Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Suzanne Collins

Esta es la primer historia que publico, pido su comprensión y agradezco sus sugerencias.

Es M, y advierto que hay un pequeño lemmon casi al final de este capítulo.

Esta historia es un regalo para Darkmatter Black, participa en el intercambio "Debajo del árbol" del foro "El Diente de León"

Agradezco a Eleanar28 por ayudarme con el beteo de este capítulo y sus sugerencias para mejorar.

Me enamoré de las historias hayffie después de leer las maravillosas historias de Ellana-san y Allonsysilvertongue, que me sirvieron de inspiración para animarme a escribir la mía.


La primera vez que Haymitch vio a Effie fue durante la ceremonia de la cosecha de los Sexagésimo Terceros Juegos del Hambre. Y desde el primer momento en que cruzó palabras con su nueva escolta, comenzaron a discutir y supo que ella le haría su vida imposible.

Effie era la mujer del Capitolio más apretada que conocía, todo lo que hacía era dar órdenes a todos a su alrededor, seguir estrictamente los horarios de su agenda y hablar de modales. Pero claro que con él se iba a topar con pared, pues no estaba acostumbrado a seguir instrucciones, mucho menos reglas de etiqueta y jamás se interesaría en cuál era la moda para vestir hoy en día.

Pero lo que Haymitch nunca esperó de Effie fue su comportamiento con los tributos. Como la ocasión en la que durante el viaje en tren rumbo al Capitolio, él la sorprendió a altas horas de la noche saliendo del dormitorio de Anise, la chica que había salido en el sorteo como tributo.

— ¿Qué haces despierta aún princesa?, ¿tanta emoción te quitó el sueño? — dijo Haymitch en tono burlón.

—Solo le llevé un té a Anise; me dijo que le dolía el estómago y me quedé charlando un rato con ella hasta que se durmió— contestó Effie algo cansada—Y si me disculpas, me voy a dormir y te aconsejo que hagas lo mismo, mañana nos espera un gran gran día— y dicho esto se metió a su compartimiento.

¿Qué clase de escolta es Effie?, ¿quién es ella en realidad? Era algo que se preguntaba seguido Haymitch. Nunca había conocido a una escolta que mostrara verdadero interés por sus tributos, que los tratara como humanos y les hablara con respeto, y no con disgusto y desprecio como lo hacían la mayoría. Aunque le pareciera ridículo ver como intentaba enseñarles reglas de etiqueta en la mesa y el uso adecuado de cada uno de los diferentes cubiertos, jamás insultó su forma de comer.

El mentor nunca había asistido a tantas comidas y fiestas en el Capitolio; prefería quedarse bebiendo en el penthouse o salir a algún bar con su amigo y colega Chaff, uno de los vencedores y mentores del distrito 11. Pero Effie no lo dejaba en paz hasta que hacía lo que quería.

—Haymitch, es muy importante que los patrocinadores te vean tan seguido como sea posible, tienes que interactuar más con ellos y hablarles de nuestros tributos si queremos que nos den dinero para mandarles paracaídas cuando estén en la arena— repetía Effie cada vez que tenía que llevarlo prácticamente a rastras a un evento.

Y no solo hacía que la acompañara a estas insoportables reuniones, si no que le decía que vestir en cada ocasión; le había comprado todo un guardarropa nuevo, pues "la forma de vestir habla mucho de cada persona" o al menos eso era lo que repetía Effie incansablemente con su voz aguda y chillona cada vez que él se negaba a ponerse algo que ella le indicaba.

Y a Haymitch le encantaba hacerla enojar cada vez que le respondía — y ¿qué dicen de ti cuando ven tu ropa, princesa?, ¿de qué circo se escapó este payaso? —. Hacerla enojar y discutir con ella eran su nuevo entretenimiento en el Capitolio, y más aún porque Effie sabía cómo responder cada uno de sus insultos.

