Marinette llegó a su cuarto justo solo unos cuantos minutos después, cayó a la cama mientras deshacía la transformación y dejaba que un pequeño remolino rojo creciera a su lado, para dar paso a una Tikki algo fatigada, pero por lo demás contenta de haber salido bien libradas de aquella catástrofe.
-¿Crees que fue buena idea dejarlo ahí?- preguntó la pequeña kwami mientras ambas bajaban por la escalera hacia la parte inferior del cuarto de la chica.
-supongo que no, pero ¿Qué más podría hacer?- la verdad la chica tuvo momento de tensión y confusión. En algún punto había olvidado que el chico que había dejado encerrado en el baño era el mismo chico de traje naranja que le había ayudado con Chat en el edificio en llamas. Todavía le costaba asimilar la noticia de que ellos eran ambas personas cuando sus personalidades no se parecían absolutamente en nada. Pensar en ello le dejo un sabor amargo en la boca, en el incendio, cuando las cosas se habían puesto mal y el ruido les alertó del inminente colapso, por la primer persona que se preocupo fue por Chat Noir, pensar en que no lo volvería a ver, a bromear con él o a evitar sus constantes intentos de conquista le produjo una punzada en el pecho.
Se sentía mal porque no pensó en Natanael, el también corrió peligro, él también se había arriesgado y posiblemente pudo haber salido herido, pero ella no reparo en todo eso hasta ahora que estaba en la seguridad de su casa. Era demasiado, y no estaba segura de cómo proceder. Porque ahora tenía una idea que cada vez estaba más presente en su mente, recordando el día que sintió que alguien le observaba, pero sin poder comprobarlo.
Su semblante debió de alertar a Tikki, porque cuando le miro, vio en sus ojos preocupación y sus pequeñas manos se contraían nerviosas, sin saber muy bien como apoyar a su portadora. Aunque fue pequeña, Marinette trajo a su rostro una sonrisa tranquilizadora, hablaría con Tikki para ponerla al corriente de todo lo que acaba de cruzar por su cabeza, esto era algo que debía de manejar con prudencia y de preferencia con un plan de contingencia en caso de que sus sospechas fueran reales. Pero antes tenía algo, o más bien a alguien a quien despachar para su casa.
Fire fox entró de manera ágil al baño, cerró la ventana, se recargo en la pared más próxima y quito la transformación de su cuerpo. Mientras Akai se estiraba, el pobre chico caía hasta el piso, las piernas flaqueándole y el corazón desbocado. Aquello fue demasiado temerario para él. Y no solo eso, sino que además ahora debía de pensar en lo que se tendría que enfrentar afuera del baño. Contaba con la excusa de Marinette para poder idear algo y salir bien librado, aunque a estas alturas lo que más quería era dejar atrás cualquier secreto, barrera y solo demostrar todo lo que estaba dispuesto a hacer por ella.
Akai le miraba con esos grandes y brillantes ojos, leyendo cada expresión del rostro del su portador y creando una lectura propia.
-bien, Romeo, estuvimos geniales allá afuera, ¿No crees?- quería aligerar sus pensamientos y que viera el lado positivo de todos los acontecimientos de aquel loco día. Natanael por su parte no contestó, solo bajo el rostro para que el cabello le cubriera el rostro y los ojos. Quería salir corriendo, pero al mismo tiempo quería quedarse y enfrentarse de una vez por todas a las cosas. Que pasará lo que tuviera que pasar.
Akai vio la inseguridad que amenazaba con absorber al chico, e hizo lo único en lo que el se creía realmente bueno. Se fue directo a su mata rojiza y comenzó a moverse por ella, como si fuera una gran cama donde poder tomar una buena siesta. Por supuesto, el dueño del cabello de inmediato sintió los tirones.
-¿Qué haces?- preguntó con un tono algo sonriente.
-nada- dijo el pequeño- pero me he cansado bastante y tú, ser ruin, ni siquiera me ofreces un lugar para descansar, así que me estoy sirviendo yo mismo- dicho aquello siguió revoloteando y creando un desorden en su cabello, buscando la mejor posición. Esta era su forma de cambiar el semblante del alguien, sus bromas y su sentido del humor eran la mejor de las armas que poseía para sacar una sonrisa. De inmediato, se vio transportado a otro tiempo, una vida totalmente diferente a esta. Un chico de cabellos oscuros y largos sonriendo con vitalidad en la mirada y un puñado de ilusiones en el corazón.
