Accidentalmente Cenicienta.

Capítulo 7: ¡Toda la maldita historia NO era así!

La mujer a cargo del burdel se llamaba Bambietta Basterbine, de cabello purpura y ojos del mismo color, y ella parecía absolutamente encantada con la idea de comprar a la Kurosaki por mucho dinero, para el regodeo de la rubia.

-Siempre es bueno tener carne nueva.- decía sádica Bambietta. –Los buitres se la devoraran.- rió a la par de Harribel y sus hijas.

-Eso espero, quiero que hagas sufrir mucho a esta mocosa, se lo merece.- Tier miró con odio a Karin aún sobre el hombro de Yammy.

-No te preocupes, por como la veo ahora, seguro que esta niña se quiebra fácil.- alzó el rostro lloroso de la joven de dieciséis. –Seguro me pagaran mucho por esta cerecita inocente…- apretó con sus dedos su barbilla para examinar mejor su cara, chillando y retrocediendo cuando la pelinegra se las arregló para morderle uno de sus dedos. –Maldita pequeña p… Agh, no importa, las luchadoras como tú me enferman tanto que tal vez incluso te venda barata solo para que veas lo que te puede pasar si me fastidias.- la de ojos negros la miró con rabia, pero finalmente solo bajó la cabeza, tratando inútilmente de contener las lágrimas. ¿Por qué esto le pasaba a ella? -¡Meninas!- llamó Bambietta.

Una mujer alta de extraño cabello rosa y gesto dulce, por no decir cara de tonta, entró a la habitación de recepción donde estaban.

-¿Si?- preguntó amablemente.

-Quiero que te lleves a esta mocosa con las demás y la preparen adecuadamente mientras voy a buscarle un cliente.- Karin hizo otro débil intento de escapar del agarre de Yammy. –Y cuidado con ella, no se vaya a escapar.- advirtió.

-Me asegurare de que no.- Meninas suspiró con tristeza antes de mirar a la pelinegra con una sonrisa dulce. –Pórtate bien o tendré que lastimarte.- musitó mientras extendía los brazos al hombre fortachón para que se la diera, él lo hizo y la joven trató de aprovechar la oportunidad para intentar escapar, pero de inmediato sus brazos se vieron inmovilizados por la sorprendentemente descomunal fuerza de la mujer extraña, se revolvió y trato de patearla, pero la de cabello rosa le exprimió los brazos tan fuerte que le arrancó un grito. –Te dije que te comportaras.- la reprendió con suavidad mientras comenzaba a salir del lugar.

-Muy bien entonces, querida.- escuchó hablar a Harribel mientras se la llevaban. –Discutamos cuanto vas a pagarme…- eso fue lo último que logró oír antes de desaparecer escaleras arriba con la fuerte mujer llevándola sin ningún esfuerzo.

Subieron varios pisos por la gran casa en lo que la pelinegra aun hacía débiles intentos de liberarse, solo logrando que la mujer de cabello rosa le apretara más y más los brazos casi al punto de quebrárselos.

Pero no podía rendirse tan fácil, no podía dejar de pelear así como así.

¿Por qué le estaba pasando esto a ella? ¿Por qué era tan desgraciada? ¿Por qué el puto mundo la odiaba tanto?

Sentía su corazón romperse de tal modo que pronto estaría más allá de cualquier posible reparación, estaban destruyendo su alma y todo lo que era. Destruían su orgullo, su pasión, su inocencia… No pasaría mucho antes de que no quedara nada más por destruir.

Las lágrimas corrían incesantes por su rostro, y mientras Meninas la metía a un cuarto lleno de mujeres que más que eso parecían muñequitas, Karin solo podía desear que ojala el tiempo se hubiera detenido en aquel baile que le pareció tan mágico, cuando ella estaba entre los brazos de Hitsugaya Toshiro, sintiéndose segura y feliz.

Pero por desgracia, sabía que la magia no existía, y que por lo tanto todos sus deseos eran imposibles.

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-¡Madarame nadie te está pidiendo tu opinión al respecto! ¡Te ordenó que me digas en dónde vive Karin!- gruñó Toshiro a un pelo de perder la paciencia con el hombre calvo, que se cruzó de brazos y apartó la mirada, firme en su posición de no decir nada.

Estaban a las afueras de la mansión de Ukitake, él, su hermana y su institutriz interrogando a Madarame, Ayasegawa y Abarai tratando de sonsacarles información del paradero de la amada del príncipe.

Pero ellos se negaban a cooperar. Aparentemente habían visto la escena de las escaleras y como ella había llorado por culpa de él, por lo que no estaban nada contentos y por sus complejos de hermanos mayores se rehusaban a darle su dirección.

-¡Por favor, Madarame-kun!- Hinamori estaba al borde de las lágrimas. –Shiro-chan solo quiere hablar con ella y disculparse. ¡Por favor dile en donde vive!- junto las manos suplicante.

-Lo siento, princesa. Pero nadie que haga llorar a la damita puede esperar que yo le haga un favor, ¡ni siquiera aunque sea el príncipe!-

-Madarame…- el albino apretó un puño con fuerza, meditando seriamente el restaurar las decapitaciones.

-Oh, vamos, Ikkaku.- Matsumoto habló por primera vez desde que encontraron a los guardias, había estado demasiado molesta con él por su gran metida de pata, pero aparentemente ya se le había pasado lo suficiente para salir en su ayuda. –Si lo ayudas a encontrarla, entonces estarás ayudando a Karin-chan a casarse con el chico que ama y convertirse en reina, ¿no crees que es lo suficientemente bueno?- entrecerró los ojos al calvo, como desafiándolo a negarle algo a ella.

Madarame tragó saliva y miró a sus compañeros, que se encogieron de hombros.

Una cosa era meterse con el príncipe, y otra muy distinta meterse con su institutriz, el real lo máximo que podría hacerles por desobedecer era castigarlos como la ley mandaba, pero ella… ella no tenía tapujo alguno, e hiciera lo que hiciera nadie le iba a decir nada porque la familia real adoraba a esa mujer.

Ikkaku no era el tipo más brillante, pero Toshiro estaba seguro de que era lo suficientemente inteligente para no sacar el lado malo de Matsumoto Rangiku.

Finalmente, el pelón suspiró.

-Bien, les diré dónde vive. Pero si la damita pregunta, díganle que me sacaron la información con tortura.- todos rodaron los ojos. Obviamente la Kurosaki tenía bien adiestrado al salvaje de Madarame. –Ella…-

-¡Hitsugaya-sama!- el alarmado grito hizo a los tres pares de personas voltearse, viendo a una mujer que se le hacía familiar acercándose a ellos con cara de pánico.

-¿Quién eres?- más vale que tuviera algo muy importante que hablar con él, no tenía tiempo como para perderlo, no cuando la chica de la que estaba enamorado estaba en algún lugar odiándolo. -¿Qué es lo que quieres?-

La chica se acercó más y pudo reconocerla como una de las menos molestas con las que bailó esa noche, aunque con la familia más irritante, también.

-Majestad…- suspiró aliviada. –Tengo algo que decirle, acerca de la chica con la que bailó esta noche, Kurosaki Karin.-

Bueno, eso sin duda le importaba.

-¿Qué sabes acerca de ella?- tuvo que contenerse de sacudirla por los hombros para que hablara de la ansiedad que sentía. ¿Por qué esa chica se veía tan preocupada? ¿Qué pasaba con Karin?

-Yo soy su hermana adoptiva, mi madre…-

-¡¿Tu eres una de sus horribles hermanas?!- Hinamori miró con rabia pura a la chica, que se estremeció y retrocedió, cubriendo su boca con una de las largas mangas de su Kimono.

Oh, así que esa irritante familia era de la que tanto quería huir su chica. Miró con el ceño fruncido a la recién llegada.