El día que los tributos entraron a la arena, Haymitch no dejó que su escolta viera el arranque de los juegos en la sala destinada a los patrocinadores, hizo que se quedara con él en el penthouse; sabía que Effie se había encariñado con los tributos, el peor error que podías cometer cuando sabes que de veinticuatro solo uno queda con vida y temía cual iba a ser la reacción de ella.

Tanto Anise de 15 años como Dante de 16, fallecieron a la hora de haber iniciado los juegos; se habían mantenido juntos y habían huido de la Cornucopia como su mentor les había indicado evitando el baño de sangre, pero ambos habían ingresado en arenas movedizas sin darse cuenta y se habían ahogado, dentro del gran pantano en lo que ahora estaba convertida la arena de los juegos.

—¡Nooo!, no, no, no— había gritado Effie, y de pronto comenzó a llorar cubriéndose la cara con las manos.

—Vamos cariño, acompáñame— Haymitch la sujetó del brazo y la guio hacia la azotea. Ella lo siguió sin protestar, no podía dejar de llorar.

—Effie, ¿por qué te convertiste en escolta? — le preguntó él frunciendo el ceño y tratando de leerla con la mirada.

Ella no contestó nada mientras intentaba calmarse y se limpiaba las lágrimas en las mangas de su vestido actuando todo lo contrario a como una "dama" lo haría.

Sin dejar de soltar hipidos, la escolta comenzó a contarle

—Yo…yo no esperaba esto… yo no quería esto— sus manos le temblaban mientras mantenía su mirada fija en la línea del horizonte—yo quería ser modelo, estudie actuación y modelaje desde niña…— sorbiendo por la nariz continuó —mi tío me consiguió la entrevista para convertirme en escolta… mis padres estaban muy emocionados y yo… yo solo quería que estuvieran orgullosos de mí.

— ¿Y qué pasó cariño? Te has dado cuenta que los juegos no solo son fama y popularidad, sino que aquí festejan el asesinato de niños inocentes, ¿verdad?- le contestó Haymitch con sarcasmo.

—Yo… desde niños nos enseñan en la escuela que los juegos son correctos, que es una forma de mantener la paz en Panem y que es un orgullo para todos los tributos representar a su distrito—volteó a verlo con ojos suplicantes, como si estuviera solicitando su perdón o comprensión.

Haymitch se pasó las manos por el cabello y se agarró la nuca.

—No debes repetir esto a nadie, Effie— señalando hacia la puerta continuó —no debes dejar que ellos sepan cómo te sientes o cómo te afectan los juegos, o no te gustaran las consecuencias.

La escolta se vio las manos y girándolas hacia arriba y abajo, le preguntó:

— ¿Yo los maté, Haymitch?, ¿ahora tengo sangre en mis manos? — volteó a verlo con nuevas lágrimas en los ojos.

—Tú actuase tu papel, princesa. Ahora tienes que vivir con las consecuencias— y dicho esto Haymitch se dirigió a la puerta, cuando tomó el pomo se detuvo y le dijo —es posible que el penthouse este intervenido, por eso te traje aquí a hablar, ten mucho cuidado de lo que digas allá adentro.

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El año de los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre, Effie había logrado contagiar un poco de su entusiasmo a Haymitch con la idea de que Avery, el tributo masculino de 17 años de su distrito, tenía posibilidades de ganar.

Avery Porter era el sobrino del carnicero del distrito 12, sabía utilizar toda clase de cuchillos, tenía buena puntería al lanzarlos y además sabía instalar diferentes tipos de trampas, lo que incrementaba sus probabilidades de supervivencia dentro de la arena.

Haymitch asistió con Effie a todas las comidas y cenas que se organizaban previo a los juegos para convivir con posibles patrocinadores, aprovechaban cada oportunidad que tenían para hablar de todas las cualidades que tenía su tributo; desgraciadamente no podían hacer lo mismo con Elisa, su tributo femenino, una chica que apenas había cumplido los 13 años de edad y se la pasaba llorando asustada, ella no tenía ninguna posibilidad.

