Solo te estás dañando a ti mismo.

Asintió con la cabeza. No podía creer que había tardado tanto en darse cuenta. Sufriendo por una persona que ya no existía y dañando a otra. Esperando a que un fantasmas regresara.

— Esperaré por ti. Lo sabes, ¿no? — susurró. Porque, a pesar de lo que pasara, nunca la dejaría. Jamás la olvidaría.

Katniss le dio una sonrisa triste:

— No lo hagas.

o0o

En otoño, las personas solían decir que el viento traía hojas secas a sus casas. También solían decir que traía sorpresas. Una de ellas fue Katniss Everdeen.

Peeta le miraba boquiabierto, procesando toda la información que tenía, la cual no era mucha. Katniss Everdeen, después de cinco años, había regresado.

Había soñado muchas veces con ese momento; sería en invierno, correría a su lado para no dejarla ir a nuevo. Se abrazarían, incluso reirían de cosas sin sentido como un nuevo corte o la ropa. Ella le diría que lo extrañó tanto, pero se enojaría por haberla esperado. Su enojo duraría poco al saber que había horneado bollos de queso.

La realidad siempre te golpeaba. No había nieve y su horno no se había utilizado desde hace meses. Pero ella le abrazó, fuerte y con desesperación.

Y eso fue lo único que necesitaba para que fuera perfecto, incluso si no había nieve o bollos de queso.

o0o

Era una mañana normal, como cualquier día. Sin embargo, Katniss lo sentía diferente. Tal vez era el primer aliento de la primavera en el aire, el sol colándose por la ventana. O tal vez era el hombre que la abrazaba aún dormido, no queriendo que se apartara de él.

— ¿Ya estás despierta? — susurró Peeta. Ella se sorprendió, lo hacía dormido.

— Sí, pensé que estabas dormido.

— Yo pensé eso de ti.

— ¿Desde hace cuánto...?

— Dos horas.

— ¿Dos horas? ¿Cómo es que...?

— Panadero.

— Cierto — se abrazó más a él —. ¿Es que no dormiste?

— No pude. Si lo hacía podría confundir tu declaración de amor hacia mí con un sueño. Si dormía eso te daría tiempo para escapar y hacer como si nada hubiera pasado.

— Yo no haría eso — dijo fingiendo haber sido ofendida.

— Claro, la vez que me engañaste cuando te acabaste los bollos de queso diciendo "solo soñaste que los horneaste" da muchas referencias sobre ti.

— Vamos, te amo a ti más que los bollos de queso.

Fue duro, pero finalmente había conseguido que Katniss le dijera que lo amaba sin salir corriendo. Ese lo considera uno de sus mayores logros.

— Yo también te amo.

— ¿Incluso a las versiones nuevas sobre mí?

— A todas las Katniss las amo.

Le gustaría decir que a partir de ahí fueron felices por siempre. Sería mentir descaradamente. Katniss se había recuperado en su mayoría. Recordaba a muchas de las personas que formaron parte de su vida. Una de ellas fue Peeta.

Sin embargo seguían trabajando en los recuerdos de Prim, que daban mucha batalla.

— ¿Y si vienes a vivir aquí? No es que prácticamente ya lo hagas — dijo nervioso. Practicó una semana entera para sonar seguro. Casi lo hizo.

— ¿Crees que podrás vivir con la idea de que algún día despierte recordando a mi hermana y termine siendo un caos?

Fue difícil entre las consultas por teléfono y los pocos, casi nulos, ataques de ansiedad de Katniss. Noches en vela esperando a que ella se tranquilizara para tener una noche tranquila.

Peeta nunca sabrá que fue más difícil: hacer que Katniss aceptada casarse con él o que dejara llamar a su primera hija Emma.

En la mañana de su segundo aniversario le encontró llorando inconsolablemente bajo las sábanas. Cuando preguntó que pasaba, ella respondió —. Prim murió, Peeta.

Después de una pequeña e inocente broma el día de su boda cuando le hizo creer a Peeta (quien terminó por desmayarse) que no lo recordaba juró no volver a usar el humor tan extraño (según Haymitch) que ella tenía.

Vestida de blanco, caminando hacia el hombre que siempre estuvo con ella, prometió no volver a olvidarlo.

Ella nunca lo hizo.