-Veo que le ha hablado de nosotras, supongo que ella ha tenido más interacción con ustedes que el día cuando se encontraron en el centro y en el baile.- dedujo inteligentemente. –De todos modos, es cierto que mi madre, mis hermanas y yo la hemos tratado horriblemente, y esperó me disculpen por eso, pero no es de lo que he venido a hablar. Ahora mismo Kurosaki Karin necesita de su ayuda.- sus palabras alarmaron a todos los presentes.

-¿De qué hablas? ¿Qué pasa con ella?- le estaba resultando difícil mantener su expresión estoica. No estaba del todo seguro de confiar en esa chica, pero parecía sincera, y no estaba dispuesto a ignorar cualquier cosa que dijera si la seguridad de Karin estaba en riesgo.

-Mi madre descubrió que ella era la princesa que bailaba con usted, su alteza, y se enfureció mucho y… y ella y mis hermanas golpearon a Kurosaki, yo no.- informó aclarando que ella no había formado parte de la agresión. –Luego… luego mi madre cortó en tiras el Kimono que Kurosaki había llevado al baile.- Hinamori y Matsumoto sofocaron una exclamación. –Eso pareció molestar mucho a Kurosaki, porque golpeó a mi madre y también a mis hermanas, a mí no, por alguna razón…- Madarame y Abarai vitorearon ante eso, felices de que golpeara a al menos tres de las cuatro que le hacían la vida imposible. –Mi madre enfureció tanto que obligó al jardinero a cargarla para llevarla y… venderla a un…- miró al príncipe con ojos temerosos. –A un prostíbulo.- concluyó nuevamente cubriendo su boca y desviando la mirada.

El silencio reino por unos segundos, todos dirigiendo su mirada al albino.

Toshiro tenía la mirada oculta por su cabello, en todo el transcurso de lo hablado por la chica había apretado sus puños cada vez más y más al punto de que ahora la sangre goteaba por entre sus dedos, su mandíbula estaba tan apretada que casi podía sentir sus dientes agrietarse.

Cuando alzó la vista, todo mundo se aseguró de dar al menos dos pasos más lejos de él ante su mirada enloquecida de furia, sabiamente porque, apenas los guardias terminaron de esconderse detrás de la princesa, estrelló su puño en la pared donde antes habían estado apoyados, agrietándola levemente.

Luego tendría que disculparse con Ukitake por eso, pero en ese momento, solo tenía una cosa en mente.

-Tú.- volteó a la chica asustadiza que ahora recordaba se llamaba Sung-sun. –Llévame a ese… lugar…- ordenó casi gruñendo, dejando totalmente en claro que estaba haciendo grandes esfuerzos por contener su ira. Sung-sun asintió rápidamente. –Y te lo advierto…- masculló con tono mortalmente helado después de ordenar a Abarai traer sus caballos. –Si Karin llega a ser… deshonrada de ese modo, tanto tu madre como tus hermanas serán ejecutadas por la guardia real. ¡Y me importa una mierda que ya no se permita hacer eso!- gritó encogiendo a la chica en su lugar. Pero no le importaba. Si se atrevían a hacerle tal pecado a la chica que amaba, estaba más que muy dispuesto a cumplirles sus ansias de asesinar a Zaraki y su panda de locos.

-Gracias por advertirnos de esto, de todos modos. Tú serás perdonada.- la princesa, en un tono mucho más comprensivo, trató de consolar a la chica, que suspiró aliviada pero igual viéndose cabizbaja.

Abarai volvió con los caballos y Ayasegawa ayudo a la hermana adoptiva de Karin a montar su caballo junto con él, liderando el grupo con velocidad hacia donde Sung-sun indicaba era el burdel más cercano a su casa.

Por más que Hitsugaya trató de convencer a Hinamori y Matsumoto de no ir, no hubo modo de hacerlas ceder de su voluntad de acompañarlo, por lo que ahora los dos miembros de la realeza, su institutriz, tres guardias y la chica que los alertó, iban camino a salvar a la definitivamente futura reina de la nación pasara lo que pasara. Y, ¿por qué no? También iban a cortar algunas cabezas.

Solo esperaba llegar a tiempo antes de que le hicieran algo imperdonable, o no sabía lo que era capaz de hacer…

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Harribel, ya con su abundante pago por un buen comercio en mano, estaba a punto de retirarse de aquel burdel con sus hijas y el jardinero detrás, cuando de repente notó la falta de una de sus hijas.

Se encogió de hombros sin darle importancia al notar que solo faltaba Sung-sun, ella aún era inocente en esos aspectos, la única de sus hijas que le hacía caso cuando decía que debían esperar al esposo para tener algo de "diversión", así que solo supuso que no quiso mezclarse en ese tipo de ambientes.

Rodeó su mandíbula con ternura mientras acunaba el dinero contra su pecho, maldiciendo a la maldita Cenicienta por haberla golpeado. De todos modos, ahora esa pequeña zorrita estúpida estaba en donde merecía estar.

Ya no tendría que preocuparse nunca más por esa mocosa, pensó traspasando las puertas de nuevo a las calles, casi a punto de sonreír cuando de pronto oyó el veloz golpeteó familiar de los caballos y volteó la vista confundida, quedándose sin aliento ante la vista de varios caballos a lo lejos corriendo en dirección a la casa grande, Sung-sun sentada en un caballo junto a uno de los guardias, el príncipe Hitsugaya siguiéndola mientras los dirigía hacia ellos.

¡Maldita traidora!, el dolor de la traición golpeó su orgullo de madre con fuerza, pero de inmediato reprimió ese sentimiento reemplazándolo con ira pura.

¡¿Cómo se había atrevido a enviar al príncipe tras ellas?! Vender gente ahora era ilegal, el solo prostituir gente era ilegal, el burdel se hacía pasar por un simple bar a pesar de que todos sabían lo que era en realidad, pero nadie se animaba a denunciarlo.

¡Pero su hija se había atrevido y justo cuando acababa de hacer un buen negocio ahí!

Maldita sea esa niña y la consciencia que heredó de su inútil padre.

Recordó que el príncipe bailó con la niña mugrienta esa noche y muy posiblemente había quedado prendado de ella a pesar de su obvia discusión, por lo que probablemente querría convertirla en su esposa… si la encontraba, claro…

Una malvada y brillante idea pasó por su cabeza en lo que salía disparada de vuelta dentro del prostíbulo, indicándoles al jardinero y sus hijas no-traidoras que la siguieran.

Rápidamente abordó a Bambietta y la advirtió de la situación, a lo que ella la tranquilizó diciéndole que estaba preparada para casos así con permisos falsificados, y que mientras nadie dijera que eso era un burdel y no pasaran a las habitaciones de atrás, no tenían por qué sospechar nada, puesto que las prostitutas ya sabían fingir ser Geishas.

-Aun así esconde a la mocosa, si la ven sabrán que te la vendí y que esto es un burdel, las dos saldremos mal.- y tampoco quería que bajo ninguna circunstancia aquella muchachita sucia se convirtiera en reina, ¡qué horror! ¡Lo bajo que caería el reino! Lo que estaba haciendo era por el bien de toda la nación.

-Oww, justo le había conseguido un cliente.- se lamentó. –Pero no te preocupes, la esconderé.- justo cuando acababa de encargarle a Meninas esconder a la recién llegada, la puerta del lugar fue tirada abajo, literalmente un hombre calvo la pateó al otro lado del lugar, una mirada desquiciada en su rostro.

-¡¿Quién quiere ser el primero en morir?!- gritó tétricamente, sacando una katana y una lanza, espantando completamente a la clientela que constaba más que nada de infelices urgidos sexuales.

Bambietta frunció el ceño y rápidamente mandó a la de cabello rosa a salir de la habitación para cumplir la orden que le había dado.