En la fiesta que asistió previo al día de las demostraciones con los Vigilantes, Haymitch se acercó a la barra del bar para pedir un whiskey y no se sorprendió al ver sentado ahí a su amigo Chaff.

—Vaya, así que te traen bien cortito de la correa— comenzó a carcajearse Chaff, mirándolo de reojo.

—No sé de qué hablas— contestó a la defensiva Haymitch, moviendo los dedos sobre la barra, impaciente por que le entregaran pronto su bebida.

—¿En serio?, andas como perrito faldero detrás de tu escolta, no te pierdes ningún evento e incluso das entrevistas cuando antes no lo hacías, pero no te culpo, con ese pedazo de trasero que se carga Trinket…—Chaff levanto las cejas varias veces mientras sonreía de forma burlona.

Haymitch se molestó con los comentarios de su amigo, sobre todo por la insinuación que le hizo, ¿Effie Trinket? ¿En verdad creía que podía meterse con una mujer del capitolio?, apretando los puños le respondió:

—Estoy aquí por mi tributo, creo que el chico tiene posibilidades.

—Los patrocinadores están vueltos locos por el chico del distrito 4, Finnick Odair, que a pesar de que tiene 14 años se han encargado de hacerle mucha publicidad, dudo que puedas sacarles mucho— le comentó el vencedor del distrito 11 al tiempo que se volteaba hacía el salón para ver a la gente ahí reunida.

Haymitch hizo lo mismo, y vio al instante como Mags, la mentora del distrito 4, estaba rodeada por muchos patrocinadores; mientras en el otro extremo del salón alcanzó a ver a Effie que trataba de retener la atención de una pareja que no tenían la menor intención de quedarse a charlar con ella.

Torciendo la boca a modo de disgusto, y dando un gran trago a su whiskey, Haymitch le dijo a Chaff que se fueran, solían pasársela mucho mejor bebiendo en algún bar del Capitolio que en esas fiestas.

Horas más tarde, Haymitch subía al Penthouse escoltado por dos agentes de paz; solo rezaba porque cuando llegaran al piso 12, nadie advirtiera su llegada y lo dejaran irse a dormir en paz. Pero no tenía tanta suerte.

En cuanto el timbre del elevador sonó y se abrieron las puertas, se topó con una Effie muy enojada.

— ¡Oh, por todos los cielos!, ¿qué sucedió?- ella se acercó a Haymitch quién iba sujeto por los brazos por los agentes de paz, para impedir que se cayera de borracho.

—Reportaron al Sr. Abernathy causando disturbios en un bar cerca de aquí; tiene suerte que nuestras celdas de detención aquí en el centro de entrenamiento estén llenas y lo traigamos aquí solo con una advertencia, a la próxima lo llevaremos directo a la prisión de la ciudad— le comentó uno de los agentes.

Haymitch vio como Effie lo agarraba de la cintura y se colocaba bajo su brazo para ayudar a sostenerlo.

—No se preocupe oficial, esto no volverá a repetirse, yo me encargo, muchas gracias por traerlo— y poniendo una de sus mejores sonrisas falsas, los despidió.

Apenas las puertas del ascensor se cerraron, ellos quedaron solos, y Effie no perdió tiempo para comenzar a regañarlo:

—En serio Haymitch, ¿qué pasa contigo? Tienes la responsabilidad de ayudar a tus tributos; en la fiesta los señores Charmichael querían hablar contigo y tú simplemente te fuiste sin decirme nada; sé que careces de buenos modales, pero hubiera sido muy amable de tu parte decirme que ya te ibas a retirar— le decía Effie muy molesta mientras lo llevaba casi a rastras hasta su dormitorio.

—Princesa, no hay necesidad de gritarme, y no necesito pedirte permiso para hacer lo que quiero, no eres mi jefe— Haymitch apenas se daba a entender con lo tomado que estaba.

Cuando entraron en el dormitorio y alcanzaron la cama, la escolta lo soltó para que él se sentara, pero el mentor se dejó caer de espaldas sobre el colchón arrastrándola con él de forma que quedó acostada sobre él.