-...kai...¿Akai? ¿Esta bien?- por un momento, en pequeño zorrito se perdió en sus recuerdos, tanto que ni siquiera escuchó cuando su portador se había levantado para quedar frente al espejo del baño y poder verle. Esté, despejó la cabeza para poder concentrarse en el presente, pero antes de que se pusiera a hablar, unos golpes en la puerta les interrumpieron.
-¿Nath?- La voz de Marinette sonaba un poco apagada a través de la puerta.- ¿Estás ahí?
-SIIII- la respuesta fue más un grito que una simple exclamación y aunque no estaba frente a ella, sus mejillas se tiñeron de rojo ante la idea de quedar como un tonto frente a la chica. Miro los ojos del kwami por el espejo, este asintió y voló para entrar en la chaqueta y esconderse de la mirada de la chica. – En seguida salgo.
Natanael se hecho un poco de agua en la cara y revisó que no hubiera nada que delatara su salida, alguna mancha o algo. Cuando estuvo seguro de que todo estaba en orden, jalo la puerta y quedó cara a cara con su anfitriona,
Marinette estuvo esperando del otro lado de la puerta, pensando la conversación que tendrían cuando el pelirrojo saliera del baño. Miraba de cuando en cuando la puerta, escuchando los sonidos secos que había detrás de ella. el agua del grifo corriendo y salpicando, un suspiro, parecía estar todo en orden, sin embargo, sentía que el tiempo que había esperado era demasiado, por lo que se acercó nuevamente a tocar justo cuando la puerta se iba hacia atrás.
Ojos jade quedaron frente a ojos turquesa, casi a la misma altura, y Marinette notó por primera vez la verdadera altura de su compañero de clases. Había crecido un poco, y su cabello, húmedo en las puntas que enmarcaban su rostro, ahora parecía cubrir esa mirada transparente.
Natanael no desaprovechó la cercanía, se deleitó con su aroma dulce, ligeramente frutal, con la perfecta forma rosada de sus labios y dándose un sumergida en la chispa de vida que siempre brillaba en sus ojos. Quizás la situación les habia sobrepasado, o posiblemente aún sus mentiras no los convencían lo suficiente a ellos mismos como para que tomaran la iniciativa y explicar, lo cierto era que estaban frente a frente, en silencio y sin hacer otra cosa que admirarse.
Un ruido en la ventana de afuera les saco del trance. De inmediato buscaron donde clavar la vista y ocultar el bochorno del momento.
-yo...- ambos pronunciaron al mismo tiempo- ¿quieres decirme algo?- volvieron a hablar juntos. Se quedaron callados un segundo y al siguiente las risas aligeraron la tensión que se había instalado en el ambiente sin saberlo.
-empieza tú- fue la sugerencia del chico, pensando que no había nada más bonito que la risa sincera de una hermosa mujer.
-perdona, tardaste mucho tiempo en el baño así que baje a la panadería, cuando regrese y vi que seguías ahí me pregunte si todo estaba bien- la voz fue cada vez más baja, como si tuviera pena de decir lo que realmente pensaba, para rematar la escena, puso una cara llena de inocencia y comenzó a frotar su codo, un movimiento que demostraba cierta timidez.
-yo...- Natanel había dicho que le seguiría la corriente a la mentira, pero pensar en las respuestas que podía dar le hacían querer enterrar la cabeza para ocultar la vergüenza que le daba. Finalmente se decidió por lo menos penoso a decir-... solo creo que no me siento del todo bien.- para darle más veracidad a su excusa apoyo de forma ligera su brazo sobre el vientre. –quizás lo mejor sea que me vaya a casa ¿Te importa si seguimos el proyecto otro día?
-para nada- Marinette se vio genuinamente preocupada, cosa que de alguna forma fue algo que hizo saltar de felicidad el corazón enamorado del chico- ¿Quieres que te acompañe?