No pasó mucho hasta que el lugar se vio invadido por el resto de los guardias, los reales, su institutriz, y Sung-sun escondida tímidamente detrás del guardia de apariencia más afeminada. Harribel, Mila Rose y Apacci la fulminaron con la mirada.

-¿Quién está a cargo de este… lugar?- pronunció el príncipe en un tono que les heló la sangre a las cuatro mujeres y el jardinero, las prostitutas que habían quedado en el lugar comenzaron a retirarse disimuladamente a las habitaciones de atrás.

Bambietta valientemente dio un paso adelante, a pesar de que la mirada del príncipe parecía aún más peligrosa que la del calvo.

-¿Qué lo trae a mi humilde bar, majestad?- hizo una reverencia.

-No tengo tiempo para que trates de engañarme. Entréguenme a Karin inmediatamente y más les vale que por su bien nadie la haya tocado o su destino será peor que la muerte.- prácticamente rugió pero sin alzar la voz.

Bambietta estaba visiblemente intimidada, pero de algún modo se las arregló para sonreír nerviosamente.

-No sé de qué habla, majestad, Tier solo me estaba haciendo una visita amistosa con sus hijas mayores… y el jardinero para ayudarme en algunas cosas. Este es un bar honrado.- sacó de su escote los permisos falsificados y se los tendió al real, pero fue su institutriz quien los tomó, ojeándolos con el ceño fruncido. –Y tengo entendido que Karin es la amada hija adoptiva de Tier, pero yo no he tenido el gusto de conocerla.- su tono era nervioso pero se las arreglaba para no balbucear, era una mentirosa experta.

-Estos papeles son falsos.- Matsumoto Rangiku delató y Bambietta palideció. –Está muy bien hecho, pero la tinta utilizada lo delata, es de buena calidad, y siempre usan tinta barata para este tipo de cosas.- rió como si fuera gracioso. –Y de todas formas no te hubiésemos creído, linda.- se dirigió a la dueña del prostíbulo. –Este es un obvio burdel de quinta.- se burló y Bambietta arrugó la nariz, pareciéndose a punto de lanzarse contra la institutriz, cuando de repente Abarai llegó detrás de ella y le ató las manos, a lo que la capturada gruñó pisoteando con fuerza.

-Estás arrestada.- sonrió burlón.

-¿Dónde está Karin?- siguió insistiendo el príncipe sin siquiera parecer haber prestado atención a todo lo anterior, sus ojos paseándose de Bambietta a Harribel llenos de advertencias de que lo mejor para ellas era hablar y pronto.

-Ella no está aquí, huyó de la casa, no sabemos dónde está.- intentó mentir Harribel.

-No tengo tiempo para esto.- el príncipe gruñó más que molesto. –Abarai, Madarame, reúnan a todo ser que habite este repugnante sitio, tráiganlos a todos aquí, liberaremos a las… mujeres que hayan estado siendo sometidas a este tipo de trabajo indigno y encarcelaremos a todos los cómplices de Basterbine.- aparentemente sí había leído el nombre de Bambietta cuando le tendió los permisos falsificados. -¡Traigan rápido a todas las mujeres aquí! ¡Revisen cada rincón de la casa! Ella está aquí.- el calvo salió de inmediato a cumplir la orden aunque con mala cara, el pelirrojo tatuado que había estado reteniendo a Bambietta la dejó al cuidado del tipo afeminado que no se apartaba de Sung-sun antes de seguir al otro guardia pelón.

Harribel, Mila Rose y Apacci se quedaron quietas en un rincón, recibiendo miradas de muerte del príncipe si se atrevían a moverse solo un poco, por lo que la rubia podía adivinar que también estaban arrestadas a pesar de que no las ataron, no tenían derecho a abandonar el lugar ni moverse hasta que al príncipe se le plazca.

Poco a poco, la zona de bar del prostíbulo comenzó a llenarse de las prostitutas, todas maquilladas, todas peinadas elegantemente, todas vestidas hermosamente, todas parecidas, como muñecas sin vida.

Tier esperaba que Meninas haya escondido bien a la mocosa, ¡esa despreciable chicuela no tenía el derecho a convertirse en reina! ¡Era un ser sucio e inferior a ella y sus hijas! O al menos las mayores.

-Tsk, para mí todas estas mujeres lucen iguales.- se quejó el guardia calvo una vez no pudieron encontrar a más chicas en el recinto.

Ni siquiera Harribel podía saber si su esclava adoptiva estaba entre las mujeres con tanto maquillaje encima, aunque suponía que no porque todas las chicas estaban en silencio y dudaba que la Kurosaki se quedaría callada. Además, Meninas tampoco estaba.

-Pero ya buscamos en todos los rincones de esta casa.- murmuró el que habían nombrado como Abarai, frotándose la nuca.

Bambietta sonrió malvadamente y finalmente la rubia lo notó y sonrió malvadamente a su vez.

¿Quién dijo que ocultaron a la mocosa en la casa?

Para su desgracia, el príncipe pareció notar sus sonrisas y frunció el ceño, saliendo de la casa sin que nadie se diera cuenta debido a que estaban demasiado ocupados buscando entre las prostitutas a Kurosaki Karin.

Harribel trató de aprovechar la salida del príncipe para tratar de escapar, pero Sung-sun la notó y advirtió al guardia afeminado.

Maldita traidora, volvieron a pensar Tier, Mila Rose y Apacci una vez el guardia afeminado terminó de atarlas a una columna junto con el jardinero.

-Lo siento.- para su sorpresa ahora Sung-sun sonrió malvadamente hablándoles por primera vez sin intimidarse más. –Pero a ustedes les esperan cosas horribles por lo que le han hecho a Kurosaki Karin, y gracias a mi advertencia ahora tengo el perdón del príncipe. Así que perdón pero era mi cabeza o las suyas.- ocultó su sonrisa con la manga de su Kimono antes de volver con el afeminado, que la felicitó por su bella elegancia malvada.

Harribel estaba prácticamente escupiendo fuego por la boca.

-¡Agh, ya no aguanto esto!- el calvo pisoteó cerca de ellas. -¡Todas estas mujeres son iguales y no hablan! ¿Cómo se supone que hallemos a la damita?- refunfuñó cruzado de brazos.

-Si ella fuera alguna de estas chicas ¿no crees que hablaría?- trató de calmar las cosas Abarai.

-¿Tal vez la estén presionando?- propuso temerosa Matsumoto.

-¡Oh, lo tengo!- la princesa, que hasta ese momento había permanecido más rezagada que los demás, se adelantó sacando algo de entre los pliegues de su Kimono, un zapatito de cristal. -¡A nadie más que a Karin-chan le queda este zapato! ¡Hay que probárselo a todas estas mujeres!-

-¡Brillante idea, princesa!- felicitaron todos.

-¿Tú qué opinas, Shiro-chan?- se volvió al lugar dónde su hermano había estado. –Uh… ¿Shiro-chan?-

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-¡Déjame ir!- gritó Karin por enésima vez desde que sorpresivamente Meninas llegó para arrastrarla lejos de la habitación donde había estado esperando llorosa por su "cliente", y arrastrarla fuera del prostíbulo.

No le había molestado salir de aquella casa del infierno, pero no confiaba en esa mujer y estaba haciendo su mejor esfuerzo por tratar de librarse de su fuerte agarre y poder correr lejos y aunque sea a pie llegar donde su hermano, importándole poco si moría en el intento, simplemente ya no soportaba quedarse en cualquier lugar cerca de aquella ciudad y todos los malos recuerdos.

Cuando se cambió de ropa quisieron quitarle el zapatito que había guardado, pero finalmente se lo dejaron cuando dijo que era un amuleto, ahora mismo lo tenía en una mano, bien con que ese fuera su único recuerdo de esta vida una vez lograra librarse del agarre de la peli-rosa y huir. Porque iba a librarse de su agarre, claro que sí.