Effie soltó un pequeño grito y de pronto los dos se quedaron mirando a los ojos.

—Tienes unos ojos preciosos, princesa— le dijo él.

—Haymitch— pronunció Effie apenas en un susurro mientras se ruborizaba.

—Pero tienes que ponerte toda esa basura en la cara que hace que parezcas más un payaso— le dijo él mientras le acariciaba con el dorso de la mano la mejilla.

De un manotazo ella lo alejó y se incorporó junto a la cama de inmediato.

—De verdad Haymitch, en momentos como este, haces que me pregunte por qué escogí ser la escolta del distrito 12 en lugar del distrito 10— dijo al tiempo que se sacudía la ropa.

Haymitch se enderezó en la cama al tiempo que sentía unas nauseas espantosas y no pudo evitar vomitar encima de Effie quien estaba parada frente a él, antes de quedar inconsciente.

A la mañana siguiente cuando Haymitch se despertó con un terrible dolor de cabeza se sorprendió de encontrar un vaso de agua y un par de analgésicos en su mesita de noche; y no solo eso, vestía pijamas y no recordaba haberse cambiado la ropa.

Después de bañarse, cuando entró en el comedor para desayunar se topó con una Effie muy furiosa, y los recuerdos de la noche anterior volvieron de inmediato a su mente.

—Lo siento cariño, anoche no fue mi intención… tú sabes…— comenzó a disculparse Haymitch mientras tomaba asiento en la mesa.

— ¡Me vomitaste encima Haymitch! ¡Arruinaste mi vestido y mis zapatos nuevos! Y por supuesto espero me los pagues, pero eso no es todo…— el mentor había levantado una mano indicándole a ella que se callara.

— ¿Es necesario que grites tanto?, estoy enfrente de ti princesa— dijo él poniéndose las manos en la cabeza que sentía le iba a estallar en cualquier momento.

Un avox colocó frente a él un vaso con un jugo rojo y una varita de apio. Antes de preguntar qué era, Effie le comentó:

—Te pedí un jugo de tomate y almeja para que se te baje la resaca más rápido— le dijo molesta y poniéndose de pie continuó —Eres un grosero y un borracho insufrible, pero espero que te pongas a trabajar cuanto antes, sabes que hoy es un día muy importante para los tributos— y girando sobre sus tacones salió del comedor.

Haymitch se quedó contemplando el jugo frente a él y luego volteó a la puerta por la que había salido Effie. Me ayudó a llegar a mi habitación anoche, me cambió de ropa, el vaso de agua y las pastillas, y ahora el jugo; nunca antes de ella alguien había hecho algo así por mí. Además mencionó que pudo ser la escolta del distrito 10, pero eligió mi distrito. Tengo que preguntarle por qué hace todo esto, pero ahora no es un buen momento, será en otra ocasión.

Avery obtuvo un 9 de puntuación, su entrevista con Cesar Flickerman fue memorable, y además había tenido un arranque excelente en los juegos.

Ya habían pasado dos semanas y el chico se encontraba entre los últimos 5 tributos aún con vida. Haymitch y Effie habían trabajado sin parar tratando de conseguir patrocinadores y habían podido enviarle 2 paracaídas que habían salvado su vida. Pero a estas alturas de los juegos, los precios eran ridículamente altos y era imposible enviarle nada más.

Trataban de estar pegados a la pantalla siguiendo todos los movimientos de Avery, incluso se turnaban para dormir para que en todo momento estuviera uno de los dos al pendiente de lo que pasaba en la arena.

—Princesa, vete a la cama, te prometo que si pasa algo voy a despertarte, ¿está bien? Avery en este momento está durmiendo en su refugio, dudo que pase algo interesante por unas horas— le dijo a Effie mientras se servía un vaso de whiskey, aunque los nervios le impedían tomar tanto, pero era su costumbre tenerlo en su mano

Effie no contestó nada, se limitó a asentir con la cabeza, se levantó del sillón, tomó sus zapatos de tacón y salió del salón.