No pudo hablar, así que solo negó con la cabeza y decidió caminar rápido para recoger sus cosas y salir corriendo de la casa. La chica le ayudó, mientras por su mente pasaban mil pensamientos ¿Qué si no era un pretexto y efectivamente se sentía mal? O peor aún ¿Si estaba herido?
No sabía exactamente cómo funcionaba su traje, quizás fuera como sucedía con ella y Tikki, o quizás no, pero no podía saber con certeza en aquel momento sin exponerse. Pero resolvería las cosas cuanto antes, o al menos quería pensar eso.
Acompaño a Natanael hasta la puerta que daba a la calle, esperando ver algo más que le indicara si el chico estaba herido o no de alguna parte. Pero la atmosfera que se instaló entre ellos fue distante, incluso se podría decir que fría. Necesitaban de su espacio si no querían hacer algo inapropiado, y de alguna manera la energía que sus cuerpos emanaban dejaban claro que tanta cercanía podían soportar.
-bien, nos vemos en clases- Natanael casi tropieza en el escalón mientras trataba de salir. Marinette reprimió la risa que aquello le produjo, y espera hasta que el chico se fuera para poder cerrar la puerta. En cuanto estuvo de regreso en su casa, Tikki aprovecho y salió de la bolsita que siempre cargaba consigo su portadora y ponerse enfrente de ella.
-bien ¿Piensas decirme de que va tu idea ahora?
Marinette lanzó un largo suspiro, tomó un vaso con agua y subió a su habitación con su kwami flotando cerca. –Vamos Tikki, necesito contarte muchas cosas.
-¿Qué clase de cosas?- cuestionó la pequeña, alertada de ver a su amiga de aquella forma- espero que sean cosas buenas.
¿Lo eran? Marinette entendió que el cometario de Tikki lo único que buscaba era relajar la atmosfera, pero esa inocente pregunta tenía un trasfondo profundo. Por el bien de todo, esperaba que fuera así.
Por las azoteas de Paris, Chat Noir seguía de cerca a un chico pelirrojo.
Al principio no habia planeado las cosas, simplemente decidió que debía de ir a casa para aclarar su mente y prepararse para aquella noche. Pero un impulso le impidió seguir por ese camino. No quería estar en su habitación mortificándose mientras pensaba que ellos estarían juntos, haciendo quien sabe qué cosa. Eso simplemente era inconcebible.
El remolino de emociones por el cual estaba atravesando era demasiado grande, confuso, deseaba seguir en esa segunda piel que le otorgaba la libertad que no se le concedía como Adrien. Brincar y brincar tan lejos para ser capaz de dejar todo lo que le carcomía la mente y en algunos casos, el corazón. Perderse entre las sombras en alguna de esas azoteas parisinas. Al principio se dijo a sí mismo que no tenía un destino, que todo lo que quería era alejarse, distraerse, tomar un respiro.
Pero cuando se dio cuenta a donde le habían llevado sus pasos, entendió que su inconsciente tenía una humor agrío. Sin pensarlo mucho, terminó en una de las azoteas que permitían un buen vistazo de la casa de Marinette. Ni siquiera hizo el intento de salir huyendo, no cuando sabía quiénes estaban en esa casa. ¿Le habría invitado a su habitación como cuando él fue a entrenar para el torneo de videojuegos? ¿De qué platicarían? ¿Estarían solos en casa a sus padres se encontraban en la sala? Su mente creo una imagen intima donde ellos estaban sentados, comiendo y platicando de la experiencia de aquella tarde. Juntos, demasiado cerca uno del otro.
Sintió un peso en su estómago, como si se hubiera tragado una roca de sabor amargo y está cayera de manera abrupta en su interior, el golpe resonando por todo su cuerpo. Cuando vio movimiento por la ventana, se acomodó detrás de una de las chimeneas y vigilo, manteniéndose al pendiente de cualquier cosa, solo algo pequeño que le diera un indicio de que se estaba haciendo en aquella casa.
Captó movimientos en la sala, pero no supo de quienes se trataban hasta que, unos minutos después, los adolescentes estaban despidiéndose en la puerta de la casa, y él, fijando su mirada en la cabellera roja, decidió seguirlo y saber todo lo que pudiera de aquel chico.