Se revolvió más, los adornos que le habían colocado para prepararla cayendo de su cabello, y Meninas le apretó los hombros más arrastrándola sin problema por el camino fangoso del bosque detrás de la casa que atravesaban.

-Quieta.- suspiró un poco enfadada la mujer alta, apretando más sus hombros al punto de que realmente oyó algo quebrarse.

-¡Suéltame, maldición!- en un impulso, aprovechó que las manos de la fortachona estuvieran tan cerca de su cabeza y giró bruscamente el rostro bajándolo para morder fuertemente una de las muñecas de Meninas enterrando sus dientes fuertes en la piel extrañamente delicada. La otra fémina sofocó una exclamación y deshizo su agarre lo suficiente para que la Kurosaki pudiera aprovechar la oportunidad y salir corriendo lejos de la peli-rosa, el prostíbulo, Harribel, la ciudad, y Hitsugaya Toshiro…

-¡Espera!- oyó el grito amortiguado de Meninas, lo que solo la hizo correr más rápido, como si su vida dependiera de ello, cosa que en verdad así era desde su perspectiva.

Levantó las faldas del pesado Kimono para que no le fuera un impedimento y siguió corriendo, esperanzada de en serio poder escapar y salvarse de una vida de miseria, prefería morir a prostituirse, muchas gracias.

Sintió una fuerte mano rodear su muñeca y su corazón se detuvo, las lágrimas cayeron por su rostro, otra vez.

No pudo escapar, Meninas la había alcanzado y nunca la dejaría ir de nuevo.

Sollozó e intentó patear a Meninas, sorprendiéndose cuando en realidad la sintió desplomarse por su patada.

Volteó completamente y enfocó la vista, viendo no a la fuerte mujer, sino a un albino de ojos turquesas devolviéndole la mirada con rencor mientras se frotaba la zona afectada por su patada, que resultó ser su costado derecho.

Las lágrimas cesaron en su desconcierto.

¿Qué hacía él ahí? ¡Ella había creído que nunca volvería a verlo!

-¿Toshiro?- no pudo evitar llamarlo por su primer nombre.

Sus hermosos ojos extravagantes se iluminaron al oírla, y pareció olvidar completamente el golpe mientras se ponía de pie, acercándose a ella alzando las manos de modo que por un momento pensó que iba a abrazarla, pero él se limitó a sacar un pañuelo y delicadamente limpiar los restos del maquillaje de prostituta que le habían puesto y que se había corrido por todo su rostro con sus lágrimas. Fue relativamente fácil de quitar debido a su rostro húmedo, y pronto él desechó el pañuelo y se la quedó mirando.

Ella seguía sin entender absolutamente nada, ni siquiera lo que sentía, había creído que si lo volvía a ver estaría furiosa, pero… solo sentía tantas ganas de abrazarlo y perderse en la seguridad de sus brazos, a la vez que quería salir corriendo sin mirar atrás.

-Karin…- alzó una mano y le acarició la mejilla ahora libre de maquillaje tiernamente. Sonaba tan inmensamente aliviado que ella pasó por alto el hecho de que aquella era la primera vez que la llamaba por su nombre de pila. -¿Qué te han hecho?- sus ojos se llenaron de dolor y ella se dio cuenta de lo patética que debía verse, aun con leves rastros de rímel y con el cabello hecho un desastre con algunos adornos aun tirando dolorosamente de su peinado ahora semi-recogido, seguramente con algunos moretones visibles en sus hombros y brazos por el amplio escote que dejaba ver el Kimono y las mangas que se le habían rasgado con las ramas cortantes, aparte de que ni por un solo momento había dejado de temblar.

-¿Q-qué ha-haces aquí?- se las arregló para preguntar.

El heredero no respondió por un tiempo, mientras arrastraba sus ojos horrorizados sobre sus moretones, estaba a punto de repetir la pregunta cuando lo sintió rodearla delicadamente con sus brazos y estrecharla suavemente contra él, atrapándola en su abrazo sorprendentemente cálido.

-Te juró que hare que todos los que te han lastimado paguen.- prometió con voz ahogada, como si sus heridas le dolieran más a él que a ella. –Respondiendo a tu pregunta, te estaba buscando, para disculparme, por supuesto. Iba a ir a verte a tu casa cuando esta chica… la menor de tus hermanas adoptivas, me advirtió lo que tu madre adoptiva pensaba hacer contigo, así que tratamos de llegar lo más rápido que pudimos para salvarte de eso y cerrar ese horrible lugar, lamento si tardamos mucho para tu gusto, espero… ¿espero que no sea demasiado tarde?- dijo lo último como una pregunta temblorosa y a pesar de que al principio Karin no le encontró sentido, luego pudo entender a lo que se estaba refiriendo.

-No.- como pudo con sus brazos magullados, logró corresponder al abrazo del albino, lanzando un suspiro tembloroso pero lleno de aliviada confusión. –No es tarde, creo que lograre superarlo.- por fortuna, llegaron a tiempo antes de que le pasara algo traumante que no la dejara vivir en paz por el resto de su vida. –Pero… tú no tienes por qué disculparte por nada.- hundió el rostro en su pecho, tratando de sacarle el máximo provecho al poco tiempo que seguramente tenía con ella. –Yo fui la que te mintió, golpeó e insultó. Yo lo siento.- se disculpó con las lágrimas de nueva cuenta quemando tras sus parpados al recordar lo mucho que estaba enamorada de Hitsugaya Toshiro y lo imposible que era que le correspondiera.

Él estaba enamorado de otra mujer, y se había fijado levemente en ella solo cuando estuvo cubierta de maquillaje y vestida hermosamente, pero no había forma de que estuviera realmente interesado en la verdadera Kurosaki Karin, ¿quién se fijaría en ella?

A los hombres solo le gustaban las florecillas delicadas y bellas, como la que había fingido ser en el baile, él al menos consideraba a la "princesa Cenicienta" como su segunda opción, pero ¿a Kurosaki Karin? Seguramente ni se le había pasado por la cabeza.

Ella nunca podría ser una buena esposa, ¡ni siquiera había querido casarse antes de conocerlo! Era absurdo pensar que por un solo momento haya tenido la ilusión de ser la elegida. ¡Qué tonta era!

Aun así él se había tomado la molestia de salvarla solo para disculparse, seguramente creyó que estaba muy ofendida por sus palabras por la manera en la que había estallado, y sí, estaba ofendidísima, pero ya no tanto.

Había definitivamente comprobado que existían peores cosas que ser tratada de segunda opción y chica sin dignidad por él.

Y ahora que la salvó ya podía perdonarlo sin remordimiento. No le gustaba ser la damisela rescatada, pero sabía que cuando necesitaba ayuda y se la daban, debía valorarla. Y el que vaya a cerrar ese lugar del infierno sin duda le sumaba puntos.

-No lo sientas.- volvió a hablar él sacándola de sus pensamientos, haciéndola notar que continuaban abrazados. Se sonrojo pero no hizo intento alguno por romper el abrazo. –Me lo merecía.- sí, se lo merecía. –Yo soy quien debe disculparse, pero tú, Karin, eres una tonta.- la insultó y ella rompió el abrazo bruscamente, ignorando el dolor de sus hombros y brazos, mirando fulminante al príncipe.

-¡¿Cómo me llamaste?! ¡Si quieres disculparte desde ya te digo que esa es una manera realmente pésima de hacerlo!- pisoteó furiosa.

Él sonrió divertido y toda la furia de la Kurosaki se esfumó derretida con su sonrisa hermosa que tan pocas veces mostraba. Odiaba que la afectara tanto.