Al cabo de un par de horas Haymitch observó como un paracaídas portando un gran tridente le llegaba al chico del distrito 4.

— ¡Maldición! — maldijo en voz alta – estos juegos ya están decididos, jamás habían entregado un arma así de grande a ningún tributo— Haymitch se pasaba una mano por la cara frustrado.

Y de pronto un incendio empezó a arrasar con todo a su paso en una parte de la arena, cerca del refugio de Avery, quién se despertó a tiempo y salió para ponerse a salvo.

— ¡Malditos desgraciados! — gritó Haymitch al tiempo que estrellaba su vaso de whiskey en la pared.

Al poco tiempo entró corriendo en el salón Effie

— ¿Qué ha pasado?, ¿En dónde está Avery? — preguntó ella con verdadera preocupación

Haymitch no le contestó, se quedó paralizado un momento observando a su escolta quien solo vestía un corto camisón de seda color rosa pálido que combinaba perfectamente con su blanca piel, tenía el cabello rubio, el cual caía en ondas hasta la mitad de su espalda, y traía la cara lavada.

—Eres preciosa— comentó él en voz baja, pero ella alcanzó a oírlo.

— ¿Disculpa? —preguntó ella ruborizándose, fingiendo que no lo había escuchado.

Haymitch carraspeó y regresando la vista a la pantalla le dijo:

—Acaban de mandarle en paracaídas un tridente al chico del 4 y también hicieron que Avery saliera de su refugio, creo que quieren que todos se acerquen para terminar esto más rápido.

Effie se acurrucó en el sofá y subió los pies de forma que quedó sentada sobre ellos:

— ¿Puedes darme una bebida por favor?

—Me repites a cada rato que no debo beber mientras vemos los juegos, ¿y ahora tú quieres una bebida? cada día me sorprendes más, cariño—le dijo arqueando una ceja.

— ¿Y cuándo me has escuchado? Por favor, Haymitch, esta angustia me está matando— le comentó ella.

—Mandona— contestó él mientras se dirigía al carro de las bebidas. La verdad es que con esa cara y ese cuerpo que lucía Effie al natural, ella podría pedirle lo que quisiera y probablemente él accedería.

Agarró una copa y una botella de vino rosado de una pequeña nevera y se los dio. Mientras él regresaba por un vaso de whiskey.

Al sentarse en el sofá junto a ella le comentó:

— ¿Sabes? Me gustas más sin todo eso que te pones en la cara— y volteó a verla a los ojos.

—Y tú me gustas más sobrio, pero uno no obtiene siempre lo que quiere— y le guiño un ojo para después regresar la vista a la pantalla.

Haymitch no podía concentrarse completamente en la pantalla, su mirada se desviaba a cada rato hacia las piernas de su escolta, quien sentada en esa posición mostraba un poco más de piel, ya que el camisón se le subía un poco; además estaba ese tirante que se le resbalaba del hombro y permitía que se viera más su escote cada que ella se agachaba a tomar la botella que tenía en el piso, para rellenar su copa.

A buena hora se le ocurre presentarse así; sin el espantoso disfraz del capitolio se ve más…humana. ¡Diablos! Solo quiero pasar mi mano por esas piernas, ¿se sentirán tan suaves como se ven?. Haymitch apretó las manos en un puño, sentía que las palmas de las manos le picaban y no quería cometer la estupidez de acariciarla sin su permiso. Pero ¿en qué demonios estoy pensando? Ella es una mujer del Capitolio y yo la odio, odio todo lo que ella representa y…

—Deja de comerme con los ojos Haymitch y concéntrate en la pantalla, ¡qué falta de modales! — lo dijo sin voltear a verlo y tratando de reprimir una sonrisa.

—Princesa, ¿qué esperabas?, soy un hombre y tú estas sentada a mi lado medio desnuda mostrando toda esa piel—le dijo mientras la señalaba de arriba abajo con la mano—. En todo caso, la falta de modales es tuya por no estar vestida apropiadamente.