Así, mientras Natanael caminaba por las calles, el gato negro hacia el mismo recorrido por las azoteas. Paso a realizar unas compras, y para acortar camino, el muchacho inocentemente entraba en callejuelas sin transitar, muchos espacios con puntos ciegos para las personas que transitaran por la calle principal. En más de una ocasión Chat tuvo la tentación de caer frente a él y de una vez por todas dejar las cosas en claro.
Se imaginó la cara que pondría su "timido" compañero cuando se diera cuenta quien estaba detrás del traje de gato. Solo de pensarlo una sonrisa triunfal y arrogante se dibujó en su rostro. Pero se contuvo, lo siguió hasta que le vio entrar en casa, de una bonita fachada blanca con ventanas grandes enmarcadas por pesadas cortinas color vino y un techo que estaba decorado con teja verde oscuro.
Desde su posición, tenía una clara visión de algunas de las habitaciones de la casa. En la planta baja pudo observar la cocina y lo que parecía ser una sala, con objetos de artes acomodados elegantemente en muebles de madera oscura. Las habitaciones de arriba tenían las cortinas corridas, por lo que no pudo echar un vistazo allí, pero en el último piso, enormes ventanas sin cortinas mostraban un lugar de madera. A simple vista podía observarse la enorme cantidad de luz natural que emanaba del lugar, pero no solo eso, el olfato de Chat percibió un peculiar aroma.
Echó un vistazo a la plana baja para ver en donde andaba el pelirrojo, y cuando lo vio entretenido en la cocina, actuó. Su curiosidad había sido más grande qué que él y no pudo contenerse de escabullirse en el interior de la recamara del último piso, solo para conocer mejor aquel lugar. Desde el primer momento en que puso un pie en la habitación, supo que el lugar era del chico. Todo en aquel sitio clamaba ser obra del joven autor.
Los cuadros, las herramientas, la disonancia entre el orden que habían en aquellos pinceles, pinturas, oleos y demás piezas, con el caos que parecía amontonarse en pilas pequeñas de ropa y artículos básicos para una persona común. No se permitió admitir que el lugar era extrañamente cálido, muchos menos dar fe de la habilidad que tenía el dueño de esas obras como artista, preferiría mil veces estar rodeado de palomas.
Movió sus ojos por cada obra, reconociendo lugares de París: los jardines de Versalles, el puente de los enamorados, la Torre Eiffel, el museo del Louvre, en acuarela, en oleó, con colores pasteles y otras tantas técnicas, que estaba seguro que no conocía el nombre de algunas. Observó todo lo que le rodeaba, aspiró el aroma a pintura y disolventes, se preguntó cual seria el final de algunos trabajos inconclusos, se topó con libretas llenas de bocetos.
Cuando tomó una libreta que había encontrado sobre el escritorio de color verde oscuro y la reconoció, sin pensárselo dos veces comenzó a hojearla. Los dibujos en su mayoría eran garabatos, excelentes garabatos de personas. Bocetos de cuerpos en posiciones comunes, expresiones que no completaban los rostros, solo fragmentos de vida capturados para siempre a lápiz.
Entre más hojeaba, se dio cuenta de que la gran cantidad de hojas que se podían desprender del gastado lomo a causa de su constante uso. A mitad del cuaderno, un perfil comenzó a ser demasiado repetido y en cuanto comprendió de quien se trataba, no pudo contener de seguir buscando más y más de ello.
Se concentró tanto en eso, que no presto atención a los sonidos externos, como el de pisadas subiendo escaleras y voces aproximándose, solo hasta que estuvieron demasiado cerca, Chat reaccionó por instinto y salió hacia la ventana, subió por esta para acomodarse en el techo de la casa de Natanael y esperar, pero ¿Qué estaba esperando exactamente?
-!Que genial aventura hemos tenido hoy!- Sus orejas se movieron al percibir ese sonido, una voz suave sonaba dentro de la habitación, y claramente no era la de su compañero de clases. - !Casi pudimos ser carbonizados en ese lugar! Pero que movimientos, fue una excelente estrategia usa el kitsune bi para protegerte, si, definitivamente, ese es nuestro mejor poder- aquella voz parecía estar hablando más consigo misma que con otra persona.
se acomodó de tal manera que pudiera espiar la conversación sin ser visto por ojos curiosos. Y aunque en un principio se sintio incorrecto hacerlo, en cuanto escuchó hablar al Natanael, todo se disipo.