-Te llame una tonta. Y sí, sé que yo soy un idiota, pero tú eres una tonta, porque la chica de la que yo estaba hablando, la chica de la que estoy enamorado, eres tú, Karin.- confesó y el aliento de la pelinegra se le atoró en la garganta. ¡¿Él le había estado hablando de ella?! Bueno, en cierto punto tenía sentido, puesto que no sabía quién era en realidad, pero… ¿por qué le resultaba tan difícil creerlo? Hitsugaya suspiró al ver la duda y desconfianza en sus ojos, acercándose de nuevo a ella y presionando una mano contra su mejilla. –Y no vine solo para disculparme, vine a confesarte mis sentimientos adecuadamente, y a hacerte la propuesta que desde hace mucho tiempo deseo hacerte.- ¿hace mucho tiempo? Los ojos oscuros se ampliaron al observar como el príncipe cayó en una rodilla sobre el suelo fangoso, sin importarle ensuciar su obviamente cara ropa que seguía siendo la misma que uso en la fiesta, pero él no pareció darle ni un solo pensamiento, sus ojos turquesas permanecían clavados en ella. –Kurosaki Karin.- comenzó a decir, sus mejillas tiñéndose de adorable rosa mientras toma una de sus manos entre las suyas. -¿Te casarías conmigo?-

Karin sintió sus piernas temblar y cedió rápidamente al impulso de dejarse caer al suelo, a solo centímetros de distancia del albino, que aprovechó para tomar ahora sus dos manos, lo cual agradecía porque si no probablemente se hubiera caído hacia atrás, o aún peor, hacia adelante y sobre él.

Su respiración se aceleró, no podía creer lo que había oído.

¿Hitsugaya Toshiro acababa de proponerle… matrimonio? ¿A ella?

Miró a su alrededor solo para asegurarse de que realmente no había ninguna otra persona a la que pudiera haberle estado hablando, su mente no dejaba de buscar otras posibles respuestas a lo que pasó, porque no aceptaba que la propuesta estuviera de hecho siendo dirigida a ella, ¡cualquier otra cosa era más probable que eso!

Volvió a mirarlo al notar que la observaba expectante y su corazón se disparó latiendo como loco en su pecho ante la posibilidad de que estuviera siendo sincero y realmente él… estuviera enamorado de ella.

Un rubor profundo se instaló en sus mejillas en lo que comenzaba a repasar sus palabras, el nerviosismo se apoderó de su mente y, como cada vez que estaba nerviosa, no pudo evitar hacer algo estúpido, que en este caso fue lanzarse a toda una perorata sin sentido en lo que su mente no dejaba de maquinar a mil, a punto de colapsar.

-V-vaya, no puedo creer que me caí.- río tontamente. –Ahora los dos estamos aquí echados como unos estúpidos en medio del lodo, no creo que eso sea bueno para un príncipe, ¿qué pensarían la princesa y Matsumoto Rangiku-san? Y, ¿ese Kimono no es caro? Debe ser difícil de lavar, aunque yo muchas veces he lavado mi ropa de cosas peores que fango, aunque claro que no es ropa de esa calidad. Puedo ayudarte a lavarlo si quieres, ¿o tienes sirvientes que lo harán por ti? Puedo ayudar a los sirvientes si quieres, alteza. No es molestia, aprovecharía para lavar mi ropa también, aunque no creo que vuelva a usar este tipo de Kimonos por el resto de mi vida, pero en casa de Harribel siempre tengo mucha ropa que lavar así que me imaginó que con la buena calidad de químicos para limpieza que deben tener ustedes los ricos seguramente la ropa olería increíble por semanas, y creo que…-

-Karin, cállate.- finalmente la silenció con el ceño fruncido.

-Sí, tienes razón, lo siento.- admitió avergonzada. ¿Qué fue eso? –En realidad no tengo idea de lo que estaba diciendo…-

Su mente solo lanzó la primera tanda de estupideces triviales para decir, brillante Karin, acabas de quedar como una boba, pensó.

Él sonrió enternecido y ella luchó duro para no quedarse mirándole como estúpida.

-Y todo eso que dijiste… ¿fue un sí o un no?- repentinamente se puso serio, apretando levemente sus manos entre las suyas.

-Yo…- ¿realmente estaba hablando en serio? ¿De verdad le estaba proponiendo matrimonio? -¿C-cómo me encontraste?- cambió de tema, arrepintiéndose al instante al ver toda la decepción que invadió sus bellos ojos. –Q-quiero decir… ya sabes, esa mujer de cabello rosa me llevó fuera de la casa y creo que estamos bastante dentro del bosque y… hablando de eso, ¿qué pasó con ella?- habló atropelladamente al principio pero luego más calmada en su curiosidad.

Él hizo una mueca antes de desaparecer su mirada decepcionada con un ceño fruncido, aparentemente recordando algo.

-Yo estaba siguiendo todos los adornos que se te cayeron, me di cuenta que Basterbine y Harribel te habían sacado de la casa, así que salí y note el rastro, luego me guie más que nada por los gritos, a la mujer que iba tras de ti la inmovilice, no quería lastimarla pero resultó ser más fuerte de lo que pensaba.- comentó fríamente y luego suspiró. –Karin, contéstame, por favor. Estoy enamorado de ti, en serio, y lamentó la forma en la que me comporte. Quiero reparar mis errores, y quiero asegurarme que de ahora en adelante ya no tengas que sufrir de este modo nunca más. Harribel Tier, sus dos hijas mayores y ese jardinero pagaran por lo que te han hecho. Pero dame una respuesta, por favor.- apartó la mirada, pero incluso así ella se sorprendió al notar lo vulnerable que parecía, él estaba nervioso y asustado. –Incluso si es una negativa… necesito escucharlo.- cerró los ojos con fuerza.

Notó que estaba siendo sincero y Karin se obligó a sí misma a considerarlo cuidadosamente, por más que su cerebro de nuevo quería obligarla a hacer algo estúpido como lanzarse sobre él y besarlo.

Estúpidas hormonas adolescentes.

Se mordió el labio, pensando.

Ella quería aceptar a Hitsugaya Toshiro, desesperadamente, sí él realmente estaba enamorado de ella entonces estaba más que dispuesta a disfrutar de sus sentimientos compartidos y abrazarlo, y besarlo, y… agh, realmente debía controlar sus hormonas, pero el punto es que quería decir ¡SI!

Sin embargo…

¿Ella quería aceptar al príncipe, podría? Él era una persona como ella, lo sabía, pero… seguía siendo el príncipe, y pronto sería el rey, y la que fuera su esposa, la reina.

Kurosaki Karin la reina. ¿O sería Hitsugaya Karin, en ese caso? Sinceramente, le gustaba más el título de Hitsugaya Karin que el de la reina, tanto que se lo repitió una y otra vez en su mente, por un momento casi olvidando lo que conllevaba ese apellido.

Suspiró, quería a Toshiro, pero ¿quería al príncipe?

No es como si fueran dos entidades diferentes, se dijo a sí misma, no es como si pudiera dejar de ser el uno o el otro. Todos sabían que el príncipe y la princesa eran adoptados, y el rey actual confiaba en su hijo para dirigir el reino una vez él ya no lo hiciera, y si Hitsugaya pudiera alguna vez ser capaz de dejar su puesto de príncipe y fallarle a su padre, entonces no podría ser el tipo de persona del que ella estuviera enamorada.

Pero sabía que nunca dejaría esa responsabilidad de lado, por más difícil que pudiera ser, y por eso estaba enamorada de él, era ese tipo de persona… con la que podías contar, que nunca traicionaría tu confianza, que era leal a ti si eras leal a él.

Cuando amas a alguien, tienes que apoyarlo en todo, ¿verdad? Y ¿qué clase de amor sería el suyo si no estuviera dispuesta a aceptar a Toshiro aun con todo lo que acarreaba? A pesar de que odiaba llamar la atención, y no existía nadie que llamara más la atención que los miembros de la jodida realeza, y a pesar de que presentía que sería difícil acostumbrarse al enorme cambio de vida, si realmente sus sentimientos eran sinceros debía aceptar todo eso y contar con que nada sería tan malo con él a su lado.