Pero el estallido de un cañón impidió que ella le contestara, ambos voltearon a la pantalla para ver el momento en que caía muerta la tributo del distrito 1 atravesada por el tridente a manos de Finnick. Ahora solo quedaban 4 tributos y Avery estaba entre ellos.

No dijeron nada más por un momento mientras transmitían ahora una pelea que se daba entre los tributos del distrito 10 y del 8, ambos eran grandes y fuertes, aunque mucho más delgados y cansados que cuando entraron en la arena.

—Haymitch, si uno de ellos fallece, solo van a quedar 3 y Avery está en mejores condiciones que cualquiera de los que quedan, podría ganar— dijo ella algo esperanzada.

—Son las 3am princesa, el final está cerca pero no va a ser durante la madrugada, van a esperar a que todo Panem despierte y puedan verlo, tú sabes cómo es esto, entre más público tengan mejor, y…nunca puedes cantar victoria antes de tiempo— le dijo él mientras se frotaba los ojos con las manos, estaba muy cansado y tenía un mal presentimiento.

Haymitch sabía que cerca del final el Capitolio solía activar trampas o mutos en la arena para obligar a los tributos a moverse hacia cierto punto o por el contrario para detenerlos, pues cuando había un gran favoritismo entre la población del Capitolio y había mucho dinero en apuestas a favor de alguno de ellos, los Vigilantes solían protegerlos de manera sutil para no perder el interés de los televidentes cuando muriera el favorito; y estaba muy claro que ese año era Finnick Odair.

Unos minutos más tarde el chico del distrito 8 saltaba hacia el río para huir de su contrincante, había perdido su arma y no estaba dispuesto a morir todavía, pero tanto él como el chico del 10 estaban mal heridos.

—Esta es la oportunidad de Avery, fácilmente puede acabar con cualquiera de ellos y se encuentra muy cerca de Finnick—dijo Effie sentada ahora derecha en el sofá y mordiéndose sus uñas falsas.

Pero apenas hubo hecho ese comentario ella, Avery fue mordido en el cuello por un muto semejante a una serpiente venenosa que colgaba de un árbol oculta entre las ramas e inmediatamente calló muerto.

— ¡Nooo! — gritaron al mismo tiempo los dos.

—Se acabó princesa— apagó la pantalla y arrojó el control hacia la pared haciéndolo pedazos—. Malditos bastardos, esto ya estaba arreglado— dijo en voz alta y furiosa.

Effie tenía lágrimas en los ojos:

— ¿Por qué Haymitch? Él pudo haber ganado.

—Porque pueden, porque vende más el triunfo de un niño de 14 años; porque la gente del Capitolio, como tú, disfrutan más de lo que es diferente, lo que escapa de lo convencional, por eso usan esas ridículas ropas y pelucas, por eso disfrutarían más de un niño de 14 años matando a los mayores— le soltó Haymitch lleno de coraje.

— ¿Crees que disfruto viendo esto? — señaló hacia la pantalla en negro — ¿ver cómo se matan entre sí un montón de niños inocentes? — le contestó ella llena de coraje.

—No lo sé, dímelo tú cariño, tú eres la escolta, es tu mano la que condena a todos ellos a la muerte— le respondió hablándole fuerte.

Moviendo la cabeza negativamente ella le dijo:

—Eso no es justo, yo abrí los ojos hace dos años, en el momento que leí el nombre de Anise— las lágrimas no paraban y resbalaban por sus mejillas—traté de renunciar, pero tú mejor que nadie lo sabe, una vez en los juegos, siempre en los juegos, y eso también aplica para las escoltas.

Haymitch permaneció callado observándola, mientras ella continuaba:

—Si yo pude darme cuenta del error en el que viví toda mi vida, apenas vi el terror y desesperación de una madre… ¿cómo es posible que ellos no lo vean? — dijo ella mientras se limpiaba con las manos las lágrimas del rostro, estaba muy exaltada—. ¡Son unos asesinos!- gritó tan fuerte como pudo.