-¿Viste como le miró?¿Cuan preocupada estaba ella por él?- De inmediato supo de quien hablaba. Ladybug, es decir Marinette. ¿Preocupada por quien había estado su bichito? Ahora tenía una mayor curiosidad por saber quien, aunque a decir verdad una parte de él sabía que a lo mejor no le gustaba lo que sabía.
-¿De que hablas?- la emoción de la primer voz, que suponía era la Akai, parecía menos emocionada, con un tono precavido- ¿Es que acaso no te gusto estar allí para apoyarla?
-es solo que...- el silencio que le siguió a esa frase hizo pensar al gato que tal vez dejaría pasar la conversación, pero no fue así.- cuando estuvimos en atrapados en el tejado y ellos hablaron por sus comunicadores, ella, ella parecía aterrada con la idea de que al gato le pasará algo, pensé que eran imaginaciones mías y que temía por el bienestar de todos, no solo el de ese... pero cuando bajamos y ella lo vio sano y salvó, pude ver un brillo en sus ojos, quizá solo fue una fracción de segundos, pero pude notar un cambio en su mirar que no había estado antes. No me gusto verlo.
¿Acaso era posible lo que insinuaba el tonto zorro? No era como si ladybug no se hubiera preocupado por él y su bienestar anteriormente, eran compañeros y debían cuidarse las espaldas para poder ayudar a los demás, pero saber que alguien noto algo diferente de una preocupación de compañeros le hizo pensar que quizás, estaba precipitándose a sacar conclusiones en cuanto a lo de secretos revelados y todas esas cosas.
-no deberías de hacerte ideas si no estas 1000 % seguro- Akai tenia un tono serio, algo inusual para esa vocecita cantarina y melodiosa que poseía.
-tienes razón, solo...oye ¿Dónde esta?- el cambio de conversación fue tan abrupto que Chat frunció en entrecejo.
-¿Dónde esta que?
-¡Mi libreta! ¡NO ESTA MI LIBRETA!- escuchó como se removían de un lado al otro en la habitación, cajones y cosas siendo sacadas de su lugar para conseguir una libreta... la libreta de pasta verde que Chat tenia en la mano aferrada con bastante fuerza. Y es que no quiso dejarla cuando vio a Marinette representada en tantos dibujos. Incluso si eran obra de Natanael, no podía negar que los dibujos habían sido una copia fidedigna de la hermosa persona a quien representaban. sus gestos, sus miradas inocentes, sus amables rasgos y su simpatía. había retratos, dibujos a cuerpo completo e incluso un dibujo de ellos juntos, como si fueran íntimos amigos compartiendo un secreto.
-¿Estas seguro que la dejaste en el escritorio?- la voz de Akai apenas si se pudo escuchar por encima del ruidoso desorden que estaba haciendo su portador en búsqueda de su tan preciada libreta- ¿No pudiste olvidarla en la escuela o en otro lugar?
-¡NOOO!- la declaración tenia un tinte de ansiedad en su pronunciación- no pude haberla olvidado, esa libreta en especial no.
-¿Porqué es tan importante?
Chat sabía la respuesta, porque en esa libreta estaban sus dibujos de ella, y cualquiera del colegio reconocería el estilo y por ende al dueño. Porque si alguien que no fuera él la veía, podría pensar cualquier cosa mala sobre él. Porque incluso Marinette, en toda su sencillez y amabilidad se sentiría incomoda por algo así.
-es...impo... bueno...es que...la verdad...yo...- el tartamudeo nervioso de Natanael hizo acto de presencia, tratando de explicar algo como aquello. -solo es muy importante y tengo que encontrarla a como de lugar. Vamos.
-¿A dónde?
-a la escuela, si no la deje aquí en único otro lugar donde pude haberla olvidado es es mi casillero.
Y mientras se iban, el gato se recostó sobre la azotea, estirando su cuerpo, mientras reflexionaba. Pensó y pensó, tenia una poderosa arma en su poder pero ¿seria bueno usarla a su favor?