Estaba segura de lo que sentía, ahora sí, aunque sabía que les quedaba mucho por conocer el uno del otro, y no todo iba a ser un cuento de hadas, ella quería casarse con Hitsugaya Toshiro y no quería que ninguna otra mujer fuera su esposa, eso seguro, así que si debía aceptar tanto lo bueno como lo malo con tal de tener a este magnífico espécimen masculino solo para ella, lo haría, claro que sí.

¿Pero por qué no torturarlo un poco más?, pensó sonriendo con maldad en su mente.

Volvió a mirarlo notando que otra vez tenía los ojos abiertos, solo que no la miraba, y su postura era tensa, como preparándose para escuchar algo que no le iba a gustar.

-¿Qué pasará si me niego?- preguntó fingiendo seriedad, a lo que él le disparó una mirada asustada que casi la hizo querer desistir de su jueguito y darle el SÍ de una vez.

-Entonces…- su voz tembló. –Supongo que entonces podrás seguir con tus otros planes y unirte a la guardia real, o sino… incluso podría llevarte a la capital para que te quedaras con los Kuchiki, si dices que tienes familia ahí…- oh, claro, su hermano, no había pensado que sí se unía a la guardia e iba a la capital podría reunirse con él. Aun así pensaría en eso luego.

-Y…- volvió a captar su atención. -¿Qué pasará… si digo que sí?- lo miró expectante por su reacción y su respuesta.

Él le lanzó una mirada cautelosa y confusa, como sospechando que estaba planeando algo.

-Entonces… te besaría.- ok, ella no se estaba esperando esa contestación.

Se quedó sin aliento y sus mejillas enrojecieron, y antes de que siquiera pudiera procesar correctamente lo que había dicho, su mente maldita ya había lanzado por su boca la primera estupidez que se le ocurrió, que en este caso fue una afirmación que aún no tenía planeada dar.

-Sí.- dijo sin poder evitarlo.

El chico se la quedó mirando aturdido por un momento, como si realmente no se hubiera estado esperando que lo aceptara, pero luego sus ojos se iluminaron y le regaló la sonrisa más hermosa que había visto nunca, dejándola tan hipnotizada que no hizo nada para frenarlo cuando tomó los lados de su rostro y, con mucha lentitud, se acercó hasta que sus labios estuvieron a solo milímetros de distancia, haciendo solo una pequeña pausa para mirarla a los ojos una última vez buscando la confirmación de que estaba bien con esto, antes de finalmente unir sus labios contra los suyos cuando ella rodeó su cuello con sus brazos.

Por un tiempo se quedaron así, quietos, inmóviles simplemente disfrutando del sabor y la calidez de los labios y la cercanía del otro.

Los labios de su ahora prometido eran sorprendentemente cálidos y blandos, su beso suave la hacía olvidar el frío de la noche y el bosque, sin mencionar el barro impregnado en las ropas de ambos, ¿por qué no se levantaban del suelo? No lo sabía y no le importaba, por el momento estaba más que cómoda así que no se quejaba.

Poco a poco comenzaron a mover sus labios, memorizando la suave contextura de la boca del otro, absortos en nada más que ellos, olvidando el frío y la suciedad, los status, los problemas, las heridas, los errores, sus pasados y sus futuros, todo, salvo la dulce sensación de estar compartiendo ese momento que, aunque Karin se odiaba a sí misma por ser tan cursi al respecto, solo podía clasificar como mágico.

Toshiro soltó uno de los lados de su rostro para rodear con su brazo su cintura, atrayéndola más contra él en lo que finalmente se levantaban del suelo por lo que ella se paró de puntitas y enredó una mano en su cabello, profundizando un poco más el beso.

El cosquilleo en sus labios y la forma en que sus manos acariciaban cariñosamente su mejilla y su cintura eran tan agradables que sentía que podría quedarse todo el día (¿o sería la noche?) besándolo, pero desgraciadamente pronto tuvieron que separarse por la molesta necesidad de, ya saben, respirar y eso.

Ella permaneció con los ojos cerrados un tiempo, tratando de regularizar su respiración agitada y bajar el profundo rubor de sus mejillas, con sus manos ahora solo abrazándose al cuello de su prometido. Era extraña, meditó, la idea de ya tener un prometido cuando ni siquiera había tenido novio, pero bueno, la sociedad recién se estaba despegando de toda esa mierda de los matrimonios arreglados, y de todas maneras los noviazgos aún estaban mal vistos por algunas familias nobles, así que ¿quién iba a decirles nada?

Más porque su prometido era un príncipe, y también se tenía que casar rápido para que le fuera cedido el trono, y como ella no quería, absolutamente no, que se casará con ninguna otra mujer, también ¿quién era para quejarse?

-Karin…- una vez más trazó el contorno de su mejilla. –No tienes idea de lo feliz que me haces…- susurró y ella se contuvo de burlarse de lo cursi que sonaba eso, porque vio que hablaba completamente en serio, y ya no tenía ánimos de torturarlo más.

-Tan feliz como tú me haces a mí.- se paró de puntitas otra vez y picoteó sus labios. –Así que… ¿Qué va a pasar ahora?- inquirió.

-Ahora…- él se puso mortalmente serio. –Tenemos que volver a ese… horrible lugar, para buscar a Hinamori y Matsumoto y arrestar a unas cuantas personas.- gruñó lo último con rencor antes de mirarla con su expresión suavizada. –Luego… p-puedes quedarte en la mansión de Ukitake c-conmigo y… eso, en lo que hacemos los preparativos para volver a la capital, entonces te presentare a mi padre y… nos casaremos.- sonrió levemente, de nuevo con esa adorable sonrisa tímida, un tenue sonrojo en sus mejillas.

-Bien…- pestañeó, un poco aturdida por la rapidez con la que había transcurrido todo el asunto, hace solo poco tiempo había estado a punto de convertirse en una prostituta, y ahora era la prometida del futuro rey. Ja, los giros del destino… -Oye, por cierto, sí me casó contigo, ¿aún podre ser guardia real?- preguntó con entusiasmo de que le diría que sí, pero él frunció el ceño.

-Por supuesto que no.- rodó los ojos como si la idea fuera absurda y ella lo miró mal. –La guardia real está para protegernos Karin, si tú como mi esposa eres parte de ella entonces no tendría ningún sentido.- explicó como si ella fuera una niña pequeña, por lo que deshizo su abrazo y lo golpeó en el hombro ignorando el dolor que el movimiento le causo, sin embargo él no pareció afectado en lo absoluto. –Pero, si te hace sentir mejor, todavía podrás entrenar con ellos.- murmuró viéndose para nada contento con eso.

-Lo suficientemente bueno.- ella sonrió complacida y se sorprendió gratamente de la facilidad con la que podían hablar, pero ahora que sabía que él le correspondía es como si solo el hecho de que fuera de la realeza no le importara en lo absoluto, porque sabía que él apreciaba que lo tratara como una persona normal, y nadie podía decirle nada porque ahora era su prometida. –Bueno… será mejor que volvamos ahora, ¿no? Terminemos con toda esta mierda.- suspiró y él sonrió divertido.

-Ya sabes, no es correcto que la futura reina hable de esa forma.- bromeó aligerando un poco sus nervios respecto a ese asunto.

-Tampoco es correcto que el futuro rey esté mirando mi escote y sin embargo no te veo deteniéndote.- bromeó complacida de ver el rojo escarlata extendiéndose por todo su rostro.

-¡Y-yo no estaba…!...- su aguda exclamación indignada se vio interrumpida por sus risas.

-Ya, estaba bromeando. - rió un poco más girando sobre sus pasos para volver al burdel una vez más, confiando en que sería la última vez que tuviera que estar en un lugar como ese otra vez.