—Effie, vamos a la azotea princesa, creo que bebiste demasiado— Haymitch temía lo que pudiera suceder si la escuchaban hablando así, después de los sucedido con su familia sabía que no se podía desafiar tan abiertamente al Capitolio, Beete el mentor del distrito 3 le había dicho que el penthouse al igual que todos los pisos, estaba intervenido, y aunque no estaba seguro de que alguien los estuviera espiando en ese momento no quería arriesgarse.

Trató de tomarla por el brazo, pero ella lo jaló para atrás y lo esquivó.

—Oh no, deja que me escuchen Haymitch. ¿Oyeron bien? ¡Todos son unos asesinos! — actuaba como una loca desquiciada y agarró una lámpara como si fuera un micrófono y repitió — ¡Asesinos! ¿Me escucharon? ¿Aquí esconden el dispositivo para espiarnos o tengo que gritarlo en cada habitación?

— ¡Effie, ya basta! ¡Cállate! ¡Estás borracha! — y la tomó por los hombros.

—No me voy a callar hasta que todos me escuchen, ¡Suéltame! — y trató de zafarse.

Haymitch estaba desesperado, lo único que quería era que Effie se callara de una vez por todas antes que se llenara el piso con agentes de paz. Así que hizo lo único que se le ocurrió en ese momento para que dejara de hablar. La besó.

El beso no fue tierno, fue un beso salvaje, demandante, agresivo y Effie lo respondió de inmediato; entonces él le soltó los hombros y la abrazó de la cintura, y ella le rodeó el cuello con sus brazos atrayéndolo más.

Effie sin sus altos tacones le llegaba a los hombros a Haymitch, así que sin romper el beso le rodeó las caderas con sus piernas y él la llevó en brazos hasta recargarla en el ventanal, y ahí la despojó de su camisón dejándola solo en bragas y comenzó a besarle el cuello.

Ella comenzó a desabrocharle la camisa mientras ladeaba la cabeza para que el tuviera más acceso a su cuello. Haymitch se quitó la camisa sin dejar de besarla y fue bajando por su clavícula hasta que le atrapó un pezón con su boca y succionó.

Effie gimió de placer y agarró a Haymitch del cabello para mantenerlo ahí complaciendo sus senos. El mentor le acarició las piernas subiendo sus callosas manos hasta sus nalgas y le rompió las bragas de encaje.

Después con una mano, él se desabrochó el cinturón y abrió el botón de sus pantalones. Effie al escuchar cómo se bajaba la cremallera se excitó aún más y le jaló el cabello a Haymitch para volver a besarlo en la boca, y no pudo evitar dar un grito sorprendida cuando él la embistió clavándose en ella y gruñendo contra su cuerpo.

El frío del ventanal a su espalda y el calor del cuerpo de Haymitch la tenían al máximo. No quedaba espacio entre ellos, y ella no tardó mucho en estallar de placer, gritando de éxtasis cuando llegó al clímax.

Haymitch sin soltarla la llevó hasta el sofá donde se recostó sobre ella apoyando su peso en los brazos para no aplastarla y continuó con sus embestidas hasta que alcanzó su liberación ahogando un gruñido en el cuello de Effie.

Después de un momento, él se levantó y comenzó a abrocharse el pantalón mientras buscaba su camisa; Effie recogió su camisón del suelo, se lo puso y salió del salón sin decir nada.

El resto de los días que permanecieron juntos en el penthouse, ninguno de los dos mencionó nada de lo ocurrido y trataron de evitarse el uno al otro.

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Ese fue el primer año de muchos en los que Haymitch y Effie terminarían sus discusiones en la cama. Con sesiones de sexo rudo y besos hambrientos. Ambos quedaban siempre con huellas del otro en el cuerpo, chupetones, arañazos y moretones producto de sus encuentros.

Nunca dormían juntos; sin importar la hora, al terminar cada quien regresaba a su habitación. No era una relación, no eran exclusivos, no intercambiaban palabras de amor, solo era sexo sin compromiso.


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