Nunca más permitiría que alguien volviera a pisotearla, porque ahora tenía a dónde ir, tenía a quien recurrir, tenía a alguien que se preocupaba por ella y que la hacía sentir que la vida valía la pena. Podría casarse con el chico del que estaba enamorada, y tal vez buscar a sus hermanos… oh, también iba a ser reina, aparentemente, pero mientras estuviera con Toshiro iba a aprender a tolerar lo que sea y a apoyarlo en todo. Su vida auguraba mejorar mucho.

Bueno, aparentemente el mundo no-tan-puto no la odiaba tanto, después de todo.

.

-¿Qué se supone que están haciendo?- preguntó incrédulo Toshiro al entrar al burdel sosteniendo a una cabizbaja Meninas McAllon por uno de sus brazos mientras en su otro lado venía Karin, su pequeña mano firmemente envuelta alrededor de la suya.

Su recientemente adquirida prometida veía con tanta confusión como él la escena que se encontraron dentro del aborrecible lugar.

La princesa, su institutriz, y los guardias tenían sentadas en el suelo a todas las chicas del prostíbulo en varias filas, algunas con un solo pie descalzado y otras recién recolocándose las sandalias o medias, Madarame en específico se encontraba tratando de forzar uno de los pequeños zapatitos de cristal en una de las chicas con un pie pequeño y delicado, pero no lo suficientemente pequeño y delicado para caber en esa cosa que estaba destinada a ser un souvenir para su hermana.

Hitsugaya no dejaba de sorprenderse de que aquello le haya entrado a Karin, realmente no había notado que ella tuviera tales piececitos pequeños, y eso que la había mirado mucho, mucho, mucho, eso lo hacía pensar que probablemente ella debía usar cosas de dos veces su talla, por lo menos, y también lo hacía preguntarse qué otras cosas podría ocultar…

Se ruborizó ante el pensamiento y sacudió la cabeza. No era tiempo de pensar en ese tipo de cosas, cielo santo.

Estúpidas hormonas.

-¡Ah, joven príncipe!- Matsumoto lo saludó animadamente. –Vera, se nos ocurrió este método para encontrar a… ¡Oh, Karin-chan, ahí estás!- corrió hacia la menor y la envolvió en uno de sus abrazos quiebra huesos-sofocantes, por lo que el albino frunció el ceño cuando el abrazo obligó a su amada a soltar su mano.

-S-sí, Rangiku-san, aquí estoy, ahora s-suéltame, por favor.- habló con dificultad la pelinegra luchando por librarse.

-Oh, lo siento.- rió tontamente liberándola. –Umm… ¡Oigan, chicos! ¡Ya no será necesario hacer eso del zapato! ¡Aquí está Karin-chan, ella estaba afuera!- la tomó por la cintura y la alzó como si no pesará nada por sobre su cabeza para que todos lo vieran.

-¡¿QUÉ?!- Madarame sacó el zapatito bruscamente del pie donde había estado tratando de forzarlo a entrar, haciendo a la chica dueña de dicho pie chillar y correr hacia las otras, lejos del calvo furioso. -¡O sea que hemos estado haciendo esto para nada!- hubiera destrozado el zapatito contra el suelo de no ser porque Hinamori alcanzó a tomarlo.

-Ya dejen de seguir perdiendo el tiempo en tonterías.- el heredero suspiró exasperado. –Necesito llevar a Karin a que la vea un doctor, así que por mientras encárguense de todo aquí, arresten a quienes deban arrestar y ayuden a estas muchachas a encontrar a sus familias, las que sean menores y sin familia llévenlas a un orfanatorio y las mayores sin familias te las encargo a ti, Matsumoto, ayúdalas a que consigan un trabajo aunque sea con Ukitake o nos las llevaremos al palacio y les conseguiremos empleos ahí, explícales que ya no tienen por qué seguir haciendo esto.- pasó su mirada por las pobres mujeres temblorosas y confundidas que lo veían algunas agradecidas y otras desconfiadas. –Cuento con ustedes.-

-¡Sí, Hitsugaya-sama!- contestaron los guardias y su institutriz.

Él se fijó luego en su prometida, que tenía la mirada clavada en su "familia" adoptiva, paseando su vista de las mujeres atadas a Sung-sun que seguía detrás de Ayasegawa.

-Tú serás perdonada gracias a tu advertencia.- le dijo a Sung-sun acercándose a ella con Karin siguiéndolo.

-Sí, gracias.- asintió la Kurosaki confundida y escéptica aunque agradecida a la chica de su misma edad, que asintió con la mirada baja.

-Gracias por no golpearme, sé que me lo merecía también.- murmuró en voz baja.

El príncipe no habría entendido de lo que estaban hablando de no ser por los moretones en las caras de dos de las malvadas mujeres y los rastros de sangre seca alrededor de las bocas de las tres.

-Sí, te lo merecías.- masculló su prometida con sequedad. –Pero eso ya no importa, me salvaste de una gorda así que supongo que todo está perdonado.- sonrió aunque algo incomoda. -¿Y qué va a pasar con ellas tres?- ahora se volvió hacia él.

-Me gustaría arrojarlas a un pozo y dejar que se pudran ahí.-musitó y las tres condenadas palidecieron. –Pero en lugar de eso dejare que sean juzgadas en un juicio justo, por los cargos de explotación, agresión, prostitución, y traición.-

-¡Nosotras no cometimos traición!- chillaron las tres mujeres, bien sabiendo que solo el cargo de traición podría dejarlas toda una vida en la cárcel. El jardinero permanecía en silencio, pero parecía estar maldiciendo en el interior.

-Mentirle a su príncipe, hasta donde yo sé, eso no es lo más leal a la nación.- comentó con frialdad y las condenadas cayeron en su error y miraron suplicante a la menor de su familia como si pudiera salvarlas, pero ella solo mantenía su boca oculta tras su manga y aunque parecía triste también se notaba aliviada de estar exenta de castigo. –Enviare los carruajes para que transporten a los prisioneros. Yo me llevare a Karin y a Hinamori ahora. Hagan su trabajo.- dijo para después salir con su prometida y su hermana.

-¿Seguro que ellos tres y Rangiku-san podrán con todo?- preguntó Momo preocupada mientras subía a su caballo.

-Pronto enviare refuerzos junto con los carruajes, y sabes que Abarai es responsable y Madarame lo suficientemente loco para poder con todos y no dejar que nadie se le escape.- se permitió una leve sonrisa para la castaña antes de volver a concentrarse en la tarea de con mucho cuidado, por sus heridas, ayudar a su amada a subir a su caballo y luego montarse él.

Emprendieron su camino de vuelta a la mansión de Ukitake. En pocas horas amanecería y la fiesta había sido suspendida por todo el escándalo que su "dulce" prometida había ocasionado, así que no iban a tener mayores problemas, esperaba.

Afortunadamente, todo el asunto desde ahí en adelante fue bastante tranquilo.

Las heridas de Karin pronto sanarían, aunque tenía que hacer mucho reposo y era difícil mantener a esa chica terca en la cama y lejos de los entrenamientos de la guardia.

Harribel Tier, sus dos hijas mayores y Bambietta Basterbine estuvieron sentenciadas con condenas mayores a treinta años, los secuaces tales así como Meninas y el jardineros obtuvieron sentencias menores pero igual muy severas.

Matsumoto se encargó muy bien de ayudar a las mujeres antes esclavizadas por Basterbine a encontrar a sus familias y vidas dignas, ella se sentía muy contenta con los resultados y el agradecimiento de las ex prostitutas.

Por alguna razón, Sung-sun vendió la casa de su madre y decidió mudarse a la capital, el Hitsugaya y la Kurosaki no habían entendido sus acciones sino hasta que Hinamori les fue con el chisme de que había algo entre Sung-sun y Yumichika. ¿Cómo había pasado eso? Ninguno de los futuros rey y reina querían saberlo.

Finalmente, una vez su prometida estuvo lo suficientemente recuperada y él se encargó de todos los asuntos que le quedaban en esa ciudad, por fin se despidieron de Ukitake y comenzaron su camino a la capital para presentarle al rey actual a la chica que quería a su lado gobernando y por el resto de su vida.

Porque Kurosaki Karin simplemente había arruinado a cualquier otra mujer a sus ojos. Ninguna otra jamás se compararía a ella.

Afortunadamente, su padre adoró a Karin, e insistió en celebrar la boda en menos de un mes para que pudiera tener al menos una semana de Luna de Miel antes de la coronación (Matsumoto y Hinamori no dejaron de burlarse de él por lo emocionado que estaba con la idea).

En las tres semanas que estuvieron juntos en el palacio antes de la boda, Rangiku y Momo tampoco dejaron de burlarse de lo adorables que eran actuando como adolescentes estúpidamente enamorados, escondiéndose en los rincones del palacio para besarse a espaldas de los sirvientes, acariciando sus manos o en ocasiones sus muslos cuando se sentían especialmente atrevidos debajo de la mesa en el desayuno y el almuerzo, y lanzándose miradas de complicidad todo el tiempo.

La princesa y su institutriz estaban segurísimas de que el reino no tendría que esperar mucho por otro heredero al trono en cuanto el príncipe se coronara rey junto con su reina.

Toshiro y Karin desearían decir que su boda no fue la gran cosa, pero lo fue, rayos que sí lo fue, fue una boda enorme y asistieron tantas personas que te mareabas si tratabas de contar aunque sea a la quinta parte de todos los invitados. Pero eso no significo que no fuera un evento feliz y emotivo para ellos, claro, la de ojos oscuros incluso lloró, no por casarse, por supuesto, sino por finalmente haberse reencontrado con su hermano mayor y su gemela que estaba casada con Hanakari Jinta, conociéndolo tanto a él como a su cuñada Kurosaki Kuchiki Rukia y a una repentina inundación de sobrinos.

En una de esas Momo y Rangiku obligaron a la nueva cuñada de la primera a lanzar el ramo, que sorpresivamente terminó en manos de Sung-sun, que curiosamente estaba sentada junto a Yumichika. Karin había invitado a su hermana adoptiva por no guardar rencores, aun así no es que se hubieran vuelto las mejores amigas, pero de todos modos se deseaban la felicidad la una a la otra.

El Kimono de novia que utilizó la ahora Hitsugaya en la boda era muy similar al que Harribel había hecho trizas, solo que completamente blanco y con soles dorados salpicados de pequeñas incrustaciones de gemas doradas por doquier, pero de igual manera que las estrellas en el Kimono que desgraciadamente se había perdido, los soles parecían infinitos e imposibles de contar.

Karin, en su prisa para salir del palacio bajando las escaleras junto a su ahora esposo, no pudo evitar tropezar con los malditos zapatitos de cristal que de nueva cuenta estaba usando, solo que ahora le arrojó uno en la cara a Ikkaku, por reírse de su desgracia.

Afortunadamente Toshiro la había ayudado a no caer de cara al suelo, pero de todos modos el calvo se rió y puede que ahora sería la reina pero no dejaba de ser una peleonera y no iba a perdonar una ofensa como esa, por lo que le arrojó el zapato de todos modos, que afortunadamente no se rompió porque Hinamori llegó a agarrarlo a tiempo dándoselo luego a su padre que, risueño, amablemente bajó para devolvérselo a su ruborizada nuera que se disculpó apenada de que se tomara la molestia por sus infantiles rabietas, pero el rey actual solo rió y disipó sus preocupaciones asegurando que no era ninguna molestia.

Él verdaderamente adoraba a su nuera.

Finalmente Toshiro y Karin pudieron irse en el carruaje real a tener su semana de Luna de Miel para disfrutar de ellos mismos antes de tener que él soportar todas las responsabilidades y ella arreglar todos sus problemas familiares.

Pero estaban juntos, así que al demonio con todo lo demás, iban a salir adelante, se iban a apoyar mutuamente, y no importaba cuantas mierdas más quisiera lanzarles el destino, Karin sabía que tenía a Toshiro y él sabía que la tenía a ella, así que iban a superarlo.

Karin nunca más iba a sentirse solo una cenicienta y Toshiro nunca más iba a sentirse solo un príncipe, porque ellos eran mucho más, más allá de esos títulos, ellos eran personas con sentimientos, dos personas que se amaban entre sí, que se necesitaban y se tenían.

Y sí, sí románticas empedernidas, ellos vivieron felices para siempre.

Fin.

:v

Bueno, yo simplemente tenía que... no, NECESITABA escribir esa ultima linea XD Lamento si cause algunas muertes por sobredosis de diabetes por eso y muchas cosas del cap xP

Uff! Este final fue MUY dificil de hacer, aparte de larguisimo, y sí, este es el final, sé q dije q podria hacer un epilogo pero finalmente me pareció q estaba bien dejarlo solo hasta ahí, no quiero seguir descuidando tanto los OS HK, pueden creer que habiamos llegado a que solo nos faltaran 300 para alcanzar a los hitsuhinas pero despues su numero subió y de nuevo nos faltan 400?! ! ! o.ó

Grr... definitivamente no puedo seguir perdiendo más el tiempo, mi lado competitivo no me lo permite e.e

Por cierto, no me pregunten por eso del YumichikaxSung-sun, me enamore de la pareja con un fanfic xD no se si lo han leido pero es muy gracioso, se los recomiendo a los IchiRukistas, se llama "Lo que tienen que sufrir los tenientes dos" o algo así, no recuerdo quien lo escribía pero es muy bueno, tambien tiene HK owo

Bien, bien, yendo a otro tema, SI planeó hacer más parodias, sobre todo de peliculas Disney, yo amo esas mierdas XP Más que nada las viejas uwu

Aunque no lo crean la Cenicienta es mi princesa favorita, así q no me la insulten, pliss e_e Cualquiera q pueda limpiar y cocinar todo el día en su casa es para mí la super heroina más grande de la historia XDDD Yo con un par de horas limpiando ya estoy muerta D:

Si quieren pueden dejarme sugerencias de qué peliculas quieren q parodie, aunque no todos van a ser Long-fics, claro :P

La unica q tengo CONFIRMADISIMA q si o si en algún momento tengo q parodiar es Mulan *-* Qué por qué? ESA PELI TIENE EL NOMBRE DE HK ESCRITA POR TODOS LADOS! *O* O solo lo pienso yo? :c

Oh, por cierto, SEGUNDO LONG-FIC TERMINADO! *w* Yeii! :'D

Todavia me quedan muchos que terminar ._.

Aun les debo ese OS 100 con Lemon en toda la regla verdad? Ya no falta mucho ~uwu~

MUCHAS GRACIAS POR HABER SEGUIDO ESTE FIC, A TODAS LAS QUE COMENTARON, AGREGARON A FAVS O FOLLOWS O A LAS QUE SIMPLEMENTE LEYERON, MUCHISIMAS GRACIAS!

Me encanto hacer este fic, parodiar es muy divertido, amaría volver a hacerlo pronto pero ahora tengo algunos numeros que aumentar para hacer al HK la pareja lider con Hitsugaya en todos los idiomas e_e

(Malditos hitsuhinas putos como se atreven a retrasarme otros cien más voy a escupir en sus tumbas cuando se mueran!) Oh, cielos! Quién dijo esas cosas tan feas?! o.o?

XD

Como sea~

Nos leemos pronto! Espero...

Los personajes de Tite Kubo! De nuevo gracias por todo! ;D

COMENTEN! *o*

Me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!